La enseñanza universitaria como promoción de la lectura especializada
El profesor universitario es un lector, autor y promotor de la lectura que merece ser reconocido en el medio editorial.
La enseñanza universitaria cumple la función de promover la lectura de materiales especializados precisamente entre aquellos lectores que serán quienes, a mediano y largo plazo, nutrirán de manera sistemática la tradición de la escritura igualmente especializada.
El profesor universitario desempeña así un papel de mediación entre el autor y el lector de materiales especializados, pero a menudo se olvida que es también un promotor de la lectura que se encuentra entre el distribuidor y el vendedor de materiales universitarios. Todo esto es otra forma de decir que el profesor universitario se halla entre el editor y el librero, aunque todos estos profesionales de la industria editorial parecen olvidar la labor estratégica que cumple aquél, dejándolo aislado y sin apoyo en el complejo proceso de investigación y de formación de investigadores.
El profesor universitario como lector
Un profesor no sólo indica qué conviene leer (para aproximarse a un tema, profundizar en él o abrir nuevas líneas de investigación), sino que además conoce y pone en práctica las mejores estrategias de lectura, precisamente aquellas que pueden generar una nueva interpretación a partir del contexto de cada lector, de sus conocimientos, apetencias y expectativas.
En las instituciones de educación superior que hay en México (como la UNAM, es decir, la Nacional, y en las universidades privadas) la docencia y la investigación son actividades separadas institucional y laboralmente. Es decir que, mientras la docencia se realiza exclusivamente en las escuelas y facultades, la investigación se realiza, también exclusivamente, en los centros e institutos universitarios. Sólo algunas universidades (como la UAM, es decir, la Metropolitana) han adoptado institucionalmente la tradición europea, según la cual un mismo individuo es contratado como profesor y como investigador.
En este último modelo de enseñanza-investigación (que nació en la Edad Media con el concepto mismo de universidad, y que apenas fue anunciado como un proyecto deseable para la Universidad Nacional en su Congreso de 1989), el profesor tiene una intensa experiencia personal de escritura y, por tanto, ha adquirido estrategias de lectura que pone al servicio de la construcción de nuevos conocimientos.
Por ello, el profesor universitario es un lector que a su vez propicia las condiciones para que cada lector próximo a su trabajo, es decir, cada uno de sus alumnos, sea capaz de descubrir la vocación de sus lecturas como paso previo a la elaboración de sus propios trabajos de investigación.
El profesor universitario es un lector permanente. Alguien que cotidianamente lee al menos un diario, incorporando esta lectura a su trabajo de docencia y relacionando en lo posible su materia con la actualidad inmediata.
El profesor universitario es un lector que visita las librerías universitarias (y las librerías especializadas en Internet) al menos una vez por semana, y está actualizado en su disciplina y en terrenos afines a ésta.
El profesor universitario tiene una biblioteca personal que le permite convivir en relación íntima con los libros más próximos a sus intereses profesionales.
El profesor universitario es un lector natural del diccionario de la lengua y de los diccionarios y enciclopedias de su especialidad, con lo cual ha adquirido la disciplina de utilizar el lenguaje de la manera más precisa y económica posible.
El profesor universitario es un lector disciplinado que por convicción personal y por razones profesionales trata de leer todo aquello que atrae su atención, independientemente de su área de conocimiento, su nivel de ingresos y su situación personal.
El profesor universitario es, en fin, un autor de libros, por lo menos en potencia, pues la práctica constante de la lectura lleva al deseo de escribir, y la práctica constante de la docencia lleva al deseo de explicar el mundo de manera sistemática.
Un lector con estas características, que suele ser también un autor de textos estratégicos en su área, merece que su función en la cadena editorial sea reconocida y apoyada por editores, libreros, vendedores, distribuidores y bibliotecarios.
Comparaciones ilustrativas
En México la masa crítica de estudiantes universitarios todavía es muy pequeña en comparación con la que hay en otros países. Quienes han estudiado o enseñado en universidades de Europa, Asia o Estados Unidos saben que en esos países quien profesa la enseñanza universitaria dispone de varias opciones de apoyo bibliográfico para su trabajo de promoción de la lectura especializada. A continuación señalo algunas condiciones que existen en otras latitudes.
a) Bibliotecas óptimas. Una biblioteca funcional es aquella que, además de tener un acervo completo y actualizado, ofrece un servicio de préstamo por medios electrónicos y está abierta las 24 horas todos los días del año. Las instalaciones son espaciosas, y el diseño funcional y la buena iluminación favorecen el trabajo de investigación. Ante semejante oferta, cualquier lector está tentado a dedicarse a leer a sus anchas todo lo que le atrae. Los estudiantes tienen acceso al sistema de fotocopiado en las máquinas de autoservicio que están disponibles en cada pasillo, sin tener que esperar su turno, mediante tarjetas magnéticas con crédito para utilizar estas máquinas. Y los demás servicios (como cafetería, catálogos y espacios que muestran las nuevas adquisiciones) están integrados en un concepto de funcionalidad tal que produce la sensación de pertenecer a una comunidad de lectores.
