La holandesa es el símbolo de las mujeres glamurosas por su elegancia natural y por el impacto de su personalidad. Su belleza dejó una huella indeleble tanto en el cine como en la moda. Con la primera parte de su historia arrancamos una serie de biografías de mujeres en varias entregas.
Era el verano de 1953 cuando Audrey terminó de filmar Roman Holiday, y se preparaba para el papel de actriz principal de su segunda gran película Sabrina. Una historia sobre la hija del chofer de unos millonarios que regresa de un curso de cocina en París y de la cual se enamoran los dos hijos de la casa. Sus compañeros de actuación, Humphrey Bogart y William Holden, eran los galanes más cotizados de la época. La película, que ha pasado a la historia como un clásico, exigía un vestuario muy sofisticado y los estudios decidieron enviarla a París para que ella lo escogiera.
Era su sueño hecho realidad. Ocho años antes, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, cuando vivía en Holanda, su país natal, solamente podía vestirse con ropa hecha por su mamá. Ahora estaba a punto de conocer a Hubert de Givenchy, el aristócrata aprendiz de la casa Shiaparelli, y devoto admirador de Balenciaga, quien había inaugurado hacia poco su propio estudio. Audrey conocía muy bien su reputación, pues era una fanática seguidora de la moda. Este primer encuentro fue decepcionante para Givenchy, pues la primera impresión que tuvo fue la de estar viendo un animal desvalido. Pero rápidamente desarrollaron una amistad que duraría el resto de sus vidas. En él, Audrey no solo descubrió a alguien que amaba tanto la moda como ella además de los jardines que eran su segunda pasión, sino también a alguien que miraba el mundo de la misma manera que ella. Los dos tenían esa aristocracia innata que no depende de la cuna ni del dinero. A pesar de la química entre los dos, Audrey no logró que Givenchy se hiciera cargo de diseñar el vestuario de la película pues en ese momento él estaba preparando la colección para el siguiente invierno y ella tuvo que escoger algunas de las prendas que ya estaban en la tienda. Fueron tres piezas: un sastre gris de doble abotonadura y cuello redondo, el vestido strapless de baile blanco bordado y el vestido de coctel negro. Fue el inicio del romance entre Holywood y la moda.
Sabrina fue tal vez la primera película que introdujo el concepto de la moda francesa como tal en Hollywood. La colaboración entre Audrey y Givenchy tuvo un éxito rotundo inmediatamente. Todas las mujeres querían ser Audrey Hepburn, se vestían como ella y se peinaban como ella. Muy pronto copias de sus vestidos circulaban por todas las tiendas aun antes del estreno de la película.
"Él es más que un costurero, es el creador de mi personalidad", le dijo Audrey a los reporteros en una ocasión. Juntos desarrollaron el uso del lino, de los colores simples y del exquisito corte que caracterizó la ropa que usó la actriz durante toda su vida.
Ralph Lauren, otro de sus grandes amigos, es aun más enfático cuando se refiere al estilo y al glamour que lograron el costurero y la actriz. "Givenchy hizo miles de prendas bellísimas, pero las que uno realmente recuerda fueron las que hizo para la Hepburn".
El éxito es algo que no se da de un día para otro. Detrás de cada triunfo hay mucho trabajo y sacrificio, talento, fe y hasta un poco de suerte. En el caso de Audrey, todo esto se lo debe a su madre, la baronesa holandesa Edda Kayhleen van Heemstra Hepburn-Ruston. Ella había crecido con la frustración de que su familia, por cuenta de la posición social, le había impedido realizar su sueño de ser actriz y cantante de ópera y por eso impulsó a su hija a tomar clases de ballet. En 1935, cuando tenía 6 años, su padre, un inglés simpatizante nazi, las abandonó a ella y a su madre. Se fue un día para nunca volver. A pesar del dolor que le causó la ausencia de su padre logró sobreponerse y canalizar toda su energía en lo que sería el amor de su vida: el ballet. Durante los años de la guerra era la forma de escaparse de esa realidad cruel. Pero los horrores continuaron, como su familia era en parte judía, los alemanes les confiscaron todos los bienes incluyendo las cuentas bancarias y las dejaron en la miseria absoluta. Alguna vez ella contó cómo había sobrevivido el último invierno de la guerra comiendo bulbos de tulipanes y tratando de hacer pan del pasto. Muchos días pasó tomando apenas un poco de agua y acostándose temprano para no gastar energías.
Audrey pagó un alto precio emocional por todas las privaciones que tuvo durante su niñez, pero lo que nunca logró superar fue el abandono de su padre; eso fue lo que la hizo insegura para siempre.
Aunque no se parecían mucho físicamente su madre contribuyó a desarrollar lo que se podría denominar el estilo Audrey. Le enseñó a pararse recta, a sentarse derecha, a usar la disciplina con el vino y con los dulces y a fumar no más de seis cigarrillos diarios. Audrey aprendió muy pronto que la perfección, la simplicidad y la gracias eran sus ideales, pero que para lograrlo se necesitaba una gran concentración, esfuerzo y disciplina.
Al terminar la guerra sintió el deseo de reinventarse y pensó que una buena fórmula para mantenerse y sostener a su mamá era volviéndose una bailarina profesional. Con cien libras entre las dos salieron para Londres donde la baronesa pensaba que su hija tendría mejores oportunidades
2007-01-29 12:01:45
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answer #1
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answered by miss_sanz 4
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Conservador y elegante, muy tipo Chanel... si es un icono, aun se siguen sacando vestidos inspirados en los ke usaba en las pasarelas, asi como su peinado (sobre todo el ke usaba en Breakfast at Tiffany's) con su tiara y su cigarro
http://espanol.answers.yahoo.com/question/index?qid=20070127172109AAtN2Vw
2007-01-29 12:03:15
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answer #2
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answered by Anonymous
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