"Voto por voto", decía una y otra vez un joven abogado de 38 años al mismo tiempo que abrazaba las urnas tanto para Presidente como para legisladores. "Pero si ya se hizo el conteo de esta casilla y la única firma que se requiere para el acta es la suya", le dijo el licenciado Agustín García López, quien para entonces ya había sido director de la Facultad de Derecho.
Era domingo 7 de julio de 1946. "Voto por voto", insistía el joven panista. "Ah, pero qué flaquito tan necio", exclamó García López a uno de los representantes de la casilla. Hacía apenas unos meses este joven tan delgado había leído en La Nación, revista de su partido: "Ese inicio de 1946 el Régimen saludaba, pues, a la opinión nacional con un nuevo fraude. La opinión, por su parte, saludaba al Régimen con una nueva lucha; ésta, con la limpieza. Era la eterna lucha de México...".
El nuevo fraude "vil, violento y jactancioso" consistía en el que se había dado en León, Guanajuato el domingo 16 de noviembre de 1945. "El jueves 20 debería haberse reunido la Computadora, integrada por todos los Presidentes de Casillas. El partido oficial, con risible minoría de Presidentes, simuló una Computadora.
La 'Unión Cívica' reunió a muchos más Presidentes, cuyos paquetes electorales contenían votos en aplastante mayoría para Carlos Obregón", dice Luis Calderón Vega, padre de Felipe, en su espléndido Memorias del PAN I.
Una vez que le "dieron" el triunfo al que el pueblo no quería, es decir al doctor Ignacio Quiroz, más de 10 mil manifestantes se congregaron libremente en la plaza para protestar contra el fraude. Para entonces la tropa, al mando del coronel Pablo Cano Martínez, ya tenía órdenes de atacar a todos aquellos que osaran expresarse en contra de las pasadas elecciones.
El primero en disparar fue el teniente coronel Jesús Hernández Orozco. "En el Hospital Civil fueron registrados 26 muertos y 30 heridos graves; en otros Sanatorios particulares se registraron más defunciones. Y corría la versión, aquellos días, de que, en tres camiones de redilas fueron sacados de la ciudad, ocultamente, varias decenas de cadáveres... Entre los muertos y heridos, hombres, mujeres y niños... ¡y los pundonorosos militares alegaron haber disparado en acto de defensa 'contra la agresión'"... continúa narrando Calderón.
Acción Nacional no se podía quedar callado primero ante las víctimas y segundo, respecto al fraude. El partido dirigió oficialmente al presidente de la República una carta de absoluta protesta. Entre muchas cosas le dice: "El Gobierno Federal está obligado y tiene la posibilidad inmediata de intervenir..., de garantizar el derecho ciudadano y de impedir la subversión de nuestras instituciones. Ha habido graves violaciones al voto público y se han cometido delitos penados por leyes federales...
El Ejecutivo Federal puede y debe pedir la intervención de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en los términos del Artículo 97 constitucional, y, de acuerdo con los resultados de la investigación... Proceder al restablecimiento del orden constitucional violado y a la aplicación de las sanciones justas que la ley establece...". Finalmente y gracias a la intervención del Ejecutivo federal, el 7 de enero de 1946, la Suprema Corte determinó abrir, sí, abrir, abrir la investigación en el caso de León.
Enseguida la envió a los ministros Roque Estrada y Carlos Ángeles. Y por si fuera poco el presidente de la República solicitó a la Comisión Permanente la "declaración de desaparición de los Poderes" del estado de Guanajuato. Esa misma tarde, justo a las 14:00 horas, se abrió la Sesión del Senado, con 22 de sus miembros.
Unos minutos más tarde se designó gobernador de Guanajuato al licenciado Nicéforo Guerrero, magistrado de la Corte. Cayó así, por histórica decisión de la Corte y fallo del Senado, el rechazadísimo "gobernador" de Guanajuato que había sido impuesto por las malas.
Por todo lo anterior era evidente que el joven panista no quería entregar los paquetes, no sin antes volver a contar voto por voto. Eran las ¡elecciones presidenciales! Él, como millones de mexicanos, no tenían la menor confianza en las instituciones; sabía que su partido había lanzado, una vez más, un llamado "a los hombres limpios de México" recordándoles el deber de participar en la vida pública.
Sabía que la demanda que había hecho Acción Nacional a pesar de que se trataba de un partido muy joven, aún se hallaba insatisfecha de una reforma electoral que garantizara la emisión libre del voto: sabía que su cómputo real y el acatamiento no eran en absoluto eficaces; sabía que los recursos y la participación del Gobierno federal eran parte de la manipulación que se le hacía al pueblo. Pero lo que sabía a pie juntillas era que en cada elección se preparaba la repetición criminal de las típicas farsas en las casillas.
Por más que el presidente Ávila Camacho había enviado, unos días antes, un mensaje a la nación diciendo que: "El domingo 7 de julio deberá ser un día de consagración general a la democracia. Gozando de todas las garantías que puede impartir a los ciudadanos el Gobierno de la Federación... Que la democracia no la hace un hombre... la hacen los pueblos... lo que ordene la voz del pueblo, el Gobierno cumplirá...", el joven abogado no le creía. Por eso había que contar voto por voto. "Ah, pero qué flaquito tan necio", le dijo nuevamente el licenciado García López. Pero en el fondo, tal vez le gustó su "necedad" ejercida con tanta democracia.
No sabemos si el licenciado Agustín García López finalmente accedió al conteo que tanto le exigía el representante del PAN, lo que sí sabemos es que así como el 7 de julio de 1946 había sido "un día de gloria"; el 11 había sido también "un día de luto nacional". A pesar de que "se movieron las almas", como cabecearía La Nación, se había consumado "el fraude más palpitante" como escribió Calderón Vega. "Las Computadoras de Todo el País fueron Simples Reuniones de Pandilla para Consumar el Fraude..." "...Y, en todas partes, Votos Fantasmas Computados por las Viles Matemáticas del Régimen...".
El 17 de julio, el Comité Nacional de Acción Nacional expidió un mensaje a la nación: "...Debe concentrarse, en cambio, en una organizada exigencia inflexible de justicia, tanto para que se anule el fraude, como para obtener el castigo de los responsables...".
Hace unos días se cumplieron justo 60 años de esas elecciones presidenciales tan fraudulentas. Bien dice el refrán que "de tal palo tal astilla", ahora, la hija de Flaco Loaeza, Guadalupe, con sus flamantes seis décadas encima también exige a la nación y al PAN: "voto por voto, casilla por casilla".¡Las vueltas que da la vida!
2006-07-27
11:45:43
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joss
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