Máscaras
Leonardo Padura Fuentes.
Barcelona: Tusquets.
Colección Andanzas; 292.
Novela. Encuadernación rústica.
ISBN 8483100118. 233 págs.
En la tupida arboleda del Bosque de La Habana aparece un 6 de agosto, el día en que la Iglesia celebra la transfiguración de Jesús, el cuerpo de un travesti con el lazo de seda roja de la muerte aún al cuello. Para mayor zozobra de Mario Conde, el policía encargado de la investigación, aquella mujer "sin los beneficios de la naturaleza", vestida de rojo, resulta ser Alexis Arayán, hijo de un respetado diplomático del régimen cubano.
La investigación se inicia con la visita de Conde al impresionante personaje del Marqués, hombre de letras y de teatro, homosexual desterrado en su propia tierra en una casona desvencijada, especie de excéntrico santo y brujo a la vez, culto, inteligente, astuto y dotado de la más refinada ironía. Poco a poco, Mario Conde va adentrándose en el mundo hosco en el que le introduce ladinamente el Marqués, poblado de seres que parecen todos portadores de la verdad de Alexis Arayán. Pero ¿dónde en semejante laberinto, encontrará el Conde su verdad?
En un contexto muy diferente al norteamericano, la obra de Padura se levanta como una metáfora del desencanto frente al hiperbólico discurso triunfalista del régimen. En una entrevista con el escritor italiano Gaetano Longo, Padura afirma: ³La realidad cubana exigía una nueva novela policial, más aguda, más crítica, más realista, mejor escrita² 4. El eje de esta reflexión crítica pasará por el singular policía Mario Conde. El propio Padura precisa la singularidad de su protagonista: ³Mario Conde es una metáfora, no un policía, y su vida, simplemente, transcurre en el espacio posible de la literatura² (Nota del autor en Máscaras).
El ciclo, integrado por Pasado perfecto (2000), Vientos de Cuaresma (2001), Máscaras (1997) y Paisaje de otoño (1998) 5 mereció de inmediato la atención unánime de la crítica internacional, que reconocía en estas obras la superación de los estrechos límites de la novela policiaca, la auscultación de un desengaño vital de la espuria representación oficial, la madurez de un discurso crítico que omitía un explícito y epidérmico anticastrismo, la indagación irónica a veces, desgarrada otras, de una realidad enturbiada por la impostura, el disimulo, el enmascaramiento y el miedo. No es de extrañar la sucesión de premios que han merecido estas obras: el Café Gijón (1995), el Premio Hammett (1997 y 1998), el Premio de la Semana Negra de Gijón (1998) o el francés Premio de las Islas (2000).
Mario Conde, el protagonista del ciclo, es, según el autor, el representante típico de una ³generación escondida², caracterizada por ser ³una generación sin cara, sin lugar y sin cojones² 6. Una generación cuyos sueños han quedado frustrados y que cobra vida, no sólo en Conde, sino en el desamparado grupo de compañeros de instituto que reaparecen en todo el ciclo, y cuyo más trágico representante es el Flaco Carlos, paralizado en una silla de ruedas como secuela de un balazo recibido en Angola, una guerra lejana y absurda.
Padura protege a su investigador de los trazos fuertes del género, subrayando zonas falibles y ³blandas² de su carácter. Sabemos que Mario Conde no sólo cultiva en solitario el vicio de la narrativa, sino que ha escrito poemas en su juventud. Le confiere así una humanidad ³frágil² que rompe los esquemas del héroe machista. El autor ha sabido conciliar en Mario Conde una personalidad aparentemente áspera y solitaria -consolado por su pez peleador Rufino-, pero capaz de sostener un entrañable sentido de la lealtad a la amistad y de sufrir una tierna incapacidad para resistirse al amor. Padura no teme depositar en cada entrega una aventura amorosa de su protagonista, condenada al fracaso en cada ocasión. Trazado con las líneas gruesas del antihéroe -un derrotado, no un perdedor, le confiesa Padura a Gaetano Longo-, este paradójico policía, por otra parte, asume en su habla y en su conducta una auténtica cubanidad elaborada de múltiples contradicciones.
En cada novela Conde enfrenta una zona oscura de la sociedad cubana. Cada caso, cada personaje corrupto parece escaparse de la contiengencia casuística para instalarse en una representación metonímica de mayor alcance. No en balde Mario Conde puede rumiar: ³En los últimos tiempos, pensó, los robos y los asaltos se mantenían en línea ascendente, la malversación de la propiedad estatal parecía indetenible y el tráfico de dólares y de obras de arte era mucho más que una moda pasajera² 7. Si Pasado perfecto pone al descubierto el engranaje del oportunismo y de la doble moral en las altas esferas de la administración estatal, Máscaras es una denuncia de la represión cultural de los setenta y de las persecuciones desatadas contra los homosexuales, ³un homenaje a los que, como Virgilio (Piñera), fueron condenados por algo tan personal e íntimo como las preferencias sexuales², en palabras de Padura (entrevista de Gaetano Longo); si Paisaje de otoño pone al descubierto una trama de corrupciones y complicidades en el tráfico de obras de arte, Vientos de Cuaresma expone un escenario donde las falsas apariencias ocultan el tráfico de influencias y el consumo de drogas.
El espacio abierto por Padura, presente en otras obras, como El libro de la realidad (2001) de Arturo Arango, sobre todo en sus aspectos desacralizadores del discurso épico, nos advierte de que algo comienza a cambiar desde abajo. Lo que no significa que el territorio minado por la represión haya sido clausurado ni que los escritores hayan dejado de estar en la mirilla de los comisarios políticos de la cultura. Circunstancia que, aunque extraliteraria, añade un excedente de reconocimiento en su escritura. Todavía en 1999, Padura, al tiempo que reconocía una benevolente actitud del ministro de cultura, Abel Prieto, declaraba imprudente desde su raigal Mantilla: ³Ahora, al estar tan demarcados los límites políticos, cualquier cosa que vaya más allá de lo correcto puede provocar miedo. Esta misma entrevista -las respuestas que te estoy dando- podría provocarme mucho miedo, porque sé que existe la posibilidad de que un funcionario piense que estoy diciendo cosas que son políticamente incorrectas y venga a pedirme explicaciones. No estoy exento ni a salvaguarda del miedo que sienten muchas personas en Cuba² 8.
No es difícil concluir que salvo el magisterio canónico de Guillermo Cabrera Infante, no existe en el panorama de la narrativa cubana actual un conjunto de obras que aporte una escritura más lúcida y eficaz que el ciclo Las Cuatro Estaciones de Leonardo Padura. Quizá ello sea debido a un fenómeno lúcidamente descrito por Nabokov: ³A veces, en el curso de los acontecimientos, cuando el flujo del tiempo se convierte en un torrente fangoso y la historia inunda nuestros sótanos, las personas serias tienden a reconocer una correlación entre el escritor y la comunidad nacional o universal; y los mismos escritores empiezan a preocuparse por sus obligaciones².
NOTA:He tratado de darte algunos datos;pero,el resumen como tal no lo encuentro.Padura es cubano,magnifico escritor,ganador varias veces del premio a la mejor novela en La Semana Negra de Gijon.Es una pena que no lo puedas leer.Es ameno,pero,no es facilon.Espero que haya podido ayudarte en algo.Suerte.
2007-01-21 00:25:54
·
answer #1
·
answered by maritere 2
·
1⤊
0⤋