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¿En qué año cumplío Madrid 200 años de ser fundada?.

2007-03-01 04:05:21 · 3 respuestas · pregunta de naranjos2006 6 en Sociedad y cultura Otros - Sociedad y cultura

Nota: En la respuesta sólo se debe citar el año, (4 dìgitos).

2007-03-03 03:41:40 · update #1

3 respuestas

No se exactamente, creo 1813.

2007-03-05 04:13:25 · answer #1 · answered by claudio 6 · 0 1

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2015-01-29 14:24:06 · answer #2 · answered by Anonymous · 0 0

He prescindido de la importante prehistoria de Madrid, localizada principalmente en torno a los rmos Manzanares y Jarama, y tambiin de las fabulaciones que sobre sus ormgenes entrevieron los cronistas antaqones y otros clasicos, porque lo mmtico, como consecuencia de la fantasma, suele ser ajeno al rigor histsrico. Otra cosa es la lsgica suposicisn ante la duda y desde luego la seleccisn de la bibliografma donde el investigador rastrea y esclarece las razones fundamentales de su relato histsrico. Decimos razones y no evidencias, razones con presuncisn de verdad, pues sabiendo los enredos de la leyenda, todavma hay incertidumbre sobre determinados hechos, como por ejemplo, la primitiva cuna de Madrid. Y no sslo la cuna, sino tambiin la cama, que aun persisten las interpretaciones sobre el nombre de Madrid, sobre los itinerarios de sus murallas, de si fueron unos u otros sus constructores o recelando de ciertos pasajes histsricos que parecman incuestionables.

De las obras madrileqas que figuran en la coleccisn de nuestra biblioteca, hemos seleccionado las mas acreditadas. No hemos olvidado las fuentes de los viejos cronicones, ni a los clasicos cronistas del siglo XVII, Quintana, Lesn Pinelo, Lspez de Hoyos, Gonzalez Davila, Vera Tassis; ni a los crmticos del XVIII como Casiri, Pellicer, Alvarez y Baena; ni mucho menos a los del XIX como Mesonero Romanos, Peqasco, Cambronero, Madoz, Amador de los Rmos, Fernandez de los Rmos;ni por supuesto a los del siglo ** como Claudio Sanchez Albornoz, Ramsn Menindez Pidal, Manuel Gsmez Moreno, Federico Carlos Sainz de Robles, Pedro Ripide, Josi Marma Sanz, Josi del Corral, Elmas Tormo, Manuel Moreno Vallejo, Marma Jeszs Gea Ortigas, y sobre todo Jaime Oliver Asmn, acadimico de la Real Academia de la Historia, ilustre arabista, catedratico de Literatura y maestro ejemplar de quienes tuvimos la fortuna de ser sus discmpulos cuando estudiabamos aquel inigualado bachillerato de los aqos cincuenta en el Instituto de Enseqanza Media Ramiro de Maeztu. Su clase de literatura compendiaba innumerables facetas del saber. !Benditos maestros cuyos nombres nos siguen honrando!

Generalidades sobre las murallas medievales de Castilla

En el Csdigo de las Siete Partidas, texto jurmdico de la Baja Edad Media castellana, cuyas primeras redacciones se debieron al rey Alfonso X el Sabio, se define a la ciudad como lugar cercado de los muros con los arrabales et los edificios que se tienen con ellos. Aparecen asm las murallas como elementos representativos de la ciudad. En otra de sus leyes se lee: santas cosas son llamadas los muros et las puertas de las cibdades e de las villas, advirtiindonos que las murallas, con sus puertas, portillos y portillones, imprimman un caracter sacralizado que obligaba a su cuidado y buen trato. Las murallas eran casi venerables. Pero hay mas. De nuevo se menciona en Las Partidas que honor debe el rey facer a su tierra, et seqaladamente en mandar cercar las cibdades, et las villas et los castiellos de buenos muros et de buenas torres, ca esto le face ser mas noble, et mas honrada et mas apuesta. Es decir, que las murallas no sslo eran la encarnacisn de la ciudad sino su mayor belleza y su mejor nobleza.

En la Edad Media era inconcebible una ciudad sin murallas. Pero ?qui se entendma por ciudad en aquella ipoca? Una ipoca en la que el desarrollo urbano de las tierras hispanicas y las castellanas en particular, no era comparable al de otros territorios europeos. Las cibdades y villas de Castilla no tenman nada que ver con las grandes urbes del centro y norte de Italia. Era frecuente amurallar villas castellanas que no pasaban de ser simples aldeas rurales, con escasos habitantes y sin pretensiones polmticas o econsmicas. Recordemos a Palazuelos (Guadalajara), Mansilla de las Mulas (Lesn), Madrigal de las Altas Torres (Avila), Urueqa (Valladolid), Torrelobatsn (Valladolid), etc. Cercas que a veces constituman potentes cerramientos defensivos, tras los cuales se escudaban los vecinos en las disputas contra las demasmas tributarias de los seqormos territoriales o eclesiasticos.

En Castilla, en la ancha y profunda tierra castellana, una muralla no presuponma ciudad. Muchas poblaciones rurales apremiaron la construccisn de sus cercas, agobiadas por los embates sarracenos y por los desafueros del rigimen feudal. En la zltima Partida se dice que unos buenos muros no sslo daban realce a las villas y ciudades sino grant seguranza et grant amparamiento de todos comunalmente para el todo tiempo. Por eso, en las Cortes de Madrid, en 1433, los procuradores de las ciudades y villas del reino solicitaron al rey Juan II de Castilla unas providencias que evitaran poblar los arrabales llanos e descercados, despoblandose lo cercado y fuerte. Y es que en aquellos tiempos y en aquellas tierras, la diferencia entre lo amurallado y lo no amurallado, equivalma a armado y desarmado, y serma una idea constante, casi obsesiva, que superaba lo meramente tipificador.

Sabemos que la Espaqa medieval fue escenario de la Reconquista. Los astures del norte y los mozarabes del sur fueron emigrando y colonizando, durante los siglos IX al XII, las llanuras de la cuenca del Duero. Y allm donde los combates fueron mas tenaces, en la zona oriental, donde los cristianos se enfrentaron a las razzias islamitas, se engendrs el condado de Castilla y alrededor de las huestes de Fernan Gonzalez, un pueblo aplicado a las luchas fronterizas, presto a la guerra, con una entraqa militar consustancial a su vida y preocupado por aquella constante entre la muralla y la seguridad.

Sin embargo, este proceso tuvo alternativas temporales. Reconquistada Lesn a mediados del siglo VIII por Alfonso I el Catslico, dejarma despoblada la ciudad casi cien aqos, al trasladar a las abruptas montaqas de su reino astur, las gentes que habitaban en ella y en las demas poblaciones de la alta meseta del Duero. Aparecerma asm una zona semivacma, una especie de tierra de nadie, sin control polmtico efectivo. Con excepcisn ya seqalada de la frontera oriental, la meseta del Duero no se distinguis como campo de batalla entre cristianos y musulmanes; istos zltimos, apenas se aventuraron en lo que sus cronistas denominaron el desierto del Duero, y znicamente las terribles razzias de Almanzor en la segunda mitad del siglo X, truncaron esa querencia. Algunos autores pensaron en una accisn estratigica de Alfonso I para dejar devastadas e inermes las espaldas de su reino, pero Sanchez Albornoz opinarma que la despoblacisn no tuvo conscientemente fines militares e incluso la foments el hambre y la epidemia de viruela que azotaron la penmnsula por aquellos tiempos.

