''''''''''''''''''''Una historia de gatos'''''''''''''''''''
Los procesos de domesticación de animales, junto con aquellos de las plantas que sin duda revisten una enorme importancia en la historia de la humanidad, no dejan de suscitar debates entre los especialistas de diferentes disciplinas. No puede ser de otra manera si consideramos en primer lugar que el sujeto es abordado por investigadores que con frecuencia trabajan independientemente unos de otros y además pertenecen a disciplinas que muchas veces tienen un contacto limitado (antropólogos, arqueólogos, zoólogos, botánicos, etc.). Por lo que corresponde a la antropologÃa el punto de vista sobre el sujeto se encuentra ahora bien definido; el estudio de los animales domésticos tratarÃa de: "observar la domesticación, no como estado del animal, sino como acción del hombre sobre el animal, que se ejerce en permanencia, poniendo en juego, en el cuadro de sociedades concretas, estructuras sociales, culturales e ideológicas, al mismo tiempo que técnicas, funcionalmente dependientes las unas de las otras y en relación, de la misma manera que con los elementos del sistema más general en el cual se insertan.Ãl conjunto integrado de esas estructuras reviste el carácter de un sistema: el sistema de domesticación". (1) Se considera que los elementos que constituyen este sistema son el relativo al consumo de animales en primer lugar, y en segundo el de su producción. De este enfoque se puede concluir que los aspectos sociales y culturales no pueden ser reducidos a los procesos de adaptación ecológica. Entonces, la humanización, o socialización si se quiere, de los animales se da a través de procesos de una gran complejidad.
Bajo esta premisa, por el momento sólo apuntaremos algunos de los aspectos de la historia de los gatos. El punto de partida más general es el siguiente: por ser animales domésticos son una producción humana.
Aun cuando los gatos son hoy en dÃa una de las especies domésticas más extendidas a lo largo y ancho de nuestro planeta, siguen existiendo algunas dudas con respecto al momento preciso de su domesticación. Podemos decir de cualquier manera que si tomamos a algunos otros animales domesticados como las reses, los caballos, las cabras, los borregos, los cerdos, los asnos, los cebúes, los dromedarios o aquellos originarios de nuestro continente como el pavo o el cobayo, los gatos representan una de las especies más recientemente domesticadas, casi a la par de los pollos y probablemente la llama. Por supuesto en el listado anterior no incluimos al perro debido a que es, sin duda alguna la primera especie domesticada ya hace 15 000 años. (2)
En lo que respecta a los gatos se han encontrado en la ciudad de Jericó representaciones pictográficas con una antigüedad que se remonta al final del VII milenio antes de nuestra era. Pero cabe aclarar que los que ahà se observan son animales aprovisionados (Felis silvestris) no domésticos. Un poco después, hacia el cuarto milenio, aparecen en Egipto representaciones de gatos cautivos. Pero será un poco más tarde, hacia 3 000 antes de Cristo, cuando podemos señalar con certeza la aparición de los primeros gatos domésticos (Felis domésticus). (3) Resulta casi evidente que la domesticación tiene correspondencia con la existencia de vida sedentaria por parte de los humanos. Esto se acomoda mejor, por otra parte, a las propias necesidades y hábitos felinos. Imposible imaginar a los gatos (con un fuerte sentido territorial) acoplándose a un tipo de existencia nómada en el proceso de su domesticación. La revolución neolÃtica es un presupuesto necesario. Por otra parte, existen amplias referencias que subrayan el hecho, ampliamente aceptado, de que los primeros gatos domésticos tienen un origen en Egipto.(4) Es a partir de esta región geográfica que empezarán el recorrido que los llevará a establecerse ya domesticados en todo el orbe.
