Del incesto al asesinato, una inflexión.
Tres ensayos y una discusión (II)
Jorge Tarela
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2-Del Incesto, cuando se lo formula.
El incesto es el tema que ahora nos convoca, más allá del caso que nos introdujo en la temática y que luego reconsideraremos a la luz de las hipótesis que iremos despejando.
La relación sexual imposible
Plantearemos el incesto no desde el lugar que se le confiere comúnmente, el lugar de lo prohibido, puesto que ubicarlo así refiere a una cuestión de orden práctico. El incesto es uno de los nombres de lo imposible, siendo lo imposible lo real. Y el incesto por excelencia, como iremos demostrando, es aquel que se presentifica en la relación sexual madre-hijo, la verdaderamente imposible. Incluso se puede postular, -aún hay que apoyar a esta moción-, que los otros tipos de incesto, son secundarios respecto de éste, el incesto padre-hija, el incesto entre hermanos, el incesto entre familiares no consanguíneos, y otros tipos de relaciones sexuales que se incluyen en esta serie.
Francoise Héritier (1), ha desarrollado un estudio que la lleva a indicar una prohibición, desde los tiempos inmemoriales, de las relaciones sexuales entre consanguíneos por intermedio de un partenaire común. Ella denomina estos incestos como del segundo tipo. Nosotros acordamos con todas estas postulaciones de prohibiciones a diversos tipos de incesto, pero en cambio, pensamos que salvo el incesto madre-hijo, todos los demás, -los que Héritier postula y otros posibles-, son siempre del segundo tipo, en la medida en que distancian o separan al hablante del imposible incesto madre, o incesto del primer tipo. Es decir que si bien estas relaciones sexuales consanguíneas, o a veces políticas, en el interior de una familia, se sostienen y son posibles, lo son en la medida en que exista una relación imposible en el horizonte funcional.
Por ejemplo, la relación incestuosa entre el padre y su hija, se sostiene indudablemente de la mediación de una mujer-madre y, en este sentido, el incesto padre-hija es secundario respecto a por lo menos otros dos, el incesto de la madre-hija (homosexual) y el incesto del padre con la madre de éste. Secundario quiere decir en un nivel consecuente de su precedente, no implica ninguna valoración. Esta secundariedad hace que sea más factible o más común este incesto padre-hija y mucho más cuando se trata de un hombre que ocupa -en relación a la madre de la incestada- el lugar de esposo, es decir no siendo el genitor de la incestada y por ende, la distancia madre-mujer se trastoca en ese ejemplo por la relación política entre ambos cónyuges. Esta relación incestuosa secundaria, puede ir al lugar de la relación imposible primaria, puede ocupar su sitio más no como imposible sino como prohibida. Queremos señalar entonces que lo prohibido no es equivalente a lo imposible, aún más, ni siquiera es su revés, su opuesto, -como luego ampliaremos- aunque lo prohibido sea posible, como lo muestran todos esos casos que Héritier -entre otros- destaca.
¿No llama poderosamente la atención que en los tratados sobre incesto, el incesto madre-hijo ocupe un lugar minoritario respecto a los otros tipos de incesto, y no sólo en su proliferación práctica, sino en la consideración del valor cultural que tiene este tipo de incesto? La hipótesis básica de Héritier, que postula a la prohibición del incesto como no siendo otra cosa que la separación de lo mismo y cuya acumulación es vivida como nefasta, apunta particularmente a la interdicción de una madre o su hija respecto de un mismo hombre como la forma pura de exceso de lo idéntico. ¿En qué es una forma pura de lo idéntico?, por el lado de las mujeres, la identidad se refugiaría en la consanguinidad (la misma matriz), por el lado del hombre, en su unicidad. Proponemos pensar estos incestos como una inflación imaginaria del imposible incesto madre, inflación que queda inscripta en aquel concepto de acumulación, imaginaria porque ocupa un lugar, el de una relación imposible, que de otra forma permanecería como lugar vacío en cuanto lugar.
Indudablemente estas relaciones prohibidas producen efectos en los partenaires que se distinguen así de las otras relaciones contingentes, aunque sean pensadas estas últimas siguiendo un hilo común de características incestuosas pero en el orden, por ejemplo, de la exogamia. Causa cierto efecto ominoso que el joven elija como esposa a una no tan joven e idéntica en apariencia a su madre, pero nadie osaría llamar incestuosa a esa relación de características exogámicas. Y nadie osaría confundir una relación incestuosa con otra relación de tipo contingente pues lo contingente sí es lo contrario de lo posible, así como lo imposible es lo contrario de lo necesario. Una relación prohibida es posible y a veces se delata como necesaria. Lo contingente, en cambio, da lugar a lo prohibitivo bajo una forma legal, -exogámica como el ejemplo recién expuesto. Lo imposible en cambio, como lo forjará Freud, es la causa de lo prohibido, la excepción de la regla.
