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es algo fisico o psicologico asociado con lo fisico?

2006-10-14 04:31:30 · 9 respuestas · pregunta de Anonymous en Salud Salud mental

9 respuestas

desde el mo mento que no se respetan los limites de la vida propia y la de los demas .

2006-10-14 04:34:25 · answer #1 · answered by eduar elpregunton 2 · 0 0

La genialidad y la locura van de la mano.
Todos los genios son locos y todos los locos son genios.

2006-10-17 23:03:09 · answer #2 · answered by lalula 3 · 0 0

Despues de leer lo de MABEL I ya ni me acuerdo que queria contestar yo , eso seguro era mucho mas breve y simple!!!!!Chau

2006-10-14 19:33:12 · answer #3 · answered by Tournesol 4 · 0 0

A ver que te parece esta respuesta: la genialidad implicaría una producción, ya sea en las ideas, en la literatura, algún invento tal vez; la locura implica casi siempre autodestrucción y destrucción de las personas que rodean al que padece la locura.
Pienso que el origen es psicológico, producto de un gran sufrimiento que se manifiesta en lo físico. La locura psíquica "invade" el cuerpo y se manifiesta en esa autodestrucción y proyección de destrucción hacia otros.
De alguna manera la genialidad podría pensarse como "locura" porque se aventura a mundos que trascienden lo habitual, sale de "lo común" pero no agrede ni destruye al "portador" ni al mundo que lo rodea.

2006-10-14 19:24:11 · answer #4 · answered by Hebenia 1 · 0 0

son ambas cosas... ya que para uno son genialidades... y para otros son de locura... pero esas genialidades son las que mas atraen a las masas... y las locuras son de menor cantidad detectables...

2006-10-14 12:18:30 · answer #5 · answered by gallo77 2 · 0 0

Resulta fácilmente comprensible que para cualquier persona, ya sea profana o especialista, resulte sorprendente, y a la vez inquietante, el hecho de que genialidad y locura puedan darse en una misma persona. Si además, se añade el hecho de que estamos hablando ante matemáticos y vamos a hablar de un matemático genial pero gravemente perturbado, cómo es John Nash, se comprende que no sólo haya una gran curiosidad sobre como pueden darse dos cosas casi opuestas a la vez, sino que dado que genialidad y locura no son incompatibles, las dudas y temores ante una imagen que se puede fácilmente confundir con una imagen especular, se multipliquen exponencialmente.

¿ La locura es el precio que hay que pagar por ser genial? ¿ Tienen alguna relación entre sí? ¿ Tener la valentía de ser creativo y original en el propio pensamiento conlleva tener que pagar un altísimo precio por otra parte? ¿Hay algunas profesiones y actividades de riesgo que favorecerían o que incluso en sí mismas provocarían el deslizamiento hacia la locura?

Les confieso que conforme iba preparando esta conferencia, me iba dando cuenta, no sin angustia, de mi error de cálculo sobre la magnitud y el calado del envite, puesto que frente a todo intento de respuesta, surgían varias preguntas más, que no me quedaba más remedio que orillar si quería venir a contarles algo. No seré nada ambiguo, para aportar algo estructurado y original esta conferencia habría necesitado al menos un año de preparación. Pero también les confieso que disfruto enormemente con este tipo de eventos, ya que me obligan a replantearme conceptos como sólo puede hacerlo cuando tengo la necesidad de traducirlos al lenguaje sencillo y del sentido común.

Así pues, me conformo si consigo dejar la puerta abierta al diálogo entre matemáticos y psiquiatras, y si dentro de un tiempo nos volvemos a ver y continuamos algo iniciado hoy. Uds., matemáticos, tienen muchas cosas que contarnos y quizás nosotros también tengamos algo que decirles.

En primer lugar, haré una pequeña introducción a la psicopatología, que les prometo que intentaré que sea lo menos farragosa posible, de tal manera que nos permita orientarnos en la sintomatología de John Nash. Después me acercaré a las dos versiones que tenemos de su vida, el libro biográfico y la película, de las ya que les adelanto que tienen muy poco en común, y por último, con estos elementos desbrozados, intentaré reflexionar sobre las preguntas que formulaba anteriormente.


En la psicopatología hay tres estructuras básicas de personalidad a partir de las cuales se edifica toda la clínica. Las tres estructuras son la neurosis, que es la gente más o menos normal, la psicosis, que es lo que se acercaría más a la locura en el sentido vulgar del término y la perversión, que es en torno a la cual aparece la psicopatía.

Como les prometí no aburrirles o algo parecido, empezaré contándoles un chiste de Eugenio, chiste que nos es muy querido a los psicoanalistas y que quizás nos ayude a comprender el fenómeno psicótico.

