Sin lugar a la menor duda, la adolescencia es la etapa más difícil y hasta peligrosa por la que atravesamos todos los seres humanos sin excepción. Es precisamente ahí cuando, además del siempre doloroso desarrollo físico, las emociones también sufren un cambio significativo, pues dejamos de ser niños para comenzar a enfrentarnos con un mundo un poco más adulto, en el que tratamos de darle respuesta a preguntas universales como ¿por qué estoy aquí? y ¿cuál es el significado de mi vida?
Es una etapa de cambios que, la mayoría de las veces, son dolorosos pero de los que puede uno salir fortalecido, si es que se tiene la adecuada guía por parte de los padres o de algún adulto que nos explique el porqué de muchas cosas que apenas comenzamos a descubrir. Pero también puede ser una etapa trágica en la que es fácil caer en vicios, excesos y situaciones más allá de nuestro entendimiento.
Todo lo anterior viene al caso por una cinta que trata de de reflejar el segundo de los escenarios: A los Trece (Thirteen, 2003), dirigida por Catherine Hardwicke y basada en gran parte en las experiencias reales por las que atravesó, precisamente a los trece años, Nikki Reed, quien es coautora del guión junto con Hardwike y además coprotagoniza el filme.
La trama presenta a Tracy (Evan Rachel Wood), una ingenua adolescente de 13 años de edad que se encuentra en pleno desarrollo físico y mental, quien además vive junto a su madre, Melanie (Holly Hunter), estilista cuyas relaciones sentimentales previas nunca han terminado en buenos términos. En la escuela, Tracy conoce a la más abierta y experimentada Evie (Nikki Reed), quien es considerada la chica más popular del lugar y fantasía sexual recurrente de la mayoría de los varones del colegio (que para no variar, se encuentran también en esa etapa de la vida en que las hormonas parecen gobernar el universo).
Al poco tiempo, Evie y Tracy se hacen grandes amigas, lo que se traduce en ésta última descubriendo una serie de vivencias por las que jamás pensó atravesar... o por lo menos no tan chica: alcohol, drogas, automutilación, robo, sexo... todo un coctel emocional que transforman a Tracy en el lado oscuro de quien normalmente suele ser, con los consiguientes problemas en la escuela, con su madre y, en general, con todo mundo.
Aunque no es una película tan cruda como se pudiera llegar a pensar, tiene sus momentos de verdadero impacto emocional, sobretodo aquellas escenas en donde Tracy goza de hacerse cortadas en los brazos como válvula de escape a todo ese resentimiento que trae guardado contra su padre, su hermano, su madre y el mundo que la rodea. El resto de las escenas no son tan gráficas, lo que habla en defensa de su directora, quien evita caer en los lugares y situaciones comunes, evitando mostrar demasiadas cosas cuando no se amerita, como desnudos o similares.
Quizá el gran defecto que tiene el filme radique en la parte técnica, pues Hardwicke abusa de la cámara en mano y los acercamientos y alejamientos del lente, lo que por momentos lega a marear un poco y a distraer la atención de lo que ocurre en pantalla. Pero todo eso se perdona gracias a un guión muy bien estructurado, respetuoso de la vida de los adolescentes, y a un par de grandes actuaciones en los papeles principales.
Por un lado, Evan Rachel Wood – quien tiene experiencia previa actuando para la televisión – hace un sólido trabajo como Evie, cuyo equivalente en la vida real es la propia Nikki Reed. Wood hace una perfecta transición entre mostrarse como una niña tierna e inocente a convertirse en una mujer frustrada y atormentada por la edad, la sociedad y mil un cosas más. Por su parte, Nikki Reed (quien no se interpretó a sí misma por petición expresa de la directora), tiene una más que sobresaliente representación de la sexualmente activa Evie, brindando a su personaje una legitimidad que en mucho ayuda a la credibilidad del filme.
Quizá la cinta sea intensa porque la directora, Hardwicke, era la pareja del papá de Nikki Reed en la vida real, lo que las llevó a ambas a formar una amistad que derivó en convertir en guión de cine las anotaciones que Reed hacía en su diario cuando atravesaba por la mayoría de las cosas mostradas en pantalla. En otras palabras, es una cinta de la vida real con los propios protagonistas actuando sus propias emociones y experiencias.
Quizá no sea una obra maestra (y de hecho no pretende serlo), pero A los Trece es un claro ejemplo de que si es posible hacer películas sobre adolescentes sin burlarse de ellos o del público, como suelen hacerlo la mayoría de las insulsas cintas que, por desgracia, suelen hacer millones de dólares. Esta es una película inteligente, con neuronas y muchas agallas, con la que seguramente se pueden llegar a identificar las chicas que la vean abiertamente y sin prejuicios.
Final: segun recuerdo, creo que el final fue abierto, porque no se supo que paso con elllo o si se hiba a regenerar o no...fue algo mas bien subjetivo...
Oye de que es el trabajo que tienes que hacer...de casualidad es de video...
2007-03-03 09:55:45
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answer #1
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answered by Anonymous
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