Bueno, lamento decirte que no conozco ninguna Isabel XVI, y Felipe II hay un montón, pero decidi darte informacion sobre Felipe II de Castilla y Felipe II de Francia
Felipe II de Castilla
Felipe II de Castilla, I de Aragón y I de Portugal (Valladolid, España; 21 de mayo de 1527 – El Escorial, España; 13 de septiembre de 1598) rey de España (1556-1598) y de Portugal (como Felipe I) (1581-1598) "El Prudente".
Hijo de Carlos I de España e Isabel de Portugal y nieto por vía paterna de Juana I de Castilla y Felipe I y de Manuel I de Portugal y Maria de Castilla por vía materna. Llamado el Prudente. Ostentó, junto a su esposa María I de Inglaterra los títulos de:
Felipe y María, por la gracia de Dios, Rey y Reina de Inglaterra, Francia, Nápoles, Jerusalén, Irlanda, Castilla y sus Indias, Aragón, y Sicilia, Defensores de la Fe, Archiduques de Austria, Duques de Milán, Borgoña y Brabante, Condes de Habsburgo, Flandes y Tirol.
Rey de España
Reinó desde 1556, en que su padre abdicó en él la Corona Hispanica y el de una parte de sus posesiones europeas, hasta su muerte en 1598. Antes de ser monarca de España, durante su matrimonio con María Tudor y para elevar su título hasta rey se hace llamar Rey de Chile. Se casó en cuatro ocasiones: con María Manuela de Portugal, María Tudor, Isabel de Valois y Ana de Austria.
Ostentó los títulos de rey de Castilla, de León, de Aragón, de Napoles y Sicilia, de Jerusalén, de Portugal, de Navarra, de Granada, de Valencia, de Toledo, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algeciras, de Gibraltar, de las islas Canarias, de las Indias, Perú, de las Islas y tierra firme del mar océano, Conde de Barcelona, Señor de Vizcaya y de Molina de Aragón, Duque de Atenas y de Neopatria, Conde de Rosellón y de Cerdaña, Marqués de Oristán y de Gociano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brabante, de Milán, Conde de Flandes y de Tirol, etc. Durante su juventud vivió 12 años fuera de España en Suiza, Inglaterra, Flandes, Portugal, etc. Posteriormente fijó su residencia en Madrid y potenció el papel de esta ciudad como capital de sus reinos.
1587 incorporó a la Corona la Orden de Montesa
El 10 de marzo de 1566 otorgó la merced del título de “Muy Noble y Muy Leal Ciudad” a la Ciudad de Santiago de Guatemala (hoy la Antigua Guatemala); haciendo esto último con muchas ciudades que conformarían los territorios del Imperio Hispánico en América.
Rey de Portugal
En 1578, tras la muerte sin sucesión del rey Sebastián I de Portugal en la batalla de Alcazarquivir, fue reconocido como rey de Portugal, con el nombre de Felipe I de Portugal, por las Cortes de Tomar, con lo que incorporó una gran extensión de territorios a sus dominios, presentes en los cinco continentes. De ahí que se afirmase que en sus dominios "nunca se ponía el sol".
Italia, los Países Bajos y el Milanesado
Al morir Carlos I de España entregó a su hijo Felipe, además de la zona hispánica, los dominios de Italia (Nápoles) de los Países Bajos (los cuales fueron gobernados por Margarita de Parma) y el Milanesado.Más tarde el tercer hijo de Ramiro y Aniala de Francia conquistó los Países Bajos.
Herencia de Flandes
La de Flandes fue una herencia envenenada de padre, junto con el Franco Condado (todo ello era la Lotaringia, la herencia de Lotario, hijo de Carlomagno, muerto prematuramente) y Carlos pensó que España defendiese desde esos territorios al Sacro Imperio Romano Germánico, más débil que Francia. A diferencia de Castilla, Aragón y Nápoles, los Países Bajos no eran parte de la herencia de los Reyes Católicos, y veían al monarca español como un rey de un país extranjero y las leyes españolas como unas leyes impuestas.
Los pequeños dominios del norte pronto se convirtieron en un gran campo de batalla, alimentado por Francia e Inglaterra, que explotaron la situación de rebelión constante de Flandes para debilitar a la Corona española.
Politica Interior
Durante su reinado hizo frente a muchos problemas internos entre los cuales caben destacar: su hijo Carlos, su secretario Antonio Pérez y la guerra de las Alpujarras. También acabó con los focos protestantes en España, localizados principalmente en Valladolid y Sevilla
El príncipe Carlos (1545 a 1568) y el problema dinástico
El príncipe Carlos nació en 1545, hijo de su primera esposa María de Portugal con la que se casó dos años antes y la cual murió en el parto. Caracterizado por su desequilibrio mental, de muy posible origen genético pues tenía cuatro bisabuelos (en lugar de los ocho naturales) y seis tatarabuelos (en lugar de dieciseis), tuvo una formación débil y enfermiza. Fue educado en la Universidad de Alcalá de Henares junto al hermanastro del rey, don Juan de Austria. Conspiró con poco disimulo con los rebeldes flamencos contra su padre. Tras asombrosos escandalos relacionados con ésto, como el intento de acuchillar en público al Duque de Alba, fue detenido por su propio padre, procesado y encerrado en sus aposentos. Posteriormente fue trasladado al Castillo de Arévalo donde murió de inanición (se negaba a comer) y en total delirio 1568. Este terrible hecho marcó profundamente, y de por vida, la personalidad del monarca.
De su segundo matrimonio con María Tudor no hubo hijos, pero de su tercer matrimonio con Isabel de Valois tuvo dos hijas: Isabel Clara Eugenia (Valsaín, Segovia, 12 de agosto de 1566 - Bruselas, 1633). Casada con su primo hermano, el Archiduque Alberto de Austria.
Catalina Micaela (1567 - 1597). Casada con Carlos Manuel I, Duque de Saboya
En 1568 mueren Isabel de Valois y su hijo Carlos, con lo que Felipe II se encontró con 41 años, viudo y sin descendencia masculina. Éste fue uno de los peores años para Felipe II: Los problemas en los Países Bajos y Granada, junto con la muerte de su tercera mujer y de su único hijo.
En 1570, Felipe II se casa por cuarta vez, con Ana de Austria, hija de su primo el emperador Maximiliano II, con ella tuvo:
Fernando (4 de diciembre de 1571 – 18 de octubre de 1578).
Carlos Lorenzo (12 de agosto de 1573 - 30 de junio de 1575).
Diego Félix (15 de agosto de 1575 – 21 de noviembre de 1582).
Felipe (3 de abril de 1578 - 31 de marzo de 1621), futuro Felipe III.
María (14 de febrero de 1580 - 5 de agosto de 1583).
Quedando finalmente resuelto el problema de la descendencia, Ana de Austria moriría en 1580. Felipe II no volverá a casarse.
La rebelión en las Alpujarras (1568 a 1571)
En 1567 Pedro de Deza, presidente de la Audiencia de Granada, proclama la Pragmática bajo orden de Felipe II. El edicto limita las libertades religiosas, lingüísticas y culturales de la población morisca. Esto provoca una rebelión de los moriscos de las Alpujarras que Juan de Austria reduce militarmente.
La crisis de Aragón (1590 a 1591) y Antonio Pérez
Antonio Pérez, aragonés, fue el secretario del rey hasta 1579, Fue arrestado por el asesinato de Escobedo (hombre de confianza de don Juan de Austria) y por abusar de la confianza real al conspirar contra el rey.
La relación entre Aragón y la corona estaba algo deteriorada desde 1588 por el pleito del virrey extranjero y los problemas en el condado estratégico de Ribagorza. Cuando Antonio Pérez escapa a Zaragoza y se ampara en la protección de los fueros aragoneses, Felipe II intenta enjuiciar a Antonio Pérez mediante el tribunal de la Inquisición para evitar la justicia aragonesa. Este hecho provoca una revuelta en Zaragoza, que Felipe II reduce usando la fuerza.
Reformas administrativas:
Su padre Carlos I había gobernado como un emperador, y como tal, España y principalmente Castilla habían sido fuente de recursos militares y económicos para unas guerras lejanas, de naturaleza estratégica, dificiles de justificar localmente y que se habían convertido en carísimas con las innovaciones tecnológicas. Todo mantenido con las riquezas de Castilla puesto que durante el reinado de Carlos no habían empezado a llegar riquezas desde América.
Felipe II como su padre, fue un rey absolutista, continuó con las instituciones heredadas de Carlos I, y con la misma estructura de su imperio y autonomía de sus componentes. Pero gobernó como un rey nacional, España y especialmente Castilla eran ahora el centro del imperio, con su administración localizada en Madrid. Felipe II no visitó apenas sus territorios de fuera de la península y los administró a través de oficiales y virreyes quizá porque temía caer en el error de su padre, Carlos I, ausente de España durante los años de las rebeliones comuneras.
Convirtió España en el primer reino moderno, realizó reformas hidráulicas (Presa del Monnegre) y una reforma de la red de caminos, con posadas, con una administración (y una burocracia) desconocida hasta entonces, los administrativos de Felipe II solían tener estudios universitarios, principalmente de las universidades de Alcalá y Salamanca, la nobleza también ocupaba puestos, aunque en menor cantidad. Ejemplos reseñables de su meticulosa administración son:
la grande y Felicísima Armada, de la que se conocía hasta el nombre del ínfimo grumete, mientras que los ingleses no tienen noticia cierta ni siquiera de todos los barcos que participaron.
Felipe II se comunicaba casi diariamente con sus embajadores, virreyes y oficiales repartidos por el imperio mediante un sistema de mensajeros que tardaba menos de tres días en llegar a cualquier parte de la península o unos ocho días en llegar a los Países Bajos.
En 1567 Felipe II encargó a Jerónimo Zurita y Castro reunir los documentos de estado de Aragón e Italia y juntarlos con los de Castilla en el castillo de Simancas, creando uno de los mayores archivos nacionales de su tiempo.
El gobierno mediante Consejos instaurado por su padre seguía siendo la columna vertebral de su manera de dirigir el estado. El más importante era el Consejo de Estado del cual el rey era el presidente. El rey se comunicaba con sus Consejos principalmente mediante la consulta, un documento con la opinión del Consejo sobre un tema solicitado por el rey. Asimismo existían seis Consejos regionales: el de Castilla, de Aragón, de Portugal, de Indias, de Italia y de Países Bajos y ejercían labores legislativas, judiciales y ejecutivas.
Felipe II también gustaba de contar con la opinión de un grupo selecto de consejeros, formado por el catalán Luis de Requesens, el castellano duque de Alba, el vasco Juan de Idiáquez, el cardenal borgoñés Antonio Perrenot de Granvela y los portugueses Ruy Gómez de Silva y Cristóbal de Moura repartidos por diferentes oficinas o siendo miembros del Consejo de Estado.
Felipe II y su secretario se encargaban directamente de los asuntos más importantes, otro grupo de secretarios se dedicaba a asuntos cotidianos. Con Felipe II la figura de secretario del rey alcanzó una gran importancia, entre sus secretarios destacan Gonzalo Pérez, su hijo Antonio Pérez, el cardenal Granvela y Mateo Vázquez de Leca.
En 1586 se crea la Junta Grande, formada por oficiales y controlada por secretarios. Otras juntas dependientes de ésta, eran la de Milicia, de Población, de Cortes, de Arbitrios y de Presidentes.
Finanzas:
Durante su reinado, la Hacienda Real se declaró en bancarrota tres veces (1557, 1575 y 1596), aunque, en realidad, eran suspensiones de pagos, técnicamente muy bien elaboradas, según la economía moderna, pero completamente desconocidas por entonces.
Felipe II heredó una deuda de su padre de unos veinte millones de ducados, y dejó a su sucesor una cantidad que quintuplicaba esta deuda. En 1557, al poco de entrar al poder, la Corona hubo de suspender los pagos de sus deudas. Pero los ingresos de la Corona se doblaron al poco de entrar Felipe II a poder, y al final de su reinado eran cuatro veces mayor que cuando comenzó a reinar, pues la carga fiscal sobre Castilla se cuadruplicó y la riqueza procedente de América alcanzó valores históricos. Al igual que con su precedesor, la riqueza del Imperio recaía principalmente en Castilla, y dependía de los avances a gran interés de banqueros holandeses y genoveses. Por otra parte, también eran importantes los ingresos procedentes de América, los cuales suponían entre un 10% y un 20% anual de la riqueza de la Corona. Los mayores consumidores de ingresos fueron los problemas en los Países Bajos y la política en el Mediterráneo, juntos, unos seis millones de ducados al año.
El estado de las finanzas dependían totalmente de la situación económica castellana. Así entrando Castilla en recesión en 1575, en ese mismo año se produjo una segunda suspensión de pagos. En 1577 se llegó un acuerdo con banqueros genoveses para seguir adelantando dinero a la Corona, pero a un precio muy alto para Castilla, que agravó su recesión.
Anteriormente a Felipe II ya existían diversos impuestos: La alcabala, impuesto de aduanas; la cruzada impuesto eclesiástico; el subsidio, impuesto sobre rentas y tierras; y los tercios reales, impuestos a órdenes militares. Felipe II además de subir estos durante su reinado, implantó otros, entre ellos el excusado en 1567, impuestos sobre parroquias. De la Iglesia Felipe II consiguió recaudar hasta el 20% de la riqueza de la Corona, lo que supuso la crítica de algunos eclesiásticos.
