Asà éramos en los años Cuarenta
EDUARDO HARO TECGLEN*
EL PAÃS Semanal, 5 / 6 / 1994
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En tranvÃa. Madrid.
Al comenzar la guerra mundial, España tenÃa 26.187.899 habitantes (censo de 1940), y habÃa crecido en 2.343.103 en los últimos 10 años, pese a los tres años de guerra civil y al exilio. Diez años después (1950) habrÃa crecido, contra todas las previsiones, solamente en 2.180.743 personas. Sobre estas cifras hay abundantes discusiones. La más extraordinaria es la que supone que en la posguerra / guerra mundial murieron (por hambre, por enfermedades adquiridas en la guerra) o dejaron de estar presentes en el censo por el exilio más españoles que durante la guerra. El número de personas asesinadas por cualquiera de los medios conocidos (desde el tiro en la carretera al consejo de guerra sumarÃsimo de urgencia) es desconocido, pese a las muy diferentes interpretaciones de cada historiador. Como el número de muertos en la guerra. Unos se aferran a la mÃtica cifra del millón (tÃtulo de la también mitica novela de Gironella, 1961) y otros la rebajan a menos de la mitad. Es curioso que también estos cálculos, hechos de todas las maneras posibles, sea por informes policiales y judiciales o por cálculos sobre actas de defunción, hayan seguido estando divididos en dos bandos: los republicanos mantienen la cifra alta; los militares y los franquistas, la reducida.
En las esquelas de los periódicos fue corriente ver durante dos o más años después del último parte de guerra la anotación: "Murió vÃctima de los padecimientos sufridos en la zona roja", o las alusiones directas al asesinato. Las otras muertes aparecÃan muy pocas veces: en casos señalados, en los periódicos se publicaba una noticia de redacción y tÃtulo obligatorio: "Sentencia cumplida". Se referÃa solamente a las consideradas legales por los consejos militares. Gran parte de los asesinatos dejaban constancia en los registros (los que la dejaban) con la mención de "fallo cardiaco".
Una frase de Gaetano Mosca, escritor italiano:"Todo régimen que persiga adecuadamente a sus adversarios puede mantenerse en el poder indefinidamente".
Franco recibe a la Junta Técnica de Acción Católica y dice: "Es nuestra tarea, ahora, recristianizar nuestra nación".
Entre el parte de guerra final del 1 de abril de 1939 y el principio de la guerra mundial (invasión de Polonia por Hitler, 1 de septiembre) sólo habÃan transcurrido cinco meses. Ninguna nación, en vÃsperas de crisis mundial, podÃa ayudar a España, y la reconstrucción no habÃa comenzado (se creó una dirección general: de "Regiones Devastadas"). Sin embargo, todos querÃan que esta pieza clave de la geopolÃtica les fuese amistosa. El Reino Unido y Francia habÃan reconocido el régimen franquista antes de terminar la guerra civil, y Franco elevaba sus amistades y valedores a la categorÃa de pactos: amistad y no agresión con Portugal hispano-germano (más tarde, Bloque Ibérico) y, sobre todo, el Anti Komintern (27-III), para el que tuvo una gran sorpresa: el pacto germano-soviético del mes de agosto. Ante la invasión de Polonia, España se declaró neutral.
El Caudillo inaugura la Feria del Libro de Madrid acompañado por los ministros Arias Salgado y Blas Pérez.
"Si alguien, por ahÃ, se figura que nuestra neutralidad quiere decir constitución de una especie de Suiza mental, oficial y oficiosa, en el Estado y la Falange, o una conciencia hÃbrida y eunucoide enturbiada por la impotencia, de niebla y lágrimas, no conoce al Estado que ha nacido como Estado heroico y militar" (Arriba, 24 de mayo de 1940).
El hambre se hizo larga, muy larga. No es preciso explicar que venÃa de antes de la guerra, que era endémica en el paÃs que inventó la novela picaresca, pero la guerra habÃa devastado lo poco que habÃa mejorado durante la II República. La España urbana estuvo con la República: la de los obreros, los intelectuales, los empleados y una buena parte de militares. La rural se alzó con Franco: quedó con las dos terceras partes del trigo, la mitad de las patatas y las hortalizas, las nueve décimas partes del azúcar. La industria, en zona republicana, perdió su base al caer el Norte. La República tuvo que empeñarlo todo para recibir alimentos y armas: los distribuÃa mal. Al terminar la guerra, la España que comÃa recibió a la que no comÃa: ni trabajaba ya (depuraciones). Se estableció el régimen de abastecimientos: la cartilla para la comida y el tabaco. Pero se mantuvieron las diferencias entre zonas.