Se trata de un hombre de treinta años que vivía con su madre y que llevaba toda su vida sin decir ni una sola palabra. Jamás había hablado ni una palabra. Una buena mañana, cuando está desayunando y toma un sorbo de leche, exclama de repente “ la leche está demasiado caliente". La madre, sin salir de su asombro, le dice: “pero, hijo, si sabes hablar, yo creía que eras mudo de nacimiento, ¿Cómo es posible que no hayas dicho nada hasta hoy, que te hayas mantenido sin decir ni una sola palabra toda tu vida?”. Y el hijo, sin inmutarse demasiado, la responde: "no he dicho nada en toda mi vida porque hasta hoy todo lo habías hecho perfecto".

El chiste que aparentemente es banal, contiene las claves que diferencian una estructura neurótica, ésto es normal, y una estructura anormal, no diré psicótica, pero si diré fracasada en la estructuración del psiquismo humano. O si lo prefieren en otras palabras: el hijo que tiene una madre que es capaz de satisfacer todos los deseos, no tiene ninguna razón para pedir nada y no teniendo nada que pedir, no tiene porqué tomarse la molestia de hablar, y no olviden que hablar es simbolizar y simbolizar es específico del ser humano. Así, podría estar en eterno silencio porque no hay ninguna necesidad de hacer el esfuerzo simbolizante que significa decir, por ejemplo, “tengo hambre” o “la leche está demasiado caliente”. Trato de decir que para hablar, para simbolizar, es necesaria una frustración que será el motor que empujará el deseo de salir de ella pidiendo algo, haciendo una demanda que finalmente nos convertirá en seres humanos y nos diferenciará irreversiblemente del resto de los animales. A partir de ese momento, nada, absolutamente nada, es igual en un hombre que en un animal, en la medida en la que el lenguaje, el símbolo, lo condicionará todo, hasta los instintos, que nunca podrán volver ser los mismos que en un animal. Quizás algunos de Uds. se hayan dado ya cuenta de que les estoy diciendo que para el psicoanálisis, es la frustración que marca el tabú del incesto la que estructura el psiquismo humano.

En la psicosis algo de todo esto falla, y en lo que les voy a decir ahora hay algo de mi propia conjetura, porque de alguna manera, nos acercamos a lo mítico. Veamos : ¿ Es posible que haya una madre que en treinta años sea capaz de no cometer ni un solo error con su hijo? ¿ Es posible que haya una madre tan perfecta que jamás se equivoque, que conozca tanto los deseos de su hijo que siempre sepa lo que su hijo desea, que siempre sepa la temperatura exacta a la que tiene que estar la leche?

Yo creo que no. ¿Qué ocurre entonces? Pues que, y es aquí donde la conjetura es mía, el hijo del chiste no se da cuenta mas que al cabo de treinta años de que la leche está ardiendo, de que ya lleva un montón de ampollas en la boca por quemaduras y de que, hasta ese día, no se ha dado cuenta de que la leche estaba ardiendo. Es algo que se puede ver bastante frecuentemente en las esquizofrenias: cualquiera que haya trabajado con ellos ha constatado que van llenos de quemaduras de cigarrillos y que jamás se quejan de ese dolor porque sencillamente no lo sienten.

Para poder entender algo de lo que sucede, es necesario recurrir al concepto de Freud llamado verwefung en alemán, desestimación en castellano, que consiste básicamente, en una pérdida de una percepción que es desestimada de tal manera que hasta el propio órgano propioceptivo se pierde. Es una especie de agujero en la percepción de algo, pero no por ejemplo como una simple ceguera, en la que no se ve sino que tampoco hay ni tan siquiera ojos.

Ahora bien, tengan en cuenta que para poder percibir algo, es necesario que haya un estímulo que vaya a parara algún sitio, algo que en función de una serie de percepciones anteriores pueda discriminarlo, clasificarlo como doloroso o como placentero, y para poder hacerlo se necesitan experiencias anteriores archivadas, se necesita una historia anterior que le de sentido a aquello que estamos percibiendo. En resumen, se necesita una subjetividad que será la encargada de darle el sentido a esa percepción. Si lo situamos en el chiste de Eugenio ¿alguien podría afirmar de esa persona que no habla que es el hijo de esa madre perfecta? No, simplemente es alguien que está callado desde hace treinta años, pero al hablar se resitúa automáticamente como hijo, puesto que dice mamá, la leche está quemando, pónmela a la buena temperatura y al pedirlo y situarse como hijo, ya hay una subjetividad.

