La guerra de Troya fue una guerra contra la ciudad de Troya en Asia Menor por los ejércitos griegos, tras el rapto (o fuga) de Helena de Esparta por Paris de Troya (o Ilión). Esta guerra es la figura central de la épica grecolatina y fue narrada en un ciclo de poemas épicos de los que solo dos nos han llegado intactos, La Ilíada y La Odisea de Homero. La Ilíada describe un episodio de esta guerra, y La Odisea narra el viaje de vuelta a casa de uno de los líderes griegos. Otras partes de la historia y versiones diferentes, fueron elaboradas por poetas griegos posteriores, y por el poeta romano Virgilio en su Eneida.
Los antiguos griegos creían que los hechos que Homero relató eran ciertos. Creían que esta guerra había tenido lugar en los siglos XIII adC o XII adC, y que Troya estaba situada cerca de los Dardanelos en el noroeste de la península de Anatolia (actual Turquía). En tiempos modernos, tanto la guerra como la ciudad eran consideradas mitólogicas. En 1870 el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann excavó la colina de Hissarlik, donde creía que estaba la ciudad de Troya, hallando los restos de la antigua ciudad de Nueva Ilión, que existió hasta el siglo I adC y bajo la cual halló otras ruinas, y debajo de éstas, otras más. Parecía una inmensa cebolla cuyas capas habría que ir deshojando una tras otra y cada una de estas capas parecía haber sido habitada en épocas distintas. Schliemann había ido para hallar la Troya homérica; pero en el curso de los años, él y sus colaboradores hallaron siete ciudades sepultadas, y más tarde otras dos. Pero, ¿cuál de estas nueve ciudades era la Troya de Homero? Estaba claro que la capa más profunda, Troya I, era la prehistórica, la más antigua, tan antigua que sus habitantes aún no conocían el empleo del metal, y que la capa más a flor de tierra, Troya IX, tenía que ser la más reciente, guardando los restos de la Nueva Ilión, donde Jerjes y Alejandro Magno habían sacrificado a los dioses.
Algunos historiadores creen que la Troya VI o la VII fueron la ciudad homérica, porque las anteriores son pequeñas y las posteriores son asentamientos griegos. Otros historiadores creen que los relatos de Homero son una fusión de historias de sitios y expediciones de los griegos de la Edad de bronce o del periodo micénico, y no describe hechos reales. Los que piensan que las historias de la guerra de Troya derivan de algún conflicto real, lo fechan entre 1100 adC y 1300 adC.
El mito
Helena[editar]
Antecedentes
Zeus se convierte en rey de los dioses tras destronar a su padre Crono; Crono a su vez había destronado a su padre Urano. Zeus escucha una profecía en que él a su vez será destronado por uno de sus hijos. Otra profecía dice que un hijo de la ninfa Tetis,con la que Zeus tuvo una relación, sería más grande que su padre. Posiblemente por alguna de estas razones, Tetis se casó por orden de Zeus con un anciano rey,Peleo. Peleo y Tetis tuvieron un hijo llamado Aquiles quien según otra profecía, moriría joven en Troya. Con la esperanza de protegerle, cuando era un niño su madre lo bañó en la laguna Estigia, haciéndolo invulnerable excepto en el talón por donde lo sujetó. Creció para ser el mayor guerrero de todos los mortales.
Todos los dioses fueron invitados a la boda de Peleo y Tetis, excepto Eris.Insultada, se hizo invisible y dejó sobre la mesa una manzana de oro en la que estaba inscrita la palabra Kallisti, (Para la más hermosa). La manzana fue reclamada por Hera,Atenea, y Afrodita. Pelearon implacablemente por ella y ninguno de los demás dioses ofreció apoyo a alguna de las contendientes por temor a granjearse la enemistad de las otras dos. Finalmente, Zeus resolvió el asunto nombrando árbitro a Paris, un príncipe de Troya, que había sido criado como pastor a raíz de una profecía, según la cual sería el causante de la caída de Troya. Las diosas quisieron sobornar a Paris, y así, Atenea le ofreció sabiduría, destreza en la batalla y las habilidades de los grandes guerreros; Hera le ofreció poder político y el control de toda Asia, y Afrodita le ofreció el amor de la mujer más bella del mundo. Paris concedió la manzana a Afrodita, y regresó a Troya.
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El rapto de Helena
Helena y Paris.La mujer más bella del mundo era Helena, una de las hijas de Tíndaro, rey de Esparta. Su madre fue Leda, que fue seducida por Zeus en forma de cisne; los informes difieren sobre cuál de los cuatro hijos de Leda lo eran de Zeus y cual de Tíndaro. Helena tenía montones de pretendientes, y su padre estaba poco dispuesto a elegir uno por miedo a que los otros tomasen represalias. Finalmente, uno de los pretendientes, Odiseo de Ítaca (Ulises en la mitología romana) propuso un plan. Hizo prometer a todos defender el matrimonio de Helena con quien ella eligiese. Ella eligió a Menelao, quien humildemente no hizo la petición por sí mismo, sino enviando a su hermano Agamenón en su lugar. Los dos hermanos vivían en la corte de Tíndaro desde que fueron desterrados de Argos, tras que su padre, Atreo, fuese asesinado y su trono usurpado por su hermano Tiestes y su hijo Egisto. Menelao heredó el trono de Esparta de Tíndaro, con Helena como su reina y Agamenón, casado con la hermana de Helena, Clitemnestra, recuperó el trono de Argos.
Enviado a hacer tratos diplómaticos a Esparta, Paris se enamoró de Helena y, con la ayuda de Afrodita, la raptó o la sedujo, y la llevó de regreso a Troya como esposa. Todos los reyes y príncipes de Grecia fueron llamados a cumplir su juramento y recuperarla.
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La jefatura de las tropas
Mapa de la Grecia homéricaOdiseo estaba casado con Penélope y tenía un hijo, Telémaco. Para evitar ir a la guerra, se fingió loco y sembró sus campos con sal. Palamedes fue más listo que él y puso a su hijo delante del arado, y Odiseo se incorporó al no estar dispuesto a matar a su hijo, revelando su cordura y viéndose obligado a ir a la guerra.
El adivino Calcas auguró que nunca podría ser conquistada la ciudad de Troya sin que Aquiles participara en la batalla. Su madre Tetis, sabiendo que Aquiles moriría si iba a Troya, lo disfrazó de mujer en la corte del rey Licomedes en Esciro. Allí tuvo una relación amorosa con la hija del rey Deidamia, de la que tuvieron un hijo, Neoptólemo.
Finalmente, se reunió una flota de más de mil barcos al mando de Agamenón. Al poco de zarpar los vientos cesaron. El adivino Calcas auguró que la diosa Artemisa estaba castigando a Agamenón por matar un ciervo sagrado (o matar un ciervo en un bosque sagrado) y alardear que era mejor cazador que ella. La única forma de apaciguar a Artemisa, era sacrificar a la hija de Agamenón Ifigenia. En el último momento Artemisa sustituyo a la joven por un ciervo y la llevó a Taurida donde fue sacerdotisa de su culto, sacrificando a todo extranjero que allí llegaba para hacer sacrificios en su honor. Hesíodo dice que se convirtió en la diosa Hécate.
Los griegos también llevaron los huesos de Pélope, padre de Atreo y abuelo de Agamenón y Menelao para ayudarles a ganar la guerra. Otro oráculo auguró que sería necesario para conseguir la victoria.
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La guerra
Cuando los griegos partieron a la guerra de Troya, pararon en Misia, regida por Télefo. En la batalla, Aquiles hirió a Télefo y su herida no cicatrizaba. Télefo pregunto al oráculo y este vaticinó "el mismo deberá curarte".
Télefo fingió ser un mendigo y pidió a Aquiles que le ayudase a cicatrizar su herida. Aquiles rehusó alegando no tener conocimientos médicos. Odiseo dijo que la lanza había causado la herida y la lanza podría cicatrizarla. Se pusieron pedacitos de la lanza sobre la herida y esta cicatrizó. Télefo les indicó el camino a Troya agradecido por su curación.
Filoctetes era un amigo de Heracles (Hércules en la mitología romana) y, ya que encendió la pira funeraria de Heracles cuando nadie más quiso hacerlo, recibió su arco y sus flechas. Navegó con siete barcos repletos de hombres a la guerra de Troya, donde planeaba luchar en el bando de los griegos. Se detuvieron en un isla para conseguir suministros y allí Filóctetes fue mordido por una serpiente. La herida se infectó y desprendía un gran hedor; Odiseo avisó y los Atridas ordenaron a Filoctetes permanecer en Lemnos.
Medonte[1] tomó el mando de los hombres de Filoctetes, quien permaneció sólo en Lemnos durante diez años.
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La llegada
Mapa de la TroádeEl oráculo profetizó que el primer griego que pisaría tierra en la guerra de Troya sería el primero en morir. Protesilao, líder de los filaceos, satisfizo esta profecía. Su mujer, Laodamia, lo siguió a la muerte. Hector mató a Protesilao y Laodamia se suicidó a causa del dolor. Tras la muerte de Protesilao, su hermano Podarces, fue a la guerra en su lugar.
Los griegos sitiaron Troya durante nueve años. Hubo algunas escaramuzas con Troya y sus aliados. Las tropas griegas saquearon una ciudad cercana y Agamenón tomo como esclava a Criseida, hija de Crises, sacerdote de Apolo. Cuando Crises intentó pagar su rescate fue maltratado, así que pidió a Apolo que castigase a los griegos, y la armada fue azotada por una plaga (epidemia).
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Hechos de la Ilíada
Patroclo y Menelao.El oráculo dijo a Agamenón que entregase a Criseida. Enojado por esto, y con Aquiles que garantizó la protección del oráculo, Agamenón tomó a la concubina de Aquiles, Briseida.
Aquiles y Agamenon discutieron y Aquiles se negó a luchar. Aunque los griegos estaban destinados a ganar la guerra, Aquiles pidió a su madre Tetis que intercediera ante Zeus para asegurarse que a los griegos les fuese mal hasta que Agamenón se disculpase ante él. Los siguientes días los griegos fueron duramente castigados en la batalla y los principales guerreros salvo Ayax fueron heridos gravemente. Los troyanos, liderados por Héctor, avanzaban sin parar sobre las posiciones griegas.
En vista del peligro, Aquiles dejó que su compañero Patroclo llevase su armadura y liderase las tropas en la batalla. Héctor dio muerte a Patroclo y se quedó con la armadura de Aquiles. Loco de dolor, Aquiles juró venganza, mató a Héctor y arrastró su cuerpo atado a su carro rodeando Troya por tres veces. Se negó a devolverlo a los troyanos para los ritos funerarios hasta que Príamo en persona fue a suplicarle que lo devolviese, con lo que se ablandó y declaró una tregua de doce días mientras durasen los funerales de Héctor.
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Muerte de Aquiles
Poco después de la muerte de Hector, Aquiles venció a Memnón de Etiopía, Cicno de Colonas y a la amazona Pentesilea (con quien Aquiles tuvo una aventura según algunas versiones). Fue muerto por Paris — bien de una flecha en su talón, o en anteriores versiones con una daga en la espalda (o talón), mientras visitaba a la princesa troyana Políxena, durante una tregua. Ambas versiones niegan a su asesino ninguna clase de valor, afirmando que Aquiles permanecía invicto en el campo de batalla. Sus huesos fueron mezclados con los de Patroclo, y hubo juegos funerarios. Como Ayax, se representa viviendo tras su muerte en la isla de Leuce en la desembocadura del Danubio.
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La armadura de Aquiles/la muerte de Ayax
EneasLa armadura de Aquiles era motivo de disputa entre Odiseo y Ayax. Compitieron por ella, resultando vencedor Odiseo. Ayax, encolerizado, juró matar a sus compañeros; comenzó a matar ganado (pensando que eran soldados griegos), y posteriormente a sí mismo.
Los griegos capturaron a Heleno, hijo del rey Príamo, un profeta y lo torturaron hasta que dijo bajo qué circunstancias podrían tomar Troya. Heleno dijo que ganarían si recuperaban las flechas de Heracles (que estaban en poder de Filoctetes); robaron la estatua troyana de Palas Atenea y convencieron al hijo de Aquiles (Neoptólemo) de que fuese a la guerra. Neoptólemo estaba oculto de la guerra en Esciros pero los griegos le localizaron.