La palabra estraperlo apareció en la República para señalar la corrupción de la clase polÃtica. Lerroux, presidente del Gobierno (radical), fue acusado de recibir dinero (directamente o por su sobrino Aurelio) a cambio de la concesión de un nuevo juego, una nueva ruleta, inventada por el austriaco Strauss. La palabra, sin embargo, tomó todo su esplendor en la larga posguerra: significaba lo que después se llamó mercado negro, o la compra-venta de artÃculos de primera necesidad fuera del abastecimiento legal. Estaba tolerado: se sabÃa que con la distribución oficial no se podÃa comer.
"¡Lo tengo negro, lo tengo picao!", gritaban las vendedoras a la puerta del metro. Una broma de lenguaje para referirse al tabaco de picadura. Los cuarterones.
Un cóctel de moda en las boîtes (oscuras, sombrÃas, tristes: imperaba el bolero) era el porto flip. En su composición, con el oporto, yema de huevo y avellanas: alimentaba.
Las medicinas, en Chicote: un centro nacional del estraperlo caro. Cuando aparecieron las sulfamidas, sólo se encontraban allÃ; pasarÃa después con la penicilina. Pedro, Perico Chicote, habÃa sido barman del Congreso de los Diputados (en el Senado se tomaban caramelos: de La Pajarita, que todavÃa existe).
Paladeando su porto flip, la dama enlutada iba contando su desgracia con alguna lágrima: "Si Pepe levantara la cabeza y me viera asÃ... Pero se llevó la llave de la despensa. Y el bastón". Algunos sentÃan solidaridad. Otros llevaban encima el orgullo de acostarse con la viuda o la hija del vencido encarcelado o asesinado. Va en temperamentos.
Por la noche, cuatro golpes de timbal con la Quinta de Beethoven señalaban la sintonÃa de la BBC. ¡Cuidado con los vecinos!
Siempre dos Españas. La del exilio: con el tÃtulo de España peregrina, BergamÃn, Carner y Larrea fundaron en México una revista de la intelectualidad republicana. En Madrid, Dionisio Ridruejo fundaba la revista Escorial. Un nombre que significaba una arquitectura caracterÃstica que se extendió durante gran parte del régimen, una manÃa por la piedra berroqueña (Sonetos de la piedra creo que se llamó un libro del mismo Ridruejo), la rectitud, la geometrÃa. Asà empezó el Valle de los CaÃdos. (Y el Ministerio del Aire, en la Moncloa, donde estuvo la cárcel modelo: le llamaron Monasterio del Aire).
Picasso no solamente era comunista, habÃa sido director del Museo del Prado y contribuido con su Guernica a la propaganda roja: es que era un mal pintor. CundÃa la idea de que era un engañabobos: no sabÃa dibujar, y se refugiaba en el disparate para medrar, amparado por el partido. El gran maestro era Marceliano SantamarÃa: fue el profesor de pintura de Franco. Los intelectuales falangistas estaban ya en Solana, incluso en Zuloaga.
"Queremos una España faldicorta", habÃa dicho José Antonio Primo de Rivera: su hermana le puso pololos. La Sección Femenina hizo una labor social importante: llevó bibliotecas a los pueblos, máquinas de coser y músicos que recogieran el viejo folclore perdido. Pero todo bajo el pensamiento de santa Teresa, Isabel la Católica y Pilar Primo. En una tribuna de la calle de Alcalá, las gentes de teatro que habÃan quedado en Madrid vieron desfilar a las tropas vencedoras: Benavente, Miguel de Molina, levantaban el brazo. No les sirvió. A Miguel de Molina le apalearon unos señoritos falangistas con cargo oficial y se fue al exilio; a Benavente le prohibieron el nombre, pero no estrenar. Esto se debÃa a que las autoridades teatrales decidieron no castigarle, pero las de la censura de prensa (Juan Aparicio), sÃ. En las carteleras, en las puertas de los teatros, se anunciaban sus estrenos y se decÃa: "Por el autor de La Malquerida", o "por nuestro premio Nobel". Pero el teatro lo empezaron a dominar Pemán, los Quintero (uno murió en la guerra; el otro firmaba por los dos), los Machado (la misma cuestión: Antonio murió en el exilio, y Manuel ponÃa los dos nombres), y surgieron valores zafios, o resucitaron: Adolfo Torrado, Leandro Navarro, José de Lucio... Después vendrÃa la llamada generación del 27 del teatro: López Rubio, JoaquÃn Calvo Sotelo, Ruiz Iriarte: como seguidores de Mihura, de Casona, y algo benaventinos. Teatro de evasión.