El incesto madre-hija, incesto homosexual, -tan poco común en la práctica como el madre-hijo pero por otros motivos-, es pensado por nosotros como incesto secundario porque mantiene la hipótesis de la mediación de una mujer. Entre la madre y su hija parece haber una mujer -de hecho la madre lo es, no de derecho- que mediatiza la relación impidiendo la homogeneización de lo mismo, introduciendo esa diferencia, aunque mínima. También amplifica esa hostilidad entre mujeres, que es el efecto de tal acercamiento. Héritier acentúa y con razón la acumulación posible de lo idéntico -en este caso la matriz genitora- pero no subraya suficientemente la diferencia que se introduce por la acción de eso idéntico. En este caso la diferencia recae entre mujer y madre, diferencia que no se pierde por la acción de lo idéntico, sino que se amplifica. La diferencia que no adviene está referida al carácter homo de la relación: no adviene lo hétero, se acumula lo homo y lo consanguíneo. Pero si adviene la diferencia madre-mujer, adviene como diferencia desmentida: es la madre y, sin embargo, no lo es. La hostilidad llegará en estos casos a desmedirse en sus efectos.
Lo impensable entonces es la partenogénesis que aparece como posible en diversas relaciones sexuales que van a considerarse también en el seno de lo prohibido, las que se realizan entre personas del mismo sexo. También las zoofilias, o más recientemente, la reproducción clónica, son encausadas en esta misma tendencia. Nosotros consideramos a todas estas relaciones que se van incluyendo en esta clasificación, como secundarias respecto de una relación imposible, no en desmedro de diferencias entre sí, por ejemplo una relación zoofílica no equivale a una relación incestuosa, ni siquiera en términos de partenogénesis. Pero esto no impide que la clasificación mantenga un criterio de verdad, tal vez reducido a un rasgo mínimo, que la constituye, ese rasgo es la distancia que la separa de una relación imposible. Nos interesa más que esta diferencia interna -o acumulación de identidades- lo que se excluye de esta clasificación y le da consistencia: el incesto madre-hijo. Y cuando decimos que se excluye no es porque no queramos incluirla como relación prohibida posible -pues de hecho la incluimos en la clasificación- sino porque es la única que mantiene un imposible aún cuando se efectúa. Dicho en otros términos, cuando se efectiviza como relación incestuosa, -es el caso explicitado por el mito del Edipo por ejemplo-, la relación se constituye como del segundo tipo, con esa característica que implica una relación en el horizonte como imposible. Edipo no sabía que Yocasta era su madre.
Diana Sanz informa (2) de un caso que denomina "4", de posible incesto madre-hijo, -decimos posible adrede-, para incluirlo en el incesto de segundo tipo aun siendo un incesto madre-hijo. El caso es derivado a la consulta por el incremento de la violencia del hijo varón de 14 años para con su madre. Si bien estos padres están formalmente separados, a la consulta arriban junto con su hijo. El joven reitera conductas violentas cada vez que su padre se retira del domicilio conyugal, y se argumenta en función de un diagnóstico apoyado en el hecho de ser testigo de la violencia entre los padres. Pero este diagnóstico no se confirma en el tratamiento menos aún cuando surge el "verdadero motivo de las explosiones agresivas hacia la madre". Ésta desplegaba una serie de maniobras de seducción, exhibición, e intentos intrusivos en la sexualidad de su hijo, que iban desde la manipulación de sus genitales, hasta ofrecerse como objeto de experimentación sexual. Este adolescente fluctuaba entre la participación semicomplaciente en la seducción, que lo enloquecía, y el odio asesino que sentía posteriormente por sí mismo y por su madre. El diagnóstico pudo descubrir que, además de la violencia ejercida hacia su madre, "él mismo entraba en ciclos de autodestrucción y conductas que ponían en peligro su vida". La justicia nada pudo hacer con estas conductas maternas que estaban en el "límite de lo permitido".
En ese cada vez que su padre se retira se ejerce una entrada a un mundo distinto, a un mundo cerrado en donde cierta diferencia entre la madre de ese hijo y la mujer del padre se recrudece en su faz más cruel, pero esto sucede, lo remarcamos, cada vez que ocurre el salir del padre. En otros términos, la posibilidad del incesto es intermitente, periódica, mientras lo imposible no lo es. Este incesto que se puede leer como instalado en el límite de lo permitido según la interpretación judicial contemplativa de lo jurídico, implica suponer que aún cuando existe el incesto madre, se anota una distancia o una diferencia que en este caso se escribe como intermitente, es decir discontinua. Reiteramos que esto no es una deflación de la cuestión o una forma de restarle importancia, es simplemente una ubicación no práctica de la problemática. Retomaremos luego esta viñeta, por ahora queríamos diferenciar lo imposible de lo posible. A veces esta no diferenciación impide posicionarse frente al abuso y al incesto perpetuado por mujeres, mucho más cuando se trata de madres, -luego trabajaremos una hipótesis sobre esta distancia madre-mujer en lo referente al incesto.
