Te adjunto información que encontré con referencia a Mateo 16:19 que es el texto que mencionas. El artÃculo es muy extenso pero vale la pena poder leerlo todo. Lo saqué dse la revista La Atalaya del 15/3/80.
Las “llaves” del más grande gobierno reciben uso
“Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cualquier cosa que ates sobre la tierra será la cosa atada en los cielos, y cualquier cosa que desates sobre la tierra será la cosa desatada en los cielos.”—Mat. 16:19.
¿HAY un portero o conserje allá en el cielo? En la antigua mitologÃa romana, Jano, el dios de los dioses, era el portero supremo en el cielo y en la Tierra. El templo de Jano estaba ubicado en el lado septentrional del Foro Romano, cerca de la Curia, pero ya no se le rinde culto a Jano. Sin embargo, ¿qué se puede decir acerca del personaje histórico Jesucristo, que ahora está glorificado en el cielo a la diestra del verdadero “Dios de dioses,” Jehová? (Deu. 10:17) Alrededor del año 96 E.C., al dictar una carta que habÃa de ser enviada a la congregación de Filadelfia, en Asia Menor, este glorificado Jesús dijo al apóstol Juan:
2 “Y al ángel de la congregación que está en Filadelfia escribe: Estas son las cosas que dice el que es santo, el que es verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre de modo que nadie cierre, y cierra de modo que nadie abra: ‘Conozco tus hechos —¡mira! he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar— que tienes un poco de poder, y guardaste mi palabra y no resultaste falso a mi nombre.’”—Rev. 3:7, 8.
3 Contando desde David, el primer rey judÃo de Jerusalén, Jesucristo es el 43 en la lÃnea real que descendió de aquel famoso rey. Aquella lÃnea real termina con Jesucristo, porque él llegó a ser el heredero permanente del reino de David. (Luc. 3:23-31) Por esa razón Jehová Dios dio a su Hijo glorificado “la llave de David.” El reino de David fue una teocracia tÃpica, un reino de Dios tÃpico. (1 Cró. 29:23; 2 Cró. 13:5, 8) En las manos de Jesucristo, el glorificado descendiente de David, este reino llega a ser un reino verdadero, antitÃpico, de Dios. En calidad de poseedor legÃtimo de “la llave de David,” Jesucristo abre o cierra a personas de la Tierra privilegios y oportunidades relacionados con el reino de Dios.
4 Mirando hacia el futuro al tiempo en que abrirÃa privilegios de servicio a su fiel apóstol simón Pedro, Jesús le dijo en una ocasión: “Tú eres Pedro [griego: Petros; latÃn: Petrus], y sobre esta masa de roca [griego: tautei tei petrai; latÃn: hanc petram] edificaré mi congregación, y las puertas del Hades no la subyugarán. Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cualquier cosa que ates sobre la tierra será la cosa atada en los cielos, y cualquier cosa que desates sobre la tierra será la cosa desatada en los cielos.”—Mat. 16:18, 19.
5 Jesús pronunció aquellas palabras históricas algún tiempo después de la Pascua de 32 E.C., en la vecindad de Cesarea de Filipo, cerca de la cabecera del rÃo Jordán.—Mat. 16:13-17.
CUÃNDO SE DIERON Y SE USARON
6 Al igual que “la llave de David,” las “llaves del reino de los cielos” no fueron llaves literales, materiales, de clase terrestre. Eran llaves espirituales, a saber, el privilegio, honor, asignación y autoridad de iniciar o abrir un programa de información, instrucción e intervención personal respecto al reino de los cielos. Por medio del uso de éstas, las personas que optaran por buscar en primer lugar el reino de los cielos podrÃan valerse de la provisión que Dios entonces habÃa hecho disponible por medio de Jesucristo, el Heredero del reino celestial. Asà estas personas entraban en algo que previamente no habÃa estado accesible o abierto a ellas.