Y las folclóricas. Algunas venÃan de antes (¡Pastora Imperio!), otras comenzaron entonces su carrera: Lola Flores y Carmen Sevilla, y Paquita Rico... La del régimen: Concha Piquer, para quien se habÃa medio matado, echado de España, a Miguel de Molina. Sin embargo, una de sus canciones se convirtió en el lema de nostalgia y libertad de un par de generaciones jóvenes: Tatuaje.
Un éxodo comenzó por la frontera de Irún: gente que huÃa de Francia, después de la dróle de guerre (la espera ante las lÃneas Sigfrido y Maginot) y escapaba de la invasión alemana. Muchos judÃos, algunos que habÃan pasado ya de Alemania, Checoslovaquia y Polonia, a Francia. No todos eran admitidos: Walter Benjamin, rechazado, se suicidó. Uno de los más grandes intelectuales de su tiempo.
En ParÃs, el cronista César González Ruano vendÃa por dinero (o joyas, o pieles) contraseñas a hebreos para que alguien les pasase a España por los Pirineos. Eran falsas y, cuando llegaban al punto convenido no habÃa nadie. Los alemanes se confundieron con él, creyeron que era un protector de la raza y le encerraron en la prisión de Cherche-Midi. Al fin se convencieron de que era solamente un estafador y le dejaron en libertad.
Frase de Francisco Casares, secretario general de la Asociación de la Prensa de Madrid: "Porque, salvo el caso de algunos pusilánimes que sin verdadera causa justificada, por un impulso alocado, por una simple fuerza de sugestión, salieron corriendo, los demás, la gran mayorÃa de los que llegan, son los culpables". Dos frases de Manuel Aznar: "Las colonias de judÃos y sus compadres. Esa clase de sujetos son perfectamente despreciables"; "Los judÃos que instigan a la lucha, pero que no participan de ella".
El pan era negro o amarillento.
Se podÃa llegar a un acuerdo con la dama o damita enlutada de los boleros (cuando vino a cantarlos Elvira RÃos, quizá la mejor del mundo —¿o serÃa mejor Toña la Negra?—, sólo podÃan acudir los ricos), pero ¿dónde ir? No a su casa, con familia, o con huéspedes (la otra fuente de los vencidos en Madrid: alojar a los vencedores en pensiones improvisadas); no a un hotel, donde era absolutamente imposible: al casarse, el cura extendÃa un certificado de matrimonio de urgencia para que los hoteleros admitiesen a la pareja; pero la censura impedÃa, en las notas de sociedad, la mención antes clásica de "...los recién casados salieron en viaje de bodas a...", porque el lector, inmediatamente, se imaginaba "qué estarÃan haciendo": pornografia (la palabra piernas estuvo prohibida, por sicalÃptica, durante mucho tiempo: hasta en las crónicas de fútbol se hablaba de las extremidades). HabÃa algunos lugares semiclandestinos. Caros. Doña Fermina, en la calle de Luchana, tenÃa una habitación barata, pero con un inconveniente: por el centro de ella pasaba el ascensor de la casa.
Bueno, habÃa chicas libres: lo habÃan sido antes, tenÃan la educación que daba el feminismo de Hildegard, o de Federica Montseny y los anarquistas, pero su situación era bastante complicada. Naturalmente, no podÃan ir a esas casas: quedarÃan marcadas. Ni a los reservados de algunos restaurantes. Los palcos de los cines comenzaron a estar vigilados. HabÃa los grandes besos, las grandes manipulaciones, en las últimas filas de los cines: pero podÃa aparecer el acomodador, enfocar la linterna y mostrar al señor que le acompañaba: policÃa (en cada local solÃa haber un agente de servicio). Sólo costaba una multa. Y, lo peor: una nota en los periódicos con el tÃtulo de Multados por cometer actos inmorales en los cines, y los nombres del chico y la chica. A alguna le costó ser expulsada de su casa. Al chico le felicitaban sus compañeros: pero en los colegios de frailes o monjas se podÃa llegar a la expulsión.
