Me parece una inquietud muy valida.
El hecho de confesarse parece ilógico, al enfrentarte con una persona igual que tú.
Pero es este mismo hecho lo que hace de la confesión un acto de amor y confianza.
La palabra Iglesia proviende del latín eclessia, que signfica comunidad.
Una comunidad, hace referencia a la Común - Unidad. A un grupo de personas que poséen un punto de unión, el cual les aporta un sentido de pertenencia e identidad. Fundamentales para un ser social como nosotros.
Para la Iglesia católica, así como las demás iglesias cristianas, el punto de unión es Jesús. El es nuestro centro, nuestra guía. Y en su enseñanza nos dejó el amor incondicional, la confianza y la fe ciegas, la entrega plena, amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Pues ya lo había dicho Jesús, aquello que le hacen al más pequeño de mis hermanos, me lo hacen a mí.
Los líderes de la comunidad católica a la que pertenecemos son los sacerdotes. Son sin duda hombres como cualquier otro, pero que han dedicado gran parte de su vida en conocer a fondo la enseñanza de Jesús, comprometiendose a dar un servicio a su comunidad a través de un acompañamiento en la Fe y las situaciones del día a día que a veces resultan frustrantes y sin salida.
De tal forma, el acto de la confesión es la muestra de esa confianza plena en nuestra propia comunidad. Es permitir que nuestras culpas sean llevadas no sólo por nosotros mismos, si no por nuestros hermanos en la Fe, que a través de la comprensión y el amor reciben nuestros secretos como un tesoro, y aconsejan para mirar hacia nuevas y mejores opciones de vida.
No considero que el ejercicio de la confesión sea una costumbre mala, pero claro que se presenta cierta dificultad al no entender su verdadero significado. Pero hay que tomar en cuenta que no se pierde nada, y se gana la capacidad de confiar y amar como lo hizo Jesús con los hombres, a pesar de las traiciones que recibió.
Espero que esta respuesta haya satisfecho esa inseguridad.
Cuidate mucho! Te deseo lo mejor como Madre y como guía en el amor de Dios para un nuevo miembro de la comunidad: Tu hijo.
Hasta pronto!
PAZ Y BIEN.
2007-01-30 01:06:09
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answer #5
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answered by caballero 2
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Creo que a veces les doy la razon a los protestantes cuando en este tema se habla. Cuando alguien te dice o ecribe algo asi es porque primero depone una actitud de defensa en contar del sacerdote y de Dios. Jesucristo le dio poder a los Apostoles para perdonar:" los que ustedes perdonen seran perdonados. Los que ustedes no perdonen no se les seran perdonados. En una palabra a veces tenemos actitudes infantiles ante al poder del perdon de Dios.
La confesión, el sacramento incomprendido
Muchos católicos han deformado la visión del sacramento de la Reconciliación.
Desafortunadamente, en la actualidad, millones de cristianos parecen haberse olvidado del sacramento de la Reconciliación, pues se ha convertido en algo impopular, en algo pasado de moda. A cambio de ello, se han puesto de moda los psiquiatras, los mediums, los adivinos, los consultores matrimoniales y los abogados.
La necesidad de sentirse en paz con Dios, con uno mismo y con los demás es innata en nuestra naturaleza y, al no querer aceptar el remedio instituido por Dios, la confesión, el hombre ha tenido que inventarse nuevas formas de salida para sus angustias y preocupaciones.
Constantemente escuchamos frases como:
“yo no me confieso, yo me entiendo directo con Dios”
“no tengo por qué decirle mis pecados a un hombre que es igual a mÃ, o peor"
“no robo, no mato, .. . etc., asà que no tengo porque confesarme”.
En estas expresiones vemos una falta de conocimiento de este sacramento y por consiguiente, se le da poco valor. Es necesario quitar los prejuicios que han hecho que los muchos católicos hayan deformado la visión del sacramento de la Reconciliación.
Esta situación parece ser fruto de tres razones:
1. Muchas personas por ignorancia o porque se les ha presentado una visión errónea de Dios, tienen una idea equivocada sobre quién es Ãl. Para muchos, Dios es un inspector que se dedica a contar los pecados de los hombres, un juez implacable que espera el momento en que hagamos algo malo para dictar su sentencia. Esta imagen distorsionada de Dios no resulta atractiva y ocasiona que las personas se alejen de Ãl y no hagan nada para volver a Ãl.
2. El concepto de “pecado”, parece haber desaparecido en la sociedad. Vemos que la palabra “pecado” se menciona lo menos posible. Aparentemente, ya nadie comete pecados, cuando mucho, se habla de cometer “errores”, o de tener “malos hábitos”. Esto lleva a una tolerancia excesiva de los malos actos y a una deformación de las conciencias.
