English Deutsch Français Italiano Español Português 繁體中文 Bahasa Indonesia Tiếng Việt ภาษาไทย
Todas las categorías

Que documentos y manuscritos del antiguo mundo?

2007-02-23 20:47:27 · 17 respuestas · pregunta de escornabois 3 en Arte y humanidades Historia

17 respuestas

Es un poco largo pero útil para quien le interese el tema

El mito del incendio de la biblioteca de Alejandría por los árabes

La historia está poblada de leyendas y fábulas que resisten el paso del tiempo. Alguien dijo, con razón, que los historiadores, a fin de evitarse las molestias de las averiguaciones, se copian los unos a los otros. De manera que las leyendas siguen haciendo parte de la historia, pero ninguna de ellas ha tenido la tenacidad de aquella relativa al incendio de la biblioteca de Alejandría por los musulmanes. Esta falsedad ha sido repetida, de siglo en siglo, hasta el cansancio, en todos los idiomas. Hasta un escritor como Jorge Luis Borges incursionó poéticamente sobre el tema. La que sigue es una sucinta exposición fundamentada en las investigaciones de historiadores y científicos que logran precisar el origen y la razón de la falsificación.

Por Ricardo Shamsuddín Elía



Ptolomeo I.

Alejandría fue fundada cerca del delta del Nilo por Alejandro el Grande el 30 de marzo de 331 antes de Cristo. Ptolomeo I Soter (el 'Salvador'), que había sido uno de los mejores generales de Alejandro, inició en Egipto una dinastía de sangre griega de la cual la famosa Cleopatra sería su último soberano.

Según lo manifiesta el obispo griego san Ireneo (c.130-c.208), Ptolomeo fundó en Alejandría, en el barrio del Bruquión, cerca del puerto, la que sería conocida como la Biblioteca-Madre, y ordenó la construcción del Faro, una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Su hijo, Ptolomeo II Filadelfos ('Amigo como Hermano'), llevó a cabo el proyecto de su padre construyendo el Faro y el Museo, este último considerado como la primera universidad del mundo en su sentido moderno, y además compró las bibliotecas de Aristóteles y Teofrasto, reuniendo 400.000 libros múltiples (symoniguís) y 90.000 simples (amiguís), como lo asevera el filólogo bizantino Juan Tzetzes (c.1110-c.1180) basado en una 'Carta de Aristeas a Filócrates' que data del siglo II a.C.

Por entonces los manuscritos se escribían sobre láminas de papiros, un vegetal muy abundante en Egipto, que crece en las adyacencias del Nilo. Según nos informa Plinio el Viejo (23-79) en su Historia Natural, a causa de la rivalidad de la Biblioteca de Pérgamo con la Biblioteca de Alejandría, Ptolomeo Filadelfos prohibió la exportación de papiro; en consecuencia, en Pérgamo se inventó el pergamino; éste se conseguía preparando la piel de cordero, de asno, de potro y de becerro, y cuando más lisa y suave fuera la piel que se utilizaba, más se la apreciaba. El pergamino era más resistente que la hoja de papiro y además ofrecía la ventaja de que se podía escribir sobre ambos lados.

Ptolomeo III Everguétis (el 'Benefactor') será el fundador de la Biblioteca-hija en el Serapeum (templo dedicado a Serapis, una divinidad que deriva de la unión de Osiris y Apis identificada con Dionisos), en la Acrópolis de la colina de Rhakotis, que sumará 700.000 libros, según el escritor latino Aulio Gelio (c.123-c.165). Esta finalmente reemplazará a la Biblioteca-madre a fines del siglo I a.C., luego del incendio provocado durante las luchas entre los legionarios de Julio César y las fuerzas ptolemaicas de Aquilas, entre agosto del 48 y enero del 47 a.C. en el puerto de Alejandría.

Durante el siglo IV d.C., luego de la proclamación del cristianismo como la religión oficial del imperio romano, la seguridad de los santuarios griegos comenzó a ser amenazada. Los viejos cristianos de la Tebaida y los prosélitos odiaban la Biblioteca porque ésta era, a sus ojos, la ciudadela de la incredulidad, el último reducto de las ciencias paganas. Por esa época parecía impensable que un siglo antes allí hubiera estudiado y formado cientos de discípulos un filósofo como Plotino (205-270), fundador del neoplatonismo.

La situación se tornó particularmente crítica durante el reinado de Teodosio I (375-395), el emperador que no aceptó tomar el título pagano de pontífice máximo y que trató de acabar con la herejía y el paganismo. Por orden de Teófilo, obispo monofisita de Alejandría, que había peticionado y conseguido un decreto imperial, el Serapeum, el complejo que contenía la preciosa biblioteca y otras dependencias fueron destruidos y saqueados. "Tras el edicto del emperador Teodosio I en el año 391, mandando cerrar los templos paganos, esta magnífica Biblioteca-hija pereció a manos de los cristianos en el 391, fecha de la violenta destrucción e incendio del Serapeum alejandrino; las llamas arrasaron allí la última y fabulosa biblioteca de la Antigüedad. Según las Crónicas Alejandrinas, un manuscrito del siglo V, fue el patriarca monofisita de Alejandría, Teófilo (385-412), conocido por su fanático fervor en la demolición de templos paganos, el destructor violento del Serapeum" (Pablo de Jevenois: "El fin de la Gran Biblioteca de Alejandría. La leyenda imposible", en Revista de Arqueología, Madrid, 2000, p. 37).

