KEJTZITAKUA ZAPICHERI
(VELACIÓN DE LOS ANGELITOS)
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Esta ceremonia conmovedora y dulce, increíble, inusitada para ciertas concepciones modernas, se celebra en el atrio del Templo de la Isla de Janitzio, el día lo. de noviembre, de 7 a 10 hrs., acuden con gran cariño madres y hermanos de los niños que no conocieron las alegrías ni las tristezas del adulto, y en sus tumbas crean preciosos adornos con las flores más hermosas de la estación, con juguetes de madera, tule y ****. Los regalos que no se les hicieron en vida adornarán su altar en la velación de los angelitos.
En Huecorio, a los niños se les recuerda, en su casa, con altares el 31 de octubre, por la noche, sus of rendas serán vistosamente adornadas con dulces, pan, juguetes de madera de Tócuaro, de barro de Ocumicho, de **** de Ihuatzio y ropa que los padres han traído de Pátzcuaro. Este altar doméstico lucirá su colorido bajo las llamas de las velas que lo alumbran.
LAS FLORES ENTRE LOS P'URHEPECHAS
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Los grupos de P'urhepechas están considerados como uno de los pobladores más antiguos de la región y desde su aparición en las feráceas tierras de Michoacán, aman, cultivan y utilizan las flores en las diversas actividades de su vida cívica y religiosa.
Dentro de las ceremonias y rituales religiosos utilizaron la flor; Tiringuini Tzintziqui "cempasuchitl" para reverenciar a los difuntos y la Tzitziqui Itzimakua (orquídeas), para sus dioses, cuyos altares adoraban profusamente, costumbre adoptada por el cristianismo por sus sentido poético.
Cultivaron asimismo la Charanecua (dalia) que viajó por todo el viejo mundo y ahora es la flor simbólica de México. Las flores son inspiración y gozo que se canta en las pirekuas como Tzitziki Canela (Flor de Canela), Tzitziki Changunga (flor de Changunga), son cantos en los que se compara a la mujer con las flores por su delicadeza, finura y exquisitez
TZINTZÚNTZAN
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Esta población fue la capital del reino tarasco y más tarde, después de la conquista, la primera Ciudad de Mechoacán, antes de que se trasladara a Pátzcuaro ya en los días de Don Vasco de Quiroga. Desde este lugar los franciscanos iniciaron su conquista espiritual para catequizar la población tarasca. Por lo mismo Tzintzuntzan posee importantes vestigios prehispánicos a la vez que construcciones de tipo español.
El centro ceremonial prehispánico está emplazado sobre una plataforma artificial excavada en las faldas de un cerro que mira al lago. En ella existen varios grupos de edificaciones, destacándose las cinco yácatas que eran los templos o cués de los antiguos moradores. Abajo, al poniente de la moderna carretera, quedan las edificaciones franciscanas del siglo XVI y otras construcciones religiosas católicas de los siglos XVII y XVIII precedidas por un gran atrio en el que se encuentran los viejos olivos, que debieron ser plantados por los propios franciscanos. Al abrigo de las yácatas y los olivos la gente se prepara para la celebración de la ceremonia de la Noche de Muertos.
En los primeros minutos del inicio del día 2, en el panteón, separado de la zona conventual por la carretera Pátzcuaro-Quiroga, se empiezan a encender los cirios y velas sobre las tumbas en las que, previamente aseadas, se van colocando con delicadeza singular las ofrendas florales y de alimentos. También, acompañando a esas tradicionales ofrendas, se ponen diferentes piezas de los mejores productos artesanales de la región: loza negra y vidriada, loza blanca, ángeles de ****, frutas y madera tallada en Zirahuén.
Aquí, como en los demás lugares de esta zona lacustre, son las mujeres las que se encargan de cumplir con esta piadosa costumbre; los hombres, que han ayudado en los preparativos, se contentan con ver desde lejos el ritual encomendado a las mujeres, como un vestigio de la antigua organización matriarcal de este pueblo.
Desde el antiguo recinto franciscano, ocupado ahora por el clero secular, el golpe de una campana da el toque de difuntos.