7 Dos años antes, en Jerusalén, Jesús habÃa revelado a un gobernante de los judÃos, a un fariseo que se llamaba Nicodemo, ciertas condiciones básicas que el creyente tendrÃa que satisfacer para conseguir entrada en el reino celestial de Dios. Jesús dijo: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca otra vez, no puede ver el reino de Dios.” ¡Qué? ¿‘Nacer otra vez’ de su misma madre humana? No, pues Jesús dijo a Nicodemo: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca del agua y del espÃritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es, y lo que ha nacido del espÃritu, espÃritu es.”—Juan 3:1-6.
8 Entonces, ¿podrÃa una persona que todavÃa no hubiera ‘nacido del agua y del espÃritu,’ que todavÃa no fuera un cristiano bautizado, engendrado por espÃritu, poseer y usar las “llaves” para abrir a otros la entrada al reino celestial de Dios? DifÃcilmente serÃa lógico eso. De modo que las “llaves del reino de los cielos” no se dieron a Juan, aunque él bautizó a Jesús y fue el primero que predicó: “Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado.”—Mat. 3:1, 2.
9 Pues bien, ¿habÃa sido engendrado ya Pedro por espÃritu cuando Jesucristo le dio la primera de las “llaves” para que la usara? SÃ, porque, en aquel dÃa del Pentecostés de 33 E.C., Jehová Dios usó al glorificado Jesús para bautizar con espÃritu santo a unos 120 discÃpulos que estaban esperando en un aposento superior en Jerusalén, y entre éstos estuvo Pedro. No fue sino hasta después que Pedro hubo sido engendrado asà por el espÃritu de Dios que él se levantó y habló a más de 3.000 judÃos y prosélitos circuncisos que se habÃan reunido para presenciar cómo habÃa empezado a cumplirse la profecÃa de Joel 2:28, 29. Si el prosélito etÃope circunciso que se menciona en Hechos 8:27, 28 se encontraba entre los “varones reverentes” que estaban morando en Jerusalén en aquel dÃa del Pentecostés, no pasó a aquel lugar desde el templo para oÃr a Pedro. (Hech. 2:1-12) Pero más tarde recibió su oportunidad.
10 Pedro dijo francamente a aquellos miles de observadores que como comunidad religiosa ellos habÃan cometido un crimen 52 dÃas antes al haber dado muerte a Jesucristo en un madero. Entonces aquellos “varones reverentes,” con remordimiento de conciencia, preguntaron: “Varones, hermanos, ¿qué haremos?” Pedro fue quien respondió: “Arrepiéntanse, y bautÃcese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don gratuito del espÃritu santo. Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los que están lejos, para cuantos llame a sà Jehová nuestro Dios.” Pedro siguió explicando. “Y con muchas otras palabras dio testimonio cabal y siguió exhortándolos, diciendo: ‘Sálvense de esta generación perversa.’” (Hech. 2:14-40) Asà Pedro, ya engendrado por espÃritu, usó la primera de las “llaves.”
11 Ahora que la entrada estaba franca, ¿pasaron por ella algunos de aquellos judÃos naturales como judÃos a cuyos antecesores Jehová Dios habÃa hecho la promesa de Joel 2:28, 29? Hechos 2:41, 42 responde: “Por lo tanto los que abrazaron su palabra [la palabra de Pedro] de buena gana fueron bautizados, y en aquel dÃa unas tres mil almas fueron añadidas. Y continuaron dedicándose a la enseñanza de los apóstoles y a compartir unos con otros, a tomar comidas y a oraciones.” Por haberse bautizado en agua en el nombre de Jesucristo y después de eso haber recibido el don gratuito del espÃritu santo, ‘nacieron otra vez,’ ‘nacieron del agua y del espÃritu.’—Juan 3:3, 5.