Si tienen un poquito de paciencia les intentaré explicar lo que se entiende en psicoanálisis por subjetividad y cual es la conditio sine qua non de su formación. Tomemos cualquier palabra, por ejemplo la palabra mesa. Para poder explicar qué es una mesa alguien podría hacer preguntas infinitas. Podríamos decir que la mesa está hecha de madera, a su vez podríamos seguir con el hecho de que la madera viene de los árboles, a su vez podríamos seguir con que los árboles vienen de la tierra, después podríamos hablar de cómo crecen los árboles, de cómo se talan para hacer una mesa, y eso por cogerlo sólo por un lado, porque también podríamos empezar a hablar del color de la mesa, de lo que es una pintura, de lo que son los colores y así infinitamente. Supongo que entienden lo intento decirles: que, en último término, yo no puedo decir qué es una mesa. Al final tendría que hacer un tope demarcatorio, una demostración ostensiva de lo que es una mesa y decirles: miren, esto es una mesa. Pero esto no soluciona el problema porque pese a ese tope demarcatorio alguien podría seguir preguntando ¿Pero esto qué es? ¿Qué es una mesa? Y tendríamos que volver a empezar.

Como verán, hay un significado último que falta. En el fondo nadie puede explicar lo que es una mesa, tenemos que aceptar que esa significación falta y, a pesar de todo, seguir sabiendo todos lo que es una mesa. Es decir, tolerar la frustración y la incertidumbre de no saber qué es una mesa, tolerar una significación ausente, un cero de significación y, a pesar de todo seguir hablando de la mesa, seguir significando. Una frustración, les vuelvo a recordar, que el hijo de la madre perfecta no tenía que soportar.

No quisiera volverme farragoso, pero imagínense lo que puede ocurrir en el ámbito de la estructuración de la subjetividad de una persona cuando no existen algunas percepciones claves. O si lo prefieren de otra manera: el hijo del chiste necesita de una subjetividad para poder percibir el dolor, para poder percibir que se está quemando. Si esta subjetividad no está estructurada se corre el riesgo de que las voces que se escuchan se confundan con voces que vienen del exterior, cuando en realidad no hay tales voces. O la de tomar las propias intuiciones no como hipótesis a validar con la realidad, sino como revelaciones de los extraterrestres. El caos puede ser absoluto y lo subjetivo confundido con lo objetivo sin ningún tipo de punto de referencia. Freud lo sistematizó con una frase llena de inteligencia: lo que ha sido abolido dentro viene desde fuera como una aparente manifestación de la realidad.

Y yo añadiría algo diferencial a este principio: esa aparente manifestación de la realidad patológica viene con una certeza absoluta: los extraterrestres me han hablado y eso no necesita ninguna comprobación, mientras que la no patológica, viene con un aura de incertidumbre más o menos confesada ¿ de verdad habrán sido los extraterrestres los que me han hablado? Tendré que hacer las oportunas comprobaciones......

Si no los he mareado ni los he perdido definitivamente como interlocutores, me gustaría complicarlo un poquito más. En el coloquio posterior intentaré, aclarar, si puedo, aquello que no quede claro.

Lo que nosotros vemos en los delirantes no es la patología propiamente dicha. Porque el delirio, en sí mismo, no es la patología sino el intento de restituir algo, el intento de curación. Salvando las distancias les diré que es algo así como la fiebre en un proceso infeccioso: el problema no es la fiebre, ya que ésta no es más que la defensa del organismo, sino que el problema es la infección que provoca la fiebre.

Hay cuatro fases que se dan ineluctablemente antes de llegar al delirio y que se observan siempre en la clínica: Primero, una pérdida de interés por el mundo exterior, segundo un repliegue sobre sí mismo, sobre el mundo interno de pensamientos y fantasías, tercero la pérdida de contacto con la realidad y por último la reconstrucción de una relación con el mundo de una forma delirante. Esta última es la llamativa, la que obliga a llamar al psiquiatra, pero no olviden lo que les he dicho : no es más que el intento de restablecer el contacto perdido con el mundo, de recrear un mundo en el que el conflicto que ha llevado al delirio sea eludido. Cuando hablemos de John Nash iré mostrando estas fases en su descompensación delirante.

¿Y qué es lo que le lleva hasta el delirio? Si les decía que la primera fase es una pérdida de interés por el mundo, tendremos obligatoriamente que pensar que el delirante se encuentra en el mundo con algo que es incapaz de asumir, con algo que le resulta imposible elaborarlo, de tal manera que no le queda más remedio que, en un primer momento, emprender una discreta pero eficaz retirada frente a él.

Permítanme que en este momento dé un salto a la biografía de John Nash, que no a la película, para intentar encontrar que pudo provocar su primer episodio delirante.