3. El materialismo y el hedonismo están en el mundo a la orden del dÃa. En la actualidad, se busca hacer un cristianismo a la medida. Se acepta el plan de Dios, siempre y cuando no nos moleste o nos incomode. De ahÃ, surgen expresiones cómo: “todos lo hacen”, o “yo hago lo que quiero mientras no moleste a nadie”. Es más cómodo seguir viviendo como hasta ahora, aunque no ssintamos mal con nosotros mismos, que pensar en convertirnos,ya que la verdadera conversión implica un esfuerzo y el abandono de costumbres o estilos de vida arraigados.
Debemos redescubrir a Dios como lo que es: nuestro Padre, Aquél que nos ama a pesar de nuestros defectos, nos ama tal como somos. Tanto nos ama, y es tan paciente con nosotros, que es Ãl mismo quien nos ofrece el perdón para que tengamos vida eterna, pidiéndonos a cambio una conversión, un cambio de vida, un volver nuestra mirada hacia Ãl a través del sacramento de la Reconciliación.
Podemos leer y meditar en Las parábolas de la misericordia y podemos conocer mejor ese corazón de Jesucristo, que acoge a los pecadores con amor y ternura.
Esta actitud de perdón de Cristo es continuada por la Iglesia, la cual siempre está dispuesta a acoger a los pecadores con un amor de madre.
El otro dÃa, hablando de la confesión alguien me dijo: «¿Cómo se le ocurre que yo me voy a confesar con un pecador como yo? Yo me confieso con Dios y punto. Entro en mi habitación, oro con fervor y Dios me perdona». Le contesté que el asunto no es tan simple. Muchas veces acomodamos la religión a nuestra manera, y asà pasa también con la confesión. La confesión no es solamente «pecar, orar y listo». Hay que buscar a un sacerdote. Hacer un gran acto de humildad. Decirle sus pecados. Y luego recibir una corrección fraterna y la absolución del sacerdote de la Iglesia. Eso no lo han inventado los curas. Hay claras indicaciones en la Biblia acerca de la confesión delante de un ministro de la Iglesia.
Queridos hermanos católicos, en esta carta quiero explicarles primero lo que nos enseña la Biblia acerca del perdón de los pecados, y luego voy a contestar algunas dudas acerca de la confesión que algunos hermanos de otra religión nos plantean. Muchos católicos, sin mayor formación religiosa, fácilmente se dejan influenciar por estas inquietudes y sin darse cuenta se les van los grandes tesoros que Jesús confió a su Iglesia. Con esta carta no quiero ofender a nadie, pero lo que me mueve a escribir estas lÃneas es el amor por la verdad. Ya que solamente «la verdad nos hará libres» (Jn. 8, 32).
¿Qué nos enseña la Biblia acerca del perdón de los pecados?
1. Jesús perdona los pecados.
En el Antiguo Testamento el perdón de los pecados era un derecho solamente de Dios. Ningún profeta y ningún sacerdote del Antiguo Testamento pronunció absolución de pecados. Sólo Dios perdonaba el pecado.
En el Nuevo Testamento, por primera vez, aparece alguien, al lado de Dios Padre, que perdona los pecados: Jesús. El Hijo de Dios dijo de sà mismo: «El Hijo del Hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra» (Mc. 2, 10).
Y en verdad Jesús ejerció su poder divino: «Cuando Jesús vio la fe de aquella gente, dijo al paralÃtico: Hijo, tus pecados te son perdonados» (Mc. 2, 5).
Frente a una mujer pecadora Jesús dijo: «Sus pecados, sus numerosos pecados le quedan perdonados, por el mucho amor que mostró» (Lc. 7, 47).
Y en la cruz Jesús se dirigió a un criminal arrepentido: «En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el ParaÃso» (Lc. 23, 43).
2. Jesús comunicó el poder de perdonar pecados a sus apóstoles. Jesús quiso que todos sus discÃpulos, tanto en su oración como en su vida y en sus obras, fueran signo e instrumento de perdón. Y pidió a sus discÃpulos que siempre se perdonaran las ofensas unos a otros (Mt. 18, 15-17).