Retomando la cuestión relativa al incesto madre imposible, diferenciándolo de los tipos de incesto que se formalizan encausados por este imposible de un incesto, nos quedan todos los otros tipos, englobados en una serie conformada incluso por casos de incesto madre-hijo que se diferencian del punto cero de la serie. Este punto cero, este origen de la serie, esta razón del límite de la serie incestuosa, es lo que iremos precisando, destacando la casuística y sosteniendo incluso la paradoja que enuncia que hay algunos incestos madre-hijo que no son imposibles, que son necesarios pero aún así se sostienen de esa relación imposible.
Lo necesario para una relación
La palabra incesto deriva del latín incestum, literalmente sacrilegio, que a su vez deriva de incestus, impuro, manchado. Lo impuro es lo contrario de lo puro, de lo casto, castus, in-castus o por deformación in-cestus, lo no casto. Lo puro y lo casto no dan lugar a la diferencia sino encubriéndola, lo impuro en cambio, la rechaza, la hace faltar.
La prohibición del incesto queda forzosamente excluida del explícito campo de la ley jurídica. Si nos remitimos al Código Civil deberemos remitirnos a la rúbrica matrimonio y a las prohibiciones que le conciernen. De los diez mandamientos, no hay ninguno que impida el incesto directamente, sí indirectamente. Por ejemplo, los legisladores en minoridad actúan de este modo, en forma indirecta sancionan la ausencia de consentimiento o la calidad de menores que puede haber en juego, quedando descartado el menor e imputando al mayor. Siempre es necesaria esta forma indirecta del castigo o de la sanción.
El caso de los menores es un capítulo aparte, el incesto entre hermanos menores de igual o distinto sexo introduce en el horizonte la figura de un mayor, a veces inexistente pero necesaria. Es este mayor necesario el que se introduce entre lo posible y lo imposible. Es que lo necesario, -al contrario de lo posible-, es lo opuesto a lo imposible. En estas relaciones prohibidas aparece la figura de lo necesario en la presencia-ausencia del mayor, el adulto, que hace uso o abuso de lo sexual no inocente, de lo genital, de lo impuro. Esta figura de lo necesario para el incesto se distancia lo suficiente de lo imposible -no se entrecruza- como para postular que en estos tipos de incestos, las consecuencias sean de otro orden que cuando se trata de una relación entre adultos. La introducción de lo necesario del adulto hace velo a lo imposible de una relación que se sostiene en el horizonte.
El incesto entre hermanos
Carmen nació en una provincia del nordeste argentino, hija de lugareños que vieron su vida trastocada a partir del nacimiento de la menor de sus hijas, nacida con una malformación cardíaca. Carmen al nacer contaba con dos hermanos, dos años después nació otro hermano y aproximadamente un año más su última hermana. No había en su ciudad de origen los elementos necesarios para atender la afección de la hermana menor, por lo que su madre decidió viajar a Buenos Aires junto con ella y sus hermanos menores, con el propósito de tratar a la recién nacida. El pronóstico no fue alentador, y el tratamiento propuesto sólo era posible a largo plazo. Pero al volver a su lugar de residencia después de unos meses y con la idea de retornar lo más pronto posible para la continuación del tratamiento, la madre de Carmen descubre a su esposo, que por motivos laborales no había viajado, junto a otra mujer y en su propia casa. Es que el padre de Carmen no había soportado la ausencia de su mujer tanto tiempo y no tuvo mejor idea que acomodar a su nueva mujer allí sin medir las consecuencias.
Este episodio decidió a la madre de Carmen a separarse de su esposo y comenzar otra vida en un lugar del conourbano bonaerense junto a todos sus hijos. Al tiempo de trasladarse, la menor de las hermanas fallece a causa de su malformación. Carmen contaba con poco más de cuatro años pero aún recuerda ese momento de dolor ante la muerte de su hermana. La situación económica familiar era difícil y dependía únicamente de su madre quien trabajaba ausentándose casi todo el día de su hogar, dejando a los hijos solos, puesto que el lugar en que vivían era un descampado y la casa más cercana distaba unos dos kilómetros. Carmen, siendo una niña ocupó el lugar de su madre frente a sus hermanos en lo referente a los cuidados hogareños. Su hermano mayor, en cambio, usurpó el lugar del padre -en el sentido del hombre mayor de la familia. Este hermano es mayor unos 7 años que Carmen.
Es en esta soledad que, primero este hermano y luego el otro, -mayor que Carmen unos 4 años- comenzaron a abusar de Carmen. Los juegos eróticos primeros, se transformaron en vejaciones después. Carmen jamás consintió estos actos, siempre los rechazó con la máxima energía que le era posible, pero esto no impedía que sucedieran. Carmen nunca habló sobre estos acontecimientos con su madre, por temor a que este hecho destruyera del todo a su familia, al tiempo que su madre jamás se preocupó en indagar sobre la conducta de sus hijos.