Odiseo y Neoptólemo trajeron a Filóctetes de Lemnos. La herida de Filóctetes fue curada por Macaón o Asclepio. Filóctetes mataría a Paris.
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Diomedes
Diomedes casi mató a Eneas en la batalla, pero su madre Afrodita, lo salvó. Diomedes hirió a Afrodita y ella dejó caer a su hijo huyendo al Monte Olimpo. Eneas fue ocultado en una nube por Apolo, que lo llevó a Pérgamo, un lugar sagrado en Troya. Artemisa curó a Eneas allí.
Diomedes luchó con Héctor y vio a Ares, el dios de la guerra, luchando del lado de los troyanos. Diomedes mandó a sus soldados retirarse lentamente. Hera, la madre de Ares, le vio interferir y pidió permiso a Zeus, padre de Ares, para conducirle lejos de la batalla. Hera alentó a Diomedes a atacar a Ares y arrojó su lanza al dios. Atenea dirigió la lanza hacia el cuerpo de Ares que gritó de dolor y regresó al Monte Olimpo obligando a los troyanos a retroceder.
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El caballo de Troya
Artículo principal: Caballo de Troya
El cerco de Troya duró diez años. Los griegos idearon una nueva treta - un gran caballo de madera hueco. Fue construido por Epeius y lo ocuparon soldados griegos liderados por Odiseo. El resto de la armada griega fingió partir y los troyanos aceptaron el caballo como una ofrenda de paz. Un espía griego Sinon, convenció a los troyanos de que el caballo era un regalo a pesar de las advertencias de Laoconte y Casandra. Los troyanos hicieron una gran celebración y cuando los griegos salieron del caballo, la ciudad entera estaba bajo el sueño de la bebida. Los guerreros griegos abrieron las puertas de la ciudad para permitir la entrada a la ciudad al resto de las tropas y la ciudad fue saqueada sin piedad.
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Muerte de Palamedes
CasandraOdiseo nunca perdonó a Palamedes que le enviase a la guerra de Troya (Palamedes desenmascaró a Odiseo como un farsante cuando fingía estar loco). Cuando Palamedes aconsejó a los griegos volver a casa, Odiseo le acusó de ser un traidor, fraguó falsas evidencias y encontró a un falso testigo contra él. Palamedes fue lapidado hasta la muerte.
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Consecuencias
El fantasma de Aquiles se apareció a los supervivientes de la guerra, pidiendo que Polixena, la princesa troyana, fuese sacrificada antes que ninguno pudiese partir. Neoptólemo lo hizo.
Según la Odisea, la flota de Menelao fue empujada por tormentas hacia Creta y Egipto de donde no pudieron continuar la navegación por la ausencia de vientos. Menelao tuvo que atrapar a Proteo, una deidad marina para averiguar qué sacrificios a los dioses debían hacer para garantizarse una travesía segura. Proteo también dijo a Menelao que estaba destinado al Elíseo (cielo) tras su muerte. Menelao regresó a Esparta con Helena. Tuvieron una hija, Hermione.
Tras la guerra, el barco de Idomeneo fue alcanzado por una terrible tormenta. Idomeneo prometió a Poseidón que sacrificaría el primer ser viviente que viese cuando volviese a casa si salvaba su barco y su tripulación. El primer ser vivo al que vio fue su hijo, así que lo sacrificó. Los dioses estaban enfadados con el asesinato de su hijo y lo enviaron al exilio a Calabria en Italia (Virgilio III, 400). Según otra versión, sus propios súbditos en Creta lo enviaron al exilio porque llevó consigo una plaga desde Troya. Huyó a Calabria, y posteriormente a Colofón, en Asia Menor, donde murió. En otra versión, la plaga azota Creta como castigo por el acto de Idomeneo.
Casandra fue raptada por Áyax el Menor, y llevada como concubina de Agamenón. Agamenón regresó a su hogar en Argos. Su esposa Clitemnestra (hermana de Helena) tuvo una relación con Egisto, hijo de Tiestes, primo de Agamenón que conquistó Argos antes que Agamenón lo retomara. Posiblemente como venganza por la muerte de Ifigenia, Clitemnestra se conjuró con su amante para matar a Agamenón. Casandra pronosticó este asesinato y avisó a Agamenón, pero el la ignoró. Fue asesinado en un banquete o en su baño, según diferentes versiones. Casandra también fue asesinada. El hijo de Agamenón, Orestes, que había estado lejos, regresó y conspiró con su hermana Electra para vengar a su padre. Mataron a Clitemnestra y a Egisto. Orestes se caso con Hermione y retomó Argos, convirtiéndose en rey de todo el Peloponeso.
Neoptólemo tomó a Andrómaca y Heleno como esclavos, casándose con Andrómaca. Se enemistó con Orestes porque Menelao le había prometido a su hija Hermione a él, pero luego quiso que se casase con Neoptólemo. Lucharon, y Neoptólemo murió. Heleno se casó con Andrómaca y reinaron sobre una colonia de troyanos exiliados en lo que una vez había sido el reino de Aquiles. Allí lo encontró Eneas en su viaje a Italia.
La reina Hécuba de troya esclavizada por los Aqueos.
Licaón fue esclavizado por Aquiles. Posteriormente fue asesinado cuando trataba de escapar.
Puesto que Antenor, cuñado de Príamo, había ayudado a devolver a Helena a los griegos, se le perdonó la vida.
Eneas lideró un grupo de supervivientes lejos de la ciudad, incluyendo a su hijo Ascanio, su trompeta Miseno, su padre Anquises, el médico Iapyx. Su mujer Creúsa fue asesinada durante el saqueo de la ciudad. Huyeron de Troya en varios barcos, buscando establecerse en un nuevo hogar. Arribaron a varios países cercanos que no se mostraron hospitalarios, finalmente les fue profetizado que debían volver a la tierra de sus antepasados. Primero lo intentaron en Creta, que Dárdano había colonizado, pero lo encontraron arrasado por la misma plaga que había expulsado a Idomeneo. Encontraron a la colonia dirigida por Heleno y Andrómaca, pero rehusaron permanecer ahí. Tras siete años llegaron a Cartago, donde Eneas tuvo un romance con Dido. Finalmente los dioses les ordenaron continuar (Dido se suicidó), y llegaron a Italia.
Aquí una profetisa le llevó al inframundo y predijo la grandeza de Roma, que sería fundada por su gente. Negoció un asentamiento con el rey local Latino, y se casó cun su hija Lavinia. Esto desencadenó una guerra con otras tribus locales, pero finalmente se fundó el asentamiento de Alba Longa, regido por Eneas y el hijo de Lavinia, Silvio. Trescientos años después, según el mito romano, sus descendientes Rómulo y Remo fundaron Roma.
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Participantes
Personaje Verdugo
Aquiles Paris
Áyax Oileo Suicidio
Antíloco Memnón
Antifo Agamenón
Ascálafo ???
Astianacte Neoptólemo
Cebríones Patroclo
Cicno Aquiles
Deífobo Menelao
Dolón Odiseo y Diomedes
Eurípilo Neoptólemo
Héctor Aquiles
Medonte Eneas
Patroclo Héctor
Pentesilea Aquiles
Forcis Ayax el grande
Polites Neoptólemo
Políxena Neoptólemo
Priamo Neoptólemo
Protesilao Héctor
Sarpedón Patroclo
Tersandro Télefo
Tersites Aquiles
Troilo Aquiles
Dos hijos de Merops
(Adrasto y Amfio) Diomedes
Grecia Troya
Acamas
Aquiles
Agamenón
Ayax el grande
Ayax el Menor
Alcmeón
Antíloco
Asclepio
Atenea
Automedón
Canopus
Diomedes
Epeius
Eteoneo
Eumelo
Euríalo
Euríbato
Eurípilo
Glauco
Halaesus
Hera
Idomeneo
Macaón
Medón
Menelo
Meríones
Neoptólemo
Néstor
Nireo
Odiseo
Patroclo
Filoctetes
Podarces
Polidario
Polipetes
Escamandro
Sinón
Estentor
Esténelo
Teucro
Tersandro
Tersites
Janto
Ainia
Anquises
Andrómaca
Antibrote
Antifo
Afrodita
Ares
Ascanio
Astianacte
Casandra
Cebríones
Cleite
Corebo
Cicno
Deífobo
Dolón
Eneas
Euforbo
Eurípilo
Euritión
Forcis
Héctor
Hécuba
Heleno
Hicetaón
Iapyx
Licaón
Memnón
Migdón
Pándaro
Paris
Pentesilea
Polites
Polidamante
Políxena
Posidón
Príamo
Reso
Sarpedón
Telamón
Tenes
Teucro
Troilo
Ejércitos
Aquea
Argos
Creta
Egina
Esparta
Yolco
Ítaca
Locris
Mirmidones
Ferae
Filacians
Tesalia
Las Amazonas
Colonae
Etiopía
Licia
Frigia
2006-10-18 12:20:18
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answer #1
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answered by Darío B 6
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Guerra de Troya
La guerra de Troya fue una guerra contra la ciudad de Troya en Asia Menor por los ejércitos griegos, tras el rapto (o fuga) de Helena de Esparta por Paris de Troya (o Ilión). Esta guerra es la figura central de la épica grecolatina y fue narrada en un ciclo de poemas épicos de los que solo dos nos han llegado intactos, La Ilíada y La Odisea de Homero. La Ilíada describe un episodio de esta guerra, y La Odisea narra el viaje de vuelta a casa de uno de los líderes griegos. Otras partes de la historia y versiones diferentes, fueron elaboradas por poetas griegos posteriores, y por el poeta romano Virgilio en su Eneida.
Los antiguos griegos creían que los hechos que Homero relató eran ciertos. Creían que esta guerra había tenido lugar en los siglos XIII adC o XII adC, y que Troya estaba situada cerca de los Dardanelos en el noroeste de la península de Anatolia (actual Turquía). En tiempos modernos, tanto la guerra como la ciudad eran consideradas mitólogicas. En 1870 el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann excavó la colina de Hissarlik, donde creía que estaba la ciudad de Troya, hallando los restos de la antigua ciudad de Nueva Ilión, que existió hasta el siglo I adC y bajo la cual halló otras ruinas, y debajo de éstas, otras más. Parecía una inmensa cebolla cuyas capas habría que ir deshojando una tras otra y cada una de estas capas parecía haber sido habitada en épocas distintas. Schliemann había ido para hallar la Troya homérica; pero en el curso de los años, él y sus colaboradores hallaron siete ciudades sepultadas, y más tarde otras dos. Pero, ¿cuál de estas nueve ciudades era la Troya de Homero? Estaba claro que la capa más profunda, Troya I, era la prehistórica, la más antigua, tan antigua que sus habitantes aún no conocían el empleo del metal, y que la capa más a flor de tierra, Troya IX, tenía que ser la más reciente, guardando los restos de la Nueva Ilión, donde Jerjes y Alejandro Magno habían sacrificado a los dioses.
Algunos historiadores creen que la Troya VI o la VII fueron la ciudad homérica, porque las anteriores son pequeñas y las posteriores son asentamientos griegos. Otros historiadores creen que los relatos de Homero son una fusión de historias de sitios y expediciones de los griegos de la Edad de bronce o del periodo micénico, y no describe hechos reales. Los que piensan que las historias de la guerra de Troya derivan de algún conflicto real, lo fechan entre 1100 adC y 1300 adC.
[editar] El mito
Helena
[editar] Antecedentes
Zeus se convierte en rey de los dioses tras destronar a su padre Crono; Crono a su vez había destronado a su padre Urano. Zeus escucha una profecía en que él a su vez será destronado por uno de sus hijos. Otra profecía dice que un hijo de la ninfa Tetis,con la que Zeus tuvo una relación, sería más grande que su padre. Posiblemente por alguna de estas razones, Tetis se casó por orden de Zeus con un anciano rey,Peleo. Peleo y Tetis tuvieron un hijo llamado Aquiles quien según otra profecía, moriría joven en Troya. Con la esperanza de protegerle, cuando era un niño su madre lo bañó en la laguna Estigia, haciéndolo invulnerable excepto en el talón por donde lo sujetó. Creció para ser el mayor guerrero de todos los mortales.
