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Lo que pasa es que un amigo llevo hoy a la univ un juego que segun contesta el diablo (similar al a ouija), pero claro, resulto ser un truco barato..
Pero ya aplicado a esos que segun "leen las cartas", que metodo usarán???

2007-03-28 15:49:23 · 8 respuestas · pregunta de Baby_aline 2 en Sociedad y cultura Religión y espiritualidad

Es que hay gente que igual dice:
"Es que fui a que me leyeran la mano y todo lo que me dijo de verdad me ha pasado y segui sus consejos y ahora mi vida es mejor"

2007-03-28 15:53:40 · update #1

EN QUE CONSISTE EL "OCULTISMO"

2007-03-28 15:54:32 · update #2

EN QUE CONSISTE EL "OCULTISMO"

2007-03-28 15:54:38 · update #3

8 respuestas

Son gente muy inteligente que utilizan la lectura fría (busca sobre eso en internet) se basan mucho en el lenguaje corporal, yo diría que serían muy buenos psicologos

2007-03-28 18:08:20 · answer #1 · answered by SiameseGirl 6 · 0 0

El metodo se llama "embobar incautos"

2007-03-28 16:00:11 · answer #2 · answered by Aguila! 6 · 1 0

El mismo que se usa en las profecías de la biblia: ambigüedad y explotación de las debilidades humanas.

2007-03-28 16:24:09 · answer #3 · answered by Oedipus Schmoedipus 6 · 0 0

Hola : te cuento mis respetos por la guija,aunque se puede pensar que es un juego,pero he visto personas tomar esto en juego pero les ha pesado.las cartas y otros metodos son diversion que buscan las personas para entretenersen.solamente saludos

2007-03-28 16:05:46 · answer #4 · answered by tenniscampball@2006profesionalra 6 · 0 0

EL METODO ES SIMPLE: OCULTISMO

2007-03-28 15:53:54 · answer #5 · answered by Anonymous · 0 0

el mas facil. el engaño

2007-03-28 15:52:23 · answer #6 · answered by **Crys** 4 · 0 0

el lenguaje de los numeros, es todo un estudio

2007-03-28 15:57:40 · answer #7 · answered by Anonymous · 0 1

Espero que toda esta reflexion sirva a muchos de estos falsos adivinos agarrados de la cola de no se quien puedan alguna vez darse cuenta del mal que hacen:

Magia, tarot, supersticiones
"Dejad de creer en Dios y creeréis en cualquier cosa", que dijo Chesterton.
Naturalmente asentados
Desplazarse por el centro de las grandes y a veces no tan grandes ciudades permite encontrarse con un buen número de personas sentadas en taburetes tras unas mesitas con letreros en las que nos anuncian la lectura de las manos, descubrir nuestro futuro a través de las cartas, sumergirnos en los secretos del horóscopo, ...
En las bocas del Metro algunos de los nuevos inmigrantes dan octavillas en las que nos aseguran que de acudir a tal o cual vidente o gurú hallaremos la solución a nuestros problemas de salud, amorosos, matrimoniales, laborales, de negocios, ... Es decir, diremos adiós a cuanto nos preocupa o incomoda y nos transformará en personas nuevas, seres felices. Lo mismo se repite en las páginas de anuncios clasificados de la prensa, en algunas cuñas radiofónicas o en páginas de Internet.
No parece que la presencia de videntes operando en plena calle se haya detenido con las nuevas normas de civismo implantadas por algunos ayuntamientos, quizás porque los ediles entienden que pueden perseguir a prostitutas y vendedores de “top manta” pero que magos y adivinos son inocuos.
Los hijos de la Ilustración y todo el abanico de laicistas nos habían asegurado que cuando hubiera más escuelas, más cultura, desaparecerían todo tipo de supersticiones, incluyendo en el mismo saco la religión. Y los materialistas, no desde ópticas liberales sino marxistas, habían vaticinado algo similar cuando la gente, el proletariado, saliera de la miseria económica: no haría falta ya ‘inventarse’ dioses ni mitos que le garantizaran una felicidad futura enfrente de las miserias presentes.