El renombrado historiador y teólogo visigodo Paulo Orosio (m. 418 d.C.), discípulo de san Agustín, en su Historia contra los paganos, certifica que la biblioteca alejandrina no existía en 415 d.C.: "Sus armarios vacíos de libros... fueron saqueados por hombres de nuestro tiempo".

Su desaparición significó la pérdida de aproximadamente el 80% de la ciencia y la civilización griegas, además de legados importantísimos de culturas asiáticas y africanas, lo cual se tradujo en el estancamiento del progreso científico durante más de cuatrocientos años, hasta que felizmente sería reactivado durante la Edad de Oro del Islam (siglos IX-XII) por sabios de la talla de ar-Razi, al-Battani, al-Farabi, Avicena, al-Biruni, al-Haytham, Averroes y tantos otros.

Mitómanos y detractores

Entre la avalancha de acusaciones que señalan a los árabes musulmanes como los autores de la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, hemos seleccionado tres ejemplos. El primero se refiere a la nota titulada "¡Prendan fuego!", firmada por Belisario Segón y aparecida en El Tribuno de Salta (domingo 23 de febrero de 1986, pp. 4 y 5). De la misma extractamos estos párrafos: "Ese ejercicio perverso de prender fuego al saber escrito -pretextando cualquier motivo de tipo religioso, racial, político o ideológico- pasó a la historia con el nombre de 'omarismo' (...) ¿Cuándo nace el 'omarismo'? Probablemente con la quemazón de la Biblioteca de Alejandría. Se sabe que la incineración de sus libros respondió a un programa de gobierno cuyo jefe -en ese entonces dueño de un gran imperio- fue el califa Omar. Él, al mando de un ejército de 4.000 hombres, en nombre de Mahoma, entró a conquistar Egipto en el año 640. (...) Cuando llegó a tomar Alejandría, el oficial que comandó la patrulla que allanó la célebre biblioteca, el ignorante Amrú, se dirigió a Omar y le detalló la cantidad de libros existentes. Sin ninguna curiosidad por los legendarios y miles de papiros que había en los cientos de estantes, Omar -semianalfabeto y rudo- le espetó la siguiente frase a su miliciano: 'Si esos escritos están conformes con el Corán, son inútiles, y si ocurre lo contrario no deben tolerarse'. Entonces Amrú, dando voces de mando, salió a quemar la Biblioteca de Alejandría, como venganza de los árabes que veían en sus guerras santas el reinado de Dios. Los volúmenes y papiros fueron extraídos del edificio y enviados a las calderas de los baños de la ciudad. Sirvieron de combustible durante seis meses, perdiéndose el tesoro de la humanidad más preciado: los manuscritos originales de los mejores pensadores griegos, judíos y egipcios. El 'omarismo' había logrado su objetivo gracias a un grupo de sarracenos fanatizados. (...) El fanatismo de Omar, ¿hasta cuándo seguirá acechando a las obras maestras escritas y a las bibliotecas de todos los tiempos?".

El segundo ejemplo fue publicado por el matutino Clarín (martes 25 de septiembre de 1990), en su suplemento de Ciencia y Técnica (p. 3), con el título "¡Algo se quemó en Alejandría!" y la signatura del articulista Leonardo Moledo, que dice cosas como éstas: "La calurosa costumbre de quemar libros dista de ser un invento moderno. La Biblioteca de Alejandría, que fue la más grande de la antigüedad, terminó su larga vida al ser incendiada por el califa Omar en el año 644, que lo hizo basándose en un curioso argumento: 'Los libros de la biblioteca o bien contradicen al Corán, y entonces son peligrosos, o bien coinciden con el Corán, y entonces son redundantes. Este razonamiento notable, que fue objeto de un exquisito comentario del filósofo argentino Tomás Simpson, costó a la memoria humana una buena cantidad de obras irrecuperables".

El último ejemplo son los versos finales del poema de Borges que lleva por título "Alejandría, 641 A.D." (J.L. Borges: Obra Poética, Emecé, Buenos Aires, 1977, pp. 507-508):
En el siglo I de la Hégira,
Yo, aquel Omar que sojuzgó a los persas
Y que impone el Islam sobre la tierra,
Ordeno a mis soldados que destruyan
Por el fuego la larga Biblioteca...