Pasado los años a las violaciones se le suma la extorsión. A sus trece años Carmen se puso de novia con quien sería luego su esposo. Esto no detuvo el acoso, simplemente disminuyó la frecuencia. Al tiempo de noviar, su madre fallece abruptamente de un cáncer a los pulmones del que jamás dió cuenta como padecer ante sus hijos. Este hecho hizo decidir a Carmen en el intento de casarse lo antes posible y así lo hizo a sus quince años. Para ese entonces su padre, hombre mucho mayor que su madre, se había instalado también en Buenos Aires, sin embargo para casarse Carmen tuvo primero que pedirle permiso a su hermano mayor. Fue la última extorsión de parte de éste, después los abusos jamás acontecieron. Respecto del otro hermano abusador, dejó de abusarla después de un episodio en donde Carmen, entre llantos, se lo imploró.
Carmen selló un pacto de silencio, jamás habló de esto con nadie -salvo con una profesional-hasta el momento en que consulta, donde para entonces cuenta con 30 años y veremos porqué.
Casada, intentó con todos sus medios lograr una familia feliz, tuvo 3 hijos y junto a su esposo llegaron a construirse la vivienda propia. Siguió la relación con sus hermanos y su padre, pero sin nombrar lo sucedido a nadie ni hablar del tema con ellos. Su hermano mayor también se casó y ella mantuvo con su cuñada una relación que no envidiaba en nada a la que podían tener dos íntimas amigas, salvo lo no-dicho de parte de Carmen y un episodio posterior que su cuñada mantuvo en secreto para con Carmen, pues ella comenzó a tener relaciones esporádicas con el esposo de Carmen. Quien primero se enteró de esto no fue Carmen, sino su hermano que decidió separarse inmediatamente sin aceptar ningún tipo de "soborno" por parte de su mujer. En función de esta no aceptación, Carmen se entera en boca de su cuñada del relato de los acontecimientos. La pesadilla no había concluido, y sólo la fugaz idea por la cual Carmen consideró la posibilidad de entender lo sucedido como una venganza indirecta sobre su hermano, puso una distancia a la ira que en Carmen se había desarrollado.
Carmen se separa y abandona a su esposo y a sus pertenencias. Había decidido echar sobre su vida anterior al casamiento, un manto de olvido, pero ahora éste le retornaba a través de los acontecimientos últimos. Sus hijos fueron en ese momento el único impedimento para no suicidarse. Se sumergió en un mundo de fantasía y sus hijos, jamás desatendidos por ella, eran su único contacto con el mundo.
Tiempo después conoció a un hombre, en realidad un hombre la conoce a ella, la colmó de atenciones y la trató como nunca antes nadie lo había hecho: como una dama. Al momento de consultar Carmen vive en pareja con este hombre. Sigue visitándose con su hermano mayor que volvió a vivir con su ex-mujer, no tanto con su otro hermano, que se fue a vivir al interior del país. Pero esto no le ocasiona problemas a Carmen, lo que la atormenta actualmente es que su hijo mayor, que cuenta al momento de la consulta con 14 años, ya es un "hombrecito", y esta imagen la confronta a la que ella mantiene de sus hermanos mayores. Carmen no demuestra lo que siente y menos ante sus hijos, pero este sentimiento de rechazo no puede manejarlo, la supera. Además retomaron consistencia unos ataques de angustia y llanto, siente opresiones a nivel del pecho, se ahoga. Sorprendida me dice:
- Parece que sufro como mi mamá, ella falleció de cáncer en los pulmones.
- Y jamás lo hizo notar. -Agrego a continuación después de escuchar su relato minucioso, lleno de dolor, llanto y opresión.
- En cambio, yo no estoy dispuesta a callar, pero no sé como hacerlo.
Así pude constatar en su pedido una demanda por hacerse escuchar o testimoniar, y digo demanda porque el testimonio ante otro no cualquiera, no hace meramente lugar a la denuncia sino que la dignifica en tanto dicho con ubicación de un cuerpo, de un dolor y de su sujeto. Es en esta vía que acordé seguir atendiéndola permitiéndole desplegar su decir y su inclusión allí. Es en esa frase en donde se conjuga lo que ella no está dispuesta - callar- y un no saber -testimoniar- lo que fue orientando aquellas primeras entrevistas, en donde se sumaban aún más datos sobre familiares e incestos, que armaban una red de parentescos bastante particular. El hermano mayor y su madre siempre estaban presentes en sus dichos, el primero como resaltado, la otra como desvanecida. Pero hacia ambos la misma inquietud, la misma pregunta referida al lugar que ella ocupa en el deseo de ellos. Esta inquietud convergió tiempo después, como relacionada con el secreto que Carmen sostienía frente a todas las personas, particularmente con su actual esposo.