En 1590 se aprueban en las Cortes los millones, consistentes en ocho millones de ducados al año para los seis siguientes años, éstos se dedicaron para construir una nueva Armada y para la sangrante política militar, esto terminó por arruinar a las ciudades castellanas y fulminar con los ya débiles intentos de industrialización que quedaban. En 1596 se produjo una nueva suspensión de pagos.
A la ya malparada situación económica en Castilla que recibió de Carlos I, Felipe II dejó España al borde de la crisis. La vida de los españoles del tiempo era dura: La población soportaba una inflación brutal, p.ej. el precio del grano subió un 50% entre los últimos cuatro años del siglo; la carga fiscal tanto en productores como en consumidores era excesiva. Debido a la inflación y la carga fiscal, cada vez existían menos negocios, mercaderes y empresarios dejaban sus negocios en cuanto podían adquirir un título nobiliario (con su baja carga fiscal). En las últimas Cortes, los diputados protestaron efusivamente ante otra demanda de más dinero por parte del rey, urgiendo por una retirada de los ejércitos de Flandes, buscar la paz con Francia e Inglaterra y concentrar su formidable poder militar y marítimo en la defensa de España y su Imperio. En 1598, Felipe II firmó la paz con Francia, con Flandes no consiguió un acuerdo e Inglaterra no ponía las cosas fáciles con su constante piratería y hostilidad hacia España. La situación se agravaría con Felipe III debido a la reducción de ingresos procedentes de América y se comenzarían a oír aún más voces acerca de que Castilla no podía seguir soportando la carga de tantas guerras y de que el resto de miembros debían también contribuir al bien común.
La presión fiscal en la Corona de Aragón sin ser tan brutal a la de Castilla, no era mucho menor. Pero en este caso, la mayor parte de lo recaudado no iba a formar parte de la Corona española, sino que gracias a la protección de los fueros, pasaban a formar parte de la riqueza de la oligarquía y de la nobleza de esos reinos. El comercio en el Mediterráneo para Aragón (especialmente Cataluña) seguía muy dañado por el dominio turco y la competencia de genoveses y venecianos.
Los ingresos procedentes de otras partes del imperio: Países Bajos, Nápoles, Milán, Sicilia se gastaban en sus propias necesidades. La anexión de Portugal fue económicamente un gran esfuerzo para Castilla, pues pasó a costear la defensa marítima de su extenso Imperio sin aportar Portugal nada al conjunto.
La mayoría de historiadores coincide en subrayar que la situación de pobreza que sumió al país al final de su reino está directamente relacionada por la carga del Imperio y su papel de defensor de la cristiandad. Durante el reinado de Felipe II apenas hubo un respiro en el esfuerzo militar. Hubo de compaginar dos durante la mayor parte de su reino: el Mediterráneo contra el poder turco y los Países Bajos contra los rebeldes. Al final de su reino contaba con tres frentes simultáneos: Los Países Bajos, Inglaterra y Francia. La única potencia capaz de soportar esta carga en el siglo XVI era España, pero con unos beneficios discutibles y a un precio muy alto para sus habitantes.
Política exterior:
Caracterizada por sus guerras contra: Francia, los Países Bajos, el Imperio turco e Inglaterra.
Guerras contra Francia:
Mantuvo las guerras con Francia, por el apoyo francés a los rebeldes flamencos, obteniendo grandes victorias en San Quintín y Gravelinas. La primera de ellas ocurrió el 10 de agosto de 1557, festividad de San Lorenzo, en recuerdo de lo cual hizo edificar el Monasterio de El Escorial, edificio con planta en forma de parrilla (1563-1584). En este monumental edificio, el más grande de su tiempo (y llamado entonces la octava maravilla del mundo), están enterrados desde entonces casi todos los reyes españoles.
En la Paz de Cateau-Cambrésis de 1559, Francia reconoció la supremacía hispánica, los intereses españoles en Italia se vieron favorecidos y se pactó el matrimonio con Isabel de Valois. Los problemas continuaron a partir de 1568 por el apoyo a los rebeldes flamencos de los hugonotes franceses.
Conflictos con los Paises Bajos:
Los Países Bajos fueron dejados a Felipe II en herencia por su padre, Carlos I, en unión del Franco Condado, para que España, la nación más poderosa del mundo, defendiera al Imperio de Francia. Por esta razón, era un punto a la vez estratégico y de debilidad para Felipe II. Estratégico pues a mediados del S. XVI Amberes era el puerto más importante de Europa del norte, que servía como base de operaciones a la Armada española, y un centro donde se comerciaba con bienes de toda Europa y se vendía la lana castellana. Lana procesada en los Países Bajos que, vendida a precios razonables (lana de la oveja merina) y que luego llegaría manufacturada a España, con el correspondiente valor añadido, pero menor que si hubiera sido manufacturada en la península puesto que allí la mano de obra era más barata.
Una debilidad, pues para los Países Bajos no sólo supuso un cambio de rey sino también un cambio de "dueño", pasaron de formar parte de un imperio a formar parte del reino más poderoso de la época. A diferencia de Castilla, Aragón y Nápoles, los Países Bajos no eran parte de la herencia de los Reyes Católicos, y veían a España como un país extranjero. Así lo sentían los propios ciudadanos de los Países Bajos, pues veían, a diferencia de Carlos I a un Rey extranjero (nacido en Valladolid con la Corte en Madrid, nunca vivía en aquellos territorios y delegaba su gobierno.
Gobernados por su hermana Margarita de Parma desde 1559, se encaró a los nobles rebeldes que pedían una mayor autonomía y a los protestantes que exigían el respeto a su religión dando inicio a la Guerra de los Ochenta Años. Sin embargo, Felipe II era de otra opinión. El Rey quería aplicar los acuerdos tridentinos, como había exigido a Catalina de Médicis en Francia contra la nobleza hugonota francesa.
Al conocer en los Países Bajos la decisión de aplicar los acuerdos tridentinos, las mismas autoridades civiles se mostraron reacias aplicar las penas dictadas por los inquisidores y, fruto de un gran malestar, comenzó un ambiente de revolución. La baja nobleza se concentró en Bruselas el 5 de abril de 1566 en el palacio de la gobernadora, siendo despreciada como mendigos, adjetivo que tomarían los siguientes nobles en sus reivindicaciones, visitiéndose como tales. Los miembros del compromiso de Breda mandan a Madrid a Floris de Montmorency, Barón de Montigny, y luego al Marqués de Berghes, que ya no volverían.
Tras aumentar la tensión y los conflictos en Amberes, la gobernadora pidió al Guillermo de Orange que pusiera orden, aceptando de mala gana pero pacificando la ciudad.
El Príncipe de Orange, el Conde de Egmont y el Conde de Horn volvieron a pedir a Margarita de Parma más libertad. Ella se lo hizo saber a su hermano, pero Felipe II no cambiaba de opinión y avisaba de sus intenciones al Papa:
... podéis asegurar a Su Santidad que antes de sufrir la menor cosa en perjuicio de la religión o del servicio de Dios, perdería todos mis Estados y cien vidas que tuviese, pues no pienso, ni quiero ser señor de herejes...
Antes de que llegaran estas noticias, el 14 de agosto un grupo de incontrolados calvinistas asaltó la principal iglesia de Saint-Omer. Le siguió una rebelión generalizada en Ypres, Courtrai, Valenciennes, Tournai y Amberes.
Felipe II recibió a Montigny y le prometió convocar al Consejo de Estado. El 29 de octubre de 1566, el Rey convocó a los consejeros más allegados: Éboli, Alba, Feria, el Cardenas Espinosa, don Juan Manrique y el conde de Chinchón, junto con los secretarios de Estado Antonio Pérez y Gabriel Zayas. El acuerdo fue proceder de manera urgente, y, pese a las diferencias en la forma, el monarca optó por la fuerza. Así se acordó mandar al Tercer Duque de Alba a sofocar las rebeliones. Este hecho propició un enfrentamiento entre el Príncipe Don Carlos y el Duque de Alba, puesto que el heredero se veía desplazado de sus asuntos.
El 28 de agosto el Duque de Alba llega a Bruselas. El Duque de Alba -al frente del ejército- efectuó rápidamente una durísima represión ajusticiando a los nobles rebeldes, lo que propició la dimisión de Margarita de Parma como gobernadora de los Países Bajos, dimisión al punto aceptada por su hermano el Rey. Además, el 9 de septiembre, Egmont y Horn fueron prendidos, y degollados el 5 de junio de 1588.
Felipe II buscó soluciones con los nombremientos de Luis de Requesens, Juan de Austria (fallecido en 1578) y Alejandro Farnesio que consiguió el sometimiento de las provincias católicas del sur en la Unión de Arras. Ante esto los protestantes formaron la Unión de Utrecht.
En 1581, los representantes de las Provincias Unidas depusieron a Felipe II y nombraron a Guillermo de Orange.
Antes de morir Felipe II deja a Isabel Clara Eugenia los Países Bajos como herencia.
Conflictos con Inglaterra:
Luchó contra la corona inglesa por motivos religiosos, por el apoyo que ofrecían a los rebeldes flamencos y por los problemas que suponían los corsarios ingleses que robaban la mercancía americana a los galeones españoles en la zona del Caribe.
La ejecución de la reina católica de Escocia, María Estuardo, le decidió a enviar la llamada Grande y Felicísima Armada (en la Leyenda Negra, Armada Invencible) en 1588, la cual fracasó. El fracasó posibilito una mayor libertad al comercio inglés y holandés, un mayor número de ataques a los puertos españoles - como el de Cádiz que fue incendiado por una flota inglesa en 1596-, así mismo la colonización inglesa de Norteamérica.
Expansión por el Atlántico y el Pacífico:
Continuó con la expansión en tierras americanas e incluso se agregaron a la Corona las islas Filipinas (Miguel López de Legazpi, 1565-1569), denominadas así en su honor.
Felipe II de Francia
Felipe II de Francia, llamado Felipe Augusto (Gonesse, 21 de agosto de 1165 – Mantes-la-Jolie, 14 de julio de 1223); séptimo rey de la Dinastía de los Capetos; hijo y heredero de Luis VII de Francia (llamado el Joven), y de Adela de Champaña. Rey de Francia de 1180 a 1223, fue el primer soberano que ostentó el título de rey de Francia, suprimiendo el de rey de los Francos, que no volvió a utilizarse nunca más.
Felipe Augusto fue uno de los monarcas más admirados y estudiados de la Francia medieval no sólo en razón a su largo reinado, sino también por sus importantes victorias militares y, sobre todo, por el desarrollo de los proyectos llevados a cabo para asegurar el poder real y poner fin a la época feudal.
El Reinado:
Una Coronación rápida (1179-1189)
Rey a los quince años:
El nacimiento de Felipe Augusto en 1165 fue acogido como un milagro por la familia real. Luis VII, esperó cerca de treinta años un heredero y fue su tercera esposa, Adela de Champaña la que, tardíamente, le dio el hijo tan esperado. Una espera que le valió a Felipe II el sobrenombre de Dieudonné (don de Dios).
Felipe II accedió al trono a los 14 años, en 1179. La ceremonia de la consagración, no obstante, tuvo que aplazarse: víctima de un accidente de caza, la vida del joven príncipe estaba en peligro. Tal gravedad fue motivo suficiente como para que, Luis VII se desplazase, pese a lo delicado de su salud, y tuviera que descansar sobre la tumba de Tomás Becket, el arzobispo de Canterbury muerto en 1170. Felipe Augusto fue consagrado, finalmente, en Reims por su tío el arzobispo Guillermo de las Blancas Manos, el 1 de noviembre de 1179. Luis VII, su padre, murió el 18 de septiembre de 1180. Felipe Augusto, rey de Francia, tenía sólo quince años.
Consciente de la debilidad del poder real, Felipe Augusto supo ponerse, rápidamente, a la altura de las circunstancias. Su matrimonio con Isabel de Hainaut en 1180 le aportó, como dote, el Artois y, en junio de ese mismo año, tres meses antes de la muerte de su padre, firmó el tratado de Gisors con Enrique II de Inglaterra. Dos acontecimientos que vinieron a reforzar la posición del joven rey frente a las casas de Flandes y de Champaña.
Concerniente a sus dominios, una de las primeras decisiones que tomó Felipe Augusto fue la de expulsar, en abril de 1182, a los judíos y confiscar todos sus bienes, una decisión que rompía con la protección acordada por Luis VII. El motivo oficial designaba a los judíos como responsables de diversas calamidades, pero el motivo real era el de reforzar, sobre todo, a las casas reales, una decisión sin duda temeraria al comienzo de su reinado. Estas medidas no duraron mucho: la interdicción del territorio (por entonces difícil de hacer respetar) terminó en 1198, y la actitud conciliadora de Luis VII volvió a imponerse como norma.
Una cuestión de rivalidades:
En 1181, el conflicto con los barones dirigido por el conde de Flandes, (Felipe de Alsacia), se reavivó. Felipe Augusto consiguió paralizar las pretensiones de éste último rompiendo las alianzas con el duque de Brabante y el arzobispo de Cologne. En julio de 1185 el tratado de Boves confirmó al rey la posesión del Vermandois, de Artois y de Amiénois.