Esta despoblacisn constituys un suceso primordial en nuestra historia, y tambiin en el tema que estamos tratando. No sslo las peculiaridades de las instituciones polmticas, econsmicas y sociales de Castilla y Lesn procederman, segzn Sanchez Albornoz, de la repoblacisn de ese desierto que fue habitandose a medida de las posibilidades demograficas de leoneses y castellanos, sino que a partir de entonces comenzaron a rodearse de grandes murallas las ciudades de la regisn. Hemos llegado a las postrimermas del siglo XI.

En ocasiones, se habman aprovechado las viejas murallas de los romanos, siempre arquitectos de eternidades. Asm ocurris a mediados del siglo IX, con las de Lesn, que por mantenerse enhiestas, se adaptaron enseguida a los nuevos menesteres provocados por una repoblacisn tan emprendedora, que recuperada la ciudad, se convirtis en residencia de la corte a comienzos del siguiente. Otras veces sirvieron de base los muqones murados, como en Astorga, repoblada al tiempo que Lesn y en ciudades que, como Salamanca, tuvieron su repoblacisn mas tarde. En otros casos se construyeron simples cercas. Zamora, plaza ocupada por los cristianos a finales del siglo IX, tuvo su vieja muralla un siglo despuis. Durante el siglo XI, en Burgos, existma una pequeqa cerca en torno a la parte alta de su colina, conservandose algunos lienzos de muralla con las puertas de San Martmn (siglo XIV) de San Esteban y de Santa Marma, muy reformadas en el siglo XVI. En Valladolid, cuya parte norte de la provincia fue repoblada por Alfonso III el Magno, y la parte sur por Alfonso VI, hubo a mediados del siglo XI, una modesta cerca fabricada de tapial, adobe y estacas. En Palencia, con dos repoblaciones, una del conde de Fruela en tiempos de Ordoqo II y otra de Sancho el Mayor de Navarra, la muralla antigua se habma construido en esta segunda repoblacisn (primer tercio del siglo XI) y, probablemente, fuera la cerca de tierra que relatan los documentos de fines de la Edad Media para diferenciarla de la cerca del canto o muralla nueva.

Cuando, en el aqo 1035, se derrumba el califato de Csrdoba, los reinos cristianos pasaron a la ofensiva. Cruzaron la lmnea fronteriza del Duero y ocuparon las extremaduras castellanas y leonesas, demarcacisn comprendida entre el famoso rmo y el Sistema Central. Al otro lado de dicho Sistema permanecieron los musulmanes firmemente asentados. De ahm que las villas y ciudades de las extremaduras nacieran en funcisn de sus misiones militares y, con ellas, los caballeros villanos, grupo social dirigente dedicado preferentemente a la guerra, a la organizacisn de las cabalgadas sobre las posiciones enemigas, y a la proteccisn tras las murallas urbanas cuando eran atacados. Ello explica la importancia de las murallas en los nzcleos urbanos, promotores de comunidades venideras y colonizadores de los nuevos tirminos.

A finales del siglo XI y primera mitad del siglo XII, se alzaron magnmficas murallas en los burgos extremeros de Avila, Segovia, Salamanca, Soria, Almazan, Sepzlveda, etc. Las avulenses fueron las mas completas, las mejor conservadas y las que mejor reflejaron el impulso constructor de aquellos colonizadores; erigidas a principios del siglo XII, mantuvieron su identidad romanica y el caracter indiscutible de una ciudad militar. Su modelo se propags a los territorios de retaguardia e influys especialmente en las que, a mediados del siglo XII, se construyeron en Zamora. El viajero y gesgrafo arabe Al-Idrisi, que pass en aquel tiempo por la ciudad zamorana, dirma que estaba rodeada de fuertes murallas de piedra. Por cierto que el mampuesto empleado en la muralla de Avila es analogo al que luego veremos en la segunda muralla de la almedina matritense que circundaba el casermo de la ciudad civil, aunque ista fuera de pedernal y aquilla de granito. De todos modos, no hemos de considerar a la muralla matritense de fecha posterior al aqo 1212 de la batalla de Las Navas de Tolosa, puesto que su grosor y robustez sslo se puede concebir en ipoca anterior a este aqo, a partir del cual cesa ya el peligro de los ataques musulmanes.

A partir del siglo XIII se abris otra etapa en el devenir de las murallas castellanoleonesas. Con la conquista de Sevilla (1248), se habman constreqido las razzias musulmanas, pero en cambio se agudizaron los conflictos internos, iniciados en el reinado de Alfonso X el Sabio, entre la monarquma y la nobleza. Surgieron las intrigas, las ofensas, las bandermas, las agresiones de los seqores contra las ciudades, evidenciandose la debilidad de sus decripitos muros y la imperiosa necesidad de fortalecerlos. Lo habma escrito don Pedro Lspez de Ayala cuando, en 1366, se referma a Calahorra como una cibdad que non era fuerte e los que en ella estaban non se atrevieron a la defender. Y lo mismo de Burgos, cuando el citado cronista decma la cibdad de Burgos non era entonce bien cercada, que avma el muro muy baxo.

Se manifestarma, pues, una toma de conciencia polmtica respecto al fortalecimiento de los recintos defensivos. Lo exigma, ademas, el crecimiento demografico de las ciudades y la urgencia de amojonar el alfoz de los concejos, las lindes de los predios y los confines de los arrabales que iban aflorando.

En la primera mitad del siglo XIII se construys una cerca para guarecer el burgo nuevo de Salamanca. En cambio, Avila y Segovia se quedaron quietas con su primer trazado amurallado. En Burgos, Alfonso X ordens en 1276, levantar otra muralla mas potente que acogiera los margenes llanos del rmo Arlanzsn. Premiosa resultarma la obra cuando, despuis de noventa aqos, el canciller don Pedro Lspez de Ayala azn la vema muy baja. De Valladolid se tienen dos referencias documentales, una de 1297 que dice fasta que la cerca de nuestra villa se acabada y otra de 1302 que alude a unas rentas destinadas a reparar los muros de la villa. Palencia, en fecha indeterminada entre los siglos XIII y XIV, se rodes de una nueva muralla que incorpors el barrio de La Puebla tratandose, probablemente, de la cerca de canto ya mencionada. Y de Lesn sabemos que, en 1324, los regidores municipales y los cansnigos catedralicios acordaron catar alguna carrera e manera por que gercasen de piedra e de cal la dicha cibdad.

Poblaciones menores tuvieron novedades semejantes. En Astorga comenzs a restaurarse en el siglo XII la vieja muralla romana y, en los dos siguientes, hubieron de hacerse nuevas reparaciones. Las murallas de Peqafiel fueron renovadas a comienzos del siglo XIV, gracias a los desvelos de su seqor el infante don Juan Manuel, convirtiendo el castillo en su propia residencia. En 1288 el concejo de la villa de Mansilla de las Mulas, decidis sustituir la cerca antigua por otra de piedra: esto deben hacer en este muro de tierra que ahora allm es, e despuis que el muro de piedra sea hecho.

El sistema defensivo de las ciudades abarcaba varios rudimentos: los lienzos de muralla, las torres, las puertas, los portillos, las cavas o fosos, las barbacanas, los alcazares, etc. El de la regisn castellanoleonesa era relativamente sencillo, al contrario que el recinto doble fortificado habitual en la regisn andaluza. Algunas veces las medianermas exteriores de las iglesias formaban parte de los paramentos murales, como en Lesn, en Madrid y en Avila, cuyo abside de la catedral todavma sigue siendo uno de los cubos de la muralla.