"Guapo, di que soy tu novia", decÃa de pronto, en la noche, una chica que se agarraba al brazo de un hombre que pasaba por la Gran VÃa: para burlar la redada de la policÃa. A las prostitutas las pelaban, las llevaban a un campo de concentración y, según ellas, no dejaban de violarlas. También dependÃa de quién saliera valedor por ellas o por ellos: para los homosexuales habÃa un campo; creo recordar que el de Nanclares de la Oca estaba dividido para hombres y mujeres. Por la moral. Muchos, generalmente intelectuales, huyeron de España por este motivo. Incluso un biógrafo de José Antonio Primo; quizá enamorado de él en silencio.
Estaban la Casa de Campo, la carretera de Castilla, más montaraces que ahora (cuidado con la de El Pardo: el camino hacia Franco estaba vigilado), se podÃa llevar a la novia, aunque ella, como el cordero hacia el altar del sacrificio. La policÃa tenÃa perros adiestrados al olor sexual: olfateaban, corrÃan silenciosos y sólo ladraban cuando tenÃan bajo sus patas a la pareja horrorosa, pecadora: inmovilizados, eran fotografiados por el flash de los guardias, que avisaban a los familiares con la foto ya revelada y se la mostraban: no habÃa más delito que la multa y el deshonor. Para los casados, tenÃan preparada una denuncia escrita y, cuando llegaba el cónyuge que no sabÃa por qué su pareja estaba detenida, le mostraban la foto y le ponÃan delante la denuncia para que firmase: el adulterio era sólo perseguible a petición de parte (en algunas épocas, comportaba pena de siete años de prisión. El adulterio entró en el Código Penal en mayo de 1942).
La guerra sigue siendo un relámpago, y Hitler es Júpiter: invasión de Yugoslavia y Grecia, ataque a la URSS, sitio de Leningrado, ataque a Moscú, asalto japonés a Pearl Harbor, ocupación de la Francia de Pétain...
"Rusia es culpable", grita Serrano Suñer desde el balcón de Alcalá, 43, ornado con unas enormes flechas de Falange: es el principio de la División Azul.
Y cuando se denunciaba al cónyuge, aunque no se le denunciase o se retirase la acusación, ¿qué hacer? El divorcio habÃa sido derogado en toda España (25 de noviembre de 1939), al mismo tiempo que el matrimonio civil: con efecto retroactivo. En la zona franquista ya habÃan purgado o arreglado su situación los que estaban en esas condiciones: al invadir la zona republicana, todos los matrimonios de guerra, los civiles de la República y todos los divorcios quedaban, simplemente, como no existentes (igual que el dinero y las cuentas corrientes bancarias de la guerra civil, igual que los tÃtulos académicos: habÃan dejado de existir). HabÃan tenido hijos: de repente se convertÃan, de legÃtimos, en naturales o adulterinos, o de padres desconocidos.
Este afán de borrar registros llegó hasta a partidas de nacimiento (por ejemplo, la de Casares Quiroga en La Coruña, padre de MarÃa Casares). Se arrancaban del libro. Nadie estaba en condiciones de protestar, excepto algunos ajenos a la cuestión: los inscritos en la otra cara de la hoja, que se veÃan asà privados de existencia sin tener relación ninguna con el suceso.
Aparece el NO-DO. Se nutre del Luce italiano, del UFA alemán; los cámaras españoles empiezan a hacer reportajes. Aparece, también, la costumbre de llegar un cuarto de hora más tarde al cine para evitarlo.
El régimen, en busca de una legitimidad: fundación del Consejo de Estado, reapertura de las bolsas, Comisión de Regulación de la Producción, reforma tributaria (Larraz), Consejo de EconomÃa Nacional. Lo inverso: Tribunal de la MasonerÃa y el Comunismo, del Frente de Juventudes, ley para la devolución de las expropiaciones de la reforma agraria de la República.
Y asalto a Gibraltar. Explicaba Serrano Suñer: "Después de 200 años de mansedumbre y tristeza, nuestro único discurso es ¡Arriba España, arriba España, arriba España!". Y Franco cambiaba la neutralidad (que ya se vio cómo era) por la no beligerancia (que era lo mismo: pero que fue el primer estatuto de Italia antes de entrar en guerra junto a Hitler).