Los Plantagenet eran otra de las mayores preocupaciones de Felipe Augusto. Las posesiones de Enrique II de Inglaterra y duque de Anjou, comprendían Normandía, Vexin y Bretaña. Tras dos años de combates (1186-1188), la situación no terminaba de definirse. Felipe II intentó aprovecharse de la rivalidad existente entre los dos hijos del rey de Inglaterra: Ricardo Corazón de León con el que se había aliado, y Juan sin Tierra. Finalmente se negoció una paz de statu quo cuando el Papa Gregorio VIII llamó a las cruzadas tras la toma de Jerusalén por parte de Saladino en 1187. La muerte de Enrique II en julio de 1189 cerró este episodio. La partida hacia Tierra Santa era motivo prioritario.
La tercera cruzada y la rivalidad con Ricardo (1190-1199):
Una corta cruzada:
Felipe Augusto y Ricardo partieron juntos para la tercera cruzada que movilizó a la mayor parte de los barones de Francia. Felipe desde Génova y Ricardo desde Marsella, embarcaron cuando finalizaba el verano de 1190, pero fueron sorprendidos por las tempestades invernales del Mediterráneo y tuvieron que detenerse, durante varios meses, en Mesina, Sicilia. Allí, la rivalidad latente entre ambos reyes se hizo patente con motivo de los proyectos matrimoniales de Ricardo que rompió su promesa de matrimonio con Alix (hermanastra de Felipe) para comprometerse con Berenguela de Navarra. Felipe Augusto abandonó Mesina en cuanto pudo, el 30 de marzo de 1191.
Felipe Augusto llegó a Acre el 20 de abril de 1191 y participó en el asedio de la ciudad que se hallaba controlada por los musulmanes. Ricardo llegó en junio tras pasar por Chipre; el refuerzo inglés fue bien recibido pero las querellas entre ambos reyes surgieron de inmediato. Para agravar la situación, ambos se vieron afectados por la alopecia: atacados por altísimas fiebres perdieron los cabellos y las uñas. Felipe Augusto, perdió también la visión de uno de sus ojos. A pesar de todo ello las operaciones militares avanzaron: los franceses consiguieron atravesar, por primera vez, los muros de Acre el 3 de julio, pero sin éxito alguno; después fracasaron también los ingleses. Debilitados, los asediados capitularon el 12 de julio de 1191.
La cruzada acababa de empezar, pero Felipe decidió abandonar. La muerte del conde de Flandes, el 1 de juniodel 1191 tras del asedio, (que Felipe acababa de conocer), fue el motivo principal de su marcha ya que, la misma, reabrió el problema de la sucesión flamenca. En el camino de vuelta, Felipe se detuvo en Roma donde el Papa le autorizó a dejar la cruzada. El rey entró en París el 27 de diciembre de 1191.
La sucesión flamenca:
Esta fue la primera preocupación de Felipe Augusto a su retorno de las cruzadas. La muerte del conde de Flandes sin descendencia alguna provocó la codicia de tres pretendientes: Balduino V de Hainaut, conde de Hainaut, Eleonor de Vermandois, condesa de Beaumont y la del propio Felipe Augusto.
Finalmente Balduino fue designado como heredero de la corona del condado de Flandes tras pagar 5000 marcos de plata. No obstante, Felipe Augusto, otorgó mediante un escrito de 1192 el Valois y Vermandois a Eleonora, territorios que deberían ser devueltos al rey cuando ésta muriera. El rey se quedó con Péronne y el Artois, en nombre de su hijo, el principe heredero Luis (futuro Luis VIII de Francia), como heredero de la reina Isabel de Hainaut fallecida en 1190. Las posiciones reales del Norte quedaron, de esta manera, considerablemente reforzadas.
El problema matrimonial:
Tras el fallecimiento de la reina Isabel de Hainaut, Felipe Augusto era consciente de que tenía que volver a casarse los más rápidamente posible. La sucesión dinástica no estaba realmente asegurada: su único hijo Luis apenas tenía cuatro años y ya había sufrido una grave enfermedad. La elección como esposa de Isambur de Dinamarca es un misterio. Hermana del rey Knut VI, de dieciocho años, no era más que una de las muchas y posibles esposas para Felipe Augusto. Se firmó el acuerdo matrimonial al que Isambur aportó una dote de 10.000 marcos de plata y la princesa se dirigió a Francia. Felipe e Isambur se encontraron en Amiens el 14 de agosto de 1193 y se casaron ese mismo día. Al día siguiente, Felipe Augusto aplazó la coronación de la reina y la recluyó en el monasterio de Saint-Maur-des-Fossés. Felipe Augusto declaró que quería que su matrimonio fuera anulado.
Las razones para esta precipitada separación, a la que siguieron siete años de reclusión de Isambur y, por parte de Felipe Augusto, la negativa más absoluta de reconocerla como reina, son desconocidas y dieron lugar a toda clase de especulaciones posibles tanto por parte de sus contemporáneos como por los historiadores. Para defender su postura y la anulación de su matrimonio, Felipe Augusto adujo una posible consanguinidad prohibida por la Iglesia. Una asamblea de obispos y de barones dio su consentimiento y aprobación para la nulidad y el rey se casó con Inés de Méran, joven bávara, en junio de 1196.
Pero el nuevo Papa Inocencio III, elegido en 1198 no estuvo de acuerdo con esa resolución. Deseando afirmar su autoridad, ordenó a Felipe Augusto que se separese de Inés y se juntase con Isambur otorgándole su lugar como reina. Como quiera que Felipe Augusto, desobedeció dicha orden, la excomunión fue pronunciada sobre todo el reino de Francia el 13 de enero de 1200. Felipe Augusto dejó la causa en suspenso, e Isambur continuó en cautiverio trasladada a la torre de Étampes. Finalmente, el rey, organizó una ceremonia de reconciliación y la excomunión fue levantada. Pese a todo, la ceremonia no devolvió a Isambur a su lugar como reina, y el proceso de anulación matrimonial siguió su curso, Felipe Augusto era, en esos momentos, bígamo. El concilio de Soissons que se celebró en marzo de 1201 se concluyó sin dar solución al problema de Felipe Augusto, que abrevió los debates renunciando a la anulación de su matrimonio. En julio de 1201, Inés de Méran murió en Poissy al dar a luz a un segundo heredero: Felipe (que nació después de una hija, María, nacida en 1198 y que fue reconocida como tal por el Papa en noviembre de 1201). La crisis se dio por terminada, de momento, y la sucesión dinástica quedó asegurada.
Felipe Augusto retomó el proceso de anulación matrimonial en 1205 aduciendo, esta vez, la no consumación del mismo. Intentó forzar los acontecimientos pretendiendo casarse una tercera vez y constatando, definitivamente, que todos sus proyectos resultaban inútiles. El rey terminó por romper, abruptamente, las negociaciones para la anulación en 1212 (como en 1201) y, resignado, aceptó que Isambur ocupara su lugar como reina de Francia, aunque jamás tuvo con ella relaciones conyugales.
La lucha contra Ricardo Corazón de León:
Ricardo Corazón de León continuó la cruzada tras la marcha de Felipe Augusto; conquistó los principales puertos palestinos llegando hasta Jaffa, y restableció el reino latino de Jerusalén, aunque la ciudad, propiamente dicha, no pudo ocuparla. Negoció, por último, una tregua de cinco años con Saladino y reembarcó en el mes de octubre de 1192. Las tempestades invernales volvieron a sorprenderle y tuvo que refugiarse en Corfú donde fue capturado por el duque de Austria Leopoldo, que le puso en manos de su enemigo, el emperador alemán Enrique VI.
Felipe Augusto aprovechó la ocasión para negociar con Juan sin Tierra, el hermano menor de Ricardo que no creía que éste regresara. Esperando recuperar la corona inglesa gracias al apoyo de Felipe Augusto, le rindió vasallaje en 1193. Después, tras el ataque de Felipe Augusto a las posesiones de los Plantagenet, Juan sin Tierra cedió al rey de Francia el Este de Normandía (salvo Ruán), Vaudreuil, Vernuil y Évreux por medio de un acuerdo firmado en enero de 1194.
Ricardo fue finalmente liberado en 1194 y su respuesta fue inmediata. Obligó a Felipe Augusto a renunciar a la parte esencial de sus recientes conquistas por medio de un primer tratado llevado a cabo en enero de 1196. Las luchas entre ellos volvieron a reiniciarse y Ricardo invadió Vexin (1197-1198). Los dos reyes buscaban apoyos, mientras que, Inocencio III, que trataba de poner en pie una nueva cruzada, les obligó a negociar. La situación se arregló de manera súbita: durante el asedio al castillo de Châlus (Lemosín), en 1199, Ricardo fue alcanzado por una flecha muriendo pocos días después, el 6 de abril cuando contaba cuarenta y un años.
Las grandes conquistas (1199-1214)
Las victorias frente a Juan Sin Tierra:
La sucesión de Ricardo Corazón de León no resultó fácil: Juan sin Tierra tenía frente a sí a Arturo I de Bretaña (diecinueve años), hijo de su hermano mayor Godofredo II de Bretaña, muerto en 1186, un serio pretendiente al trono. Felipe Augusto aprovechó la rivalidad existente entre ambos y, de la misma manera que se había aliado con Juan contra su hermano Ricardo, se alió, esta vez, con Arturo contra Juan. Felipe Augusto recibió el vasallaje del conde de Bretaña en la primavera de 1199. Esto le permitió negociar, en posición superior, con Juan sin Tierra el tratado de Goulet firmado en mayo de 1200 que resultó favorable para Felipe Augusto. Este tratado selló, asimismo, el matrimonio entre Luis VIII de Francia y Blanca de Castilla, sobrina de Juan.
Sin embargo las hostilidades no cesaron y se concentraron en Aquitania. Felipe se alió, por una parte, con Arturo y, por otra, llamó a Juan, su vasallo según el tratado de Goulet, para intervenir en sus acciones en Aquitania y Tours. Juan, naturalmente, no se presentó y la corte de Francia decretó la confiscación de todos sus feudos.
La siguiente batalla se desarrolló en el terreno militar. En la primavera de 1202, el rey emprendió el asalto de Normandía, mientras que Arturo atacaba Poitou. Pero el joven conde fue sorprendido por Juan durante el asedio de Mirebeau donde fue hecho prisionero junto con sus tropas. Arturo de Bretaña desapareció durante los meses siguientes y, probablemente, fue asesinado a principios de 1203. Felipe Augusto aseguró su apoyo a los vasallos de Arturo y volvió a atacar a Normadía durante la primavera de 1203. Desmanteló la defensa de los castillos normandos, conquistó Le Vaudreuil y puso sitio al Castillo-Gaillard en septiembre de 1203. Por su parte, Juan cometió el terrible error de abandonar Normandía para regresar a Inglaterra en diciembre de 1203. El Castillo-Gaillard fue tomado el 6 de diciembre de 1204.
Felipe Augusto pudo invadir, entonces, al mismo tiempo Normadía: Falaise, Caen, Bayeux y, por último Ruán que capituló el 24 de junio de 1204, al darse cuenta de que no llegaba la ayuda de las tropas de Juan. Verneuil y Arques cayeron inmediatamente después afirmando el éxito de Felipe Augusto que acababa de conquistar toda la Normandía en dos años de campaña. Felipe se dirigió entonces hacia el valle del Loira y tomó, en primer lugar, Poitiers en agosto de 1204, y en 1205 conquistó Loches y Chinon. Finalmente, Juan y Felipe, concertaron una tregua en Thouars que se hizo efectiva el 13 de octubre de 1206.
La consolidación de las conquistas:
Durante todo el período comprendido entre 1206 y 1212, Felipe Augusto se dedicó a consolidar sus conquistas territoriales. El dominio capetiano fue bien aceptado en Champaña, Bretaña y Auvernia, pero los condados Boulogne y Flandes plantearon más problemas.
Renaud de Dammartín, conde de Boulogne, constituía su primer punto de preocupación. Pese a las atenciones de Felipe Augusto, que en 1210 casó a su hijo Felipe de Hurepel con Matilde, hija de Renaud. Éste último negoció con el bando enemigo, y las sospechas de Felipe Augusto aumentaron cuando el conde empezó la fortificación de Mortain, en la Normandía occidental. En 1211, Felipe Augusto pasó a la ofensiva y tomó Mortain y Dammartín. Reanaud de Dammartín huyó y se refugió en el condado de Bar, con lo que dejó de representar un problema inmediato.
En Flandes se inició un período de incertidumbre: en el verano de 1202, Balduino, conde de Flandes y de Hainaut se incorporó a la cuarta cruzada, participó en la toma de Constantinopla y fue nombrado emperador del nuevo imperio latino que se había fundado en mayo de 1204. En 1205 fue hecho prisionero por los búlgaros y, poco después, fue asesinado. Felipe, hermano de Balduino y conde de Namur, asumió la regencia de Flandes y juró fidelidad a Felipe Augusto pese a la oposición de sus consejeros. El rey, a fin de estabilizar el condado, casó a la única heredera de Balduino, su hija Juana con Fernando de Flandes en 1211. Felipe Augusto creyó que, de esta manera, podría contar con el vasallaje de Flandes.