Los inventores de la leyenda

El profesor Mustafá el-Abbadi, doctorado en la Universidad de Cambridge y director de la Nueva Biblioteca de Alejandría, es el especialista que ha analizado concienzudamente los pormenores de la invención, esclareciendo acabadamente sobre los personajes y móviles que la fraguaron: "En el año 642, el general árabe Amr conquistó Egipto y ocupó Alejandría. Los acontecimientos del comienzo de la conquista árabe han sido relatados por historiadores de ambos bandos, tantos árabes como coptos y bizantinos. Sin embargo, durante más de cinco siglos después de la conquista no se puede encontrar ninguna referencia a una biblioteca de Alejandría bajo la dominación árabe. De repente, a principios del siglo XIII, encontramos un relato en el que se describe cómo Amr había quemado los libros de la antigua biblioteca de Alejandría" (Mustafá el-Abbadi: La Antigua Biblioteca de Alejandría. Vida y destino, Unesco, París-Madrid, 1994, p. 184).

Seguidamente, el profesor El-Abbadi se refiere a dos escritores árabes que, por razones estrictamente relacionadas a su tiempo, se encargaron de fabricar los argumentos que darían pie a la leyenda. Uno es Abdulatif al-Bagdadi, nacido y muerto en Bagdad (1162-1231); el otro es Ibn al-Qifti, nacido en Qift (la antigua Coptos), Alto Egipto, en 1172, y fallecido en Alepo en 1248. Sobre Abdulatif dice El-Abbadi que "era un gran médico que residió en Siria y Egipto hacia el 1200 (565 de la Hégira). A raíz de su visita a Alejandría cuenta en un texto confuso que vio el gran pilar (normalmente llamado el Pilar de Pompeyo), alrededor del cual se encontraban otras columnas. Entonces añade una opinión personal: "Creo -dice- que se trataba del emplazamiento del pórtico donde Aristóteles y sus sucesores impartían sus enseñanzas; era el centro de estudio creado por Alejandro cuando fundó la ciudad; ahí se encontraba el almacén de libros que fue incendiado por Amr, por orden del califa Omar [Viaje a Egipto, Ifada wa I'tibar]. Es evidente que lo que Abdulatif dice a propósito de Aristóteles y Alejandro es incorrecto; el resto de sus afirmaciones acerca del incendio del depósito de libros no está documentado y por lo tanto no tiene valor histórico." (El Abbadi: Op. cit., p. 185).

Vale recordar que Aristóteles nunca estuvo en Alejandría y que cuando Alejandro fundó su primera Alejandría delante de la isla de Faros, no vería ningún edificio pues partió rápidamente hacia el oasis de Siwa para luego continuar con su expedición al Asia Central y la India. La clave de esta fábula es, sin embargo, Ibn al-Qifti. Éste relata que había un cura copto llamado Juan el Gramático que presenció la ocupación de Alejandría por los musulmanes y trabó amistad con Amr Ibn al-'Ãs al-Quraishi (594-663) -el fundador de al-Fustat (origen urbano de El Cairo)-, a quien solicitó el acceso a los libros de sabiduría que pudieran encontrarse en el tesoro real de los bizantinos, negándose Amr a disponer de tales libros sin la autorización del califa Umar Ibn al-Jattãb (591-644), la que solicitó por carta, recibiendo la respuesta conocida.

Ibn al-Qifti comete una acronía al ubicar a Juan el Gramático a mediados del siglo VII. Éste, también llamado Juan Filopón (Philoponos), había sido un filósofo y gramático griego cristiano que vivió entre 490 y 566 y jamás pudo estar con vida en Alejandría en 641. Dice El-Abbadi: "Más importante es el segundo relato, mucho más completo, que Ibn Al-Qifti proporciona en su Historia de los Sabios (en el siglo XIII d.C. o siglo VII de la Hégira)... Amr ordenó entonces repartir los libros entre los baños de Alejandría para que fueran utilizados como combustible para la calefacción, se requirieron seis meses para quemarlos." "Escuchad y maravillaos", concluye el autor.

Después de Ibn Al-Qifti, otros autores árabes repitieron su relato, a veces entero, a veces de forma abreviada. No fue conocido en Europa hasta el siglo XVII, cuando dio pie a una polémica sobre la autenticidad de todo el relato. Éste ha sido criticado en numerosas ocasiones, aunque apenas hay dudas de que J.H. Butler, también arabista, era el historiador más calificado para formular objeciones [J.H. Butler: The Arab Conquest of Egypt, Oxford, 1902; 2ª ed., P.M.Fraser, 1978, pp. 400 y ss.] ... A partir del siglo IV los libros solían ir escritos sobre pergamino, que no arde. El móvil del uso económico, consistente en quemar los libros para calentar los baños públicos, revela el carácter ficticio de toda la historia" (El-Abbadi: Op. cit., pp. 186-187).

Analicemos hasta qué punto son absurdos los argumentos de esta leyenda. Se pretende que el número de los baños que fueron calentados por los volúmenes de la biblioteca eran cuatro mil. Por consiguiente, si se hubieran destruido veinte volúmenes solamente por baño y por día, el total luego de seis meses sería de 14 millones cuatrocientos mil volúmenes. Ahora bien, si los baños de Oriente tenían piscinas de agua caliente a sesenta grados, es totalmente imposible que veinte volúmenes puedan dar el número necesario de calorías; y si tenemos que multiplicar por cinco, como ejemplo, el número de volúmenes de cada baño, se pasará al límite del desatino. Tengamos presente que el número mayor de volúmenes que albergó la biblioteca alejandrina fue de setecientos mil, y es probable que ésa sea incluso una cifra un poco exagerada.