El trazado metsdico y regulado de las murallas romanas, contrastaba con el de las medievales que por adaptarse al terreno, seguman lmneas irregulares. Los arquitectos y alarifes trataron de hacer paralelo al rmo alguno de sus lienzos. Asm sucedis en Madrid con el rmo Manzanares; en Zamora con el Duero; en Segovia con el Eresma; en Burgos con el Arlanzsn; en Palencia con el Carrisn, etc. En la crsnica de Alfonso XI sobre los sucesos contra la nobleza en 1334, se lee: La villa de Lerma estaba muy enfortalecida; ca de la una parte cercaba la meatad della el rio Arlanza... Y en la de los Reyes Catslicos, de Hernando del Pulgar, comentando la muralla de Toro, se cuenta que la mesma altura i los barrancos que habma por aquella parte del Duero, es la municisn e fortaleza de la cibdad.

Sin embargo, como la mayorma de los ensanches rebasaban sus trazados murales, los caudales de los concejos tuvieron que atender la ereccisn de otros nuevos. Las murallas, por consiguiente, estaban siempre vivas, aunque fuera para mantenerlas o atajar sus quebrantos. Pero como los caudales se nutrman de impuestos que sufragaban los gastos comunales y como la construccisn, reparacisn y conservacisn de las murallas se consideraba parte de aquillos, otra ley de las Partidas obligaba a todos diciendo: A postura et nobleza del regno es mantener los castiellos, et los muros de las villas... de manera que non se derriben nin se desfagan. Et como quier quel pro desto pertenesca a todos... si en las cibdades o en las villas do han menester de fager algunas destas labores... han rendas apartadas de comzn, deben hi seer permeramente despendidas. Si esto fuera insuficiente entonces deben los moradores de aquel logar, pechar comunalmente cada uno por lo que hobiere, fasta que ayunten tanta quantma de que se pueda complir la labor. De tal obligacisn, no estaban exentos ni caballeros, ni clirigos, ni legos, ni judmos, ni viudas ni huirfanos.

En el Discurso sobre varias antig|edades de Madrid, y origen de sus parroquias, escrito por Juan Antonio Pellicer, se relata que a partir del siglo XI, cuando los muros de la ciudad quedaron expuestos a las embestidas islamitas y el recelo y la inquietud de sus habitantes se acuciaron, el concejo se vio en la necesidad de reparar y conservar sus murallas, sus torres, sus puertas, su adarve y su castillo. Para tales fines destins ciertas consignaciones, de ellas temporales, de ellas perpetuas y el Carrascal de Ballecas, conforme lo veds el Concejo y los molinos y el canal (camino real o pzblico) y toda la renta de Ribas que tiene allm el Concejo, se aplique siempre por fuero para la obra del adarve de Madrid. Igualmente, y para dicha obra, estuvo vedado el prado del Atochar. Entre las multas y penas que se exigman a los transgresores de las nuevas leyes, algunas se aplicaron a la obra de los muros y, en concreto, todas las penas que pertenecen al Concejo, aplmquense a la obra de los muros hasta que se complete.

De aqum se deduce que entonces se estaban reedificando los muros o alguna parte de ellos, bien fuese por los estragos provocados por los musulmanes, bien de otros asaltos posteriores, puesto que se estaba en guerra permanente. Parece que el castillo tenma rentas propias para su conservacisn, pues se dice que Johan Gonzalvez sacs las rendas que pertenecian al Castielo. En los documentos del archivo de la Villa hay un privilegio real publicado por T. Domingo Palacio, por el que en 1263 Alfonso X entregs al concejo de Madrid un solar que fue baqos, con la obligacisn de reconstruirlos y de que sus rentas se destinasen a la conservacisn de los muros de la villa. Segzn el Fuero de Madrid de Alfonso VIII, en 1202, no sslo debis el concejo madrileqo cuidar de la seguridad de sus murallas, sino tambiin de la policma y limpieza de calles y puertas: Todo hombre que echase estiercol en la villa, por las calles s en las puertas, peche. El que lavare tripas en la parte de arriba de la alcantarilla de San Pedro, peche.

La breve noticia que se da del castillo, de los muros, de las puertas y, especialmente de la de Guadalaxara, nos persuade –sigue diciendo Pellicer- que la cerca y lmmites que tenma la villa de Madrid cuando en 1085 entrs en poder de los cristianos, eran los mismos que tenma en tiempos de los moros.

Dijimos anteriormente que la muralla era consustancial a la ciudad, elemento inseparable de ella. Su hechura requerma maestrma y buenos operarios. Nos cuenta la crsnica de Alfonso X, cuando en 1225 fundara Ciudad Real, que ordens luego las calles e seqals los lugares por do fuera la cerca. E fizo facer luego una puerta labrada de pieda... e mands a los del lugar como ficiesen la cerca. En las Partidas aparecen normas de obligado cumplimiento, como la relacionada con la edificacisn de casas contiguas a los muros, pues desembargadas et libres deben seer las carreras que son cerca de los muros de la villa et de las cibdades... de manera que non debe hi facer casa nin edeficio que las embargue nin se arrime a ellas. Se requerma un mmnimo de quince pies entre la obra nueva y la muralla, porque asm podran los homes acorrer et guardar los muros de la villa en tiempo de guerra.

La muralla, ademas de ser preferentemente defensiva, de constituir el principal obstaculo cara al enemigo, la barrera militar que simbolizaba la proteccisn del ciudadano, era asimismo la primera pieza de conviccisn, el primer efecto de sugestisn, la primera amenaza sobre el atacante. La fuerza de la muralla residma en la solidez de su fabrica y de todos sus elementos de apertura y cierre. Una ciudad bien cerrada podma resistir asedios y subsistir incomunicada mucho tiempo. Se dieron numerosas pruebas durante las interminables y prolmferas guerras de bandos en la Baja Edad Media. Toledo resistis en 1368 un largumsimo asedio de las tropas de Enrique de Trastamara; la villa de Lerma, tras enconada resistencia, provocs la ira de Alfonso XI y cuando al fin entrs en ella, ordens derribar los muros... et allanar las cavas; Carmona, en 1371, fue asediada por Enrique II; Cuenca por el rey de Navarra; Toro por las tropas de Isabel en la guerra de Sucesisn. Incluso a los propios reyes castellanos se les cerraban las puertas de las ciudades, como le sucedis al joven y tornadizo Fernando IV en la Salamanca de 1295, pues cuando llegaron a la villa, fallaron las puertas cerradas e encima de los andamios los omes armados e non los quisieron acoger, y poco despuis, en Segovia, cuando halls las puertas cerradas e muy grand gente armada encima de los muros.

En las piedras de las murallas medievales de las ciudades castellanoleonesas, tanto en las Merindades que formaron la mas aqeja Castilla (tierras cristianas del siglo VIII y repoblaciones de los siglos IX y X) como en las Comunidades de villa y tierra (territorios reconquistados durante los siglos XI y XII) y en las que en el siglo XV abarcaron las ya definidas y reconocidas Castilla la Vieja, Castilla la Nueva y las tierras de mas extrema y propia Extremadura, se colgaron incontables vicisitudes bilicas y sus sistemas defensivos fueron testimonio de las grandezas de un pueblo forjado al fuego de la Reconquista. Testimonio que tambiin acreditaron otros eventos culturales de la ipoca, cuyos protagonistas solieron hacer ostentacisn del rango militar de los azorados recintos amurallados.

La presencia romana y visigoda en la regisn carpetana

En la investigacisn de la historia relacionada con temas militares, siempre el factor terreno ha sido la referencia principal para conocer el valor estratigico de una regisn, de una comarca, de una ciudad, de un nudo orografico o simplemente de un castillo o fortaleza.