Todos los dioses fueron invitados a la boda de Peleo y Tetis, excepto Eris.Insultada, se hizo invisible y dejó sobre la mesa una manzana de oro en la que estaba inscrita la palabra Kallisti, (Para la más hermosa). La manzana fue reclamada por Hera,Atenea, y Afrodita. Pelearon implacablemente por ella y ninguno de los demás dioses ofreció apoyo a alguna de las contendientes por temor a granjearse la enemistad de las otras dos. Finalmente, Zeus resolvió el asunto nombrando árbitro a Paris, un príncipe de Troya, que había sido criado como pastor a raíz de una profecía, según la cual sería el causante de la caída de Troya. Las diosas quisieron sobornar a Paris, y así, Atenea le ofreció sabiduría, destreza en la batalla y las habilidades de los grandes guerreros; Hera le ofreció poder político y el control de toda Asia, y Afrodita le ofreció el amor de la mujer más bella del mundo. Paris concedió la manzana a Afrodita, y regresó a Troya.
[editar] El rapto de Helena
Helena y Paris.La mujer más bella del mundo era Helena, una de las hijas de Tíndaro, rey de Esparta. Su madre fue Leda, que fue seducida por Zeus en forma de cisne; los informes difieren sobre cuál de los cuatro hijos de Leda lo eran de Zeus y cual de Tíndaro. Helena tenía montones de pretendientes, y su padre estaba poco dispuesto a elegir uno por miedo a que los otros tomasen represalias. Finalmente, uno de los pretendientes, Odiseo de Ítaca (Ulises en la mitología romana) propuso un plan. Hizo prometer a todos defender el matrimonio de Helena con quien ella eligiese. Ella eligió a Menelao, quien humildemente no hizo la petición por sí mismo, sino enviando a su hermano Agamenón en su lugar. Los dos hermanos vivían en la corte de Tíndaro desde que fueron desterrados de Argos, tras que su padre, Atreo, fuese asesinado y su trono usurpado por su hermano Tiestes y su hijo Egisto. Menelao heredó el trono de Esparta de Tíndaro, con Helena como su reina y Agamenón, casado con la hermana de Helena, Clitemnestra, recuperó el trono de Argos.
Enviado a hacer tratos diplómaticos a Esparta, Paris se enamoró de Helena y, con la ayuda de Afrodita, la raptó o la sedujo, y la llevó de regreso a Troya como esposa. Todos los reyes y príncipes de Grecia fueron llamados a cumplir su juramento y recuperarla.
[editar] La jefatura de las tropas
Mapa de la Grecia homéricaOdiseo estaba casado con Penélope y tenía un hijo, Telémaco. Para evitar ir a la guerra, se fingió loco y sembró sus campos con sal. Palamedes fue más listo que él y puso a su hijo delante del arado, y Odiseo se incorporó al no estar dispuesto a matar a su hijo, revelando su cordura y viéndose obligado a ir a la guerra.
El adivino Calcas auguró que nunca podría ser conquistada la ciudad de Troya sin que Aquiles participara en la batalla. Su madre Tetis, sabiendo que Aquiles moriría si iba a Troya, lo disfrazó de mujer en la corte del rey Licomedes en Esciro. Allí tuvo una relación amorosa con la hija del rey Deidamia, de la que tuvieron un hijo, Neoptólemo.
Finalmente, se reunió una flota de más de mil barcos al mando de Agamenón. Al poco de zarpar los vientos cesaron. El adivino Calcas auguró que la diosa Artemisa estaba castigando a Agamenón por matar un ciervo sagrado (o matar un ciervo en un bosque sagrado) y alardear que era mejor cazador que ella. La única forma de apaciguar a Artemisa, era sacrificar a la hija de Agamenón Ifigenia. En el último momento Artemisa sustituyo a la joven por un ciervo y la llevó a Taurida donde fue sacerdotisa de su culto, sacrificando a todo extranjero que allí llegaba para hacer sacrificios en su honor. Hesíodo dice que se convirtió en la diosa Hécate.
Los griegos también llevaron los huesos de Pélope, padre de Atreo y abuelo de Agamenón y Menelao para ayudarles a ganar la guerra. Otro oráculo auguró que sería necesario para conseguir la victoria.
[editar] La guerra
Cuando los griegos partieron a la guerra de Troya, pararon en Misia, regida por Télefo. En la batalla, Aquiles hirió a Télefo y su herida no cicatrizaba. Télefo pregunto al oráculo y este vaticinó "el mismo deberá curarte".
Télefo fingió ser un mendigo y pidió a Aquiles que le ayudase a cicatrizar su herida. Aquiles rehusó alegando no tener conocimientos médicos. Odiseo dijo que la lanza había causado la herida y la lanza podría cicatrizarla. Se pusieron pedacitos de la lanza sobre la herida y esta cicatrizó. Télefo les indicó el camino a Troya agradecido por su curación.
Filoctetes era un amigo de Heracles (Hércules en la mitología romana) y, ya que encendió la pira funeraria de Heracles cuando nadie más quiso hacerlo, recibió su arco y sus flechas. Navegó con siete barcos repletos de hombres a la guerra de Troya, donde planeaba luchar en el bando de los griegos. Se detuvieron en un isla para conseguir suministros y allí Filóctetes fue mordido por una serpiente. La herida se infectó y desprendía un gran hedor; Odiseo avisó y los Atridas ordenaron a Filoctetes permanecer en Lemnos.
Medonte[1] tomó el mando de los hombres de Filoctetes, quien permaneció sólo en Lemnos durante diez años.
[editar] La llegada
Mapa de la TroádeEl oráculo profetizó que el primer griego que pisaría tierra en la guerra de Troya sería el primero en morir. Protesilao, líder de los filaceos, satisfizo esta profecía. Su mujer, Laodamia, lo siguió a la muerte. Hector mató a Protesilao y Laodamia se suicidó a causa del dolor. Tras la muerte de Protesilao, su hermano Podarces, fue a la guerra en su lugar.
Los griegos sitiaron Troya durante nueve años. Hubo algunas escaramuzas con Troya y sus aliados. Las tropas griegas saquearon una ciudad cercana y Agamenón tomo como esclava a Criseida, hija de Crises, sacerdote de Apolo. Cuando Crises intentó pagar su rescate fue maltratado, así que pidió a Apolo que castigase a los griegos, y la armada fue azotada por una plaga (epidemia).
[editar] Hechos de la Ilíada
Patroclo y Menelao.El oráculo dijo a Agamenón que entregase a Criseida. Enojado por esto, y con Aquiles que garantizó la protección del oráculo, Agamenón tomó a la concubina de Aquiles, Briseida.
Aquiles y Agamenon discutieron y Aquiles se negó a luchar. Aunque los griegos estaban destinados a ganar la guerra, Aquiles pidió a su madre Tetis que intercediera ante Zeus para asegurarse que a los griegos les fuese mal hasta que Agamenón se disculpase ante él. Los siguientes días los griegos fueron duramente castigados en la batalla y los principales guerreros salvo Ayax fueron heridos gravemente. Los troyanos, liderados por Héctor, avanzaban sin parar sobre las posiciones griegas.
En vista del peligro, Aquiles dejó que su compañero Patroclo llevase su armadura y liderase las tropas en la batalla. Héctor dio muerte a Patroclo y se quedó con la armadura de Aquiles. Loco de dolor, Aquiles juró venganza, mató a Héctor y arrastró su cuerpo atado a su carro rodeando Troya por tres veces. Se negó a devolverlo a los troyanos para los ritos funerarios hasta que Príamo en persona fue a suplicarle que lo devolviese, con lo que se ablandó y declaró una tregua de doce días mientras durasen los funerales de Héctor.
[editar] Muerte de Aquiles
Poco después de la muerte de Hector, Aquiles venció a Memnón de Etiopía, Cicno de Colonas y a la amazona Pentesilea (con quien Aquiles tuvo una aventura según algunas versiones). Fue muerto por Paris — bien de una flecha en su talón, o en anteriores versiones con una daga en la espalda (o talón), mientras visitaba a la princesa troyana Políxena, durante una tregua. Ambas versiones niegan a su asesino ninguna clase de valor, afirmando que Aquiles permanecía invicto en el campo de batalla. Sus huesos fueron mezclados con los de Patroclo, y hubo juegos funerarios. Como Ayax, se representa viviendo tras su muerte en la isla de Leuce en la desembocadura del Danubio.
[editar] La armadura de Aquiles/la muerte de Ayax
EneasLa armadura de Aquiles era motivo de disputa entre Odiseo y Ayax. Compitieron por ella, resultando vencedor Odiseo. Ayax, encolerizado, juró matar a sus compañeros; comenzó a matar ganado (pensando que eran soldados griegos), y posteriormente a sí mismo.
Los griegos capturaron a Heleno, hijo del rey Príamo, un profeta y lo torturaron hasta que dijo bajo qué circunstancias podrían tomar Troya. Heleno dijo que ganarían si recuperaban las flechas de Heracles (que estaban en poder de Filoctetes); robaron la estatua troyana de Palas Atenea y convencieron al hijo de Aquiles (Neoptólemo) de que fuese a la guerra. Neoptólemo estaba oculto de la guerra en Esciros pero los griegos le localizaron.
Odiseo y Neoptólemo trajeron a Filóctetes de Lemnos. La herida de Filóctetes fue curada por Macaón o Asclepio. Filóctetes mataría a Paris.
[editar] Diomedes
Diomedes casi mató a Eneas en la batalla, pero su madre Afrodita, lo salvó. Diomedes hirió a Afrodita y ella dejó caer a su hijo huyendo al Monte Olimpo. Eneas fue ocultado en una nube por Apolo, que lo llevó a Pérgamo, un lugar sagrado en Troya. Artemisa curó a Eneas allí.
Diomedes luchó con Héctor y vio a Ares, el dios de la guerra, luchando del lado de los troyanos. Diomedes mandó a sus soldados retirarse lentamente. Hera, la madre de Ares, le vio interferir y pidió permiso a Zeus, padre de Ares, para conducirle lejos de la batalla. Hera alentó a Diomedes a atacar a Ares y arrojó su lanza al dios. Atenea dirigió la lanza hacia el cuerpo de Ares que gritó de dolor y regresó al Monte Olimpo obligando a los troyanos a retroceder.
[editar] El caballo de Troya
Artículo principal: Caballo de Troya
El cerco de Troya duró diez años. Los griegos idearon una nueva treta - un gran caballo de madera hueco. Fue construido por Epeius y lo ocuparon soldados griegos liderados por Odiseo. El resto de la armada griega fingió partir y los troyanos aceptaron el caballo como una ofrenda de paz. Un espía griego Sinon, convenció a los troyanos de que el caballo era un regalo a pesar de las advertencias de Laoconte y Casandra. Los troyanos hicieron una gran celebración y cuando los griegos salieron del caballo, la ciudad entera estaba bajo el sueño de la bebida. Los guerreros griegos abrieron las puertas de la ciudad para permitir la entrada a la ciudad al resto de las tropas y la ciudad fue saqueada sin piedad.
[editar] Muerte de Palamedes
CasandraOdiseo nunca perdonó a Palamedes que le enviase a la guerra de Troya (Palamedes desenmascaró a Odiseo como un farsante cuando fingía estar loco). Cuando Palamedes aconsejó a los griegos volver a casa, Odiseo le acusó de ser un traidor, fraguó falsas evidencias y encontró a un falso testigo contra él. Palamedes fue lapidado hasta la muerte.
[editar] Consecuencias
El fantasma de Aquiles se apareció a los supervivientes de la guerra, pidiendo que Polixena, la princesa troyana, fuese sacrificada antes que ninguno pudiese partir. Neoptólemo lo hizo.
Según la Odisea, la flota de Menelao fue empujada por tormentas hacia Creta y Egipto de donde no pudieron continuar la navegación por la ausencia de vientos. Menelao tuvo que atrapar a Proteo, una deidad marina para averiguar qué sacrificios a los dioses debían hacer para garantizarse una travesía segura. Proteo también dijo a Menelao que estaba destinado al Elíseo (cielo) tras su muerte. Menelao regresó a Esparta con Helena. Tuvieron una hija, Hermione.