Ahora veamos el resto de la investigación del profesor El-Abbadi que nos conducirá a una insospechada conclusión: "Primeramente, el pasaje relativo a Juan el Gramático esta extraído casi literalmente de la obra de Ibn Nadim [que vivió en Bagdad entre 936-c.995/998, autor del famoso Kitab al-Fihrist, 'El Libro de los índices']... Es significativo que Al-Nadim hubiera consignado todos los detalles tomados por Al-Qifti sobre la vida de Juan el Gramático, incluyendo su relación con Amr; pero no menciona la conversación sobre la biblioteca... en cuanto al pasaje relativo al divertido intercambio de mensajes entre Amr y el califa, y el modo tan utilitario de emplear los libros para calentar los baños, no se encuentra ninguna fuente más antigua. Esto muestra que, hasta el siglo XII, los escritores árabes y bizantinos se interesaban por la Biblioteca de Alejandría y su historia, pero ninguno de ellos tenía constancia de que hubiera sobrevivido hasta la conquista árabe. Es, por lo tanto, razonable pensar que sólo el tercer pasaje, el que se refiere a los libros arrojados al fuego por Amr, es una invención correspondiente al siglo XII (siglo VII de la Hégira).

Para confirmar esta suposición, hay que aportar dos precisiones. ¿Qué acontecimiento se produjo en el siglo XII que pudiera suscitar un repentino interés por el destino de la Biblioteca de Alejandría y que se llevara a responsabilizar a Amr de su destrucción? Por otra parte, ¿por qué después de un total silencio de más de ocho siglos tras la destrucción del Serapeum, Ibn Al-Qifti se muestra tan deseoso de contar tal historia con todo lujo de detalles?

Para responder a la primera pregunta, debemos recordar que los siglos XI y XII (siglos V y VI de la Hégira) fueron una época decisiva en la historia de las Cruzadas y determinante en la historia del mundo. Es en esos dos siglos cuando se decide el futuro de la historia del mundo... Por entonces ya se sabía que, en las grandes ciudades del mundo musulmán, había bibliotecas célebres que reunían gran cantidad de libros y, concretamente, antiguos libros griegos... La traducción del árabe al latín se convirtió en un elemento clave para el renacimiento del saber, y muchas obras de los clásicos griegos fueron conocidas indirectamente en Europa gracias a traducciones árabes. Además de las obras de Euclides, las de Hipócrates y las de Galeno, la Almagesta de Ptolomeo, las de Aristóteles con los comentarios de Avicena, las de Averroes y muchas otras fueron sistemáticamente investigadas y traducidas del árabe al latín en Occidente, durante los siglos XII y XIII.

Durante esa época, la situación de los libros y de las bibliotecas en el Oriente musulmán fue totalmente diferente. Algunos incidentes ocurridos en tiempos de las Cruzadas, en los siglos XI y XII, tuvieron como consecuencia la destrucción de las bibliotecas. El primer hecho de este tipo tuvo lugar durante la gran hambruna que azotó Egipto hacia 1070 (460 de la Hégira): el califa fatimita Al-Mustansir se vio obligado a poner en venta miles de libros de la Gran Biblioteca Fatimita de El Cairo para pagar a sus soldados turcos. En cierta ocasión vendió "18.000 libros relacionados con las ciencias antiguas"...

Tras establecer su poder en Egipto, Saladino necesitaba mucho dinero para proseguir sus campañas contra los cruzados y pagar a quienes le habían ayudado o servido. Por eso ofreció o puso en venta muchos de los tesoros que había confiscado. Sabemos que en dos ocasiones las colecciones de las bibliotecas públicas figuraron entre estos tesoros... Según Maqrizi [historiador nacido en el Líbano en 1365 y muerto en Egipto en 1442, autor de al-Jitat, 'El Catastro'], después de que Saladino conquistara Egipto (1171, 567 de la Hégira), anunció la distribución y venta de los enseres de la célebre biblioteca fatimita... El hecho aparece confirmado por los detalles aportados por Abu Shama [historiador damasquino que vivió entre 1203-1268, autor de Kitab ar-Raudatein fi ajbar al-daulatein, 'Libro de los dos jardines'], quien cita a uno de los ayudantes de Saladino, Al'Emad, que indicó que la biblioteca contenía en aquella época "120.000 volúmenes encuadernados en cuero de los libros inmortales de la antigüedad...; ocho cargamentos de camello transportaban parte de estos libros hasta Siria". Así fue como Saladino liquidó los restos de una biblioteca que antaño, según Abu Shama, había contenido más de dos millones de volúmenes, antes de que los fatimitas empezaran a venderlos... De todo esto se deducen dos puntos importantes. En primer lugar, había un importante aumento de la demanda de libros en Occidente en la época de las Cruzadas, en concreto en el siglo XII, un período en el que Europa recupera el gusto por el saber y que ha sido llamado protorrenacimiento... El segundo aspecto sorprendente es la tristeza que se desprende de los relatos, y que se traduce en el sentimiento generalizado de rencor y descontento ante la pérdida de tan preciado patrimonio de sabiduría. Saladino fue punto de mira de amargas críticas, en particular de algunos supervivientes del antiguo régimen, a los que temía y que intentó eliminar. En consecuencia, era necesario que los partidarios del nuevo orden se movilizasen para defenderlo y justificar los actos del nuevo soberano. Sin duda fue por eso por lo que Ibn Al-Qifti [su padre había servido a Saladino como juez en Jerusalén y él mismo fue juez en Alepo desde 1214] hizo figurar en su Historia de los Sabios el fantasioso pasaje de la orden dada por Amr de utilizar los libros de la Antigua Biblioteca de Alejandría como combustible para calentar los baños públicos de la ciudad, con lo que daba a entender que es menor crimen el vender los libros en una situación de necesidad, que arrojarlos al fuego" (El-Abbadi: Op. cit., pp. 188-196).

