¿Es posible la reconciliación?
“Es fácil iniciar los trámites del divorcio de manera impulsiva —observa el libro Couples in Crisis (Matrimonios en crisis)— y, sin embargo, debe haber muchos matrimonios que en esencia valen la pena y que podrían salir airosos si resolvieran los problemas.”
ESTE comentario armoniza con una antiquísima enseñanza de Jesucristo sobre el divorcio. Aunque él dijo que al cónyuge inocente le está permitido obtener el divorcio en caso de infidelidad, no indicó que fuera una obligación hacerlo (Mateo 19:3-9). Puede que el cónyuge fiel tenga razones para intentar salvar su matrimonio. Quizás el transgresor aún ame a su esposa, o tal vez sea un marido y un padre cariñoso que mantiene debidamente a su familia. Teniendo en cuenta sus propias necesidades y las de sus hijos, el cónyuge fiel puede optar por la reconciliación en vez del divorcio. De ser así, ¿qué factores debe considerar, y cómo puede superar las dificultades que entraña la reconstrucción del matrimonio?
Ante todo, cabe indicar que ni el divorcio ni la reconciliación son fáciles. Tampoco el simple hecho de perdonar al cónyuge adúltero soluciona los problemas de fondo de la pareja. Por lo general, para salvar un matrimonio se necesita un dolorosísimo examen de conciencia, comunicación franca y mucho empeño. Los esposos a menudo subestiman el tiempo y el esfuerzo que exige rehacer un matrimonio dañado. Con todo, muchos han perseverado y han sido recompensados con una unión estable.
Interrogantes que deben contestarse
Para tomar una decisión bien fundada, el cónyuge fiel debe aclarar sus sentimientos y saber qué posibilidades de elección tiene. Podría reflexionar sobre las siguientes preguntas: ¿Desea él volver? ¿Ha terminado definitivamente la relación adúltera, o se muestra reacio a hacerlo de inmediato? ¿Ha dicho que lo siente? En ese caso, ¿se ha arrepentido sinceramente y siente remordimientos por lo que hizo, o tiende a culparme de su falta? ¿En verdad lamenta el daño que ha causado, o solo está acongojado porque su relación ilícita ha salido a la luz y se ha visto malograda?
¿Y qué ocurrirá en el futuro? ¿Ha empezado a rectificar las actitudes y acciones que lo condujeron al adulterio? ¿Está firmemente resuelto a no volver a cometer el mal, o todavía tiende a coquetear y a formar lazos emocionales indebidos con personas del sexo opuesto? (Mateo 5:27, 28.) ¿Se ha comprometido del todo a rehacer el matrimonio? Si es así, ¿qué está haciendo a tal efecto? Las respuestas apropiadas a estos interrogantes pueden servir de base para creer que es posible restaurar el matrimonio.
La comunicación es fundamental
“Resultan frustrados los planes donde no hay habla confidencial”, dice un escritor bíblico (Proverbios 15:22). Este es el caso cuando el cónyuge inocente siente la necesidad de conversar con su pareja sobre la infidelidad. Sin entrar necesariamente en detalles íntimos, quizás puedan hablar con el corazón en la mano a fin de sacar a flote la verdad de lo acaecido y aclarar las ideas equivocadas. Esto, a su vez, evitará que la pareja siga distanciándose debido a los malentendidos y el resentimiento prolongado. Es cierto que tales conversaciones pueden resultar penosas para ambos, pero muchos han descubierto que son una parte importante del proceso para restaurar la confianza.
Otro paso esencial para una reconciliación efectiva es tratar de determinar los puntos conflictivos del matrimonio, aquellas cosas en que ambos esposos tienen que mejorar. Zelda West-Meads aconseja: “Cuando hayan hablado lo suficiente de la dolorosa situación, cuando hayan decidido que la aventura ha terminado definitivamente y que a pesar de todo desean conservar su unión, determinen en qué han fallado y renueven el matrimonio”.
Quizás no se hayan mostrado el debido aprecio el uno al otro, hayan desatendido las actividades espirituales o no hayan pasado suficiente tiempo juntos. Es posible que usted no haya dado a su cónyuge el amor, la ternura, la alabanza y la honra que este necesitaba. Volver a evaluar juntos sus metas y sus valores fomentará la unión y evitará actos futuros de infidelidad.