Para aquellos de Uds. que no hayan leído la biografía de John Nash les diré que la película no cita un elemento de vital importancia: John Nash tuvo un hijo con una enfermera, al que llamaron John David, y al que John Nash nunca reconoció legalmente como hijo suyo, hasta el punto de que el abandono en lo que dejó al hijo y a la madre, obligó a esta última a entregarlo durante una larga temporada a un orfanato ya que era incapaz de poder mantenerlo. A pesar de ello, mantuvo una buena relación personal con él cuando el hijo fue mayor. Sus razones para no reconocerlo fueron que la madre, Eleanor, una sencilla enfermera y una mujer de baja procedencia, era impropia de una persona como él, que se creía un privilegiado no sólo por su inteligencia, sino también por su procedencia social, que consideraba, aunque de modo totalmente injustificado ya que procedía de una clase media de los más vulgar, que por alguna parte, su origen que era de alcurnia. Es decir, razones absolutamente narcisistas.

Ahora bien justo antes del delirio, John Nash fue padre de otro hijo nacido de su matrimonio con la mujer con la que se casó, Alicia. Para ser exactos la descompensación delirante se inició con la noticia del embarazo de Alicia, y cuando su hijo nació, John Nash estaba internado en la clínica McLean.

No crean que a pesar de estar casado con Alicia, una mujer muy inteligente, Licenciada en Físicas y procedente de buena familia, el reconocimiento psicológico del hijo fue algo fácil. Como botón de muestra les diré que el bebé pasó el primer año de vida sin nombre, y John Nash lo llamaba el bebé épsilon. Es obvio que este bebé, cuando fue mayor, desarrolló también una esquizofrenia, no así el hijo no reconocido que tuvo con Eleanor, y quien desde el primer momento tuvo nombre, fue identificado y tuvo una identidad, aunque probablemente no sea el único factor que incide en el desencadenamiento de una esquizofrenia.

Por donde íbamos. Si al primer hijo no pudo reconocerlo y la descompensación delirante surge con el nacimiento del hijo legítimo de su matrimonio, esto es, ineludible en cuanto a la paternidad, será porqué la paternidad le confronta frente a algo imposible de tramitar.

Y saltemos de nuevo al chiste de Eugenio. ¿ Alguien podría imaginar que en esa relación perfecta que la madre tiene con el hijo hay cabida para un tercero, para un padre? Si por algo se caracteriza esa relación que mantienen madre e hijo es precisamente porque sólo existen ellos dos, porque no existe nadie más en el mundo ya que, a partir del momento en el que hubiera otro a quien atender, de quien ocuparse, la madre ya no podría estar dispuesta para atender la más mínima demanda de su hijo. En otras palabras, no hay cabida para el padre.

Algo que parece ocurrirle también a John Nash, que no hay cabida para el padre, que no hay cabida para un tercero en la relación entre Alicia y él, que él no puede situarse en el sitio de padre porque para situarse en el sitio de padre es necesario tener un padre a quien identificarse, un modelo que constituya un modelo de referencia en positivo o en negativo, para ser como él o para no querer ser como él. Pero para no querer ser como él ya es necesario también un modelo, un ideal, un deseo de querer ser el mejor padre posible. ¿Cómo es posible que se tenga un padre y al mismo tiempo no se lo tenga, que no esté en ese sitio fundamental de estructurar la frustración del hijo del chiste de Eugenio? Sólo les puedo responder, de una manera aproximada, que de la misma manera en la que se puede tener un hijo y llamarlo durante un año el “bebé épsilon”. O aún más exactamente: de la misma manera que se puede tener un hijo, tener una buena relación con él, y no reconocerlo legalmente.

Volvamos sobre las cuatro fases que les decía que son necesarias para desencadenar un delirio. Se las repito: pérdida de interés por el mundo, repliegue sobre sí mismo y la propia fantasía, pérdida de contacto con el mundo real y por último delirio.

La pérdida de interés por el mundo y el repliegue sobre sí mismo son, de alguna manera, vasos comunicantes. Dicho de otra manera, el interés por el mundo que se pierde va a parar al propio mundo interior, de tal manera que lo único que pasa a importarle al psicótico es su propio mundo. La manifestación clínica más evidente de esta reversión de interés sobre sí mismo, y el propio mundo, es lo que denominamos megalomanía. Le pondré un ejemplo. Recuerdan que antes les he dicho que John Nash no reconoció a su primer hijo porque la madre, Eleanor, era de extracción humilde y que consideraba que era poco para su linaje. Como les decía, los padres de Nash eran de una clase media de lo más corriente de Bluefield. Pues bien, aquí podemos encontrar un buen ejemplo de cómo Nash se queda en las dos primeras fases del delirio: no tiene ningún interés por concederle a ese hijo un reconocimiento y ese mismo interés, en lugar de volcarlo sobre el hijo, lo vuelca sobre sí mismo en una megalomanía que lo empuja casi hasta un delirio de filiación. No llega a delirar, probablemente por el apaño que encuentra renegando del hijo, pero casi.

