Aun era temprano así que decidí ir por una cerveza a uno de mis bares favoritos ubicado frente a la costa, estaba sorprendido por el extraño actuar del carpintero y mucho más todavía por lo bien que mis amigos me habían hablado de él. No habían transcurrido ni media hora después de haber llegado, cuando sorpresivamente entró al bar el tal Jim Mckey, quien al verme se dirigió directamente hacia mí, se detuvo justo frente a mi mesa y con un tono de voz vacilante y sumisa preguntó:
-¿Como te llamas?
Me volví hacia él para observarlo de pies a cabeza y luego de unos segundos de silencio regresé a mi posición inicial para sorber un trago de cerveza.
-¿Qué quieres…?- Le pregunté en un tono que imitaba su anterior actitud.
El tipo esbozó una descarada sonrisa para luego, a manera de disculpas, alegar que a veces solía comportarse como una mala persona. Había decidido seguirme pues tenía curiosidad por saber lo que yo buscaba.
-Si me invitas a una cerveza me pondré de buen humor…- Aseguró cínicamente.
-¡No compró el buen humor de nadie!- Respondí cortante.
-Ok, Ok no me des la cerveza, solo dime ¿Qué deseabas conmigo?- Inquirió inclinándose sobre la mesa.
-Siéntate- Le ordené tranquilizado por su ahora serena actitud- Necesito a alguien que repare mi casa.
-Ok, después de una cerveza iremos a ver la casa- Indicó con gran interés.
- Yo ya estaba por marcharme. Si te interesa ven conmigo ahora para que veas la casa, allá podrás tomarte una cerveza si quieres...- Concluí determinante.
El sujeto se mostró anuente a la idea y juntos nos encaminamos rumbo a mi casa. Cinco minutos después de haber llegado puede conocer el otro lado de la personalidad del tipo. A pesar de que la cerveza que cargaba en la mano le restaba profesionalismo, el hombre empezó a enumerar detalladamente todas las reparaciones en las que era necesario trabajar. Tan entusiasmado estaba, que por largo rato no paró de hablar de la manera en que procedería a realizar el trabajo, aun cuando yo no comprendía la mayor parte de los términos que utilizaba. Esa actitud se asemejaba a la de un niño que acababa de recibir sus nuevos juguetes, pues solo dejaba de revisar el equipo para correr a inspeccionar la madera, de la cual su favorita era el cedro amarillo. Me di cuenta, por el brillo de su mirada y los bríos que proyectaba, que ese hombre había nacido para dedicarse precisamente a la ebanistería. Después de casi una hora de divagaciones y comentarios sin control, volvió en sí al recordar la cerveza ya caliente que había dejado en la mesa.
Las consiguientes dos semanas trabajé junto a él como su asistente, ese tiempo bastó para conocer a cabalidad las dos diferentes personalidades de Jim Mckey: la primera de un sujeto negativo, refunfuñón, descortés y descuidado con su aspecto personal y la segunda y más importante: la de un profesional cuya máxima preocupación era la perfección en los detalles de su obra. De lunes a viernes, sin excepción, nos dedicamos a darle forma a lo que la imaginación del artista destilaba, yo estaba feliz con mi nueva experiencia por dos razones: ocupar mí tiempo en algo productivo y a la vez aprender del carácter de Jim, quien aunque voluble, me enseño a trabajar la madera.
Durante la semana siguiente continué trabajando con Jim Mckey en la reparación de la casa, cada día me convencía más que a pesar que ese hombre no tenía buen aspecto, trabajaba con el ingenio de un artista, pero uno muy peculiar ya que hasta la una de la tarde se mantenía completamente concentrado en su trabajo, después de esa hora empezaba a mirar insistentemente hacia el refrigerador.
-“Aquí huele a cerveza…”- Insinuaba repetidamente hasta que yo le servía su antojo.
Con tres botellas podía continuar hasta las tres de la tarde pero nunca trabajaba después de esa hora ni yo le daba más de tres cervezas en total por día. Ese horario estaba bien para mí, pues después de terminar de limpiar todos los desperdicios, recoger las herramientas y reacomodar la madera sobrante yo solo, se hacían las cinco. Todo aconteció bien en el transcurso de nuestras reparaciones, sin embargo estaba impaciente porque llegara el fin de semana para visitar a mi nuevo amigo.
Cercana la fecha, invité a Alfredo para la cena de Noche Buena en mi casa, les había hablado tanto a mis amigos de él, que estaban deseosos de finalmente conocerlo. Mi viejo compañero aceptó feliz la invitación, había pasado mucho tiempo desde su última visita a la ciudad. Mientras tanto, antes de la Navidad Jim Mckey y yo trabajábamos todos los días en las reparaciones pues mi casa debía estar lista para la noche buena. Luego de varios meses de trabajar juntos y a pesar de la rudeza de su carácter logré entablar una sincera amistad con Mckey, esa cercanía me hacía ganarme su confianza y romper el duro cascarón de piedra con el que se rodeaba. Cierto día mientras él serruchaba unas tablas de madera me atreví a preguntarle:
-¿Tu tienes novia Jim?
Con su acostumbrado mal carácter me contestó:
-¡¡No quiero saber de mujeres, tuve una hace algún tiempo y se fue con otro hombre!!
