El Purgatorio
El Catecismo enseña que después de la muerte, algunas personas son enviadas a un lugar llamado purgatorio, para ser purificadas antes de entrar al cielo:
"Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo" (p. 298, #1030).
"La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos..." (p. 298-299, #1031).
¿Proviene de Dios esta doctrina, o es otra tradición de hombres? He aquí la respuesta, citada directamente del Catecismo:
"La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia y de Trento" (p. 298, #1031).
¿Es acaso irrazonable preguntar, dónde obtuvo información un grupo de hombres acerca de la vida después de la muerte, para formular tal doctrina?
Amigo católico, si usted está orando por seres queridos porque cree que están en el purgatorio, necesita saber que Dios no le dijo que ellos están en ese lugar. Fue un grupo de líderes religiosos quienes lo dijeron:
"Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados" (p. 277, #954).
Si usted sufre, entonces no es un regalo
El mayor problema en relación con esta doctrina es que la Biblia nunca indica que existe tal lugar. La Biblia tampoco enseña que después de la muerte, se necesita mayor purificación para ir al cielo. Por el contrario, la Palabra de Dios declara que la salvación es un regalo:
"Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro". Romanos 6:23
"... por la justicia de uno (Cristo) vino a todos los hombres la justificación de vida". Romanos 5:18
Dios, quien es veraz y es amor, ¿le ofrecería la vida eterna como dádiva, luego lo haría sufrir para obtenerla, y mentiría al respecto en su Palabra?
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios". Efesios 2:8
Si hemos de creer en la Biblia, quienes mueren en Cristo no necesitan más purificación. Ellos ya han sido justificados por Jesucristo:
"Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira". Romanos 5:9
"Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús". Romanos 3:24
El apóstol Pablo también hace hincapié en esta enseñanza:
"Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santifi-cados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús". 1 Corintios 6:11
Los cristianos verdaderos ya están purificados porque Cristo quitó el pecado al morir en la cruz:
"... pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado". Hebreos 9:26
Los hijos de Dios no necesitan sufrir para alcanzar salvación, porque han sido comprados y el precio ya fue pagado:
"Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios". 1 Corintios 6:20
El precio fue la sangre de Jesucristo:
"... para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre". Hechos 20:28
Conclusión
Si la enseñanza de la Biblia es tan clara en este asunto, ¿por qué la Iglesia Católica instituyó una doctrina que ha persuadido a fieles miembros a dar millones de dólares a la iglesia, para que se digan oraciones y se oficien misas en favor de seres queridos fallecidos? Usted mismo tendrá que encontrar la respuesta a esta pregunta.
Por lo menos ahora sabe que la doctrina del purgatorio nació en la mente de seres mortales:
"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu". Romanos 8:1
2006-12-13 08:00:10
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answer #2
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answered by Nia Mia 5
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Primero le informo sobre el INFIERNO.
Cuando Jehová pronunció sentencia contra Adán, le dijo: “Polvo eres y a polvo volverás” (Génesis 3:19). ¿Dónde estaba Adán antes de que Dios lo formara del polvo de la tierra y le diera la vida? Sencillamente no existía. De modo que cuando murió, volvió a ese estado de inexistencia total. Eclesiastés 9:5, 10 indica claramente en qué condición se encuentran los muertos. Allí leemos: “Los muertos nada saben [...;] no hay obra, ni actividad mental, ni ciencia, ni sabiduría en el sepulcro, adonde te encaminas” (Ediciones Sigal). Según las Escrituras, la muerte es un estado de inexistencia. Los muertos no están conscientes, no piensan ni sienten.
¿Es el tormento eterno, o el sepulcro común?
Puesto que los muertos no están conscientes, el infierno no puede ser un lugar abrasador de tormento donde las personas malvadas sufran después de la muerte. Entonces, ¿qué es el infierno? Para contestar esa pregunta, examinemos lo que le sucedió a Jesús cuando murió. El escritor bíblico Lucas cuenta al respecto: “Su alma no fué dejada en el infierno [Hades], ni su carne vió corrupción” (Hechos 2:31, Reina-Valera, 1909). ¿Dónde estaba el infierno al que hasta Jesús fue? El apóstol Pablo escribió: “Les transmití [...] que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue enterrado, sí, que ha sido levantado al tercer día según las Escrituras” (1 Corintios 15:3, 4). Así pues, Jesús estuvo en el infierno —el sepulcro—, si bien no permaneció allí porque fue levantado o resucitado.