Aunque parezca un tanto paradójico
Pero resulta que en las sociedades del Primer Mundo, aquellas en las que la inmensa mayoría de ciudadanos tienen más que cubiertas las necesidades vitales y hay muchos más problemas de obesidad o de anorexia buscada que de hambre, en donde la escuela no falta a nadie y gran parte de los jóvenes pueden acceder a estudios superiores, en una sociedad del desperdicio, del consumismo desaforado, cuando la cantidad de información nos desborda por todas partes y no somos capaces de asimilarla, ..., resulta que se han disparado los videntes, quirománticos, leedores de manos, magos, descifradores de horóscopos y similares.
Datos de hace tres años del Centro Europeo de Estudios sobre las Nuevas Religiones señalaban que cerca de la quinta parte de la población de Europa Occidental y de los Estados Unidos iba como mínimo una vez al año a visitar un mago o cualquier otro profesional de “lo oculto”.

En el año 2002 había en Italia 7.250 magos que se anunciaban por los medios tradicionales o por Internet. No es un caso especial, sino que en todo Occidente la situación es similar.
El mismo organismo detalla que a este tipo de intérpretes de lo oculto va más gente rica que pobre. Cierto que aquellos tienen más dinero, pero, al menos teóricamente, también han podido tener más acceso a la educación y, en consecuencia, ser menos vulnerables a las supersticiones.
En paralelo a este fenómeno son precisamente estas sociedades del Primer Mundo donde buena parte de la población ha abandonado la práctica religiosa, se declara agnóstica o atea y hasta en muchos casos ha olvidado sus raíces y base cultural cristiana.
Les ha pasado aquello que dijo Chesterton, y con fórmulas similares han manifestado muchos otros, “dejad de creer en Dios y creeréis en cualquier cosa”.

Los adivinos: ¿un negocio... o algo peor?
En realidad, no se puede predecir a ciencia cierta el futuro en la medida en que éste depende de decisiones libres
La existencia de adivinos es algo que se remonta a los albores de la historia, y posiblemente es aún anterior. La novedad, hoy en día, es la proliferación generalizada, que adopta incluso formas y técnicas comerciales, hasta poderse decir que la adivinación constituye un sector económico, que mueve cada año cantidades sustanciosas de dinero.

La "normalización" de esta actividad hace que sea contemplada por muchos como algo más o menos trivial, o como una manifestación -entre tantas otras- de búsqueda de seguridad, sin que tenga una particular relevancia moral. Ahora bien, ¿es así? Escasean los escritos críticos sobre esta actividad, mientras que una sencilla reflexión plantea cuestiones interesantes, por lo menos para quienes gastan tiempo y dinero como clientes, y carecen de respuestas claras. ¿Tiene algún fundamento? ¿Es simplemente un timo? ¿Hay que distinguir entre unos y otros para contestar lo anterior? ¿Es de verdad algo trivial? ¿Hay un mal en ello? Y si lo hay, ¿en qué consiste y por qué está mal? Intentaremos aquí contestar a todo ello.


Una panorámica del mercado
Comencemos por examinar brevemente lo que ofrece el mercado. A riesgo de simplificar un poco una realidad bastante compleja, podemos clasificar la oferta en cuatro categorías.

a) Adivinación sin contacto con el cliente: la forman fundamentalmente los horóscopos incluidos en los medios de comunicación. Al faltar el contacto con el receptor, se deben conformar con ofrecer predicciones generalizadas agrupadas por signos del zodiaco. Salta a la vista lo endeble de este planteamiento, cuya fiabilidad se diluye rápidamente cuando, por ejemplo, se comparan horóscopos de dos fuentes distintas, o se compara uno con otra persona nacida por las mismas fechas. Enseguida se concluye que responden a una combinatoria del azar. Pero, sin embargo, los sondeos indican que son secciones muy populares, y por ello tienden a ampliarse con horóscopos especializados para sectores concretos de personas.

b) Adivinación con contacto lejano con el cliente: se realiza a través de consultas por e-mail, y, sobre todo, por teléfono. Han proliferado mucho en estos últimos años, principalmente porque la apertura de las líneas "609" abre grandes posibilidades de negocio. Se trata de líneas muy caras, en las que el beneficio se reparte por mitades entre el operador telefónico y el negocio que se trate. Esto permite entender su funcionamiento. Se trata de poner como reclamo una figura conocida o publicitada, cuando en realidad atienden el teléfono personas contratadas por éste, bien preparadas para entretener un buen rato al cliente -con la excusa de que necesitan datos para adivinar-, engrosando así una ganancia fácil; cuando no se dispone de esa figura, la tendencia es presentarse con un ropaje de empresa especializada ("Videncia Universal", por ejemplo). La figura más conocida aquí es Rappel (pseudónimo formado con su nombre: RAfael Payá Pinilla, añadiendo el "EL" final), que está al frente de un montaje donde trabajan más de doscientas personas, entre atención al cliente y "merchandising" de todo tipo de objetos de adivinación y ocultismo. Buena parte de su éxito se debe, por una parte, a una cuidada imagen que mezcla exotismo y simpatía; y, por otra, a un exquisito cuidado por evitar tanto las predicciones arriesgadas como todo lo que suene a magias o "artes" negras.