Según sus dichos, una terapeuta anterior -a la que había concurrido un tiempo por sugerencia de una vecina- le había aconsejado mantener las cosas en ese estado, y Carmen consideraba que mi opinión profesional era idéntica a la que ella sostenía de su anterior terapeuta. Le increpé que yo jamás había dicho tal cosa. Ella entendió entonces que mi opinión era la contraria. Lo interesante es que tampoco me había pronunciado en ese respecto. Ante esta no respuesta a su pedido, después de un período de angustia, pesadillas, remordimiento en dónde las entrevistas eran copiosas y abundantes en material, a Carmen le retorna su mensaje en forma invertida "romper su secreto para sostener a su familia", cuando la respuesta que obtenía del Otro era "sostener su secreto para no romper a su familia". Un Otro no complaciente con esta respuesta fue tomando forma y apareció en ella la descripción de signos o gestos corporales -de los que señalaré algunos luego- que al tiempo de requerir del Otro un guiño de reconocimiento le devolvía su mensaje pero en forma invertida. Ante estos signos evidentes, que desconocía como tales, evidenciaba Carmen por su cuerpo, un desafío permanente. Eran precisamente esos gestos corporales los que su hijo mayor comenzaba a interrogarle, justamente porque "dejaba de ser un niño". Esto le resultaba intolerable, no quería reconocerlo aunque lo decía, ¿qué le miraba su hijo ahora que antes no veía?. Para Carmen, los adultos, comenzando la serie por su madre, no la incomodaban o le preguntaban por esos signos. Su hijo dejaba de ser un niño, pero no se acomodaba todavía en esa serie de los adultos. En ese espacio se alojaban, con diferencias entre ellos, sus dos hermanos incestuosos.
En transferencia estos signos -en la medida eran relatados-, anoticiaban al sujeto de una verdad que sólo así podía ser escuchada. Por ejemplo, Carmen no podía anudarse los cordones de sus zapatillas, el solo hecho de pensar en agacharse, o sentarse o lo que fuera para anudárselos, la angustiaba de sobremanera, al tiempo que mantener los cordones anudados era asociado a un estar atada. Por supuesto que esto fue argumentado así ante mí, porque su hijo le había preguntado sobre el porqué nunca se ataba los cordones y que él estaba dispuesto a ayudarla en esa tarea. Su hijo fue quien la hizo "acordarse de los cordones", porque para ella eso estaba acordado de otro modo. "Acordado lo de los cordones" es una forma de presentar lo que ella quería, es decir dejarlo en un estado del ritual siempre inconcluso, signo para un Otro que no quiere ver de qué se trata, que debe desmentir lo evidente . Es ese "acordado" lo que triunfaba sobre lo recordado.
Ante esta seguidilla de signos múltiples, angustias varias, pesadillas en donde este hermano se le aparece bruscamente, Carmen decide contarle a su actual esposo lo que hasta ese momento le ocultaba, pues ya no era una mera omisión, así ella lo entendía. Su esposo se mostró indignado al enterarse, pero aceptó los pedidos de Carmen de no entrometerse, a la vez que la ayudó para mantenerse distanciada de este hermano. A partir de esta denuncia de lo acontecido, las pesadillas cedieron en sueños cuyo matiz angustioso era ese límite ahora difuso en relación a su hermano. Comenzó a aparecer en escena su padre y algunas parejas de su madre, que rescataban los puntos flojos de aquel. Tras estas apariencias de padre, era su madre la que daba señas de impudor. Una madre que nunca estaba, o que cuando aparecía estaba acompañada por algún hombre, una madre sostenida por recuerdos de suplicio y ruego ante los médicos por la enfermedad cardíaca de su hija, pero que jamás lloró a su hija difunta, una madre que nunca mostró los signos de su dolor y su duelo aún cuando el cáncer la mortificaba. A esta madre, ¿cómo demostrarle el odio y el resentimiento por lo acontecido si de nada se percataba?. De nada, siquiera de sus muertos. Carmen se ve muerta según el deseo de su madre, muerta en vida.
Relató este sueño orientador en esta juntura madre-hermano:
"Volvía a mi casa después de mucho tiempo, habría la puerta y notaba que había excrementos en varios rincones, una voz me preguntaba: "¿no estabas muerta?". La puerta del baño se entreabría, tal vez había alguien, la voz -ahora más clara- me decía: "tu hermano merodea el lugar", reconocí esa voz como la de mi vecina. Mi actual esposo entraba al jardín sonriente, se dirigía hacia mí para saludarme, me hace notar que tengo los cordones desatados, me comenta que vió a María, me pongo mal, no quiero seguir hablando de eso...". Despierta angustiada.
La casa es aquella en donde Carmen se instaló al separarse de su primer esposo, en el momento del sueño esa casa estaba desocupada y alguien le había comentado que tenga cuidado de los intrusos, que no deje la casa abandonada. En el sueño aparecen los excrementos, signos de cierta intrusión, corroborando el decir diurno. Y articulado a estos excrementos una voz en off, primero sin referente, que anuncia una pregunta inquietante. Carmen había situado precisamente el inicio de este estado de muerte en vida, después de enterarse de la "traición" de su esposo, incesto político que la retrotraía al suyo anterior, y el retiro a esa casa, escena del sueño. Pero en el sueño ella volvía, volvía después de un tiempo, tal vez volvía después de haberse visto como una muerta, pero Carmen articula esa pregunta con la muerte de su madre, como preguntándose si realmente está muerta, o tal vez diferenciando la condición de muerta de ella y de su madre. Esa voz se articula con la de su vecina, que le advierte sobre la presencia de su hermano. Esta vecina se ocupó de "velar" por ella cuando apenas se había mudado allí, pero en el sueño asocia la categoría de intruso al hermano mayor, despejando un rasgo que se da a conocer. ¿Su hermano es un intruso?. Tal vez, es un usurpador, sin lugar a dudas, ¿pero qué usurpa?
