COMENTARIO A UN FRAGMENTO DE "EL MALESTAR EN LA
CULTURA" DE SIGMUND FREUD.
Nelson Cortés
ABSTRACT
Sigmund Freud en su impresionante obra "El Malestar en la Cultura" plantea un interrogante fundamental: "¿Qué es eso que los hombres esperan de la vida, qué pretenden alcanzar en ella?". Sin vacilación responde: "La Felicidad".
El presente escrito, en su primera parte, hace un recorrido comentado por las nueve frases que componen el párrafo catorce del texto en mención, haciendo una pausa en conceptos Kantianos como el Fin y la Finalidad de la Belleza.
En su segunda parte destacamos el replanteamiento Freudiano al concepto de "armonía", como completud imaginaria, que pretende darle a la belleza el carácter de "existencia en sí misma". Para finalizar se plantea la paradoja de la "necesidad" y de la "utilidad" de la belleza y concluir en que el placer estético no está en la "contemplación" de la belleza sino en su carácter "perecedero".
parrafo 14
Cabe agregar aquí el caso interesante de que la felicidad de la vida se busque ante todo en el goce de la belleza, dondequiera sea accesible a nuestros sentidos y a nuestro juicio: ya se trate de la belleza en las formas y los gestos humanos, y en los objetos de la Naturaleza, los paisajes, o en las creaciones artísticas y aun científicas. Esta orientación estética de la finalidad vital nos protege escasamente contra los sufrimientos inminentes, pero puede indemnizarnos por muchos pesares sufridos. El goce de la belleza posee un particular carácter emocional, ligeramente embriagador. La belleza no tiene utilidad evidente ni es manifiesta su necesidad cultural, y, sin embargo, la cultura no podría prescindir de ella. La ciencia de la estética investiga las condiciones en las cuales las cosas se perciben como bellas, pero no ha logrado explicar la esencia y el origen de la belleza, y como de costumbre, su infructuosidad se oculta con un desplieguede palabras muy sonoras, pero pobres de sentido.
Desgraciadamente, tampoco el psicoanálisis tiene mucho que decirnos sobre la belleza. Lo único seguro parece ser su derivación del terreno de las sensaciones sexuales, representando un modelo ejemplar de una tendencia coartada en su fin. Primitivamente, la "belleza" y el "encanto" son atributos del objeto sexual.
Es notable que los órganos genitales mismos casi nunca sean considerados como bellos, pese al invariable efecto excitante de su contemplación; en cambio, dicha propiedad parece ser inherente a ciertos caracteres sexuales secundarios.
1Cabe agregar aquí el caso interesante de que la felicidad de la vida se busque ante todo en el goce de la belleza, dondequiera sea accesible a nuestros sentidos y a nuestro juicio: ya se trate de la belleza en las formas y los gestos humanos, y en los objetos de la Naturaleza, los paisajes, o en las creaciones artísticas y aun científicas. Esta orientación estética de la finalidad vital nos protege escasamente contra los sufrimientos inminentes, pero puede indemnizarnos por muchos pesares sufridos. El goce de la belleza posee un particular carácter emocional, ligeramente embriagador. La belleza no tiene utilidad evidente ni es manifiesta su necesidad cultural, y, sin embargo, la cultura no podría prescindir de ella. La ciencia de la estética investiga las condiciones en las cuales las cosas se perciben como bellas, pero no ha logrado explicar la esencia y el origen de la belleza, y como de costumbre, su infructuosidad se oculta con un desplieguede palabras muy sonoras, pero pobres de sentido.
Desgraciadamente, tampoco el psicoanálisis tiene mucho que decirnos sobre la belleza. Lo único seguro parece ser su derivación del terreno de las sensaciones sexuales, representando un modelo ejemplar de una tendencia coartada en su fin. Primitivamente, la "belleza" y el "encanto" son atributos del objeto sexual.
Es notable que los órganos genitales mismos casi nunca sean considerados como bellos, pese al invariable efecto excitante de su contemplación; en cambio, dicha propiedad parece ser inherente a ciertos caracteres sexuales secundarios.
PRIMERA PARTE: EL ANALISIS.
El párrafo 14 es un todo, dividido para su mejor comprensión en 9 frases, donde cada elemento que lo compone existe sólo en función de los demás. No son las palabras en soledad las que le dan sentido al texto, sino los sintagmas que encierran, es un fino lienzo donde se dibuja un contenido que le da su propia identidad. El presente texto, como otros del mismo autor, es un conjunto organizado de frases donde su valor esencial no se percibe únicamente por lo que cada una de ellas expresa en sí misma, sino también por su conexión con las demás, en las que se advierte un orden preestablecido. Llama la atención la forma sencilla y breve como Freud expresa sus enunciados.