El gato egipcio deriva directamente de gato "enguantado" (Felis maniculata) probablemente proveniente en su previo estado salvaje de la región de Nubia. Esta variedad habrÃa sido en principio abastecido y después, poco a poco introducida a las casas a partir quizás del cuarto o quinto milenio en el antiguo Egipto. Es probable que el proceso haya sido similar al que se supone mucho tiempo antes habrÃa sido experimentado por los perros y con posterioridad: el conejo, uno de los más recientes animales domésticos. Existen también en Egipto restos de otras dos variedades de gatos silvestres: los gatos "Kirmyschak", un poco más grandes, llamados también "gatos de los pantanos", y otra especie igualmente robusta. Ninguna de las dos pudo ser antecedente de los gatos domésticos. En diferentes partes del mundo existen otras variedades de gatos salvajes, entre los más importantes se encuentran los del norte de ÃfrÃca y el gato de Asia, gato "manul" (Felis manul Pallas) o gato "pescador", excesivamente fornido y grande. Otro más es el reproducido en los frisos de caza de Teglat-Phalasa en Asiria con un habitat que se extendÃa a toda Asia Menor; éste era también salvaje o en el mejor de los casos aprovisionado. En lo que toca a América, las reproducciones que aparecen en la cerámica mohica preincaica no demuestran la existencia de un animal doméstico, pese a opiniones en contrario. Lo cierto es que no tenemos mayores registros en nuestro continente que apoyen dichas afirmaciones. Y en lo que respecta a Europa, las referencias más antiguas del mundo celta y germánico, nos hablan de gatos salvajes que destacan por su ferocidad, que produce temor por lo peligroso de sus garras. Evidentemente en estos casos no nos encontramos tampoco frente a gatos de tipo doméstico. (5)
Resulta interesante sin embargo señalar que hay una cercanÃa entre las variedades de gatos domésticos y los de tipo sylvestris, pues en principio existe la posibilidad de realizar cruzas entre las especies. Entre los gatos domésticos, con seguridad algunas de las primeras variantes de tamaño y pelaje se hayan dado a partir de la mezcla entre felinos de origen doméstico y los más robustos gatos monteses del norte de Europa, aún bajo la dominación romana, de los que habitaban TurquÃa y de los de Asia Menor .
No son escasos los documentos que testimonian sobre la domesticación inicial en Egipto. Por una parte, existe una amplia iconografÃa en la que los gatos se encuentran presentes; en ocasiones éstos portan collares y lazos, las osamentas son numerosas y además se han descubierto centenas de miles de cuerpos gatunos momificados. Por otra parte son variadas las referencias escritas sobre la importancia que esos animales tuvieron entonces. En conjunto todos los registros testimonian no sólo sobre la domesticación sino también acerca de la importancia alcanzada por el gato en el primer momento de su relación comensal con los humanos. Como veremos, esta historia no es de ninguna manera lineal. Las representaciones de los gatos y su relación con los humanos ha sido zigzagueante, ambigua y en más de una ocasión cruel para los primeros. Su particular comportamiento, la manera en que se les percibe y la propia historia de la relación entre humanos y felinos se encuentra en más de un sentido cargada en la actualidad de una cierta ambivalencia.
Su primera aparición, sin embargo, fue afortunada. La inicial explotación y aprovechamiento de un animal originalmente predador y su progresiva transformación en uno útil y con el cual es posible convivir, representó como en otros casos previos, de suma utilidad para los hombres y además significó un trato especial para los propios felinos. Se sabe que los gatos en el antiguo Egipto fueron profundamente respetados, reverenciados incluso, por su ayuda proporcionada por la caza de ratas y ratones, lo que permitió preservar las reservas de granos de los silos y de aquellas que se encontraban en las propias casas. PodrÃamos decir hasta cierto punto, que no representaron una utilidad real sino hasta el momento en que la agricultura tuvo un inicial progreso y se estuvo en condiciones de almacenar significativas cantidades de alimento. En el caso de Egipto se conoce igualmente la importancia que tenÃan los gatos en las casas por atrapar serpientes. El éxito de estas actividades cazadoras y las particularidades del comportamiento felino fueron interiorizadas y asimiladas por las sociedad egipcia y motivaron su elevación a un carácter divino. Ciertamente no fueron los únicos animales llevados a esta categorÃa, pero su importancia puede ser destacada remembrando la existencia de una ciudad, Bast, dedicada a la diosa gato Bastet cuyo nombre significaba Ella-de Bast, hermana-esposa o posiblemente hija de Ra el dios sol. Este lugar también conocido como Pe Bas o Bubastis (ciudad del gato), mantuvo un culto que duró más de dos mil años y en sus momentos de mayor auge experimento festividades que reunÃan a más de medio millón de personas, donde se realizaban rituales de tipo orgiástico. Bastet tenÃa entre otros el atributo de favorecer la fecundidad.