La versión de Abulfaragius

Iuhanna Abu al-Farag Ibn al-Ibri (1226-1289), latinizado Abulfaragius Bar Hebraeus ('el hijo del hebreo'), era hijo de un médico judío, Aarón de Malatia (hoy Turquía), que se hizo cristiano. En 1264 fue nombrado mafrián, arzobispo de los jacobitas orientales; su asiento estaba en Mosul (Irak), sin embargo, habitaba las ciudades iraníes de Tabriz y Maragha, donde residían los emperadores mogoles. Bar Hebraeus es autor de una voluminosa obra de la historia de Siria, país donde residió largo tiempo, y otra conocida en Occidente como "Historias de las Naciones" (History of Nations, traducida por Edward Pococke, Oxford, 1665; 2ª ed. 1806). Su obra, incongruente y contradictoria, no es para nada confiable. Los historiadores europeos de los siglos XVII y XVIII especializados en temas árabes e islámicos como Gibbon, Ocley, Gagnier, Boulainvilliers o Niebuhr sólo tomaron en cuenta sus descripciones geográficas y culturales, obviando sus comentarios sobre los hechos políticos, por lo general insubstanciales e indocumentados.

Los modernos investigadores señalan a este conspicuo representante monofisita como el propagador principal del mito de la quema de la biblioteca alejandrina por los árabes, que sirvió durante cierto tiempo para echar una columna de humo sobre la identidad del verdadero responsable, su correligionario Teófilo: "El hecho es que se trata de una invención tardía, con fines de desprestigio político, tejida en el siglo XIII, 600 años más tarde de la conquista árabe de Egipto y en plenas Cruzadas; su súbita aparición coincide con la breve conquista de Alejandría y Egipto por San Luis IX (1249-50), en la VII Cruzada, lo que despertaría el interés por la ciudad legendaria y reavivaría la memoria de la pavorosa destrucción por los cristianos monofisitas de la Biblioteca-Hija de Alejandría, la última gran biblioteca de la Antigüedad. El mismo siglo XIII que vio además a los últimos cruzados abandonar el Medio Oriente, tras el fracaso de la VII Cruzada y las victorias de Baybars, el sultán mameluco de Egipto, en 1260. Quien propagó la leyenda fue un enciclopedista sirio monofisita, Aboul Farag Ibn al-Ibri, monje de Antioquía, obispo de Lakabin a los veinte años, más tarde de Alepo y Primado de la comunidad cristiana oriental hasta su muerte (...) Su acusación aparece inserta en su Specimen Historiae Arabum, dentro de su obra más famosa, Chronicon Syriacum, historia universal desde Adam hasta su tiempo, escrita en siríaco, con un resumen en árabe. (...) El relato finaliza acusando al general Amru de haber quemado entonces los miles de libros de la famosa Biblioteca de Alejandría por orden del califa Omar, haciéndole a él y a su pueblo responsable ante la Historia de semejante hecatombe cultural. Así nació la versión imposible de la leyenda, a fines del medievo, en el siglo XIII. (...) Esta singular afirmación de Abulfaragius es un hapax legomenon, apareciendo una sola vez en todo el medievo. Incluso única en su género, provocaría la difusión en Occidente de la famosa leyenda atribuyendo el incendio de la Gran Bibloteca a sus más encarnizados enemigos de la época, a la religión rival monoteísta que llegaba triunfante del fondo del desierto arábigo. (...) La leyenda, sesgada y falsa, ignora completamente la afirmación del obispo de Constancia y padre de la Iglesia, Epiphanios (315-403), en su Patrología Graeca, quien afirmaba que "... el lugar de Alejandría donde una vez estuvo la Biblioteca, ahora es un páramo". (...) Por tanto, la leyenda es, efectivamente, una fábula inventada, un engaño imposible que no resiste ni un somero análisis crítico. Los árabes nunca incendiaron la Gran Biblioteca de Alejandría; sencillamente porque, cuando llegaron en el siglo VII, ya hacía cientos de años que no existía" (Pablo de Jevenois: Op. cit, pp. 27, 28, 32 y 41).

En realidad, Abulfaragius no fue nada original y no hizo otra cosa que repetir las historietas de Abdulatif de Bagdad e Ibn al-Qifti ya explicadas.