En "El malestar en la cultura" encontramos una pregunta por la vida, por el fin y el propósito de la vida humana: ¿ Qué es lo que los hombres esperan de la vida, que pretenden alcanzar en ella?. Al respecto Freud responde: "Es difícil equivocar la respuesta: aspiran a la felicidad, quieren llegar a ser felices, no quieren dejar de serlo". (1) Acto seguido, Freud nos propone varios métodos mediante las cuales los seres humanos nos empeñamos en obtener la felicidad y mantener alejado el sufrimiento: El aniquilamiento o muerte de las pulsiones, los desplazamientos libidinales, la imaginación o fantasía, la paranoia, la religiosidad, la fuga a la neurosis y el refugio en el amor. Es posible que con este último método se acerque mucho más a la finalidad o meta de la felicidad que los demás, ya que hace de él el centro de todas las cosas, pero "aún queda mucho que decir al respecto". (2)
No debe sorprendernos que Freud ponga a circular nuevamente la paradoja de que la felicidad de la vida se busque, en este caso en particular, en el goce de la belleza. La búsqueda de la felicidad ha sido para el hombre, desde tiempos inmemorables, un tema de reflexión. Aristóteles presenta en la "Etica Nicomaquea" toda una argumentación filosófica referente al bien o fin último al que, por su naturaleza, tiende el hombre: la felicidad. "Puesto que todo conocimiento y toda elección apuntan a algún fin, declaramos ahora, resumiendo nuestra investigación, cuál es el bien a que tiende la ciencia política, y que será, por tanto, el más excelso de todos los bienes en el orden de la acción humana. En cuanto al nombre por lo menos, reina acuerdo casi unánime, pues tanto la mayoría como los espíritus selectos llaman a ese bien la felicidad......"(3)
El párrafo en la primera parte también plantea los medios de que dispone el hombre para acceder a la belleza: los sentidos y el juicio. Por medio de los sentidos se pueden apreciar las formas y los gestos humanos y las creaciones de la naturaleza. No está explícitamente citado en el texto, pero puede inferirse que la mejor forma de percibir lo majestuoso de la belleza que la naturaleza encierra es la visual, pudiéndole seguir la auditiva. Mediante el juicio el ser humano entra al mundo de las creaciones artísticas y aún de las científicas. Aquí el "aún" señala que aunque resulte paradójico o problemático las creaciones científicas encierran belleza, que de algún modo hay que descubrir. En esta primera parte del párrafo resalta lo que para el ser humano constituye la finalidad.
Es a Kant a donde tendremos que remitirnos par comprender aquello del fin y de la finalidad. La finalidad que reclama la estética no es la finalidad de la naturaleza, que es la de los objetos. En la naturaleza hay un concepto del objeto que se supone es la causa de la existencia de ese objeto y esta se llama un fin. La estética por su parte, no conoce los objetos como tales, sino que su objeto es el estado del espíritu, y por ello se puede decir que la finalidad estética es una finalidad subjetiva, es una finalidad sin concepto. No es estética la finalidad que encontramos en lo agradable y en lo útil porque aquí existe un fin que excita el deseo y un interés en la existencia de la cosa. La finalidad estética es una finalidad sin fin: la bello no es ni bueno ni útil ni agradable. No obstante que la belleza no tiene fin alguno, encierra una finalidad. "Una flor, por ejemplo, una tulipa, se considera como bella porque en su percepción se encuentra una cierta finalidad que, tal como la juzgamos, no se refiere a ningún fin" (4)
Hay una gran incertidumbre con respecto a la utilidad de la belleza y a su necesidad cultural. La belleza no tiene al parecer utilidad, al menos de manera evidente, ni manifiesta su necesidad cultural y, sin embargo, la cultura no puede prescindir de ella. Se pone de presente entonces que la cultura hay que entenderla como un modo de ser particular. Tenemos que remitirnos nuevamente a Kant para analizar aquello de lo útil de la belleza. La belleza no puede determinarse a partir de los conceptos, pues lo que la determina es el sentimiento del sujeto, la subjetividad y no el concepto del objeto. Un objeto es bello o no lo es, si tiene la posibilidad de representación mediante la imaginación y no por el conocimiento. En el juicio del gusto la existencia del objeto no interesa, es decir, el conocimiento como tal, a través del entendimiento y su utilidad, a través de la razón. Lo bello place en la pura contemplación y no por su utilidad. La utilidad de la belleza está en que su contemplación le posibilita al hombre, en lo particular, mantener vivo el deseo de crear. Su utilidad no es social en cuanto la sensibilidad que despierta no es universal a todos los seres humanos.
