Teotihuacán, en el idioma nahuatl quiere decir "lugar donde los hombres se convierten en dioses" o "lugar donde habitan los dioses". Lo que nos indica que fue un recinto sagrado de iniciación en el que miles de aspirantes se iniciaron en el camino místico y revolucionario para volver al religare con su verdadera realidad.
Este sagrado lugar de solemnes pirámides está atravesado por una calle principal llamada la Calzada de los Muertos, y es que, decían los aztecas, que allí los reyes después de "muertos" se convertían en dioses. A la luz de la gnosis podemos entender esta simbólica forma de hablar de los antiguos mexicas; cuando nos hablan de esta muerte se refieren no a una muerte física, sino a la eliminación de los defectos psicológicos que oscurecen el alma del hombre. Por eso, cuando un aspirante llegaba a este centro iniciático lo primero que se le decía era: "Recuerda, de ti no quedara absolutamente nada. Todo será destruido". Esa era la terrible sentencia con que se recibía al aspirante. Debemos estar dispuestos a perderlo todo para ganarlo todo.
Orígenes:
Algunos antropólogos establecen el origen de la civilización teotihuacana, hacia el siglo II a. C. con su máximo apogeo en el siglo VII, cuando la ciudad tendría unos 200.000 habitantes. En el siglo VIII gran parte fue destruida por el fuego y fue saqueada por sus invasores, convirtiéndose desde entonces en una urbe casi desierta. Si bien es cierto que la poderosa civilización solar que otrora resplandeciera maravillosa en Teotihuacán y ciudades adyacentes, entró en un proceso decadente, involutivo, que le llevó a su destrucción siglos antes de que llegaran los colonizadores españoles, es inadmisible que en unos pocos siglos se desarrollará tan gigantesca y esplendorosa civilización. Existen tradiciones antiquísimas que relatan que cuando los aztecas llegaron por estas tierras, Teotihuacán era la ciudad más poderosa, y sus pobladores tenían sus raíces en las misteriosas tierras atlantes. El V. M. Samael nos informa que el origen de Teotihuacán se pierde en la noche de los tiempos, pues ya existía mucho antes del hundimiento de la Atlántida. Muchas veces le tocó al Maestro conducir peregrinaciones, desde las ahora sumergidas tierras, hasta esta ciudad, cuyas construcciones son más antiguas que las pirámides de Egipto.
El fuego creador:
Dicen las tradiciones aztecas que en el amanecer de la vida se reunieron los dioses allá en Teotihuacán con el propósito de crear al sol. Aseveran que encendieron un gran fuego y que luego invitaron al Dios del caracol para que se lanzara en aquella hoguera, mas éste, después de tres intentos, tuvo gran pavor. Los cantos sagrados aseveran solemnemente que el Dios Purulento, lleno de gran valor, se lanzó al fuego. Al ver esto el Dios caracol, imitó su ejemplo, y entonces toda la asamblea de dioses silenciosos, aguardaron a ver que sucedía.
Cuentan las leyendas, que dentro del fuego vivo, brotó otra vez formado el Purulento convertido en el sol que hoy día nos ilumina. Minutos después, en aquella gran hoguera, resurgió el Dios caracol convertido en la luna que en la noche nos ilumina.
Esto significa que si queremos transformarnos en dioses, en maestros, debemos imitar al Purulento, incinerar el ego, el yo, mediante el fuego. Sólo mediante el fuego podemos convertirnos en dioses solares.
Desde la creación arde en todo, un fuego universal que es, también, el famoso Huehueteotl, el Dios Viejo del Fuego, el cual se representa en la antigua cultura teotihuacana como un anciano cargado de años y que soporta sobre su cabeza milenaria, un enorme brasero. Incuestionablemente, este Dios del Fuego, representa a una de las más antiguas tradiciones de los pueblos Mayas y Nahuatls. Huehueteotl carga, pues, un brasero sagrado, y precisamente, utilizando un brasero colocado en el centro del templo azteca, se encendía allí la hoguera. Por eso es muy normal ver, en los Hierofantes de ese Dios de la Llama, la mística figura de la Santa Cruz, que también se encuentra ornando los incensarios, llamados “Tlemaitl” o “Manos de Fuego”, con los que los sacerdotes incensaban siempre a los Dioses Santos de Anahuac. Teotihuacán, entonces, representa el centro de la aurora de la creación, es el lugar destinado a un acontecimiento cósmico-solar, tanto a nivel macrocósmico como microcósmico, universal y humano. Puesto que el hombre es un universo en miniatura y lo infinitamente pequeño es análogo a lo infinitamente grande, entendemos que con las mismas fuerzas, energías, leyes, poderes, etc., utilizadas por el Creador del universo, debemos nosotros trabajar para crear nuestro universo interior y levantar nuestro fuego interior. El fuego de la serpiente Quetzalcóatl. En el fondo de todos los misterios nunca dejaba de brillar la figura terrible del señor Quetzalcóatl, este Quetzalcóatl que se pierde en la noche de los siglos. Teotihuacán fue dedicada a Quetzalcóatl, y es normal que se diga que la ciudad de los dioses no era otra cosa sino el sitio donde la serpiente aprendía, milagrosamente, a volar. Quetzalcóatl es la energía universal y cósmica del cristo, a la vez que, al descender, es el cristo íntimo de cada uno de nosotros, que eleva al hombre "cristificándolo".
