¿Quién creían los apóstoles Pedro y Pablo que era la “roca”, “la piedra angular”?
Hech. 4:8-11, BJ: “Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: ‘Jefes del pueblo y ancianos, [...] ha sido por el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre y no por ningún otro se presenta éste aquí sano delante de vosotros. Él es la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado y que se ha convertido en piedra angular [“piedra del ángulo”, TA].’”
1 Ped. 2:4-8, BJ: “Acercándoos a él [el Señor Jesucristo], piedra viva, [...] también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual [...]. Pues está en la Escritura: He aquí que coloco en Sión una piedra angular, elegida, preciosa y el que crea en ella no será confundido. Para vosotros, pues, creyentes, el honor; pero para los incrédulos, la piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido, en piedra de tropiezo y roca de escándalo.”
Efe. 2:20, BJ: “Edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo.”
¿Qué creía al respecto Agustín (visto por la Iglesia Católica como un santo)?
“En este mismo período de mi sacerdocio, también escribí un libro contra cierta carta de Donato [...] En un pasaje de este libro, dije respecto al Apóstol Pedro: ‘Sobre él, como sobre una piedra, se edificó la Iglesia.’ [...] Pero sé que con mucha frecuencia posteriormente, expliqué de este modo lo que dijo el Señor: ‘Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’, que se debe entender que se edifica sobre Aquel a quien Pedro confesó cuando dijo: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo’, y así Pedro, habiendo recibido su nombre en honor de esta piedra, representó a la persona de la Iglesia, que se edifica sobre esta piedra, y ha recibido ‘las llaves del reino de los cielos’. Pues se le dijo: ‘Tú eres Pedro’, y no: ‘Tú eres la piedra’. Pero ‘la piedra era Cristo’, de quien al hacer confesión —como hace confesión de él también toda la Iglesia— se llamó Pedro a Simón.” (The Fathers of the Church—Saint Augustine, the Retractations [Los padres de la Iglesia... San Agustín, las Retractaciones], Washington, D.C.; 1968, traducido al inglés por Mary I. Bogan, libro I, pág. 90.)
¿Consideraban los demás apóstoles que Pedro tuviera primacía sobre ellos?
Luc. 22:24-26, NC (1972): “Se suscitó entre ellos [los apóstoles] una contienda sobre quién de ellos había de ser tenido por mayor. El les dijo: Los reyes de las naciones imperan sobre ellas y los que ejercen la autoridad sobre las mismas son llamados bienhechores; pero no así vosotros.” (Si Pedro hubiera sido “la piedra”, ¿habría habido alguna duda en cuanto a quién entre ellos “había de ser tenido por mayor”?)
Puesto que Jesucristo, el cabeza de la congregación, está vivo, ¿necesita sucesores?
Heb. 7:23-25, BJ: “Además, aquellos sacerdotes [de Israel] fueron muchos, porque la muerte les impedía perdurar. Pero éste [Jesucristo] posee un sacerdocio perpetuo porque permanece para siempre. De ahí que pueda también salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor.”
Rom. 6:9, BJ: “Sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más.”
Efe. 5:23, BJ: “Cristo es Cabeza de la Iglesia.”
2007-03-25 15:52:22
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answer #1
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answered by S/N 2
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SAN PABLO protesto contra SAN PEDRO, pero TEN EN CUENTA que no fue a fundar otra iglesia como por ejemplo hicieron muchos, entre ellos LUTERO..sin se mantuvo fiel a la IGLESIA DE CRISTO........aqui van algunas reflexiones .................Primado de Pedro - Parte I
por José Miguel Arráiz Roberti
Análisis de la evidencia histórica en favor de la primacÃa petrina
En la el artÃculo anterior vimos un ejemplo de cómo la historia alternativa ha distorsionado un hecho histórico (el Concilio de Calcedonia) hasta el punto de que muchos hermanos protestantes tienen una visión completamente distorsionada del mismo. Esta vez he querido comenzar a profundizar en la evidencia histórica sobre el primado del apóstol Pedro comenzando desde el siglo I hasta el siglo III. Debido a que no es posible por cuestión de espacio analizar toda la evidencia histórica del papado, (serÃa necesario escribir un libro entero), trataré de analizar la más relevante dejando lo faltante para entregas posteriores.