Gustavo Le Bon (1841-1931), el islamólogo francés, añade que "Amru se mostró indulgente con los habitantes de la gran ciudad, y no sólo les evitó todo acto de violencia sino que procuró ganarse su voluntad, escuchando todas sus reclamaciones y procurando satisfacerlas. En cuanto al pretendido incendio de la biblioteca de Alejandría, semejante vandalismo eran tan impropio de las costumbres de los árabes, que cabe preguntarse cómo tan disparatada leyenda ha podido hallar crédito durante tanto tiempo entre muchos escritores formales (...) Ha sido facilísimo demostrar por medio de citas muy claras, que muchos antes de los árabes, los cristianos habían destruido los libros paganos de Alejandría con el mismo tesón conque habían destruido las estatuas, y por consiguiente que Amru no quemó ni halló libros que quemar" (G. Le Bon: La Civilización de los Arabes, Editorial Arábigo-Argentina "El Nilo", Buenos aires, 1974, capítulo IV, p. 193).

"La leyenda muy bien pudo nacer de la necesidad de explicar la desaparición de la biblioteca, cuya existencia se conoció más tarde en el mundo musulmán cuando se tradujeron las obras de los grandes filósofos y científicos griegos al árabe" (Hipólito Escolar Sobrino: La Biblioteca de Alejandría, Gredos, Madrid, 2001, pp. 123-124).

Por último, quisiéramos citar el comentario que hace el doctor Muhammad Mahir Hamada para refutar los argumentos de la leyenda: "El hecho de quemar libros y de destruir los vestigios de las civilizaciones no está en la naturaleza del Islam ni en la de los musulmanes, puesto que el Islam es una religión que fomenta el saber y el estudio" (M.M. Hamada: Al-Maktabat fil-Islam 'Las bibliotecas del Islam', Al-Risala Publishers, El Cairo, 1390/1970, p. 24, en árabe).

Bibliófilos por tradición

Sabido es entre los hombres de ciencia y erudición que los musulmanes siempre han mostrado por los libros el mayor de los respetos y los cuidados. Siempre estuvieron más orgullosos de sus bibliotecas y librerías que de sus armas, palacios y jardines. Durante el siglo X, en la Alta Edad Media, cuando los castillos de los príncipes cristianos tenían bibliotecas de diez volúmenes, mientras no excedían de treinta a cuarenta las de los monasterios más famosos por su ciencia, como Cluny o Canterbury, la de los califas de Córdoba alcanzaban los cuatrocientos mil.

2007-02-23 21:13:05 · answer #1 · answered by Tito 5 · 2 0

Es muy difícil saberlo. Lo que sí parece casi seguro es que allí se perdió la obra de Aristóteles (aunque algunos creen que se vendió antes del desastre), conservándose sólo los escritos de sus clases (se perdió toda la obra publicada) a través de los autores árabes.

2007-02-23 20:57:45 · answer #2 · answered by Nyro 6 · 2 0

Se perdió toda la ciencia acumulada en millones de volúmenes. Resumía todo el conocimiento de la humanidad . Imaginate que todo libro , prestado , alquilado , traido como botín de guerra , etc, era copiado y acumulado ahí. Te recomiendo que leas (o mires la serie ) Cosmos , de Carl Sagan , cuyos primeros capítulos comienzan allí y donde el gran científico explica tu pregunta con lujo de detalles , y como los cristianos mataron a pedradas a la última directora , por lo cual fueron elevados a la categoría de santos.

2007-02-23 21:04:38 · answer #3 · answered by Jorge P 3 · 1 0

la historia, ciencia de toda la humanidad hasta ese momento, hubo que volver atrtas en muchas cosas para poder recomenzar los conocimientos Lamentable ! todos "incunables"(piezas unicas)