Piense también en el caso de Job, un hombre justo que sufrió mucho. Dado que deseaba salir de la difícil situación en que se hallaba, le rogó a Dios: “¿Quién me dará, que me cubras en el infierno [Seol], y me escondas, hasta que pase tu furor, y me aplaces el tiempo, en que te acuerdes de mí?” (Job 14:13, Scío de San Miguel). Sería totalmente irrazonable pensar que Job deseaba buscar protección en un lugar abrasador. Para él, “el infierno” era simplemente la tumba, donde terminaría su sufrimiento. De modo que el infierno del que habla la Biblia es el sepulcro común de la humanidad, donde van tanto las personas buenas como las malas.
¿Es el infierno un símbolo de aniquilación?
¿Pudiera ser el fuego del infierno un símbolo de destrucción absoluta? Las Escrituras hacen distinción entre el Hades, o infierno, y el fuego cuando dicen: “La muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego”. El “lago” al que alude el texto es simbólico, ya que la muerte y el infierno (Hades) que se arrojan en él no pueden quemarse en sentido literal. “Esto [el lago de fuego] significa la muerte segunda”, es decir, una muerte sin esperanza de resurrección (Revelación [Apocalipsis] 20:14).
El lago de fuego tiene un sentido similar al del “Gehena [infierno, La Biblia de las Américas] de fuego” del que habló Jesús (Mateo 5:22; Marcos 9:47, 48). La palabra Gehena aparece doce veces en las Escrituras Griegas Cristianas y se refiere al valle de Hinón, situado fuera de las murallas de Jerusalén. Cuando Jesús estaba en la Tierra, este valle se empleaba como vertedero de basura “donde se echaban los cadáveres de los delincuentes, los animales muertos y toda clase de inmundicias” (Smith’s Dictionary of the Bible). A fin de eliminar los desperdicios se mantenía el fuego siempre encendido añadiéndole azufre. De modo que Jesús utilizó este valle como símbolo adecuado de destrucción eterna.
Al igual que el Gehena, el lago de fuego simboliza la aniquilación perpetua. El que la muerte y el Hades sean “arrojados” en él significa que serán eliminados cuando la humanidad quede libre del pecado y de la condena a muerte. Quienes pequen deliberadamente y no se arrepientan tendrán su “porción” en dicho lago, es decir, serán aniquilados para siempre (Revelación 21:8). Por otro lado, las personas que se encuentran en el infierno —el sepulcro común de la humanidad— y en la memoria de Dios tienen un maravilloso porvenir.
DESPUES LE INFORMO SOBRE EL PURGATORIO.
¿Cuál es el punto de vista bíblico?
¿Están sus familiares amados en el purgatorio?
CASI todo el mundo ha perdido a familiares amados en la muerte. Es probable que el lector también haya tenido esta desagradable experiencia. Si es así, seguramente se ha preocupado acerca de la condición de los muertos y si hay alguna esperanza de volverlos a ver vivos.
Es probable que si el lector es un católico romano se le haya enseñado que muchos de los muertos ahora están en el “purgatorio.” The Catholic Encyclopedia for School and Home (1965) define el purgatorio como “un lugar o condición en el cual algunas almas son detenidas por un tiempo después de la muerte antes de entrar al cielo. . . . [Es] una condición de castigo temporario para los que, muriendo en la gracia de Dios, sin embargo no están completamente libres de los pecados veniales y no han pagado todavía la debida satisfacción por pasados pecados perdonados.” Se dice que los que están en el purgatorio están seguros de entrar al cielo con el tiempo.
Por lo general las autoridades católicas dicen que el castigo en el purgatorio es doble: el dolor de la pérdida y el dolor de los sentidos. Por el “dolor de la pérdida” quieren decir que las almas en el purgatorio sufren por estar separadas de Dios, sin poder contemplarlo directamente. En cuanto al “dolor de los sentidos,” la New Catholic Encyclopedia señala: “En la Iglesia Latina por lo general se ha sostenido que este dolor se impone por medio de verdadero fuego.”
La Iglesia Católica Romana afirma, según un decreto de su Concilio de Florencia (1438 a 1445 E.C.), que los detenidos en el purgatorio “se benefician de los sufragios de los fieles vivos, a saber: el sacrificio de la misa, las oraciones, las limosnas y otras obras de piedad.” Muchos católicos sinceros han gastado considerables sumas de dinero para proveer estos “sufragios” para los que se cree que están en el purgatorio.