La entrevista de Franco con Hitler en Hendaya, prolongada por la de Serrano en BerlÃn. Todas las versiones que se deseen. Una gran parte de los historiadores imparciales mantenÃan que el deseo de Franco y el de Serrano era el de entrar en la guerra, vencida ya Francia, a punto (creÃan) el desembarco en Inglaterra, para recoger los frutos imperiales (expuestos en un libro de José MarÃa Areilza y Fernando Castiella, Entre Hendaya y Gibraltar, que fue famoso: 1941). Después de la caida del III Reich, el régimen mantuvo que la "astucia de Franco" evitó que Hitler arrastrase a España a la guerra: creo que ésa es la tesis actual de Serrano Suñer. En la última biografÃa de Franco, la de Paul Preston, se dan detalles de cómo fue Hitler el que se negó a la petición de Franco y Serrano: con España no beligerante obtenÃa numerosos beneficios (materias primas, espionaje, dominio del régimen, relaciones con los nacionalismos árabes y con la polÃtica contra Estados Unidos de los paÃses de América española, que finalmente acogieron a los nazis refugiados), mientras que, combatiente, estarÃa expuesta a un segundo frente, y habrÃa que alimentar su pueblo y rearmar su ejército. Un mal negocio: además de tener que repartir algo del mundo compartido. Se ha dicho también que Hitler, no quiso la entrada de Italia en guerra, pero le desbordó la ambición de Mussolini.
El Caudillo con Doña Carmen Polo en Burgos. (Archivo de la Biblioteca Nacional).
Y, sin embargo... HabÃan sucedido algunas cosas. Churchill se habÃa hecho cargo del Reino Unido y su guerra, y Churchill era franquista, como habÃa sido mussoliniano hasta la entrada de Italia en la guerra. Hubo una correspondencia. La hubo con Roosevelt cuando Estados Unidos estuvo en el conflicto, tras el ataque de Pearl Harbor. Y Franco comenzó a arrojar algún lastre. Ridruejo y Tovar, falangistas y germanófilos (Ridruejo, en la División Azul; Tovar, intérprete de Franco y Serrano con Hitler), despedidos. Y el propio Serrano Suñer. Alfonso XIII abdicó; luego murió, y su hijo, don Juan, comenzó una correspondencia con Franco desde Italia, donde expresaba su admiración a Mussolini, y su adhesión.
En el cine se empezó a hablar de teléfonos blancos; las pelÃculas donde aparecÃan estos instrumentos significaban una decoración de lujo, un ambiente selecto. Generalmente venÃan de Italia (¿quién no amó a Alida Valli?) o de Alemania (¿quién no se reÃa con Heinz Rühman, quién no admiraba a Zarah Leander, la Marlene menor que se quedó con Hitler?). Muchas de las pelÃculas españolas se rodaban en Italia y en Alemania. En BerlÃn hizo Florián Rey una Carmen (y La canción de Aixa, 1937) con su pareja Imperio ArgentÃna (Morena Clara estuvo en el Rialto de Madrid hasta ese año; la quitaron por esa razón, y los nacionales la repusieron al entrar); les invitó Hitler a una recepción y tuvo una conversación animada con Imperio. Se dijo que algo más; ella lo negó siempre, pero tuvo un sabotaje cuando, años después, fue a cantar a Estados Unidos. Los productores grandes, en España, fueron Cifesa y Cesáreo González. Los guionistas o directores de mejor calidad fueron Edgar Neville, Enrique Llovet, José López Rubio. Pero nadie querÃa ir a ver pelÃculas españolas.
Quizá los cuatro nombres más populares de España fueron los de Chicote, Jacinto Guerrero, Cesáreo González y ¡Celia Gámez! "La Celia", decÃa el pueblo (habÃa entrado en Madrid cantando el chotis Ya hemos pasao, respuesta al "No pasarán" de Pasionaria). Doña Carmen iba a verla al camerino. Y a Nini Montián (Elena de Ampudia, hija del general).
Las recibÃa en El Pardo. Otras visitas: doña Ramona, esposa del general Alonso Vega, ministro de Gobernación; la viuda de Pradera. Los amigos del general eran Pedrolo (el almirante Nieto Antúnez, ministro en la transición, dimitió por no admitir la legalidad del partido comunista); para las cacerÃas, Luis Miguel DominguÃn. (A DominguÃn no le contrataron en los sanfermines, y Franco se rio de él: "No puedes ni ir a Pamplona", le dijo. "Ni usted tampoco, mi general", contestó él, aludiendo a los disturbios de los requetés descontentos).
