- Chao, mami. La bendición – se despedía Raúl al salir de su casa en compañía de su hermana camino al colegio.
Era una mañana fría de un lunes de Octubre en Ibarra. El sol no había salido aún y rastros de la lluvia de la noche pasada completaban el entorno invernal en las calles. Los autos pasaban velozmente por la avenida que era la ruta cotidiana de este joven, su hermana y su mejor amiga que vivía en la casa de en junto. Los tres jóvenes asistían al mismo colegio y debían caminar unos veinte minutos para llegar a él.
Raúl era un muchacho métrico, sometido al sistema. Era una de las personas que se inclinaba por el perfeccionismo sin notar que lo perfecto estaba en ser como los demás. Le gustaba mucho distinguirse de entre los demás y era por demás egoísta y ermitaño. Su mirada triste evocaba sensaciones especiales que permitían descifrar en él algo escondido que lo aquejaba, pero que era secreto. Sin embargo, cuando Carolina, su mejor amiga estaba junto a él, su rostro cambiaba emitiendo un tanto de alegría, pero más bien tranquilidad.
Cuando arribaban al centro de estudio, tomaron la ruta a su salón, ascendiendo al segundo piso. Allí iban llegando los demás estudiantes, sus compañeros de clase, quienes, entre sí, se saludaban, algunos hipócritamente. Y es que en el tercer año de Bachillerato en Físico - matemáticas del colegio La Salle no se llevaban muy buenas relaciones interpersonales.
A lo lejos, por el patio central, se veía caminar a Lucía, una jovencita baja y delgada a quien se le notaba un poco cansada, pensativa y apesadumbrada. Ella era una de las personas más queridas por Raúl y Carolina dentro del salón, a pesar de llevar una muy corta amistad. Lucía había influido mucho en sus vidas y significaba la comprensión y la madurez para estos dos muchachos.
- ¡Holap! – saludó la recién llegada, con una sonrisa un tanto forzada.
- ¿Qué onda, ñaña? – respondió Raúl, cariñosamente, pues Lucía venía a ser más que su amiga, su hermana.
- Aquí llegando…
Lucía no hablaba mucho temprano en la mañana, a menudo, amanecía de mal humor, pues no dormía muy bien. Le costaba conciliar el sueño por las noches.
Más tarde, llegadas las diez de la mañana, la impaciencia se empezaba a sentir entre los estudiantes; la hora de recreo estaba cerca y todos querían salir. Pero, simultáneamente, cuando sonó el timbre, se desató una pertinaz lluvia. El frío era intenso y los jóvenes, ansiosos por abandonar sus aulas, en su mayoría decidieron permanecer adentro.
Carolina, sin embargo, no quería quedarse; su deseo era salir para buscar con su mirada a su 'amor'. Muchas veces en su vida se había 'enamorado a primera vista' – por lo menos eso es lo que ella creía – de muchos chicos, especialmente de los de otros cursos. Esta vez se trataba de un joven colombiano, alto y moreno, de una mirada penetrante y sugerente que era dos años menor que ella.
- Vamos, Raúl, acompáñenme. Tengo hambre y quiero ir a comer algo. – Rogaba Carolina.
- No, Caro, está frío. También tengo hambre pero, no. Está lloviendo.- Respondió quejándose Raúl.
- Yo invito, ya. Pero vamos. ¿Qué dices, Lucy? – Propuso inquieta la muchacha.
- Ya, bueno. – Dijeron resignados los otros dos. Y salieron de inmediato con dirección a la cafetería.
El frío era paralizante. La temperatura era demasiado baja. Y es que en Ibarra, no se solía sentir un clima así; por lo general, una templada primavera era la sensación habitual en la ciudad. La gente no se acostumbraba y de cierta forma hasta se sentía un poco asustada.
Los tres amigos no lograron hacer nada, no soportaron el frío y optaron por regresar a su aula para esperar la siguiente clase.