El problema germánico fue otra de sus mayores preocupaciones. Tras la muerte de Hohenstaufen, Enrique VI sucedida en 1197, el Papa Inocencio III tenía que designar al nuevo emperador. Había dos candidatos para el cargo: por una parte, Otón de Brunswick, avalado por su tío Juan sin Tierra y favorito de Inocencio III y, por otra, Felipe de Suabia, hermano de Enrique VI, avalado por Felipe Augusto y coronado rey de los Romanos en 1205. Felipe de Suabia fue asesinado en junio de 1208 y, sin rival, Otón fue coronado emperador en octubre de 1209. Inocencio III se arrepintió enseguida de esta elección pues el nuevo emperador puso rápidamente de manifiesto sus ambiciones italianas. Otón fue excomulgado en 1210 y Felipe Augusto negoció con el rey de Sicilia, Federico de Hohenstaufen, el hijo de Enrique VI, que había sido coronado rey de los Romanos en Maguncia en 1212, una alianza con la que, Felipe Augusto, esperaba poder hacer frente a las ambiciones de Otón
Bouvines, o el apogeo del reino:
La increíble reacción de Felipe Augusto indujo a sus rivales a unirse. La coalición se concretó en 1212: se unieron a la misma, Juan sin Tierra, Otón y Reanaud de Dammartín que fue el verdadero artesano de la coalición. Éste, que no tenía nada que perder, se dirigió a Fráncfort buscando el apoyo de Otón, después se fue a Inglaterra donde rindió homenaje a Juan, que le restableció, oficialmente, en sus posesiones inglesas. Las hostilidades entre Felipe Augusto y Juan sin Tierra se reanudaron inmediatamente.
Al mismo tiempo, las primeras operaciones de la Cruzada albigense, dirigida por los barones, enfrentaron al conde de Toulouse y a los cruzados. Felipe Augusto, concentrado en el peligro inglés, aplazó la resolución de este problema. Felipe Augusto reunió a sus barones en Soissons el 8 de abril de 1213 y dejó a cargo de su hijo, el principe heredero Luis el León, la expedición contra Inglaterra. Felipe Augusto obtuvo el apoyo de todos sus vasallos, salvo el de Fernando, conde de Flandes, al que él mismo había designado como tal dos años antes. Felipe Augusto recabó entonces nuevos apoyos, especialmente en el entorno de Enrique de Brabante. Tras un período de incertidumbre, Inocencio III decidió apoyar a Juan sin Tierra, un apoyo moral pero, sin duda, no desdeñable. Los preparativos para la batalla fueron lentos: el proyecto inicial de Felipe Augusto que deseaba invadir Inglaterra quedó, literalmente, abortado, cuando su flota fue asaltada, en mayo de 1213, por la coalición enemiga en Damme. Durante los meses siguientes, Felipe Augusto y Luis VIII se abalanzaron contra los condados de Boloña y de Flandes. Las ciudades fueron rápidamente asoladas.
En febrero de 1214, Juan sin Tierra desembarcó en el continente, en La Rochelle, con la intención de sorprender a Felipe Augusto. Una estrategia que, en principio, tuvo éxito, dado que Juan consiguió adeptos entre los barones de Limousin y Poitou. En mayo de 1214, se dirigió al valle del Loira y tomó Angers. Felipe Augusto, inmerso en el conflicto de Flandes, confió a su hijo Luis el ataque contra Juan. El joven príncipe heredero se dirigió, inmediatamente, a la fortaleza de la Roche-aux-Moines. Juan sin Tierra, fue presa del pánico: la ayuda de los poitevinos era muy dudosa y Luis se acercaba acompañado por 800 caballeros. El rey de Inglaterra huyó el 2 de julio y la derrota inglesa fue absoluta. Pero la coalición no había perdido todavía: en el Norte debía dirimirse todo.
El enfrentamiento final entre las armadas de Felipe Augusto y las de la coalición, dirigidas por Otón, era inevitable. El 27 de julio de 1214, la armada de Felipe Augusto, perseguida por la coalición, llegó a Bouvines con el fin de atravesar el puente del río Marque. En domingo, la prohibición de combatir era obligatoria para todos los cristianos, pero Otón decidió pasar a la ofensiva y sorprender al enemigo cuando se dispusiera a atravesar el puente. La armada de Felipe Augusto se vio sorprendida por detrás, pero se organizó rápidamente respondiendo a las tropas enemigas antes de enzarzarse en el puente, luchando contra la coalición. El flanco derecho francés se enfrentó a los caballeros flamencos dirigidos por Fernando. En el centro, Felipe Augusto y Otón se encontraron cara a cara. En medio de la pelea entre los caballeros, Felipe Augusto fue descabalgado, sus caballeros le protegieron, le ofrecieron un caballo fresco, y el rey reemprendió el asalto consiguiendo que Otón emprendiera la retirada. Por último, en el flanco izquierdo, los partidarios de Felipe Augusto se enfrentaban a Reanud de Dammartín que fue capturado tras ofrecer una prolongada resistencia. La suerte acudió en ayuda de Felipe Augusto, pese a la inferioridad de sus tropas (1.300 caballeros y 4.000/6.000 soldados a pie, contra 1.300/1.500 caballeros y 7.500 soldados a pie de la coalición). La victoria fue total: el emperador huyó, y los hombres de Felipe Augusto hicieron 130 prisioneros, entre los que se encontraban cinco condes, especialmente dos de ellos que fueron los que deshonraron el tratado: Reanaud de Dammartín, y Fernando el conde de Flandes.
La coalición se disolvió tras la derrota. El 18 de septiembre de 1214, en Chinon, Felipe Augusto firmó una tregua de statu quo, por cinco años, con Juan sin Tierra que, no obstante, continuó acosando, en el Sur, los dominios de Felipe Augusto. El rey inglés regresó a Inglaterra en 1214. Después del tratado de Chinon, Juan sin Tierra abandonó todas sus posesiones del norte del Loira: Berry y Turena que junto con el Maine y Anjou fueron devueltos al dominio real, abarcando, así, un tercio de Francia, que, singularmente ampliado, quedó libre de cualquier amenaza.
Después de la victoria (1214-1223):
La expedición inglesa del principe heredero de Francia Luis el León:
La victoria sobre el continente fue absoluta, pero las ambiciones reales no terminaron ahí, Felipe Augusto deseaba ir más lejos en su lucha contra Juan de Inglaterra. Hizo valer el hecho de que Juan tenía que ser privado del trono apelando a la traición hecha a Ricardo en 1194, así como a la muerte de su sobrino Arturo ; e hizo valer una interpretación, realmente dudosa, de la genealogía de su esposa Blanca de Castilla. Luis el León dirigió una expedición contra Inglaterra. El desembarco tuvo lugar en mayo de 1216 y Luis, al frente de una numerosa tropa (1.200 caballeros, además de muchos rebeldes ingleses) conquistó el reino inglés, y se instaló en Londres. Sólo Windsor, Lincoln y Dover ofrecieron resistencia. Pero, pese a la cálida acogida ofrecida al futuro Luis VIII de Francia por parte de la mayoría de los obispos ingleses, el apoyo del Papa a Juan sin Tierra continuó siendo eficaz y Luis fue excomulgado. Juan murió, súbitamente, de una grave indigestión el 19 de octubre de 1216. Los viejos aliados de Juan hicieron coronar entonces, a toda prisa, a Enrique III de Inglaterra cuando sólo contaba nueve años. Inocencio III acababa de morir también, pero su sucesor Honorio III continuó defendiendo a los legalistas. De inmediato, los obispos retiraron su apoyo a Luis y los rebeldes se apaciguaron. El príncipe fue a Francia en busca de ayuda a principios del 1217 y regresó a Inglaterra. Esta vez fue derrotado. Luis aceptó negociar la paz en junio, negociación que concluyó en septiembre de 1217 y su excomunión fue levantada.
La actitud de Felipe Augusto frente a esta expedición fue un tanto ambigua ; en todo caso el rey no la apoyó oficialmente, pero es fácil imaginar que diera su consentimiento para la misma, por lo menos a título privado.
La cruzada albigense:
Desencadenada en 1208, la cruzada contra los heréticos albigenses volvió a enfrentar a Simón IV de Montfort, que dirigía la cruzada compuesta por los barones del Norte, y a Ramón VI de Tolosa conde de Tolosa, que apoyaba, secretamente, a los heréticos. Al mismo tiempo, Pedro II de Aragón que tenía puestas sus miras en la región, apoyó al conde de Toulouse antes de fuera vencido y asesinado por Simón de Montfort en Muret, en 1213.
Después de la Batalla de la Roche-aux-Moines, Luis el León partió, por primera vez, hacia el sur de Francia en abril de 1215 y ayudó a Simón de Montfort a consolidar sus posiciones. Éste último, y de acuerdo con el Papa Honorio III y Felipe Augusto fue nombrado conde de Toulouse. Pero la ciudad de Toulouse resistió el asedio que se prolongó durante largo tiempo y Simón murió en abril de 1218. El Papa nombró a su hijo Amaury III de Montfort como sucesor y encargó a Felipe Augusto una nueva expedición. Luis el León partió en mayo de 1219, y se reunió con Amaury en el asedio de Marmande donde sus habitantes fueron masacrados. Tras cuarenta días de hostilidades Luis regresó sin haber conseguido entrar en Toulouse. Una nueva expedicón fue enviada por Felipe Augusto en 1221, dirigida, esta vez, por el obispo de Bourges y el conde de la Marche que no obtuvieron éxito alguno.
Ciertamente la envergadura de estas expediciones fue muy pobre. El empeño de Felipe Augusto por someter el Midi y poner fin a la herejía albigense, parece un tanto discutible. Fue necesario esperar el reinado de sus sucesores para dar por terminado el problema albigense.
Por último, la paz:
Después de Bouvines, las operaciones militares se llevaron a cabo en Inglaterra o en el Midi. Todo el norte del Loira permanecía en paz gracias a la tregua firmada en Chinon en 1215, en principio por cinco años y prolongada en 1220 con la garantía del futuro Luis VIII, una asociación que significó el principio de la transición de Felipe Augusto a su hijo y heredero.
Si bien las conquistas por medio de las armas cesaron, Felipe Augusto fue incrementado su poder aprovechándose de las sucesiones problemáticas como, por ejemplo, el caso de Champaña con la sucesión de Teobaldo I de Navarra, que le permitió hacerse con su feudo. En algunos de estos casos el rey pudo, asimismo, recuperar distintas tierras, como : Issoudun, Bully, Clermont-en-Beauvaisis e incluso Poitiers.
La prosperidad del reino, cuando finalizaba el reinado de Felipe Augusto, era incuestionable. Se estima el excedente anual del Tesoro en 25.210 libras en noviembre de 1212. En esta misma fecha, el Tesoro real ascendía a 157.036 libras, es decir, más del 80 % de la renta anual ordinaria global de la monarquía. El testamento de Felipe Augusto, redactado en septiembre de 1222, confirma estas cifras, dado que la suma de sus legados se elevaba a 790.000 libras. Este testamento fue redactado cuando el estado de salud de Felipe Augusto presagiaba su fallecimiento que se produciría diez meses más tarde.
Cuando Felipe Augusto se encontraba en Pacy decidió asistir, en contra de la opinión de los médicos, a la reunión eclesiástica que se organizó en París con motivo de la preparación de las nuevas cruzadas. No pudo soportar la fatiga del viaje y murió el 14 de julio de 1223 en Mantes. Su cuerpo fue llevado a París y los funerales fueron organizados de inmediato, en Saint Denis, celebrándose en presencia de todos los grandes del reino. Fue la primera vez en la que se enterró a un rey de Francia revestido con todas sus regalías y con un rito solemne inspirado en los ritos de los reyes de Inglaterra.
Felipe Augusto y el ejercicio del poder: ¿La invención de un Estado ?:
Las conquistas:
A su muerte, Felipe Augusto, dejó a su hijo y sucesor Luis VIII, un territorio considerablemente engrandecido.
El contraste entre el advenimiento de Felipe Augusto, bajo una tutela de los barones, con un dominio que le convertía en rey de la Isla de Francia más que de la propia Francia y el final de su reinado, con un dominio engrandecido al cual había que sumar los numerosos territorios sometidos por medio del vasallaje de sus señores, no podía ser más evidente. El rival inglés estaba desterrado en una apartada Guyena, lejos, muy lejos de París.
Estas conquistas territoriales hicieron de Felipe Augusto un rey organizado, en cuyo cometido prosiguió su hijo Luis VIII. Sólo después de la Guerra de los Cien Años, pudo hacerse un recuento efectivo de las posesiones reales francesas. Establecer estas conquistas pasa, no obstante, por otros baremos, diferentes a las simples victorias militares o diplomáticas.
El gran éxito de Felipe Augusto reside en el hecho de que: al mismo tiempo que agrandaba el territorio procuraba reafirmar el poder real en estas nuevas tierras, condición indispensable de la perennidad de estas nuevas posesiones. Este objetivo se obtenía, en principio, con una nueva política de fortificaciones y castillos : Felipe Augusto hizo elaborar su inventario y, a su costa, se hicieron las construcciones en los dominios y feudos.