Tras la guerra, el barco de Idomeneo fue alcanzado por una terrible tormenta. Idomeneo prometió a Poseidón que sacrificaría el primer ser viviente que viese cuando volviese a casa si salvaba su barco y su tripulación. El primer ser vivo al que vio fue su hijo, así que lo sacrificó. Los dioses estaban enfadados con el asesinato de su hijo y lo enviaron al exilio a Calabria en Italia (Virgilio III, 400). Según otra versión, sus propios súbditos en Creta lo enviaron al exilio porque llevó consigo una plaga desde Troya. Huyó a Calabria, y posteriormente a Colofón, en Asia Menor, donde murió. En otra versión, la plaga azota Creta como castigo por el acto de Idomeneo.
Casandra fue raptada por Áyax el Menor, y llevada como concubina de Agamenón. Agamenón regresó a su hogar en Argos. Su esposa Clitemnestra (hermana de Helena) tuvo una relación con Egisto, hijo de Tiestes, primo de Agamenón que conquistó Argos antes que Agamenón lo retomara. Posiblemente como venganza por la muerte de Ifigenia, Clitemnestra se conjuró con su amante para matar a Agamenón. Casandra pronosticó este asesinato y avisó a Agamenón, pero el la ignoró. Fue asesinado en un banquete o en su baño, según diferentes versiones. Casandra también fue asesinada. El hijo de Agamenón, Orestes, que había estado lejos, regresó y conspiró con su hermana Electra para vengar a su padre. Mataron a Clitemnestra y a Egisto. Orestes se caso con Hermione y retomó Argos, convirtiéndose en rey de todo el Peloponeso.
Neoptólemo tomó a Andrómaca y Heleno como esclavos, casándose con Andrómaca. Se enemistó con Orestes porque Menelao le había prometido a su hija Hermione a él, pero luego quiso que se casase con Neoptólemo. Lucharon, y Neoptólemo murió. Heleno se casó con Andrómaca y reinaron sobre una colonia de troyanos exiliados en lo que una vez había sido el reino de Aquiles. Allí lo encontró Eneas en su viaje a Italia.
La reina Hécuba de troya esclavizada por los Aqueos.
Licaón fue esclavizado por Aquiles. Posteriormente fue asesinado cuando trataba de escapar.
Puesto que Antenor, cuñado de Príamo, había ayudado a devolver a Helena a los griegos, se le perdonó la vida.
Eneas lideró un grupo de supervivientes lejos de la ciudad, incluyendo a su hijo Ascanio, su trompeta Miseno, su padre Anquises, el médico Iapyx. Su mujer Creúsa fue asesinada durante el saqueo de la ciudad. Huyeron de Troya en varios barcos, buscando establecerse en un nuevo hogar. Arribaron a varios países cercanos que no se mostraron hospitalarios, finalmente les fue profetizado que debían volver a la tierra de sus antepasados. Primero lo intentaron en Creta, que Dárdano había colonizado, pero lo encontraron arrasado por la misma plaga que había expulsado a Idomeneo. Encontraron a la colonia dirigida por Heleno y Andrómaca, pero rehusaron permanecer ahí. Tras siete años llegaron a Cartago, donde Eneas tuvo un romance con Dido. Finalmente los dioses les ordenaron continuar (Dido se suicidó), y llegaron a Italia.
Aquí una profetisa le llevó al inframundo y predijo la grandeza de Roma, que sería fundada por su gente. Negoció un asentamiento con el rey local Latino, y se casó cun su hija Lavinia. Esto desencadenó una guerra con otras tribus locales, pero finalmente se fundó el asentamiento de Alba Longa, regido por Eneas y el hijo de Lavinia, Silvio. Trescientos años después, según el mito romano, sus descendientes Rómulo y Remo fundaron Roma.
[editar] Participantes
Personaje Verdugo
Aquiles Paris
Áyax Oileo Suicidio
Antíloco Memnón
Antifo Agamenón
Ascálafo ???
Astianacte Neoptólemo
Cebríones Patroclo
Cicno Aquiles
Deífobo Menelao
Dolón Odiseo y Diomedes
Eurípilo Neoptólemo
Héctor Aquiles
Medonte Eneas
Patroclo Héctor
Pentesilea Aquiles
Forcis Ayax el grande
Polites Neoptólemo
Políxena Neoptólemo
Priamo Neoptólemo
Protesilao Héctor
Sarpedón Patroclo
Tersandro Télefo
Tersites Aquiles
Troilo Aquiles
Dos hijos de Merops
(Adrasto y Amfio) Diomedes
Grecia Troya
Acamas
Aquiles
Agamenón
Ayax el grande
Ayax el Menor
Alcmeón
Antíloco
Asclepio
Atenea
Automedón
Canopus
Diomedes
Epeius
Eteoneo
Eumelo
Euríalo
Euríbato
Eurípilo
Glauco
Halaesus
Hera
Idomeneo
Macaón
Medón
Menelo
Meríones
Neoptólemo
Néstor
Nireo
Odiseo
Patroclo
Filoctetes
Podarces
Polidario
Polipetes
Escamandro
Sinón
Estentor
Esténelo
Teucro
Tersandro
Tersites
Janto
Ainia
Anquises
Andrómaca
Antibrote
Antifo
Afrodita
Ares
Ascanio
Astianacte
Casandra
Cebríones
Cleite
Corebo
Cicno
Deífobo
Dolón
Eneas
Euforbo
Eurípilo
Euritión
Forcis
Héctor
Hécuba
Heleno
Hicetaón
Iapyx
Licaón
Memnón
Migdón
Pándaro
Paris
Pentesilea
Polites
Polidamante
Políxena
Posidón
Príamo
Reso
Sarpedón
Telamón
Tenes
Teucro
Troilo
Ejércitos
Aquea
Argos
Creta
Egina
Esparta
Yolco
Ítaca
Locris
Mirmidones
Ferae
Filacians
Tesalia
Las Amazonas
Colonae
Etiopía
Licia
Frigia
[editar] Referencias
↑ La corrección de los nombres griegos es con la ayuda de: Grimal, Pierre, Diccionario de Mitología Griega y Romana, Buenos Aires, Paidós, 2001
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Algunos Mitos y Leyendas Griegas
La Guerra de Troya
Los sucesos de la Guerra de Troya se encuentran entremezclados por la mitología y la leyenda.
Tucídides, antiguo historiador griego, quien trataba las tradiciones como datos históricos, sometidos a la crítica, fue quien trató sobre los primeros episodios de la historia de la Guerra de Troya.
De las nueve ciudades superpuestas en Troya, Troya VI fue destruida por el fuego aproximadamente en la época en que las tradiciones ubicaban la guerra de Troya (1194-1184 aC).
Homero cita a Troya como la del ancho camino. H. D. F. Kitto ("Los Griegos", Eudeba, 1982) dice que "Troya VI tenía una calle ancha en torno a la ciudad, en el interior de las murallas. Estas murallas fueron edificadas por dos dioses y un mortal, y el sector construido por este último era más débil y resultó vulnerable: las murallas de Troya VI eran más débiles en un punto (donde el acceso era más difícil), y esto coincide con la descripción homérica."
Los poemas de poetas que iban de un lugar a otro, llamados "aedos" y los poemas épicos de Homero cantan a los héroes de episodios bélicos.
La Guerra de Troya sucedió a principios del Siglo XII antes de Cristo, cuando el Rey de Micenas, Atreo (padre de Agamenón), dirigió el ataque contra Troya.
Según la leyenda, Paris, hijo de Príamo, rey de Troya, rapta a Helena (otras versiones dicen que se la entrega la diosa Afrodita), la mujer de Menelao, rey de Esparta.
Para rescatarla y en venganza, Menelao solicita la ayuda de su hermano Agamenón, rey de Micenas. Con el apoyo de todos los reyes griegos inician la guerra a Troya.
La guerra fue larga pues también intervenían los dioses, se enfrentaban entre ellos, ayudando a los troyanos en ocasiones, y en otras a los griegos.
La Ilíada de Homero trata sobre un episodio de esta guerra, en el último año de acciones bélicas.
La Odisea cuenta las aventuras de Ulises y de su hijo Telémaco que había ido a Esparta en busca de su padre.
De "La Eneida" de Virgilio
La óptica con que el poeta Virgilio describe la Guerra de Troya, en "La Eneida", se puede apreciar en este fragmento del Libro II:
Todos callaron y en tensión mantenían la mirada;
luego el padre Eneas así comenzó desde su alto lecho:
«Un dolor, reina, me mandas renovar innombrable,
cómo las riquezas troyanas y el mísero reino
destruyeron los dánaos, y tragedias que yo mismo he visto
y de las que fui parte importante. ¿Quién eso narrando
de los mirmídones o dólopes o del cruel Ulises soldado
contendría las lágrimas? Y ya la húmeda noche del cielo
baja y al caer las estrellas invitan al sueño.
Mas si tanta es tu ansia de conocer nuestra ruina
y en breve de Troya escuchar la fatiga postrera,
aunque el ánimo se eriza al recordar y huye del llanto,
comenzaré. Quebrados por la guerra, por el hado rechazados
los jefes de los dánaos al pasar ya tantos los años,
como una montaña un caballo con arte divina de Palas
levantan, tejiendo sus flancos con tablas de abeto;
lo fingen un voto por el regreso; así la noticia se extiende.
Escogidos a suerte, a escondidas aquí los guerreros
encierran en el ciego costado y hasta el fondo llenan
las cavernas enormes de la panza con hombres en armas.
Enfrente está Ténedos, isla de bien conocida
fama, rica en recursos al estar en pie de Príamo el reino,
hoy sólo un golfo y un puerto del que los barcos desconfían:
lanzados aquí en la playa desierta se ocultan;
pensamos que, idos, andaban buscando Micenas al viento.
Así toda Eucria se vio libre al fin de un duelo ya largo;
se abren las puertas, da gusto pasear contemplando
las tiendas de los dorios y ver desierto el lugar y la playa vacía:
aquí la tropa de los dólopes, aquí Aquiles cruel acampaba;
aquí el lugar de los barcos, aquí en formación peleaban.
Unos sin habla contemplan de Palas fatal el regalo,
asombrados del tamaño del caballo, y el primero Timetes
ordena pasarlo a los muros y ponerlo en lo alto,
bien por engaño bien que ya así lo cantaba el destino de Troya.
Capis no obstante y los de mejor opinión en la mente
nos mandan arrojar al mar la trampa del dánao
y el extraño presente y quemarlo con fuego debajo,
o perforar los huecos de su panza buscando escondrijos.
Dudosa entre dos pareceres se divide la gente.
»Y, mira, el primero de todos seguido de gran compañía
baja Laocoonte encendido de lo alto de la fortaleza,
y a lo lejos: “¡Qué locura tan grande, pobres ciudadanos!
¿Del enemigo pensáis que se ha ido? ¿O creéis que los dánaos
pueden hacer regalos sin trampa? ¿Así conocemos a Ulises?
O encerrados en esta madera ocultos están los aqueos,
o contra nuestras murallas se ha levantado esta máquina
para espiar nuestras casas y caer sobre la ciudad desde lo alto,
o algún otro engaño se esconde: teucros, no os fiéis del caballo.
Sea lo que sea, temo a los dánaos incluso ofreciendo presentes.”
Luego que habló con gran fuerza una lanza enorme
disparó contra el costado y contra el vientre curvo de tablones.
Se clavó aquélla vibrando y en la panza sacudida
resonaron las cuevas y lanzaron su gemido las cavernas.
Y, si los hados de los dioses y nuestra mente no hubieran estado
contra nosotros, nos habrían llevado a horadar
los escondites de Argos,
y aún se alzaría Troya y permanecerías en lo alto,
fortaleza de Príamo.
»Y hete aquí que a un joven atado a la espalda de manos
con gran griterío los pastores ante el rey arrastraban
Dardánidas, que, desconocido, a los que lo hallaron
se entregó para urdir todo esto y abrir Troya a los griegos,
confiado de ánimo y para ambas tareas dispuesto,
bien a tramar sus engaños, bien a marchar a una muerte segura.
De todas partes acude con ganas de verle
y compite la juventud troyana en burlarse del preso.
Escucha ahora las trampas de los dánaos y por el crimen de uno
conócelos a todos.
Pues cuando en medio del corro, turbado y sin armas,
se detuvo y miró con sus ojos las tropas de Frigia,
“¡Ay! ¿Qué tierra ahora -dijo-, qué mares me pueden
guardar o qué queda por fin para mí desgraciado,
que no tengo siquiera un lugar con los dánaos y encima
los hostiles Dardánidas mi castigo reclaman con sangre?”
