A partir de san Ignacio de Antioquía, en el siglo II y a lo largo del Concilio de Calcedonia (451), los pensadores cristianos se debatieron ante los problemas lógicos presentados a la mentalidad griega por el pensamiento cristológico del Nuevo Testamento: si el Hijo es Dios, y aun así distinto del Padre, ¿cómo puede Dios ser llamado “único”? Si Jesús es divino, ¿cómo puede, de igual modo, ser humano? En el siglo II, los seguidores del docetismo mantenían que la humanidad de Jesús era apariencia más que realidad, ya que el pensamiento griego sostenía que la divinidad era incapaz de cambio o de sufrimiento. En contra de ellos, san Ignacio de Antioquía insistió en la realidad del cuerpo de Jesús. El resultado fue que se añadieron al Credo las palabras “nacido de la Virgen María” para salvaguardar la humanidad de Jesús.
Una segunda controversia debatía el concepto de la unidad de Dios. Preocupados por preservar esta unidad, los adeptos al monarquianismo modalístico afirmaban que el único Dios se había mostrado a Sí mismo en tres manifestaciones sucesivas: Padre, Hijo y Espíritu. No obstante, los monarquianos dinámicos (adopcionistas), consideraron a Jesús como un hombre sobre el cual había descendido el poder de Dios. En el siglo IV, el arrianismo afirmaba que el Hijo preexistente no era idéntico a Dios, sino que era la primera de las criaturas de Dios. Era homoiousios (en griego, 'de la misma sustancia') con Dios, un tipo de reproducción o semidiós. En el I Concilio de Nicea (325) se condenó el arrianismo y el Credo se difundió: el Hijo preexistente fue declarado como “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, de una sola sustancia [en griego, homousios, 'de sustancia idéntica'] con el Padre”.
Las preguntas relacionadas con la naturaleza de la encarnación de Dios en Jesús también provocaron disputas. Los teólogos de Alejandría tendían a subrayar la divinidad de Jesús a expensas de su humanidad, y sus numerosos oponentes de la escuela de Antioquía subrayaban la humanidad de Jesús a costa de su divinidad. En el lado alejandrino, los apolinarios argumentaron que en el Jesús humano, el logos había reemplazado a su mente o espíritu. Este punto de vista se sumaba a una negación de toda la humanidad de Cristo. El apolinarismo fue condenado en el I Concilio de Constantinopla (381). De la escuela de Antioquía surgió la herejía del nestorianismo durante el siglo V. Los nestorianos mantenían que dos personas separadas estaban unidas en el Cristo encarnado y rechazaron el título alejandrino de Theotokos (portadora de Dios) para la Virgen María. Para Néstor, patriarca de Constantinopla, y sus seguidores, María había sido la madre del Jesús humano pero no del Hijo divino. En respuesta al desafío del nestorianismo, el Concilio de Éfeso (431) y el Concilio de Calcedonia (451), ratificaron el título de Theotokos. En Calcedonia la encarnación se definió como “dos naturalezas, una persona”, una fórmula que ha permanecido como dogma cristiano. No obstante, la misma definición calcedoniana generó más discordias; un sector extremista dentro de la escuela alejandrina argumentó que el Hijo encarnado tenía una sola pero divina naturaleza y desde este punto de vista, de nuevo, la idea de la humanidad de Jesús se puso en entredicho
2006-09-29
08:04:08
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pregunta de
fulanito ciber
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Religión y espiritualidad