El nido que tan laboriosa y artísticamente construyen los pájaros es obra bella, producto de su naturaleza y cuya génesis está en el instinto, se diferencia de la obra del hombre no sólo porque ésta es el resultado de una pasión, de un deseo angustioso que lo domina, sino también porque es plasmada en libertad, es decir, por voluntad propia. La concepción Kantiana distingue el Arte de la Naturaleza en cuanto ésta produce efectos y aquel produce obras, efectos y obras que conmueven al hombre porque encierran belleza. "La Naturaleza era bella cuando al mismo tiempo parecía ser arte, y el arte no puede llamarse bello mas que cuando, teniendo nosotros consciencia de que es arte, sin embargo parece naturaleza"(5)
No se trata de que el artista imite la naturaleza porque en su obra no plasma lo que ve sino lo que siente. Lo sustancial del arte no está en el contenido, en la materialidad, sino en el sentido. De aquí que la utilidad social del arte no está en ser un bien en sí mismo, sino en remitir al sujeto a representarse, a significar para otro, lo irrepresentable, a decir lo indecible, a su propia verdad, a su propia muerte. De ésta manera hace lazo social.
¿Qué ha investigado la ciencia de la estética sobre la esencia y sobre el origen de la belleza?. ¿A cuál ciencia de la estética nos referimos?. La estética ha sido definida históricamente como la disciplina filosófica que tiene por objeto el estudio de la belleza y el arte. La definición clásica de belleza es grecorromana: Aquello que implica armonía y justa proporción. Para los griegos la manifestación de lo divino estaba tanto en los templos como en las esculturas, siendo en estas últimas donde la figura humana adquiere su mejor representación. En general el concepto de lo bello está asociado con aquello públicamente reconocido como digno de verse. La sensibilidad humana obliga a aceptar la belleza sin siquiera preguntar por qué gusta.
Para la ciencia de la estética, ha sido infructuosa la investigación sobre la belleza. Lo anterior no deja de ser es sorprendente si se piensa que la filosofía, desde tiempos inmemorables, se ha ocupado del tema de la belleza, en particular del origen y de la esencia. En cuanto a la esencia, a la naturaleza, sólo se tienen palabras muy sonoras pero sin sentido, y con ello se expresa, sin lugar a dudas, una crítica a la ciencia de la estética. Corroborando lo anterior, tampoco el psicoanálisis tiene mucho para decir sobre la belleza, lo único seguro que se puede decir es sobre su derivación del terreno de las sensaciones sexuales. Cuando no se puede hablar de la esencia de la belleza, una buena estrategia es elevarla a la condición de lo mítico.
En la civilización occidental fue Baumgarter quien en el siglo XVIII se refirió por primera vez a la estética como ciencia del arte. Kant en el mismo siglo cuestionó el proyecto de hacer una ciencia del arte ya que consideraba que los juicios sobre el arte responden al gusto subjetivo y al sentimiento de lo bello, razones por las cuales no se pueden establecer leyes y normas sobre él. Lo que si es posible, es hacer la crítica, que consiste en la comunicabilidad de nuestro gusto cuando somos motivados a la contemplación de las obras.
En Kant no hay una ciencia de lo bello, puesto que una ciencia amerita demostración, es decir, determinación científica. Sólo hay una crítica, un juicio sobre la belleza, un juicio del gusto. Tampoco hay una ciencia bella a la que se le puedan pedir fundamentos y pruebas, sólo hay arte bella. La concepción mundana concibe el arte estético como aquel que tiene como intención inmediata el sentimiento de placer, mientras que para Kant el arte estético, como arte bello, sólo es aquel que tiene por medida el juicio reflexionante y no la sensación de los sentidos.
SEGUNDA PARTE: EL COMENTARIO.
