No, lamentablemente, la ciencia y la fe no son compatibles, y es mejor que la gente lo entienda de una vez. Pero el no ser compatibles no significa que una sea mala y la otra no, simplemente no son compatibles, motivos :
La ciencia tiene un METODO, un metodo que se basa en observaciones, mediciones, analisis, planteo de hipotesis, experimentaciones, teorias, y leyes.
El metodo cientifico, es estrico en todos sus pasos, y verifica todo paso a paso, mantiene teorias, pero si alguna medicio u observacion falla, tambien la teoria. La ciencia se equivoca, pero lo ACEPTA y se corrige, retrocede un paso para avanzar dos.
La ciencia es continua, avanza, evoluciona junto con el hombre, estamos en la edad del conocimiento, y el conocimiento cientifico nos ayuda a seguir progresando.
La fe no tiene un metodo, solo esta basada en creencias, que dependen de la persona que las siga o no las siga. En la fe no se trabaja con el probaras, simplemente, en el tener fe en algo y tener la certeza que eso es cierto.
Muchos hablan que los cientificos tienen fe en algo, me pregunto yo, es fe o confianza ?, y segundo, ellos tienen confianza pero estan basados en algo real, en datos obtenidos, no en la nada. La fe no esta basada en nada, y una prueba es la siguiente :
La creacion NO ES UNA TEORIA, es solo fe, es la cuestion de creer que todo se creo magicamente, y hay que respetar a quien o quienes crean eso.
Ahora no se respeta a los creacionistas que quieren imponer o maquillar sus cosas con el famoso diseño inteligente, que es una burla a la ciencia.
La evolucion, esta basada en estudios de muchos años, desde que Darwin planteo su evolucion de las especies, hasta ahora, hay restos fosiles, geneticos, etc, y tambien siguen las pruebas, los antropologos siguen trabajando para seguir desvelando los misterios de la evolucion, pero esta SI ES UNA TEORIA, ahora practicamente una ley universal, porque se basa en observaciones, mediciones, planteo de hipotesis ( Lammarck ), etc. Asi que ahi tienes el porque no son compatibles.
Difieron con eso, son cosas totalmente distintas, ahora, si la iglesia esta aceptando la evolucion por ej, o la teoria del Big Bang, y dice coincide con datos biblicos, pues solo puedo decirles que la iglesia se ha dado cuenta que no puede mantener dogmas por miles de años, y porque sabe que en la edad del conocimiento esta perdiendo feligreses, hacia otras religiones o simplemente hay mas agnosticos o ateos, eso es lo que la iglesia quiere evitar aceptando ciertas teorias o leyes cientificas.
2007-02-22 12:12:25
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answer #2
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answered by anakin_louix 6
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HABLA GALILEO:
«Tengo dos fuentes de consuelo perpetuo. Primero, que en mis escritos no se puede encontrar la más ligera sombra de irreverencia hacia la Santa Iglesia; y segundo, el testimonio de mi propia conciencia, que sólo yo en la tierra y Dios en los cielos conocemos a fondo
Es muy común oir hablar de Galileo, no solo por sus descubrimientos sinó como ejemplo óptimo de las "atrocidades" de la Iglesia contra los hombres de ciencia.
Pero, ¿que hay de verdad?. El profesor Artigas, fÃsico, profesor de FilosofÃa de la Ciencia en la Universidad de Navarra y escritor de "Galileo en Roma. Crónica de 500 dÃas"(1), considera que «ni siquiera los católicos conocen bien el caso Galileo, aunque se utiliza con frecuencia para atacar a la Iglesia».
Para entender el caso de Galileo conviene recordar las palabras del Papa: «La escritura de la historia se ve obstaculizada a veces por presiones ideológicas, polÃticas o económicas; en consecuencia, la verdad se ofusca y la misma historia termina por encontrarse prisionera de los poderosos. El estudio cientÃfico genuino es nuestra mejor defensa contra las presiones de ese tipo y contra las distorsiones que pueden engendrar» (Juan Pablo II, 1999).
1- «Galileo en Roma. Crónica de 500 dÃas» de Mariano Artigas y William Shea (Español: Ediciones Encuentro; Inglés: Oxford Press. ). Libro basado en los documentos originales.