Sin embargo, Jesús confió el ejercicio del poder de absolución solamente a sus apóstoles. Jesús querÃa que la reconciliación con Dios pasara por el camino de la reconciliación con la Iglesia. Lo expresó particularmente en las palabras solemnes a Simón Pedro: «A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mat. 16, 19). Esta misma autoridad de «atar» y «desatar» la recibieron después todos los apóstoles (Mt. 18, 18). Las palabras «atar» y «desatar» significan: Aquel a quien excluyen ustedes de su comunión, será excluido de la comunión con Dios. Aquel a quien ustedes reciben de nuevo en su comunión, será también acogido por Dios. Es decir, la reconciliación con Dios pasa inseparablemente por la reconciliación con la Iglesia.
El mismo dÃa de la Resurrección, Jesucristo se apareció a los apóstoles, sopló sobre sus cabezas y les dijo: «Reciban el EspÃritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedarán perdonados y a quienes se los retengan, les quedarán retenidos» (Jn. 20, 22-23).
Y en la Iglesia primitiva ya existÃa el ministerio de la reconciliación como dice el apóstol Pablo: «Todo eso es la obra de Dios, que nos reconcilió con El en Cristo, y que a mà me encargó la obra de la reconciliación» (2 Cor. 5, 18).
3. Los apóstoles comunicaron el poder divino de perdonar pecados a sus sucesores.
Las palabras de Jesucristo sobre el perdón de los pecados no fueron sólo para los Doce apóstoles, sino para pasarlas a todos sus sucesores. Los apóstoles las comunicaron con la imposición de manos. Escribe el apóstol Pablo a su amigo Timoteo: «Te recomiendo que avives el fuego de Dios que está en ti por la imposición de mis manos» (2 Tim. 1, 6).
Los apóstoles estaban conscientes de que Jesucristo tenÃa una clara intención de proveer el futuro de la Iglesia; estaban convencidos de que Jesús querÃa una institución que no podÃa desaparecer con la muerte de los apóstoles. El Maestro les habÃa dicho: «Sepan que Yo estoy con ustedes todos los dÃas hasta el fin del mundo» (Mt. 28, 20), y «las fuerzas del infierno no podrán vencer a la Iglesia» (Mt. 16, 18). Asà las promesas de Jesús a Pedro y a los apóstoles, no sólo valen para sus personas, sino también para sus legÃtimos sucesores.
Como conclusión podemos decir: Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación (Jn. 20, 23; 2 Cor. 5, 18). Los obispos, o sucesores de los apóstoles, y los presbÃteros, colaboradores de los obispos, continúan ahora ejerciendo este ministerio. Ellos tienen el poder de perdonar los pecados «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del EspÃritu Santo».
Dudas que plantean otras iglesias acerca de la confesión
1. ¿En qué se basan los católicos para decir que los sacerdotes pueden perdonar los pecados?
La Iglesia Católica lee con atención toda la Biblia y acepta la autoridad divina que Jesús dejó en manos de los Doce apóstoles y sus legÃtimos sucesores. Esto ya está explicado. El poder divino de perdonar pecados está claramente expresado en lo que hizo y dijo Jesús ante sus apóstoles: El Señor sopló sobre sus cabezas y les dijo: «Reciban el EspÃritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retengan les quedan retenidos» (Jn. 20, 22-23).
Los apóstoles murieron y, como Cristo querÃa que ese don llegara a todas las personas de todos los tiempos, les dio ese poder de manera que fuera transmisible, es decir, que ellos pudieran transmitirlo a sus sucesores. Y asà los sucesores de los apóstoles, los obispos, lo delegaron a «presbÃteros», o sea, a los sacerdotes. Estos tienen hoy el poder que Jesús dio a sus apóstoles: «A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados» y nunca agradeceremos bastante este don de Dios que nos devuelve su gracia y su amistad
2. ¿Para qué decir los pecados a un sacerdote, si Jesús simplemente los perdonaba?
Es verdad que Jesús perdonaba los pecados sin escuchar una confesión. Pero el Maestro divino leÃa claramente en los corazones de la gente, y sabÃa perfectamente quiénes estaban dispuestos a recibir el perdón y quiénes no. Jesús no necesitaba esta confesión de los pecados. Ahora bien, como el pecado toca a Dios, a la comunidad y a toda la Iglesia de Cristo, por eso Jesús querÃa que el camino de la reconciliación pasara por la Iglesia que está representada por sus obispos y sacerdotes. Y como los obispos y sacerdotes no leen en los corazones de los pecadores, es lógico que el pecador tiene que manifestar los pecados. No basta una oración a Dios en el silencio de nuestra intimidad.