En Tzintzuntzan como en las otras poblaciones de fuerte raigambre indígena, la celebración de ANIMECHA KEJTZITAKUA muestra ese complejo fenómeno religioso, en el que perfectamente mezcladas, sin visibles soluciones de continuidad, las tradiciones prehispánicas coexisten con el culto a los muertos traídos a estas tierras por los evangelizadores franciscanos y agustinos
JANITZIO
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La más famosa y pintoresca de las islas del lago, se apresta al empezar la noche del día primero de noviembre, para celebrar la ANIMECHA KEJTZITAKUA. Por sus sinuosas callecillas se abren sopórtales sostenidos por viejos troncos de madera traídos de la tierra firme, y aparecen a la vista balcones y discretas ventanas.
Aproximadamente a la mitad de su ascenso se encuentra su pintoresco templo y hacia su ábside, se localiza el cementerio que será el escenario impresionante y cálido en el que esa noche del primero de noviembre y el amanecer del dos, comulgarán los vivos y los muertos.
Muy cerca de la media noche, antes de terminar el día de "Todos Santos" las mujeres y los niños de la isla, como fantasmagóricas figuras, van llegando silenciosas al panteón para buscar las tumbas de sus deudos en las que con una meticulosidad y gran cuidado, van colocando las ofrendas florales y sobre la urdimbre del petate, pondrán la otra parte de la ofrenda; los alimentos que tanto deleite causaron en vida al difunto. Las velas van encendiéndose y de pronto el camposanto iluminado, parecerá un ascua de luces misteriosas. Los hombres, desde las afueras del cementerio, contemplarán absortos lo que ocurre dentro del panteón. Entonces, el lago se convierte en el espejo de la impactante ceremonia.
Una campana colgante del arco que da acceso al camposanto, discreta y tristemente tañerá toda la noche invocando a los muertos.
El cementerio se inunda con eco de los cantos en tarasco, llenos de suaves cadencias que imploran el descanso para las almas de los ausentes y la felicidad para aquéllos que aún quedan en la tierra.
Para los habitantes de Janitzio, participar en este tradicional ritual, es un deber sagrado para con los muertos, que honra a quienes lo practican.
JARÁCUARO
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La isla, de la que se tiene conocimiento que estuvo poblada desde tiempo muy antiguo y que hizo una gran resistencia a los conquistadores chichimecas, han conservado sus tradiciones dentro de una atmósfera de gran pureza. Acudir a su ceremonia de velación, constituye una gran aventura que reta vivamente la imaginación de las personas con sensibilidad.
Se inicia la ceremonia con la colocación de grandes arcos, uno por cada barrio de la isla, que se sitúan en el atrio de la Iglesia. La ornamentación de los arcos hecha con flores, huinumo y otras plantas acompañadas de objetos del uso común, es un dechado de imaginación y gracia. Después en la pequeña plaza del poblado, se dan cita todos los conjuntos de danzantes que en ella hay y por turno, van mostrando sus habilidades y virtuosismo, pues Jarácuaro, que hay que decirlo, se distingue entre los demás pueblos de esta región por el gusto que sus habitantes tienen por la danza, el canto sus extraordinarios flautistas. Por ellos Jarácuaro cuenta con notables compositores y coreógrafos, cuya fama ha trascendido los límites del Estado y de la patria y que en esta Noche de Muertos, se dan cita para competir en una leal e interesante justa.
Mientras este espectáculo transcurre en la plaza, en los hogares se preparan ofrendas que las mujeres llevarán al panteón, cuando sobre el encantador lago empiezan a verse los primeros reflejos del amanecer.
Ya el sol alto, las ofrendas son retiradas de las tumbas de los muertos, para ser llevadas al templo, en donde se entonan los "alabados".
Por la tarde del día dos, en el atrio de la Iglesia, las ofrendas son repartidas y de allí los fieles parten al panteón, a la ceremonia de la bendición de los sepulcros.
Al terminar todo aquel rito los habitantes regresan a sus hogares y a la blanca isla de Jarácuaro, penetra en la quietud de la noche.
