La relación entre EEB y vECJ no ofrece, en cambio, duda alguna. Existen evidencias epidemiológicas, patogénicas y bioquímicas que así lo avalan. Sin embargo, hay un dato alentador en toda esta tragedia, y es la desproporción existente entre el número de casos de vECJ y de EEB. . La razón de ello radica tal vez en que la transmisión sólo se da en determinadas circunstancias desafortunadas, cuando coinciden la presencia de tejidos altamente infectivos en la cadena alimentaria humana, individuos susceptibles y probablemente factores predisponentes desconocidos. Esto nos sitúa ante un panorama mucho más positivo, no sólo en su vertiente ganadera (origen de cuantiosísimas pérdidas económicas), sino, y sobretodo, en cuanto a su transmisión a la especie humana, ya que ésta última no es aparentemente muy eficaz.
Por esa razón es conveniente saber cuáles son los tejidos más peligrosos de cara a la transmisión. Debe destacarse a este respecto que la investigación sobre este punto ha contado con un grave inconveniente, como es la validación de los modelos experimentales disponibles hasta fecha reciente. En cualquier caso, y pese a todas las carencias pasadas y recientes, hay algunos datos concluyentes en cuanto a infectividad en tejidos. En primer lugar, los tejidos del Sistema Nervioso Central (cerebro, cerebelo y médula espinal) son, a todas luces, los más infectivos. Sin embargo, hay otros tejidos que también se han revelado infectivos en el curso de las investigaciones realizadas. Entre ellos deben incluirse, por ejemplo, los ganglios nerviosos espinales dorsales, los tejidos del Sistema Linfo-Reticular, tonsilas, retina e íleon. La posibilidad de que otros tejidos representen un riesgo real es muy remota. Prueba de ello es que la política de eliminación y destrucción de los "Materiales Específicos de Riesgo", junto con la prohibición del uso de harinas de carne en la alimentación del ganado, ha determinado que la EEB esté prácticamente bajo control en Gran Bretaña, y que no hayan aparecido hasta la fecha (aunque esto dependerá finalmente del periodo real de incubación, hoy sólo estimado) un gran número de casos de la temible vECJ como inicialmente se preveía. Las evidencias epidemiológicas, por tanto, indican que el resto de tejidos no constituye un riesgo sanitario apreciable.
El diagnóstico de la EEB recae actualmente en tres puntos básicos: la valoración clínica, en la que los signos nerviosos (ataxia, mioclonos) son los principales, pero que exigen un diagnóstico diferencial con algunos otros cuadros que cursan con manifestaciones nerviosas, y que son mucho mas frecuentes. En segundo lugar, se dispone del estudio histopatológico y las técnicas inmunohistoquímicas. Las lesiones microscópicas incluyen la vacuolización neuronal, astrocitosis y gliosis y, ocasionalmente, la formación de placas amiloideas. A la observación de estas lesiones se añade la posibilidad de marcar mediante tinciones inmunohistoquímicas (y por tanto específicamente) los acúmulos de PrPSc, lo que permite establecer un doble criterio diagnóstico: lesión específica más inmunodetección del agente causal. En tercer lugar figura la detección de la PrPSc en el tejido nervioso de los animales sospechosos mediante las técnicas de ELISA o inmunoblotting. Esta última consiste en la detección de las PrPSc en un fragmento del tejido nervioso del animal (el óbex) mediante la acción previa de una proteasa que permitirá distinguir a PrPC de PrPSc por su distinta capacidad de resistir la acción enzimática, a lo que se sigue de una electroforesis en gel de poliacrilamida, transferencia a un soporte de celulosa o similares y, finalmente, la detección específica mediante anticuerpos marcados. Este método, junto a otros dos al menos, ha sido validado por la Unión Europea para su empleo masivo en las campañas emprendidas en varios estados miembros (y algunos extracomunitarios). Aparentemente, permite el diagnóstico en animales en fases pre-clínicas de la enfermedad, unos 5 meses antes de que los signos clínicos o las lesiones hayan hecho su aparición, lo que las hace más sensibles que las anteriores. Además, requiere de una pequeña cantidad de material nervioso para su desarrollo, que en total dura unas 6 a 8 horas, lo que permite su aplicación sin graves trastornos en la cadena de comercialización de las canales. Por tanto, pese a que se dispone de buenos sistemas, es preciso promover la investigación de nuevas técnicas que precisen de menos requisitos técnicos y sean, sobretodo, más rápidas, sensibles y sencillas. Sin duda, futuras perspectivas apuntan al desarrollo de técnicas diagnósticas in vivo, en las que ya se trabaja intensamente con resultados preliminares alentadores, lo que facilitará tanto la detección de casos tempranos, la instauración de programas de erradicación y su aplicación a la especie humana.
Las EETs son enfermedades incurables hoy en día, aunque no inevitables. Se han realizado ensayos in vitro con sustancias que revierten la PrPSc a su isoforma normal, pero de estos experimentos, a su ensayo previo en animales de laboratorio y, después, a pruebas clínicas en pacientes humanos, media un lapso de tiempo excesivo como para confiar sólo en esta solución. Por esa razón, estas enfermedades requieren, más que muchas otras, medidas preventivas.
Las medidas de control de la EEB se justifican tanto desde una perspectiva de Salud Pública como de Sanidad Animal. El control de la EEB pasa en la actualidad por la conjunción de los siguientes aspectos: la supresión de los materiales específicos de riesgo de las canales bovinas (y ovinas y caprinas, si se hace extensivo el sistema al Scrapie), la supresión harinas de carne en la alimentación de animales de abasto, y, finalmente, la realización de encuestas diagnósticas combinando las técnicas disponibles (básicamente inmunoblotting o ELISA). La efectividad de estas medidas está fuera de toda discusión, aunque quizá cabría plantear ya la necesidad de medidas de mayor calado que eliminen no sólo la enfermedad, sino, y especialmente, la alarma a ella asociada. Debe remarcarse que la EEB es potencialmente transmisible al hombre, y siempre letal, por lo que deben tomarse las medidas cautelares necesarias destinadas a impedir la entrada en la cadena alimentaria (humana y animal) de tejidos infectivos. De esta forma, la adquisición de la enfermedad es extraordinariamente improbable. Sin embargo, la tendencia debe ser, inexcusablemente, la erradicación total de la enfermedad en el plazo más breve posible, por lo que nuevas medidas más drásticas deben ser ya tenidas en cuenta siguiendo, por ejemplo, la vía iniciada por Alemania de sacrificar a todas las reses mayores de 30 meses. De esta manera podremos asegurar que el riesgo es despreciable en todos y cada uno de los productos y derivados obtenidos del ganado vacuno. La ausencia de enfermedad en los animales sería así la garantía única e infalible que haría imposible la transmisión a la especie humana.
..-
2007-01-09 09:09:05
·
answer #1
·
answered by Anonymous
·
31⤊
0⤋