Los carpetanos fueron un pueblo celtibirico de la Hispania prerromana, asentado en la Carpetania, una de la regiones centrales de la Espaqa primitiva, que comprendma la casi totalidad de Castilla la Nueva, con la actual provincia de Madrid y parte de las de Guadalajara, Ciudad Real, Toledo y Caceres. Sus dominios se extendman desde la vertiente meridional del Guadarrama hasta La Mancha y ocupaba la cuenca del Tajo que va desde La Alcarria hasta mas alla de Talavera de la Reina. Limitaba al norte y parte del este con las tierras habitadas por los arivacos; al este, con las de los celtmberos y slcades; al sur, con la Oretania y la Lusitania y al oeste, con la misma Lusitania y la Vetonia. El punto mas oriental se concentraba en la comarca de Motilla del Palancar (Cuenca) y hacia el sureste, la frontera se situaba en la zona pantanosa del nacimiento del Guadiana en los tirminos de Daimiel (Ciudad Real). Los carpetanos son citados por Estrabsn al describir la cuenca del Tajo, y por Polibio al historiar el paso de Anmbal por la meseta (220 a.C.). Fueron muy castigados durante las guerras lusitanas y celtibiricas porque su territorio era zona de paso. En el 192 a.C. los sometis el csnsul Nobilior que, de esa manera, asegurs el control de la zona meridional de la meseta. Segzn Ptolomeo y Plinio fueron, entre otras, ciudades carpetanas Complutum (Alcala de Henares), Titulcia (Bayona del Tajuqa), Laminium (Argamasilla de Alba), Consabura (Consuegra), Barnacis, Alternia, Paterniana, Rigussa, Aebura, Contrebia, Miacum (Casa de Campo, en Madrid), Mantua (ubicacisn incierta, quiza Talamanca) y, sobre todas ellas, Toletum (Toledo), que parece haber sido su capital. Las diecisiete o dieciocho ciudades que se desperdigaban por la Carpetania, estaban adscritas al convento jurmdico de Caesaraugusta (Zaragoza). Desde el siglo IV forms parte de la provincia Cartaginense y un siglo despuis, reinando Teodoredo, ya aparece con el nombre de Carpetania, cuyas tierras comprendman las de los vacceos, arivacos, oretanos, edetanos de Valentia (Valencia) y celtmberos de Ergavica, Segsbriga, Valeria y Segoncia (la Sig|enza arivaca).

Los carpetanos, calificados por Tito Livio como hombres feroces en la guerra, constituman, como vemos, un conjunto de pueblos celtibiricos expuestos a las influencias culturales y urbanmsticas de los aventajados celtmberos puros y slcades, sus vecinos fronterizos al este y sureste, que les impulsaron a la subida hacia los cerros y a la formacisn de poblados en altura, genuinas acrspolis militares rodeadas de cinturones murados con baluartes que, levantados en puntos de defensa a toda costa, tambiin acechaban las vmas naturales y los pasos obligados. Gracias a este empuje, a este influjo propiamente ibirico, aparecerman en las ciudades celtibiricas un avance urbanmstico reflejado en el empedrado de las calles, la instalacisn de manzanas de casas, el intervallum entre muralla, las viviendas interiores, las mejoras de servicios, etc.

Cuando, a consecuencia de las guerras pznicas (264-146 a.C.), irrumpieron los conquistadores romanos hasta las entraqas de la Carpetania, se frenarma el proceso urbano de raigsn autsctono. Las pequeqas acrspolis existentes en los campos carpetanos matritenses, presintieron su agonma al ser derrotado el rigulo Hilerno en el aqo 218 a.C., y la Caput Carpetaniae, la peqascosa Toledo, cama bajo el invasor romano.

En toda la Celtiberia y en especial Carpetania, la apresurada contumacia de los romanos en desmontar a sus moradores de las atalayas, se justificaba por temor que desde ellas se lanzasen las guerrillas y se alentase el espmritu independentista. Ante la situacisn lamentable de os carpetanos tuvieron el mirito de enfrentarse a ella, empleando sus recursos disponibles, el zltimo de los cuales serma la resignacisn, una resignacisn activa y esforzada, muy diferente a la entrega y al desaliento. Por eso, el proceso de bajada al llano serma mas lento y resistente que el de otras regiones. Tambiin serma mas discontinuo e incompleto, pues si unos se unirman a los habituales poblados en las orillas de los rmos, herederos de los seculares fondos de cabaqa, otros permanecieron encaramados en las altas colinas del Viso, Ecce Homo, La Gavia y Dehesa de la Oliva, por citar asentamientos en los contornos matritenses.

La consolidacisn romana en Carpetania y la integracisn nativa al nuevo ambito cultural, debis acontecer entrado el siglo II, cuando surgieron las explotaciones agrmcolas llamadas villae, aunque no solieron madurar en civitas. Los municipia tampoco se prodigaron: entre ellos reseqamos a Titulcia (cerca de Aranjuez), Miacum (dentro de la Casa de Campo), Mantua (?Talamanca?), Varada (?Barajas?), Termina (?Tielmes?), Carabantia (?Carabaqa?).

No hay vestigios romanos en el casco del Madrid medieval. Los hallados se circunscriben a los aledaqos de la margen derecha del Manzanares: Los Carabancheles, Villaverde, Getafe, Casa de Campo, Puente de los Franceses, San Martmn de la Vega, etc. No hemos de pensar que las siete lapidas encontradas en puntos salteados de nuestra capital (la muralla del alcazar, Puerta de Guadalajara, Puerta de Moros, torre de los Lasso de la Vega, collacisn de San Andris, el Viejo Estudio de la Villa), empleadas como material de construccisn y hoy desaparecidas, sin duda acarreadas desde necrspolis de las poblaciones citadas al otro lado del rmo, justifiquen ormgenes romanos.

Desde finales del siglo III y comienzos del IV, aquel parsimonioso trasiego de las divisorias a las vaguadas, donde los agrupamientos humanos iban formando las predias a las villae, proseguirma sin pausa. No parece que la llegada visigoda a la Carpetania alterase su marcha, con lo que las transformaciones de las condiciones humanas y los avances de los acomodamientos sociales y econsmicos, serman evidentes. Fueron tiempos en los que el faro toledano, volverma a irradiar su luz sobre toda la regisn carpetana.

Durante el permodo tardorromano y visigstico, la ruralizacisn y el aumento vecinal de las villae, originaron los vici (cuando sus nombres procedman de antropsnimos derivados de un fundador, de un dominus) o los vicus (cuando tuvieron denominacisn toponmmica, propia del lugar) modestos pueblitos asentados en parajes abrigados y bien regados (Vallecas, Vicalvaro, Hzmera, etc.) que en el area matritense se desperdigaron a lo largo y ancho del Jarama, Henares y Manzanares, principalmente en las cuencas de los dos primeros, entre Madrid y Alcala. Algunos retornaron a las lomas serranas (Colmenar Viejo, La Cabrera, Daganzo, El Boalo, etc.) para dedicarse a labores pecuarias y pastoriles.

Mientras solamente Complutum y acaso Talamanca, alcanzaron categorma urbana, otros nzcleos reciin nacidos, abrieron los ojos a su existencia. Hemos llegado a las vmsperas del siglo VII y estamos a las puertas del primitivo Matrice; en el latmn vulgar, el latmn romano rzstico o lengua romance, era pronunciado por los mozarabes visigodos como Matrich, luego derivado en Matrit, Madrit y Madrid.