Antes de comenzar tenemos que establecer que es y que no es el Papado. Muchos protestantes que no “encuentran” un Papa en los primeros siglos cristianos, fallan en no entender la esencia del Papado. Si su búsqueda la centran en alguien portando el tÃtulo de “Papa”, con espléndidas ropas, aspecto pomposo y casi dictatorial, demandando que todos los cristianos sigan sus decretos sin preguntas (La imagen que la mayorÃa de los protestantes tienen del Papado) no lo encontrarán. Es oportuno citar aquà el comentario del apologista católico Mark Bonocore:
“No vamos a decir que la perspectiva protestante no tiene absolutamente ninguna validez. Por el contrario, es algo cierto decir que los Papas de Roma han actuado con un estilo autocrático y dictatorial en muchas ocasiones en la historia cristiana. Sin embargo, el estilo del Papado no define al Papado mismo, ni define su existencia en la Iglesia primitiva”. [1]
AsÃ, no debemos tener problema en aceptar que dicho estilo de Papado no existÃa, o ha ido variando y evolucionando a medida que la Iglesia ha enfrentado diferentes retos y situaciones históricas, pero el Papado mismo (propiamente definido) existió desde el mismo momento en que Cristo encomendó a Pedro apacentar las ovejas y corderos de su rebaño.
Pero ¿Cual es la esencia del Papado para que podamos reconocerla a lo largo de la historia a pesar de su estilo?. Mark explica:
“El Papado es el ministerio de pastor supremo con poder de jurisdicción de mantener la unidad universal y ortodoxia dentro de la Iglesia Cristiana”
¿Existió un obispo en Roma ejerciendo dicho ministerio en los primeros siglos cristianos? Eso es lo que vamos a analizar.
Evidencia histórica
San Clemente Romano.
San Clemente Romano fue obispo de Roma y tercer sucesor de San Pedro [2]. En el tiempo de su pontificado tuvo que enfrentar una rebelión ocurrida aproximadamente en el año 96 d.C., donde en la comunidad de Corinto se despojaron de sus ministerios a los presbÃteros legÃtimamente constituidos. Clemente envÃa a nombre de la Iglesia de Roma una carta disciplinaria que es acaba con la revuelta y devuelve la paz a dicha comunidad. Algunos fragmentos de la carta:
“De la Iglesia de Dios que habita como forastera en Roma, a la Iglesia de Dios que habita como forastera en Corinto. A causa de las repentinas y sucesivas calamidades y tribulaciones que nos han sobrevenido, creemos, hermanos, haber vuelto algo tardÃamente nuestra atención a los asuntos discutidos entre vosotros. Nos referimos, carÃsimos, a la sedición, extraña y ajena a los elegidos de Dios, abominable y sacrÃlega, que unos cuantos sujetos, gentes arrojadas y arrogantes, han encendido hasta punto tal de insensatez, que vuestro nombre, venerable y celebradÃsimo y digno del amor de todos los hombres, ha venido a ser gravemente ultrajado”. [3]
“Mas si algunos desobedecieren a las amonestaciones que por nuestro medio os ha dirigido El mismo, sepan que se harán reos de no pequeño pecado y se exponen a grave peligro. Más nosotros seremos inocentes de este pecado…” [4]
Aunque no suele ser común que los historiadores protestantes vean en esta carta una evidencia a favor del primado romano [5], hay poderosas razones para pensar que si. En primer lugar porque el autor comienza presentando excusas por no haber podido tomar cartas en el asunto con prontitud en las irregularidades de Corinto, hecho que prueba claramente, como comenta Johannes Quasten, que “la carta no fue inspirada únicamente por la vigilancia cristiana de los orÃgenes ni por la solicitud de unas comunidades por otras. De ser asà hubiera sido obligado el presentar excusas por inmiscuirse en la controversia. En cambio, el obispo de Roma considera como un deber el tomar el asunto en sus manos y cree que los corintios pecarÃan si no le prestaran obediencia … Un tono tan autoritario no se explica suficientemente por el mero hecho de las estrechas relaciones culturales que existÃan entre Roma y Corinto. El escritor está convencido de que sus acciones están inspiradas por el EspÃritu Santo: “AlegrÃa y regocijo nos proporcionaréis si obedecéis a lo que os acabamos de escribir impulsados por el EspÃritu Santo”[6]