La película no muestra la verdadera personalidad de John Nash. Era un personaje prepotente, que no desperdiciaba ninguna oportunidad de pavonearse de sus logros, era despreciativo hacia todo lo que considerara inferior intelectual, social y hasta racialmente, no tenía el más mínimo empacho en humillar públicamente a quien fuera si tenía una oportunidad. Estaba lejos de la imagen del pobrecito indefenso que nos muestra la película. Evitaba vincularse a alguien de una forma afectiva, siempre mantenía las distancias y era incapaz de tener empatía, de colocarse en el sitio del otro y captar sus sentimientos. En la película hay buenos ejemplos de sus dificultades para ponerse en el sitio del otro, no sólo en las relaciones sociales, sino sobre todo con las mujeres, a las que les propone o bien intercambiar fluidos o bien realizar un coito. Y en la realidad, su imposibilidad para comprender lo que para una mujer puede significar un hijo. Tuvo numerosas relaciones homosexuales, hasta el punto de que en una ocasión fue sorprendido por la policía haciendo proposiciones a un hombre en un lavabo, lo que en pleno maccarthismo, le costó el puesto de trabajo en la RAND. Hay que señalar que la biografía deja siempre la duda de si eran amores de tipo platónico o reales. Sólo tuvo relaciones con dos mujeres, Eleanor y Alicia. Las mujeres le daban pánico.

Todos estos rasgos de personalidad que les he citado son rasgos narcisistas. Siguiendo el esquema de vasos comunicantes que les he propuesto antes, esto significa, por decirlo de alguna manera, que sólo se interesaba por sí mismo, y este interés por sí mismo implicaba muy poco interés por el mundo que le rodeaba. En realidad, tanto cuando estaba enfermo como cuando estaba sano, se pasaba el tiempo consigo mismo, ya fuera en sus pensamientos matemáticos, en los que estaba concentrado la mayor parte del tiempo cuando estaba sano, ya fuera en sus alucinaciones delirantes cuando estaba enfermo. Y aquí nos encontramos con algo paradójico: que ese otro al que Nash no puede reconocer en la vida real, toma un papel crucial en su teorización de del juego y del equilibrio Nash. No se la voy a describir porque sin duda la conocen Uds. mucho mejor que yo, algo de esa teoría aparece en película en la escena de la rivalidad por ligarse a la rubia, y en la que comprende que, al contrario que de lo que defiende Adam Smith sobre el mercado, no necesariamente se promueve el interés colectivo cuando se persigue el interés individual. Si en la película Nash lo comprende intentando ligar con la rubia, cosa que no fue así en la realidad, si que es verdad el principio básico que lo rige: reducir a cálculos matemáticos perfectamente previsibles la imprevisibilidad del ser humano frente su deseo. Porque es precisamente cuando uno se confronta al deseo del otro cuando más se confronta a las posibles heridas narcisistas por no ser deseado y no olvidemos que el deseo humano se mueve por todo, menos por lógica.

Sea como fuere, lo que a mí me interesa es que Nash teoriza aquello que en la vida real no sabe cómo manejar, con el otro y sobre todo con el deseo del otro, ( pienso que piensa que pienso que piensa que pienso que piensa......) que en términos económicos viene representado por los intereses del otro. “ Su mayor necesidad era la de descifrar el caos interior y exterior mediante el uso, en la máxima medida posible, de los recursos de su mente poderosa, audaz y fértil. Para él, su aparente carencia de necesidades humanas, era en todo caso, un motivo de orgullo y satisfacción que confirmaba su condición de ser excepcional. Se consideraba algo parecido al señor Spock de la nave espacial Enterprise” dice Sylvia Nasar en su libro. Es algo así como si Nash sólo pudiera reconocer la existencia de otro a distancia, en la teoría, donde a él no le afecte las posibles heridas del deseo del otro.

Desde este punto del narcisismo podemos entender algunas cosas, como por ejemplo, su homosexualidad. Qué duda cabe de que si uno quiere estar consigo mismo sobre todo, estará mejor con aquello que más se le parece y estará peor con aquello que más se diferencia de uno. Desde este punto de vista, tampoco cabe ninguna duda de que a un hombre se le parece más un hombre que una mujer. Y en el fondo, cuanto más se parezca, y además, más uno lo quiera, más uno se quiere a sí mismo. De la misma manera podemos entender que se intenten buscar las menores diferencias posibles, por ejemplo raciales, pues qué duda cabe de que un negro se parece bastante menos que un blanco a otro blanco. Así podemos entender que lo que antes les señalaba como despreciativo ante lo que consideraba inferior, es simplemente miedo ante lo diferente.