Carmen articula esto en relación a su primer esposo, en quien depositó un hilo de confianza, que luego éste le usurpó. En este decir "un hilo de confianza", Carmen asocia "lo de los cordones" y el gesto inicial de su actual esposo en referencia a ello. Él se lo hacía notar, que sus cordones están desatados, esto fue por un tiempo, luego dejó de decirle. Carmen siempre tiene los cordones desatados, o correctamente dicho según su decir, "nunca los tiene atados". De hecho no sólo no los ata, sino que tiene impedido acordonárselos. En su decir aclaratorio yerra, dice "acordárselos". Atárse los cordones es acordarse. Por este lapsus se retoma el final del sueño: María es la esposa de su otro hermano, que en cierta ocasión, estando su hermano internado, pasó un tiempo en esa casa, cuando Carmen ya había establecido una relación de convivencia con su actual esposo. Allí, según Carmen intentó seducirlo mientras Carmen la reemplazaba en el cuidado de su hermano en el sanatorio. El actual esposo de Carmen no accedió y luego se lo comentó a ésta. Esa es la última escena del sueño, con el agregado de que Carmen prefiere no seguir esa conversación. Entonces del intruso al usurpador y del defraudador al merecedor del hilo de confianza, entre ambos ese atarse como recordatorio.
¿Pero porqué no seguir hablando con aquel que merece su confianza sino para proteger a la muerta?. Carmen no puede cerrar la puerta del baño por temor a que alguien ingrese (sic) y quede a solas con ella. La puerta entreabierta es a la vez la posibilidad de una escapatoria y la invitación a que entren. En el sueño aparece invertido, la puerta del baño entreabierta es signo de que tal vez hay alguien allí dentro, en el sueño no es cuestión de entrar, sino de salir de ahí dentro. Hacerle notar al Otro sobre su existencia, darlo por enterado tal como "lo de los cordones" desatados. Pero hacerle notar al Otro se confunde inevitablemente con un signo de seducción, el otro se trastoca en intrusivo, en usurpador. Sin lugar a dudas ese hilo-cordón es un objeto que da cuenta al sujeto de su Otro.
Frente a este hermano no había secreto válido, Carmen es transparente para con él, pero además entre ellos se sellaba un pacto de silencio muy particular. Carmen afirmaba que había perdonado a su otro hermano, que participaba del trato abusivo incestuoso, porque en un momento determinado, ante la súplica y el pedido de ella, este hermano "entendió" y dejó de tratarla así. Hubo una respuesta de parte de este hermano, una respuesta en acto y sin palabras, que Carmen presenta como una situación superada. Pero con su hermano mayor, si bien la relación incestuosa cesó cuando Carmen se casó, no hubo un hecho tal que pusiera un límite o una superación: este hermano siempre acecha, merodea como en el sueño, y en esta situación Carmen se presenta como muerta en vida, como abandonada.
El análisis de Carmen está en curso al momento de escribir estas líneas y esto impide corroborar ciertas hipótesis que dejamos traslucir, hipótesis que consideran que el lugar de esta madre en la economía subjetiva está en franca oposición al lugar de este hermano mayor, de manera tal que los otros para Carmen se ubican o de un lado o del otro, o bajo desconocimiento de lo acontecido o bajo sospecha de confianza. El síntoma que se establece en la transferencia bajo la modalidad del "acordar" en relación al hilo- cordón, inicia la construcción de una verdad más allá y más acá de los acontecimientos incestuosos, ese mismo lugar donde la muerta no es pero está, o bien el lugar en donde el viviente está pero no es. Estos dos lugares en relación de oposición es lo que queríamos subrayar porque se encuentra presente en casos de incestos entre menores, sean hermanos o no. La figura de un mayor en oposición, en este caso la madre, es lo que aparece siempre en el horizonte.
Fuera de este caso podemos preguntarnos entonces sobre el valor de este mayor, -si bien "menor o mayor" no siempre son los términos subjetivos más propiciadores. Estos términos son los elegidos según un marco legal, pues se trata de ser menor o mayor de una determinada edad para la legislación en curso. Cuando se trata de menores, es decir de sujetos que no superan un cierto límite preestablecido, esto no explica a ese lugar mal ubicado entre el niño y el adulto, que se observa en los dichos de los incestados. Cuando hay un mayor, se coloca tanto el acento en esto que se pierde ese carácter difuso del incesto, se confunde culpabilidad con responsabilidad, el culpable es siempre el mayor, pero no siempre hay responsable. En nuestra hipótesis, el lugar del mayor, se imaginariza siempre con la madre, las preguntas de los incestados apuntan a ese lugar, a esa persona, y es ese lugar el que se ubica llamativamente por fuera de los hechos incestuosos. Y que se intente ubicar a un culpable en la figura de un mayor -hecho imposible en el caso de relación entre menores- es siempre el intento de ubicar al responsable del asesinato, asesinato dado las pruebas: los muertos.
