El clavo es símbolo de inmutabilidad y fijeza, hito que marca la separación entre el fin de un acontecimiento y el comienzo de otro. En la antigüedad clásica, el clavo era un atributo de las divinidades del Destino (Fatum), y por eso Horacio lo pone en manos de la necesidad, compañera de la fortuna. Es muy conocido el espejo etrusco en el que la parca ATROPOS con un martillo en una mano, lleva en la otra un clavo con el que va a señalar la hora fatal en que debía morir Meleagro. El clavo representa por tanto un símbolo mágico y sagrado.
El acto de clavar un clavo (clavum figere) tenía un significado de preservación. Era el símbolo de lo fijado irremisiblemente.Esta fué la razón de que todos los años se celebrase en Roma la ceremonia de fijar el clavus annalis en el muro que separaba la Cella de Júpiter de la de Minerva, en los Idus de septiembre. Aquel día, los cónsules de la República comenzaban su cargo coincidiendo con el aniversario de la dedicación del tiempo. Esta ceremonia se convirtió en religiosa y se creía que con ella se alejaban las calamidades.
Al parecer, esta costumbre fué tomada de los etruscos que cada año fijaban un clavo en el Templo de Nostia en Bulsino, encargándose de la ceremonia el Magistrado de mayor autoridad en Roma. Cada año era nombrado un dictador para que cumpliese el ritual. El clavo significaba fin de un año y comienzo de uno nuevo. De los etruscos, el rito pasó al pueblo romano. La superstición popular atribuía gran importancia al clavo y después de ser un rito de las ceremonias anuales pasó a ser compañero de los muertos, hasta el punto de que en las tumbas se colocaban clavos con fórmulas mágicas que actuaban como talismanes para preservar de la profanación a los cadáveres.
El clavo expresa el deseo de que el porvenir fuese dichoso y lleno de ventura. También parece que tuvo valor de expiación en el pasado, por lo que este rito de clavar un clavo formaba parte de las ceremonias conocidas con el nombre de Piaculum y era llevada a cabo por el Magistrado.
En la Edad calcolítica Sumeria se encuentran clavos en forma de busto humano, algunos de cobre, que se hincaban en el piso de los cimientos de las casas como protección contra las asechanzas de los malos espíritus.
El clavo mágico de los cacodemonios maléficos se practicó en las tumbas egipcias, fenicias, etruscas y romanas. Los cacodemos o cacodemon (del griego Kakodaimon, de kakós, malo y daimon, genio) eran los espíritus demoniacos que reinaban en las tinieblas y que aparecían de noche infundiendo el espanto y el terror. Por oposición al genio benéfico y familiar, todo el mundo tenía su cacodemo que le inspiraba los malos pensamientos y las pasiones perversas.
Los musulmanes de El Cairo hundían clavos en una puerta de la ciudad creyendo que de esta forma eliminaban todos sus males (Doutte, E., 1909).
La acción de clavar alfileres o agujas en un cojín en forma de corazón tenía un evidente origen mágico. Hoy lo utilizan las costureras sin saberlo. Antiguamente era práctica mágica realizada cuando se deseaba enamorar a alguien.
La colocación de clavos en las sepulturas era un rito apotropaico para evitar un maleficio. Divinidades apotropeas eran eran las invocadas por los griegos cuando tenían recelos de un accidente funesto o de una desgracia. Este rito apotropaico persistió en varios lugares de Europa hasta el siglo XIII y entrado el XIV.
En algunas monedas está representada la Victoria Alada con un mazo en una mano y un clavo en la otra que apunta a la cabeza de una figura humana.
En la Edad Media el clavo fué también un elemento decorativo de puertas y arcones, de libros y misales, de cofres, sillas y mobiliario. Casi siempre eran de hierro, de cabezas redondas, piramidales, cuboideas o cuadradas, forjados a mano.
Los Reyes de España veneraban el día de Viernes Santo el clavo que se guardaba en la Capilla Real de Madrid y que se consideraba procedente de los que se utilizaron para la crucifixión de Cristo. Ese día, los Reyes concedían el indulto de los reos de muerte, uno por cada Audiencia Territorial.
EL CLAVO COMO ELEMENTO ACTIVO
Desde hace mucho tiempo, especialmente desde que la Arqueología se desarrolla como ciencia, se observó la aparición de clavos en algunas tumbas. Parecía un símbolo que acompañaba al difunto. En España, por ejemplo, las tumbas de Belo (Cádiz) y Azapiedra, Termes, Calatañazor, Castro, Uxama y otras citadas por Taracena, el sepulcro de Algarto y Davela hallado junto a Riba de Sahelices (Guadalajara), las catacumbas de Chiusi en Italia o los cementerios antiguos de Roma y Milán (Taracena, l933), todos contienen clavos.
Pero en otras ocasiones los clavos desempeñan un papel activo, convirtiéndose en instrumento perforador, como es el caso de los cráneos que nos ocupan.
En 1817, Schweighauser, menciona el hallazgo de varios cráneos humanos clavados en la Loma de Saint Micheo o Michelbühl cerca de Strasburgo, y lo interpreta como un lugar donde se ajusticiaba a los reos de grandes crímenes. El yacimiento era al parecer romano. Wernert (1970) señala que este cementerio era el de la antigua villa romana de Argentorate y al lugar se le llama Henckersbühl que significa "Montículo del verdugo", considerándolo excepcional en la antigüedad romana. Sin embargo, es probable que fuese posterior a esta época y sobre un antiguo asiento romano fuese implantado un cementerio muy posteriormente como ha sucedido por ejemplo en Itálica.
Los Samoyedos tenían desde muy remota antigüedad la costumbre de clavar el cadáver sobre el suelo y cubrir los ojos del muerto para que no pudiese ver, si llegaba a resucitar.
Los Buriatos de Siberia clavaban en el suelo a sus chamanes muertos para evitar que volviesen a la tierra. Los indios cunas de Panamá sacaban los ojos a sus Neles muertos para evitar que volviesen al mundo para hacer daño.
Plinio el Viejo ya menciona la fijación en tierra, por clavado simbólico, de la enfermedad, para que ésta no se extendiese. Y a este propósito menciona una receta contra el gran mal o epilepsia, consistente en plantar un clavo de hierro en el sitio donde chocara la cabeza del enfermo durante su primer ataque.
Los griegos del siglo XVIII acostumbraban cortar la cabeza a sus cadáveres y atravesarles las sienes con un enorme clavo para evitar "los aparecidos" (CALMET, 1749).
Espero que te sirva.
Suerte!!
2007-02-10 00:47:09
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answer #1
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answered by maryne 7
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