Si hago tanto hincapié en el narcisismo es porque en la teoría psicoanalítica, este narcisismo juega un papel crucial en la psicosis, hasta el punto de que en la clasificación psicopatológica del psicoanálisis, la psicosis se engloba dentro de los llamados trastornos narcisistas.

La temática fundamental de los delirios de Nash era de orden megalomaniaco: Se puso en contacto epistolarmente con embajadores, jefes de estado, Secretario General de la O. N. U, con el Papa etc. etc. para constituir una especie de Gobierno Mundial al que él ofrecía sus servicios. Todo era grandioso en su delirio, él mismo y sus perseguidores.

Porque es el desafío a su narcisismo, como el nacimiento de su hijo, unido probablemente al hecho de atravesar la barrera de los 30 años, lo que le llevan a su apuesta por demostrar la conjetura Riemann, algo que muy probablemente ya se puede enmarcar dentro de la descompensación de Nash. Imagínense lo que puede significar para alguien que no tolera el fracaso, asumir la apuesta, casi obligatoriamente pérdida de antemano, de demostrar la conjetura de Riemann.

Dejemos aquí por el momento la patología de Nash e intentemos ocuparnos un poco del otro Nash, del Nash genial, intuitivo y creador.

Si hasta ahora nos hemos ocupado de la estructura psicótica, para entender la creatividad vamos a tener que ocuparnos de la estructura neurótica, es decir, la normal.

Les subrayo algo que quisiera dejar bastante claro. La creatividad y genialidad de Nash no guardan ninguna relación con la locura. O si lo prefieren de otra manera: había un John Nash gravemente enfermo pero también hubo un John Nash capaz de un funcionamiento mental correcto.

Es algo que se puede seguir perfectamente en su biografía: en cada fase delirante no hay ni la más mínima creatividad y en cada fase de remisión, se convertía en el Nash excepcionalmente dotado para las matemáticas.

Intentaré aclararles algo del proceso creativo en el ser humano, que en psicoanálisis recibe el nombre de sublimación. Convendría matizar que la verdadera sublimación tiene poco que ver con estudiar mucho y sacar buenas notas o con trabajar mucho y ganar mucho dinero como vulgarmente se entiende. Eso podría entrar dentro de la simbolización y no hay que confundirla con sublimar. Más bien les diría que es debido al hecho de que el ser humano simboliza por lo que necesita sublimar.

El verdadero proceso de sublimación es otra cosa, es una ruptura audaz, valiente, arriesgada y sobre todo inmensamente creativa con los caminos establecidos para ir a buscar, con las solas armas de la expresión intelectual, pictórica, poética, musical, científica, etc. etc. por donde nadie había ido. No va de la mano de la cultura, más bien la subvierte, como si con los mismos elementos de la cultura, intentara atravesarla y hasta incluso destituirla y Nash es un buen ejemplo de ello: necesita y usa los conceptos utilizados hasta entonces pero para ir por otros derroteros completamente diferentes. Como intuirán es algo bastante restringido, no tanto por el número de personas capaces de ello ( se requiere tener esa capacidad de expresión), sino porque aunque todos podamos ser creativos, sólo lo podemos alcanzar en momentos determinados de nuestra vida. Nash, antes de caer enfermo por primera vez, tuvo la suerte de ser intensamente creativo, de tener el talento y la capacidad para la sublimación.

Volvamos un momento a nuestro socorrido chiste de Eugenio para intentar aclarar un poco esto. Cuando el hijo le dice a la madre que la leche está caliente, está simplemente simbolizando. ¿Cómo podría convertir esa demanda en sublimación? Pues lo podría hacer si encontrara un medio para seguir haciendo esa demanda pero, al mismo tiempo, esa expresión contuviera toda su rebelión frente a tener que pedir, toda su rebelión frente a las palabras simbolizantes, incluyendo en su rebelión al hecho de tener que simbolizar, y a pesar de todo, y expresándose con símbolos, manifestara su deseo de ruptura con la anterior simbolización, buscara otro camino para decirlo, y en ese momento se marchara y compusiera una sinfonía en la que expresara su rabia, su dolor por la quemadura, su tristeza por algo perdido, su añoranza por volver a recuperar a esa madre perfecta. Como comprenderán, el hijo se queda sin vaso de leche puesto que lo que va a expresar es mucho más que su demanda sobre el vaso de leche, aunque el vaso de leche esté en el origen de todo. Algo así es la sublimación, el proceso auténticamente creativo