Este embrisn de pueblito, este vicus esparcido al fondo de una y otra vertiente del arroyo que corrma por la barranquera de la actual calle de Segovia, es la documentada tesis de Jaime Oliver Asmn, aunque no oficialmente declarada por falta de hallazgos arqueolsgicos in situ.

Tambiin hubo historiadores de siglos pasados empeqados en indagar las ramces preislamicas de Madrid. Razones no faltaron. Baste citar que la iglesia, santuario o ermita de Santa Marma, cuya fundacisn retrotrayeron al siglo I, tuvo una imagen cuya talla se remontarma al primer permodo del arte bizantino. Muchos opinaron que la principal mezquita de la posterior almudayna se edifics sobre la iglesia de Santa Marma (sita en la esquina de la calle Mayor y Bailin) confirmando su existencia anterior a la invasisn sarracena. Y al cabo del tiempo, mostrarma una pieza visible y tangible que indicarma su procedencia visigstica. Durante la remodelacisn de 1618, se descubris en un discreto rincsn del claustro de la vieja iglesia, una lapida sepulcral que cerraba la tumba del clirigo Dominicus. El atazd enyesado contenma sus restos momificados. Grabado en la lapida, la inscripcisn del enterramiento en el aqo cristiano 697. Al ser derribada la iglesia en 1868, tanto el alcalde de Madrid como Canovas del Castillo, se interesaron por la salvacisn de lapida, pero debis perderse entre los cimientos de la casa construida en su solar.

Y diremos ademas que sobre la portada de la parroquia de San Juan Bautista, que ocupaba la plaza de Ramales, donde actualmente se llevan a cabo prospecciones arqueolsgicas a la bzsqueda de los restos de Velazquez, hubo tres medallones de piedra; en el del centro aparecma esculpida una cruz; en el de la izquierda, un cordero con vara y banderita y en el de la derecha, el anagrama del nombre de Jesucristo, identificadores de iglesia catslica, no arriana. Desgraciadamente, como en tantas ocasiones, las piedras se perdieron en el derribo de la parroquia en tiempos de Josi I.

Si aqadimos a estos indicios la pintura de la Virgen de la Flor de Lis, del siglo XIII, probable anticipo o variante de la Almudena, una virgen tan madrileqa como la que mas, y admitimos la interesantmsima interpretacisn de que la flor no es la pretendida, sino una que acicala las orillas del Manzanares y que era representativa de la Inmaculada Concepcisn, defendida fervorosamente por los mas viejos mozarabes, vigorizarma el caracter arraigadamente premusulman y mozarabigo de esa virgen madrileqa.

Por otra parte, la leyenda de la Virgen de la Almudena refuerza la existencia de un poblacho cobijado en el vallejo de la calle de Segovia, cuyos habitantes edificarman un santuario dedicado a Santa Marma en el cerro de la actual catedral. Cuando la invasisn islamica del 711, temerosos de la profanacisn, esconderman la imagen en algzn sitio y una vez levantada la muralla arabe en la segunda mitad del siglo IX, pensarman trasladarla a un lugar tan seguro como los muros de un torresn, cuyo derribo en 1085, dejarma a la vista el prodigio de la aparicisn.

Si no hubiera sucedido asm, ?csmo serma posible esconder la imagen en una muralla inexistente, ya que fue construida 140-170 aqos mas tarde?

“Matrice”, el primer nzcleo de poblacisn visigoda en torno a su arroyo matriz

A pesar de quienes afirman que las murallas matritenses se construyeron antes que sus calles, otros sostienen que los primeros pobladores se establecieron en el vallejo de las fuentes de Sant Pedro, sin muro que lo rodease. Para darnos cuenta del lugar, Oliver Asmn aconsejaba la perspectiva de Madrid desde las lomas de su antigua entrada, al otro lado de la puente segoviana, donde dibujaron hacia 1563 sus famosas panoramicas, los pintores flamencos Jorge Hoefnaegel y Antsn Wyngaerde, contratados por Felipe II para tal fin. Cuenta Madoz, en sus escritos de 1850, los recuerdos de esos lugares cercanos a la entrada principal de la villa, cuando las rinconadas del Campo del Moro y de la Cuesta de la Vega, carecman ya de objeto, una vez desalojados de aquel recinto los carreteros que de tiempo inmemorial, las ocupaban antes de entrar en Madrid.

Pues bien, desde tal punto de vista, distinguimos bien configuradas dos colinas, una del alcazar, otra de Las Vistillas, separadas por la hondonada de la calle de Segovia, recogedora de las aguas del arroyo que,desde Alfonso X el Sabio, se llamaba arroyo de las fuentes de Sant Pedro, cuyo manadero, junto a la primitiva iglesia, mas arriba de la actual, brotaba bajo la cruz de piedra que hoy vemos en la plazuela de Puerta Cerrada, cuyas aguas, mas tarde, se acrecentarman gracias al trasvase de las subterraneas captadas por filtracisn del viaje (via acquae) del Bajo Abroqigal, a travis de una conduccisn que llamaron fuente de la Alcantarilla. A este encajonado vallejo tambiin vertman, por la izquierda, las aguas sobrantes de los Caqos Viejos y, por la derecha, las de otro viaje de aguas gordas que, bajando por la calle del Rollo, colmaba los pilones o pilares de la hoy plaza de la Cruz Verde, para abrevaderos de ganado y albercas de riego.

El primitivo asiento de Madrid, bajo los rellanos y las vertientes del abrigado vallejo rico en aguas, dividido por el arroyo en dos barrios, habitado por tranquilos visigodos dedicados a la caza, la pesca y el pastoreo, debieron llamarlo, como dijimos antes, Matrice, nombre propio de arroyo matriz, segzn se denominaba a una corriente de agua que, desde algzn punto concreto de su travesma, se divisaba el nacimiento y la desembocadura, tal como sucede en nuestro caso con el manantial de Puerta Cerrada y el desag|e en el Manzanares.

El nombre de Matrice en sentido de arroyo madre, fue bastante comzn en el iberorromanico para arroyos analogos o pueblines con las mismas caractermsticas topograficas que el primer Madrid, surcado por el arroyo que generalmente lo separaba en dos barrios. Recordemos a Madridejos (Toledo), Valmadrid (Zaragoza), Lamadrid (Santander), Fuente Madrid (Granada), Madrid de Calderechas (Burgos), Madriceiras (La Coruqa), e incluso hubo un extinguido Madriz, barrio de Berceo (Logroqo), regado por uno de los arroyos afluentes del Najerilla, que fue citado en su Vida del Seqor San Millan de la Cogolla, por el precursor de la poesma castellana, Gonzalo de Berceo.

Todos estos nombres no estan relacionados con la homofonma de sus voces, sino con la misma etimologma de sus palabras. Y por parecidas razones, el arroyo del vallejo de la calle de Segovia, desaparecido por la urbanizacisn de Juan de Herrera en 1570, tiene los mismos antecedentes que otros de la cuenca del Manzanares, en cuyas medias laderas, a prudente distancia del rmo, se asentaron poblados vetustos como Manuciques (sobre el arroyo de la Trofa), Pozuelo de Alarcsn (sobre el arroyo del mismo nombre), Hzmera (sobre el arroyo de Antequina), Sumasaguas (sobre el arroyo anterior), Miacum (sobre el arroyo de Meaques), Carabanchel Bajo (sobre el arroyo de Prado Longo), Villaverde (sobre el arroyo de Butarque), Fuencarral (sobre el arroyo de la Veguilla), Chamartmn (sobre el arroyo Abroqigal), Vallecas (sobre el arroyo de Gavia), etc.