La construcción del origen
Una de las características de las familias incestuosas es su encierro, su auto-regulación, su querer permanecer fuera de toda homeostasis legal, ¿cuál es la razón de esto, si la hay?
El texto primordial de Freud en este aspecto es "Tótem Y Tabú", (3) nos conduce inevitablemente a la hipótesis estructurante en donde el incesto y el asesinato quedan indisolublemente ligados y de una forma particular. Nosotros estamos indagando al incesto, en principio en forma independiente del asesinato, pero ¿hasta qué punto esto es posible debido a esa convergencia, lo que en nuestro título figura como inflexión?. De hecho Freud mismo en ese gran trabajo comienza por el incesto, el horror al incesto, para arribar al asesinato, el parricidio. Allí estipula que "la familia fue una restauración de la antigua horda primordial y además devolvió a los padres un gran fragmento de sus anteriores derechos" (4). La familia es una de esas instituciones a las que se arriba en el devenir, y no es la única. Nosotros estamos en ese estatuto de lo familiar y nos podemos quedar allí, como muchos lo hacen. Pero de indagar el origen de la cuestión, sabiendo que no es la única institución posible, podemos suponer que la familia tiene un origen. El origen será mítico como todo origen ligado a lo cultural, es mítico porque no se trata del inicio propio de la cuestión, sino de una construcción que va al lugar de ese inicio, una construcción de la causa primera, la construcción ficcional de un "estado primordial de la sociedad que no ha sido observado jamás en ninguna parte". Desde este mito, construido por Freud para colocarlo en el origen que no existió, se construye una serie que se explica desde este mito, caso omiso hay cosas que quedan desarticuladas.
Por ello en esa construcción mítica es en donde no hay posibilidad para incesto alguno salvo con el padre. Éste acapara para sí a todas las mujeres y expulsa a los hijos varones cuando entran en competencia sexual con éste. Como se trata de un mito de origen se trata de un padre y de sus mujeres, se trata de una construcción y no de un observable. Este padre puro del sexo como se coteja en el mito, no tiene origen, sólo tiene mujeres y una relación de puro sexo para con ellas. Todo lo demás provendrá de los hijos varones y de cierta contingencia estructural esperable. Así como este protohombre se ubica en el nivel 0 (cero), sin ningún antecedente posible, su progenie está ubicada en un nivel 1 (uno), nivel que cuenta con un antecedente que no hará contar.
La única posibilidad que cabe entonces para que se pase del nivel 0 al nivel 1, -y Freud sabe leer este pasaje de una diferencia en los intersticios de las obras de su época consagradas a esta cuestión de los orígenes- es la siguiente: "Unidos osaron hacer y llevaron a cabo lo que individualmente les habría sido imposible" (5).
Es en este punto de imposibilidad que Freud articula algún progreso cultural, en donde acota una diferencia entre los niveles. Y lo que osaron hacer esos varones hermanos fue llevar a cabo el asesinato de este primer hombre de nivel 0, más luego adviene en función de esto las prohibiciones que se hacen necesarias para no volver al nivel anterior. Hay un deseo por ocupar ese lugar antecedente y una ley que lo prohíbe en cuanto deseo. Deseo y Ley son el envés de una misma cuestión, la distancia se introduce en relación a un goce cuyo envés es la castración. Deseo y Ley están, por decirlo de algún modo, más acá de la castración y de ese goce que así, se sostiene como real.
Este mito articula pues fuertemente al asesinato como condición del incesto y no a la inversa, pues a la inversa, es necesario decirlo, la cosa no funciona. El incesto no conduce lógicamente al asesinato, sino que es dependiente de él. Y lo mismo puede leerse a través del mito de Edipo, sólo asesinando al padre adviene la madre. Se trata del asesinato del padre para que la madre tenga un lugar como mujer posible, pero también para que las mujeres tengan ese lugar posible. Y es por eso que Freud articula en su texto primero al incesto como un imposible de pensar, "el horror al incesto", para luego llegar al asesinato como un pensamiento imposible. Como si el empuje de un goce asesino determina el orden de las prohibiciones, entre ellas la del incesto con la exogamia como exigencia.
Es más, parecería que el incesto de nivel 0, es decir el incesto antes de la prohibición, antes del asesinato no es situable en cuanto tal. El asesinato en cambio es el iniciador y el posibilitador no sólo del nivel siguiente sino del incesto en cuanto tal. ¿Es esto así?. De ser así, no hay incesto de nivel 0, puesto que es imposible de ser situado antes del asesinato. ¿Es esto correcto?, de hecho están situadas todas las mujeres como inalcanzables para los hombres excepto uno, antes del acto de asesinato. Quedan pues las relaciones entre hombres y entre mujeres, las relaciones homosexuales que parecen ser sin consecuencias a los fines de alterar el nivel, puesto que no introducen la diferencia o algún progreso cultural como dice Freud.