c) Adivinación con contacto directo basado en supuestas "técnicas": éstas son las llamadas "mancias" (p.ej., "quiromancia": por la lectura de la palma de la mano). La realiza una gran variedad de personas: desde puestos ambulantes con una mesa de tijera y dos sillas, hasta locales más "serios" y sofisticados, pasando por adivinos que quieren dar la imagen de santones cristianos, con altarcillo e imágenes sagradas incluidas. También hay variedad en cuanto a la publicidad: unos se anuncian, otros simplemente ponen el puesto; y en cuanto al aparato: desde barajas -"tarot"- hasta ordenadores.

d) Adivinación con recurso a espíritus, aunque esta característica no tiene por qué ser conocida por el cliente. Por eso la apariencia puede ser semejante a la categoría anterior, pero aquí lo más frecuente es la sobriedad -hay poco aparato- y la discreción: no se ejerce al aire libre ni se anuncia, de forma que se transmite por el boca a boca. Sin embargo, no suele faltar clientela, ya que sus resultados son bastante sorprendentes.


¿Qué hay de verdad en todo esto?
La respuesta es que poco. Pero conviene entender cómo funcionan en líneas generales, para comprender la apariencia de auténtica adivinación que pueden presentar. De los cuatro grupos catalogados, no merece la pena detenerse en el primero. Para los dos siguientes, hay que saber que los adivinos suelen generar confianza "adivinando" algo de los clientes -rasgos personales, hechos del pasado- como paso previo a las predicciones de futuro. Y aquí hay algunos trucos. La sala de espera -si la hay-, la capacidad de observación y la experiencia en tratar con personas son determinantes. Así, pongamos por caso, a un hombre que hojea nerviosamente y sin fijación una revista mientras espera su turno se le puede decir que "usted está pasando por una honda preocupación que le hace sufrir" sin asumir riesgos; o, a una mujer con una alianza en el dedo y que habla atropelladamente, se le puede afirmar que "usted discute mucho con su marido" con bastante seguridad. El caso es que pocas personas tienen preparación y hábito para deducir de este modo, y por eso muchos suelen quedar impresionados.

En la segunda fase, lo importante es conocer cómo es la vida, para poder formular unas predicciones que parecen muy concretas y en realidad son generalizaciones que cualquiera puede asumir. Así, se pueden decir cosas como que "alguien cercano a usted va a buscar hacerle daño" (a los no cercanos uno les suele ser indiferente), "veo un éxito en el trabajo dentro de su familia" (estadísticamente muy probable sobre todo si "familia" se toma en sentido amplio, como también si se sustituye el éxito profesional por una enfermedad), o "se va a llevar próximamente una decepción de alguien muy cercano" (es algo seguro: en un sentido u otro, nadie colma las expectativas que se tienen sobre él o ella).

El cuarto grupo de adivinos también utiliza esta doble fase, pero, de entrada, hay afirmaciones precisadas que sí que se corresponden con hechos concretos. Hay alguien que sabe demasiado. Y surge así la pregunta: ¿si intervienen de verdad espíritus, de quién se trata? No es difícil entender que Dios, y quienes con Él están, no están dispuestos a prestarse a un juego de este tipo. Queda por tanto el demonio. ¿Significa esto que estamos ante un poseído? En los Hechos de los Apóstoles (16, 16-18) aparece un caso de pitonisa poseída: la esclava de Éfeso, de la que San Pablo expulsó el demonio. No debe por tanto descartarse, pero no es lo más frecuente. Al diablo le interesa más actuar con discreción; puede incluso que el adivino que le invoca no sepa a ciencia cierta con quién está tratando.