Los maquis, nombre francés para los guerrilleros españoles que mantenÃan la resistencia armada contra Franco, atacaban en el valle de Arán. Hubo movilizaciones para acudir, si era preciso, a la frontera.
Literatura de las dos Españas: Juan Ramón Jiménez, España de tres mundos; Sénder, Crónica del alba; Alberti, La arboleda perdida; Alberti, Entre el clavel y la espada; Cela, La familia de Pascual Duarte; Ridruejo, Sonetos a la piedra; GarcÃa Nieto funda Garcilaso, revista de una generación elitista, sonetista, pétrea.
Nadie iba al cine a ver Raza. Guión de Franco, dirección de José Luis Sáenz de Heredia (luego hizo Franco, ese hombre). Sin embargo, este favorito del régimen (uno de los Primo de Rivera) hizo algunas de las mejores pelÃculas cuando se le pasó el primer furor; él y Rafael Gil, además de los citados antes.
La guerra: la están perdiendo... ¿HabÃa tenido suerte Franco, habÃa sido extraordinariamente hábil, o capaz de jugar a dos barajas? Los aliados desembarcan en Ãfrica del Norte (¿consiguió Franco que no fuera en España? ¿Lo consiguió Oliveira Salazar?). Montgomery avanza hacia Egipto, liberación de Leningrado, desembarco en Sicilia, incapacitación y detención de Mussolini (creación del fascismo republicano).
Y Franco cambia de estatuto: volvemos a la neutralidad, después de haber pasado por la no beligerancia. Mientras negocia secretamente con los aliados, pronuncia en Sevilla el discurso del millón de bayonetas que enviarÃa para defender BerlÃn (en el momento oportuno se las enfundó). Siempre trata de favorecer a sus aliados: trata de negociar la paz y comienza ardorosamente a explicar la diferencia entre el comunismo y las democracias: si hubiera una alianza con Hitler, contra Rusia... Es lo último que intentará, después, Rudolf Hess, volando a Inglaterra. Hitler en la CancillerÃa, sus militares de carrera contra el propio Hitler... Nadie va a caer en esa trampa; pero Franco puede ser útil para el anticomunismo de después. Le felicitan Churchill y Roosevelt. Aun asÃ, hay que retirar los últimos de la División Azul en 1945... Se acabó la guerra...
Todo cambia, el escenario es otro: ya se percibe el saludo fascista, ya se rompen relaciones con Japón, ya se abandona Francia. Se acabaron aquellos amigos. Pierre Laval, presidente del Consejo francés, colaboracionista, se refugia en España, y Franco le entrega al tribunal, que le condenará a muerte y le fusilará. Y a Maurrás, que pasará años en la cárcel.
El hecho de que termine la guerra mundial no significa que termine la posguerra en España: dura ya seis años. Durará mucho más. Ãnicamente, que se empieza a contar un poco lo que sucede. Lo cuenta Carmen Laforet en Nada, la novela que inaugura la gran serie del Premio Nadal, y Buero Vallejo con Historia de una escalera: era un pintor comunista condenado a muerte, indultado, y de pronto escritor de teatro (cuando le dieron el Premio Lope de Vega no sabÃan quién era; me explicó un jurado, Alfredo MarquerÃe, que cuando se enteraron quisieron quitárselo, pero ya era imposible). Y una pelÃcula, Surcos, de Nieves Conde. Todas relataban el hambre, el desamor, la desesperanza.
Aún habÃa de llegar la desesperanza definitiva. Al principio de esta guerra civil, Malraux, aviador de la República Española (durante la guerra mundial, combatiente de la Resistencia francesa), habÃa escrito L'Espoir; España, alzada contra el fascismo, significaba la gran esperanza de Europa. Ahora, terminada ya la guerra, cambiada la escenografia y los figurines de Franco, algunos de sus hombres, se publicaba un libro anónimo en ParÃs (con seudónimo Juan Hermanos) que se titulaba La fin de l'espoir. El final de todo: la guerra mundial habÃa fallado, empezaba la guerra frÃa, y todo seguÃa igual en la PenÃnsula. Llevaba prólogo de Jean-Paul Sartre.
feliz año nuevo desde Argentina
2006-12-31 11:18:27
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answer #11
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answered by bochaabuelo 6
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