b) Librerías universitarias. Las grandes cadenas internacionales de librerías no han llegado todavía a nuestro país, y eso lo resienten los lectores de materiales especializados, pues aquéllas ofrecen títulos recientes en todas las áreas imaginables, y cuentan con una sección especial dedicada a lo publicado por las editoriales universitarias del país y del extranjero. Por supuesto, estas librerías se convierten en centros naturales de reunión y confluencia de estudiantes e investigadores, y la sección de libros para niños es más atractiva que algunos espacios de juego.
c) Catálogos de libros. La publicación anual de Books in Print, cuya edición (ahora asequible en CD-ROM) está organizada por temas, autores y títulos, carece, al parecer, de equivalente en lengua española. La revisión de estos materiales puede resultar muy gratificante para el lector especializado.
d) Librerías académicas en Internet. Como todo usuario de la red electrónica sabe muy bien, a través de Internet ya es posible tener acceso directo y rápido a materiales bibliográficos de carácter universitario. Algunos sitios ofrecen una selección de textos académicos de frontera, como es el caso de Frontlist.com para las humanidades (estudios sobre ciencia, cine, literatura, teoría, etc.). Algunos otros, como Faculty Online, ofrecen los libros de texto universitarios disponibles en el mercado, aunque todos ellos sólo cubren, hasta ahora, la producción en lengua inglesa.
Estos recursos técnicos que facilitan el acceso a la información bibliográfica actualizada podrían alterar radicalmente la profesión de investigador universitario tal como se concibe en nuestros países. Su simple enumeración los hace parecer algo sencillo: estamos hablando de la creación de bibliotecas que den servicio las 24 horas, de librerías competitivas en el ámbito internacional, de catálogos temáticos de carácter exhaustivo y de redes de distribución de los libros universitarios de los distintos estados y del extranjero. Sin embargo, nada de eso existe en México, en parte porque la investigación siempre ha sido menospreciada por el gobierno y los partidos políticos. Y tal vez el único modo de cambiar esta situación sea mediante la iniciativa de los editores en su conjunto.
Un caso paradigmático: la investigación literaria
Cualquier observador atento al estado actual de la investigación universitaria sabe muy bien que la teoría literaria sigue ocupando uno de los lugares estratégicos en las transformaciones de las humanidades y las ciencias sociales, si bien el concepto mismo de disciplina está siendo reformulado a partir de los distintos objetos de estudio.
Ahora bien, debido a que la lectura es la actividad natural en la investigación literaria, y como una forma de aprender de lo que está ocurriendo en otros espacios, a continuación comentaré algunos de los trabajos que se publican en otros sistemas universitarios, y que son muy útiles para apoyar la docencia e investigación.
a) Libros colectivos sobre la enseñanza universitaria. Por ejemplo, la Asociación de Lenguas Modernas (MLA) -a la que pertenecen más de 30 000 profesores de lengua y literatura de más de 2 000 universidades de Estados Unidos y de Canadá- tiene manuales elaborados colectivamente acerca de las experiencias de la enseñanza de obras literarias que forman parte del canon, como Cien años de soledad o El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Cada uno de estos volúmenes contiene artículos sobre distintas estrategias para la enseñanza de la obra, y una bibliografía comentada de las ediciones y de los principales estudios de la obra en cuestión. Dichos volúmenes sirven para orientar la lectura inicial de los expertos que están formando su criterio de docencia. Sería muy útil contar con volúmenes similares en nuestra lengua acerca de las experiencias de docencia universitaria de textos como La muerte de Artemio Cruz, El llano en llamas o Noticias del imperio.
b) Libros colectivos sobre la investigación. Por ejemplo, A Beowulf Handbook (ed. R. Bjork & J. Niles, U. Nebraska Press, 1997) contiene 18 capítulos correspondientes a cada una de las áreas de investigación de esta obra narrativa del inglés antiguo, y en cada uno de ellos se ofrece una cronología de los libros y artículos que han marcado la historia de la investigación de cada aspecto de la obra (como la prosodia, el contexto social o la estructura). Y al igual que las anteriores, estas bibliografías sirven de orientación para la lectura inicial de los expertos que están formando su criterio de investigación. Sería muy útil disponer de volúmenes similares sobre la evolución de las líneas de investigación que existen respecto de textos como Popol Vuh, La suave patria o El laberinto de la soledad.
c) Libros de texto universitarios. Por supuesto que este género sí existe en nuestro país, pero está muy lejos de tener las características que ha alcanzado en otros sistemas universitarios. Por ejemplo, cada libro universitario que se publica en Estados Unidos (sea o no libro de texto) tiene un tiraje inicial en pasta dura de varios miles de ejemplares, cuya compra está garantizada por las bibliotecas universitarias. Un par de años después, el mismo libro se publica en rústica para profesores y estudiantes, en tirajes mucho más grandes. Esto garantiza la difusión y la recuperación de los costos de cualquier material especializado, y convierte la publicación de los libros de texto universitarios en una de las industrias más estables del panorama editorial nacional.