Estos argumentos sobre Matrice, en su interpretacisn efectiva, en su integridad y complejidad, nos mueve a considerar –con Oliver Asmn- que fue el nombre primigenio del Madrid premusulman, visigstico y luego mozarabigo.

El Mayrit musulman. El emir Muhamad I y su hijo Al-Mundhir

Durante la dominacisn islamica, al Matrice visigstico se unirma el Mayrit musulman y, a partir de entonces, la poblacisn biling|e, una encrestada en la colina del alcazar, otra tratando de hacerlo hacia la de las Vistillas, se compondrma de mozarabes habladores del romance que azn no se escribma y de musulmanes que hablaban y escribman el arabe.

El nombre de Mayrit, traduccisn arabe de Matrice, seguma aludiendo a la mayra o arroyo matriz, que los musulmanes vendrman a ensanchar, engrandecer y fortificar.

La palabra Mayrit la compusieron los arabes a base de mayra y el sufijo it, lo mismo que el topsnimo mozarabe a base de matrice y el mismo sufijo latino etum, que luego la lengua del vulgo transformarma tambiin en it. En ambos idiomas, este sufijo tenma un sentido abundancial o de pluralidad, de manera que tanto el nombre mozarabe de Matrit o Madrid, del latmn matri[c]e mas it, como el nombre Mayrit del arabe mayra mas it, significarman lugar de abundantes raudales de agua, viajes o minas de agua, que enseguida aprovecharma la ticnica hidraulica oriental de los arabes para la captacisn de aguas subterraneas acumuladas en los vejigones de capas impermeables por filtracisn de la lluvia empapando el manto de arenas permeables en las altiplanicies norestes madrileqas o por el aumento de los caudales de los arroyos provocados por los deshielos serranos. Propiamente los viajes de agua consistman en una serie de galermas subterraneas en declive, de entre siete y doce kilsmetros de longitud, en cuyo suelo se colocaba una caqerma de ceramica que discurrma el agua hasta las casas privadas, fuentes pzblicas, almunias, huertas y jardines.

De las diversas variantes del nombre de la villa que aparecen escritas en textos medievales, distinguiremos como procedentes del arabe, las de Magerit, Magerid, Magirit, Maierit, Maiarid, Magerito, Mageritum, Magerido y Macherito (tantas formas le causaban a don Ramsn Menindez Pidal verdadero asombro por su desconcertante abundancia y enredada variedad), advirtiendo que las g, i, ch, con que esta escrita la tercera letra del nombre propio, no hay que darles el sonido latino o romance, sino el de la y arabe, como si sonase dj, es decir Madjrit.

Mayrit fue el nombre oficial de la ciudad musulmana y perdurs hasta bien entrado el siglo XV, pues hay acuerdos del concejo el 22 de junio de 1481, ordenando sacasen el dicho dia, los moros sus juegos e dangas, e los judios su danga, demostrando que en las fiestas del Corpus, los mudijares mayritmes formaban nubas y coros danzarines.

Con la reconquista cristiana de Mayrit entre 1083 y 1085 y con el aumento de poblacisn de lengua romance, su nombre arabe fue sustituido por el que desde antiguo le dieron los mozarabes visigodos, concretado en las tres formas reproductoras del topsnimo mozarabe, es decir, Matrit (de ahm es gentilicio matritense) Madrit y Madrid. Las dos zltimas empleadas indistintamente, no aparecieron hasta el reinado de Alfonso VIII (1155-1214), pero segzn se entra en el siglo XIII, se emplearon habitualmente en los documentos notariales matritenses redactados en romance. En pleno siglo XIII con Fernando III y Alfonso X, ya se pronunciarma y se escribirma siempre como Madrid.

En el aqo 1938 se supo con certeza la fundacisn de Mayrit por Muhammad ibn Abd al-Rahman (852-886) o Muhammad I, quinto emir omeya de Csrdoba, hijo de Abd al-Rahman II, gracias a que en aquel aqo, Livi-Provengal, publics en Holanda un texto, hasta entonces desconocido, de Al-Himyari (autor arabe de finales del siglo XIII) cuya traduccisn decma: ciudad notable de al-Andalus que fue edificada por el emir Muhammad ben Abd at-Rahman... El castillo fuerte de Mayrit, se cuenta entre las mejores obras defensivas que hay; fue edificado por el emir Muhammad ben Abd al-Rahman. Esta fundacisn arabe de Madrid, tambiin la recogerma el padre Julian Alameda en un artmculo publicado el 14 de junio de 1944 en el diario ABC, artmculo que al igual que el texto citado, pasarma desapercibido.

Abd al-Rahman II muris en la noche del 22 de septiempre del aqo 852. Los fervorosos musulmanes del serrallo que habman pronosticado un Muhammad I buen defensor del Islam, tuvieron razsn. El nuevo emir dio al traste con la relativa tolerancia de sus antecesores. Despidis a soldados y funcionarios cristianos, salvo a Gsmez, que acabs por renegar para obtener la cancillerma, he hizo demoler las iglesias edificadas despuis de la conquista. El famoso monasterio de Tabanos, cerca de Csrdoba, zltimo refugio de teologma y ascitica visigoda, tambiin fue demolido. La fama de los martirios trascendis por Europa, sobre todo el de San Eulogio, y la Csrdoba de Abd al-Rahman II y Muhammad I serma una nueva versisn de la Roma de Nersn y Diocleciano.

Aun antes que estos sucesos, se encendieron por el emirato los nunca extinguidos alientos de rebeldma. Los advenimientos de los nuevos emires solman fomentar las rebeliones, apoyadas frecuentemente por los reyes cristianos. El germen de la dispersisn brots primeramente en Toledo, siempre insumisa.A las pocas semanas de la proclamacisn de Muhammad I, los toledanos que habman encarcelado al gobernador omeya, corrman los campos sureqos de su capital y ayudados por las fuerzas asturianas de Ordoqo I a las srdenes de Gastsn, conde del Bierzo, se apoderaron de la importante fortaleza musulmana de Calatrava la Vieja (Ciudad Real) acogedora y aprovisionadora de las tropas en ruta hacia territorios cristianos. La szbita reaccisn del emir, conseguirma recuperar la plaza en el verano del 853 y para prevenirla mejor, reforzarma su guarnicisn. Sin embargo, los agresivos toledanos llegaron al rmo Jandula, ya en Sierra Morena, y allm deshicieron a un ejircito cordobis.

Un aqo despuis Muhammad I realizs personalmente la campaqa contra los toledanos. Siguiendo la calzada romana de Csrdoba a Toledo por El Muradal y Consuegra, llegarma a las proximidades de la capital y en la batalla de Guazalete (pequeqo afluente del Tajo) derrots a las tropas de Gastsn. Si la victoria fue celebrada sin piedad, sobre un montsn de cabezas cercenadas ante los gritos de los vencedores y el canto de los poetas cortesanos cordobeses resaltando el desconcierto de los enemigos, el emir victorioso no se decidis o no supo explotar el ixito que le hubiera permitido tomar la ciudad.

En el 856 Toledo resistis el asedio del prmncipe heredero Al-Mundhir, y al aqo siguiente, los toledanos tuvieron la osadma de atacar a Talavera. En el 858, Muhammad I amplis la zona de ahogo de Toledo y para evitar los apoyos cristianos, repoblarma y fortificarma las plazas de Madrid, Talamanca del Jarama, Peqahora (en la confluencia del Henares y su afluente el Sorbe) y Esteras de Medinaceli (en la divisoria de las cuencas del Henares y el Jalsn) importantes posiciones estratigicas que ademas de cerrar los pasos de las sierras de Guadarrama, Somosierra y Ministra a la sitiada Toledo, abrma las posibilidades logmsticas a travis de las calzadas y rutas romanas, que veremos enseguida.

