COMO DEGUSTAR UN BUEN VINO
Lo primero, antes de la botella, es la copa. La copa y no el vaso. El vaso es para vinos comunes. Los finos precisan de las copas. Y no de copas pequeñas, por cierto. Es preferible, para tintos de cuerpo, un gran copón levemente oval, de un cuarto litro, a una copita de borde recto. Y la copa debe ser cristalina, transparente. Se dice que los cristales verdes o rojos fueron inventados en Alemania, un año de pésima cosecha. Al vino hay que verlo, antes que nada.
Y ese cristal debe ser lo más fino posible. Así como la cerveza exige vidrio grueso, el vino ama el cristal fino. El pie de la copa debe ser largo y de base ancha. ¿Por qué? Porque los buenos degustadores no calentarán con la mano la base de la copa sino que la tomarán del pie con el pulgar y el índice y, si no, por el tallo que la une al cuerpo.
El paso siguiente es probar el vino, pero si se quiere comenzar a aprender el arte de la degustación, primero hay que mirar.
"Examinar el disco", dicen los catadores. Mirar el vino desde arriba de la copa. Y admirar su transparencia. En el vocabulario se señalan todos los términos para calificar este término y los que luego siguen. Un buen vino debe ser claro, límpido; rico en coloración.
Si se agita la copa, se formarán estrías o "lágrimas"sobre las paredes de la copa, que caerán lenta o rápidamente sobre el disco, dejando huellas más anchas o más delgadas. Cuanto más lentas y más anchas sean, el vino será más untuoso, más glicerinado, más oleoso y cuanto menos lo sean, más acuoso. Comparando las lágrimas y el gusto, sabremos cuáles vinos preferimos.
Luego, entra en acción el olfato. En general se marcan tres etapas. Oler los aromas del vino inmóvil en la copa. Luego, agitar la copa, remover el líquido, sin tocarlo, sacudirlo y olfatear de nuevo. Los franceses llaman a eso el "segundo golpe de nariz". Con él, podremos ir desarrollando nuestro olfato de amigos del vino. Sabremos si sus aromas siempre en relación a otros vinos son inexistentes, o pobres, o cortos, o vacíos y hasta mudos, o fuertes, intensos, ricos, poderosos, amplios, generosos. Y, con el tiempo, captaremos algunos matices positivos y negativos de orden:
animal: cierto tenor carnoso o rancio, cierto aroma salvaje o doméstico;
balsámico: a vainilla, a resina, a pino;
maderado: a roble, a nogal;
quemado: a cocido, a caramelo, a ahumado;
químico: a éteres, a alcoholoes puros, a acetonas, a óxidos, a yodos;
especiados: a pimienta, a canela, a romero, a nuez moscada, a clavo de olor, a laurel;
florales: a rosa, a anís, a acacia, a geranio, a violeta, a lavanda, a lilas, a jazmín, a azhar, a miel;
frutados: a almendra, a ananá, a banana, a cacao, a cassis, a cereza, a higo seco, a grosella, a nuez, a pera, a manzana;
vegetales: a tisana, a hojas muertas, a corcho, a tilo, a verbena, a menta.
Luego de la fase olfativa, que los expertos prolongan con una última prueba, luego de dejar descansar el vino unos minutos, viene la olfato-gustativa o gusto-olfativa. Porque el gusto humano es muy pobre. Apenas si distingue cuatro o cinco sabores. Es la combinación de gusto y olfato, la que permite apreciar, finalmente, el valor de un vino. Y el gusto, de todos los sentidos, es el que menos responde a una necesidad y sí en cambio, a un deseo. Es esencialmente cultural. Y por eso, relativo. Y bien, para gustar un vino, los catadores recomiendan:
2007-03-12 13:14:46
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answer #3
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answered by yayara 5
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