EL LEZAMA TIENE HISTORIAS
En San Telmo y sus alrededores Nº 14
Julio1998
He vuelto a aquel banco del Parque Lezama, lo mismo que entonces se oye la noche, la sorda sirena de un barco lejano. Mis ojos nublados te buscan en vano. Después de diez años he vuelto aquí solo, soñando aquel tiempo, oyendo aquel barco. Mis penas vencieron. El tiempo y la lluvia, el viento y la muerte, ya todo llevaron.
Ernesto Sábato
Entrar al Parque Lezama, es adentrarse en un lugar apasionante. La riqueza y variedad de flores, plantas, esculturas, monumentos y otras construcciones lo transformaron en uno de los lugares más atractivos. Para una corriente de historiadores es el lugar dónde se realizó la Primera Fundación de la Ciudad, cuando en 1536 Mendoza llegó a estas tierras.
Antes era tierra y río. En algún tiempo, al pie de su barranca corría una desembocadura del Riachuelo en la que estuvo el primitivo puerto. A principios del siglo pasado sus terrenos fueron vendidos, transformándose en una lujosa residencia embellecida con árboles y plantas procedentes de todo el mundo. Se construyeron senderos, caminos y se edificó el suntuoso edificio de estilo italiano, con una galería exterior, una alta torre mirador, hornacinas, estatuas, macetones de mármol y hasta se hizo un pasadizo secreto en donde ahora se encuentra el Museo Histórico Nacional.
En 1857, la quinta fue adquirida por Gregorio José Lezama, quien terminó de parquizarla, aumentó sus flores, introdujo plantas exóticas y árboles. Desde el mirador, las familias patricias podían contemplar un bellísimo paisaje: el río en toda su amplitud, el barrio nuevo de La Boca con sus pintorescas casas de madera, las grandes quintas situadas sobre Barracas al Norte o la extendida ciudad, baja, chata, en la que los tejados oscuros contrastaban con las cúpulas relucientes de las iglesias. Una verja de hierro rodeaba todo el perímetro de la quinta. En 1896 la viuda de Lezama (muerto unos años antes), vendió el parque a la Municipalidad, con la condición de que lleve el nombre de su esposo.
A fines del siglo pasado la antigua quinta, de alrededor de 80.000 metros cuadrados, se convirtió en paseo público y sede del Museo Histórico Nacional, que conserva valiosas colecciones.
Con el correr de los años el paseo público se transformó en un lugar con una animada actividad social. Contaba con un pequeño tren, calesita, lago artificial, tambo, teatro al aire libre, pabellón para banquetes, circo, anfiteatro, un restaurante y un cinematógrafo, el primero que funcionó en el barrio de San Telmo.
En 1931 se sacó la verja que rodeaba al parque. Algunas crónicas dicen que algunos asaltantes, cuando eran perseguidos por la policía, lo escalaban hábilmente encontrando refugio. A partir de entonces el paseo fue completamente libre, ya que antes era abierto al público solamente los jueves y domingos.
En 1936 se erigió allí el Monumento a la Cordialidad Internacional, tributo con que Montevideo rindió homenaje a la Reina del Plata cuando cumplió cuatrocientos años. El monumento, ubicado en sobre la Av. Martín García, está construido en bronce y tiene motivos alusivos a la conquista, la flora y la fauna de las tierras del Plata.
En 1938, con la construcción de diversas obras complementarias el parque tomó su aspecto actual. Entre estas obras podemos mencionar la fuente que da a Brasil en el sitio del antiguo anfiteatro; el monumento a Pedro de Mendoza y el busto al alemán Ulrico Schmidel (acompañante de Don Pedro de Mendoza y primer cronista de Buenos Aires.
Pero el parque no es sólo recuerdos, lo que también se destaca es su gente, las muchedumbres que lo visitan dándole vida y movimiento, creando y enriqueciendo su historia periódicamente.
Por su feria artesanal cosmopolita desfilaron stands de las más diversas culturas, desde indígenas y africanos hasta rusos y cubanos. En ella se pueden encontrar una multiplicidad de artículos artesanales: están los hechos con metales, cuero, piedras; además de los cuadros, pinturas, souvenirs y casas coloniales de adorno.
Frente al Parque se encuentra la iglesia rusa, una de las más hermosas de Buenos Aires por su colorido y su cúpula redonda. El Lezama, es una caja de sorpresas, un espacio que nuclea incontables historias.
Antonio J. Bucich, investigó y narró la vida del parque, Ernesto Sábato inició su célebre novela Sobre Héroes y Tumbas con Martín -uno de los personajes- sentado en uno de los bancos cerca de la estatua de Ceres. Estanislao del Campo lo mencionó en su Fausto. En este histórico parque se asentó el primer depósito de pólvora, el primer molino de viento y el primer horno para fabricar ladrillos de la ciudad.
Pero el parque es historia y futuro por otros bienes incambiables, por la belleza de su paisaje y la calidez de sus visitantes. Aquí encontramos niños que corretean sus jardines, jubilados que disfrutan jugando a las cartas, damas o ajedrez, o de las esculturas o la fuente. Parejas que tejen sueños y palabras sopladas por el viento. En este parque entrelazamos una magia interna única.
Todos esperamos que este lugar siga siendo público, que no haya que atravesar verjas para visitarlo o pagar entrada. Por supuesto que merece la mejor atención y cuidado posible. Es necesario cuidar uno de los espacios más ricos de la ciudad. Por su historia, por su memoria y por las tantas alegrías que dio y sigue dando a sus visitantes. Es de esperar que los versos de Baldomero Fernández Moreno: "He ido a ver el parque de Lezama en el atardecer de un día cualquiera, / y me he encontrado uno diferente al que por tantos años conociera", no se transformen en la pérdida irreparable de uno de los lugares más cálidos de Buenos Aires.
Eduardo Scirica
2007-01-09 12:52:29
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answer #1
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answered by jotaemeca 2
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