En el mismo aqo 858, la ciudad rebelde obtuvo una amnistma, pero en el 873, el emir Muhammad I hubo de imponer por sm mismo una sumisisn que ya no se alters en su reinado.

Cuando en el 886 sitiaba el prmncipe heredero Al-Mundhir la ciudad rebelde de Alhama, recibis la noticia de la muerte de su padre, y hubo de acudir presto a Csrdoba para hacer frente al orden dinastico, cuya confusisn exigma la presencia del primoginito en defensa de sus derechos.

El nuevo emir (886-888) recibirma un poder que ya en los zltimos aqos del reinado anterior se habma deteriorado. La precariedad, los peligros y la anarquma presagiaban la decadencia de los Omeyas.

Se viene considerando que el fundador del Mayrit-ciudad pudiera haber sido Al-Mundhir en vez de Muhammad I. Lo cierto es que frecuents la comarca mayritm, dirigiendo rapidos contraataques contra las huestes de Ordoqo I, utilizando casi siempre la ruta del Jarama. Habma intervenido en la expedicisn sobre Lesn del aqo 878, cuando despuis de la progresiva expansisn asturiana, su padre le habma otorgado el mando de un ejircito que, enlazando previamente con los contingentes musulmanes acantonados en Toledo, Guadalajara y Talamanca (diez mil hombres), debma caer sobre la capital leonesa. Advertido Alfonso III de la maniobra, se adelants a los propssitos de Al-Mundhir, entabls combate, y en el campo de Polvoraria, sobre la confluencia del Srbigo y el Esla, infligis una terrible derrota al prmncipe musulman.

En su corto reinado, el rebelde muladm andaluz Omar Ibn Hafszn, camps por sus respetos por los territorios del sureste peninsular, erigiindose como uno de los mas fantasticos y heroicos guerrilleros del nacionalismo espaqol.

Su sucesor y hermano Abdallah (888-912) se verma desbordado por las incesantes rebeliones tanto dentro del emirato como en las marcas fronterizas.

Cuando en octubre del 912 accedis al poder Abd-al-Rahman III an Nasir (912-961), la situacisn en Al-Andalus era castica. Gracias a la voluntad, al esfuerzo y a la tenacidad del nuevo emir omeya, consiguis someter paso a paso a todos los rebeldes interiores y fronterizos a pesar del constante desgaste ocasionado por los reyes cristianos, los cuales ya habman llevado los lmmites territoriales al valle del Duero y a la zona del Ebro, hasta Calahorra y Arnedo.

El valor militar del marco fronterizo matritense en la Espaqa hispanomusulmana y la transformacisn de Mayrit como centro de comunicaciones, torres vigma, fuerte y ribat

En uno de los estudios de Sanchez Albornoz basado en textos islamicos, referido a las campaqas de Tarik, Muza y su hijo Abd-al-Aziz, describe los itinerarios de penetracisn en la rapida conquista de la Penmnsula despuis de la batalla del Guadalete en el aqo 711. Y los itinerarios no fueron otros que las mismas calzadas y vmas romanas siempre orientadas a las posibilidades de transito brindadas por las cuencas fluviales y las caqadas mesetarias, principalmente las caqadas reales (leonesas, segovianas y manchegas) que durante la Edad Media comunicaban el sur de la Penmnsula con las regiones septentrionales a travis de las dos submesetas. Todo este trazado, a veces meridiano, a veces paralelo, a veces superpuesto a rmos y caqadas, lo explica el famoso Itinerario de Antonino, de finales del siglo III y principios del IV, en sus treinta y cuatro rutas terrestres dedicadas a nuestra Penmnsula. No es completo, porque al figurar como registro de Pretor, sslo describma las vmas pzblicas costeadas por Roma, eludiendo las provinciales, comarcales y vecinales, cuya construccisn y mantenimiento recama sobre las colonias y municipios.

Nosotros detallaremos las correspondientes a la submeseta inferior, donde se integra la regisn carpetana, aunque su vinculacisn con la submeseta superior y con el valle del Ebro es tan evidente como ineludible. Y azn podrmamos ceqirnos a la zona que mas nos interesa, la de los valles del Guadarrama y del Jarama, con sus afluentes Manzanares y Guadalix, donde se asoma Madrid como ciudad limmtrofe entre ambos valles, frente al espaldsn carpetovetsnico, en medio de un marco fronterizo que hacia el suroeste tuvo por fortalezas destacadas Calatalifa (sobre el Guadarrama), Alammn (sobre el Alberche, cerca de Maqueda), Saktan (actual castillo de Escalona, tambiin sobre el Alberche); entre las dos primeras, mas al sur, las de Olmos y Canales (ambas sobre el Guadarrama) y hacia el noreste Talamanca y Uceda (ambas sobre el Jarama).

Por este enclave se infiltrarman los musulmanes desde los arcenes del Tajo y tambiin lo intentaron los cristianos desde los del Duero.

Una de las calzadas mas importantes en la red viaria de la submeseta inferior explicada con la nzmero 25 en el Itinerario de Antonino, es la que partiendo de Emirita Augusta (Mirida), seguma el curso del Guadiana hasta Metellium (Medellmn) y atravesando la sierra de Montanchez por el puerto de Santa Cruz hasta Trujillo y Augustsbriga (inmediaciones de Talavera), alcanzaba el Tajo en Toletum (Toledo); proseguma por Titulcia (inmediaciones de Aranjuez) y siguiendo el curso del Henares por Complutum (Alcala de Henares), Arriaca (cercanmas de Guadalajara), Segontia (Sig|enza), Puerto de Esteras de Medinaceli, bajaba por la vertiente del Jalsn y continuaba por Ocilis (Medinaceli), Arcsbriga (Monreal de Ariza), Aquae Bilbilitanorum (Alhama de Aragsn), Bmlbilis (Calatayud), Puertos de Cavero y el Frasno, Nertsbriga (Calatorao), llegando al valle del Ebro en Caesaraugusta (Zaragoza).

La segunda calzada, denominada la gran vma del Duero, recogida parcialmente en el Itinerario de Antonino, con los nzmeros 24 y 26, corresponde a la que partiendo de Ocelo Duri (Zamora) en la vma de la Plata, seguma un primer tramo el valle del Duero por Arbocella (Toro) y Septimanca (Simancas) donde una inflexisn al sur le permitma pasar por Cauca (Coca) y Segovia. Atravesando la sierra del Guadarrama por el puerto de Fuenfrma, seguma un segundo tramo hacia Cercedilla y Miacum y llegando al codo del Manzanares torcma en direccisn a Titulcia, donde conectaba con la calzada anterior. Este segundo tramo de su trazado iba paralelo a la orilla derecha del Manzanares pero sin tocar la izquierda, donde luego se asentarma la aldehuela de Matrice.

Con el virtice en Titulcia, verdadero nudo de comunicaciones, las dos calzadas descritas dibujaban una gran “v” sobre el marco fronterizo y garantizaban la continuidad entre las rutas fluviales del Guadarrama, Manzanares, Jarama y Henares.

Las rutas secundarias, casi todas en funcisn de Titulcia, se ramificaban: hacia el norte, cara a la sierra, por la ruta del Jarama; hacia el oeste, en pos de la comarca de la Sagra, por Getafe, Torrejsn de la Calzada, Illescas y Toledo; hacia el sur, en tierras de La Mancha Alta, por Laminium (Argamasilla de Alba), Sisapo (Almadin) y Mirsbriga (Capilla, Badajoz), destinada al transporte de productos agrmcolas y los de la cuenca minera del Guadiana; otra que desde Complutum se dirigma a Talamanca y al puerto de la Fuenfrma por Buitrago y otra mas tardma que enlazaba el curso del Henares con Segsbriga (Saelices, Mancha Alta).