Una explicación similar nos da José Orlandis [7]:
“Se trata de un hecho tan significativo [refiriéndose al conflicto en Corinto] –tanto por la época en que se produjo, como por su contenido – que Pierre Batiffol [8] lo denominó la “la epifanÃa del primado romano” [9]
Explica también: “Clemente, en nombre de la iglesia Romana, manda a los rebeldes que se sometan a los presbÃteros y que hagan la penitencia que habrá de obtenerles el perdón. La carta no dice si la Iglesia romana intervenÃa a petición de los presbÃteros depuestos –lo que constituirÃa el primer caso conocido de un recurso a la Sede romana- o bien si esta Sede actuó por su propia iniciativa, lo que probarÃa que tenÃa conciencia de su potestad para intervenir en asuntos de otra iglesia, cuando el bien público eclesial –la salvaguardia de la fe o de la disciplina [lo que hemos comentado de la esencia del primado] asà lo demandara”. Pero lo que resulta más significativo es la buena acogida que tuvo en Corinto la intervención romana: fue recibida sin resistencias y tenida en gran honor. Dionisio de Corinto atestigua que, hacia el año 170 perduraba aún en esa comunidad la costumbre de leer la carta de Clemente Romano en la celebración de la liturgia del domingo. Por las mismas fechas, en Egipto, la carta era tenida en tanta estima que un escritor de la fama de Clemente de AlejandrÃa la tenÃa como una “Escritura santa”. En fin, Eusebio de Cesárea añade que, todavÃa en su tiempo –primera mitad del siglo IV-, la epÃstola de Clemente seguÃa siendo leÃda en muchas iglesias [10]
Es también bastante significativo que para la fecha en que ocurrió la revuelta estaba todavÃa vivo y presidiendo en la cercana Efeso el apóstol San Juan, hecho que atestigua San Ireneo cuando escribe:
“Finalmente la Iglesia de Efeso, que Pablo fundó y en la cual Juan permaneció hasta el tiempo de Trajano, es también testigo de la Tradición apostólica verdadera” [11]
Dado que Trajano reinó desde el año 98 d.C hasta el 117 d.C. Juan tuvo que haber estado todavÃa vivo cuando ocurrió la revuelta (año 96). ¿Por qué es el obispo de Roma quien sintió estar obligado a poner disciplina en la revuelta de una iglesia tan remota y no el apóstol Juan estando mucho más cerca? Porque era el obispo de Roma quien como sucesor de Pedro ejercÃa el “ministerio de pastor supremo con poder de jurisdicción de mantener la unidad universal y ortodoxia dentro de la Iglesia Cristiana”. ¿Por qué los corintios debÃan someterse al obispo de una iglesia remota, cuando ellos mismos desobedecieron y removieron de sus cargos a sus propios presbÃteros?.
San Ignacio de Antioquia
DiscÃpulo de Pedro y Pablo, segundo obispo de Antioquia y mártir durante el reinado de Trajano aproximadamente en el año 107 d.C. Cuando fue condenado a muerte se le ordenó trasladarse desde Siria a Roma para ser martirizado. De camino a Roma escribió siete epÃstolas dirigidas a las iglesias de Efeso, Magnesia, Tralia, Filadelfia, Esmirna, Roma y una carta a San Policarpo [12]. Puede consultar en lÃnea la traducción de protestante (de las epÃstolas en http://escrituras.tripod.com/Textos/EpIgnacio.htm (tomada de la obra Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE)
La carta más importante es la que escribió a la iglesia de Roma, y es imposible no notar un tono diferente que el que utilizó con las demás iglesias en las que si se observa a diferencia de la anterior un tono de instrucción autoritativa.
