fábula mexicana
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Es del tiempo en que las haciendas empezaban a ser manejadas por los hijos de aquellos hacendados que poco a poco se fueron retirando o se fueron muriendo, por aquellos jóvenes que ya habían tenido el privilegio de acudir a una universidad, y que eran la sangre nueva.
Resulta que Pablo, después de la muerte de su padre, se hizo cargo del rancho y un buen día le dijo a Juan, el peón más viejo de la hacienda y a quien quería como si fuera familiar: -Vente Juan, vamos a recorrer las tierras.
-Sí patroncito-, repondió Juan y se montó en su caballo, y al trote se emparejó con Pablito, "su niño".
Juan estaba un poco resentido porque después de tantos años de lealtad y entrega a la familia de Pablito, éste, su niño, al que le enseñó las suertes de la reata, los piales y las manganas, los secretos para no perderse en el campo aunque se cabalgara en la noche más negra... al que le había enseñado ¡todo!... hasta cómo encontrar agua... que había regresado a la hacienda por la enfermedad de su padre, cuyo posterior fallecimiento y despedida lo habían sumergido en pena y dolor, y del cual no se había separado durante estos acontecimientos, confortándolo y apapachándolo, asumiendo durante esos días la dirección de la heredad... pero que ¡oh decepción! había contratado nuevos empleados, y entre ellos... ¡a un nuevo caporal!...
¡Cómo era posible! Pablo, Pablito, ¡su niño! No lo había hecho caporal, su sueño más anhelado, caporal de la hacienda para ayudar a su niño... y no lo habían nombrado.
Esto lo traía triste y contrariado. Pablo había contratado a otro, más joven ¡sí! ¿Pero 'onde quedaba la lealtad y el cariño, 'onde los años de devoción y entrega a esa familia por la que hubiera podido dar la vida si así se lo hubiesen pedido?
Juan sentía que Pablo había sido ingrato con él... y Pablo algo de eso maliciaba: Juan no lo trataba igual, no quería estar cerca de él, lo rehuía... algo había en esas conductas que no eran las habituales.
Andaban los dos juntos, los caballos casi se rozaban, pero ellos estaban lejanos, distantes, cuando de repente, a lo lejos, una gran polvareda, y Pablo pregunta: -¿Juan, qué es eso?
-¡Ahorita te digo, mi niño!- Y diciendo y haciendo, Juan le bajó la cuarta a su cuaco y salió a galope tendido rumbo a la polvareda. Al poco rato llegó con el cuaco jadeante y le dijo: -¡Son unas carretas, mi niño!
-¿Y a dónde van?
-Ahorita te digo-. Al rato regresa y dice: -¡Van pa' Durango!
-¿Y qué llevan?
Y vuelta pa'trás. -¡Llevan trigo!
-¿Y como cuánto trigo?
Chin... y nuevo galope: -¡como veninte toneladas!
En ese ir y venir andaban cuando se les emparejó Jacinto, el nuevo caporal, y el patrón le preguntó: -¿Jacinto, ya viste esa polvareda?
-¡Sí patrón!
-¿Qué será?
Aquí Juan no daba más crédito; el había recorrido ese camino en varias ocasiones, casi había reventado a su caballo, y ya había informado... ¿Qué estaba pasando? ¿Pablo le había perdido la confianza?
Mientras Juan roía sus resentimientos, Jacinto ya venía de regreso para informarle a su patrón.
-Son unas carretas, patrón, van para Durango y llevan como veinte toneladas de trigo. Son del rancho "La Noria", los que están del otro lado del cerro.
Moralejas de esta historia:
Los eficientes corren para todos lados con pocos resultados... desperdician los recursos, principalmente el más valioso: ¡el tiempo!
Los eficaces hacen lo que tienen que hacer, y tratan de hacerlo de una sola vez. Conocen el valor del tiempo y de los demás recursos. Piden ser evaluados por resultados, no por "hora nalga". Piensan que dar un poco más de los que les es exigible es lo mejor, y es fácil, pues actuando como ellos lo hacen, nunca andarán agobiados. Estos, además de eficaces, son eficientes.
Citada por Conrado Trapero Rivas
en la pág. 20A del periódico Ocho Columnas del 19 de agosto de 2001.
Espero sea de utilidad.
2007-02-06 08:57:21
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answer #1
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answered by Marali 6
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Fábula de la Hormiga (Esopo)
Fábula de Esopo
Dice una leyenda que la hormiga actual era en otros tiempos un hombre que, consagrado a los trabajos de la agricultura, no se contentaba con el producto de su propio esfuerzo sino que miraba con envidia el producto ajeno y robaba los frutos a sus vecinos.
Indignado Zeus por la avaricia de este hombre, le transformó en hormiga.
Pero aunque cambió de forma no le cambió el carácter, pues aún hoy día recorre los campos, recoge el trigo y la cebada ajenas y los guarda para su uso.
Moraleja de la fábula:
Aunque a los malvados se les castigue severamente, difícilmente cambian su naturaleza desviada.
2007-02-06 10:07:58
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answer #2
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answered by Anonymous
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