PARA QUIÃNES SE USÃ LA SEGUNDA LLAVE
12 A Pedro se le habÃa prometido, no una llave, sino “las llaves del reino de los cielos.” Eso quiso decir por lo menos dos llaves. Por eso, ¿cuándo recibió la segunda llave, y a favor de quiénes? Si Pedro hubiese necesitado una sola llave, entonces solo los judÃos naturales y los prosélitos judÃos circuncisos hubieran formado el conjunto de 144.000 personas a quienes Jesucristo edifica sobre sà mismo como la masa de roca para que sean su completa congregación engendrada por espÃritu. (Mat. 16:18; Rev. 7:4-8; 14:1-3) Pero, ¿habÃa de estar limitada la salvación celestial a tan solo aquellos que fueron admitidos por el uso que Pedro dio a la llave en el dÃa del Pentecostés? Bueno, ¿qué dijo Jesús justamente antes de ascender al cielo en el dÃa número 40 desde su resurrección? En aquel dÃa, en la vecindad de Jerusalén, él dijo a sus discÃpulos:
13 “De esta manera está escrito que el Cristo sufrirÃa y se levantarÃa de entre los muertos al tercer dÃa, y sobre la base de su nombre se predicarÃa arrepentimiento para perdón de pecados en todas las naciones... comenzando desde Jerusalén, ustedes han de ser testigos de estas cosas. Y, ¡miren! envÃo sobre ustedes lo que está prometido por mi Padre [en Joel 2:28, 29]. Ustedes, sin embargo, permanezcan en la ciudad hasta que lleguen a estar revestidos de poder desde lo alto.”—Luc. 24:46-49.
14 Sin embargo, según Hechos 1:8, Jesús dio más detalles en cuanto a cómo se extenderÃa progresivamente a “todas las naciones” la predicación de arrepentimiento sobre la base de su nombre. Allà dijo: “Mas recibirán poder cuando el espÃritu santo llegue sobre ustedes, y serán testigos de mà tanto en Jerusalén como en toda Judea y en Samaria y hasta la parte más lejana de la tierra.”
15 Aquà Jesús separó a Samaria de “toda Judea.” En cuanto a eso, durante todo su ministerio terrestre Jesús hizo una distinción entre los judÃos naturales circuncisos y los samaritanos circuncisos.
16 Después de la Pascua de 30 E.C., durante el primer año de su actividad pública, Jesús tuvo que pasar por Samaria para ir de Judea a Galilea. A este respecto se comentó que “los judÃos no se tratan con los samaritanos.” (Juan 4:9) No obstante, al lado de la fuente de Jacob, cerca de la ciudad de Sicar, Jesús optó por hablar con una samaritana. De hecho, resultó que ella fue la primera persona a quien Jesús confesó que él era el MesÃas o Cristo. ¿Se debió esto a que ella no fuera judÃa? (Mat. 16:20) Además, por la invitación que extendieron los residentes samaritanos de Sicar, él y sus apóstoles se quedaron dos dÃas con los samaritanos y les hablaron. Varios de éstos creyeron, y dijeron a la samaritana que les habÃa testificado: “Ya no creemos a causa de tu habla; porque hemos oÃdo por nosotros mismos y sabemos que este hombre es verdaderamente el salvador del mundo.”—Juan 4:39-43.
17 Sin embargo, aun después de esto, Jesús siguió diferenciando entre los judÃos y los samaritanos, a pesar de que algunos de los samaritanos creÃan en él. ¿Pidió Jesús que cualesquiera de aquellos samaritanos creyentes se bautizaran en agua con el bautismo de Juan? ¡No! Esto era significativo, puesto que inmediatamente antes del relato de la visita de Jesús a la ciudad samaritana de Sicar, está escrito: “Ahora bien, cuando el Señor se dio cuenta de que los fariseos habÃan oÃdo que Jesús hacÃa y bautizaba más discÃpulos que Juan —aunque, en realidad, Jesús mismo en ningún caso bautizaba, sino sus discÃpulos— salió de Judea y partió otra vez para Galilea. Pero le era necesario pasar por Samaria. Por consiguiente vino a una ciudad de Samaria llamada Sicar cerca del campo que Jacob dio a José su hijo. De hecho, estaba allà la fuente de Jacob.”—Juan 4:1-6.