2007-02-23 20:52:20 · answer #4 · answered by Anonymous · 1 0

AAAAII POR DIOS AHORA LA IGLECIA CATOLICA TAMBIEN ESTA IMPLICADA EN LA QUEMA DE LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRIA Y METIERON UNA ZARTA DE PELOTUDECES QUE NADA TIENEN QUE VER FUE QUEMADA DE MODO ACCIDENATAL DURANTE LAS INCACIONES ARABES NO SEAN ESTUPIDOS Y ESOS OTROS INVESTIGADORES DE DONDE CARAJO SACARON QUE LA IGLECIA CATOLICA MANDO A QUEMAR TODOS DEJEN DE JODER FEAN LAS FECHAS Y COINCIDEN CON LAS INVACIONES RESULTA QUE AHORA TODO LOS QUILOMBOS EN EL MUNDO SON A CAUSA DE LA IGLECIA CATOLICA??' POR FAVOR DEJEN DE DELIRAR USTEDES NO TIENEN NI **** IDEA DE LOS PRESEPTOS DE CRISTO Y DE NUESTRA IGLECIA LE CREEN A CUALQUIER PELOTUDO PARECIDO A DOWN BROWN QUE ES UN MASON ANTES NO SE MENTIA DE LA FORMA QUE SE MIENTE HOY DIA ASI QUE LO DE LOS ARABES EL REAL LE PREGUNTARIA A ESOS OTROS ESCRITORES SI NO ERAN MASONES LA MASONERIA NUNCA SE LLEVO CON LA IGLECIA CATOLICA USTEDES ESTAN DEFENDIENDO A LOS MISMOS SERES EXTRATERRENOS O DIMENSIONALES QUE MARAVILLARON AL MUNDO CON SU TECNOLOGIA Y PARA UN IDIOTA QUE NO CONOCE SOBRE TECNOLOGIA LO CREERA COMO UN DIOS Y NADA QUE VER ESOS SON LOS IDOLOS CON PIES DE BARRO QUE SE REFIERE LA BIBLIA Y AL DEFENDER ESTOS DICIENDO QUE LA CAUSANTE DE TODO ES LA IGLECIA CATOLICA ESTAN DEFENDIENDO A ESTOS SERES A SUS IDOLOS CON PIES DE BARRO POR FAVOR SEAN COHERENTE JESUS NO VINO A METER VIOLENCIA Y ESO LO SABIAN BIEN SUS APOSTOLES Y SUS SEGUIDORES EN EL PUEDO ASI QUE ES IMPOSIBLE QUE LA DETERMINACION DE QUEMAR ESO SEA DE LA IGLECIA CATOLICA NO SE DAN CUENTA QUE LOS MASONES ABORRESEN LA IGLECIA DE JESUS POR QUE ELLOS SON SATANISTAS INCLUSO SE PUEDE DECIR QUE FUERON LOS MASONES QUE QUEMARON LA IGLECIA PARA LLEVARS ELA TECNOLOGIA CON ELLOS Y ESCLAVIZAR A LA HUMANIDAD NO SEAN PAVOS DE CREER A ESTOS PROFETAS FALSOS DE QUE TODA LA CULPA DE TODO LA TIENE LA IGLECIA DE CRISTO POR FAVOR SEAN MAS SENSATOS PARECEN IDIOTAS QUE HABLAN SIN SABER DE NADA SOLO POR QUE JUAN PELOTA DIJO QUE EL PAPA HIZO ESTO O EL OTRO TODOS LE CREEN ACASO USTEDES ESTUVIERON AHI?? LA HISTORIA ES UNA MENTIRAS CONSTANTE USTEDES CREEN EN LA HISTORIA?? LO UNICO REAL QUE TENEMOS Y SIN MENTIRAS ES LA SANTA BIBLIA Y A JESUS LO DEMAS ES PURA MANIPULACION ME EXTRAÑA QUE SE CREAN TAN VIVOS CREYENDO SEMEJANTE PELOTUDES

2014-06-27 07:47:29 · answer #5 · answered by Anonymous · 0 0

Se perdieron los k la llama consumió!