Ahora bien, saber es una cosa y adivinar otra distinta. En realidad, no se puede predecir a ciencia cierta el futuro en la medida en que éste depende de decisiones libres. Lo contrario implicaría la negación de la libertad, ya que la conducta estaría determinada de antemano por fuerzas ocultas o cualesquiera otras causas. En rigor, podría decirse que Dios no adivina el futuro: lo ve, ya que está por encima del tiempo, y todo lo conoce en presente, también lo que es futuro para nosotros. El demonio no posee esta característica, y el resultado de nuestras decisiones le es desconocido. Pero también es verdad que no todo depende de decisiones libres, y ahí sí que hay un espacio ventajoso para una inteligencia superior a la humana y que conoce mejor la realidad. Además, en la conducta humana influyen factores que, si bien no permiten un conocimiento cierto de las decisiones futuras, sí que permiten, más o menos dependiendo de los casos, establecer de antemano probabilidades. Hay ahí, por tanto, un espacio de ventaja para alguien más inteligente y mejor informado, y lo aprovecha. Así, puede "predecir" cosas como una enfermedad ya incoada pero aún no advertida, o un despido ya decidido pero aún no comunicado; junto a ello, no faltará nunca alguna otra predicción con la correspondiente ración de sutil cizaña o de mentira.


¿Dónde está el mal?
Lo que no debe presentar dudas es, en primer lugar, el rechazo de la adivinación por parte de la moral católica. Viene de antiguo. Ya en uno de los primeros libros del Antiguo Testamento, el Levítico, se puede leer lo siguiente: "Y si alguien acude a hechiceros o adivinos y se prostituye con ellos, volveré contra él mi rostro y lo extirparé de en medio de mi pueblo" (20, 6). Es cierto que en la predicación de Jesucristo recogida en los Evangelios no hay alusiones al tema, pero hay que buscar el motivo de ello en el hecho de que los judíos de la época habían cuidado de que apenas hubiera adivinos en Israel. El contacto del cristianismo primitivo con la sociedad pagana cambió las cosas. Sirva como botón de muestra el siguiente texto, del siglo III y referido al catecumenado: "El encantador, el astrólogo, el adivino, el intérprete de sueños, el charlatán, el falsario, el fabricante de amuletos, desistan o sean despedidos" (Tradición Apostólica, 16). Desde entonces se ha mantenido el criterio, hasta el reciente Catecismo de la Iglesia Católica, al señalar que "todas las formas de adivinación deben rechazarse" (n. 2116).

¿Cuál es el motivo? A primera vista, la inmoralidad parece estar del lado del adivino, bien sea por el recurso al diablo, o bien por ser consciente de que lo que hace es un montaje fraudulento. Pero, ¿qué hace de malo el cliente, que no suele ser consciente de lo uno ni de lo otro, y que acude de buena fe (si no, no pagaría)?

Hay que responder que, objetivamente, la misma pretensión de adivinación es inmoral; atenta contra Dios, de una manera u otra. Si, explícitamente o no, se sostiene que el destino depende de fuerzas ocultas, se está negando con ello nada menos que la providencia de Dios. Si lo que se busca es alguien con especiales poderes para ver el futuro, se está usurpando algo que a Dios sólo corresponde (y a quienes, derivadamente, hablan de su parte, lo que no sucede aquí). Y, si lo que se busca es una especie de santón con don de profecía, hay que recordar que el único mediador válido entre Dios y los hombres es Jesucristo, y participan de su mediación los sacerdotes; el cristiano no debe acudir a otra mediación, y menos aún cuando puede conllevar riesgos de intervenciones diabólicas. En resumidas cuentas, como señala el Catecismo de la Iglesia Católica, todas estas prácticas "encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios" (n. 2116).

Subjetivamente, lo que suele haber entre la clientela de los adivinos es un temor a la incertidumbre del futuro, y un desmedido afán de seguridad. Es, aunque no lo parezca a primera vista, una consecuencia de la mentalidad materialista. Por una parte, cuando todo el horizonte vital no va más allá de este mundo, y por tanto todo el corazón está puesto en él, surge un miedo visceral de perderlo y un temor ante un futuro que se presenta como incierto. Por otra parte, si desaparece del alma la consideración de la providencia divina, queda el puro azar, y nadie se siente tranquilo con la consideración de que su futuro y su vida entera están sujetos a los vaivenes de una pura casualidad, por lo que crece el ansia de subsanar ese conocimiento como sea.

Lo que enseña el Evangelio es algo muy distinto. Aquí se perfila la voluntad de Dios que quiere, en primer lugar, que los hombres vivan con una cierta incertidumbre para que tengan siempre presente su destino eterno; se manifiesta, por ejemplo, en el imperativo "velad, ya que no sabéis el día ni la hora" (Mt 24, 42). Y, junto con ello, el Señor hace repetidos llamamientos a que los hijos de Dios deben confiar en la providencia divina, que es una providencia amorosa de un Padre que cuida a sus hijos mucho más que a los lirios de campo y las aves del cielo (cfr., p.ej., Mt 6, 25-34).

2007-03-28 16:01:18 · answer #8 · answered by Anonymous · 0 2

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