Pálida la palabra se rezaga
con olor a partida sin regreso;
un intento de hablar, un retroceso,
llama que ya se enciende, ya se apaga.
Es el adios irrevocable daga
hendida en la mejilla, como el beso
de quien entrega al Justo, y queda preso
de sus acciones, y al final las paga.
No sé cómo decírtelo; he venido
en sequedad de espíritu vencido,
con temor de algún día lamentarlo.
Llueve hoy en mí, y tal vez en ti mañana,
lluvia que nos separa y nos hermana,
y tan difícil hace articularlo.
Qué angustiosa la espera, qué amargura
en la anticipación de tu partida;
aquella incertidumbre fue más dura
que lo fue en realidad la despedida.
2007-03-14
15:41:49
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pregunta de
Edu
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Matrimonios y Divorcios