Con este lamento cambió nuestros ánimos
y aplacó nuestros ímpetus todos.
Le pedimos que cuente de qué sangre viene,
y qué lo trae; que nos diga cuál es, prisionero, su confianza.
» “Toda por cierto a ti, rey, te diré la verdad,
pase lo que pase -dijo-, y no negaré que soy de la gente de Argos.
Esto lo primero, y que no, si Fortuna forjó a un Sinón desgraciado,
lo haga también, malvada, vano y mentiroso.
Puede que haya llegado a tus oídos hablando
de Palamedes Belida el nombre y la fama
gloriosa, a quien los pelasgos con trampas
siendo inocente, con falsas pruebas porque vetaba sus guerras,
a la muerte enviaron y hoy le lloran de la luz privado.
Como acompañante suyo y cercano en la sangre mi padre,
al ser pobre, desde el principio de todo aquí a la guerra me envió.
Mientras incólume estaba en el poder y fuerza tenía en las reuniones
de reyes, también nosotros algún nombre y honra
logramos. Luego que la envidia del tramposo Ulises
(no cosas extrañas os cuento) lo arrojó de las riberas del día,
arrastraba afligido mi vida en tinieblas y llanto
y en mi interior me indignaba del inocente amigo la muerte.
Y no callé, loco, y, a poco que el hado quisiera,
si alguna vez regresaba vencedor a Argos, mi patria,
juré que sería su vengador y un odio amargo moví con mis palabras.
De ahí la pendiente primera de mi mal, de ahí siempre Ulises
a aterrarme con nuevos crímenes, de ahí a lanzar voces
ambiguas al pueblo y a buscar a propósito guerra.
Y no paró, así, hasta que auxiliado por Calcante...
pero ¿a qué fin doy vueltas en vano a tanta amargura
o a qué me detengo? Si en una misma fila tenéis a todos los aqueos,
ya habéis escuchado bastante, cumplid ahora mismo el castigo;
que así lo querría el de Ítaca y en mucho os tendrían los Atridas”
»Pero ya ardemos por saber e investigarlas causas,
ignorantes de crímenes tan grandes y de la maña pelasga.
Tembloroso prosigue y habla con pecho fingido:
» “A menudo, abandonando Troya, los dánaos ansiaron
preparar la fuga y agotados dejar una guerra tan larga.
¡Así lo lograran! A menudo en el mar les frenó
la dura tormenta y el Austro frustró su partida.
Y justo cuando ya aquí tejido de tablas de arce
se alzaba el caballo, por todo el cielo restalló la tormenta.
Intrigados enviamos a indagar de Febo el oráculo
a Eurípilo, quien nos trae de su templo estas tristes palabras:
‘Con sangre aplacasteis al viento y matando a una virgen,
dánaos, el día que a estas costas ilíacas vinisteis;
con sangre debéis procurar el retorno y con el sacrificio
de un alma de Argos. En cuanto esta voz llegó a los oídos del pueblo,
se suspendieron los ánimos y un helado temblor recorrió
lo hondo de los huesos, a quién designaban los hados,
a quién pide Apolo.
»En esto el de Ítaca con gran reunión a Calcante
el adivino arrastra al centro; le pide que aclare
cuál sea la voluntad de los dioses. Y muchos ya me cantaban
a mí el crimen cruel del tramposo, y en silencio
veían lo que iba a venir. Diez días calla aquél y escondido
se niega a señalar a nadie con su voz y mandarlo a la muerte.
A la fuerza, por fin, empujado por el de Ítaca con grandes gritos,
rompe de acuerdo con él su silencio y me envía hacia el ara.
Estuvieron todos de acuerdo y, lo que cada cual para sí se temía,
convertido en la ruina de uno solo soportaron.
Y ya había llegado el día nefando. Ya se me habían dispuesto
las harinas saladas y las cintas en torno a mis sienes.
De la muerte escapé, lo confieso, y rompí mis cadenas
y en la oscuridad de la noche me escondí entre la ova
de un lago limoso mientras se hacían a la mar,
si acaso lo hacían. Y no hay ya para mí alguna esperanza
de volver a ver mi antigua patria ni a mis dulces hijos
o a mi padre añorado, a cuantos aquéllos quizá
hagan pagar nuestra huida y expiarán con su muerte mi culpa.
Por eso, por los dioses y los númenes que saben la verdad,
por la fe sin tacha, si es que alguna queda entre los mortales,
te suplico, compadécete de fatigas tan grandes,
compadécete de un corazón que sufre lo que no merece.”
»Por sus lágrimas le salvamos la vida y nos compadecemos encima.
Y Príamo mismo ordena el primero quitarlas esposas
y las apretadas ligaduras y así le dice con palabras de amigo:
“Seas quien seas, olvida desde ahora a los griegos que dejaste
(serás de los nuestros) y dime la verdad, que te pregunto:
¿para qué levantaron esa mole del caballo imponente?
¿Quién lo ideó o qué pretenden? ¿Es algún voto?
¿Es tal vez algún artefacto guerrero? ”
Había dicho. Y aquél en trampas experto y en la maña pelasga
levantó a las estrellas sus palmas libres de cadenas:
“A vosotras, llamas eternas, y a vuestro numen inviolable
por testigos os pongo -dice-,
y también a vosotros, altares y nefandas espadas
de los que pude huir, y cintas de los dioses que llevé al sacrificio:
permitidme romper los sagrados juramentos de los griegos,
permitidme odiar a esos hombres y poner todo en claro,
todo cuanto ocultan. Que ninguna ley de la patria me ata.
Tú sólo mantén tus promesas y si, Troya, te salvas,
respeta tu palabra si te digo verdad, si te entrego cosas importantes.
De los dánaos toda la esperanza y la fe de la guerra emprendida
residió siempre en la ayuda de Palas. Ahora bien,
desde que Ulises el inventor de crímenes y el hijo de Tideo
osaron sacar del templo consagrado el fatal Paladio
dando muerte a los guardianes de la fortaleza escarpada,
robaron la sagrada imagen y con manos de sangre
se atrevieron a mancillar de la diosa las cintas benditas,
desde aquello bajaron las esperanzas de los dánaos,
quebradas sus fuerzas, vuelta de espaldas la voluntad de la diosa.
Y con prodigios no dudosos dio señas de eso Tritonia.
Apenas colocaron la estatua en el campo: llamas brillantes
ardieron en sus ojos encendidos y un salado sudor
cayó de sus miembros y tres veces sola se alzó
(asombra decirlo) del suelo con su escudo y la lanza agitando.
Se apresura Calcante a decir que probemos la huida por mar
y que no puede Pérgamo abrirse alas flechas argólicas
si no buscan de nuevo augurios en Argos y otra vez traen
con el mar y las curvas naves el numen que un día trajeron.
Y ahora que con el viento han buscado la patria Micenas,
armas y dioses tratan de ganarse y llegarán de improviso,
surcando el mar de nuevo; así ve el futuro Calcante.
Advertidos levantaron esta estatua por el numen herido,
por el Paladio, para expiar el crimen funesto.
Y mandó Calcante construir inmensa esta mole
y tejiendo sus tablas levantarla hasta el cielo,
para que entrar no pudiera por las puertas ni cruzar las murallas,
ni proteger a vuestro pueblo bajo su antiguo poder.
Pues si vuestra mano violase el don de Minerva,
una gran maldición sobre el reino de Príamo
y sobre los frigios caería (los dioses la vuelvan antes contra ellos).
Si al contrario por vuestras manos subiera hasta vuestra ciudad,
Asia caería en guerra terrible sobre las murallas de Pélope,
y ésa sería la suerte reservada a nuestros nietos.”
»Resultaba creíble la cosa con tales insidias y la maña
del perjuro Sinón, y capturó con trampas y lágrimas
a quienes ni el Tidida ni Aquiles de Larisa
lograron domar, ni diez años, ni miles de barcos.
»En ese momento un nuevo prodigio mucho más terrible
aparece ante los desgraciados y turba sus pechos confiados.
Laocoonte, sacado a suertes sacerdote de Neptuno,
degollaba en su ara festiva un toro tremendo.
Y mira por dónde (me muero al contarlo), dos grandes serpientes
se lanzan al mar desde Ténedos por la quieta llanura
con curvas inmensas y buscan la costa ala vez;
sus pechos se levantan entre las olas y con crestas
de sangre asoman en el agua, el resto se dibuja
en el mar y retuerce sus lomos enormes en un torbellino.
Suena el silbido en la sal espumante, y ya a tierra llegaban
e inyectados en sangre y en fuego sus ojos ardientes,
sacudían sus bocas silbantes vibrando las lenguas.
Escapamos exangües ante la visión. Aquéllas en ruta certera
buscan a Laocoonte, y primero rodean con su abrazo
los pequeños cuerpos de sus dos hijos y a mordiscos devoran
sus pobres miembros; se abalanzan después sobre aquel
que acudía en su ayuda con las flechas y abrazan
su cuerpo en monstruosos anillos, y ya en dos vueltas
lo tienen agarrado rodeándole el cuello con sus cuerpos de escamas,
y sacan por encima la cabeza y las altas cervices.
Él trata a la vez con las manos de deshacer los nudos,
con las cintas manchadas de sangre seca y negro veneno,
a la vez lanza al cielo sus gritos horrendos,
como los mugidos cuando el toro escapa herido del ara
sacudiendo de su cerviz el hacha que erró el golpe.
Se escapan luego los dragones gemelos hacia el alto santuario
y buscan el alcázar de la cruel Tritónide
ya los pies de la diosa, bajo el círculo de su escudo, se esconden.
Entonces fue cuando un nuevo pavor se asoma a los pechos
temblorosos de todos y se dice que Laocoonte había pagado su crimen,
por herir con su lanza la madera sagrada
y llegar a clavar en su lomo la lanza asesina.
Gritan que hay que buscar un lugar a la efigie
y ganarse el numen de la diosa.
Rompemos los muros y de la ciudad abrimos las murallas.
Todos manos a la obra ponen ruedas a los pies,
y tienden a su cuello cuerdas de estopa;
atraviesa los muros el ingenio fatal, preñado de armas.
A su lado los mozos y las doncellas cantan sus himnos
y gózanse si pueden tocar con su mano la cuerda;
entra aquél y se desliza, amenazante, hasta el centro de la ciudad.
¡Ay, patria! ¡Ay, Ilión, morada de dioses, y muros
dardánidas, en la guerra famosos! Cuatro veces
justo en el umbral de la puerta se detuvo, otras tantas
gritaron de la panza las armas. Sin embargo, insistimos
inconscientes y en ciego frenesí colocamos
en lo más santo de la fortaleza el monstruo funesto.
Aún entonces Casandra, a quien por mandato del dios los teucros
no creían, abrió su boca para mostrarnos el destino futuro.
¡Pobres de nosotros! Era aquel nuestro último día
y adornamos con festivas guirnaldas los templos de la ciudad.
»Gira el cielo entretanto y del Océano sube la noche
envolviendo en su abrazo de sombra la tierra y el polo
y los engaños de los mirmídones. Repartidos por los muros
callaron los teucros; el sopor se apodera de sus miembros cansados.
Y ya acudía desde Ténedos la falange argiva con las naves formadas
entre el silencio amigo de la luna callada,
buscando la conocida playa, cuando la nave capitana
encendió las antorchas y, protegido por el hado inicuo de los dioses,
libera Sinón a los griegos encerrados en la panza y descorre
a escondidas los cerrojos de pino. Abierto a las brisas
los devuelve el caballo y alegres se lanzan de la hueca
madera los jefes Tesandro y Esténelo y Ulises cruel
bajando por la cuerda tendida, y Acamante y Toante
y el Pelida Neoptólemo y Macaonte el primero,
y Menelao y Epeo, el propio urdidor de la trampa.
Invaden la ciudad sepultada en el sueño y el vino;
son muertos los guardias, y abriendo las puertas reciben
a todos los compañeros y se reúnen los ejércitos cómplices.
»Era el tiempo en que llega el descanso primero a los hombres
cansados y se nos mete dentro, gratísimo regalo de los dioses.
En sueños, atiende, se me apareció tristísimo Héctor
ante mis ojos, derramando un llanto sin fin,
como cuando fue arrebatado por las bigas y negro
del polvo cruento y atravesados por una correa
sus pies tumefactos. ¡Ay de mí y cómo estaba!
