Te doy los mismos consejos que le dà a Marcos. Espero que ta vayan bien. ¡Verás como te superas!Saludos
Vencer la timidez. El caso de Marcos
«En ocasiones —decÃa Marcos, con aire un tanto fúnebre— me siento diferente y como aislado de los demás.
»A veces —continuó— siento como necesidad de abandonar el grupo en el que estoy, porque me siento incómodo. Trato de ser sociable, pero se me hace insufrible, no sé por qué. Creo que no sé disfrutar de la vida.
»No sé como lo hago, pero enseguida pierdo las amistades y sufro pensando en ello. Lo pienso una y otra vez, le doy vueltas y más vueltas, trato de vencer mi timidez, pero no me sale, meto la pata, siento una vergüenza terrible y pierdo las oportunidades, me quedo paralizado.
»Pienso que no voy a saber comportarme, noto que me preocupa demasiado lo que piensen de mÃ, y creo que de tanto pensar en eso luego me falta naturalidad. Tengo la sensación de que todo el mundo me estará mirando, y que se rÃen interiormente de mÃ. Sé que no debe ser asÃ, pero no consigo dejar de pensarlo. Intento pasar inadvertido, pero soy tan tÃmido que precisamente por eso al final acaban fijándose en mÃ.
»Veo que otros se desenvuelven con gran soltura, caen bien a todo el mundo, dicen cualquier tonterÃa y a todos les hace gracia, y les tengo envidia. Las cosas que se me ocurren a mà no tienen gracia.
»Siento una infinita tristeza ¿Cuál es la causa de que yo sea asÃ? ¿Por dónde empezar? Yo —concluÃa— no quiero ser asÃ.»
Recuerdo, de hace años, esta conversación con Marcos, un buen estudiante de dieciséis años, alto y bien plantado.
Como sucede con casi todos los que son tÃmidos, me sorprendÃa ver que en cuanto hablaba en un ámbito confianza demostraba ser una persona reflexiva y capaz de definir bastante bien su situación. Y entonces, curiosamente, se expresaba con gran soltura y sencillez.
Y me sorprendÃa también comprobar de nuevo que son muchos los que se consideran tÃmidos y en absoluto lo parecen externamente.
-—Oye, ¿y no te parece que las personas que son asÃ, les viene un poco de familia?
La timidez puede tener su raÃz en un excesivo proteccionismo en la infancia, en algún defecto o limitación —habitualmente con poca trascendencia objetiva— mal asumidos, o en una educación que no ha logrado contrarrestar suficientemente el amor propio...; y a veces, es cierto, responde directamente a la timidez de los propios padres.
-—Pero a las edades que tenemos los padres no vamos a cambiar ya mucho. El que sea tÃmido a los cuarenta o a los cincuenta, ya poco arreglo tiene, supongo.
Arreglo siempre se tiene. Además, siempre se puede al menos dar ejemplo de esforzarse por mejorar, que es casi más importante que ser un modelo perfecto.
-—Oye, ¿y no son a veces tÃmidos simplemente porque son un poco patosos en lo que hacen o en lo que dicen?
La timidez y la torpeza se alimentan la una a la otra. La torpeza fÃsica suele tener su raÃz en algún defecto de coordinación motora. Son chicos que se chocan con todo, se les cae todo y se les rompe todo. Otros son desafortunados más bien a la hora de expresarse o de intervenir en una conversación y, como consecuencia, suelen ser remisos a la hora de actuar ante los demás y pueden volverse tÃmidos. A su vez, la timidez les lleva a estar demasiado pendientes de su imagen y a ser menos naturales y, por tanto, más torpes.
-—¿Y cómo romper ese cÃrculo vicioso?
Por ejemplo, haciéndole descubrir sus puntos fuertes y haciendo que los demás los valoren. Por eso el buen profesor pregunta en clase al alumno tÃmido cuando supone que está en condiciones de responder correctamente, y asà hace que el chico tome seguridad y, poco a poco, vaya actuando mejor en presencia de otras personas.