Esfuerzos por perdonar
A pesar de sus esfuerzos sinceros, puede que a la esposa herida no le resulte fácil perdonar a su marido, y mucho menos a la mujer con quien cometió la infidelidad (Efesios 4:32). Pero sí puede procurar librarse paulatinamente del resentimiento y la amargura. “El cónyuge fiel debe reconocer que llega un momento en que hay que seguir adelante —dice una obra de consulta—. Es importante que no siga sacando a colación las faltas pasadas de su pareja para castigarla cada vez que surja una discusión.”
Muchos han descubierto que al esforzarse por reducir y eliminar el fuerte resentimiento, con el tiempo han dejado de sentir hostilidad hacia el ofensor, lo que constituye un paso esencial en la reconstrucción de un matrimonio.
Aprenda a confiar otra vez
“¿Podremos volver a confiar el uno en el otro?”, preguntó muy turbada una esposa, y con razón, pues la traición del adúltero destruye —o al menos perjudica gravemente— la confianza que se tenía en él. Como un jarrón precioso, la confianza es fácil de romper y difícil de reparar. El hecho es que debe existir confianza y respeto mutuos para que una relación no solo sobreviva, sino también prospere.
Esto significa que hay que aprender a confiar otra vez. En lugar de exigir con insensibilidad que confíen en él, el cónyuge culpable puede contribuir a ganarse la confianza siendo totalmente abierto y honrado con respecto a sus actividades. A los cristianos se les insta a ‘desechar la falsedad y hablar verdad’ los unos con los otros (Efesios 4:25). Para recuperar la confianza, empiece por “dar a su [esposa] un itinerario exacto de todos sus movimientos —aconseja Zelda West-Meads—. Dígale adónde irá y cuándo regresará, y asegúrese de estar donde dijo que estaría”. Si cambia de planes, manténgala informada.
Recobrar el amor propio requiere tiempo y esfuerzo. El esposo culpable puede ayudar no escatimando sus muestras de afecto ni sus palabras de encomio, repitiéndole a su mujer que la aprecia y la ama. “Reconózcanle el trabajo de sus manos”, recomienda una respetada consejera matrimonial (Proverbios 31:31, La Nueva Biblia Latinoamérica, 1995). Por su parte, la esposa puede ir recuperando la confianza en sí misma centrando su atención en las cosas que hace bien.
Lleva tiempo
En vista del dolor tan intenso que causa la infidelidad, no sorprende que después de muchos años aún puedan acudir a la memoria recuerdos vívidos y dolorosos. Sin embargo, a medida que la herida vaya sanando, la humildad, la paciencia y el aguante por parte de ambos componentes de la pareja contribuirán a restaurar la confianza y el respeto (Romanos 5:3, 4; 1 Pedro 3:8, 9).
“El dolor horrible de los primeros meses no es duradero —asegura confortadoramente el libro To Love, Honour and Betray—. Con el tiempo desaparece [...]. Al final, descubres que puedes pasar días, semanas, meses y hasta años sin pensar en lo ocurrido.” Al seguir aplicando los principios bíblicos en su matrimonio y buscando la bendición y guía de Dios, sin duda experimentará el efecto tranquilizador de “la paz de Dios que supera a todo pensamiento” (Filipenses 4:4-7, 9).
“Volviendo la vista atrás —dice Pedro—, vemos que lo sucedido cambió el rumbo de nuestra vida. Aún tenemos que hacerle algunas reparaciones a nuestro matrimonio de vez en cuando, pero superamos la prueba, seguimos casados y somos felices.”
Ahora bien, ¿y si el cónyuge inocente no tiene motivos para perdonar al infiel? ¿Y si lo perdona (en el sentido de no abrigarle resentimiento), pero por buenas razones decide valerse de la provisión bíblica del divorcio? ¿Qué problemas conlleva el divorcio? Lo invitamos a considerar los factores que hay implicados en un divorcio, y cómo algunos han hecho frente a la situACION.
A efectos de simplificar, nos referiremos a la esposa como el cónyuge fiel, si bien los principios analizados son igualmente aplicables al marido cuya esposa le es infiel.
