Cuando leemos las palabras de David en el Salmo 38, encontramos a este hombre santo y justo al final de sí mismo. Él estaba abatido y desalentado, y su lucha lo había debilitado de toda fuerza. Escucha su llanto turbado:
“Estoy agobiado, del todo abatido; todo el día ando acongojado. Me siento débil, completamente deshecho; mi corazón gime angustiado… Late mi corazón con violencia, las fuerzas me abandonan, hasta la luz de mis ojos se apaga… Pero yo me hago el sordo, y no los escucho; me hago el mudo, y no les respondo. Soy como los que no oyen ni pueden defenderse.” (Salmo 38:6, 8, 10, 13-14).
2006-10-29
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pregunta de
VivoFeliz
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Religión y espiritualidad