Después de un par de horas, la lluvia cesó y las clases terminaron. Llegaba la hora en que cada uno debía volver a su hogar para descansar de la jornada de trabajo y estudio. La mañana había sido irritablemente larga y muchos salían de mal humor.
La tarde que entraba se veía bastante aburrida, pero Raúl planeaba disfrutarla, a su manera. Él adoraba los días nublados y lluviosos cuando tenía refugio seguro. Eran esos días los que le inspiraban y le proveían del ambiente ideal para escribir lo que sentía, leer un buen libro, escuchar su música preferida, tocar guitarra o simplemente ver televisión.
Resolvió que escuchar música era lo más adecuado para su estado de ánimo. Buscó entre sus archivos digitales en su ordenador y encontró su tesoro más preciado, la música de sus favoritos: Nelly Furtado, t.A.T.u., y otros. Sentía que sin la música de éstos personajes, su vida no tenía sentido.
- ¡Raúl! – interrumpió su madre. Su sesión de relajación y deleite tenía que hacer una pausa. Era alguien que estaba al teléfono. Era Carolina; a Raúl no le impresionó. Su mejor amiga nunca dejaba de telefonearlo al final de la tarde para asegurarse de cuánta tarea había de hacer para el día siguiente.
- ¿Aló? – Contestó Raúl el teléfono, un poco irritado.
- Sí, ¿Raúl? ¿Ya hizo 'Mate'? ¿Me puede ayudar con el problema tres? No me sale. – Inquirió la vecina.
- Bueno, voy enseguida. – Respondió resignado el muchacho.
Unos metros separaban las casas de los amigos y Raúl llegó en pocos minutos a la casa de Carolina. Ambos compartían mucho tiempo juntos y habían llegado a ser como hermanos. Pero, las tardes y noches de tareas y estudios que a diario tenían, se convertían en noches de chisme y 'conversa'. Más de la mitad de este lapso de tiempo lo dedicaban a recoger los sucesos del día que estaba por terminar.
- Qué frío hacía ahora, ¿no? – Dijo Raúl – No se pudo hacer nada. Y usted se quedó con las ganas de ver a su 'Ricardito'. – Terminó un poco burlándose.
- Sí, pues. ¡Qué iras! – Se lamentaba Carolina, molesta.
- Ojalá mañana ya no esté así.
- Ya no ha de estar así. ¿Tres días seguidos de lluvia? No creo.
- Sí, sería un 'crimen'.
La exageración, la ironía y, el sarcasmo, a veces, eran características especiales en el habla coloquial de Raúl. Si bien en ocasiones, algunos lo tomaban como groserías, las personas más cercanas a él estaban acostumbradas y su manera de expresarse era parte de su vida juntos.
- Aaay… el Ricardito. – Suspiró Carolina – Tan lindo…
- No se acerca, ¿no? A pesar de que ya se dio cuenta que le gusta. – Sugirió Raúl.
- ¿En serio? – Dijo la chica, extrañada.
- Claro, pues.
- ¿No?
- ¡Sí! Y Lucía se lo ha dicho, solo que usted se hace la loca.
Así era una típica noche en casa de Carolina. Solían incluirse discusiones y críticas mutuas al comportamiento de los dos. No se trataba de una pelea, sino de una forma inconsciente de salir de la rutina del chisme con otro tipo de conversaciones.
Después de un largo coloquio, y terminada la tarea, se despidieron y fueron a dormir. La rutina era esa, siempre, aunque con ligeras variaciones. Sin embargo, el porvenir preocupaba mucho a Raúl Enríquez. Planificaba para sí mismo una agenda en su mente para no 'aburrirse'. No dejaba tiempo para las eventualidades y era difícil desprogramarlo; pero de alguna forma, en esta ocasión se sentía fastidiado por no poder hacer algo diferente. Se creía bloqueado y sufría por no llevar una vida 'normal'.
2007-03-17
06:17:43
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pregunta de
melroderway
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