¿Están sus amados familiares muertos sufriendo en el purgatorio? Examinemos el tema a la luz de las traducciones católicas de la Biblia y la actual erudición católica.
Muchos escritores católicos han insistido en que la doctrina del purgatorio, aunque no se menciona directamente, por lo menos está implicada en la Biblia. El pasaje principal que citan es 2 Macabeos 12:38-46, el cual cuenta que Judas Macabeo envió plata a Jerusalén para proveer sacrificios para los soldados judíos que habían sucumbido a la idolatría y que habían muerto en batalla. El versículo 46 concluye: “Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado.”—Biblia de Jerusalén.
Sin embargo, los libros de los Macabeos se encuentran entre los libros “apócrifos” y los judíos, a quienes “les fueron confiados los oráculos de Dios,” nunca los incluyeron en el canon de las Escrituras inspiradas. (Rom. 3:2, BJ) Y el versículo 43 muestra que Judas no tenía el pensamiento puesto en el purgatorio, sino “en la resurrección.” Comprendiendo esto, los traductores de la versión The New American Bible (que son miembros de la Asociación Bíblica Católica de América) reconocen en una nota al pie de la página que la creencia de Judas “no era exactamente igual a la doctrina católica del purgatorio.” La New Catholic Encyclopedia (1967) reconoce que: “En el análisis final, la doctrina católica del purgatorio se basa en la tradición, no en las Sagradas Escrituras.”
¿Está esta tradición de acuerdo con la palabra escrita de Dios? La idea del purgatorio da por sentado que el hombre tiene un alma inmortal que está separada y distinta del cuerpo y que continúa en existencia después de la muerte del cuerpo. ¿Enseña eso la Biblia?
Stanley B. Marrow, un sacerdote jesuita católico romano y erudito de la Biblia, escribe: “La noción de que el alma sobrevive después de la muerte no se discierne fácilmente en la Biblia. El concepto del alma humana misma en el A[ntiguo] T[estamento] no es igual al de la filosofía griega y moderna.” La New Catholic Encyclopedia señala que “solo con Orígenes [c. 184 a c. 253 E.C.] en Oriente y San Agustín [354 a 430 E.C.] en Occidente se estableció el alma como una sustancia espiritual y se formó un concepto filosófico de su naturaleza.” La misma obra de consulta nos dice que Tomás de Aquino [c. 1225 a 1274 E.C.] desarrolló aún más la doctrina católica romana acerca del alma humana, haciendo uso de la “fórmula aristotélica.” Por lo tanto, el concepto católico del alma se deriva esencialmente de la filosofía griega, no de la Palabra de Dios.
¿Qué enseñan las Escrituras acerca del alma humana? ¿Qué le sucede a ésta en la muerte? Stanley Marrow comenta: “El alma en el A[ntiguo] T[estamento] no significa una parte del hombre, sino todo el hombre... el hombre como un ser viviente. Semejantemente, en el N[uevo] T[estamento] significa la vida humana: la vida de un individuo, de un sujeto consciente.”
Por supuesto, si el alma quiere decir “no una parte del hombre, sino todo el hombre,” está claro que cuando muere el hombre muere el alma. Así es que en Ezequiel 18:4 la Biblia católica Torres Amat declara: “El alma que pecare, ésa morirá.” ¿Están las almas muertas conscientes de algo? ¿Pueden sentir el dolor que se dice hay en el purgatorio? Eclesiastés 9:5, 10 contesta: “Los muertos no saben nada, . . . porque no existirá obra ni razones ni ciencia ni sabiduría en el seol [el sepulcro común de la humanidad] a donde te encaminas.” (BJ) ¡Qué consolador para los que todavía viven en la Tierra el saber que sus amados familiares muertos no están sufriendo de algún modo!