-Comprendo porque ella te dejó- Afirmé bordeando los limites de su paciencia -A como yo te veo, ninguna mujer te aceptará…
Guardada en mi closet, conservaba ropa y abrigos que había dejado de utilizar, pensé que talvez podrían serle de utilidad a Jim, pues siempre andaba sucio y harapiento, no se había afeitado en años y lo peor es que parecía no importarle su desgreñado aspecto. De mala gana aceptó parte de mi ropa sin garantizarme que la utilizaría, pero poco a poco comenzó a usarla para trabajar, ya de por sí, eso era positivo.
Una semana antes de la navidad, la remodelación de mi casa estaba definitivamente concluida. El trabajo de Jim Mckey era insuperable ¿Cómo un hombre tan sucio y desordenado en su vida personal poseía ese talento...? Cada puerta y ventana lucía preciosos acabados, las molduras y detalles de cada elemento de madera habían sido cuidadosamente tallados, daba gusto caminar por las escaleras y acariciar los labrados esculpidos en los brazos de cedro amarillo, eso ocurre cuando se pone el equipo y la madera perfecta en manos de un artista!! Por mi experiencia en el bosque yo creía saberlo todo sobre la madera, me di cuenta de mi error a tiempo y con la ayuda de mi amigo hippie aprendí mucho sobre el arte de la ebanistería, no imaginaba en ese momento la importancia que tendría mi nueva experiencia en el futuro.
Para demostrar mi gran aprecio hacia Jim, justo el día de la culminación de la casa decidí celebrar el acontecimiento en el mejor bar de la ciudad. Él era tan amante de la cerveza que tuve que fijarle una cuota diaria de tres bebidas, sin esta medida no sé cuánto tiempo hubiesen demorado las reparaciones, pero esa sería una noche especial y no habrían restricciones a partir de las siete, hora en que quedamos de encontrarnos en el bar. Por las experiencias anteriores, pensé que al llegar al bar Mckey estaría esperándome con una hora de anticipación y varias cervezas en su estómago, pero esa noche ya eran las siete y media y él aun no aparecía. Me pareció extraña la demora de mi amigo, en medio de mi impaciencia entró al lugar un hombre que dudé reconocer: de cabellos cortos; barba pequeña y arreglada y bien vestido aunque la ropa le quedaba un poco grande. Me froté los ojos con incredulidad y pasmo, ninguno de los presentes en el bar lo podía creer.
-¡¡Es Jim Mckey…¡¡- Murmuró indiscretamente alguien de la mesa de atrás, mientras el personaje en cuestión avanzaba hacia mí en medio de las miradas curiosas de los presentes. Casi todos los que ahí se encontraban conocían al viejo Jim y estaban tan, o más anonadados por el repentino cambio de look como lo estaba yo. Fui testigo de la escena desde mi mesa, algunos se levantaban a saludarlo, otros le invitaban a sentarse en sus mesas, lo cual rechazaba alegando que yo estaba esperándolo y el resto se limitaba a observarlo desde sus lugares. El no cabía dentro de su orgullo al recibir tanta atención, al estar más cerca de mí me levanté para recibirlo efusivamente con un apretón de manos.
- ¡Bienvenido…!-
Mi corazón estaba feliz por haber ayudado a alguien que aunque no tenía mucho externamente, contaba con un gran corazón. El parecía haberse transformado, así transcurrió toda la noche, otras personas se acercaron a la mesa para saludarlo, decirle lo bien que se veía e invitarlo a una cerveza.
- Cuando comencé a trabajar para ti no me cabía duda que eras un buen actor- Me confesó más tarde- siempre te veías contento y para mi era cuestión de tiempo para ver tu verdadera cara.
Sorprendido por su confesión, le pregunté porque pensaba eso de mí.
-Es como ha sido la vida conmigo… Después que fueron pasando las semanas y los meses me di cuenta que no estabas fingiendo ¡Es tu forma de ser! Aunque me cuesta admitirlo, un muchacho mucho más joven que mí fue el espejo para descubrir que hay cosas buenas en la vida. Debo darle un cambio a mi forma de ser y dejar atrás mis amarguras…
Hizo una breve pausa para sorber algunos tragos de cerveza y luego agregó con determinación:
-…Mi casa aun está como el Jim Mckey de antes y quiero que se vea como el que soy ahora… ¡Voy a reparar mi hogar y quiero saber si es posible que me vendas la madera que sobró de la reparación de tu casa!
-Esa madera no está en venta…- Le contesté secamente.
Silente se me quedó viendo con ojos de resignación.
-Esa madera es tuya Jim… Es mi regalo de navidad por tu excelente trabajo- Agregué para su sorpresa.
Le brillaron los ojos al oír mis palabras y entre risas me agradecía efusivamente el gesto.
- ¡¡Gracias…!! ¡¡No sabes cuanto te lo agradezco…!!
-No es necesario que me agradezcas tanto, te lo mereces…- Indicaba ante su emotiva reacción.
-¡Estoy tan feliz que hasta quiero darte un beso¡- Bromeó con sarcasmo hippie.
-¡¡¡…si haces eso, no te doy la madera…!!!- Le advertí entre risas.
Por una razón u otra tenía la certeza de tener ante mí a un buen amigo para el resto de mi vida.
2007-01-09
11:27:50
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pregunta de
Anonymous
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Arte y humanidades
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