Antes hemos nombrado de pasada la vma de la Plata y vamos a identificarla mejor por su importancia comunicativa entre ambas submesetas a travis de la Carpetovetsnica y su engarce con la gran vma del Duero. Estaba seqalada en el Itinerario de Antonino con los nzmeros 24 y 26. Se iniciaba en Astzrica Augusta (Astorga) y por La Baqeza llegaba a la mansisn de Brigeco (inmediaciones de Benavente); alcanzaba el Duero en Ocelo Duri (Zamora) donde se verificaba el engarce anterior, continuando en la misma direccisn hasta Salmantice (Salamanca) y atravesando la sierra de Gredos por el puerto de Bijar, descendma al Tajo cruzandolo por el desaparecido puente de Alconetar (cercanmas de Almaraz) y por Castra Caecilia (prsxima a Caceres) concluma en Emirita Augusta (Mirida).

Hasta el siglo IX, por esta vma de la Plata pasaron las expediciones sarracenas que iban al norte, lo mismo que las encaminadas al valle del Ebro, Castilla, Alava y Navarra, lo hicieron por la ruta del Henares. En este periodo, las rutas del Manzanares y del Jarama tenman desventaja no solo por la aspereza de los puertos de Tablada, Fuenfrma, Guadarrama, Navacerrada y Somosierra, sino porque el semidesierto duriense hacma penoso el transito y el aprovisionamiento, tanto para musulmanes como para cristianos.

Pero a mediados del mismo siglo cambiarma la situacisn. Los asturleoneses se hicieron mas fuertes, avanzaron la frontera con una pertinaz repoblacisn y en el flanco oriental, Castilla era un baluarte. Las bases de partida cristianas estaban mas cercanas y se intentaba sorprender al adversario con ataques incisivos y frontales.

Toledo emergma como una gran aliada potencial de los cristianos y su raigambre mozarabe se vinculaba cada vez mas a la reconquista. Si por un lado las tropas enviadas a los toledanos por Ordoqo I fueron derrotadas, como vimos, en Guazalete; por otro, el mismo monarca tomarma hacia el aqo 860, la plaza de Talamanca, cuya refundacisn la convertma en guardiana de la reivindicada ruta del Jarama y serma puerta y llave del camino a Toledo a travis de la sierra.

Al papel relevante de la ruta jarameqa, pronto se unirman las otras dos vmas matritenses del Guadarrama y del Manzanares. Por la primera, Alfonso III, en el 881, llegarma a los aledaqos de Toledo. Por ambas se moverma Abd-al-Rahman III en su frustrada campaqa de la omnipotencia que en el 939 acabarma en las batallas de Simancas y Alhandega con su derrota ante las tropas de Ramiro II. La suerte desfavorable del califa cordobis le forzs a replantear su tactica y a concentrar efectivos, por lo que en el 946, el traslado de la marca media desde Toledo a Medinaceli, le aportarma ventajas castrenses y el afianzamiento de la ruta del Henares.

Con los devenires histsricos de finales del siglo IX, el marco fronterizo matritense cobrarma protagonismo. Como paradoja, se iniciara la decadencia de Complutum y de las discesis conquenses, pero al mismo tiempo, el apogeo de poblaciones con empaque militar, bien dotados para el asedio. Estas segundas acrspolis, vigilantes y defensoras de los camino vitales matritenses, serman principalmente Talamanca sobre el Jarama, Qal’at abd el-Salam (sucesora de Complutum, al otro lado del rmo) sobre el Henares y Mayrit sobre el Manzanares, cuya fundacisn no serma antes del 852 ni despuis del 886, principio y fin del emirato de Muhammad I.

Mientras otras menores como Calatalifa, Alammn, Olmos y Canales acechaban el rmo Guadarrama, una malla de torres intermedias se desplegaba sobre el area de nuestro marco fronterizo, desde cuyo centro, Mayrit, comenzaba a lanzar sus hilos.

Asm pues, su valor militar dentro de la cuenca alta del Tajo, vino dado por el dominio de la divisoria carpetovetsnica, de su relacisn con las vmas romanas como ejes de comunicacisn y penetracisn, la proteccisn del flanco sobre la relevante ruta de Toledo a Medinaceli por el Jarama y por la ereccisn de fortalezas y poblaciones militares que, como segundas acrspolis, situadas en lugares prominentes, defendman los cursos de los rmos, la viabilidad de los caminos y el acantonamiento y aprovisionamiento de las tropas.

Si Muhammad I querma impedir los posibles apoyos a los rebeldes toledanos y observar los movimientos de las patrullas cristianas que pudieran sortear los pasos principales de la sierra, debma implantar un dispositivo de vigilancia sobre el marco fronterizo en el que la posicisn natural de Mayrit no podma pasar desapercibida a los factores de la decisisn y al planteamiento operativo del emir cordobis. Tomando de referencia radial a su castillo como si fuera la atalaya mayor, se irma tejiendo esa malla de atalayas o torres vigma, cuyas instalaciones estaban definidas por cierta relacisn de orden. Los torreones de este rudimentario teligrafo que enviaba seqales mediante ahumadas de dma y hogueras de noche, jalonaban itinerarios acordes con su funcisn. En general podemos decir que las dos grandes unidades receptoras de noticias, Mayrit y Talamanca, eran a su vez emisoras hacia los caminos vitales de Medinaceli y Toledo.

Por todas partes surgieron topsnimo derivados del turris (torre latino) y del bury (buj arabigo). Una hilera paralela al Jarama hasta el puerto de Somosierra, partma de Torrejsn de Ardoz, por Torrejoncillo, Atalayuela de Algete, Valdetorres, Talamanca, Torrelaguna, Torremocha y Tortuela; una segunda, siguiendo el tramo de la vieja calzada romana paralela al Manzanares hasta el puerto de Guadarrama, comenzaba en Torre el Pedroso, Torre de Abel Crispmn, Torrecilla, Mayrit, El Pardo, Hoyo de Manzanares y Torrelodones; una tercera descendma a Toledo desde el codo del Manzanares por Torrejsn de la Calzada, Torrejsn de Velasco, Torrejsn de Illescas y Barox; una cuarta, vinculada al rmo Guadarrama, hacia los puertos de la Fuenfrma y Tablada, seguma las ya nombradas fortalezas de Canales, Olmos, Alammn y Calatalifa y proseguma por las atalayas de Brunete, Almenara y Alpedrete; y finalmente, desde el mismo Torrejsn de Ardoz, siguiendo el valle del Henares, hasta Medinaceli, se desperdigaban las de Torre Bermeja, Torre de la Alameda, Bujes, Villanueva de la Torre, Torote, Torrejsn del Rey, Tsrtola, Bujarrabal, Torre del Burgo, Torrebeleqa, Bujalaro, Torrecuadrada, Torresaviqan, etc.

Actualmente todavma se conservan los torreones o atalayas de El Berrueco, Arrebatacapas, El Vellsn, Torrelodones y Venturada, que desde finales del siglo IX mantienen las reminiscencias de lo que fue aquel eficaz sistema de comunicaciones:

un saludo extenso como extensa es la ciudad de madrid

2007-03-01 04:21:54 · answer #3 · answered by Fora Aranda de Duero Villaba 7 · 0 1

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