Además el hombre está hecho de tal manera que siente la necesidad de decir sus pecados, de confesar sus culpas, aunque llegado el momento le cuesta. El sacerdote debe tener suficiente conocimiento de la situación de culpabilidad y de arrepentimiento del pecador. Luego el sacerdote, guiado por el espÃritu de Jesús que siempre perdona, juzgará y pronunciará la absolución: «Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo y del EspÃritu Santo». La absolución es realmente un juicio que se pronuncia sobre el pecador arrepentido. Es mucho más que un sentirse liberado de sus pecados. Es decir, a los ojos de Dios: no existen más esos pecados. Está realmente justificado. Y como consecuencia lógica, dada la delicadeza y la grandeza de este misterio del perdón, el sacerdote está obligado a guardar un secreto absoluto de los pecados de sus penitentes.
3. «Pero el sacerdote es pecador como nosotros», dirán algunos.
Y les respondo: También los Doce apóstoles eran pecadores y sin embargo Jesús les dio poder para perdonar pecados. El sacerdote es humano y dice todos los dÃas: «Yo pecador» y la Escritura dice: «Si alguien dice que no ha pecado, es un mentiroso» (1Jn. 1, 8). Aquà la única razón que aclara todo es esta: Jesús lo quiso asà y punto. Jesús fundamentó la Iglesia sobre Pedro sabiendo que Pedro era también pecador. Y Jesús dio el poder de perdonar, de consagrar su Cuerpo y de anunciar su Palabra a hombres pecadores, precisamente para que más aparecieran su bondad y su misericordia hacia todos los hombres. Con razón nosotros los sacerdotes reconocemos que llevamos este tesoro en vasos de barro y sentimos el deber de crecer dÃa a dÃa en santidad para ser menos indignos de este ministerio.
El sacerdote perdona los pecados por una sola razón: porque recibió de Jesucristo el poder de hacerlo. Además, durante la confesión aprovecha para hacer una corrección fraterna y para alentar al penitente. El confesor no es el dueño, sino el servidor del perdón de Dios.
Y otro punto importante es que el sacerdote concede el perdón «en la persona de Cristo»; y cuando dice «Yo te perdono...» no se refiere a la persona del sacerdote sino a la persona de Cristo que actúa en él. Los que se escandalizan y dicen ¿cómo un sacerdote que es un hombre puede perdonar a otro hombre? es que no entienden nada de esto.
¿Qué otras diferencias hay entre católicos y protestantes acerca de la confesión?
El protestante comete pecados, ora a Dios, pide perdón, y dice que Dios lo perdona. Pero ¿cómo sabe que, efectivamente, Dios le ha perdonado? Muy difÃcilmente queda seguro de haber sido perdonado.
En cambio el católico, después de una confesión bien hecha, cuando el sacerdote levanta su mano consagrada y le dice: «Yo te absuelvo en el nombre del Padre...», queda con una gran seguridad de haber sido perdonado y con una paz en el alma que no encuentra por ningún otro camino.
Por eso decÃa un no-católico: «Yo envidio a los católicos. Yo cuando peco, pido perdón a Dios, pero no estoy muy seguro de si he sido perdonado o no. En cambio el católico queda tan seguro del perdón que esa paz no la he visto en ninguna otra religión». En verdad,la confesión es el mejor remedio para obtener la paz del alma.
El católico sabe que no es simplemente: «Pecar y rezar, y listo». Pongamos un caso: Una mujer católica comete un aborto. No puede llegar a su pieza, rezar y decir que todo está arreglado. No. Ella tiene que ir a un sacerdote y confesarle su pecado. Y el sacerdote le hará ver lo grave de su pecado, un pecado que lleva a la excomunión de la Iglesia. El sacerdote le aconsejará una penitencia fuerte. Ella quizás hasta llorará en ese momento y antes del próximo aborto seguramente lo pensará tres veces... ¿Y ese señor que compra lo robado? ¿Y esa novia que no se hace respetar por el novio? ¿Y esa mujer que quita la fama con su lengua? ¿Y ese borracho?... Confesando sus pecados, se encontrarán con alguien que les habla en nombre de Dios y les hace reflexionar y cambiar su vida.
Queridos hermanos, termino esta carta con una gran esperanza de que nosotros los católicos seamos capaces de descubrir de nuevo el gran tesoro de la confesión.
Cuántos miles de personas mejoraron su vida sólo con hacer una buena confesión. Un gran psicólogo decÃa: «Yo no conozco ningún método tan bueno para mejorar una vida como la confesión de los católicos». Espero que este «gran tesoro» que dejó Jesús en su Iglesia, sea también provechoso para el crecimiento de nuestra vida espiritual.
2007-01-30 00:35:24
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answer #8
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answered by Anonymous
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