confia en ti, siempre queda la esperanza,
Se más benigno con tus acciones.
Afortunadamente no eres perfecto.
No te insultes ni te irrespetes.
Lleva un registro sobre tus autoevaluaciones negativas.
Detecta cuáles son justas, moderadas y objetivas.
Si descubres que el léxico hacia ti mismo es ofensivo, cámbialo. Busca calificativos constructivos.
Reduce tus autoverbalizaciones a las que realmente valgan la pena.
Ejerce el derecho a equivocarte.
Los seres humanos, al igual que los animales, aprendemos por ensayo-error.
Algunas personas creen que
el aprendizaje humano debe ser por ensayo-éxito.
Eso es mentira.
El costo de crecer como ser humano es equivocarse y "meter la pata" .
Esta ley universal es inescapable.
Decir: "No quiero equivocarme",
es hacer una pataleta y un berriche infantiles.
Es imposible no equivocarte, como lo es que no haya aceleración de la gravedad.
Sólo te recuerdan que eres humano.
Nuestra cultura pareciera preferir personas psicológicamente perturbadas pero exitosas,
a personas psicológicamente sanas pero fracasadas.
Sin embargo, el éxito aquí es secundario.
De nada sirve si no se puede disfrutar de él.
La insatisfacción frente a los propios logros
y la ambición desmedida actúan como un motor,
pero por funcionar de manera sobreacelerada,
suele quemarse antes de tiempo.
Eres una máquina especial
dentro del universo conocido, no te maltrates.
Exígete, pero dentro de límites razonables.
No reniegues de ti.
Si no tuvieras miedo, ¿qué harías hoy?
Le despidieron. La verdad es que había cometido un error, siendo demasiado imprudente con un cliente.
El cliente no volvió, y puso una fuerte reclamación ala empresa.
Ahora, Juan se encontraba en la calle,
casado y con un niño recién nacido.
¿Qué haría? ¿Dónde iría? ¿En qué trabajaría?
No se lo había esperado.
Es la historia de un amigo.
Pero es la historia de otras muchas personas que,
por azar, por buscarlo o por golpe del destino, cambian de tercio en la vida.
La reflexión que hizo Juan fue sencilla y, a la vez, profunda. Nunca le había gustado su trabajo.
Era muy costoso para él tener que dirigirse diariamente a su oficina. Muchas veces soñaba
en cambiar de profesión.
Pero el miedo le paralizó siempre.
¿Qué pasaría con la hipoteca?
¿Cómo se ganaría la vida?
¿Ahora, qué le dejaría a su hijo?
Sin embargo, siempre había pensado en cambiar.
Se planteó realmente
¿qué hubiera hecho de su vida
de no haber tenido miedo?.
Ahora, después de perderlo todo, buscarse la vida se imponía forzosamente. Así que consideró el cambio,
no como la posibilidad de perder algo valioso anteriormente, sino como la oportunidad de ganar mucho más. De manera que invirtió sus ahorros en el negocio de sus sueños. Y, como resultado, recuperó su dinero, su vigor y su vida.
No hay que esperar a que los cambios se nos impongan inexorablemente. Hay que adelantarse.
La pregunta fundamental que Juan se hizo es:
¿Qué haría si no tuviera miedo?.
Empezamos a cambiar cuando somos capaces,
de reírnos de nosotros mismos, de lo que hacemos mal
y de nuestra situación pasada o actual, de nuestros miedos. El reírse de uno mismo es una de las terapias más recomendadas en nuestros días, incluso tiene efectos terapéuticos y psicológicos positivos de mejora probados sobre ciertas obsesiones y miedos (Viktor E. Frankl, con su paradoja intencional, los describe magníficamente) .
Nos aferramos a nuestros hábitos porque funcionan más o menos. Si embargo, las viejas convicciones no nos conducen a una situación mejor.
Hay que atreverse a cambiar, incluso en los momentos de éxito y clímax profesional. Y precisamente es en esos instantes cuando más se gana con el cambio.
Si el repetir el mismo comportamiento lleva a los mismo resultados, , y éstos no nos satisfacen,
¿por qué seguimos haciendo lo mismo una y otra vez?.
La vida es muy simple. En cuanto cambia la situación, cambian las oportunidades y, con ellas, cambia la persona.