¿Por qué una persona se siente compelida al enorme y doloroso esfuerzo que es la creatividad? Fíjense que digo doloroso porque imagínense el sufrimiento que implica lo que es pasarse casi las veinticuatro horas del día pensando que uno tiene que demostrar la conjetura de Riemann. ¿A quién le tiene uno que ofrecer el regalo de esa creación con semejante dolor? ¿Por qué tiene uno que hacer un esfuerzo tan titánico? ¿Que clase de deuda y con quién la está uno intentando saldar? Porque hay algo del orden de saldar una deuda, una culpa primordial con no sabemos bien qué o quien. Les subrayo que asumir esa deuda, que sentir esa deuda está en la base de sustentación de la estructuración psiquismo humano; de cómo nos situemos frente a ella, va a depender mucho la patología que uno presente y, en el caso de la psicosis se observa palmariamente la incapacidad de asumirla y tramitarla: son los demás, las voces, las alucinaciones, las encargadas de acusar, de perseguir. Les recuerdo aquí la frase de Freud que les citaba antes: lo que ha sido abolido dentro viene de fuera como una manifestación de la realidad. La culpa que Nash no podía asumir, se le manifestaba como delirio de persecución y, sin embargo, la parte normal de él, la que sí puede asumirla, la que le estructura como persona normal, la intenta saldar mediante el enorme esfuerzo de su creatividad.

Supongo que intuitivamente se darán cuenta de que en todo proceso creativo, hay algo muy destructivo. Y también supongo que esa es una de las razones por la que estoy aquí, porque sabiendo todos intuitivamente que para crear hay que destruir, quieren averiguar si la destrucción mental de Nash tenía que ver precisamente con ese monto de destrucción incontrolable que hay en todo proceso creativo.

Tranquilícense, no delira quien quiere sino quien puede. Dicho de otra manera, hay que ser psicótico para delirar. Fíjense en otros creadores como por ejemplo Picasso quien no de destrozó a sí mismo, sino a las mujeres que vivieron con él. Otros pueden destrozar su salud, otros caer en la droga, etc etc. Pero la forma en la que esa destrucción ineludible del proceso creativo se manifieste, dependerá de la personalidad previa y Nash ya desde su infancia, había dado signos de psicosis.

Desde su infancia se pueden rastrear ya algunas alteraciones llamativas, y muy probablemente a cualquier clínico infantil le habrían llamado la atención y habría recomendado indagar y diagnosticar sobre ellas, aunque debo señalarles que es en el a posteriori, esto es, cuando ya se ha producido la eclosión delirante, cuando dichas manifestaciones adquieren un significado revelador.

John Nash era un niño reservado, extraño, solitario e introvertido en el que lo que más llama la atención es su nulo interés por los juegos normales de su edad y, lógicamente, por el juego con otros niños de su edad. Es un hecho importante porque jugar es una actividad simbólica y simbolizante fundamental en el niño, donde se dirimen gran cantidad de conflictos de la infancia, hasta el punto de que los terapeutas infantiles, no tienen otro recurso en las psicoterapias infantiles que el juego, ya que es el único lenguaje que está al alcance de ellos y con el que pueden comunicar .

Y ya puestos a tranquilizarles, les señalaré otra diferencia que puede prestarse a confusión.

Uds. saben bien que hay ciertos autistas con una extraordinaria capacidad para las matemáticas. Ahora bien, fíjense bien porque en general estos autistas más que matemáticos, lo que son es potentísimas calculadoras humanas. Creo que hay una notable diferencia entre ser una potentísima calculadora humana y ser un matemático creativo como lo era Nash. Y es que en un autista apenas si hay capacidad de verdadera sublimación, de creación, porque las partes sanas de su personalidad son muy pequeñas y están muy limitadas, y los grandes logros a los que pueden llegar, son sólo la aplicación extraordinaria de sus capacidad para el cálculo, para la aplicación de algo ya establecido, ya creado.

Hay algo que en la película creo que se resalta más que en la biografía y creo vale la pena señalarlo ya que es la importancia que, a mi modo de ver, tuvo Princeton para la buena evolución de la enfermedad de Nash. Me refiero al papel trascendental que jugó el trabajo terapéutico que hicieron, colectivamente, los compañeros y alumnos de Princeton durante los largos años en los que Nash, ya divorciado de Alicia, estuvo solo. En la positiva evolución de Nash, Princeton se comportó como un auténtico taller terapéutico con una extraordinaria capacidad de contención psicológica de la angustia y el delirio de Nash, permitiéndole, desde esa contención, que él pudiera reestructurarse poco a poco dándole al mismo tiempo una razón para no encerrarse en su delirio y en su mundo psicótico y mantener un pie en la realidad a través de lo único que era capaz de atarlo a la realidad, las matemáticas. El proceso lo describió Nash de una forma muy ingenua: de forma gradual, empecé a rechazar intelectualmente las líneas de pensamiento influidas por el delirio que habían sido características de mi orientación. El elemento más identificable del inicio de ese proceso fue el rechazo del pensamiento orientado hacia la política por considerarlo un desperdicio inútil de esfuerzo intelectuales.