2007-02-24 09:19:59 · answer #6 · answered by Alrod 3 · 0 0

se perdio de todo,dicen que cuando cleopatra vio arder la biblioteca lloro,pues se perdian anos de sabiduria.
La Biblioteca Real de Alejandría fue en su época la más grande del mundo. Se cree que fue creada a comienzos del siglo III adC por Ptolomeo I Sóter y que llegó a albergar hasta 700.000 envolúmenes. Una nueva Biblioteca de Alejandría promovida por la UNESCO fue inaugurada en 2003. Ambas situadas en Alejandría, Egipto.
La historia de la Biblioteca de Alejandría, de cómo debió ser, de cómo trabajaron sus sabios, incluso del número exacto de volúmenes y el nombre de sus obras no tiene rigor científico, tal y como los eruditos entienden el rigor. El conocimiento de esta gran institución se tiene a través de muy pocos testimonios, y aun estos son esporádicos y desperdigados. Los investigadores y los historiadores de los siglos ** y XXI insisten en aclarar que se trata en cierto modo de una utopía retrospectiva. La biblioteca existió, de eso no hay ninguna duda, pero todo lo escrito sobre ella es a veces contradictorio, dudoso, enigmático, lleno de suposiciones y se ha ido desarrollando a partir de muy pocos datos que, la mayoría de las veces, son sólo aproximaciones. Apenas hay certezas. Se trata de un concepto mítico, de aquello que debió ser, de lo que pudo ser su encanto.
Ptolomeo I Sóter (362 adC-283 adC) mandó construir en Alejandría el gran palacio que serviría de alojamiento a toda la dinastía Ptolemaica. Al otro lado del jardín y conocido desde el principio con el nombre de Museo se erigió otra gran edificación. Lo llamaron así por respeto a la sabiduría, porque lo consideraron como un santuario consagrado a las Musas, que eran las diosas de la memoria, de las artes y de las ciencias. El edificio constaba de varias estancias dedicadas al saber, que con el tiempo fueron ampliándose y tomando más importancia.
Se sabe que desde el principio la biblioteca fue un apartado al servicio del Museo. Pero más tarde, cuando esta entidad adquirió gran importancia y gran volumen, hubo necesidad de crear un anexo cercano. Se cree que esta segunda biblioteca (la biblioteca hija) fue creada por Ptolomeo III Evergetes (246 adC-221 adC). El lugar donde se estableció esta parte nueva fue en la colina del barrio de Racotis (hoy se llama Karmuz), en un lugar de Alejandría más alejado del mar, en el antiguo templo erigido por los primeros ptolomeos al dios Serapis, llamado el Serapeo. Esta segunda biblioteca debió ser sin duda la que resistió el paso de algunos siglos, conquistando como la anterior la fama y el prestigio del mundo conocido. En la época del Imperio Romano, los emperadores la protegieron en gran manera. La modernizaron incorporando calefacción central mediante tuberías con el fin de mantener los libros bien secos en los depósitos subterráneos.
Esta biblioteca-hija sustituyó a la primera durante bastantes años. Después del desastroso incendio de Alejandría, cuando guerrearon las naves de Julio César contra las egipcias, Cleopatra VII se refugió en la ciudad de Tarso (en la actual Turquía) junto con Marco Antonio. Fue entonces cuando le ofreció los 200.000 manuscritos traídos desde la biblioteca de Pérgamo (en Asia Menor) pertenecientes a la Biblioteca del rey Attalo. Cleopatra los depositó en la nueva biblioteca. Fue una especie de recompensa por las pérdidas ocasionadas en el incendio.
Pero la nueva biblioteca corrió el mismo designio de tragedia y destrucción. En el siglo III después de Cristo, el emperador Diocleciano quien —según cuentan los historiadores— era muy supersticioso, ordenó la destrucción de todos los libros relacionados con la alquimia. Más tarde, en el año 391, el patriarca de Alejandría Teófilo expolió la biblioteca al frente de una muchedumbre enfurecida con fanatismo religioso. El Serapeo fue entonces demolido piedra a piedra y sobre sus restos se edificó un templo cristiano.
Seguramente se salvarían buena parte de los libros de la biblioteca y seguramente pusieron también a buen recaudo el sepulcro de Alejandro Magno. Los arqueólogos no pierden la esperanza de encontrar ambas cosas enterradas quizás en el desierto de Libia. Pero en la colina donde estaba el templo de Serapis nunca se volvió a reconstruir la biblioteca. En el año 416, Orosio (teólogo e historiador hispanorromano) vio con mucha tristeza las ruinas de aquella ciudad que había sido magnífica y las ruinas de la colina. Los arqueólogos que emprendieron su trabajo en el siglo XIX dan fe de la violencia que debió desatarse en aquel lugar. Sus testimonios científicos no salieron nunca a la luz para su divulgación.
En el siglo VI hubo en Alejandría luchas violentas entre los cristianos monofisitas y los melquitas y más tarde aún, en el 619 los persas acabaron de destruir lo poco que quedaba en esta ciudad. La historia que se cuenta de la destrucción ocasionada por el emir musulmán Amr ibn al-Ass no encaja con las fechas de la destrucción. Los historiadores aseguran que cuando este caudillo entró en Alejandría no encontró más que desolación y ruinas. Sin embargo la leyenda dice que cuando el comandante musulmán Amr ibn al-Ass terminó la conquista de Egipto, comunicó a su jefe el califa Omar I todo lo que había encontrado en la mítica ciudad de Alejandría, y le habló de la biblioteca para pedirle las instrucciones sobre qué hacer con esa cantidad de libros. A lo que el califa, según cuentan, respondió: Si los libros contienen la misma doctrina del Corán, no sirven para nada porque repiten; si los libros no están de acuerdo a la doctrina del Corán, no tiene caso conservarlos. Lo cierto según los hechos históricos es que no existía entonces ya tal biblioteca.

2007-02-24 05:24:07 · answer #7 · answered by ORI$ALL3 7 · 0 0

Todo el conocimiento de la Humanidad hasta entonces...quizás de existir esos antugüos documentos...no estaríamos pasando todo lo que estamos viviendo, ese incendio...causado por manos criminales nos cambiaron la historia...

2007-02-23 21:44:37 · answer #8 · answered by Anonymous · 0 0

Han quedado lamentablemente unos huecos historicos inrremplazables. Es uno de las mayores tragedias culturales, históricas y cientificas. ptolomeo la mando a construír y el edificio no solo era una biblioteca era una especie de universidad, los mejores libros de historia de grecia de babilonia de roma, estudios sobre matematicas geometrias, que nunca veremos edipo rey es una que ha sobrevivido pero habían escritos por ejemplo sobre la construcciónes de las pirámides, que han desaparecido o volumenes de libros que han quedado incompletos y nos narraba sobre el origen del hombre, solo hay que pensar que hoy podriamos tener una historia escrita por los historiadores de aquella época, cuyos datos serías mas fiables que algunas suposiciones que los arquelogos del presente se ven obligados hacer por falta de fuentes exactas, por eso creo que ha sido una gran tragedia para la humanidad.

2007-02-23 21:17:25 · answer #9 · answered by Anonymous · 0 0

cREO QUE FUE PROVOCADO

2007-02-23 20:51:35 · answer #10 · answered by aurora T 4 · 0 0

fedest.com, questions and answers