Iniciaré esta segunda parte recogiendo una pregunta que está al inicio del tercer capítulo de "El malestar en la cultura": ¿Porqué al hombre le resulta tan difícil ser feliz?. Como la felicidad es una meta para la humanidad, aproximémonos a una definición. Felicidad es vivenciar intensas sensaciones de placer, es satisfacción pulsional. "Lo que en sentido más estricto se llama felicidad, surge de la satisfacción, casi siempre instantánea, de necesidades acumuladas que han alcanzado elevada tensión y de acuerdo con esta índole sólo puede darse como fenómeno episódico". (6)
Freud señala tres fuentes de donde proviene el sufrimiento humano. Una de ellas, por la cual al hombre le resulta tan difícil ser feliz, tiene relación con la caducidad de nuestro cuerpo. No obstante el horror que nos produce lo perecedero de nuestro cuerpo en él hay belleza, belleza que por milenios los artistas han tratado de representar, sin lograrlo por cierto. Permítanme citar aquí un fragmento de un ensayo intitulado "lo perecedero", título que en la editorial Amorrortu Strachey traduce como la Transitoriedad: "En el curso de nuestra existencia vemos agostarse para siempre la belleza del humano rostro y cuerpo, mas esta fugacidad agrega a sus encantos uno nuevo. Una flor no nos parece menos espléndida porque sus pétalos sólo estén lozanos durante una noche". (7)
Una segunda fuente de sufrimiento para el ser humano, que está estrechamente relacionada con la anteriormente descrita, tiene que ver con nuestra incapacidad para dominar completamente la Naturaleza. Nuestro organismo, que forma parte de ella, está sometido a sus leyes por lo que es preciso reconocer lo limitado de nuestra capacidad frente a ella. Tenemos los seres vivientes un cuerpo de naturaleza perecedera. Un cuerpo que irremediablemente "condenado a la decadencia y a la aniquilación, ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que representan el dolor y la angustia" (8)
Una tercera fuente de sufrimiento es de origen social, proveniente de la insuficiencia de métodos para regular nuestras relaciones sociales. No hay duda de que para una sociedad las actividades y valores culturales son útiles para el ser humano en tanto estén puestas a su servicio, especialmente para su protección y conservación. Una cosa es que el avance de la cultura imponga a los seres humanos actitudes y comportamientos que parecen útiles y otra es que en verdad lo sean. Es el caso de la belleza, en la que el carácter de lo conveniente podría anteponerse a lo útil. Si pudiéramos incluso admitir la utilidad de la belleza, ella en sí misma no explica el afán de la cultura por conquistarla, lo que no quiere decir que se desconozca como posibilidad de ser fuente de goce.
En la primera parte del párrafo que comentaremos está planteada la problemática del goce. Freud se ha referido a la belleza en términos de objeto libidinal, la dialéctica del objeto y el deseo, e introduce un cambio en la mirada clásica que se ha tenido sobre la estética y la belleza: resalta el defecto (lo feo) y no la armonía (lo bello). En esta forma, Freud hace todo un replanteamiento al concepto tradicional de la armonía como completud imaginaria que pretende darle a la belleza el carácter de existencia "en sí misma", es decir, asume lo bello como plenitud narcisista.
Preguntémonos: ¿Qué da origen a la creación de formas bellas que de alguna manera intentan representar la belleza de la Naturaleza? Al parecer la génesis está en el conflicto neurótico, está ligado a la incompletud que la misma belleza pretende ocultar. El hombre al contemplar la belleza deja traslucir tanto el deseo narcisista de su propia eternidad, atribuido al objeto idealizado, como también el horror que le produce lo perecedero del mismo. Es a partir de la confrontación entre el deseo de inmortalidad para sí, y por ende para el objeto idealizado, con lo irremediable de su destrucción, como se liga la contemplación de la belleza a la pulsión de muerte. Aquí se pone de presente que lo indestructible es el deseo y no la belleza en sí.
Lo bello, acorde con los valores de la estética, se convierte en un objeto idealizado. Aquí la sublimación es un mecanismo fundamental de reproducción y no de reparación del vacío de donde proviene. Cada una de las obras bellas reproduce el vacío en el que se engendra la creación. El esplendor, lo deslumbrante de la belleza instala una barrera entre el sujeto y su verdad: Cuando la belleza sirve a la vida en categoría de bien, se constituye un engaño.
Con la belleza como señuelo nos lanzamos en su búsqueda, pero durante el recorrido, ¿Cómo protegernos contra los sufrimientos que su contemplación nos depara?. La respuesta, creo, se encuentra en la frase tercera del párrafo: Con un modo particular de goce que embriaga por ser de carácter emocional. Para "Saber" algo del goce es menester encarar la pulsión de muerte que engendra lo bello: la majestuosidad de la belleza, cual máscara, distrae del horror que hay debajo de ella. Dicho de otro modo, la belleza es el síntoma que obtura la falta. De la confrontación de lo bello con su carácter perecedero, con su irremediable destrucción, surge la neurosis que molesta, que maltrata y que genera la creación. Aquí está la diferencia entre el discurso psicoanalítico y el filosófico, al que conocemos como clásico que pretende derivar del arte un placer estético, entendido la belleza como un bien en sí mismo.