¡Qué distinto del Héctor aquel que volvió revestido
de los despojos de Aquiles o que lanzaba los fuegos frigios
a las naves de los dánaos! En desorden la barba
y el cabello encostrado de sangre... y aquellas heridas,
que muchas recibió rodeando de la patria los muros.
Entre mis propias lágrimas
me veía llamando al héroe y expresarle estos tristes lamentos:
“¡Oh, luz de Dardania, de los teucros la más firme esperanza!
¿Qué ha podido retenerte? ¿De qué riberas vienes
Héctor ansiado? ¡Cómo te vemos, después de tantas muertes
de los tuyos, agotados por tantas fatigas de los hombres
y de nuestra ciudad! ¿Qué indigna causa tu rostro
sereno manchó? ¿Por qué esas heridas estoy contemplando?”
Nada repuso él a mis vanas preguntas, nada repuso
pero sacando un grave gemido de lo hondo del pecho,
“Ay, ¡huye, hijo de la diosa! -dijo-, líbrate de estas llamas.
Está el enemigo en los muros; Troya se derrumba desde lo más alto.
Bastante hemos dado a la patria y a Príamo. Si con tu diestra pudieras
salvar a Pérgamo, ya por la mía habría sido salvada.
Troya te encomienda sus objetos sagrados y sus Penates.
Tómalos; compañeros de tu suerte, surca el mar
y levanta para ellos unas dignas murallas.”
Dice así y saca del interior del templo las cintas
con sus manos, y Vesta poderosa, y el fuego eterno.
»Se llenan entretanto las murallas de duelos diversos,
y más y más, aunque estaba apartada la casa
de Anquises, mi padre, y los árboles la escondían,
claro se vuelve el sonido y se acerca el horror de las armas.
Salgo de mi sueño y llego subiendo
a lo más alto del tejado y me paro, atento el oído:
como cuando la llama por la ira del Austro
cae sobre el sembrado o el rápido torrente del río inunda
los campos, inunda los alegres sembrados y las labores
de los bueyes y arranca de cuajo los bosques; se queda de piedra,
ignorante, el pastor sobre el alto peñasco escuchando el bramido.
Entonces por fin quedó al descubierto su lealtad y se vieron las trampas
de los dánaos. Ya se derrumba por Vulcano vencida la casa
enorme de Deífobo, ya se incendia muy cerca
Ucalegonte; las anchas aguas del Sigeo relucen de fuego.
Se alza a la vez el clamor de los hombres y el clangor de las tubas.
Cojo, loco, mis armas; nada pienso con ellas sino que arde
mi pecho por reunir un grupo para el combate y con mis amigos
acudir al alcázar; el furor y la ira aceleran
mis ideas y me viene la imagen de una hermosa muerte con las armas.
»Y, mira, Panto que se libró de las flechas aqueas,
Panto de Otris, sacerdote del alcázar y de Febo,
llevando en sus manos los objetos de culto y a los dioses vencidos
y al pequeño nieto, y se dirige, loco, corriendo alas puertas:
“¿Dónde están peor las cosas, Panto? ¿Qué almena ocupamos?”
Sin dejarme hablar me responde gimiendo:
“Ya está aquí el día final y la hora que Dardania no puede
evitar. Hubo troyanos, hubo una Ilión y una gloria inmortal
de los teucros: Júpiter cruel se ha llevado todo
a Argos; los dánaos dominan una ciudad en llamas.
Erguido sin piedad en medio del recinto, el caballo
vomita guerreros y Sinón victorioso, insolente,
incendios provoca. Otros están a las puertas abiertas,
cuantos a miles llegaron de Micenas la grande;
otros han ocupado con lanzas enhiestas las calles
estrechas; se levanta una línea de hierro, dispuesta a morir,
trazada de filos brillantes; apenas intentan la lucha
los primeros centinelas de las puertas y resisten a ciegas:”
Por estas palabras del hijo de Otris y el numen divino
me lanzo al combate y a las llamas a donde me convoca la Erinia
funesta y el estruendo, y el clamor que se eleva hasta el cielo.
Se me unen mis amigos Ripeo y el famoso guerrero
Épito, que descubrí a la luz de la luna, e Hípanis y Dimante
se ponen también a nuestro lado y el joven Corebo
hijo de Migdón: justo por entonces a Troya
acababa de llegar ardiente de amor insano por Casandra
y como yerno brindaba su ayuda a los frigios y a Príamo,
¡pobre de él, que no oyó los consejos de una esposa inspirada!
En cuanto los vi juntos, enardecidos por combatir,
comienzo a decirles "Jóvenes, corazones en vano valientes,
si abrigáis un inmenso deseo de seguir al que quiere
llegar hasta el fin, estáis viendo qué suerte es la nuestra.
Han abandonado los templos y han dejado las aras los dioses
que un día mantuvieron en pie nuestro imperio: acudís en ayuda
de una ciudad en llamas. ¡Caigamos en el centro del combate!
La única salvación para el vencido es no esperar salvación alguna.”
Logré encender de esta forma las almas de los jóvenes. Y luego,
como lobos rapaces en la oscura niebla, a quienes un hambre terrible
los lanza fuera, ciegos, y sus cachorros abandonados esperan
con las fauces secas, entre dardos, entre los enemigos
buscamos una muerte segura avanzando hacia el centro de la ciudad;
una negra noche vuela sobre nosotros con su cóncava sombra.
¿Quién puede narrar el desastre de la noche aquella,
quién tanta muerte, o puede igualar las fatigas con lágrimas?
Se derrumba una antigua ciudad que reinó muchos años;
hay muchísimos cuerpos inertes por todas las calles
y por las mansiones y los sagrados umbrales de los dioses.
Mas no sólo los teucros pagaban su pena con sangre,
que a veces también el valor retorna al corazón de los vencidos
y caen los dánaos vencedores. Por todas partes un duelo
cruel, por todas partes el miedo y la imagen repetida de la muerte.
Andrógeo de los dánaos fue el primero en acercarse a nosotros, ignorante,
con gran compañía, pensando en tropa de su bando;
es más, se dirige a nosotros con palabras amigas:
“¡Aprisa, soldados! Pues ¿qué pereza tan inoportuna
os retrasa? Otros toman ya botín y Pérgamo saquean
en llamas, ¿y vosotros llegáis aún de las altas naves?”
Dijo, y al punto advirtió (pues que no se le daban respuestas
creíbles) que había caído entre sus enemigos.
De piedra se quedó y a un tiempo volvió atrás pies y palabras.
Como el que al poner pie en el suelo entre ásperas zarzas
pisó una serpiente, sin verla, y huye al instante asustado
de la que hincha ya su cuello azulenco y se encrespa de ira.
No de otro modo se marchaba Andrógeo tembloroso por lo que veía.
Nos lanzamos y los rodeamos en un bosque de armas,
y los aplastamos al no saber donde estaban, parados
de espanto; favorece Fortuna nuestra empresa primera.
Y entonces Corebo, saltando de gozo ante el éxito, dice:
"Sigamos, amigos, por donde Fortuna primero
nos muestra el camino y por donde aparece mejor;
cambiemos las armas y tomemos los estandartes
de los dánaos. Trampa o valor, ¿quién demandará al enemigo?
Ellos nos darán sus armas." Tras así decir se coloca
el emplumado yelmo de Andrógeo y la preciada prenda de su escudo
y acomoda a su costado la espada de un argivo.
Lo mismo Ripeo, lo mismo hace Dimante y alegres también
los jóvenes todos: cada cual se va armando con el botín reciente.
Avanzamos mezclados con los dánaos bajo un numen adverso
y, en la ciega noche enfrentados, combates innúmeros
nos vimos trabando, y a muchos aqueos enviamos al Orco.
Unos huyen a sus naves y buscan corriendo la costa
segura; otros miedo cobarde al enorme caballo
trepan de nuevo y en la madera amiga se ocultan.
»¡Ay, que en nada puede uno confiar contra la voluntad de los dioses!
Mira cómo arrastran de los cabellos a la hija de Príamo,
a Casandra la virgen, fuera del templo y la morada de Minerva,
levantando hacia el cielo sus ojos ardientes en vano,
sus ojos, que sus manos de niña cadenas las atan.
No soportó este espectáculo, enloqueciendo, Corebo,
y se lanzó dispuesto a morir en medio del ejército;
todos le seguimos y caemos dentro de un bosque de armas.
Y primero somos abatidos por las flechas que lanzan
desde el tejado de un templo los nuestros y se hizo terrible matanza
por la apariencia de nuestras armas y el error de los griegos penachos.
Después se presentan los dánaos por todos lados gritando de ira
por haberles quitado la doncella, el acérrimo Áyax
y los dos hijos de Atreo y el ejército entero de los dólopes.
Como cuando en quebrado remolino los vientos contrarios
se enfrentan, el Céfiro y el Noto y el alegre Euro
con sus orientales caballos; gritan los bosques y el espumoso Nereo
con su tridente se agita y sacude desde el fondo profundo los mares.
También acuden aquellos a quienes engañamos con trampas
en lo oscuro de la noche y perseguimos por toda la ciudad;
advierten los primeros los dardos y los engañosos escudos
y señalan por el sonido las lenguas discordantes.
E inmediatamente nos aplastan con su número y el primero Corebo
cayó junto al altar de la diosa armipotente por mano
de Penéleo; cae así mismo Ripeo, el hombre más justo
que hubo entre los teucros y el mejor cumplidor de lo bueno
(otra cosa pareció a los dioses); también Hípanis y Dimante perecen
atravesados por sus compañeros, y, Panto, ni tu mucha piedad
ni las cintas de Apolo de caer te libraron.
¡Ay, cenizas de Ilión y llama final de los míos! Os pongo
por testigos de que nada rehuí en vuestra ruina,
ni flechas ni nada, y de que habría caído a manos de los dánaos
si lo hubiera querido mi sino. De allí nos marchamos,
Ífito y Pelias conmigo (a Ífito la edad lo retrasa
y tardo vuelve a Pelias la herida de Ulises),
atraídos por un griterío que venía del palacio de Príamo.
Aquí sí que vemos un combate tremendo; como si
no hubiera más guerra y nadie muriera en toda la ciudad,
así vemos a un indómito Marte y a los dánaos tratando de entrar
en palacio y la puerta atacada por tenaz ariete.
Se pegan las escalas a los muros y justo bajo la puerta
se apoyan en los escalones y cubiertos con los escudos
en la izquierda hacia los dardos se lanzan y tocan con su diestra los aleros.
Por el contrario, arrancan los Dardánidas las torres y todos
los tejados de las casas; con tales armas cuando ven el final
se aprestan a la defensa en la hora postrera de la muerte,
y las doradas vigas, altivo adorno de los antiguos padres,
hacen rodar; forman otros, espadas enhiestas, en las últimas
puertas, que en fila cerrada vigilan.
Oso Nos lanzan nuestros corazones a defender la morada del rey
y brindar ayuda a esos valientes, sumando nuestro brazo a los vencidos.
»Había una entrada y una puerta falsa y un pasadizo
entre las casas de Príamo, por la parte de atrás,
por donde solía la infeliz Andrómaca, cuando era fuerte su reino,
ir sin compañía con frecuencia a casa de sus suegros
y llevarle al abuelo al pequeño Astianacte.
Así que paso por ahí a lo más alto del tejado, desde donde
los pobres teucros arrojaban sus dardos inútiles.
De su elevada base arrancamos y empujamos la torre aquella
que se alzaba sobre el vacío hasta los astros,
levantada en la parte más alta, de donde Troya entera solía
contemplarse y las naves de los dánaos y el campamento aqueo,
cavando con el hierro alrededor ahí donde los bordes de las tablas
presentaban junturas abiertas. Se vino abajo de repente, gran ruina
produjo con estruendo y en gran extensión cayó sobre las tropas
de los dánaos. Mas otros acuden y no cesa entretanto
toda clase de piedras y dardos.
»Ante la misma entrada y en el umbral primero, salta
Pirro de gozo entre las flechas, brillando con la luz de sus bronces;
como una culebra que comió malas hierbas cuando sale a la luz;
el helado invierno la mantenía hinchada bajo tierra,
pero ahora, dejando su piel vieja, con la nueva de juventud reluce
y, estirándose al sol, agita irguiendo el pecho
su lomo brillante y vibra su boca de triple lengua.