En Teotihuacán, cada sacerdote se consideraba a sí mismo un Quetzalcóatl; lo que sucedía era que los sacerdotes que se cristificaban tomaban el nombre de Quetzalcóatl, el Dios-Sol.
Debemos entrar por el camino de la regeneración si queremos convertirnos en Serpientes emplumadas como el señor Quetzalcóatl. Cuando uno desintegra el ego, cuando lo reduce a polvareda cósmica, cuando uno fabrica los Cuerpos Superiores Existenciales Superiores del Ser y los convierte en oro puro, cuando uno levanta la antorcha para iluminar el camino de los demás, cueste lo que cueste, incuestionablemente por tal motivo se convierte en una serpiente emplumada, en un Quetzalcóatl.
La sagrada arquitectura de Teotihuacán:
En la sagrada arquitectura de Teotihuacán vemos el plano del trabajo íntimo de la cristificación, del proceso que nos lleva a ser tragados, primero, por la serpiente y, luego, por el águila; es decir el proceso de integración de nuestra propia conciencia con nuestro madre-padre interior.
La palabra Quetzalcóatl, se forma con la unión de “Quetzal”, el nombre de un exótico pájaro, y “Coatl”, serpiente; de manera que ya encontramos la dualidad celeste y terrestre de la serpiente emplumada, que se reflejará, luego, en la construcción de la ciudad. En este conjunto arquitectónico se ven dos secciones separadas por el río San Juan, algo similar a un alto y bajo Egipto, con una parte celestial o superior, incluyendo las Pirámides de la Luna y el Sol, y una parte terrestre o inferior con la Pirámide de Quetzalcóatl. Desde la parte inferior a la superior se abre un camino a modo de eje central, es la Calzada de los Muertos o Miccaotli, orientada de sur a norte con una desviación de 17 grados con respecto al norte.
La región terrenal está en un cuadrilátero de 400 metros de lado que encierra el templo de Quetzalcóatl, este dominio de la serpiente aparece como una zona más baja, mientras que en la parte celeste las Pirámides del Sol y de la Luna, se yerguen en majestuosa altura. Hacia el lado este del cuadrilátero encontramos la pirámide de Quetzalcóatl. Es una pirámide oculta tras otra construcción, simbolizando que tras el velo del misterio se encuentra el arcano secreto. La pirámide se adorna con caracolas de mar, cabezas de serpientes emplumadas (de Quetzalcóatl, representación del fohat o fuego), y cabezas del Dios Tlaloc (Dios de las aguas). Como diciéndonos que en este antiguo Templo de las Serpientes o de Quetzalcóatl, se adoraba al Espíritu Santo a través del trabajo con el agua y el fuego. De manera que no hay Quetzalcóatl sin Tlaloc, ni Cristo sin Espíritu Santo. En este Templo los adoradores de la energía creadora del Tercer Logos vestían con túnica y manto de colores blanco, negro y rojo, echaban entre ascuas de fuego, caracoles en polvo (de caracoles marinos blancos, negros y rojos). El blanco es el Espíritu puro, el negro simboliza la caída del Espíritu en la materia, y el rojo es el fuego del Espíritu Santo con el cual regresamos a la blancura del Espíritu puro.
Ese incienso subía hasta el cielo, el sacerdote oraba por la vida y florecían las plantas porque el Espíritu Santo es el Fuego del Universo. El rito se verificaba en el Templo de Quetzalcóatl antes de salir el sol, el Espíritu Santo es el Hacedor de Luz, mientras el sacerdote vocalizaba los mantrans in, en.
Con este rito podemos entender porque de Tlaloc se dice que es "el vino que fecunda la tierra", en un proceso similar al primer milagro que hizo Jesús, el Cristo, en Tierra Santa, transmutando el agua en vino, para indicar que en verdad, la senda de la iniciación empieza cuando se transmuta el agua en vino de luz que despierta el fuego sagrado que existe en toda semilla oculta en la tierra. Además, el gran Kabir hizo el milagro durante las Bodas de Canaan, en que se celebraba un matrimonio, la unión de los dos polos de la vida, el polo masculino y el polo femenino, el Eterno Masculino y el Eterno Femenino, el Padre que está en secreto y la Madre. En el terreno meramente concreto, es el hombre y la mujer, pues todo tiene que tener una repercusión, sus exponentes concretos en el mundo físico; son necesarios los dos polos para poder elaborar la Piedra Filosofal; un sólo polo no podría elaborarla, con un solo Mercurio no podría ser elaborada la Piedra; se necesita de los dos Mercurios: el masculino y el femenino. Así se comprende por qué en el Templo de las Serpientes, es decir, en el Templo de Quetzalcóatl, en Teotihuacán, encontramos nosotros un pozo al entrar y otro pozo al salir, como para hablarnos de los dos Mercurios. En la parte posterior (hoy derruidos) se encuentran restos de habitaciones y se sabe que fueron habitadas por los guías y discípulos, donde se daba una instrucción superior.