Es necesario señalar aquí que una diferencia esencial entre los sistemas universitarios del extranjero y el nuestro consiste en que las editoriales universitarias de los primeros envían a los profesores un ejemplar, sin costo, de los títulos recientes para que decidan si les interesa utilizarlos en sus cursos y prescribirlos como libros obligatorios entre sus estudiantes. Este sistema, junto con el nivel adquisitivo de los estudiantes y las redes de librerías universitarias, hace pensar en lo deseable que es escribir un libro de texto en tales condiciones, pues el éxito de ventas le garantiza al autor ingresos suficientes para financiar su trabajo de investigación.
Apoyo al trabajo universitario de promoción
¿Qué estrategias podrían adoptarse en México para apoyar el trabajo de promoción especializada que desarrollan el profesor, el investigador y otros lectores profesionales (como el periodista y el escritor)?
En primer lugar, las editoriales que publican materiales especializados podrían invitar sistemáticamente a los expertos en las distintas materias a elaborar reseñas bibliográficas a cambio de un ejemplar de los títulos reseñados. Muchos expertos estarían dispuestos a poner en juego su conocimiento sobre materias especializadas para escribir un ensayo extenso en forma de reseña (o una reseña en forma de ensayo).
Otra estrategia de apoyo, muy similar a la anterior, es la invitación de las editoriales a estos mismos expertos a participar en las presentaciones de libros, a cambio igualmente de un ejemplar de los títulos a presentar. La mayoría de los profesores e investigadores está interesada en participar en esta clase de actividades, pues la presentación de un título nuevo perteneciente a su disciplina es una oportunidad para organizar por escrito las ideas propias sobre tal o cual materia.
La escritura de reseñas de libros especializados es una de las bellas artes, y su práctica podría fomentarse con la creación de espacios para la publicación de esta clase de materiales. Actualmente hay muy pocas publicaciones en nuestro país dedicadas exclusivamente a reseñas de libros recientes (Hoja por Hoja) o entrevistas a los autores de algunas novedades bibliográficas (Op. cit.). Por supuesto, estas revistas y suplementos de libros son insuficientes para cubrir todo el terreno de las publicaciones mensuales que se producen en el país, y no hay una publicación exclusiva dedicada a presentar y comentar la producción editorial de los centros de investigación y, en general, de las universidades públicas y privadas.
Estas estrategias se utilizan en grado mínimo, en parte debido a que en los países de tradición latina todavía se considera que son los escritores (no los investigadores) los que pueden hablar con autoridad sobre cualquier asunto de interés colectivo. En otras palabras, apenas se empieza a invitar a los expertos a opinar sobre los temas de su competencia. Y dejando a un lado los congresos académicos, las mesas de discusión que se organizan en los medios masivos (especialmente la televisión, la radio y la prensa escrita) tienen siempre como invitados a periodistas y escritores, mientras que la participación de los expertos es una rareza, a pesar de ser los que producen los materiales en los que se apoyan aquéllos.
En resumen, se podría invitar a los expertos universitarios de todas las disciplinas a presentar las novedades bibliográficas, a escribir reseñas, a ser entrevistados y a participar en las mesas de discusión que organizan los medios masivos de información, especialmente la televisión, la radio y la prensa escrita. De esta forma se difundiría un poco más el conocimiento especializado de los expertos y se apoyaría la labor de promoción de la lectura que todo investigador realiza de manera natural, como parte sustancial de su trabajo cotidiano en el salón de clases y en los centros de investigación.
El reconocimiento de la función esencial que cumple el investigador en el circuito natural de producción de conocimientos como promotor de la lectura especializada no debe ser soslayado al diseñar las políticas de promoción de la lectura.
Promoción de los promotores
Por último, podríamos preguntarnos: ¿cuáles son las condiciones sociales y personales que favorecen que un individuo se convierta, a la larga, en lector profesional, y que dedique su trabajo a formar a las siguientes generaciones de docentes e investigadores universitarios? Averiguar la respuesta estimularía la formación de estos perfiles profesionales.
Un primer paso para conocer estas condiciones sería entrevistar a los docentes e investigadores sobre el tema, o solicitar a cada uno la redacción de un relato donde se conociera de primera mano la experiencia personal que les llevó a este proceso individual. En nuestro país son todavía muy pocos los testimonios de esta clase. Sin embargo, ya existen diversas entrevistas periodísticas a los Premios Nacionales en Ciencias y Artes, recuentos de investigadoras universitarias distinguidas, y la redacción de algunas memorias y autobiografías de profesores universitarios destacados.
Estos testimonios nos llevan a la conclusión de que el azar, la persistencia personal y el talento -en ese orden- parecen ser los elementos determinantes para que alguien descubra su vocación hacia el trabajo de investigación, y para que se dedique institucionalmente a esa actividad de manera profesional. Sin duda, las condiciones señaladas en estas notas contribuirían al reconocimiento de la lectura y la producción de materiales especializados como actividades centrales en el trabajo de todo profesor e investigador universitario, y del lugar estratégico que ocupan en los procesos de promoción de la lectura.
2007-03-06 10:48:37
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answer #3
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answered by Oscar I 5
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