La principal estrategia de todo político, o al menos una de ellas, consiste en criticar a su adeversario. Pongamos que su adversario dice o hace algo que coincide plenamente con su opinión. ¿Ésto es más motivo de fastidio que de agrado para él? Con tal de seguir criticándole, ¿criticaría también esa opinión, aunque sea igual a la suya?
Para mí esta es una de las grandes paradojas del absurdo sistema del juego político que impera actualmente: La razón de ser de un político es que su adversario haga exactamente lo que a él no le gusta, para poder criticarle, con lo que en realidad debería agradecerle el poder criticarle.
Todo por lo de siempre: lo que les importa es llegar al poder y/o mantenerse en él...
Como diría Mafalda: "Los discursos de los políticos son como los chicles, se pueden masticar, pero no conviene tragárselos".
¿Qué opináis?
2007-02-12
04:12:39
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4 respuestas
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pregunta de
Alberto L
3
en
Política y gobierno
➔ Política
Talamasca: No estoy de acuerdo. El propio sistema y la propia estrategia imperante obliga a actuar así a todos, a los inteligentes y a los menos inteligentes. Lo que pasa es que a los segundos se les da peor disimularlo. Y, desde luego, no creo que sean siempre los inteligentes o los "buenos" (si es que los hay) los que triunfan.
2007-02-12
04:26:30 ·
update #1