Dicho de otro modo el asesinato posibilita al incesto: esto es una consecuencia necesaria lógicamente articulada. La única opción que resta es la posibilidad que instaura la no necesidad del asesinato, es decir el desconocimiento total de la situación, el enajenamiento de las condiciones: la madre y su hijo que se apartan de la horda sin ninguna otra intención mas que la de estar unidos: el efecto es como se ve, desvastador de toda posibilidad de instaurar diferencia alguna. Este incesto de nivel 0, no es relativo al asesinato, es independiente de él, no mantiene relación alguna con éste, desconoce y no contempla la posibilidad de la existencia de ese protohombre supuesto genitor. Por esto lo llamamos incesto madre. Refiere a ella en la medida que se consolida como independiente del genitor, lo ignora, lo desmiente. Y trata al hijo y su madre, no al padre y su hija que se incluyen en la horda. Esta relación se sitúa en la prescindencia de una función que refiere al padre como externo incluído en esa relación. Se instala como imposible porque no hay nada de mujer en esa madre.
Retomemos el caso llamado 4 por Diana Sanz, allí el abuso sexual se situaba en la intermitencia de las salidas del padre del incestado, salidas que sin dudas es pensada como una entrada a un mundo en donde esa distancia proferida por una función se disipa. Resulta interesante notar cómo en este caso la potencia asesina apunta sin lugar a dudas a ese niño bajo conductas de autodestrucción. Pareciera cumplimentarse así ese escape de la horda, en donde una mujer escapa con su hijo dejándolo a éste privado de lo imposible, dejando a la madre sin nada de maternaje, más del lado de la mujer activa sexualmente. Habíamos dicho que si consideramos a este incesto del caso de Diana Sanz como de nivel 1, es precisamente porque la intermitencia del padre en los signos que promueve el incestado da lugar a pensar que algo de la función del padre muerto, -o si se quiere de la función del asesinato- se cumplió. Sanz insiste en precisar que este tipo de mujeres existe, aunque el rechazo de la función de madre es lo que aparece como un punto escabroso de aceptar, cuando en realidad el problema es que no hay nada de madre en esa mujer. En este caso esto se da por la intermitencia en donde la madre y esa mujer están frente a su hijo u hombre. En otros términos, no se constituye por fuera de la horda totalmente, oscila y esto es lo que introduce ese goce en los límites de lo permitido.
Esto da lugar a pensar la inversa. Entre las mujeres de la horda primitiva cabe incluirse a la madre del protohombre, que no implica diferencia alguna respecto de las otras mujeres, hijas de él, salvo la diferencia de edad que el mito no hace lugar así como la topología matemática prescinde de la distancia geométrica. Por ende no hay nada de madre entre esas mujeres. Es la inversa de la otra posibilidad. Ambos casos de incestos de nivel 0, anteriores al asesinato, son ajenos a la distancia madre-mujer. Pero se deduce que el mayor estrago puede pensarse cuando se resta de la madre lo que la hace mujer -es decir no se toma como castrada-, queda el desierto como único horizonte, jamás la sociedad.
Este incesto, que nosotros llamamos incesto madre o de nivel 0, es ajeno al acto del asesinato en la medida que lo desconoce por completo y por desconocerlo implementa otra lógica. Los incestos posteriores, los de nivel 1, que nosotros llamamos secundarios, cuentan con el asesinato, son dependientes de él en cuanto se entremezclan en sus efectos. Como se puede observar, entre estos dos tipos de incesto se introduce al asesinato de nivel 0, en uno como ajeno en el otro como necesario.
Nosotros consideramos siguiendo esta línea que los incestos que llamamos secundarios o de nivel 1 se introducen en la orientación de hacer posible o necesario al menos un asesinato. Y es este asesinato el que se castigará o sancionará al hacerlo posible puesto que no es contingente. Digamos entonces -aunque sea provisorio este decir- que algo fracasó o que algo funcionó mal en la constitución de ese asesinato original o de nivel 0, -el de la construcción ficcional-, que retorna como exigencia de goce necesario o posible por los hechos del incesto de nivel 1.
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Notas:
1. Véase: "Del Incesto" F. Héritier y otros. Ediciones Nueva Visión. Bs.As. 1995.
2. Sanz, D. y Molina,A. "Violencia y Abuso En La Familia" Lumen Humanitas. Bs.As. 1999, pag. 126
3. Freud,S. "Tótem Y Tabú", Obras Completas Tomo XIII, Amorrortu Editores. Bs.As.1980.
4. Freud,S. "Tótem Y Tabú", Obras Completas Tomo XIII, Amorrortu Editores. Bs.As.1980.Pag. 151, Op. Cit.
5. Freud,S. "Tótem Y Tabú", Obras Completas Tomo XIII, Amorrortu Editores. Bs.As.1980.Pag. 143, Op. Cit.
2007-03-09 05:51:35
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answer #1
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answered by Jurong 5
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