“Ignacio, por sobrenombre Portador de Dios: a la Iglesia que alcanzó misericordia en la magnificencia del Padre altÃsimo y de Jesucristo su único Hijo; la que es amada y está iluminada por la voluntad de Aquel que ha querido todas las cosas que existen, según la fe y la caridad de Jesucristo Dios nuestro; Iglesia, además, que preside en la capital del territorio de los romanos; digna ella de Dios, digna de todo decoro, digna de toda bienaventuranza, digna de alabanza, digna de alcanzar cuanto desee, digna de toda santidad; y puesta a la cabeza de la caridad, seguidora que es de la ley de Cristo y adornada con el nombre de Dios: mi saludo en el hombre de Jesucristo, Hijo del Padre…” [13]
No es imperceptible el reconocimiento de Ignacio a la Iglesia de Roma como la Iglesia “que preside en Roma” y “puesta a la cabeza de la caridad”. Mucho menos el tono, no impartiendo instrucción, sino solicitando confirmarla:
“A nadie jamás tuvisteis envidia; a otros habéis enseñado a no tenerla. Ahora, pues, lo que yo quiero es que lo que a otros mandáis cuando los instruÃs como a discÃpulos del Señor, sea también firme respecto de mi. Lo único que para mà habéis de pedir es fuerza, tanto interior como exterior, a fin de que no sólo hable , sino que esté también decidido; para que no solo, digo, me llame cristiano, sino que me muestre como tal” (14]
“No os doy yo mandatos como Pedro y Pablo. Ellos fueron Apóstoles; yo no soy más que un condenado a muerte; ellos fueron libres; yo, hasta el presente, soy un esclavo…” [15]
Mark Bonocore en su debate con Jason Engwer [1] a este respecto comenta:
“Lo más significativo es que mientras Ignacio solicita a todas las Iglesias a las que escribe orar por su iglesia de Siria (Antioquia), el nunca encarga esta al cuidado de otra iglesia, sino solamente a Roma. También la frase que usa es bastante interesante, y se hace eco de la terminologÃa que el invoca en su introducción, donde dice como “Roma preside en la caridad”. Ahora, en su cierre, el dice de Antioquia:
“Acordaos en vuestras oraciones de la Iglesia de Siria, que tiene ahora, en lugar de mi, por pastor a Dios. Solo Jesucristo y vuestra caridad harán con ella oficio de obispo.” [16]
San Ireneo de Lyon
San Ireneo (obispo y mártir). Nacido aproximadamente en el año 130 y su martirio en el año 202 d.C. fue discÃpulo de San Policarpo que a su vez fue discÃpulo del apóstol San Juan. De allà que su testimonio, por su contacto directo con la edad apostólica, sea de tanta importancia.
En su tratado “Adversus haereses” (Contra los herejes) testifica poder enumerar los obispos designados por los apóstoles en las diferentes iglesias y la serie de los que han ido sucediéndoles hasta su tiempo, sin embargo por ser demasiado larga la tarea se limita a darnos la sucesión episcopal de la Iglesia de Roma, a quien califica de “la más grande”, “más antigua” y “mejor conocida con todos”.