Las antiguas empalizadas desaparecieron y fueron reesplazadas por torreones de piedra que Felipe quería poligonales o cilíndricos, a fin de que ofrecieran una mayor resistencia a las armas de asedio, así como para evitar los ángulos muertos de la defensa. Se construyeron gran cantidad de torreones. Casi a finales de su reinado los torreones evolucionaron y se construyeron de forma cuadrangular de contornos redondeados en cada esquina. El Louvre es uno de sus mejores ejemplos. Pero eso no fue todo, la estabilización de las conquistas pasó, también, por nuevas formas de administración de los territorios.
La revolución administrativa: bailíos, prebostes y senescales
Para huir de la espiral de la parcelación, consecuencia del sistema feudal, Felipe Augusto emprendió, rápidamente, la organización de una nueva estructura administrativa que le permitía ejercer su poder, de forma directa, sobre el territorio. Felipe Augusto organizó este sistema antes de su marcha a las cruzadas, por medio de una ordenanza-testamento de 1190, a fin de regular, durante su ausencia, la organización concerniente al poder. El rey creó, entonces, los bailíos, antigua creación de origen anglo-normanda cuyo cometido, en los territorios franceses, no quedó claramente definido. Felipe Augusto, se basó, para ello, en las reformas administrativas de Enrique II de Inglaterra llevadas a cabo en 1176.
Esta reforma se terminó alrededor de 1200, cuando ya el nombre de bailliaje se utilizó, si no oficialmente, sí de manera corriente en los actos reales. Elegidos por el rey, eran una docena de personas que recorrían el dominio en cuestión a fin de impartir justicia e iniciarse una contabilidad del reino, un dominio que alcanzó unos progresos decisivos en la segunda mitad del reinado. A diferencia del sistema feudal, los bailíos no tenían un lugar geográfico preciso (esto evolucionó después de Felipe Augusto). Su cometido no estaba ligado a la posesión de tierras, no tenían ningún poder propio, sólo eran los representantes del rey. Eran pagados, directamente, por el rey, y estaban sometidos a un control severísimo, con la obligación de rendir cuentas tres veces al año. John Baldwin señaló que el nivel salarial de los bailíos era de unos 10 sueldos a una libra, lo mismo, por ejemplo, que cobraban los caballeros mercernarios (10 sueldos). Un índice importante, tanto de su estatuto como del precio de su fidelidad.
A los bailíos les ayudaban los prebostes, otra antigua institución cuyo cometido es impreciso. Éstos, a diferencia de los bailíos, sí tenían un territorio asignado y preciso, en los que juzgaban los asuntos corrientes (los bailíos juzgaban, especialmente, por apelación) y llevaban las cuentas locales.
En algunos de los territorios conquistados durante su reinado (Anjou, Maine, Poitou, Saintonge), Felipe Augusto confió las funciones administrativas a los senescales. Este cargo, en principio hereditario, a partir de 1119 ya no fue transmisible. A diferencia del bailío, el senescal era un barón local: el riesgo de que éste tuviera un poder importante en la localidad, era considerable e incluso peligroso para el rey, podía ocurrir lo mismo que con el sistema feudal. Razón por la cual, este sistema era frecuentemente suprimido (especialmente en Normandía desde su anexión) y reemplazado por las bailías.
El nacimiento de una ideología real:
Gracias a la victoria alcanzada en Bouvines, Felipe Augusto acabó su reinado en medio de un importante fervor popular. En este contexto la ideología real progresó, quizá la señal más explícita de un Estado bajo el reinado de Felipe Augusto.
Se ha especulado con la utilización creciente que se hizo del término Francia en los textos contemporáneos y, sobre todo, de la fórmula rex Francia en un acto diplomático de 1204. Pero será preciso esperar hasta la llegada de San Luis para ver el título oficial de rex Francorum (rey de los Francos) convertido en rex Franciae (rey de Francia): con Felipe Augusto, el rey continuó utilizando rex Francorum, en todos los actos que llevaban su sello. Otros progresos ideológicos son más evidentes.
A finales del reinado de Felipe Augusto, se inició una verdadera tentativa de propaganda real a través de las crónicas oficiales. Ya, a partir de 1118, Rigord, monje de Saint-Denis, redactó una crónica en latín, siguiendo la tradición de Suger, que ofreció a Felipe Augusto en 1196. La Gesta Philippi Augusti fue completándose hasta el 1208. Esta obra no fue un encargo oficial del rey, pero es, sin embargo, una crónica cuasi-oficial, puesta al servicio de la mayor gloria de Felipe Augusto (exceptuando algunas críticas concernientes a su problema matrimonial). Es, por tanto, Rigord el primero que dio a Felipe Augusto el sobrenombre de Augustus, haciendo referencia al mes en que nació y a sus primeras conquistas, elevado, por el autor, al rango de los emperadores romanos.
Felipe Augusto encargó, seguidamente, una nueva crónica en la que se debería expurgar la crónica de Rigord quitando, de la misma, los pasajes críticos y continuarla. Guillaume le Breton, clérigo y cercano a Felipe Augusto, fue el encargado de realizarla. De inmediato se puso a redactar un verdadero monumento a la gloria del rey, que partía de 1214: una crónica en verso, la Philippide, con un estilo épico, por aquel entonces muy de moda, (especialmente después del Alexandreis de Gautier de Châtillon, epopeya escrita para la mayor gloria de Alejandro). A la misma le siguieron numerosas versiones de la Philippide, la última fue terminada en 1224, un año después de la muerte del rey. En esta obra única, Felipe Augusto es presentado, en ocasiones, con un héroe, el vencedor de Bouvines y es celebrada su majestad. La evolución seguida al final de su reinado es importante, aunque las dos crónicas oficiales sean los testimonios aislados dentro del conjunto de la producción literaria del reino de Felipe Augusto.
La crónica de Rigord y la continuación de la misma hecha por Guillaume le Breton, fueron traducidas por Primat para las Grandes Chroniques de France. Por medio de esta obra, más que por la de Philippe, Felipe Augusto pasó a la posteridad.
Cabe destacar, asimismo, la contribución de Gilles de París quien, en su obra Karolinus, poema dedicado a la gloria de Carlomagno, escrito en honor a Luis VIII, en el que iguala a Felipe Augusto y a Luis con Carlomagno, uniendo en ellos la Dinastía Carolingia y la Dinastía de los Capetos, convirtiéndolos, de este modo, en los primeros y verdaderos representantes de un genus real, que transmite la realeza por medio de la sangre y que, después de Felipe Augusto, cobra una importancia vital.
El bienhechor de París:
El reinado de Felipe Augusto fue un período de grandes mejoras para París. Aunque la corte es, todavía, itinerante, París adquiere un estatuto particular que las diferentes empresas llevadas a cabo así lo atestiguan. París experimentó un gran avance durante el reinado de Felipe Augusto que se inventó la capital. Algunos hechos reseñables:
1180.- Felipe transfiere el mercado de los Campeaux (situado en los barrios del norte de la ciudad, cercano a la leprosería Saint-Lazare), al centro de París, al mismo lugar en el que se edificarían las futuras Halles. Se construyeron dos edificios cubiertos para albergar el nuevo mercado en 1183. Muy interesante para el desarrollo de este mercado central fue la reglamentación impuesta por Felipe Augusto concerniente al comercio de los comestibles esenciales (carne, pan, vino).
1186.- Felipe hizo pavimentar la calle principal de París. En la ventana de su Palacio de la Cité los cronistas escribieron: incómoda por los olores que ascienden desde la calle fangosa.
1187.- el cementerio de los Santos Inocentes, fue seaneado, drenado, nivelado y se rodeó con un muro.
1190.- antes de irse a las cruzadas, Felipe Augusto, dio órdenes de empezar la construcción de un muro de contención en la orilla derecha del río.
1194.- tras el robo de los archivos reales llevado a cabo por Ricardo Corazón de León durante una de las expediciones, Felipe Augusto los hizo reconstruir. Un ejemplar de estos archivos se encuentra en París.
1200.- certificado real mediante el cual se crea la Universidad de París, un estatuto que permite a los maestros y alumnos parisinos una libertad y una seguridad importantes; además quedan relevados, en particular, de la jurisdicción eclesiástica. Estos privilegios permitieron un rápido crecimiento de las escuelas parisinas.
1202.- se terminó la construcción de la torre nueva, en la entrada Oeste de la ciudad, lo que sería el futuro Louvre.
1209-1210.- diversos trabajos en el Petit Châtelet, situado en la orilla izquierda del río (nuevas chimeneas, puertas, poternas, y una cárcel con tres estancias).
1209-1212.- construcción en la parte izquierda del río de la muralla de París.
La expansión de París no se quedó reducida a las obras ordenadas por Felipe Augusto, durante su reinado fueron creados, también, el hospicio de Sainte-Catherine (1185), el hospital de la Trinidad 1202). Asimismo, la construcción de Notre-Dame de París, empezada en 1163 progresaron a buen ritmo. En 1182 se terminó el coro y el altar mayor fue consagrado el 19 de mayo. Después se decoró la fachada Oeste, y la galería de los reyes se terminó en el año 1220, se empezó la construcción del gran rosetón y, en la misma época, se amplió el atrio.
El desarrollo de París viene confirmado por los datos demográficos que estiman que la población parisina pasó, en pocos años, de 25.000 habitantes, a los 50.000 hacia 1200 lo que la convirtió en la ciudad más grande de Europa después de Italia.
Situación en la dinastía de los Capetos:
Descendencia:
1.- Con Isabel de Hainaut, condesa de Artois (1170–1190), hija de Balduino V de Hainaut, casada en 1180:
Luis el León (1187 - 1226). Rey de Francia.
2.- Con Isambur de Dinamarca (1176–1238), hija de Valdemar I, rey de Dinamarca (1157–1182), hermana de Canuto VI, rey de Dinamarca (1182–1202), casada en 1193. Repudiada en 1193, y admitida oficialmente en 1200 (aunque nunca volvió a mantener relaciones conyugales):
Sin hijos
3.- Con Inés de Méran (1176–1201), hija de Berthold de Méran, casada en 1196, tuvo tres hijos naturales, de los cuales, sólo dos de ellos fueron reconocidos como herederos legítimos por el Papa Inocencio III:
María (1198 – 1224), que se casó en 1206 con Felipe I de Namur, conde de Namur, (1175–1212). Se volvió a casar, en 1213 con Enrique I, duque de Brabante (v.1165–1235)
Juan Tristan (muerto al nacer, en 1200)
Felipe (1201 – 1234), conde de Clermont y de Boloña, se casó en 1216 con Matilde de Dammartín (v.1202–1259).
4.- Con una «cierta dama de Arrás»:
Pierre Charlot (1205 – 1249), obispo de Tours (o de ¿Noyon?).
Legado ideológico: la imagen
Felipe Augusto fue inhumado en la Basílica de Saint-Denis, cerca de París, después de la reorganización de la necrópolis llevada a cabo por Felipe el Hermoso, su tumba fue situada en el centro, junto con la de su hijo Luis VIII a fin de simbolizar la unión entre las líneas merovingias (a la derecha) y capetiana (a la izquierda), según la idea original de Gilles de París. Como todas las tumbas de la necrópolis, la de Felipe Augusto fue violada por los revolucionarios en 1793.
Generalmente, la imagen de Felipe Augusto, tan celebrada por los cronistas de la época, ha permanecido, en gran parte, relegada por la figura de San Luis, convertido, (y por mucho tiempo), en el modelo real por excelencia desde finales del siglo XIII. A Felipe Augusto se le recuerda principalmente por la victoria de Bouvines que permanece en la memoria de la mitología nacional francesa gracias a la obra Grandes Chroniques de France, o bien, más tarde, por los libros escolares de la III República. La iglesia de Saint-Pierre de Bouvines, edificada en 1882, fue decorada entre 1887 y 1906 con veintiuna vidrieras en las que se detalla la famosa batalla.
Los demás signos del reinado de Felipe Augusto han ido desapareciendo progresivamente. Las murallas de Felipe Augusto subsisten en París como vestigios de su reinado, el Louvre medieval fue desmantelado e integrado en el museo en 1990. Sólo la estación del metro de París, Felipe Augusto, continúa conmemorando al vencedor de Bouvines.
Luis XIV (el Rey Sol)
Luis XIV (en francés Louis XIV) (*Saint-Germain en Laye, 5 de septiembre de 1638 - † Versalles, 1 de septiembre de 1715), fue Rey de Francia y de Navarra desde el 14 de mayo de 1643 hasta su muerte con casi 77 años. Conocido como El Rey Sol, ya que en Francia nunca se ponía el sol, (en francés Le Roi Soleil), o Luis el Grande (en francés Louis le Grand), gobernó Francia durante setenta y dos años, el reinado más largo de cualquier rey francés o de otra gran monarquía europea. Fue el primogénito de Luis XIII y de Ana de Austria (hija del Rey Felipe III de España). Luis XIV incrementó el poder y la influencia francesa en Europa, combatiendo en tres grandes guerras: la Guerra de Holanda, la Guerra de los Nueve Años y la Guerra de Sucesión Española.