IHUATZIO
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Este el centro ceremonial más antiguo de la región lacustre y fue una de las grandes ciudades de los purépechas. Se ubica en la ribera misma del lago a 12 kms. por la carretera Pátzcuaro-Quiroga, separada por un pequeño tramo de terraceria.
De la prehispánica población quedan algunos vestigios de lo que fue el centro ceremonial. Se trata de una plataforma cuadrangular sobre la cual se emplazan tres yácatas; esta plataforma se liga con otra situada al norte en la que se encuentran los edificios rectangulares escalonados.
Del área de Ihuatzio han salido muchos de los objetos arqueológicos que pueden ser admirados en los museos: Michoacano y del Estado, en Morelia y en el Nacional de Antropología e Historia, en la ciudad de México, entre otros.
En Ihuatzio como en Tzintzuntzan, se trabaja la artesanía de **** cuyas piezas son por sí mismas la más acabada expresión de la exquisita sensibilidad de sus habitantes.
La ceremonia de velación a los muertos se desarrolla de manera muy semejante a como se celebra en los otros pueblos ribereños, pero ella tiene un toque de mayor ingenuidad, de mayor pureza y colorido, como si la contaminación del choque cultural de nuestro tiempo fuera mucho menor, atenuada.
TZURUMÚTARO
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Esta población silenciosa, tranquila, a pocos kilómetros de Pátzcuaro, en donde sus habitantes, activos trabajadores del campo, celebran la noche de muertos a semejanza de las otras poblaciones de la ribera lacustre. Empero, su actividad económica fundamental se refleja en los adornos y ofrendas que se colocan en las tumbas de sus deudos: calabazas, plantas de maíz, flores de la estación combinadas con multitud de velas y veladoras que forman un haz luminoso en el panteón.
En las casas y en el pequeño Museo Agrarista colocan altares con ofrendas florales y alimentos dedicados al general Lázaro Cárdenas por quien guardan tierna memoria.
Durante la Noche de Muertos, el pueblo purépecha lleva a cabo una ceremonia especial para la gente que falleció durante el año que va en curso.
El evento se lleva a cabo en el hogar que habitó esa persona y consiste en un convivio donde participa la familia y la gente de la comunidad que les manifiesta su afecto a ellos y al difunto.
Y mientras en la casa los familiares y vecinos levantan altares con incienso, velas, veladoras, servilletas de flecos de colores y opíparas comidas, en el panteón colocan un arco floral para el fallecido.
Esta fiesta se llama KETSITAKUA, que en purépecha significa "poner algo en la mesa", "ofrendar" y en este caso se refiere a la comida que se va a servir a los comensales invitados, después de rezar.
En cada casa donde hay un "muerto nuevo" se pone una ofrenda-kétsitakua en la mesa del altar del troje de madera o en la habitación principal de la casa.
Se prenden velas o veladoras desde el 31 de octubre en la noche, porque los muertos llegan a la media noche y el fuego les ayuda iluminando su camino.
La servilleta o mantel de vivos colores se usa como señal de fiesta.
En un chilicuiyite (cesto de carrizo) o urháni (laca de madera) se ponen las mazorcas nuevas del año, pan de trigo con figura de conejo o de humano, chayote cocido, chilacayote en dulce, uchépo de elote, uapárhikata (k'urhunda), jícamas, guayabas, manzanas, naranjas, plátanos, mandarinas y fruta de la temporada.
Al día siguiente, el 1 de noviembre, cada visitante de la comunidad que llega a la casa de fiesta, trae su ofrenda de frutas, veladoras y mazorcas nuevas del año para el muerto.
Los dueños de la casa le regresan como cortesía masa para nacatamales de maíz, o bien hojas de mazorca, atápakua roja (especie de mole), pozole batido, atole, tamales, pan, carne de res picada y cocida, cebolla, ofrenda de la casa, etc.
Las mujeres de la comunidad pueden quedarse a hacer sus nacatamales en la casa de la Kétsitakua y cuando terminan se despiden de los anfitriones, recibiendo las gracias por su visita.
2006-10-06 08:59:26
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answer #1
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answered by manita 5
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