Y el padre sensato sabe darle confianza, de modo que poco a poco gane en autoestima, que siempre facilita al tÃmido consolidar su voluntad indecisa.
Vencer la timidez no es cosa de un dÃa. Es una batalla difÃcil, en la que no hay que perder la esperanza, y en la que también hay que saber perder con deportividad, perdonarse a uno mismo, darse la mano y tirar otra vez hacia delante.
Hay que renunciar seriamente
a encerrarse en los recuerdos
o imaginaciones
de las horas felices.
Porque los tÃmidos casi siempre mezclan sus miedos con esa pobre satisfacción de replegarse al calor de la propia soledad.
De entrada, no tengas tanta envidia de ése o de ésa que son tan extrovertidos, tan graciosos, tan ocurrentes...; con tanto afán de protagonismo quizá. Muchos de ellos son muy agradables, pero sólo para estar un rato, y no hay quien conviva con ellos tres dÃas seguidos. Otros serán excelentes, de acuerdo, pero... ¿para qué la envidia? Recházala.
Después, hay que luchar activamente contra la timidez, sin dejar que se prolongue ese estado de indecisión. Porque el tiempo, efectivamente, pasa. Y si te encierras en ti mismo, no vives. Y cada vez te será más difÃcil salir. No huyas de la guerra del vivir. Sal de ese dulce sueño, pero de verdad.
A veces tu soledad será por orgullo, que es una maldita soledad que deshumaniza a quien la practica y que hace perder la objetividad (Antonio Machado decÃa que en la soledad a veces se ven muy claras cosas que no son verdad).
Algunos se refugian en la soledad para intentar olvidar, y la mayorÃa de las veces sólo logran acrecentar sus recuerdos, revolver en sus vagabundeos mentales una y otra vez —"es como una lavadora tu cabeza, los errores no se quitan dándoles vueltas", decÃa aquella canción—, y se acostumbran a rumiar obsesivamente los fracasos y las heridas de la vida.
-—Pero entonces, ¿qué consejos concretos das?
Deja de pensar en si sabes hablar; y habla.
O en si sabes de verdad ser amigo o amiga de alguien; y esfuérzate por serlo.
O en si sabes educar, o comportarte en tal situación, o hacer tal otra cosa; y ponte a hacerlo como mejor sepas, sin tanto miedo al ridÃculo o al fracaso.
No te encierres en ese ensueño de tu propia imaginación. Aparta esos pensamientos como a un moscón, rechazándolos como se rechaza un pensamiento absurdo. Cumple todas tus obligaciones, busca más si es preciso. Ocupa tu tiempo. No te fabriques un mundo irreal en el que te complaces. No te refugies en la soledad, aunque digas que en ella encuentras grandes satisfacciones. No busques en tus sueños la coartada para no luchar en la realidad, que un hombre soñador rara vez es un hombre luchador.
Actúa con sentido común, sin caer en las estridencias de la timidez hipercompensada (incontinencia verbal, exceso de descaro o atrevimiento, aspecto estrafalario, etc.).
Cuando te propongas superar tu timidez en algo, no te consientas a ti mismo volverte atrás. No seas como el bañista vacilante, que mete el pie en el agua varias veces, comprueba que tampoco está tan frÃa, que no pasarÃa nada, que es cuestión sólo de lanzarse...; pero no se atreve y vuelve a casa cabizbajo, avergonzado de sà mismo.
Y si te sucede, no te atormentes y vuelve a intentarlo. O, mejor dicho, como afirmaba el protagonista de aquella pelÃcula: "Hazlo, o no lo hagas, pero —por favor— no lo intentes". No llames intentar a algo que no es más que un vago deseo de que eso suceda. Inténtalo de verdad. O sea, hazlo, que puedes.
2007-02-04 05:25:38
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answer #2
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answered by Kacuma 3
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