Lo que ocurre que siempre estmos observando todo lo malo. Si nos muestran una hoja blanca con un punto negro en el medio, vamos a decir que vemos ese punto, pero no vemos todo lo alrededor, lo blanco. Creo positivamnte que no todo es maldad; Muchisima gente está alejada de Dios; no cree en Él, pero a pesar de todo, hay respeto.
No podemos negar el mal, es cierto, pero...
Jesús: respuesta al problema del mal
"Sabemos que Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de todos que le aman" (Rom 8, 28).
1.La Palabra de Dios afirma de forma clara y perentoria que «la maldad no triunfa contra la sabiduría (de Dios)» (Sab 7, 30) y que Dios permite el mal en el mundo con fines más elevados, pero no quiere ese mal. Hoy deseamos ponernos en actitud de escuchar a Jesucristo, quien en el contexto del misterio pascual, ofrece la respuesta plena y completa a ese atormentador interrogante.
Reflexionemos antes de nada sobre el hecho que San Pablo anuncia: Cristo crucificado como «poder de Dios y sabiduría de Dios» (1 Cor 1, 24), en quien se ofrece la salvación a los creyentes. Ciertamente el suyo es un poder admirable, pues se manifiesta en la debilidad y el anonadamiento de la pasión y de la muerte en cruz. Y es además una sabiduría excelsa, desconocida fuera de la Revelación divina. En el plano eterno de Dios y en su acción providencial en la historia del hombre, todo mal, y de forma especial el mal moral --el pecado-- es sometido al bien de la redención y de la salvación precisamente mediante la cruz y la resurrección de Cristo. Se puede afirmar que, en El, Dios saca bien del mal. Lo saca, en cierto sentido, del mismo mal que supone el pecado, que fue la causa del sufrimiento del Cordero inmaculado y de su terrible muerte en la cruz como víctima inocente por los pecados del mundo. La liturgia de la Iglesia no duda siquiera en hablar, en este sentido, de la «felix culpa» (Liturgia de la Vigilia Pascual).
2. Así pues, a la pregunta sobre, cómo conciliar el mal y el sufrimiento en el mundo con la verdad de la Providencia Divina, no se puede ofrecer una respuesta definitiva sin hacer referencia a Cristo. Efectivamente: por una parte, Cristo -el Verbo encarnado- confirma con su propia vida -en la pobreza, la humillación y la fatiga- y especialmente con su pasión y muerte, que Dios está al lado del hombre en su sufrimiento; más aún, que El mismo toma sobre Sí el sufrimiento multiforme de la existencia terrena del hombre. Jesús revela al tiempo que este sufrimiento posee un valor y un poder redentor y salvífico, que en él se prepara esa «herencia que no se corrompe», de la que habla San Pedro en su primera Carta: «la herencia que está reservada para nosotros en los cielos» (cfr. 2 Pe 1, 4). La verdad de la Providencia adquiere así mediante «el poder y la sabiduría» de la cruz de Cristo su sentido escatológico definitivo. La respuesta definitiva a la pregunta sobre la presencia del mal y del sufrimiento en la existencia terrena del hombre es la que ofrece la Revelación divina en la perspectiva de la «predestinación de Cristo», es decir, en la perspectiva de la vocación del hombre y la vida eterna, a la participación en la vida del mismo Dios. Esta es precisamente la respuesta que ha ofrecido Cristo, confirmándola con su cruz y con su resurrección.
3. De este modo, todo, incluso el mal y el sufrimiento presentes en el mundo creado, y especialmente en la historia del hombre, se someten a esa sabiduría inescrutable, sobre la cual exclama San Pablo, como transfigurado: «¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios e insondables sus caminos ...! (Rom 11, 33). En todo el contexto salvífico, ella es de hecho la «sabiduría contra la cual no puede triunfar la maldad» (cfr. Sab, 7, 30). Es una sabiduría llena de amor, pues «tanto amó Dios al mundo que le dio su unigénito Hijo ... » (Jn 3, 16).
Cervantes llamó a la envidia “carcoma de todas las virtudes y raíz de infinitos males. Todos los vicios —añadía— tienen un no sé qué deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabia”.
La envidia no es la admiración que sentimos hacia algunas personas, ni la codicia por los bienes ajenos, ni el desear tener las dotes o cualidades de otro. Es otra cosa.