18 Dos años después, ¿marcharon las cosas tan favorablemente para Jesús? Ãl y sus discÃpulos iban en la dirección opuesta, para asistir a la fiesta judÃa de las cabañas en Jerusalén. Entonces los mensajeros de Jesús “fueron por su camino y entraron en una aldea de samaritanos, para hacerle los preparativos; mas éstos no lo recibieron, porque tenÃa el rostro fijo para ir [¿adónde?] a Jerusalén. Cuando vieron esto los discÃpulos Santiago y Juan, dijeron: ‘Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los aniquile?’ Mas él se volvió y los reprendió. De modo que fueron a una aldea diferente.” (Luc. 9:51-56) Si Jesús hubiese cedido a la violenta disposición que manifestaron Santiago y Juan, eso pudiera haber predispuesto a los samaritanos en contra del cristianismo.
19 Hasta un año antes de aquello, antes de la Pascua de 32 E.C., cuando Jesús envió a los apóstoles a predicar de dos en dos, les dijo: “No se vayan por el camino de las naciones, y no entren en ciudad samaritana; sino, más bien, vayan continuamente a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Al ir, prediquen, diciendo: ‘El reino de los cielos se ha acercado.’” (Mat. 10:5-7; Luc. 9:1-6) Meses más tarde, después de la fiesta de las cabañas de 32 E.C., Jesús envió a los 70 evangelizadores y les dio instrucciones parecidas a las que habÃa dado a los 12 apóstoles. Las aldeas y ciudades en las que ellos predicaron el reino de Dios probablemente estaban en Judea, no en Samaria. (Luc. 10:1-24) No informaron nada acerca de haber visitado lugares samaritanos. Fueron a “las ovejas perdidas de la casa de Israel.” ¿Por qué? Porque no se les dio a aquellos evangelizadores autoridad mayor que la de los apóstoles. La actitud general de los judÃos para con los samaritanos quedó revelada cuando Jesús dijo a los judÃos incrédulos que ellos no eran de Dios, y éstos replicaron: “Tú eres samaritano y tienes demonio.”—Juan 8:47, 48.
20 Jesús hizo una distinción entre los samaritanos y los judÃos cuando dijo a la samaritana: “Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación se origina de los judÃos.” (Juan 4:22) Jesús clasificó al samaritano como un “hombre de otra nación” o, más literalmente, “de otra raza.” (Luc. 17:16-18; vea esa frase, vertida palabra por palabra, en Kingdom Interlinear Translation.) Los samaritanos, que adoraban en el monte Gerizim, no asistieron al Pentecostés de 33 E.C. en Jerusalén. De modo que no recibieron ningún beneficio del uso que Pedro dio a la primera de las “llaves del reino de los cielos.” (Hech. 2:5-11) Por eso, después que el espÃritu santo hubo sido derramado en Jerusalén, ¿cuándo dieron los 12 apóstoles su atención a Samaria a fin de poder participar en lo que Jesús predijo en Hechos 1:8?
21 Después del Pentecostés le sucedieron muchas cosas a la congregación cristiana de Jerusalén. La persecución que sobrevino tras el martirio de Esteban esparció de Jerusalén a todos los miembros de la congregación, salvo a los 12 apóstoles. (Hech. 8:1-5) No por órdenes e instrucciones apostólicas, sino debido a la persecución, tanto Felipe, colaborador Ãntimo de Esteban, como otros cristianos judÃos huyeron hacia el norte al distrito de Samaria. (Hech. 6:1-6; 21:8) Allà Felipe, quien habÃa sido favorecido con el don de efectuar milagros por el espÃritu de Dios, predicó las buenas nuevas acerca del resucitado y glorificado Jesucristo y ejecutó muchas señales milagrosas en la forma de curaciones. “De modo que vino a haber mucho gozo en aquella ciudad.”—Hech. 8:8.