Bast llegó incluso a ser capital del imperio durante un cierto tiempo durante el reinado de el faraón Chéchonq en el siglo XI antes de nuestra era. (6) La original diosa leona, que se transformó en gata-leona ( probablemente al mantener el gato doméstico sus atributos de cazador "salvaje") era venerada por los habitantes de la ciudad y por peregrinos que aportaban estatuas de sus gatos o bien la momia de ellos. La celebración se mantuvo hasta el momento en que fue prohibida en el año 390 de la era cristiana, momento en que registraba ya un decaimiento evidente. (7) La representación de los gatos en el cementerio de la ciudad, parece por otra parte, expresar jerarquÃas y complejas representaciones socioreligiosas.
Los gatos eran tan respetados en Egipto que en el momento de su muerte no sólo con frecuencia eran embalsamados, con una máscara representando su cara, sino que además la familia propietaria establecÃa un estado de duelo rasurando sus cejas como expresión del mismo. Si alguno perdÃa la vida por causa de un ser humano, fuera de manera intencional o accidental, se castigaba al infractor con la muerte. Se consideraba que en caso de hambruna serÃa mejor abandonarse a la antropofagia que comer a los dichos animales. La importancia que tenÃan en esta sociedad está reflejada en innumerables historias y anécdotas. (8)
Por otra parte –esto es coherente con su sagrada representación -- en realidad, eran protegidos de posibles tratos indignos causados por habitantes de otros pueblos, seguramente vistos por los egipcios como "bárbaros". Como es de suponerse, tal disposición era burlada y entonces, al parecer, los comerciantes fenicios iniciaron la distribución de los pequeños felinos hacia otras latitudes. Entonces, los gatos llegaron a otras tierras, vivieron otros tiempos y experimentaron distintas fortunas, algunas de ellas, por cierto, nada gratas ni felices.
La difusión de los gatos no es muy bien conocida. Sin embargo el rol jugado por los fenicios parece haber tenido una significación importante en el fenómeno. Probablemente a partir del segundo milenio antes de Cristo fueron llevados a otros pueblos y territorios y que los adoptaron y adaptaron al mismo tiempo, a sus propios sistemas socioculturales. Es probable, como se asentó antes que, a partir de su inicial expansión por el Mediterráneo surgieron las primeras variantes de talla y peso a partir de la mezcla con otros parientes de tipo sylvetris. De estas mezclas se derivarán las variedades de pelo más largo que tardarán hasta el siglo XVI en ser conocidas en la mayor parte de la Europa Occidental. El momento no es casual, junto al desplazamiento e incremento del contacto entre los pueblos se produce también el de sus animales domésticos. Más allá de las lagunas sobre el conocimiento de su difusión, sabemos que para el siglo V antes de Cristo existen representaciones de gatos en vasos y figuras griegas. Pero habrá que esperar los principios de nuestra era para que se conozcan las primeras menciones sobre ellos en textos griegos y latinos. Más tarde los encontraremos como genios-tutelares en esculturas galo-romanas. En la Inglaterra romana se han descubierto esqueletos de felinos domésticos y para esos tiempos es posible que ocurriera su difusión al resto de Europa aun cuando no existen suficientes datos al respecto. Posiblemente la escasez de testimonios tenga que ver con el hecho de que entonces las regiones rurales de Europa en realidad no requerÃan de una bestezuela con las caracterÃsticas del gato. En ese entonces otros depredadores silvestres satisfacÃan la tarea de control de los roedores del campo. (9)
En Asia, China en particular, se sabe que los nuevos animales son adoptados durante los primeros cuatro siglos de la era cristiana, y en el siglo VI pasan a Japón en donde tendrán buena aceptación. Antes de este momento el gato pasa de Egipto a otras regiones de Africa, especialmente al mundo árabe. En todos los sitios los felinos juegan un papel importante en la lucha contra los roedores y la preservación de las cosechas y los granos, pero juega al mismo tiempo una variedad de otros roles que parten de la peculiar inserción en cada cultura, de la percepción y "construcción-produccción" que se hace de ellos culturalmente.
Puede decirse que la aceptación general que los gatos tuvieron entonces, se expresó sin embargo a través de variantes de percepción e interpretación. Asà por ejemplo los gatos son percibidos con caracterÃsticas positivas en el mundo romano y galo-romano a diferencia de lo que sucede en el panteón germánico, en donde se les vincula con la noche y la sexualidad femenina que hace sucumbir al hombre, a lo masculino, curiosamente representado en esta cultura por un perro.