Bajo su mandato, Francia no consiguió sólo el poder político y militar, sino también el dominio cultural con personajes como Molière, Racine, Boileau, La Fontaine, Lully, Rigaud, Le Brun y Le Nôtre. Estos logros culturales contribuyeron al prestigio de Francia, su pueblo, su lengua y su rey. Luis XIV, uno de los más destacados reyes de la historia francesa, consiguió crear un régimen absolutista y centralizado, hasta el punto que su reinado es considerado el prototipo de la monarquía absoluta en Europa. La frase "L'État, c'est moi" ("El estado soy yo") se le atribuye frecuentemente, aunque está considerada por los historiadores como una imprecisión histórica (si se hace caso de las fechas, Luis tendría cinco años cuando lo dijo), ya que es más probable que dicha frase fuera forjada por sus enemigos políticos para resaltar la visión estereotipada del absolutismo político que Luis representaba. En contraposición a esa cita apócrifa, Luis XIV dijo antes de morir a causa de las quemaduras por el Sol, algo muy común en su época: "Je m'en vais, mais l'État demeurera toujours." ("Me marcho, pero el Estado siempre permanecerá").
Infancia y ascenso al trono:
El nacimiento de Luis, en Saint-Germain-en-Laye el año 1638, fue recibido como un don divino por sus padres: Luis XIII y Ana de Austria, los cuales no habían conseguido descendencia en veintitrés años; por ello fue bautizado como "Louis-Dieudonné" (Dieudonné significa "dado por Dios"); también se le otorgaron los títulos de premier fils de France ("Primer Hijo de Francia") además del más tradicional de Delfín de Viennois. Luis XIV provenía de un ambiente multicultural ya que sus abuelos paternos, Enrique IV de Francia y María de Médicis, eran navarro e italiana respectivamente y sus abuelos maternos, Felipe III de España y Margarita de Austria, eran Habsburgos, él español y ella austriaca.
Luis XIII y Ana tuvieron un segundo hijo, Felipe d'Anjou (que posteriormente sería Felipe I, Duque de Orleans) en el año 1640.
Luis XIII no se fiaba de la habilidad de su esposa para gobernar Francia tras su muerte, por lo que decretó que un consejo regente gobernase en nombre de su hijo durante su minoría de edad, para reducir así el poder de la Reina Madre durante la regencia. No obstante, tras la muerte de Luis XIII y tras la ascensión al trono, con cinco años, de Luis XIV el 14 de mayo de 1643, Ana anuló el testamento de Luis XIII en el Parlamento, rompió con el consejo y quedó como única regente. Durante su regencia, confió el poder a su primer ministro, el italiano Cardenal Mazarino, al que la mayoría de los círculos políticos franceses despreciaban por su origen no francés.
Al finalizar la Guerra de los Treinta Años, en el año 1648, comenzó una guerra civil francesa conocida como la Fronda. Mazarino continuó con las políticas de centralización emprendidas por su predecesor, Richelieu, aumentando así el poder real a expensas de la nobleza. En 1648, intentó imponer un impuesto a los miembros del Parlamento, el cual estaba constituido, principalmente, por miembros de la nobleza y altos cargos eclesiásticos. Los miembros del Parlamento no sólo rechazaron el impuesto, sino que también ordenaron la quema de todos los edictos financieros de Mazarino. En una ocasión en que el cardenal ordenó arrestar a algunos miembros del Parlamento, París estalló en insurrección. Un grupo de parisinos molestos irrumpió en el palacio real demandando ver al rey. Tras ser conducidos a la alcoba real, se quedaron mirando a Luis XIV, el cual se estaba haciendo el dormido, y se marcharon tranquilamente. Debido al peligro que corría la familia real y la monarquía, Ana huyó de París con el rey y sus cortesanos. Poco tiempo después, la firma de la Paz de Westfalia permitió al ejército francés volver a ayudar a Luis XIV y su corte real. Ya en enero de 1649 comenzó el asedio de la rebelde París. La subsecuente Paz de Rueil acabó con el conflicto, por lo menos temporalmente.
La segunda Fronda comenzó cuando la primera Fronda (Fronde Parlementaire) finalizó, en 1650. Nobles de todo rango, desde princesas de Sangre Real y primos del rey, como Gastón, duque de Orleans, su hija, Ana María Luisa de Orleans y Montpensier, Luis II de Borbón-Condé y Armando de Borbón-Conti, a nobles de largo linaje como François VI, Duque de La Rochefoucauld, Frédéric Maurice de La Tour d'Auvergne, su hermano, Turenne y Marie de Rohan-Montbazon, incluso nobles de descendencia real legítima como Enrique II de Orleans y Francisco de Vendôme, participaron en la rebelión contra el poder real. Incluso el clero tenía representación en la rebelión en la persona de Jean-François Paul de Gondi. Como resultado a estos días tumultuosos, en los que se dice que la Reina Madre tuvo que vender sus joyas para alimentar a sus hijos, Luis XIV desarrolló una gran desconfianza hacia la nobleza.
Fin de la guerra y reinado personal:
Mientras, la guerra con España continuaba. Los franceses recibieron apoyo militar de Inglaterra, gobernada por Oliver Cromwell. La alianza anglofrancesa venció en 1658 en la Batalla de las Dunas. El resultado de la guerra fue el Tratado de los Pirineos que fijó la frontera entre España y Francia en los Pirineos, cediendo España varias provincias y ciudades a Francia en los Países Bajos españoles y en el Rosellón. Este tratado cambió la balanza de poder europeo al lado francés, con una España ya decadente. También por dicho tratado, Luis XIV contrajo matrimonio con la hija de Felipe IV de España: María Teresa de Austria. El matrimonio se celebró el 9 de junio de 1660, lo cual no impidió a Luis tener varias amantes, entre ellas La Vallière, Montespan y Madame de Maintenon, con quien, tras enviudar, se casó en secreto en 1685.
Los hijos que tuvo con María Teresa de Austria fueron:
Luis, el Gran Delfín (1661 - 1711)
Ana Isabel (1662)
María Ana (1664)
María Teresa (1667 - 1672)
Felipe (1668 - 1671), Duque de Anjou
Luis Francisco (1672)
Con Luisa de La Vallière tuvieron cuatro hijos, de los cuales sólo sobrevivieron dos que serían legitimados:
María Ana de Borbón, primera dama de Blois, casada con Luis Armando de Borbón, príncipe de Conti
Luis de Borbón, conde de Vermandois.
Françoise Athénaïs de Rochechouart de Mortemart, Madame de Montespan de 1667 a 1679 fue la favorita oficial de Luis XIV, con el que tuvo siete hijos, que si bien no fueron reconocidos como parte de la familia real, fueron recompensados con títulos de nobleza al ser legitimados
Luisa Francisca (1669 - 1672)
Luis Augusto de Borbón, duque de Maine (1670 - 1736), abad de Saint-Germain-des-Prés
Luis César de Borbón, conde de Vexin, (1672 - 1683).
Luisa Francisca de Borbón, Mademoiselle de Nantes (1673 - 1743), esposa de Luis III de Borbón-Condé, duque de Borbón, 6º príncipe de Condé.
Luisa María Ana de Borbón, Mademoiselle de Tours (1674 - 1681).
Francisca María de Borbón, la segunda Mademoiselle de Blois (1677 - 1749), que sería esposa de Felipe de Orleans, duque de Chartres y futuro Regente a la muerte de Luis XIV.
Luis Alejandro de Borbón (1678 - 1737), conde de Toulouse.
La economía francesa, tras una larga guerra, estaba cerca de la bancarrota cuando Luis XIV asumió, tras la muerte de Mazarino, por completo sus funciones regias; de su padre había heredado el prurito de su grandeza y la idea del carácter divino de su poder. Luis XIV nombró a Jean-Baptiste Colbert Contrôleur-Général des Finances en 1665. Colbert redujo notablemente la deuda nacional con una política de impuestos más eficiente. De entre los impuestos manejados por Colbert, los principales eran: el aides y los douanes, impuestos de aduanas; el gabelle, un impuesto sobre la sal; y el taille, impuesto sobre la tierra. Aunque Colbert no abolió la exención de impuestos histórica que disfrutaban la nobleza y el clero, consiguió mejorar notablemente el método de cobro de impuestos, mejorando así la economía del reino.
Colbert también concibió una gran variedad de medidas para fortalecer Francia por medio del comercio. Su administración dispuso nuevas industrias, fomentando a los fabricantes y a los inventores. Colbert también hizo mejoras en la marina militar francesa (prácticamente inexistente hasta su llegada), a la marina mercante, las carreteras y los canales. Es considerado uno de los padres de la escuela del mercantilismo; de hecho, en Francia al mercantilismo se le llama Colbertisme.
El Rey Sol demostró ser un gran derrochador, repartiendo grandes sumas de dinero para financiar la corte real. Fue un mecenas de las artes, financiando a grandes figuras de la literatura y la cultura como a Jean-Baptiste Poquelin (Molière), Charles Le Brun y Jean-Baptiste Lully. También puso a la Academia Francesa bajo su protección.
Luis XIV fue quien ordenó la construcción del complejo militar de Los Inválidos para dar cobijo a los oficiales y soldados que le fueron leales en el ejército, pero, por su edad o sus heridas, ya no eran aptos para combatir. Aunque los métodos farmacéuticos de la época eran muy básicos, en Los Inválidos se desarrollaron nuevos tratamientos, bastante avanzados si se comparan con los existentes en esos años. Luis XIV consideró la construcción de Los Inválidos como uno de los grandes logros de su reinado. Bajo su mandato también se amplió el Palacio del Louvre y otras residencias reales.
Guerra con los Paises Bajos:
Tras la muerte de Felipe IV de España, tío y suegro de Luis XIV, en 1665, su hijo (de su segunda esposa) ascendió al trono como Carlos II de España. Luis XIV reclamó el territorio de Brabante, en los Países Bajos, gobernados hasta entonces por el rey de España, que debían ser "devueltos" a su esposa, María Teresa, hermanastra mayor de Carlos II (hija del primer matrimonio del padre de ambos). Luis argumentó que las costumbres de Brabante no permitían que un hijo sufriera prejuicios por las consecuencias de que su padre volviera a casarse, por lo que tenía prioridad sobre los hijos de los siguientes matrimonios a la hora de heredar. Estas reclamaciones darían pie a la Guerra de Devolución de 1667, en la cual Luis participó personalmente.
Los intereses de Luis en los Países Bajos se beneficiaron de los problemas internos de la República de los Siete Países Bajos Unidos. El político más importante del momento en las Provincias Unidas, Johan de Witt, temía que el joven Guillermo III, Príncipe de Orange, se hiciese con el poder en las Provincias Unidas. De Witt pensaba que una guerra naval contra Francia podía ser llevadera, no así una guerra terrestre, que permitiría la intervención de Guillermo III, dejándole con el poder. Así, con las Provincias Unidas divididas en un conflicto interno entre los seguidores de De Witt y los de Guillermo de Orange, junto a las refriegas entre ingleses y holandeses, Francia no tuvo ninguna dificultad en conquistar Flandes y el Franco Condado. Impactados por la velocidad del triunfo francés, las Provincias Unidas se unieron a Inglaterra y Suecia en una Triple Alianza el año 1668. La formación de la Triple Alianza ponía a Luis XIV ante el problema de verse envuelto en una guerra de mayores dimensiones, por lo que aceptó firmar la paz en el Tratado de Aquisgrán, por el cual Francia se quedaba con el control de Flandes, pero devolvía el Franco Condado a España.
La Triple Alianza no duró mucho. En 1670, Carlos II de Inglaterra, atraído por sobornos franceses, firmó en secreto el Tratado de Dover, convirtiéndose en aliado francés. Ambos reinos declararon la guerra a las Provincias Unidas en 1672. La rápida invasión y ocupación de la práctica totalidad de los Países Bajos, salvo Ámsterdam, provocó un golpe de estado contra De Witt, lo que permitió a Guillermo III hacerse con el poder. Guillermo III se alió con España y el Sacro Imperio, y, tras dos años de lucha en 1674, firmó un tratado de paz con Inglaterra forzando a los ingleses a retirarse de los Países Bajos. Guillermo incluso llegó a casarse con María II de Inglaterra, sobrina de Carlos II de Inglaterra. Sin embargo, y a pesar de estos movimientos diplomáticos, la guerra continuó con grandes victorias francesas sobre las fuerzas de la coalición oponente. No obstante, las naciones implicadas, extenuadas por la guerra, comenzaron a negociar una paz, finalizando en 1678 con la Paz de Nimega. En dicho tratado, y a pesar de que devolvió todo el territorio holandés capturado, Luis XIV ganó la posesión de más ciudades y retuvo el Franco Condado, que había sido invadido en pocas semanas.
El Tratado de Nimega incrementó todavía más la influencia francesa en Europa, pero no satisfizo a Luis XIV. El rey despidió a su ministro de asuntos exteriores, Simon Arnauld de Pomponne, el año 1679, porque consideraba su actitud demasiado comprometida con los aliados. Luis XIV continuó agrandando su ejército, aunque en vez de conseguir sus reclamaciones territoriales por las armas, usó juicios. Debido a las redacciones ambiguas de los tratados de la época, Luis consiguió reclamar que los territorios que se le habían cedido en los tratados firmados previamente debían cederse junto a las dependencias y tierras que habían pertenecido a esos territorios formalmente. La anexión de estos territorios tenía el objetivo de proporcionar a Francia una frontera más defendible. Luis también deseaba la ciudad de Estrasburgo, un emplazamiento estratégico importante. Estrasburgo estaba emplazado en Alsacia, territorio que no se le había cedido a Luis en la Paz de Westfalia. Sin embargo, Luis XIV lo ocuparía en 1681, usando pretextos legales.