“Pero serÃa muy largo, en un volumen como éste, enumerar las sucesiones de todas las Iglesias, nos limitaremos ala Iglesia más grande, más antigua y mejor conocida por todos, fundada y establecida en Roma por los dos gloriosÃsimos apóstoles Pedro y Pablo, demostrando que la tradición que tiene recibida de los apóstoles y la fe que ha anunciado a los hombres han llegado hasta nosotros por sucesiones de obispos. Ello servirá para confundir a todos los que de una forma u otra, ya sea por satisfacción o por vanagloria, ya sea por ceguedad o por equivocación, celebran reuniones no autorizadas…”[17]
Luego sigue una declaración importantÃsima donde pone de relieve la primacÃa de la Iglesia de Roma sobre el resto, en donde la traducción latina que se conserva dice:
Ad hanc enim ecclesiam propter potentiorem principalitatem necesse est omnem convenire ecclesiam, hoc est omnes qui sunt undique fideles, in qua semper ab his qui sunt undique, conservata est ea quae est ab apostolis traditio
Una posible traducción serÃa:
“…Porque, a causa de su caudillaje más eficaz, es preciso que concuerden con esta Iglesia todas las Iglesias, es decir, los fieles que están en todas partes, ya que en ella se ha conservado siempre la tradición apostólica por los (fieles) que son en todas partes”
Una objeción a la evidencia que aportan estos escritos de San Ireneo a la primacÃa del obispo de Roma como sucesor de Pedro la explica la Enciclopedia Católica.
“Algunos escritores no católicos han intentado quitarle importancia al pasaje a base de traducir la palabra convenire como “recurrir a “, y entendiendo de ese modo únicamente que los fieles de todos lados (undique) recurrÃan a Roma para que el flujo de la doctrina de la Iglesia se mantuviera inmune al error. Esa traducción, sin embargo, queda rebatida por la conclusión del argumento, el cual está basado enteramente en la afirmación de que la doctrina romana se mantiene pura gracias a que tiene su origen en los dos Apóstoles fundadores de dicha iglesia, Pedro y Pablo. Las frecuentes visitas de miembros de las otras iglesias cristianas a Roma no añadÃan nada a eso. Por otra parte, la traducción tradicional es exigida por el mismo contexto, por sobre la cual, aunque ha sido objeto de innumerables ataques, no se ha encontrado ninguna otra con mejores probabilidades reales (véase Dom J. Champman en “Revue Benedictine”, 1895, p. 48).” [18]
Posteriormente San Ireneo lista enseguida los obispos Romanos en 3, 3, 3, continuando con Lino, Anacleto, Clemente hasta Eleuterio:
“Luego de haber fundado y edificado la Iglesia los beatos Apóstoles, entregaron el servicio del episcopado a Lino: a este Lino lo recuerda Pablo en sus cartas a Timoteo (2 Timoteo 4, 21). Anacleto lo sucedió. Después de él, en tercer lugar desde los Apóstoles, Clemente heredó el episcopado, el cual vio a los beatos Apóstoles y con ellos confirió, y tuvo ante los ojos la predicación y Tradición de los Apóstoles que todavÃa resonaba; y no él solo, porque aún vivÃan entonces muchos que de los Apóstoles habÃan recibido la doctrina. En tiempo de este mismo Clemente suscitándose una disensión no pequeña entre los hermanos que estaban en Corinto, la Iglesia de Roma escribió la carta más autorizada a los Corintos, para congregarlos en la paz y reparar su fe, y para anunciarles la Tradición que poco tiempo antes habÃa recibido de los Apóstoles…” [19]
Para finalizar es importante también mencionar como afirma de forma directa que fueron Pedro y Pablo quienes fundaron la Iglesia de Roma (Hubo un tiempo en que algunos eruditos protestantes negaban que Pedro incluso hubiera estado en Roma, hoy dÃa es más difÃcil encontrar este alegato entre los sectores cultos del protestantismo.)