La buena fortuna de los gatos se mantuvo en casi todos los lugares a los cuales fueron llevados con excepción de Europa en donde hasta el fin de la Alta Edad Media se les protegió y apreció por su capacidad para cazar ratones y como animales de compañÃa. Existen representaciones varias de la Virgen MarÃa en las que normalmente se encuentra acompañada de gatos de color claro, subrayando su carácter inmaculado. Hasta entonces no eran asociados de manera preeminente a caracterÃsticas negativas u oscuras. Pero en la Alta Edad Media la situación sufrió un cambio importante.
Por lo general se ha hecho referencia a la responsabilidad ejercida por la Iglesia católica en la persecución gatuna. Es cierto que la asociación de los gatos con ritos paganos resultaba en esa época intolerable para las estrechas mentalidades de los dignatarios eclesiásticos, aún cuando en la Alta Edad media, como se ha dicho, no sólo eran apreciados sino que llegaron a ser mascotas de papas y habitaron en los monasterios y conventos. Pero además vale la pena reflexionar también sobre el porqué de la aceptación general de la población europea de la época en el sacrificio y tormento de los felinos.
Cabe introducir aquà una breve reflexión sobre algunas de las caracterÃsticas que les dan a los felinos en general y a los gatos domésticos en particular ese carácter ambiguo, misterioso y fascinante que llega incluso a provocar terror en ciertas personas. Algo de eso que ha llevado, por ejemplo, a decir a Marcel Mauss que "el gato es el único animal que ha logrado domesticar al hombre". (10) A diferencia del perro, el gato no es un animal organizado en grupo, por el contrario la sociedad felina no se encuentra jerarquizada, es fuertemente individualista. De ahà que se le asocia a actitudes como el egoÃsmo, la indiferencia o la ingratitud. La pedofilia del perro, que lo hace tan atractivo para un sinnúmero de familias, resulta totalmente ausente en los gatos. Sus ritmos de vigilia y sueño (muy prolongado este último) lo vinculan también a la indolencia. Puede ser visto como indomable, inconstante, falso o engañador. Es probablemente, de los animales domésticos, el que más puede asociarse a una fuerza natural, aún en mucho salvaje.
Pero además de lo anterior, que puede ya causar en muchos individuos desasosiego y desconcierto, hay que agregar su carácter y su visión nocturna, el brillo fosforescente de sus ojos en la oscuridad, su desplazamiento silencioso, los maullidos durante el apareamiento que pueden confundirse o ser asociados fácilmente al llanto de bebés y niños pequeños, el erizamiento de su pelo al asustarse y la carga eléctrica del mismo. Finalmente, además de todo lo anterior, el hecho de ser compañÃa de personas solas y ancianas, lo convierte en "chivo expiatorio" al asociarlo a la brujerÃa, a las fuerzas del mal vinculadas con la noche y la oscuridad. Como puede comprenderse, este tipo de percepción y representación está ciertamente lejana de ser adecuada (dirÃamos hoy polÃticamente correcta) y útil para la Iglesia. Delort señala con agudeza este aspecto: "Nacido del cielo puro, claro y etéreo, el cristianismo a entonces visto bien las no cualidades del gato, en particular en sus perspectivas ideológicas y naturalmente ha preferido a la dulce oveja blanca, dócil, obediente, grey soñada en una sociedad de orden, al gato negro, independiente, rebelde, al macho cabrÃo lúbrico, al malvado lobo, al odioso sapo". (11) Y entonces el gato quedó asociado y "construido" como ser maligno. La presión eclesial, el fanatismo asociado y la ideologización sobre las caracterÃsticas y hábitos de los felinos sustentaron la persecución.