Dominación en la década 1680:
En la década de 1680 el poder francés sobre Europa, bajo el mandato de Luis XIV, había aumentado enormemente. La gestión económica de uno de los ministros más famosos de Luis, Jean-Baptiste Colbert, muerto en 1683, produjo un gran cambio en la tesorería real; los ingresos de la corona se triplicaron bajo su supervisión. Los príncipes europeos comenzaron a imitar el modelo francés en todos sus aspectos. Las colonias francesas en el extranjero se multiplicaron, tanto en América como en África y Asia, iniciándose relaciones diplomáticas con naciones como Siam y Persia. Por ejemplo, el explorador René Robert Cavelier de La Salle reclamó para Francia, en 1682, la cuenca del Río Mississippi, nombrándola "Luisiana" en honor de Luis XIV. Incluso los jesuítas franceses tenían presencia en la corte Manchú en China. En un intento de aumentar más su dominio en Europa, Luis XIV reforzó el galicanismo, una doctrina que limitaba el poder papal en Francia. Además, Luis XIV tomó medidas para disminuir la influencia y el poder de la nobleza y el clero. Estas medidas incluían mantener el control sobre el segundo estado (la nobleza), usando la táctica de mantener a la alta nobleza en corte del palacio de Versalles, consiguiendo así que los nobles se quedaran la mayoría del año bajo la vigilancia de Luis XIV, y no en sus territorios, donde podían planear rebeliones e insurrecciones. Además, manteniéndose cerca del rey era la única forma posible para poder ganar favores reales como pensiones y privilegios necesarios para su posición social. Luis divertía a estos visitantes permanentes con fiestas extravagantes y otras distracciones, hecho que contribuía notablemente al control real sobre una nobleza poco disciplinada.
En el apartado de disminuir la influencia nobiliaria, Luis siguió el trabajo emprendido por los Cardenales Richelieu y Mazarino. Luis, tras sacar experiencias de la Fronda, creía que la única manera de mantener su poder era colocar plebeyos o, por lo menos, miembros de la nueva aristocracia en los cargos importantes. Dicha política se basaba en el hecho de que Luis podía reducir un plebeyo que tuviera gran influencia por su cargo a una nadería tan sólo con despedirle, cosa que no podía hacer con la influencia de un gran noble. Por ello, Luis dedicó a toda la gran aristocracia a la posición de cortesanos, a la vez que nombraba ministros a plebeyos y nuevos aristócratas. Como cortesanos, el poder de la nobleza disminuyó notablemente. Esa falta de poder se ve reflejado en la ausencia de rebeliones, como la Fronda, tras Luis XIV. De hecho, esta victoria de la corona sobre la nobleza aseguró que no hubiera ninguna guerra civil importante en Francia, hasta la Revolución y la Era Napoleónica.
Luis XIV convirtió el Palacio de Versalles, originalmente un refugio de caza construido por su padre, en un espectacular palacio real. El 6 de mayo de 1682 se mudó allí oficialmente con toda su corte. Luis tenía varias razones para crear un palacio de tanta opulencia extravagante y para cambiar allí la residencia de la monarquía. La afirmación, sin embargo, de que odiaba París es imprecisa porque Luis no dejó de embellecer su capital con monumentos, mientras la mejoraba y desarrollaba. Versalles cumplía como el sitio deslumbrante y sobrecogedor para los asuntos de estado y para recibir a los mandatarios extranjeros, donde la atención no se dividía entre la capital y la gente, sino que recaía totalmente sobre el rey. La vida de la corte se centraba en la grandeza. Los cortesanos vivían vidas lujosas, vestidos con gran magnificencia, siempre asistiendo a cenas, representaciones, celebraciones, etc. De hecho, muchos nobles se vieron obligados a dejar toda su influencia o a depender totalmente de los subsidios y subvenciones reales para poder mantener el costoso estilo de vida versallesco. Esta situación hizo que los nobles dejaran de intentar retomar poder, que podría resultar en potenciales problemas para la corona, centrándose sin embargo en competir por ser invitados a cenar en la mesa del rey o el privilegio de poder llevar una vela cuando el rey se retiraba a sus habitaciones.
La unificación nacional: El galicanismo:
A continuación, Luis XIV intentó incrementar su control sobre la Iglesia. Convocó una asamblea del Clero (Assemblée du Clergé) en noviembre de 1681. Tras su disolución en junio de 1682, la asamblea había aceptado la Declaración del Clero Francés. El poder real se incrementó, en detrimento del poder papal. Entre otras medidas, el Papa no podía enviar legados papales sin el consentimiento de Luis; dichos legados, además, sólo podían ejercer su cometido tras otra aprobación una vez habían entrado en Francia. Los obispos no podían abandonar el país sin aprobación real; ningún agente gubernamental podía ser excomulgado por sus actos en misión oficial; y no se podía apelar al Papa sin la aprobación del rey. El rey obtuvo el poder de promulgar leyes eclesiásticas y todas las reglas papales eran inválidas en territorio francés sin el consentimiento real. La Declaración, sin embargo, no fue aceptada por el Papa, por razones evidentes.
La unificación nacional: La revocación:
La esposa de Luis XIV, María Teresa, murió el año 1683. Luis no se mantuvo fiel a ella por mucho tiempo tras su matrimonio de 1660: sus varias amantes incluían a Luisa de La Vallière, Françoise Athénaïs de Rochechouart de Mortemart, Madame de Montespan, y a María Angélica de Fontanges. Sin embargo, se mantuvo más fiel en su segundo matrimonio, con Madame de Maintenon. El matrimonio morganático entre Luis XIV y Madame de Maintenon tuvo lugar, probablemente, a finales de 1685.
Madame de Maintenon, antes protestante, se había convertido al catolicismo. Antes se creía que, además, había participado muy activamente en la persecución de los protestantes, y que instó a Luis XIV a revocar el Edicto de Nantes, el cual proporcionaba algo de libertad religiosa a los Hugonotes (los miembros de la protestante Iglesia Reformada). Sin embargo, está implicación de Madame de Maintenon se cuestiona actualmente. El mismo Luis XIV estaba de acuerdo con el plan, puesto que, como el resto de Europa, católica o protestante, creía que para mantener la unidad nacional, debía antes conseguir la unidad religiosa; en su caso una unidad bajo el catolicismo. Esta idea estaba definida en el principio "cuius regio, eius religio", política religiosa en vigencia desde su establecimiento en la Paz de Augsburgo de 1555. De hecho, ya había comenzado la persecución de los hugonotes.
Luis continuó el proceso de unificación religiosa publicando un edicto en marzo de 1685, que estipulaba la expulsión de los judíos de las colonias francesas. También se prohibió la práctica de cualquier religión, excepto del catolicismo. En octubre de 1689, Luis promulgó el Edicto de Fontainebleau, que revocaba el anterior edicto de Nantes, bajo el pretexto de que la extinción casi total del protestantismo en Francia hacía innecesario un edicto que les concediera privilegios. El nuevo edicto contemplaba que cualquier clérigo protestante que no se convirtiera al catolicismo fuese desterrado; las escuelas e instituciones protestantes fueron prohibidas; los hijos de familias protestantes debían ser bautizados por un sacerdote católico; y los sitios de culto protestantes fueron demolidos. El edicto descartaba el ejercicio público de la religión, pero no el creer en ella. De hecho, el edicto decía: "se otorga libertad a las personas de la Pretendida Religión Reformada... bajo la condición de no dedicarse al ejercicio de dicha religión, o reunirse bajo el pretexto de rezar o tener servicios religiosos." Aunque el Edicto prohibía formalmente la posibilidad de que los hugonotes abandonaran Francia, cerca de 200.000 lo hicieron. Este hecho fue dañino para los intereses económicos de Francia lo que llevó a algunos personajes como Vauban, uno de los generales de Luis más influyentes, a condenar la medida públicamente, aunque, en general, su proclamación fue muy bien recibida.
Hacia 1685, Luis XIV se encontraba en el apogeo de su reinado. Uno de los principales rivales de Francia, el Sacro Imperio Romano Germánico, fue desmembrado mientras luchaba contra en Imperio Otomano en la Guerra austro-turca. El Gran Visir Otomano llegó casi a tomar Viena, pero en el último momento el rey Juan III Sobieski con un ejército de fuerzas polacas, alemanas y austríacas consiguió la victoria en la Batalla de Viena, en 1683. Mientras, Luis XIV, gracias a la Tregua de Ratisbona, se anexionaba varios territorios, incluido Luxemburgo. Tras repeler el ataque otomano en Viena, el Sacro Imperio dejó de estar amenazado por los turcos; sin embargo el Emperador nunca intentó recuperar los territorios ocupados por Luis XIV.
La Liga de Augsburgo:
La revocación del Edicto de Nantes tuvo grandes consecuencias políticas y diplomáticas, principalmente en los países protestantes, en los cuales dicha revocación contribuyó a crear un creciente sentimiento antifrancés. En 1686, dirigentes tanto católicos como protestantes fundaron la Liga de Augsburgo, ostensiblemente un pacto defensivo para proteger la zona del Rin, pero que era realidad una alianza ofensiva contra Francia. La alianza incluía entre sus miembros al Emperador del Sacro Imperio y varios de los gobernantes de los estados alemanes que formaban parte del Imperio, principalmente el Palatinado, Bavaria y Brandenburgo. Las Provincias Unidas, España y Suecia también se unieron a la Liga.
Luis XIV mandó sus tropas al Palatinado en 1688, debido a que el ultimátum que propuso a los príncipes germánicos, por el cual estos debían ratificar la Tregua de Ratisbona (confirmando así la posesión de Luis de los territorios anexionados en esa tregua) así como reconocer públicamente el derecho de las reclamaciones de su cuñada, expiró. Aparentemente, el ejército de Luis tenía como órdenes apoyar militarmente las reclamaciones territoriales de la cuñada de Luis, Elizabeth Charlotte duquesa de Orleans, en el Palatinado. Sin embargo, la invasión tenía el propósito real de presionar al Palatinado para que abandonara la Liga, consiguiendo así debilitarla.
Las acciones francesas unieron a los príncipes en el bando del Emperador. Luis esperaba que Inglaterra, gobernada por el rey católico Jacobo II, se mantendría neutral en el conflicto, pero la Revolución Gloriosa inglesa acabó con Jacobo, que fue reemplazado en el trono por su hija María II, que gobernaba junto a su marido Guillermo III (el Príncipe de Orange). Debido a la enemistad que surgió entre Luis y Guillermo en la guerra en Holanda, este decidió unirse a la Liga, la cual se conocería a partir de ese momento con el nombre de Gran Alianza.
Las campañas de la que sería conocida como Guerra de los Nueve Años (1688–1697) fueron dominadas, en general, por las tropas francesas. Las fuerzas Imperiales resultaron poco efectivas, pues el grueso del ejército imperial seguía enfrentándose al Imperio Otomano. Rápidamente Francia consiguió una gran cantidad de victorias desde Flandes en el norte hasta el valle del Rin en el este e Italia y España en el sur. Mientras, Luis XIV apoyó a Jacobo II en su intento de recuperar el trono británico, pero el estuardo no tuvo éxito. Este hecho hizo que la Inglaterra de Guillermo pudiera entrar con más fuerza en el conflicto continental. No obstante, a pesar del tamaño de la coalición oponente, los franceses aplastaron al ejército aliado en la Batalla de Fleurus, así como en la Batalla de Steenkerque (1692) y en la Batalla de Neerwinden (1693). Bajo la supervisión personal del rey, las tropas francesas capturaron Mons en 1691 y la inexpugnable, hasta el momento, fortaleza de Namur, el año 1692. La victoria naval francesa en la Batalla de Beachy Head en 1690 fue, sin embargo, contrarrestada por la victoria angloholandesa en la Batalla de La Hogue en 1692. La guerra duró todavía cuatro años más, hasta que el Duque de Saboya firmó un acuerdo de paz, aliándose así con los franceses el año 1696, reforzando los ejércitos franceses y facilitanto la captura de Milán y Barcelona.
La Guerra de los Nueve Años finalizó en 1697 con el Tratado de Ryswick. Luis XIV devolvió Luxemburgo y otros territorios de los que se había apoderado en la guerra holandesa de 1679, pero conservó Estrasburgo. También adquirió la posesión de jure de su, hasta entonces de facto, posesión de Haiti así como la devolución de los territorios de Pondicherry y Acadia. Luis, por otra parte, tuvo que reconocer el reinado de Guillermo III y María II como soberanos de Gran Bretaña e Irlanda, por lo que estos últimos se aseguraron que nunca más volvería a apoyar a Jacobo II; de igual modo renunció a sus reclamaciones sobre el Palatinado. España recuperó Cataluña y otros territorios perdidos, tanto en la Guerra de los Nueve Años como en otras anteriores, en los Países Bajos. Luis también devolvió en este tratado la Lorena a su duque, pero bajo la condición de permitir la libre circulación francesa en el territorio. Los términos generosos del tratado fueron interpretados como una concesión para favorecer un sentimiento pro-francés en España, lo que, eventualmente, llevaría a Carlos II, rey de España a designar a Felipe, Duque de Anjou (nieto de Luis) como su sucesor.
