Era una vez una gota de agua que sintió de pronto el llamado de la mar y hacia el mar se fue apresurada y transparente. Por el cauce del riachuelo corría cantarina. Todo lo alegraba con su presencia: las riberas florecían a su paso, los bosques reverdecían, las avecillas cantaban. Y hacia el mar corría feliz y transparente.
Pero un día se cansó de caminar por el cauce estrecho del arroyo. Al saltar sobre la presa de un molino, divisó horizontes de tierra y en tierra quiso convertirse. Aprovechando el desagüe de una acequia se salió del arroyo y se estacionó.
Inesperadamente se sintió prisionera de la tierra, convertida en un charco sucio, maloliente, tibio: repugnantes animalillos crecieron en su seno y el sol dejó de reflejarse en él.
Pasó una tarde un peregrino, se detuvo ante el charco y, sentencioso, exclamó: “¡Pobre agua, estabas llamada a ser mar y te quedaste en charco!”.
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2007-01-17
03:29:28
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pregunta de
Anonymous
en
Religión y espiritualidad