La lucha contra los gatos, asociados a partir de esa época a las prácticas de la brujerÃa y al mal, se desarrolló de manera gradual. Las representaciones de los felinos eran entonces de acompañantes de las brujas como familiares de estas, los pactos con Satanás se sellaban con la huella de un gato en la piel de quien suscribÃa el acuerdo, y en ocasiones era simplemente representación del maligno. Durante las noches se creÃa que las brujas se transformaban en grandes gatos negros. A partir del siglo XIII se encuentran las primeras manifestaciones hostiles de envergadura contra estas criaturas. La persecución y la caza revistió formas particularmente crueles. Los gatos eran buscados y quemados junto con las personas acusadas de brujerÃa, asados vivos durante las fiestas de San Juan –coincidente con el solsticio de verano. Durante la cuaresma, en ciudades francesas como Metz, hacia el siglo XVI, se organizaban en la plaza los "miércoles de gatos". En esos dÃas se reunÃan a las pequeñas bestias en una caja que después era devorada por el fuego. En otros sitios eran quemados igualmente, pero en Navidad o durante el solsticio de invierno. Además durante el desarrollo de otro tipo de celebraciones –la visita de un dignatario como la realizada por Felipe II a Bruselas en 1549–, se llevaba a cabo la instalación de los famosos órganos de gatos. El tormento consistÃa en juntar a varios especÃmenes en una caja con las colas al aire y colgando, para poder ser jaladas con fuerza y provocar el chillido de cada uno de los animales. Como puede verse en esta materia como en otras semejantes, la imaginación preñada de maldad es ilimitada.
El castigo infligido a los gatos tuvo sus consecuencias y éstas fueron graves. Se perdieron y prácticamente fue olvidada una de las razones fundamentales que habÃa establecido ese "pacto" entre los gatos domesticados y el hombre. La rata, portadora de la peste no encontró enemigos suficientes para controlar su expansión y su reproducción. Las mortÃferas epidemias se desarrollaron entonces al existir condiciones favorables para su propagación entre otras la incapacidad para combatir a los roedores transmisores del mal. Sin embargo tendrÃa que transcurrir un tiempo para restablecer el lugar adecuado de los felinos entre las sociedades de Occidente.
Sin temor a equivocación puede decirse que, entre el siglo XIV y los inicios del XIX, el gato ha sido desetimado en Occidente, pero en realidad serÃa más justo señalar que durante ese tiempo además ha sido odiado, perseguido y torturado. En Francia solo después de la revolución se prohibieron las prácticas mencionadas, aunque las ideas asociadas a éstas perduraron Incluso quedaron registrados eventos que testimonian sobre la permanencia de crueldades inflingidas a los gatos, si bien entonces, ahora de manera más casual. (12)
Por cierto, no todo lo anterior fue plenamente superado. Una parte de aquella profunda desconfianza y temor permanece en importantes núcleos de personas de nuestras sociedades. La personalidad dual y ambigua, junto a su peculiar y fascinante comportamiento sigue generando tanto encantamiento como suspicacia. Se agrega ahora, por el lado del rechazo, el conocimiento de la cantidad de individuos que sufren alergias provocadas por estos animales y que, como puede suponerse, en general no tienen a los felinos como sujetos de admiración.
Sin embargo, hay que señalar un avance y una seducción en progresión dentro de nuestros conglomerados sociales. La aceptación se presenta sin embargo como desigual según cada paÃs. AsÃ, por ejemplo, en uno de cada cuatro hogares franceses, ingleses, daneses e irlandeses hay al menos un perro. En Alemania la proporción se reduce a sólo una de cada diez casas, el número es semejante en Noruega, Suiza y Austria. En estas naciones la presencia de gatos en las viviendas es bastante menos numerosa. Por el contrario en Italia, Portugal y en Finlandia su número es superior al de los perros. Al parecer algo semejante se desarrolla en los Estados Unidos en donde se cuenta aproximadamente con 56 millones de gatos domésticos dentro de una tendencia de proporcional desplazamiento progresivo de los perros. Las razones de esta distribución y preferencia resulta un tema sumamente atractivo en el estudio de las relaciones y las representaciones que de los animales domésticos tenemos los seres humanos.
Igualmente interesante en esta progresiva aceptación de los felinos domésticos es el hecho de que la generación y multiplicación de razas a través de la intervención humana, ha vivido su más importante desarrollo durante los últimos cien años sin alcanzar nunca la variedad morfológica que tienen los perros. Es significativo que algunas de las últimas razas, como el americano Ragdoll (muñeco de trapo), que tiene un carácter tan plácido que hay quien lo considera con una personalidad que lo hace aparecer como un felino "pacheco", o la más reciente variedad holandesa con patas tan cortas que lo obligan a caminar bamboleándose. En ambos casos estamos frente a gatos incapaces de cazar ratones, subrayando de esta manera ya no su carácter cazador original, sino el de animal de compañÃa.