La Sucesión española:
El problema de la sucesión al trono español dominó la situación europea tras la Paz de Ryswick. El rey español, Carlos II, apodado El Hechizado, estaba muy enfermo y no podía tener descendencia. La herencia de la corona española era cuantiosa, ya que Carlos II no sólo era rey de España, sino también de Nápoles, Sicilia, Milán, los Países Bajos Españoles y un gran imperio colonial. En total, veintidós dominios distintos.
Francia y Austria eran los principales candidatos al trono, puesto que ambos tenían lazos familiares con la familia real española. Felipe, Duque de Anjou (que sería Felipe V de España), el pretendiente francés, era el bisnieto de la hija mayor de Felipe III de España, Ana de Austria, y el nieto de la hija mayor de Felipe IV de España, María Teresa de Austria. La única pega para sus aspiraciones a la sucesión era su renuncia al trono, la cual en el caso de María Teresa, sin embargo, no era efectiva puesto que España no había cumplido su parte del tratado. Por otro lado, Carlos, Archiduque de Austria y más tarde Emperador, hijo menor de Leopoldo I, fruto del tercer matrimonio de éste con Leonor del Palatinado, reclamaba el trono español por su abuela paterna, que era la hija menor de Felipe III; esta pretensión, al contrario de la francesa, no estaba condicionada por ninguna renuncia previa. Sin embargo, y usando las reglas de sucesión, la posición francesa era superior, puesto que su pretendiente descendía de la hija mayor.
Algunas potencias europeas temían la posibilidad de que tanto Francia como el Sacro Imperio se hicieran con el control de España, lo que deterioraría el equilibrio de poder en Europa. Por ello, Guillermo III, rey de Gran Bretaña e Irlanda, prefería a otro candidato, el Príncipe Bávaro José Fernando de Baviera, nieto de Leopoldo I y la primera esposa de éste: Margarita de España, hija pequeña de Felipe IV. En los términos del Primer Tratado de Partición, firmado en La Haya en 1698, en plena guerra de los Nueve Años, por Inglaterra y Francia para evitar una alianza hispano-alemana, se estipulaba que José Fernando heredaría España, incluyendo los territorios italianos, mientras que los Países Bajos se repartirían entre las Casas de Francia y de Austria. España, sin embargo, no había sido consultada y rechazaba frontalmente la partición del Imperio Español. La corte española insistía en la necesidad de mantener la integridad del Imperio. Por ello, cuando el tratado llegó a oídos de Carlos II, éste declaró a José Fernando como su único heredero, legándole toda la herencia en solitario.
El problema resurgió seis meses después, cuando el príncipe José Fernando murió de viruela. La corte española insistía en su posición de mantener todo el territorio español gobernado bajo sólo un mando, lo que sólo dejaba las posibilidades de dejar dicho mando a Francia o a Austria. Carlos II, presionado por su esposa alemana, eligió la casa austríaca, eligiendo como heredero al Archiduque Carlos. Ignorantes de la decisión de Carlos II, Luis XIV y Guillermo III firmaron un segundo tratado, que dejaba al Archiduque con España, los Países Bajos y las colonias, mientras que el hijo mayor (y heredero) de Luis, Luis Gran Delfín heredaría los territorios italianos, en previsión de intercambiarlos posteriormente por Saboya o la Lorena.
En 1700, agonizando en su lecho de muerte, Carlos II cambió las disposiciones sucesorias inesperadamente. Debido al Tratado de Ryswick, la opinión española se había vuelto más francófila, y Carlos II, basado en las experiencias previas que demostraban la superioridad militar francesa, pensó que Francia estaba más capacitada para mantener la unidad del imperio. La herencia española le fue ofrecida en su totalidad a Felipe Duque de Anjou, hijo menor del Delfín. La oferta incluía una cláusula por la cual Felipe debía renunciar a su posición en la línea sucesoria francesa.
Esta oferta dejaba a Luis XIV ante una difícil decisión: por un lado podía aceptar todo el Imperio Español, traicionando así los Tratados de Partición que previamente había firmado con Guillermo III, o podía rechazar la oferta, aceptando el Segundo Tratado, dejando Europa en un estado de paz. Luis XIV había asegurado a Guillermo III que cumpliría los términos del Tratado y partiría los dominios españoles. Sin embargo, incluso aceptar sólo una parte del legado español ponía a Francia en grave peligro de entrar en guerra con el Sacro Imperio; además Guillermo III había dejado claro que no apoyaría a Luis en una guerra para obtener los territorios estipulados en el Tratado de Partición. Luis XIV, sabiendo que en cualquier circunstancia la guerra era inevitable, era más provechoso aceptar la oferta sucesoria propuesta por Carlos II. Así, cuando Carlos II murió el 1 de noviembre, Felipe, Duque de Anjou, fue proclamado Felipe V, rey de España.
Los oponentes de Luis XIV aceptaron a Felipe como rey español a regañadientes. Sin embargo, Luis actuó precipitadamente en 1701 cuando transfirió el Asiento, un permiso para vender esclavos a las colonias españolas, a Francia, movimiento que suponía un gran riesgo para el comercio inglés. Además, Luis XIV dejó de reconocer el reinado de Guillermo III tras la muerte de Jacobo II, reivindicando al hijo y heredero de éste Jacobo Francisco Estuardo (conocido como "el Viejo Pretendiente") como rey de Inglaterra e Irlanda. Más allá, Luis mandó tropas a los Países Bajos españoles para asegurar su lealtad a Felipe V y para guarnecer las fortalezas españolas, que habían estado durante un tiempo bajo control holandés como parte de la "Barrera" que protegía las Provincias Unidas de potenciales ataques franceses. En consecuencia, se formó una alianza entre Gran Bretaña, las Provincias Unidas, el Sacro Imperio Romano Germánico y la mayoría de estados germánicos. Baviera, Portugal y Saboya se aliaron al lado de Luis XIV y Felipe V.
La subsecuente Guerra de Sucesión Española continuó durante prácticamente el resto del reinado de Luis. Los franceses tuvieron algo de éxito, llegando casi a capturar Viena, pero la victoria de Marlborough y Eugenio de Saboya en la Batalla de Blenheim (13 de agosto de 1704) y otras derrotas como la Batalla de Ramillies y la Batalla de Oudenarde unido a la hambruna y la deuda creciente hizo que Francia tuviera que tomar una postura defensiva. Baviera fue conquistada por los aliados tras la Batalla de Blenheim, y Portugal y Saboya se pasaron rápidamente al otro bando. La guerra fue muy costosa para Luis XIV; hacia 1709, el ejército francés estaba gravemente debilitado y Luis rogaba una paz. Sin embargo, todas las negociaciones de paz quedaron en nada debido a las condiciones que imponían los aliados. Cada vez se hacía más claro que Luis no podría mantener en su órbita todos los territorios españoles, pero igualmente quedaba cada vez más claro que sus oponentes no podrían quitar a Felipe V del trono español tras las victorias francoespañolas en la Batalla de Almansa y la de Villaviciosa.
La situación francesa empeoró con la caída de Bouchain, que dejaba a Marlborough con el camino prácticamente libre para llegar hasta París. Pero la muerte de José I, hijo mayor de Leopoldo I, dejaba al Archiduque Carlos como posible heredero de un Imperio tan grande como el de Carlos V, el Sacro Imperio y el Imperio Español. Dicho Imperio era tan problemático para los ingleses como el de Francia unida a España. Esta circunstancia hizo que Gran Bretaña y Francia comenzaran unas negociaciones unilaterales de paz. Dichas negociaciones culminaron en el Tratado de Utrecht. La paz con el Sacro Imperio llegó en 1714, con el Tratado de Baden. Los puntos principales de la paz fueron los siguientes: Felipe V quedaba reconocido como rey de España y de las colonias españolas. Las posesiones españolas en los Países Bajos e Italia se dividieron entre Austria y Saboya, mientras que Gibraltar y Menorca pasaban a manos inglesas. Además, Luis XIV se comprometía a no ofrecer más apoyo al "Viejo Pretendiente" en su campaña para hacerse con el trono inglés. Aunque Francia tuvo que ceder varias colonias en las Américas a Inglaterra, la mayoría de sus posesiones continentales perdidas en la guerra le fueron devueltas, consiguiendo incluso algún territorio reclamado como el principado de Orange.
Fin de siete décadas de reinado y muerte:
El final de su largo reinado estuvo marcado por los primeros síntomas de decadencia del régimen y de la corte, el declive de la hegemonía francesa en el continente, el fracaso de su política colonial y el inquietante malestar social surgido de las hambrunas que padecía el pueblo llano. Sin embargo, el monarca, llamado vicediós por el obispo Godeau, siguió fiel a sí mismo y confiado hasta el día de su muerte (1715) en su voluntad como único motor de la vida del reino y de sus súbditos.
Luis XIV murió el 1 de septiembre de 1715 de gangrena, pocos días antes de su setenta y siete cumpleaños y tras setenta y dos años de reinado. Su cuerpo yace en la basílica de Saint-Denis, en París. Prácticamente todos los hijos legítimos del rey murieron en la infancia. El único que llegó a la madurez, su hijo mayor Luis, el Gran Delfín murió antes que su padre, en el año 1711, dejando tres hijos. El mayor de ellos, Luis, Duque de Borgoña, murió en 1712, seguido por el hijo mayor de éste, Luis, Duque de Bretaña. Por lo tanto, el bisnieto de cinco años de Luis XIV, Luis, el Duque de Anjou, hijo pequeño del Duque de Borgoña y Delfín tras la muerte de su abuelo, su padre y su hermano mayor, fue el sucesor al trono francés, reinando como Luis XV de Francia.
Luis XIV intentó evitar la subida al trono de su sobrino Felipe II Duque de Orleans, quien al ser el pariente más cercano se convertiría en el regente del futuro Luis XV. Luis XIV prefería desviar parte de ese poder al hijo ilegítimo que tuvo con Madame de Montespan, Luís Augusto de Borbón y creó un consejo regente como el que previamente creó Luis XIII anticipándose a la minoría de edad de Luis XIV. El testamento de Luis XIV disponía que Luis Augusto sería el protector de Luis XV, superintendente de la educación del joven rey y Comandante de la Guardia Real. El Duque de Orleans, sin embargo, se aseguró la anulación del testamento en el Parlamento, sobornando a los parlamentarios con la devolución del poder que Luis XIV les había arrebatado. Luis Augusto fue despojado de su título de Prince du Sang Royal (Príncipe de Sangre Real), el cual se le había concedido a él y a su hermano Luís Alejandro de Borbón, y de la comandancia de la Guardia Real, pero mantuvo su puesto de superintendente, quedando Felipe II como único regente. Su hermano Luis Alejandro, sin embargo, consiguió mantener sus privilegios y títulos.
Legado:
El reinado de Luis XIV es considerado como el más grande de la historia francesa. Luis XIV colocó a un Borbón en el trono español, hasta entonces el principal enemigo francés, acabando así con siglos de rivalidad con dicho país europeo que se remontaba a la época de Carlos I. Los Borbones se mantuvieron en el trono español durante el resto del siglo XVIII, pero a partir de 1808 fueron derrocados y restaurados varias veces. Sus guerras y extravagantes palacios llevaron a la bancarrota al estado (aunque es cierto que Francia se recuperó en sólo unos años), lo que le llevó a subir los impuestos a los campesinos, ya que la nobleza y el clero tenía exención de impuestos.
No obstante, Luis XIV colocó a Francia en una posición predominante en Europa, añadiendo al país diez nuevas provincias y un imperio. A pesar de las alianzas oponentes de varias potencias europeas, Luis continuó cosechando triunfos e incrementando el territorio, el poder y la influencia francesa. Como resultado de las victorias militares así como los logros culturales, Europa admiraría Francia y su cultura, comida, estilo de vida, etc.; el francés se convertiría en la lingua franca para toda la élite europea, incluso hasta la lejana Rusia de los Romanov. La Europa de la Ilustración miraría al reinado de Luis como un ejemplo a imitar. Sin embargo, el Duque de Saint Simon, al quien no le gustaba Luis XIV, diría: "No había nada que le gustara más que los halagos, o, por decirlo más claro, la adulación; cuanto más basta y torpe era esa adulación, con más placer la acogía... Su vanidad era perpetuamente alimentada– incluso los predicadores acostumbraban a halagarle desde el púlpito." No obstante, incluso el alemán Leibniz, que era protestante, se referiría a él como "uno de los más grandes reyes que jamás hayan existido". Luis XIV sería conocido como "El Rey Sol" o "El Gran Monarca". Voltaire, el apostol de la Ilustración, lo comparó con Augusto y se refirió a su reinado como "época eternamente memorable", apodando a "la Era de Luis XIV" como el "Gran Siglo" ("Le Grand Siècle").
2007-04-23 17:48:40
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answer #5
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answered by Patri 6
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