LA CIENCIA NECESITA LA FE Y LA FE NECESITA LA CIENCIA
El «ministro» de Cultura de la Santa Sede analiza este binomio después del caso Galileo -Zenit
CIUDAD DEL VATICANO, 7 nov 97 (ZENIT).- El caso Galileo ha sido durante más de tres siglos fuente de malentendidos y polémicas entre el mundo de la ciencia y la Iglesia católica. Cuando el 31 de octubre de 1992, Juan Pablo II reconoció públicamente los errores cometidos por el tribunal eclesiástico que juzgó las enseñanzas cientÃficas de Galileo se abrió un nuevo panorama fecundo para la relación ciencia y fe. Las consecuencias de ese acto marcarán definitivamente la historia.
El cardenal Pablo Poupard fue la persona a quien el pontÃfice habÃa encargado el estudio del caso y fue él quien le presentó los resultados sobre los que después el Papa se pronunciarÃa. En una entrevista concedida a «Zenit» el purpurado, tras revelar la manera en que la comisión que presidÃa llegó a las históricas conclusiones, describe el apasionante horizonte que se ha abierto para la relación fecunda entre la ciencia y la fe: «El mito cultural de que existe incompatibilidad entre el espÃritu de ciencia y la fe cristiana empieza ya a declinar». Por otra parte, «la Iglesia se interroga hoy más que nunca sobre los fundamentos de su fe, sobre cómo dar razón de su esperanza a este mundo moderno al que abrió sus puertas de para en par en el Concilio Vaticano II».
En este momento de crisis de ideologÃas, «la ciencia y la fe están llamadas a una seria reflexión… y a tender puentes sólidos que garanticen la escucha y el enriquecimiento mutuos». En definitiva, para el cardenal Poupard, la Iglesia está «entrando en una nueva fase histórica». Basta prestar atención a los desafÃos éticos que plantean las nuevas fronteras de la ingenierÃa genética a la ciencia para comprender la importancia de iluminar el mundo cientÃfico con el horizonte de la fe.
En definitiva, «la experiencia demuestra –explica el «ministro» de Cultura de la Santa Sede– que la ciencia ha servido para purificar a la religión de múltiples errores y supersticiones; mientras que la religión, a su vez, tiene la virtualidad de purificar la ciencia de la idolatrÃa de las ideologÃas materialistas y reduccionistas que acaban por volverse contra la dignidad del hombre».
Zenit ZE971107-3
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EL DIALOGO CIENCIA-FE, DESPUES DEL CASO GALILEO
Entrevista con el cardenal Pablo Poupard, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura
CIUDAD DEL VATICANO, 7 nov (ZENIT).- El diálogo entre fe y cultura ha marcado el pontificado de Juan Pablo II, que acaba de entrar en su vigésimo año. El pronunciamiento del Papa sobre el caso Galileo Galilei supone el momento paradigmático de esta relación. El cardenal Pablo Poupard, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, ha mantenido una entrevista con Jesús Colina, director de «Zenit», sobre este apasionante capÃtulo de la historia de la ciencia y de la Iglesia
–Eminencia, uno de los hechos más notables del pontificado de Juan Pablo II en relación con la cultura ha sido sin duda el acto del 31 de octubre de 1992, en el que el Papa reconoció públicamente los errores cometidos por el tribunal eclesiástico que juzgó las enseñanzas cientÃficas de Galileo. Usted, como presidente de la comisión pontificia que estudió el caso y que presentó sus resultados al Papa, ha sido testigo privilegiado de este acontecimiento histórico. ¿Qué valoración nos puede hacer de él? ¿Qué sentido debemos atribuir a esta intervención del Papa?
–Pablo Poupard: Ciertamente, éste es uno de los temas cruciales que ha preocupado al Papa desde el comienzo de su pontificado, y por ello ha hecho todo lo posible por aclararlo. Respecto al caso Galileo, la memoria cultural de la humanidad estaba manchada. Desde la Ilustración hasta nuestros dÃas, este caso se ha esgrimido como sÃmbolo del carácter reaccionario de la Iglesia. Piense en la presentación de Bertold Brecht y de tantos otros, para quienes la Iglesia serÃa contraria al progreso, y la fe serÃa opuesta a la ciencia. Pero no es verdad; al contrario, la fe ha constituido a lo largo de la historia una fuerza propulsora de la ciencia. No olvidemos que la ciencia moderna se ha desarrollado precisamente en el Occidente cristiano y con el aliento de la Iglesia.