Después de trabajar en la zona terrenal de Quetzalcóatl, se iba avanzando para trabajar en la zona celeste, ascendiendo por la Vía Central o Calzada de los Muertos.
Se encontraban en los laterales de la Calzada 33 templetes, en los que el iniciado cumplía ceremonias evocadoras de la peregrinación de Quetzalcóatl. Son los 33 grados de la masonería oculta y los 33 años de la vida de Jesús el Cristo, los 33 cañones o vértebras de la columna vertebral, que en el ser humano representa la Calzada de los Muertos: la ruta para que la "serpiente aprenda a volar" o se eleve hacia lo divinal. Esta serpiente no es otra que la serpiente Devi Kundalini que mencionan los indostanes y que afirman se encuentra enroscada tres veces y media en el hueso sacro o coxígeo
En el progreso por la "ruta de los muertos” a la Pirámide de la Luna (para sumergirse en el seno de la bendita Madre Espacio), también, se debían pasar pruebas iniciáticas en la Pirámide del Sol, en el Palacio de Quetzalpapalotl (pájaro-mariposa) y en su patio posterior o Patio de los Tigres, etc.
En estos procesos "el iniciado convertido en crisálida se encerraba en su capullo, del cual cuando ya estaba preparado se convertía en papalotl” (mariposa, el alma liberada). Moría como crisálida, para nacer como papalotl, y no podía ser de otra manera, ya que por la calzada o Calle de los Muertos, sólo podían avanzar los que estaban "bien muertos", libres del ego.
Al detenernos un momento a estudiar estas Pirámides sagradas, con sus símbolos, sus procesos, etc., sentimos que de nuevo nos hacen un llamado, nos urgen pues, a colaborar con el Sol para que el Hombre nazca en nosotros. Nos recuerdan que la semilla para el Hombre está dentro de nosotros y que si cooperemos con el Sol esa semilla germinará. Así como la mariposa se forma dentro de su oruga, así también dentro del animal intelectual puede germinar el Hombre.
A lo largo de la calzada en varios lugares aparecen dibujos de tigres o jaguares. Haciendo alusión a los “Caballeros tigres”, auténticos felinos luchaban contra sí mismos. En esa dura brega contra esos íntimos defectos que en su conjunto constituyen al “yo”, el iniciado recibía el auxilio de esa Partícula divina o Mónada interior recordada por el hacha, signo del rayo, que el Hombre Tigre asume con entera claridad.
En Teotihuacán encontramos al tigre convertido en hombre, levantando sus heroicos brazos en un gesto litúrgico o con esa marcha felina que le caracteriza. La humanización del tigre en el arte azteca es algo que asombra a todo místico. Incuestionablemente, los Caballeros Tigres del México azteca eran también atletas extraordinarios de la Ciencia Jinas.
Acostados sobre pieles de tigre, imitando la sagrada postura del jaguar cuando en reposo se encuentra, ligeramente adormecidos, aquellos ilustres varones sabían combinar conscientemente la voluntad y la imaginación en vibrante armonía. Integrando esfuerzos, en suprema concentración mental, con meditación de fondo, asumían deliberadamente y mediante la imaginación creadora la felina figura del Jaguar-Xolotl-Mefistófeles. Marcharse, desenvolverse, funcionar con esa figura que espanta, en pleno éxtasis y gozo místico, en modo alguno resultaba imposible para estos perínclitos Señores de la tierra sagrada de Anahuac. Gracias a los restos arqueológicos que nos han llegado podemos comprobar que las tribus de Anahuac (aztecas, toltecas, zapotecas, etc.), poseyeron grandes conocimientos psicológicos y que jamás ignoraron que para elevarnos a la categoría de hombres y luego a la de dioses o superhombres se necesita encarnar, inevitablemente, lo que en síntesis el V. M. Samael nos explica en los tres factores de la revolución de la conciencia: nacer, morir y sacrificio por la humanidad.
Estos restos arqueológicos también muestran unos conocimientos astronómicos, matemáticos, arquitectónicos, etc., que todavía nuestra civilización está descubriendo; está claro que estas construcciones están perfectamente relacionadas con solsticios, equinoccios, paso de estrellas, procesos iniciáticos, etc. Es una arquitectura en armonía con el cosmos infinito, con la fuerza crística del Quetzalcóatl cósmico que ha de construir nuestro Teotihuacán interior.
Teotihuacán representa un evento cósmico-solar, natural y humano a la vez. Manifiestamente, este recinto sagrado simboliza a la Jerusalén celestial, la ciudad interior del hombre-dios y a la tierra del futuro, donde habitará la sexta raza, la raza Coradi. Y a finales de esta decadente quinta raza, el V. M. Samael aparece para anunciar que ha llegado el momento de saber que en las pirámides de Teotihuacán aún se escucha el verbo que resuena de los antiguos Maestros de Anahuac, ellos nos vigilan y esperan el regreso de Quetzalcóatl.
2007-03-06 08:43:28
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answer #2
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answered by Anonymous
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