“Mateo, (que predicó) a los Hebreos en su propia lengua, también puso por escrito el Evangelio, cuando Pedro y Pablo evangelizaban y fundaban la Iglesia. Una vez que éstos murieron, Marcos, discÃpulo e intérprete de Pedro, también nos transmitió por escrito la predicación de Pedro. Igualmente Lucas, seguidor de Pablo, consignó en un libro "el Evangelio que éste predicaba" (1 Tesalonicences 2, 9; Gálatas 2, 2; 2 Timoteo 2, 8). Por fin Juan, el discÃpulo del Señor "que se habÃa recostado sobre su pecho" (Juan 21, 20; 13, 23), redactó el Evangelio cuando residÃa en Efeso” [20]
La controversia pascual
Durante el pontificado del Papa San Victor (189 d.C. – 198 d.C.) ocurre una afirmación más explicita sobre la supremacÃa de la Iglesia de Roma respecto a otras Iglesias. La controversia pascual surgió como consecuencia de las diferencias existentes entre la iglesia de Roma –a la que seguÃan casi todas las demás- y las iglesias asiáticas, en cuanto al dÃa de la celebración de la pascua.
Aunque pudiese parecer que la diferencia era secundaria, dicha fecha condicionaba todo el ciclo litúrgico, lo cual era un signo visible de comunión entre todas las iglesias, por lo que se hacia necesario resolver el conflicto.
Es importante notar como para resolver el conflicto, San Policarpo (discÃpulo del mismo San Juan) se trasladó a Roma con más de 80 años de edad. Ãl alegaba que no podÃa renunciar a una tradición que habÃa aprendido del propio San Juan. Debido a esto el Papa y San Policarpo mantuvieron la paz, aunque ya para el siglo II el problema vuelve a agravarse cuando en la liturgia de las iglesias asiáticas se introducen algunas observancias con color judaizante. Ante esto el Papa Victor I, conciente de su potestad primacial, convocó la reunión de sÃnodos provinciales en las diversas iglesias, y todos ellos, excepto los asiáticos, se mostraron de acuerdo con lo expuesto por el Papa y la costumbre romana. Entonces el Papa Victor amenazó con sanciones canónicas y con la excomunión. El cisma no se produjo gracias a la intervención de San Ireneo, quien tras reconocer su adhesión a la observancia romana, pidió al Papa que no es excomulgara, por el apego que mostraban a sus antiguas tradiciones, siendo que no era una cuestión doctrinal. El Papa aceptó no excomulgarles e igualmente a la larga terminaron por aceptar la disciplina romana.
Nuevamente aquà tenemos un obispo de Roma ejerciendo el ministerio de la unidad y conciente de la autoridad que ha recibido, al punto de amenazar con sanciones de excomunión a otras iglesias, cosa que demuestra que también para esta fecha temprana, la iglesia de Roma estaba conciente de su primacÃa.
Tertuliano, testimonio hostil de la supremacÃa del obispo de Roma.
Nacido aproximadamente en el año 160 d.C. y fallecido hacia el 220 d.C. Tertuliano no es considerado un padre de la Iglesia, sino un apologeta y escritor eclesiástico de gran erudición. Al final de su vida cae en herejÃa abrazando el montanismo [21], pero fue muy leÃdo antes de abandonar la Iglesia Católica.
Es muy notable el cambio de pensamiento que tuvo Tertuliano antes de abrazar la herejÃa. ReconocÃa sin dudar la autoridad de Roma y al apóstol Pedro como la piedra sobre la que Cristo edificó su Iglesia. Niega rotundamente a los herejes cualquier derecho a apelar a las Escrituras por no poder testimoniar una legÃtima sucesión apostólica.
