La palabra «secta» es empleada en nuestras biblias para traducir la palabra griega «hairesis». La encontramos seis veces en el libro de los Hechos (5:17; 15:5; 24:5, 14; 26:5; 28:22), una vez en la primera epístola a los Corintios (11:19), una vez en la epístola a los Gálatas (5:20) y una vez en la segunda epístola de Pedro (2:1)[1]. El significado de esta palabra es bien conocido. Significa propiamente una doctrina, un sistema —ya de filosofía, ya de religión—, cuyos adherentes están unidos como adeptos de esta doctrina.
Pero el significado de la palabra «secta», se encuentra sin embargo un poco modificado hoy, porque la iglesia profesante, o al menos la parte más numerosa de esta iglesia, tomó el nombre de católica, es decir universal, y así todo cuerpo o congregación cristiana que no pertenezca a esta comunidad que se dice católica, recibe de ella el nombre de secta, el que, por esta razón, ha llegado a ser un término de desaprobación. Todas las diversas sociedades o corporaciones cristianas han recibido de esta forma el nombre de sectas, en el sentido de divisiones, o de partes del conjunto de los cristianos, o de los que llevan el nombre.
He aquí la razón de por qué la palabra secta siempre conlleva una idea de censura y de desaprobación, por la idea de que aquellos que la componen se reúnen por una doctrina o por una denominación particular. Y no podemos decir que esta manera de ver esto sea enteramente falsa. La aplicación puede ser falsa, pero la idea misma no lo es.
Pero lo importante es tratar de descubrir lo que ha hecho merecer este nombre y esta desaprobación; y, puesto que el término se aplica a las congregaciones o corporaciones cristianas, es importante comprender bien el verdadero principio de reunión de los santos. Toda reunión que no esté basada en este principio, es, de hecho, una secta.
Aunque los católicos, así llamados, han hecho un mal uso de la verdad, no es menos cierto que la unidad de la Iglesia es una verdad de la mayor importancia para los cristianos, ya sea que se trate de la unidad de todos individualmente manifestada en el mundo, o de la unidad del cuerpo de Cristo, formado por el Espíritu Santo que descendió aquí abajo (Juan 17; Hechos 2; 1 Corintios 12:13). Así, en el capítulo 17 del evangelio de Juan (v. 20-21), el Señor pide al Padre, por aquellos que creerían mediante la palabra de los apóstoles: “que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:21). Se trata aquí de la unidad práctica de los cristianos en la comunión del Padre y el Hijo. Los apóstoles debían ser uno en consejo, en intenciones, en pensamientos, en obras, en espíritu por un solo Espíritu, como el Padre y el Hijo en la unidad de la naturaleza divina (v. 11). Entonces los que creerían en Él por la palabra de ellos, debían ser todos “uno” en la comunión del Padre y del Hijo (v. 21). Nosotros seremos perfectos en la unidad, en la gloria (v. 22); pero debemos ser uno ahora, “para que el mundo crea” (v. 21).
Además, el Espíritu Santo, que descendió del cielo en el día de Pentecostés (Hechos 2), bautizó a todos los creyentes de entonces en un solo cuerpo, los unió a Cristo como un cuerpo a la cabeza, y para que este cuerpo fuese manifestado en la tierra en esta unidad (1 Corintios 12:13). En el capítulo 12 de la primera epístola a los Corintios vemos claramente que este cuerpo era un cuerpo en la tierra, porque dice que “si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan”. Todo el capítulo demuestra la misma verdad; mas este versículo basta para probar que el apóstol habla de la Iglesia en la tierra, pues uno no sufre en el cielo. He aquí, pues, la verdadera unidad, formada por el Espíritu Santo, la unidad de los hermanos entre sí, la unidad del cuerpo.
Cuando se quiere unir a los discípulos de Cristo fuera de esta unidad, y se sirve de una opinión para reunir a aquellos que tienen esta opinión, de manera que estén unidos por esta opinión, entonces tenemos el espíritu de una secta, porque esta unidad no está fundada en el principio de la unidad del cuerpo, ni de la unión de todos los hermanos. Cuando tales personas forman así una corporación o sociedad religiosa, y se reconocen mutuamente unos a otros como miembros de esta corporación, entonces ellos constituyen formalmente una secta, porque el principio de la reunión no es la unidad del cuerpo; y los miembros están unidos, no como miembros del cuerpo de Cristo —aun cuando lo sean—, sino como miembros de una corporación particular. Todos los cristianos son miembros del cuerpo de Cristo, una mano, un ojo, un pie, etc. (1 Corintios 12:13-25). Pero la idea de ser miembro de una iglesia, no se encuentra en la Palabra. El Espíritu Santo compara la Iglesia en la tierra a un cuerpo, del cual Cristo es la Cabeza (Efesios 1:22-23; Colosenses 1:18); entonces, cada cristiano es un miembro de este cuerpo, así como de Cristo. Pero la idea de ser miembro de una corporación particular es una idea totalmente diferente.
