Reynald Sécher ha hecho las trágicas cuentas de la Vandea, surgida en nombre de la fe de sus padres: sobre un territorio de nada más que 10.000 kilómetros cuadrados, 120.000 masacrados (el 35 por ciento de la población), 30.000 casas de 50.000, derruidas sistemáticamente, las fuentes envenenadas y toda la vegetación arrancada para quitar a los supervivientes toda posibilidad de recuperación. Y también en este caso, no nos conformemos apelando a los horrores desgraciadamente habituales en toda guerra: la orden explícita de los jacobinos de París (ateos, ni siquiera deístas como algunos pretenden) no era sólo vencer en batalla, sino proceder, en frío, al genocidio, masacrando en primer lugar a las mujeres fértiles, para que no engendraran «más malditos creyentes en las supersticiones religiosas». Con la piel de aquellas mujeres, muy suave, se confeccionaron guantes para los oficiales, mientras que la de los hombres se destinó a fabricar botas.
2006-11-04
00:41:40
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pregunta de
ensbuster
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en
Religión y espiritualidad