La idea de Juan Pablo II era hacer, de una vez por todas, una purificación de esta memoria cultural. De ahà la iniciativa valiente del Papa de constituir una comisión que se ocupó de estudiar el caso durante once años en sus aspectos exegéticos, epistemológicos, históricos y culturales.
–¿Cómo se desarrolló el trabajo de la comisión?
–Pablo Poupard: La Comisión desarrolló una investigación exhaustiva. Básicamente, las preguntas a las que se intentó contestar fueron: ¿qué fue lo que ocurrió?; ¿cómo se produjo el conflicto?; ¿por qué se desarrollaron de este modo los hechos? Después de más de tres siglos y medio, las circunstancias han cambiado mucho y a nosotros nos parece evidente el error que cometieron la mayorÃa de los teólogos jueces de Galileo. Se trata de un problema cultural; porque en aquel momento el horizonte cultural era distinto al nuestro. HabÃa una situación de transición en el campo de los conocimientos astronómicos.
Y en segundo lugar, ciertos teólogos contemporáneos de Galileo –herederos de la concepción unitaria del mundo, que se impuso de modo universal hasta el comienzo del siglo XVII– no supieron interpretar el significado profundo –no literal– de las Sagradas Escrituras cuando describen la estructura fÃsica del universo creado. Esto les llevó a trasponer de forma indebida una cuestión de observación experimental al ámbito de la fe.
–De todos modos, Juan Pablo II, reconoció la grandeza de Galileo, y el gran sufrimiento que padeció por parte de hombres e instituciones de Iglesia.
–Pablo Poupard: Si, es verdad; pero, siendo objetivos, hay que reconocer que en torno a estos sufrimientos se ha creado un mito. Pintores, escritores y cientÃficos han descrito, durante los últimos siglos, las mazmorras y las torturas sufridas por el condenado a causa de la cerrazón de toda la Iglesia.
Desde luego, Galileo sufrió mucho; pero la verdad histórica es que fue condenado sólo a «formalem carcerem» –una especie de reclusión domiciliaria–, varios jueces se negaron a suscribir la sentencia, y el Papa de entonces no la firmó. Galileo pudo seguir trabajando en su ciencia y murió el 8 de enero de 1642 en su casa de Arcetri, cerca de Florencia. Viviani, que le acompañó durante su enfermedad, testimonia que murió con firmeza filosófica y cristiana, a los setenta y siete años de edad.
Galileo, el cientÃfico, vivió y murió como un buen creyente.
–¿no causa perjuicio al Magisterio de la Iglesia el reconocimiento de este error?
–Pablo Poupard: No, en absoluto. No está en juego la doctrina de la Iglesia
–que consiste fundamentalmente en el depósito de la Revelación divina y que, como tal, es inmutable– sino el modo de interpretar la Sagrada Escritura en sus descripciones del mundo fÃsico. Al término de los trabajos de la comisión, Juan Pablo II recordó la famosa sentencia atribuida a Baronio: «La intención del EspÃritu Santo fue enseñarnos cómo se va al cielo, no cómo está estructurado el cielo». Dios ha confiado el conocimiento de la estructura del mundo fÃsico a las investigaciones de los hombres
Como cito en mi libro sobre Galileo («Galileo Galilei, 350 anni di storia, 1633-1983», pág. 10, «hay lecciones de la Historia que no tenemos derecho a olvidar. La Revelación no tiene lugar al mismo nivel de una cosmogonÃa. La asistencia divina no ha sido donada a la Iglesia en la perspectiva de los problemas de orden cientÃfico-positivo. La infeliz condena de Galileo está ahà para recordárnoslo. Ãste es su aspecto providencial».
–Antes de la rehabilitación de Galileo por parte del Papa Juan Pablo II, el Concilio Vaticano II ya habÃa deplorado, en la «Gaudium et spes» « ciertas actitudes que a veces no han faltado entre los mismos cristianos por no haber entendido suficientemente la legÃtima autonomÃa de la ciencia». ¿No ha pasado demasiado tiempo hasta llegar a esta rehabilitación?
