El río Balsas es uno de los más grandes e importantes de México. Alcanza la nada despreciable longitud de los 840 kilómetros (casi la extensión que hay entre las ciudades de México y Saltillo, que aún recorriéndola a una velocidad de 100 kilómetros por hora, tardaríamos cerca de 9 horas para completar la distancia). Para poder desplegarse por el territorio nacional, el Balsas se extiende sin respetar las fronteras de varios estados. Desde su nacimiento y hasta su desembocadura, cruza Tlaxcala, Puebla, Guerrero, Oaxaca y Michoacán: menudo viaje que inicia en el volcán Matlalcuéyetl, mejor conocido por muchos como La Malinche, en el estado de Tlaxcala, para terminar incorporándose a las azules aguas del Océano Pacífico.Cuando nace, mucho antes de merecer ser llamado río, el Balsas tiene su primer origen en los manantiales que brotan del lado noreste de La Malinche. Juntando pequeños cauces, se va formando un paso de agua capaz de ir esculpiendo poco a poco la pendiente del volcán, hasta que en algún punto impreciso -donde el riachuelo deja de serlo para convertirse en adulto- está ya presente el río Zahuapan: aguas tlaxcaltecas sumadas que dan forma a la laguna de Atlangatepec.Ya en este sitio el río enfrenta su primera amenaza, la contaminación. Mucho daña el hecho de que se trate de una zona muy poblada y con cierta industrialización. En esta parte del cauce la contaminación por desechos domésticos e industriales casi logra la muerte anticipada del torrente. Muy lejana ha quedado ya la visión de los antiguos mexicanos, para los que la corriente acuática era matriz de vida... Río con aguas muertas no es río, es apenas desagüe.Hay plantas de tratamiento, pero por escasas y lentas poco pueden hacer por la corriente. Dañado y herido, el Zahuapan se une con otro afluente: el río Atoyac nacido en la Sierra Nevada. Ya juntos y tomando fuerza, cruzan a un lado de la ciudad de Puebla. Reclutando nuevas aguas de otros tantos orígenes, encuentran su primer remanso, la presa Manuel Ávila Camacho o presa del Valsequillo. Nueva amenaza enfrenta el flujo. A la contaminación previa, se suma la presencia del lirio acuático. Vegetal flotante tan bello como nocivo, ya que si no se controlara, terminaría por cubrir la totalidad del vaso de la presa. Fauna, flora, peces e incluso las mismas personas, de un modo u otros sobrellevan la verde invasión.El milagro de la recuperación se hace posible una vez que el torrente deja atrás la cortina de la presa. En su viaje hacia el sur, puede correr por zonas relativamente despobladas. La carrera que tiene por destino el mar, permite que las aguas se purifiquen de manera natural, a la vez que recibe la contribución de afluentes provenientes de regiones vírgenes. Con esta nueva fuerza, el gigante crece y recupera salud.En su recorrido por Oaxaca recibe las aguas del río Mezcala. Se unen también las aguas del Amacuzac, cuyo origen está en las grutas de Cacahuamilpa. El ojo de agua Ixtlahuaca hace también su contribución. No es sino hasta donde se encuentra la presa El Caracol, donde ya las corrientes pierden su nombre para convertirse en ese Balsas que fue capaz de cubrir un pueblo entero: el viejo Balsas. A partir de ahí el río toma su auténtica fisionomía, sus características lanchas "de pechuga" que resultan indispensables para permitir el paso de personas, carga y alimentos de una a otra márgenes.Para algunos la corriente, además de útil, se hace divertida. El maratón náutico del Balsas es un ejemplo. Desde 1970 se ha realizado con recorridos que, en seis etapas, llegan a sumar un total de 700 kilómetros. Lanchas rápidas que en invasión anual, como nerviosas libélulas, aprovechan vertiginosas, las pacíficas aguas y el singular paisaje.Nuevo alivio encuentra el Balsas cuando llega a Tierra Caliente. Ciudad Altamirano es el punto donde se encuentran y topan los estados de Guerrero y Michoacán. De nuevo, el despoblado territorio permite al gigante sanar sus heridas. Del Eje Volcánico llega un nuevo regalo, el río Cutzamala.Así como no sólo de pan vive el hombre, tampoco un río se alimenta sólo de agua. Muchas etnias importantes son las que han llegado a sus riveras. Ellas han aportado las formas de vida, la cultura ribereña. A lo largo del gigante puede encontrarse la huella que han dejado Otomíes, Nahuas, Amusgos, Mixtecos, Tlapanecos, Purépechas, Chuchos y Popolcas. Claro: contando además con la población mestiza, que poco a poco siguió sus propias rutas.A pesar del empeño que a veces pareciera que tenemos por matarlo, el Balsas ofrece regalos. Irrigando las tierras que hay en su cercanía, el río hace posible la presencia de la caña de azúcar, maíz, algodón, hortalizas, plátano, mango, frijol, alfalfa, ajonjolí, arroz, melones y cítricos, entre otros productos.Más aún, a partir de la presa del Infiernillo, las aguas del coloso, contenidas por todo un sistema de otras tantas instalaciones hidroeléctricas, permite la producción y aprovechamiento de la energía que el mismo tiene, pero convertida en electricidad que abastece importantes regiones del país.Finalmente concluye el deambular de las aguas al llegar a orillas de Ciudad Lázaro Cárdenas. En un delta que cubre 29 kilómetros, el gigante se desvanece y confunde con las aguas del pacífico. Recorrido que termina, tan sólo para volver a comenzar. Las marinas aguas se evaporan, forman nuevas nubes que más tarde o más temprano, volverán a llevar cada gota a los sitios donde el río debe renacer.
Observando los grandes ríos, que como venas y arterias planetarias surcan los continentes, cuesta creer que todos ellos nacieron siendo apenas riachuelos, chorritos cantarines de algún manantial, o colección de gotas, que por solitas, se acompañan luego del deshielo en las altas montañas. El Nilo, el Danubio o el río Amarillo, nacieron pequeñitos. El Balsas, río mexicano, es uno de esos gigantes también.
Salu2
2006-12-15 16:13:15
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answer #1
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answered by Tigresa 4
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