22 ¿Qué efecto tuvo esto? “Cuando creyeron a Felipe, que estaba declarando las buenas nuevas del reino de Dios y del nombre de Jesucristo, procedieron a bautizarse, tanto varones como mujeres.” Entre éstos estaba cierto mago que se llamaba Simón que “habÃa estado practicando artes mágicas y asombrando a la nación de Samaria.” (Hech. 8:9, 12, 13) A estas alturas surge la pregunta: ¿Nacieron aquellos samaritanos creyentes “del agua y del espÃritu”? Bueno, el agua del bautismo habÃa entrado en el asunto, pero, ¿qué se puede decir acerca del espÃritu? Si hubiesen llegado a ser engendrados por espÃritu después del bautismo en agua, entonces Felipe habrÃa sido quien hubiese abierto el camino para que este nuevo grupo, los samaritanos, entrara en el “reino de los cielos.” Pero, ¿realmente hizo eso Felipe, aunque no era uno de los 12 apóstoles? ¿Qué muestra el registro inspirado?
23 Este Felipe no fue uno de los apóstoles a quienes Jesús dijo: “Cualesquier cosas que aten sobre la tierra serán cosas atadas en el cielo, y cualesquier cosas que desaten sobre la tierra serán cosas desatadas en el cielo.” (Mat. 18:18; 16:19; 10:2-4; Juan 1:43-48) De modo que no se informa que Felipe haya hecho a los samaritanos promesa alguna del don del espÃritu santo con relación al bautismo de éstos en agua. No estaba autorizado para decir, como dijo Pedro a los judÃos en el dÃa del Pentecostés: “Arrepiéntanse, y bautÃcese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don gratuito del espÃritu santo.”—Hech. 2:38.
24 Aunque los samaritanos consideraban los primeros cinco libros de Moisés, el Pentateuco, como la Palabra de Dios y celebraban una Pascua y un Pentecostés en el monte Gerizim, en el distrito de Samaria, los samaritanos no estaban en el pacto de la Ley que se habÃa establecido con los israelitas en el monte Sinaà con Moisés de mediador. (2 Rey. 17:29, 30; Juan 4:19, 20) Por eso, su circuncisión en la carne en sà misma no hacÃa de ellos prosélitos judÃos. Los samaritanos no estuvieron implicados en el hecho de que se fijara a Jesús en el madero, de modo que no tenÃan que bautizarse en agua para conseguir el perdón de Dios por un pecado tan craso por el cual deberÃa haber arrepentimiento. Pero los samaritanos se bautizaron a manos de Felipe en el nombre de Jesucristo como el MesÃas (Cristo) y “el salvador del mundo.” (Juan 4:25, 26, 28, 29, 42) Debido a esto, ¿llegaron a ‘nacer del agua y del espÃritu’? ¡No! Porque en aquella ocasión no recibieron el espÃritu santo.
25 ¿A qué se debió esto? Hechos 8:14-17 nos dice: “Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria habÃa aceptado la palabra de Dios, les despacharon a Pedro y a Juan; y bajaron éstos y oraron para que recibiesen espÃritu santo. Porque todavÃa no habÃa caÃdo sobre ninguno de ellos, sino que solo habÃan sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces [Pedro y Juan como apóstoles] se pusieron a imponerles las manos, y ellos [los samaritanos bautizados] empezaron a recibir espÃritu santo.” Esto no se refiere simplemente a los dones milagrosos del espÃritu.
26 Aquà por primera vez los samaritanos bautizados llegaron a ‘nacer’ del espÃritu asà como del agua y estuvieron capacitados para entrar en el reino celestial de Dios. (Juan 3:5) La actividad del espÃritu en este caso fue semejante a lo que se informó más tarde en Hechos 10:44-46 y 11:15-17. De esta manera el apóstol Pedro usó la segunda de las “llaves del reino de los cielos” a favor de los creyentes samaritanos bautizados. Cierto, el apóstol Juan estaba allà con Pedro, pero, antes de eso, en el dÃa del Pentecostés, otros 11 apóstoles habÃan estado con Pedro el portador de la llave.—Vea también Mateo 18:1, 18.