La frase que plantea que la belleza no tiene utilidad evidente, si que es bien polémica. Lo que se infiere del texto apunta más a la inutilidad social del goce de la belleza que a la posibilidad de su contemplación. La utilidad de la belleza no está en el placer estético que depara su contemplación, sino en la imposibilidad de mantenerla viva, en su carácter perecedero. Su utilidad social, no es por el placer estético, entendido este como el fin mismo de la contemplación de lo bello, sino que lo útil reside en mantener vivo el deseo de una belleza perenne. El ideal del yo, el objeto idealizado, plasmado en una creación artística a la que percibimos como bella es una manera de civilizar la pulsión de muerte. "La función de la belleza no es representar la inmortalidad sino mostrar que hay algo de la pulsión de muerte que se vuelve representable en el orden cultural". (9)
Es desconcertante, leer que "tampoco el psicoanálisis tiene mucho que decirnos sobre la belleza", y que "lo único seguro parece ser su derivación del terreno de las derivaciones sexuales..." El psicoanálisis contrasta el carácter erótico de la belleza como generador del deseo a la mera contemplación narcisista, al "en sí mismo" de la belleza. Aquí el aporte fundamental del "yo" al acto de la creación reside sólo en servir de estímulo para fines altruistas que están incluidos en los ideales sociales. Pero, la sublimación en el arte no se restringe a su dimensión erótica, sino que hay algo más, un innombrable, lo excluido del sujeto, lo infernal: la destrucción, la muerte. De lo anterior, al parecer, el psicoanálisis ha dicho poco, cuando de la belleza se trata. "Lo bello es causa y no plenitud, defecto y no perfección, destino del deseo y no fascinación. No hay que hacer una descripción de los beneficios sociales de la pulsión sublimada sino demostrar dónde se unen lo bello, el deseo y la muerte". (10)
En el texto de los "Tres ensayos de teoría sexual" Freud ya se había referido en varios apartes a aquellas partes ocultas del cuerpo, "los encantos", que no es posible mirar y tocar, pero que despiertan la curiosidad y la excitación libidinosa: "La ocultación del cuerpo, exigida por la civilización, mantiene despierta la curiosidad sexual, que tiende a contemplar el objeto por descubrimiento de las partes ocultas, pero que pueden derivarse hacia el arte (sublimación)". (11) " Los ojos, que forman la zona erógena más alejada del objeto sexual, son también la más frecuentemente estimulada en el proceso de la elección por aquella excitación especial que emana de la belleza del objeto, a cuyas excelencias damos, así, el nombre de "estímulos" o "encantos". (12) Debo destacar finalmente que en el texto "La cabeza de Medusa" Freud presenta una figuración mitológica de los órganos genitales femeninos: "El terror a la Medusa es, pues, un terror a la castración, terror relacionado asociado con la vista de algo. (......) La visión de la cabeza de Medusa paraliza de terror, a quien la contempla lo petrifica."(13)
NOTAS:
1- FREUD, Sigmund. "El malestar en la cultura". Obras completas. Vol. III. Madrid.
Biblioteca Nueva. P. 3024.
2- Ibid. P. 3029
3- ARISTOTELES. "Del bien humano en general", Etica Nicomaquea. Bogotá. Ediciones
Universales. 1987. P. 8.
4- KANT, Manuel."Analítica de lo Bello". Crítica del Juicio. México. Porrúa. 1991. P. 321.
5- KANT, Manuel."Analítica de lo sublime". Crítica del Juicio. México. Porrúa. 1991. P.27
P. 278.
6- FREUD, Sigmund. Op, Cit. P. 3025
7- Ibid. P. 2118
8- Ibid. P. 3025
9- GALLO, Hector. "Lo bello y la muerte". En: Coloquios lingüísticos. Revista del círculo
Lingüístico de Medellín. N. 5 1993. P....
10- Ibid. P....
11- FREUD, Sigmund. " Tres ensayos de teoría sexual". Obras completas. Vol. II. Madrid.
Biblioteca Nueva. 1981. P. 1184.
12- Ibid. P. 1217
13-FREUD, Sigmund. "La cabeza de Medusa". Obras completas Vol. III. Madrid.
Biblioteca Nueva. 1981. P
2007-02-10 14:37:39
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