Es bueno imaginarse en una situación mejor,
pues siempre cabe una situación mejor.
Ayuda a que provoquemos los cambios que necesitamos y hace que el cambio tenga más posibilidades de éxito.
Es la profecía que se autocumple.
El miedo genera aquello que se teme.
Cuanto más se tema el fracaso,
más cerca nos encontramos de él.
El mayor inhibidor del cambio se localiza en unos mismo. No significa que pensar en el éxito haga que lo obtengamos. Pero nos sitúa en una actitud ventajosa. Hemos recorrido mitad del camino,
ahora queda hacerlo posible.
Las cosas no necesitan ser complicadas.
Detectar los pequeños cambios nos preparan para el gran cambio.
Juan tenía que haber detectado que no le gustaba el trabajo, que no disfrutaba, lo cual es peor aún,
que eso repercutía en su rendimiento, en sus resultados profesionales, en su trato personal
con los clientes, jefes, compañeros, etc.
La vida es riesgo, se hace necesario disfrutar de la aventura.
Ahora bien, no todos los temores son malos,
pues nos preservan de los peligros verdaderos.
Gustar de la aventura no significa estrellarse.
Simplemente el cambio ocurre.
En nuestras vidas, en nuestro trabajo,
en las organizaciones, en las relaciones personales,
en la política, en la economía, en la sociedad.
Sólo hay que estar preparado.
Para preverlo conviene estar atento continuamente a los signos externos.
Cuanto antes nos olvidemos de las situaciones pasadas, antes nos acoplaremos a las nuevas.
La norma primera es :
¡Cambia, muévete!! Sin importar lo que digan.
Como le dice Don Quijote a Sancho:
“¿Ladran, Sancho? Luego cabalgamos”
¡Disfruta del cambio!.
Sólo existen tres posibilidades:
-cambiar con el cambio,
-adaptarse una vez que haya ocurrido o
-quedarse inmóvil y hundirse como el Titanic (saludando orgullosos, pero al final nos quedamos fríos e inmóviles en el fondo del océano).
Hay personas que se creen con derechos en esta vida
y cuando se los quitan, piensan que son víctimas del destino o de la mala fe de los otros
o de una conspiración o de lo que fuera,
y les echan las culpas a los demás,
a la situación o circunstancias.
El problema, piensan, se encuentra fuera de ellos, cuando precisamente son ellos el problema.
Pensar que tú eres el problema es el primer paso para darte una oportunidad y encontrar una solución,
quizá única, de desarrollo.
¿De qué comportamientos, actitudes o cosas,
las que fueren, necesitamos desprendernos
y hacia dónde tenemos que seguir avanzando?.
Cambiar puede significar sencillamente tener otra relación en la misma situación o con la misma persona. Siempre tenemos la libertad última de elegir nuestra actitud ante los acontecimientos de la vida.
Sacude la Soledad
Es el mal de nuestro tiempo. Es la espina de la incomunicación, metida en el siglo más avanzado y más comunicado.
Soledad ... es hueco sin llenar,
es pérdida de algo, es isla sin puentes;
son ventanas cerradas, abandonos profundos. Es estar mudo, alejado, desprovisto y trunco.
Soledad es todo tapiado, todo en inercia,
todo en aislamiento, en tentativa.
Todos los movimientos se te esfuman.
Todas las reacciones para actuar se te evaporan.
Todas las sensaciones del vivir se te opacan.
Es como empezar a morir en jirones,
en indiferencias y en tristezas.
Cuando flota a tu lado la soledad,
no sabes mas que hundirte en ella
y caer de lleno en su vacío.
Te escabulles de la vida
y te quejas de soledad.
Tienes miedo de abrir las puertas de tu jaula
y que te entren las palomas, los amigos,
el estudio, los intereses, el apostolado.
Tienes miedo de que el hermano se te acerque, que la vida te reclame o que Dios te llame,
¡y te pida!.
Tienes miedo de sacudir tu soledad
y no das ni un solo paso al frente,
por eso tus rosas pierden su perfume,
tus pupilas confunden el paisaje y tu alegría pierde su frescor y su transparencia.
Con una profunda soledad te vas contaminando y vas destruyendo
los puentes que Dios levantó
para que puedas llegar a la barca del que sufre, al esfuerzo del que rema, al alero del que tiene frío y al corazón del que no ve salir el sol.