A la vez el gran Perifante y el que llevó los caballos de Aquiles,
Automedonte, su escudero, y a la vez toda la juventud de Esciros
al palacio se acercan y lanzan sus llamas al tejado.
Pirro entre los primeros rompe la puerta a hachazos
terribles y arranca de cuajo las jambas de bronce;
y ya parte de una viga y ataca la firme madera
abriendo un enorme agujero de boca muy ancha.
Ya se ve el interior de la casa y se abren los amplios atrios;
ya aparecen las habitaciones de Príamo y los reyes de antes
y se ve a los guerreros que están en la entrada.
Y el interior del palacio ve mezclarse gemidos
y mísero tumulto, y con el ulular dolorido de mujeres
resuenan los huecos de la casa; hiere los astros de oro el clamor.
Vagan también las madres asustadas por las salas inmensas
y a los postes se abrazan y los llenan de besos.
Pirro arremete con la fuerza de su padre y contra él no valen
ni cerrojos ni guardias; se tambalea la puerta
a golpes de ariete y sacadas de su quicio caen las jambas.
Se abre un camino de violencia. Rompen la entrada y los dánaos
que pasan matan a los primeros y llenan de soldados el lugar.
Que tanto no hace espúmea corriente cuando rompe su cauce,
y se lanza y vence con su remolino a las moles que frente le hacen
y arrasa enloquecida los sembrados y por todos los campos
confunde ganados y establos. Y con estos ojos ni a Neoptólemo
loco de sangre y a los dos Atridas en la puerta,
yo vi a Hécuba y a sus cien nueras y a Príamo por los altares
manchando de sangre los fuegos que había consagrado.
Aquellas cincuenta alcobas, esperanza tan grande de nietos,
cayeron y cayeron sus puertas orgullosas del oro y el botín
de los bárbaros; llegan los dánaos donde no llega el fuego.
»Y quizá me preguntes también cuál fue el sino de Príamo.
Cuando vio la ruina de su ciudad conquistada y abatidos
los umbrales de palacio y al enemigo dentro de su casa,
en vano toma el viejo en sus hombros temblorosos las armas
[enmohecidas tiempo ha, por la edad
y se ciñe el hierro inútil y lánzase a morir entre los enemigos.
Había un altar al aire libre, en medio del recinto sagrado,
enorme, y a su lado un laurel muy antiguo
que caía sobre el ara y abrazaba con su sombra los Penates.
Estos altares en vano rodean Hécuba y sus hijas
que aquí se juntan como palomas que la negra tempestad empuja,
y estaban sentadas abrazando las estatuas de los dioses.
Mas cuando vio nada menos que a Príamo ceñido
con las armas de un joven: “¿Qué idea tan loca, pobre esposo mío,
te ha llevado a armarte de ese modo? -dijo-, ¿a dónde corres?
No precisa esta hora de ayudas así ni de defensores
como tú; no, ni aunque mi Héctor estuviera con nosotros.
Anda, ven aquí. El altar nos protegerá a todos,
o moriremos juntos,” Y al callar lo abrazó
en su regazo y sentó al anciano en el lugar sagrado.
»Y ahí va por su lado Polites, uno de los hijos de Príamo,
escapado de las manos de Pirro, y recorre en su huida
los largos pórticos entre las flechas, entre los enemigos,
y pasa herido por las habitaciones vacías. Pirro le persigue
ansioso por herirle de muerte y ya casi lo tiene y le da con su lanza.
Cuando por fin escapa y llega hasta los ojos y el rostro de sus padres,
es ya para morir y perder entre mucha sangre la vida.
Príamo entonces, aunque casi lo abraza la muerte,
no calló sin embargo ni evitó dar gritos de ira:
“A ti, a ti -exclama-, por este crimen, por todo lo que has hecho,
si hay aúnen el cielo alguna piedad que vigile estas cosas,
te paguen los dioses precio justo y el premio adecuado,
por haberme hecho verla muerte de mi hijo
y manchar con tu crimen la mirada de sus padres.
No se portó de esa manera el gran Aquiles, del que te mientas hijo,
con su enemigo Príamo; que respetó los sagrados derechos
de un suplicante y me dejó enterrar el cuerpo exangüe
de mi Héctor y me devolvió a mi reino.”
Dejó de hablar el anciano y lanzó sin fuerzas una flecha
inocente que rechazó sin más el bronco bronce
y quedó inútilmente colgando del escudo en el centro.
Y entonces Pirro: “Llévale esto y sé mi mensajero
ante el Pelida, mi padre. Y no olvides contarle
las tristes hazañas de un Neoptólemo degenerado.
Ahora, muere.” Así diciendo justo hasta el altar
lo arrastró, tembloroso y resbalando en la sangre de su hijo;
con la izquierda cogió su cabello, desenvainó con la diestra
su espada brillante y la hundió en el costado hasta la empuñadura.
Éste fue el fin de los hados de Príamo, esta muerte le cupo en suerte
tras ver el incendio de Troya y la ruina de Pérgamo,
a él, otrora orgulloso señor de tantos pueblos y tierras
de Asia. Yace enorme su tronco en la playa,
arrancada de los hombros la cabeza y sin nombre su cuerpo.
»Entonces por vez primera se apoderó de mí cruel horror.
Me quedé estupefacto; la imagen me vino de mi querido padre
cuando vi exhalar el último aliento al rey de su edad
por herida cruel; pensé en Creúsa abandonada,
y mi casa saqueada y la muerte de mi pequeño Julo.
Miro atrás y reviso la tropa que aún tengo.
Todos me abandonaron agotados y saltaron a tierra
o entregaron sus cuerpos heridos a las llamas.
[»Y quedaba yo sólo cuando veo a la hija de Tindáneo
guardando el templo de Vesta y escondida en silencio
en un lugar secreto; los incendios iluminan
mi vagar y a todas partes dirijo mis ojos.
Temiendo de antemano el odio de los teucros por la caída de Pérgamo
y el castigo de los dánaos y la ira de su esposo abandonado,
Erinia común de Troya y de su patria,
se había escondido y, odiada, estaba sentada en los altares.
Llamas ardieron en mi corazón; una ira me nace por vengar a mi patria
en su ruina y castigar tan graves crímenes.
“¡Vaya! ¿Ésta, a salvo, volverá a ver Esparta y su patria
Micenas y volverá a reinar con el triunfo obtenido?
¿Y a su esposo verá y la casa de su padre y a sus hijos
rodeada de troyanas y con servidores frigios?
¿Y Príamo habrá muerto por la espada? ¿Y Troya habrá caído por el fuego?
¿Y habrá rezumado sangre tantas veces la playa dardania?
No tal. Que aunque no hay título alguno memorable
en vencer a una mujer, esta victoria tiene su recompensa;
por haber acabado con un crimen e infligir una pena
merecida seré alabado y gozaré mi ánimo saciando
de fama vengadora y cumpliendo con las cenizas de los míos.”
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Guerra de Troya
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Guerra de Troya, en la mitología griega, guerra librada por los griegos contra la ciudad de Troya. Se cree que la leyenda se basa en hechos verídicos, episodios de una guerra real entre los griegos del último periodo micénico y los habitantes de Tróade, en Anatolia, parte de la actual Turquía. Modernas excavaciones arqueológicas han revelado que Troya fue destruida por el fuego a principios del siglo XII a.C., tradicional fecha de la guerra, y que ésta pudo haber estallado o bien por el deseo de saquear esa rica ciudad o por poner fin al control comercial que Troya ejercía sobre Dardanelos.
Relatos legendarios de la guerra remontan su origen a una manzana de oro, dedicada a “la más bella”, que lanzó Eris, diosa de la discordia, entre los invitados celestiales a las bodas de Peleo, soberano de los mirmidones, y Tetis, una de las nereidas. La entrega de la manzana a Afrodita, diosa del amor, por parte de Paris, hijo de Príamo, rey de Troya, aseguró a Paris el favor de la diosa y el amor de la hermosa Helena, mujer de Menelao, rey de Esparta. Helena se fue con Paris a Troya y como consecuencia se organizó una expedición de castigo, al mando de Agamenón, rey de Micenas, para vengar la afrenta hecha a Menelao. El ejército de Agamenón incluía a muchos héroes griegos famosos, como Aquiles, Patroclo, Áyax, hijo de Telamón y Áyax, hijo de Oileo, Teucro, Néstor, Odiseo y Diomedes.
Como los troyanos se negaron a devolver a Helena a Menelao, los guerreros griegos se reunieron en la bahía de Áulide y avanzaron hacia Troya en mil naves. El sitio duró diez años y los nueve primeros transcurrieron sin mayores incidentes. En el décimo año, Aquiles se retiró de la batalla por un altercado que tuvo con Agamenón; la acción de Aquiles proporcionó a Homero el tema de la Iliada. Para vengar la muerte de su amigo Patroclo, Aquiles retomó la lucha y mató a Héctor, el principal guerrero troyano. Otros hechos, que aparecen narrados en poemas épicos posteriores, abarcan la victoria de Aquiles sobre Pentesilea, reina de las Amazonas, y Memnón, rey de Etiopía, y la muerte de Aquiles en manos de Paris.
La ciudad de Troya fue tomada finalmente gracias a una traición. Un grupo de guerreros griegos consiguió entrar en la ciudad ocultándose en el interior de un gran caballo de madera (véase Caballo de Troya). A continuación los griegos saquearon y quemaron la ciudad. Sólo escaparon unos pocos troyanos, el más famoso de ellos Eneas, quien condujo a los demás sobrevivientes hacia la actual Italia. Virgilio ha contado esta historia en la Eneida.
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El retorno de los guerreros griegos a Grecia también inspiró muchos poemas épicos. El más famoso de ellos es el de Odiseo, que regresa a Ítaca después de diez años de difícil travesía, tal como lo elabora poéticamente Homero en la Odisea.
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Las bodas de Tetis y Peleo
Alejandro
El juicio de Paris
Helena
Los héroes
El sacrificio de Ifigenia
La ira de Aquiles
El caballo de Troya
Los desastres de la guerra
Las bodas de Tetis y Peleo
Tetis es una de las hijas de Nereo. Es una divinidad marina hermosa, deseada por todos los dioses. Sin embargo, un oráculo ha profetizado que su hijo será muy superior a su padre. Ningún dios se atreve a acercarse a ella. Así que, como siempre, deciden pasarnos el marrón a los mortales.
El elegido es Peleo. Pero no le va a ser nada fácil conseguir a la novia. Antes tiene que atraparla. Peleo espera sentado en la playa hasta que Tetis aparece, entonces la agarra entre sus brazos. Tetis intenta que la suelte. Para ello se transforma una y otra vez, con la esperanza de que su captor se asuste y suelte su presa. Pero Peleo ya está prevenido y la aprieta con fuerza contra sí. Cuando Tetis termina su ciclo de metamorfosis, pues no puede transformarse eternamente, se rinde y acepta a Peleo.
La boda se realiza en lo alto de una montaña, lugares donde los mortales y dioses están más cercanos. Todos los dioses son invitados. Bueno, todos no. La diosa de la Discordia no ha recibido invitación y es que siempre estropea los acontecimientos. Pero la cosa no se iba a quedar así. Se presenta sin ser invitada y le trae un regalito a los novios. Es una manzana de oro que tiene una inscripción: "Para la más bella".
Tres diosas creen merecer la manzana: Atenea, Hera y Afrodita.
Las tres miran hacia Zeus, esperando que él decida. Zeus piensa.
"Si elijo a Hera me dirán que lo hago porque es mi esposa. Si elijo a Atenea dirán que ,lo hago porque es mi hija. Si decido por Afrodita dirán que quiero ligar con ella"
Así que de nuevo, nos pasan la pelota a los mortales.
Zeus elige al príncipe Paris.
Alejandro
Príamo y Hécuba son los reyes de Troya. La reina está embarazada. Una noche sueña que el hijo que espera se convierte en un incendio. Consultan un oráculo y éste les contesta que el hijo que tengan será la perdición de Troya. Así, cuando nace es entregado a un sirviente para que lo abandone en el campo.