Sírvase ver el artículo “El punto de vista bíblico: Adulterio: perdonar o no perdonar”, en ¡Despertad! del 8 de agosto de 1995.
Apoyo significativo
En vista de la multiplicidad de factores que han de tenerse en cuenta, es útil buscar la asistencia de un consejero experto y equilibrado. Los testigos de Jehová, por ejemplo, pueden acudir a los ancianos de la congregación, que son hombres bondadosos y compasivos (Santiago 5:13-15).
Se insta a los consejeros, amigos y parientes a que no promuevan sus preferencias personales y a que no defiendan ni condenen el divorcio con fundamento bíblico o la reconciliación. Una cristiana que pasó por un divorcio recomienda: “Dé mucho apoyo, pero déjenos decidir lo que hemos de hacer”.
El consejo debe basarse sólidamente en la Biblia. “No les diga cómo deben o no deben sentirse —sugiere una divorciada—; más bien, deje que hablen con el corazón en la mano.” Comprender los sentimientos de la persona y mostrarle cariño fraternal y tierna compasión ayudarán a aliviar las hondas heridas causadas por la traición conyugal (1 Pedro 3:8). Un experto consejero indicó: “Existe el que habla irreflexivamente como con las estocadas de una espada, pero la lengua de los sabios es una curación” (Proverbios 12:18).
“Necesitaba comprensión, ánimo y unas palabras de consuelo —recuerda un esposo fiel—, y mi esposa ansiaba guía específica y encomio por sus esfuerzos, un apoyo tangible que la ayudara a seguir adelante.”
Si una persona decide divorciarse o separarse por motivos bíblicos después de haber reflexionado detenidamente y bajo oración, no debe dársele consejo de una manera que la haga sentirse culpable; por el contrario, hay que ayudarle a superar los sentimientos de culpa injustificados.
“Si usted desea ser una fuente significativa de consuelo —señala una víctima—, nunca olvide las profundas emociones humanas que están implicadas en la situación.”
Por qué algunos siguen juntos
En muchas comunidades, hay esposas a las que no les queda más remedio que continuar al lado de un marido adúltero e impenitente. Por ejemplo, algunas cristianas que viven en zonas conflictivas o de bajos ingresos han permanecido con un marido infiel que en otros aspectos continúa proveyendo lo necesario para su familia, aunque no sea creyente. De este modo cuentan con un techo, la protección necesaria, un ingreso fijo y la estabilidad relativa que produce la presencia del marido en el hogar, aun cuando sea infiel. Han concluido que quedándose, por difícil o desagradable que les resulte, tendrán —dentro de las circunstancias— un mayor control de su vida que si tuvieran que luchar solas.
Después de aguantar esta situación —a veces durante muchos años—, algunas esposas han tenido la dicha de finalmente ver a sus esposos cambiar y convertirse en maridos cristianos fieles y amorosos (compárese con 1 Corintios 7:12-16).
Por eso, no debe criticarse a quienes opten por seguir con un cónyuge impenitente. Su decisión no es nada envidiable, y merecen que se les dé toda la ayuda y el apoyo que necesiten.
¿De quién es la culpa?
Es verdad que en algunos casos las imperfecciones del cónyuge inocente tal vez hayan contribuido a que la relación sea muy tirante; no obstante, la Biblia dice que “cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo. Entonces el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado” (Santiago 1:14, 15). Aunque puede haber varios factores, la causa principal del adulterio es el “propio deseo” de la persona. Los problemas maritales originados por las faltas del otro cónyuge, de ninguna manera se resuelven con el adulterio (Hebreos 13:4).
Más bien, los problemas matrimoniales se pueden solucionar cuando ambos esposos perseveran en la aplicación de los principios bíblicos, lo que incluye ‘soportarse el uno al otro y perdonarse liberalmente’. Asimismo deben seguir manifestando cualidades como “los tiernos cariños de la compasión, la bondad, la humildad mental, la apacibilidad y la gran paciencia”. Y, lo que es más importante, deben “[vestirse] de amor, porque es un vínculo perfecto de unión” (Colosenses 3:12-15)
Escuchar con atención lo que cada uno tiene que decir puede ayudar a reconstruir el matrimonio
2006-10-18 11:32:48
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answer #6
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answered by S/N 2
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