–Pablo Poupard: SÃ, ha pasado mucho tiempo; pero hacÃa falta para que se pudieran clarificar los criterios de interpretación de la Sagrada Escritura a la hora de tratar temas cientÃficos. Estos criterios no estaban claros en el ambiente cultural unitario de aquel entonces; ahora están ya muy asentados, y ello garantiza, en gran parte, que no se vuelvan a repetir equivocaciones parecidas. De todos modos, hay que insistir en que el acto de 1992 no ha sido una rehabilitación. Galileo Galilei, como cientÃfico y como persona, ya estaba rehabilitado desde hacÃa mucho tiempo. De hecho, cuando en 1741 se alcanzó la prueba óptica del giro de la tierra alrededor del sol, Benedicto XIV mandó que el Santo Oficio concediera el imprimatur a la primera edición de las obras completas de Galileo. En la siguiente edición de libros prohibidos, la de 1757, fueron retirados todos los que apoyaban la teorÃa heliocéntrica y, por tanto, también los de Galileo. TodavÃa más tarde, en 1822, hubo una ulterior reforma de la sentencia errónea de 1633, cuando, por decisión de PÃo VII, se concedió el imprimatur al canónigo romano Giuseppe Settele –profesor de astronomÃa y de matemática en la universidad La Sapienza de Roma– para su obra Elementos de óptica y de astronomÃa, en la que aceptaba la tesis de Galileo.
–Uno de los aspectos de la cultura que más desconcierto provocan en los fieles es el aparente conflicto entre los resultados de la ciencia y la enseñanza de la fe. La intervención del Papa en el caso Galileo, ¿puede servir para relanzar el diálogo entre la ciencia y la fe?
–Pablo Poupard: En efecto. Además de purificar la memoria cultural, el Santo Padre querÃa que los problemas subyacentes a este caso obligasen a reflexionar sobre la naturaleza de la ciencia y de la fe. Juan Pablo II saca una enseñanza muy importante para el futuro: la irrupción de una novedad cientÃfica y metodológica obliga a las distintas disciplinas del saber a delimitar mejor el propio campo y método. De hecho, en el siglo pasado y a comienzos del nuestro, el progreso en las ciencias históricas obligó a los exegetas a reflexionar sobre el modo de interpretar la Sagrada Escritura.
–¿Cuáles son LOS PRINCIPALES RETOS CON QUE LA IGLESIA SE ENCUENTRA HOY EN SU DIÃLOGO CON LA CIENCIA Y CON LA CULTURA ACTUAL?
–Pablo Poupard: Me atreverÃa a reducirlos a tres.
1 El primero de los retos podrÃamos cifrarlo en el carácter frenético del desarrollo de la ciencia, que se realiza en muchas ocasiones no sólo al margen de la religión, sino también de la moral.
2 En segundo lugar, está el influjo que continúan teniendo en el pensamiento cientÃfico los Ãdolos del cientifismo:, hace pasar por cientÃficas toda una serie de objeciones a la fe completamente ERRONEAS. QUE NO TIENEN BASE EN LA CIENCIA Y en tercer lugar, un escepticismo y un subjetivismo que, como es lógico, suelen aparecer unidos vitalmente a actitudes hedonistas ante la vida, y que no sólo actúan como gérmenes destructores de la religión, sino también de las instituciones de nuestra sociedad, e incluso de la misma ciencia, aunque pretendan fundarse en ella.
–¿Quiere decir que hay pocas esperanzas para un diálogo fructÃfero entre la ciencia y la fe?
–Pablo Poupard: No, en absoluto; las perspectivas de este diálogo son más bien prometedoras. Hace tres años dirigà un libro que mira precisamente a abrir una serie de perspectivas que permitan iniciar un diálogo renovado entre ciencia y fe, sin complejos ni desconfianzas mutuas, partiendo para ello de la esperanza que da la clarificación del caso Galileo.
–¿En qué contexto se sitúa hoy, en el umbral del tercer milenio, el diálogo ciencia-fe?
–Pablo Poupard: En un contexto esperanzador. El mito cultural de que existe incompatibilidad entre el espÃritu de la ciencia y la fe cristiana empieza ya a declinar. Resulta cada vez más claro que la fe de la modernidad
–caracterizada por una relación puramente cientÃfica con el mundo– le falta algo esencial para contactar con el aspecto más Ãntimo de la realidad y para ser fuente de sentido. Por otra parte, también la Iglesia se interroga hoy más que nunca sobre los fundamentos de su fe, sobre cómo dar razón de su esperanza a este mundo moderno al que abrió sus puertas de par en par en el Concilio Vaticano II. Vivimos en un contexto de crisis del paradigma cultural. La ciencia, que es cada vez más consciente de sus propios lÃmites y de su necesidad de fundamentación, sigue desafiando a la Iglesia con una exigencia de rigor racional en la presentación de su mensaje (cf. Libro del cardenal Pupard «Buscar la verdad en la cultura contemporánea», Ciudad Nueva, Buenos Aires, 1995, pp. 52-53). La Iglesia tiene conciencia de estar entrando en una nueva fase histórica; y, al mismo tiempo, sabe que la esperanza que ha puesto en Cristo –y que ofrece al mundo de hoy como su riqueza mayor– no se verá defraudada.