Tertuliano también menciona como San Clemente fue ordenado por el mismo San Pedro [22]
“Por lo demás, si algunas [herejÃas] se atreven a insertarse en la edad apostólica para parecer transmitidas por los Apóstoles por cuanto existieron en tiempo de los Apóstoles, nosotros podemos decir: publiquen, entonces, los orÃgenes sus iglesias, desplieguen la lista de sus obispos, de modo que, a través de la sucesión que discurre desde el principio, aquel primer obispo haya tenido como garante y antecesor a alguno de los Apóstoles o a alguno de los varones apostólicos, pero que haya perseverado con los Apóstoles.. En efecto, de esa manera dan a conocer sus orÃgenes las iglesias apostólicas: como la iglesia de los esmiornitas cuenta que Policarpo fue puesto por Juan, como la de los romanos que Clemente fue ordenado por Pedro. 3. De igual modo, ciertamente, también las otras iglesias muestran que vástagos de semilla apostólica poseen destinados al episcopado por los apóstoles. Inventen algo semejante los herejes. Pues, luego de tanta blasfemia ¿qué es ilÃcito para ellos?” [23]
También escribe Tertuliano que en Roma está “pronta la autoridad”
“Pero si te encuentras cerca de Italia, tienes Roma, de donde también para nosotros está pronta la autoridad [de los apóstoles]. 3 Qué feliz es esta Iglesia a la que los Apóstoles dieron, con su sangre, toda la doctrina, donde Pedro es Igualado a la pasión del Señor, donde Pablo es coronado con la muerte de Juan [Bautista], donde el apóstol Juan, después que, echado en aceite rusiente, no sufrió ningún daño, es relegado a una isla.”[24]
En la misma obra llama a San Pedro “piedra de la Iglesia que iba a ser edificada”
“¿Quién, pues, de mente sana puede creer que ignoraron algo aquellos que el Señor dio como maestros, manteniéndolos inseparables en su comitiva, en su discipulado, en su convivencia, a quienes exponÃa aparte todas las cosas oscuras, diciéndoles que a ellos era dado conocer aquellos misterios que al pueblo no era permitido entender? . ¿Se le ocultó algo a Pedro, que fue llamado piedra de la Iglesia que iba a ser edificada, que obtuvo las llaves del reino de los cielos y la potestad de desatar y atar en los cielos y en la tierra?” [25]
Sin embargo ocurrió un cambio notable en la postura de Tertuliano una vez se hizo discÃpulo del hereje Montano, en virtud de su rigorismo negó que los pecados de adulterio y fornicación pudieran ser perdonados, desconoció que el poder conferido a Pedro en virtud de sus llaves lo recibieran sus sucesores, alegando que era “exclusivo de Pedro”, niega también que los obispos en comunión con él lo pudieran utilizar. Esta postura llegó a ser opuesta a lo que habÃa sostenido en De paenitentia (Sobre la penitencia). Dice en forma tajante en De pudicitia (Sobre la modestia):
“Si, porque el Señor dijo a Pedro: “Edificaré mi Iglesia sobre esta piedra; te he dado las llaves del reino de los cielos”, o bien: “Todo lo que atares o desatares en la tierra, será atado o desatado en el cielo” presumes que el poder de atar y de desatar ha llegado hasta ti, es decir, a toda la Iglesia que esté en comunión con Pedro, ¿Qué clase de hombre eres? Te atreves a pervertir y cambiar totalmente la intención manifiesta del Señor, que no confirió este privilegio más que a la persona de Pedro. “Sobre ti edificaré mi Iglesia”, le dijo El, “A ti te daré las llaves”, no a la Iglesia. “Todo lo que atares o desatares”, etc. Y no todo lo que ataren o desataren…Por consiguiente, el poder de atar o desatar, concedido a Pedro, no tiene nada que ver con la remisión de los pecados capitales cometidos por los fieles…Este poder, en efecto, de acuerdo con la persona de Pedro, no debÃa pertenecer mà s que a los hombres espirituales, bien sea apóstol, bien sea profeta” [26]
El texto es muy revelador porque revela como en una época tan temprana Tertuliano se enfrentaba a un obispo que utilizaba Mateo 16, 18-19 para afirmar que las Iglesias en comunión con Pedro tenÃan la autoridad de perdonar pecados incluso graves. Aunque su rechazo a la autoridad pretende ser un sarcasmo, subrayan de igual manera la autoridad de la Iglesia de Roma, testimonio singular que sale de la boca no de un obispo católico, sino un monje hereje.
En próximas entregas analizaremos en detalle el testimonio de San Cipriano, San AgustÃn, San Juan Damasceno y otros padres de la Iglesia.
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2007-03-25 20:28:24
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answer #9
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answered by Anonymous
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