La envidia es entristecerse por el bien ajeno. Es quizá uno de los vicios más estériles y que más cuesta comprender y, al tiempo, también probablemente de los más extendidos, aunque nadie presuma de ello (de otros vicios sí que presumen muchos).
Quiere dañar pero se daña a sí mismo
La envidia va destruyendo —como una carcoma— al envidioso. No le deja ser feliz, no le deja disfrutar de casi nada, pensando en ese otro que quizá disfrute más. Y el pobre envidioso sufre mientras se ahoga en el entristecimiento más inútil y el más amargo: el provocado por la felicidad ajena.
El envidioso procura aquietar su dolor disminuyendo en su interior los éxitos de los demás. Cuando ve que otros son más alabados, piensa que la gloria que se tributa a los demás se la están robando a él, e intenta compensarlo despreciando sus cualidades, desprestigiando a quienes sabe que triunfan y sobresalen. A veces por eso los pesimistas son propensos a la envidia.
Wilde decía que “cualquiera es capaz de compadecer los sufrimientos de un amigo, pero que hace falta un alma verdaderamente noble para alegrarse con los éxitos de un amigo”. La envidia nace de un corazón torcido, y para enderezarlo se precisa de una profunda cirugía, y hecha a tiempo.
La envidia lleva también a pensar mal de los demás sin fundamento suficiente, y a interpretar las cosas aparentemente positivas de otras personas siempre en clave de crítica. Así, el envidioso llamará ladrón y sinvergüenza a cualquiera que triunfe en los negocios; o interesado y adulador a aquél que le está tratando con corrección; o, como muestra de envidia más refinada, al hablar de ése que es un deportista brillante, reconocido por todos, dirá: "ese imbécil, ¡qué bien juega!".
Cuando uno tiene estos sentimientos, debe hacerse un planteo de su situacion y ofrecerle a Dios para la sanacion espiritual.
Bendiciones
2007-01-16 00:44:55
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answer #1
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answered by Anonymous
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OK, TODO EMPEZÓ EL DÍA EN QUE EL HOMBRE COMIÓ DEL FRUTO DEL ÁRBOL DEL CONOCIMIENTO DEL BIEN Y EL MAL EN EL HUERTO DEL EDÉN, EL HOMBRE HABÍA SIDO CREADO PARA MANTENER UNA COMUNIÓN SINCERA CON DIOS MAS A EL SE LE DIO LIBRE DECISIÓN Y TOMO LA DECISIÓN EQUIVOCADA, DESDE ESE MISMO MOMENTO LA HUMANIDAD ESTA PADECIENDO DE TODOS LOS MALES QUE HOY CONOCEMOS Y AVECES ACEPTAMOS (MUERTE, ENFERMEDAD, PECADO, ETC) INCLUYENDO LA MALDAD Y LA ENVIDIA. PERO GRACIAS A DIOS HOY A DIFERENCIAS DE AQUELLOS TIEMPOS TENEMOS PERDÓN A TRAVÉS DE JESÚS, Y AQUELLOS QUE EN VERDAD LE SIGUEN Y CUMPLEN CON SUS MANDAMIENTOS INTENTAN NO PARTICIPAR DE LA MALDAD Y ENVIDIA Y CUANDO LO HACEN SE ARREPIENTEN YA QUE SABEN QUE NO ES EL CAMINO QUE DEBEN SEGUIR.
2007-01-15 23:37:09
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answer #2
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answered by ALE 1
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La maldad puee ser consecuencia de la envidia. Son las distintas ideologias, que no todas son iguales, y que llevan a que este mundo no pueda unirse. Sin ir mas lejos mira el ejemplo que pone estados unidos al invadir Irak, donde estan las bombas que supuestamente tenia saddam, fue todo un circo para apoderarse de sus riquezas, y dominar todo el tema del petroleo, ellos siempre dicen que salvan al mundo, y no es asi, lo destruyen con su envidia por el petroleo que no tienen, a lo mejor no pensas asi, pero bueno es un buen paso para lo que te estoy explicando, no odos pensamos iguales.Yyo tengo la desesperanza de que esto no se va a arreglar mas.
Un Abrazo
2007-01-15 23:37:51
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answer #6
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answered by Juani 1
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