–¿En qué campos se realiza hoy en dÃa el diálogo entre la ciencia y la fe?
––Pablo Poupard: Uno de los campos de más importancia en la actualidad es el de la antropologÃa, que, con sus posibles aplicaciones, tiene una incidencia más directa que nunca sobre la persona y sobre el pensamiento humano. Se trata de aplicaciones cientÃficas que, a veces, parecen amenazar los fundamentos mismos de lo humano. Cerrando el caso de Galileo, Juan Pablo II hace un llamamiento a todos los cientÃficos y hombres de cultura para que presenten una antropologÃa que sea capaz de acoger todos los descubrimientos de las ciencias humanas y que respete al mismo tiempo la singularidad irrepetible de la persona humana. El Santo Padre parece clamar: Estad atentos vosotros, ingenieros, cientÃficos, que estáis dispuestos a manipular y a experimentar; estad atentos y preguntaos: ¿respetáis suficientemente la humanidad del hombre, o estáis más bien contribuyendo a destrozarla? EL PAPA PIDE A LOS CIENTIFICOS QUE RESPETEN AL SER HUMANO, NO MANIPULARLO NI EXPERIMENTAR CON EL.
–¿Cuáles son las bases para este diálogo entre la ciencia y la fe que el Papa promueve?
–Paul Poupard: Lo primero que habrÃa que decir es que tanto la ciencia como la fe son dos elementos fundamentales de la cultura que pueden ser caracterizados por su relación a la verdad. En la actualidad, junto con una tendencia a la VS fragmentación y a la disgregación cultural que amenaza con acarrrear graves consecuencias para el futuro del hombre, se constata un deseo cada vez mayor de que el cuerpo imponente de los conocimientos cientÃficos encuentre su razón de ser en el marco de una visión más amplia, que abarque una visión integral del hombre y de sus relaciones con Dios y con el conjunto del universo. El servicio a la verdad propio de la ciencia es plenamente compatible con el servicio a la Verdad –con mayúscula– propio de la religión. La ciencia ha servido para purificar a la religión de múltiples errores y supersticiones; mientras que la religión, a su vez, tiene la virtualidad de purificar a la ciencia de la idolatrÃa de las ideologÃas materialistas y reduccionistas que acaban por volverse contra la dignidad del hombre. La autonomÃa de la ciencia tiene una razón: la búsqueda de la verdad. Y un sentido: el servicio al hombre. Una ciencia sin religión difÃcilmente puede ser fiel a su compromiso de búsqueda de la verdad en favor del hombre. A este respecto, me viene a la memoria unas palabras del Papa Pablo VI: la religión podrá parecer ausente cuando permite y llega a ordenar a los cientÃficos a no obedecer más que a las leyes de la verdad; pero una mirada más atenta advertirá que la Iglesia está cerca de ellos. La religión podrá parecer ausente de la ciencia, pero no lo está.
Este espÃritu de Pablo IV es el que hoy se despliega en Juan Pablo II. Quisiera recordar las palabras que dirigió a los cientÃficos, en la UNESCO, el 2 de junio de 1980: «Todos ustedes unidos representan una potencia enorme: la potencia de las inteligencias y de las conciencias. ¡Muéstrense más poderosos que los más poderosos de nuestro mundo contemporáneo! ¡El futuro del hombre depende de la cultura! ¡La paz del mundo depende de la primacÃa del EspÃritu! ¡SÃ! ¡El porvenir pacÃfico de la humanidad depende del amor».
Hoy más que nunca observamos cómo la ciencia sin conciencia entraña la destrucción del hombre: de Hiroshima a Nagasaki, de Auschwitz a Chernobyl. Nuestro universo –que ha resultado ser infinitamente más vasto de lo que Galileo podÃa siquiera imaginar– necesita ensanchar urgentemente su alma. El mérito histórico de Juan Pablo II está en convocar para esta tarea a los hombres de ciencia y fe. ZE971107-5
2007-02-22 12:04:05
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answer #9
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answered by Azteca 4
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