El abandono de niños es muy común entre los reyes. Es mucho mejor que mancharse las manos de sangre. Se abandona el niño y si es voluntad de los dioses que sobreviva, pues ellos se encargarán. Lo malo es que cuando uno de estos niños sobrevive, es mucho más fuerte porque ha vencido a la muerte.
El criado siente pena por el niño y se lo entrega a unos pastores. Los pastores lo crían como si fuera su hijo y lo llaman Alejandro. Pronto Paris se descubre como un joven fuerte y hermoso.
Para las fiestas de Trota se solicita un toro que el mismo Alejandro ha criado. Le tiene mucho cariño y decide ir con el a Troya para impedir su muerte. Allí participa en todos los juegos y sale vencedor. Un hijo de Príamo, Deífobos (su hermano), está loco de rabia.
Su hermano siente envidia e intenta matarle. Alejandro se refugia en el templo donde su hermana Casandra le descubre. Inmediatamente sabe quien es pero nadie la cree. Alejandro muestra los pañales con los que le envolvieron de niño. Sus padres le reconocen por fin y le acogen en su casa locos de contento.
Así lo encuentran las diosas. Cuidando el ganado de su padre.
El juicio de Paris
Paris ve como se acercan volando un grupo de dioses. Hermes y las tres diosas que disputan, se plantan frente al sorprendido Paris.
Paris las mira con la boca abierta. No sabe si no será mejor echar a correr y no parar hasta llegar a Troya. Los dioses pocas veces se muestran a los mortales y casi siempre es el mortal el que termina mal parado.
Las tres diosas le dirigen la mejor de las sonrisas mientras Hermes le explica que debe decidirse por una de ellas. Paris no tiene escapatoria.
Hera le ofrece el poder, Atenea la victoria en la guerra y una especial inteligencia, Afrodita le ofrece el amor de la mujer más bella del mundo.
Paris, deslumbrado por Afrodita, la elige a ella.
Ya está formados los cimientos de la guerra.
Helena
La mujer más bella del mundo es Helena.
Zeus, enamorado de Leda se une a ella tomando la forma de su esposo Tindareo. Son padres de cuatro hijos: los Dioscuros (Cástor hijo de Tindareo, y Pólux hijo de Zeus), Clitemenestra (hija de Tindareo) y Helena (hija de Zeus).
Crecen y Helena es una beldad. Todos los príncipes griegos suspiran por ella. Su padre no sabe por cual decidirse sin provocar una matanza. Ulises es quien le saca del apuro. Le propone que Helena elija a quien quiera, pero que antes les haga jurar a los griegos que respetarán la decisión y acudirán en caso que el elegido necesite ayuda.
Helena elige a Menelao y se casa con él. Pero un día aparece Paris, un joven exótico, de la misma edad que Helena, lleno de encanto oriental. Menelao no sospecha que algo raro pasa entre su esposa y su huésped, así que se marcha tranquilo y le dice a Helena que se ocupe del invitado. Cumple su tarea demasiado bien.
Paris y Helena huyen hacia Troya, Eneas que forma parte de la expedición les advierte que esto les traerá problemas. Le ignoran.
Menelao está hecho una furia. Pide al rey Príamo que se devuelva a su esposa. Los troyanos se niegan. Estalla la guerra.
Los héroes
Todos los príncipes troyanos deben acudir a la llamada de Menelao. Su hermano Agamenón es el jefe de la expedición.
Ulises escucha las noticias, pero su esposa Penélope acaba de dar a luz y no cree que sea el mejor momento para abandonarles. Cuando van a buscarle se hace pasar por loco. Néstor, el enviado, le encuentra sembrando un campo caminando hacia atrás. Pero Néstor conoce las estratagemas de las que es capaz Ulises, así que coge la pequeño Telémaco, el hijo recién nacido, y lo arroja bajo los pies de los bueyes. Ulises deja de sembrar y lo coge en brazos para que no sufra daño. Se ha descubierto y no tiene más remedio que partir hacia Troya.
Aquiles también se camufla por orden de su madre Tetis, que sabe que su hijo va a morir en Troya. Le esconde en un gineceo, disfrazado de jovencita. Ulises llega al gineceo como un vendedor de telas. Enseña a las muchachas su mercancía y todas le rodean entusiasmadas. Todas menos una que solo se interesa por su espada. Fuera toca una trompeta llamando al combate, la muchacha agarra la espada de Ulises y sale para combatir.
Todos los griegos acuden uno a uno. Lo mismo ocurre con los troyanos.
El sacrificio de Ifigenia
Las naves griegas se encuentran detenidas. El viento no les es favorable. Un oráculo profetiza que es indispensable hacer un sacrificio. La elegida es Ifigenia, hija de Agamenón.
La joven acude al campamento acompañada por su madre Clitemnestra. Las dos creen que han sido llamadas para que Ifigenia se despose con Aquiles. Agamenón tiembla al verlas. Se siente incapaz de asesinar a su hija. Menelao no está dispuesto a rendirse. Le importa poco que en el camino se lleve por delante a su sobrina.
Finalmente convence a Agamenón.
"¿Cómo vamos a pedir a todos estos príncipes que dejen sus hogares y vayan a perder la vida lejos, si nosotros no les demostramos que somos capaces del mismo sacrificio. No, les demostraremos que somos capaces de un sacrificio mayor."
Ifigenia se entera de la verdad. Pide la ayuda de Aquiles y el héroe hace todo lo posible por salvarla. Finalmente, Ifigenia se llena de valor y acude hacia la muerte.
Clitemenstra jamás se lo perdonará a Agamenón.
La ira de Aquiles
Las tropas griegas tienen en Aquiles a uno de sus mayores guerreros. Llevan años luchando y por él es que ganan las batallas.
Pero Aquiles se niega a seguir combatiendo. Se siente ultrajado por que le han robado a la esclava Briseida. Los griegos sufren terribles derrotas ya que a los troyanos ya no les acobarda la figura de Aquiles. Su amigo Patroclo decide vestirse como él y batallar en su lugar. Va vestido de Aquiles, pero no es Aquiles. Con el disfraz logra hacer huir a muchos troyanos pero no a Héctor, hijo de Príamo. Los dos héroes luchan y Héctor le mata.
Aquiles la enterarse arde de furia y regresa al combate. Encuentra a Héctor y lo mata. Lo ata a su carro y lo arrastra por todo el campamento griego. Solo accede a que se le entierre cuando Príamo acude y le pide piedad para su hijo.
Más tarde Aquiles cae en la batalla por una flecha de Paris. La flecha le da en el talón, su punto débil, y muere.
El caballo de Troya
La guerra no se decide por uno de los dos bandos. Entonces Ulises tiene una idea de las suyas. Hace construir un caballo gigantesco y lo hace pasar por un presente de los griegos hacia la ciudad de Troya. Los troyanos creen que en el engaño del caballo y celebran su victoria. Meten el caballo en la ciudad y festejan sin mesura. Pero el caballo no es un regalo. El caballo lleva en su interior a toda la tropa griega esperando el momento adecuado. Cuando los ecos de la celebración se extinguen, los griegos salen de su escondite y atacan a los desprevenidos troyanos.
Los troyanos caen derrotados.
Los desastres de la guerra
Los griegos se comportan como cualquier otro vencedor. No se conforman con ganar la batalla a los guerreros sino que ultrajan a las mujeres y asesinan a los niños.
Pero el destino no está dispuesto a perdonar la violencia de los griegos y se encarga de castigarlos por los actos cometidos. Pocos griegos regresas sanos y salvos y de los que lo consiguen no todos sortean la muerte o el destierro.
Casandra escapa de la batalla y se refugia en el templo de Atenea, pero Áyax, uno de los griegos, la encuentra y la viola allí mismo. Más tarde pagará el haber cometido aquel acto violento en el templo de Atenea. Luego Casandra es entregada a Agamenón como botín de guerra. Agamenón la hace su amante. Ambos regresan a Grecia y Agamenón es asesinado por su mujer y por el amante de ésta. Casandra corre la misma suerte.
Ulises tarda veinte años en llegar a Ítaca y por el camino pierde a todos sus compañeros.
Diomedes regresa al hogar para descubrir que su esposa planea matarle y quedarse con el poder. Desesperado, él mismo se autodestierra.
El regreso de Menelao tampoco es sencillo. Entra en Troya dispuesto a matar a Helena, pero cuando la encuentra, ella se le muestra desnuda y sugerente. Menelao deja caer la espada y la perdona. Pero antes de regresar él también ha de purificar su culpa. En ello emplea varios años.
Hécuba, la esposa de Príamo, tiene que contemplar como los griegos arrasan Troya y a sus hijos con ella. Luego es reducida a la esclavitud. En venganza saca los ojos al rey de Tracia y mata sus hijos.
Andrómaca, la esposa de Héctor, tiene que ser testigo del asesinato de su hijo, que es arrojado por las murallas. Luego es entregada al hijo de Aquiles, un chiquillo violento que busca en ella no solo una amante, sino también una madre.
El héroe Eneas huye con su anciano padre Anquises y con su hijo Ascanio. Tras mucho vagabundear, crea un reino en Italia. Es el único de los héroes troyanos que sale bien parado.
La guerra de Troya admite varias interpretaciones. Hay quien dice que Helena jamás estuvo en Troya y que la guerra escondía oscuras intenciones ( robar una estatua de Atenea: el Paladio, que se encontraba en Troya). Otros dicen que fue idea de los dioses. Hartos del ruido que hacían los humanos, decidieron que lo mejor era acabar con unos cuantos. Visto bien, una buena guerra devuelve la calma
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la guerra de Troya
Como en muchas ocasiones hemos indicado, la mitología y la realidad se entremezclan de tal manera que en algunas ocasiones es difícil saber qué hay de verdad y que de mito en toda la história de Grecia y más concretamente en la guerra de Troya.
Troya fue una de las ciudades más importantes de la antiguedad, situada en lo que sería actualmente una de las zonas marítimas de la costa de Turquía, poseía una situación estratégica, un puente entre Oriente y Occidente y un lugar de paso para las mercancías que eran transportadas al continente europeo. Hasta principios del s.** se pensó que Troya era una ciudad mitológica y que por lo tanto no había existido, sólo en la mente del gran escritor de la antiguedad Homero, no obstante un arqueólogo alemán (Schliemann) a mediados del S.** logró rescatar del las ruinas lo que fue la ciudad de Troya, y fue entonces cuando la comunidad científica empezó a cuestionarse el relato de la Guerra de Troya como cierto.
LA PROFECÍA ________________________________________________________
Se sabe que Troya estaba regida por el rey Príamo el cual tuvo varios hijos entre ellos Héctor y Paris. Este último fue abandonado al cuidado de unos pastores porque en el día de su nacimiento las profecías auguraban que éste acabaría con Troya. Pasaron los años y aquel niño inquieto y algo soberbio se hizo adulto, ignorando su pasado, fue a la ciudad de Troya a combatir en uno de los numeros torneos que se celebraban en la ciudad. Lo que nadie esperaba es que Paris saliera vencedor, Príamo se dió cuenta que el ganador era su hijo por lo que, ignorando los consejos de su familia y sus sacerdotes, lo volvió a aceptar en su casa.
EL MITO ________________________________________________________
Un buen día, Tetis y Peleo se casaron, a su boda habían asistido todos los Dioses y algunos hombres ilustres entre ellos el mismo Príncipe Troyano Paris, pero habían olvidado invitar a una de las Diosas, la de la discordia....
Ésta, llena de ira, lanzó entre una densa niebla una manzana de oro sobre la mesa, con una inscripción: "a la más bella", rápidamente tres diosas: Hera, Afrodita y Atenea, quisieron hacerse merecedoras del trofeo, pero como ninguna de las tres daba su brazo a torcer, solicitaron la ayuda de Zeus para que intercediera, pero éste rehusó, por lo que finalmente obligaron a que fuera Paris a que escogiera por juicio propio. Las tres Diosas, cada una por su lado, intentaron chantagear a Paris, ofreciéndoles diferentes presentes, Hera le ofreció riquezas, Atenea poder y sabiduría, mientras que Afrodita le propuso entregarle la mujer más hermosa de la Tierra comparable a la que ella misma poseía. Paris, depués de meditarlo se decantó por la opción de Afrodita y ésta le mostró a la mujer, era Helena princesa Griega, y mujer de Menelao, regente de una de las polis Peloponesas.
2006-10-21 12:47:52
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answer #6
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answered by JOHANITA 2
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