Acabarás solo como una piedra
a la que nada puede decirle la corriente
de las almas y el palpitar del mundo.
Tu soledad es niebla, es humo.
No ves necesidades, no oyes lamento,
no te sacude la sed de vivir.
La soledad no es física:
es de espíritu, de alma.
A veces, rodeados de seres sentimos frío,
y rodeados de ausentes queridos
sentimos un gran calor.
A veces el encuentro de dos soledades
produce compañía, y la presencia de dos que se repelen produce soledad.
A veces en la intimidad con Dios nos sentimos llenos, y en el tumulto del mundo
nos sentimos vacíos.
A veces estás desabrido, te rinde la nostalgia
y vives una desesperada soledad
que no sabes curar.
Pero quieres saborear solo tus lágrimas.
Que no te recuerden tu deuda de amor con los demás, ni tu deber de caridad para el mundo, ni la gratitud que le debes a Dios por todo lo que puso para acompañarte.
Agrandas tu soledad
queriendo olvidarte de ella.
Lloras solo en tu almohada, nunca junto a un amigo o junto a la Presencia de Dios,
o haciendo girar el tono de tus recuerdos.
Te aprieta el corazón un mundo
donde la gente va en tropel de un lado a otro, por que a veces la soledad es mundo,
gente superficialidad, aturdimiento, nada.
Solo la verás huir cuando enciendas
tu propia luz, modeles tus propias raíces y aprendas la lección y el prodigio del cotidiano vivir.
La soledad más amarga, es la de dos esposos en techos distintos.
La soledad más persistente,
la del vacío de uno y la ternura de otro,
que no saben encontrarse.
La soledad más desesperante es la de las manos que se atraen por su tibieza y se separan por su orgullo.
Eso de faltar a las manos el apretón, la calidez; además de soledad es aridez y sequía.
Cuando te sumes en la soledad todo es inútil. Como un pincel estático sin inspiración,
sin deseos, sin ganas y sin nada.
Como un paisaje desolador, desnudo,
sin flores, sin hojas, sin nudos,
sin pájaros y sin nido.
¡Un pincel que torna oscuros
todos los colores del universo!.
La soledad te está debilitando valores,
bases y columnas.
Estás dejando entrar en ti algo anticristiano, antiespiritual y en contra de la fe.
Algunas fisuras debes tener;
algunos espacios vacíos,
algunas rendijas abiertas,
algún resquicio por llenar,
cuando se te ha infiltrado tanto desperdicio, tanta inercia y tanta soledad.
La soledad no deprime.
Lo que deprime es amurallarse en ella
y ausentar a Dios.
Los achaques y las penas no aplastan.
Lo que aplasta es nuestra mente que los agranda hasta que nos caen encima como un manto tupido e impenetrable de soledad.
Las limitaciones no destruyen,
lo que destruye es no querer lidiar con ellas
y rendirse en nombre de la soledad.
Sacude la soledad por que el mundo
necesita tus hombros para cruces
más pesadas que las tuyas;
necesita tus ojos para lágrimas más tristes y más amargas que las tuyas;
necesita tus manos para orar y socorrer necesidades más imperiosas y más apremiantes que las tuyas;
necesita tus palabras para que alguien reviva tus brazos para que alguien se sostenga, y tu ternura para que alguien se acuerde de que existe el amor.
La soledad es la filosofía de lo negativo,
donde la noche no tiene amanecer,
la jaula no tiene llave,
y la tierra no tiene flores.
La soledad es como el sollozo de la sonrisa,
el tabique de la esperanza
y el congelamiento de la emoción.
¡Cómo lesiona el alma la soledad!,
¡Cómo nubla la inteligencia, oprime el corazón y endurece la vida!.
No arrastres una soledad que te tiene como muerto mientras en la tierra todo florece, palpita y canta.
Todo es un impulso y un movimiento.
No te escapes tú mismo de la felicidad
tantas veces huyendo como una paloma, acorralado y con frío,
sin otra salida que la depresión.
¡Sacude la soledad!!.
Es un hueco hondo que no te deja ver la luz. No te vacíes de alas,
que hay sueños para todas las edades.
No te alejes de Dios, que nunca falla.
¡Sacude la soledad!!.
2007-03-20 22:28:00
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answer #1
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answered by elettropodoro 4
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