27 La prioridad de Pedro queda corroborada por lo que se nos dice en seguida en Hechos 8:18-23: “Ahora bien, cuando vio Simón [el mago] que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se daba el espÃritu, les ofreció dinero, diciendo: ‘Denme a mà también esta autoridad, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba espÃritu santo.’ Mas Pedro le dijo: ‘Perezca tu plata contigo, porque pensaste por medio de dinero conseguir posesión del don gratuito de Dios. No tienes tú ni parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto a vista de Dios. Arrepiéntete, por lo tanto, de esta maldad tuya, y ruega intensamente a Jehová que, si es posible, se te perdone el proyecto de tu corazón; porque veo que eres hiel venenosa y cadena de injusticia.’” Eso indica que Pedro llevaba la delantera como agente principal de Cristo en aquella ocasión. Ãl habló como la persona a quien se habÃan encomendado las llaves del Reino.
28 A partir de aquel momento se podrÃa presentar la misma oportunidad a otras personas en el distrito de Samaria. Por consiguiente, Hechos 8:25 nos dice: “Por lo tanto, habiendo dado [Pedro y Juan] el testimonio cabalmente y hablado la palabra de Jehová, se volvieron a Jerusalén, e iban declarando las buenas nuevas a muchas aldeas de los samaritanos.” Entonces los samaritanos bautizados y engendrados por espÃritu empezaron a adorar a su Padre celestial, Jehová, no en el monte Gerizim, ni en Jerusalén, sino en el gran templo espiritual de él.—Juan 4:21.
29 Felipe y otros cristianos judÃos se habÃan visto obligados a huir a Samaria debido a la persecución que el fariseo Saulo de Tarso habÃa promovido. Pero después de la conversión de Saulo mismo al cristianismo, las cosas cambiaron para la congregación en Palestina. “Entonces,” según Hechos 9:31, “verdaderamente, la congregación por toda Judea y Galilea y Samaria entró en un perÃodo de paz, edificándose; y como andaba en el temor de Jehová y en el consuelo del espÃritu santo, siguió multiplicándose.” Sin embargo, Felipe por fin se estableció en la ciudad de Cesarea, un puerto marÃtimo donde el gobernador romano de la provincia de Judea tenÃa su sede y donde estaba estacionada una banda de soldados italianos.—Hech. 8:40; 21:8; 10:1; 23:23-35.
[Notas a pie de página]
Vea Theological Dictionary of the New Testament, tomo 1, pág. 266, bajo allogenes´.
Todo esto sucedió durante la última mitad de la semana final de las “setenta semanas” de años predichas en Daniel 9:24-27a. Durante la “semana” 70 Jehová Dios mantuvo en vigor para con los israelitas naturales el pacto abrahámico en el cual se hallaban los israelitas por descendencia natural de Abrahán. (Gén. 12:1-3; 22:18) En contraste con Felipe, que huyó de la persecución a Samaria, Hechos 11:19 nos dice: “Los que habÃan sido esparcidos por la tribulación que se levantó con motivo de Esteban pasaron hasta Fenicia y [la isla de] Chipre y AntioquÃa [en Siria], mas no hablaban a nadie la palabra sino únicamente a los judÃos.” La “semana” 70 de favor especial que se concedió a los judÃos naturales debido al pacto abrahámico terminó a principios del otoño de 36 E.C., puesto que habÃa empezado con el bautismo y unción de Jesús en 29 E.C. De modo que la entrada de los samaritanos bautizados a los privilegios del Reino celestial no abrió el camino para todos los demás no judÃos “hasta la parte más lejana de la tierra” ni inició la gran afluencia de estos gentiles incircuncisos a la congregación cristiana engendrada por espÃritu.
2007-03-05 22:01:53
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answer #7
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answered by Anonymous
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