Ahora bien, la Cena del Señor es el medio de expresión de esta unidad de los miembros, como se dice en 1 Corintios 10:17: “El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan.” Cuando una corporación de cristianos no reconoce excepto a sus miembros el derecho de participar de la Cena, ella practica una unidad formalmente opuesta a la unidad del cuerpo de Cristo. Es posible que los que actúen de este modo, lo hagan en ignorancia, o que estos cristianos nunca hayan aprendido la verdad de la unidad del cuerpo, ni que la voluntad de Dios es que esta unidad se manifieste en la tierra; pero, de hecho, ellos forman una positiva secta, y constituyen una negación de la unidad del cuerpo de Cristo. Muchos de los que son miembros del cuerpo de Cristo no son miembros de esta corporación; y la Cena del Señor, aunque los miembros participen piadosamente de ella, no es la expresión de la unidad del cuerpo de Cristo.
Pero ahora se presenta una dificultad: los hijos de Dios están dispersos; muchos hermanos verdaderamente piadosos están adheridos a tal opinión, o a tal corporación, y un gran número se mezcla, hasta en las cosas religiosas, con el mundo a causa de conveniencia. Muchos, lamentablemente, no tienen idea de la unidad del cuerpo de Cristo, y niegan el deber de manifestar esta unidad en la tierra. Pero todo eso no cambia la verdad de Dios. Por sus principios, las corporaciones similares, como ya he dicho, no son más que sectas. Si yo reconozco a todos los verdaderos cristianos como miembros del cuerpo de Cristo, si yo los amo y los recibo como tales, con un corazón grande, incluso a la Cena, suponiendo siempre que ellos marchan en santidad y en verdad, y que invocan el nombre del Señor de corazón puro (2 Timoteo 2:19-22; Apocalipsis 3:7), entonces no marcho en el espíritu de una secta, aun cuando yo no pueda reunir a todos los hijos de Dios: porque así, de esta manera, marcho según el principio de la unidad del cuerpo de Cristo, y busco la unión práctica entre los hermanos. Si yo me uno con otros hermanos para tomar la Cena del Señor solamente como miembros del cuerpo de Cristo, y no como miembro de una iglesia, cualquiera que sea, sino verdaderamente en la unidad del cuerpo, dispuesto a recibir a todos los cristianos que marchan en la santidad y en la verdad, yo no soy miembro de una secta, puesto que no soy miembro de ninguna otra cosa sino del cuerpo de Cristo. Pero reunirse según otro principio, de cualquier manera que fuese, para formar una organización religiosa, es formar una secta.
El principio es muy sencillo. Las dificultades prácticas a veces son grandes a causa del estado de la Iglesia de Dios; pero Cristo es suficiente para todo; y si estamos contentos de ser pequeños a los ojos de los hombres, el asunto no es tan difícil[2].
Una secta es, pues, una corporación religiosa formada sobre otro principio distinto del principio de la unidad del cuerpo de Cristo; y es formalmente tal, cuando los miembros que la componen, son ellos solos considerados como miembros de ella. Y se camina en el espíritu de una secta cuando solamente ellos son reconocidos de una manera práctica, los que se ponen de acuerdo en una opinión sin que se pueda decir que son formalmente miembros de una corporación. No hablamos aquí de la disciplina que se ejerce en el seno de la unidad del cuerpo de Cristo, sino del principio sobre el cual nos reunimos. La Palabra de Dios no reconoce tal cosa como ser miembro de una iglesia; ella siempre habla de miembros del cuerpo de Cristo.
La promesa que nos anima en el camino de la unidad del cuerpo de Cristo, en estos tiempos de dispersión, en estos tristes tiempos de los últimos días, se halla en Mateo 18:20, donde él promete su presencia: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”; y la regla para dirigirnos a través de las dificultades de los últimos tiempos, en medio de la confusión que reina alrededor de nosotros, está establecida en 2 Timoteo 2:19-22: “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo. Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra. Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor.”
2007-01-01 17:57:51
·
answer #1
·
answered by valentin A 6
·
0⤊
0⤋