Aquel matrimonio tenía cuatro hijas primorosas, lindísimas, verdaderas bellezas, unas muñecas las cuatro. El señor, sin embargo, anhelaba tener un hijo varón, de modo que le pidió a su esposa que se embarazara otra vez. Ella accedió, y nueve meses después el marido vio cumplida su ilusión; la señora trajo al mundo un robusto varoncito. Robusto, sí, pero feo como simio o cuadrumano. El esposo se consternó al verlo, y exclamó: "-¡El niño está espantoso! ¡Asusta al sólo verlo! ¡No es posible que yo, padre de cuatro niñas hermosísimas, sea también el padre de esta criatura tan horrenda! Dime, mujer: ¿acaso me engañaste?".
Responde afligida la señora:
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"-Esta vez no"...
2007-11-03
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Música y ocio
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