Digo que lo describe de forma ingenua porque para poder rechazar esas ideas intelectualmente se requiere ya un notable grado de discriminación entre la realidad y la fantasía, es decir que es justo al revés de cómo Nash lo describe; hay que estar ya bastante bien para poder rechazar las ideas delirantes.

Una sola duda les plantearía con relación al encomiable trabajo de la gente de Princeton y es la de que de no haber sido Nash un matemático tan brillante habría habido tanto movimiento de solidaridad como hubo.

No sé si he logrado responder a alguna de las preguntas que les señalaba al comienzo. Ahora, en el coloquio que seguirá intentaré aclarar lo que no haya quedado demasiado claro. Resumiendo, creo que si en ciertas cosas les he traído buenas noticias, como por ejemplo en lo de que genialidad y locura no van forzosamente de la mano e incluso son incompatibles en la creatividad, por otra parte, también les dejo claro que ser creativo y original exige un precio, a veces una altísimo precio, que pagan tanto el creador como los que le rodean.

No creo que hayan profesiones que sean en sí mismas especialmente perturbadoras desde el punto de vista mental. Les recuerdo que si Uds., los matemáticos, no tienen muy buena fama desde el punto de vista de la salud mental, nosotros, los psiquiatras la tenemos aún peor. ¿ Perturba tanto el ejercicio de la psiquiatría? Yo creo que no está ahí el problema sino en que para escoger ser psiquiatra, ya hay que andar buscando respuestas para algo que se intuye que no funciona. Algo parecido me parece que tiene que ocurrir en ciertas profesiones que requieren una intensa concentración, un gran repliegue sobre sí mismos y sobre el propio pensamiento. Nash es un buen ejemplo de cómo su narcisismo, cuando no lo llevaba al delirio, tenía la enorme utilidad de darle un gran valor a su propio pensamiento y por ello, le ayudaba a valorarlo y auto estimularlo.

Nada más. Espero no haber sido demasiado oscuro en las explicaciones. De cualquier manera, me daría por contento si consiguiera que dos ciencias como la suya y la mía, consiguieran un espacio común en el que pensar juntos, dialogar y enriquecerse mutuamente

2006-10-14 11:53:14 · answer #6 · answered by mabel l 3 · 0 0

El interés por los individuos superdotados ha dado lugar a grandes controversias. Una de las primeras fue desatada por las investigaciones del médico y criminalista italiano Cesare Lombroso (1836-1909), quien en su libro Genio y locura (1864) afirmó que existía una relación entre genialidad y locura. Algunos investigadores norteamericanos, más sensatos, se opusieron a esta tesis y se esforzaron por determinar los factores responsables de la inteligencia para intentar medirlos después. El resultado de estos estudios fue el CI, el llamado «cociente intelectual», que parte de un valor promedio de 100, por debajo de él se sitúa la mitad menos inteligente de la sociedad, y por encima la más inteligente, siendo su curva de distribución exactamente simétrica. Por eso se habla también de una «curva de campana», y uno de los libros más discutidos sobre el carácter heredkaiio de la inteligencia, cuyos autores son Ferrnstein y Murray lleva precisamente por título The Bell Curve.
La idea de que existe una relación entre la genialidad y la locura fue refutada empíricamente en los años 1920. Terman, un investigador norteamericano, fue el primero que sometió a pruebas de larga duración a personas con un CI superior a ciento cuarenta, llegando a la conclusión de que la mayoría de los superdotados son más maduros, más equilibrados psíquicamente e incluso más sanos físicamente que las personas con un cociente intelectual medio. En cierto modo, esto normalizó la genialidad y la liberó de su aura elitista. Pero el CI siguió siendo cuestionado. El descubrimiento de que la inteligencia es en gran medida un rasgo congénito provocó violentas reacciones al tiempo que bajó los humos a todas las utopías educativas, pues sólo si se admite que la inteligencia depende fundamentalmente de la influencia del medio social es posible sostener la esperanza de que la educación pueda hacer entrar al ser humano en razón. Esta postura constituye una excusa consoladora para muchos, ya que su posición rezagada con respecto a los más aptos no se debería a su falta de inteligencia sino a un medio social hostil.

2006-10-14 11:35:31 · answer #7 · answered by Darío B 6 · 0 0

Cuando se vuelve obsesivo y controla a la persona.

2006-10-14 11:33:21 · answer #8 · answered by perurespuestas 6 · 0 0

cuando empiezan a matar gente??

2006-10-14 11:32:43 · answer #9 · answered by yvan eht nioj 4 · 0 0

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