Aristóteles, en sintonía con la globalidad de su programa filosófico, suprime la distinción entre la realidad y la apariencia del tiempo: no tiene sentido explicar la physis a través de algo que está más allá de ella. De ahí que la eternidad de la que habla Platón pase a corresponderse con el suceder del tiempo susceptible de percepción. Ahora bien, lo que da lugar a la percepción del tiempo es el movimiento, de modo que el tiempo no puede concebirse sino como algo consustancial al mismo (ver textos ). De esta manera, Aristóteles acomete el análisis del tiempo con muchas precauciones, y declara que es un tema harto difícil.
Para abordar la cuestión del tiempo, su naturaleza y estructura, Aristóteles lo vincula al movimiento, pero lo separa de éste, ya que un movimiento puede ser rápido o lento, mientras que esto no tiene sentido decirlo del tiempo, ya que la rapidez o lentitud lo son respecto de él. El tiempo, dice, es algo que pertenece al movimiento, es el número del movimiento según lo anterior-posterior.
El tiempo no es, pues, un movimiento, pero no existiría sin él, ya que solamente existe cuando el movimiento comporta un número. Ahora bien, el problema es si existiría el tiempo sin el alma ya que, si no existe nada que verifique la operación de numerar, nada habría susceptible de ser numerado y, por tanto, tampoco habría número ni tiempo. De esta manera, no puede haber tiempo sin el alma. De hecho, no sólo la posición aristotélica deja muchos interrogantes sin contestar, sino que, a veces, Aristóteles elude realmente enfrentarse a ellos. Así, por ejemplo, se pregunta si el tiempo debe colocarse entre los seres o entre los no-seres, y su respuesta es ambigua; a veces lo considera como una categoría, pero a veces lo considera como un pospredicamento; declara que es el número del movimiento, pero no depende sólo de éste, sino que depende también de un alma que numere, etc. Consciente de la dificultad del estudio del tiempo Aristóteles mismo plantea algunas de las principales aporías que esta noción engendra. Así, por ejemplo, estudia la noción de instante, al que declara, respecto del tiempo, análogo al punto respecto del espacio, es decir, el tiempo no se compone de instantes, de la misma manera que una línea no se compone de puntos, pero ambos conceptos expresan una noción de límite (ver texto ), en el cual se anulan las características propias del tiempo y del espacio (un instante no dura, como un punto no tiene extensión). Ambos, instante y punto, son, a la vez, unión y separación. Esta analogía entre el instante y el punto, así como la concepción del tiempo en función del movimiento, nos revela la íntima conexión entre el tiempo y el espacio. Por otra parte, al igual que la estructura del espacio (coexistencia), la estructura del tiempo (sucesión) es considerada continua por Aristóteles. De la misma manera, lo concibe como infinito (no en acto, sino en potencia) (ver texto ). También plantea los problemas de las relaciones entre el pasado (que ya no es), el futuro (que todavía no es) y el presente que, en la medida en que continuamente está fluyendo y no puede detenerse en un instante que posea una duración, tampoco es propiamente. Así, la cuestión del tiempo nos remite a las paradojas de lo uno y lo múltiple, y de la identidad y la diferencia.
Con el aristotelismo nace una nueva concepción del tiempo, pues pasa de ser considerado un efecto de los acontecimientos (son estos los que lo delimitan) a ser el marco infinito previamente dado que los contiene y que podemos considerar, por tanto, que forma parte de la explicación que a priori puede darse de la physis, del movimiento. En definitiva, Aristóteles acaba por concebir el tiempo como el movimiento total e infinito, eterno, como marco en el que los acontecimientos particulares, finitos, pasan a poder ser concebidos como partes.
Dicha concepción aristotélica es la que está en la base de las dos grandes formas de interpretar el tiempo:
1) una lo enfoca desde una perspectiva física (el tiempo como medida del movimiento) y la otra,
2) desde una perspectiva psicológica (no habría tiempo sin un alma que midiera o, lo que es lo mismo, no habría propiamente tiempo sin conciencia).
Por su parte, los estoicos insistieron en el carácter cíclico del tiempo a partir de su concepción del gran año cósmico que culmina en la ecpirosis, para volver a recomenzar indefinidamente en un eterno retorno.
Mucha suerte, es todo lo que he encontrado
2007-06-21 04:15:11
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answer #3
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answered by afryka 4
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