2006-12-26 21:03:28
·
answer #5
·
answered by Anonymous
·
1⤊
0⤋
Si nosotros amamos al gato por su fascinante personalidad, mucho antes la civilización egipcia los adoró, literalmente hablando, hasta el punto de convertirlos en dioses.
El culto al gato en el antiguo Egipto surge en torno al año 2.900 a.C. Según narran las leyendas Ra, dios del Sol, como castigo a los hombres, que se habían atrevido a cuestionar su autoridad, envió a la tierra a "ojo del Sol", una de sus hijas, que, en el desierto de Nubia (Sudán) se encarnó en Sekmet, una fiera y sanguinaria leona.
El antiguo Egipto: La civilización egipcia adoró y divinizó a los gatos.
Pero ésta, traspasando los límites de su mandato, provocó tal cantidad de masacres y epidemias que, para evitar que aniquilase a la humanidad entera, Ra decidió enviar a la tierra al guerrero Onuris con la misión de calmar a Sekmet, la cual termina convirtiéndose en la maternal y pacífica Bastet, la diosa-gata, asímismo conocida como Ousbasti o Bast.
De este modo, la leyenda trata de poner al alcance de los antiguos egipcios la ambigüedad y la tan característica dualidad felina: Bastet, el ojo de Ra asociado al Sol, protectora de los niños y diosa de la música, cálida y vivificante, que representaría la parte femenina, frente a la cruel y despiadada Sekmet, llamada "La Poderosa", que representaría la conexión con la luna y el espíritu oculto, misterioso, oscuro como la noche, de los gatos.
Los egipcios, fascinados por esta divinidad al mismo tiempo lunar y solar, la representaron de numerosas maneras a través de estatuas y pequeñas esculturas de bronce o piedra. En ellas, Bastet aparece representada de dos formas: como un gato sentado, con las patas anteriores extendidas y un pectoral en el cual estaba inscrito el escarabajo solar; o bien de pie, adoptando la forma de una mujer con cabeza de gato, portando un cesto y un sistro (uno de los instrumentos musicales más antiguos conocido, consistente en una especie de sonajero de piezas metálicas móviles, en cuyo extremo se tallaba una cabeza de gato).
Siendo Bastet una de las divinidades del panteón egipcio más veneradas, no es de extrañar que fuesen numerosos los templos erigidos en su honor. El más famoso de ellos se encontraba en Bubasti, en una isla situada en el delta del Nilo. Bubasti fue un famoso lugar de celebración debido a los numerosos festejos que allí se celebraban, durante los cuales las mujeres, venidas de todos los lugares de Egipto, imitaban los movimientos del gato en celo para seducir a los hombres, según cuenta el historiador Herodoto. Pero Bubasti no fue sólo un lugar de encuentro para festejos carnales y lúdicos. También, los peregrinos que deseaban pedir o agradecer las gracias recibidas, ofrendaban al templo una estatuilla representando a la diosa-gata.
La mitología y la leyenda adornan, pues, las estrechas relaciones existentes entre el gato y los antiguos egipcios. Pero ¿cómo, en la vida cotidiana, encajaba realmente este animal?
Los egipcios inoculaban a los gatos gotas de su sangre para protegerles de las enfermedades y de los malos espíritus. Estaba prohibido matar a un gato, bajo pena de muerte. La muerte del gato de la casa era una verdadera tragedia, y los familiares se enlutaban y rapaban las cejas en señal de duelo. Las familias pudientes mandaban embalsamar al gato y después ra sepultado en grandes necrópolis gatunas; en 1890, en Berni Hassan, se descubrió un antiguo cementerio de gatos en el que se hallaron cerca de 300.000 momias de gatos embalsamados.
Según cuenta Dioroco Sicuro, bajo el reinado de Ptolomeo XV, un soldado romano fue linchado por la población por haber dado accidentalmente muerte a un gato. Antes de esto, en tiempos de las invasiones pesas, éstos, ante un ataque de los egipcios, y sabiendo de la veneración que sentían por los gatos, tomaron como rehenes a un gran número de estos animales, utilizándolos como escudos. Se cuenta que los egipcios, antes de herir a los gatos, prefirieron rendirse sin combatir.
2006-12-26 20:24:07
·
answer #8
·
answered by ORI$ALL3 7
·
0⤊
0⤋