Pero además de esto, la Biblia ofrece la esperanza de una resurrección para los muertos. (Juan 5:28; Hech. 24:15) Esto no quiere decir meramente una “resurrección del cuerpo,” para reunirlo con un alma inmaterial e inmortal, porque, como hemos visto, la Biblia no divide al hombre de ese modo. Comentando acerca del verdadero significado de la resurrección, la New Catholic Encyclopedia dice:
“La noción bíblica de la resurrección de ningún modo es comparable con la idea griega de la inmortalidad. . . . En el marco de ideas de la Biblia, toda la persona cae en el poder de la muerte; y, si hay alguna posibilidad de liberación de su poder, entonces la formulación de esa posibilidad no sería en términos de la inmortalidad natural del alma sino en la afirmación de una creencia de una liberación sobrenatural de toda la persona del implacable dominio de la muerte.” [Las letras cursivas son nuestras]
¿En qué lugar serán resucitados los muertos? Una cantidad limitada, “ciento cuarenta y cuatro millares, los rescatados de la tierra,” participarán en “la resurrección primera,” lo que querrá decir ir al cielo, donde “serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Él durante mil años.” (Apocalipsis [Revelación] 14:3; 20:5, 6, versión Bover-Cantera) Sin embargo, la mayor parte de los muertos humanos volverán a la vida aquí mismo en la Tierra con la oportunidad de continuar viviendo para siempre en el paraíso restaurado a toda la Tierra.—Rev. 20:11-13; Sal. 37:11, 29 [36:11, 29, Torres Amat]; Luc. 23:43; Rev. 21:3, 4; 1 Cor. 15:50.
No, sus amados familiares muertos no están sufriendo en el purgatorio, sino que están inconscientes, esperando la resurrección. Esta esperanza se hace tanto más grandiosa debido a que la cronología y la profecía bíblica indican que el reinado de mil años de Cristo, durante el cual miles de millones de humanos muertos volverán a la vida en la Tierra, comenzará dentro de esta generación.—Mat. 24:3-14, 34; Rev. 6:1-8.
QUE ES EL CIELO?
Muy brevemente se explica el tema del cielo. Tenemos que pensar que en él habitan Jehová Dios, Jesucristo con 144.000 colaboradores comprados de la tierra, y todo el ejercito de serafines, querubines y ángeles con que cuenta la organización celestial de Dios.
A continuación te comento sobre el tema de los cielos espirituales.
El lugar de habitación de los ángeles. Los cielos espirituales son también el “propio y debido lugar de habitación” de los hijos espíritus de Dios. (Jud 6; Gé 28:12, 13; Mt 18:10; 24:36.) La expresión “ejército de los cielos”, aplicada en numerosas ocasiones a la creación estelar, también se usa con referencia a estos hijos angélicos de Dios (1Re 22:19; compárese con Sl 103:20, 21; Da 7:10; Lu 2:13; Rev 19:14), y a veces se personifican los “cielos” para representar a esta organización angélica, “la congregación de los santos”. (Sl 89:5-7; compárese con Lu 15:7, 10; Rev 12:12.)
Como representación de gobierno. Hemos visto que los cielos pueden referirse a Jehová Dios en su posición soberana. De manera que cuando Daniel le dijo a Nabucodonosor que lo que iba a experimentar le haría “[saber] que los cielos están gobernando”, significaba lo mismo que saber “que el Altísimo es Gobernante en el reino de la humanidad”. (Da 4:25, 26.)
Sin embargo, el término “cielos” puede referirse, aparte de al Soberano Supremo, a otras potencias gobernantes ensalzadas o encumbradas por encima de los pueblos sometidos. En Isaías 14:12 se alude a la dinastía de reyes babilonios que Nabucodonosor representaba y se la asemeja a una estrella, un “resplandeciente, hijo del alba”. Con la conquista de Jerusalén en el año 607 a. E.C., aquella dinastía babilonia elevó su trono “por encima de las estrellas de Dios”, es decir, de la línea davídica de reyes de Judá (a Jesucristo mismo, heredero del trono davídico, se le llama “la brillante estrella de la mañana” en Rev 22:16; compárese con Nú 24:17). Al derrocar el trono davídico, divinamente autorizado, la dinastía babilonia en realidad se ensalzó a sí misma hasta los cielos. (Isa 14:13, 14.) El árbol simbólico del sueño de Nabucodonosor, cuya altura ‘alcanzaba a los cielos’, también representó la encumbrada grandiosidad y extenso dominio de esta dinastía. (Da 4:20-22.)
Nuevos cielos y nueva tierra. La relación existente entre los “cielos” y la gobernación ayuda a entender el significado de la expresión “nuevos cielos y una nueva tierra”, que aparece en Isaías (65:17; 66:22) y que cita el apóstol Pedro en 2 Pedro 3:13. Observando tal relación, la Cyclopædia de M’Clintock y Strong (1891, vol. 4, pág. 122) comenta: “En Isa LXV, 17, un nuevo cielo y una nueva tierra significan un nuevo gobierno, un nuevo reino, una nueva gente”.
Tal como la “tierra” puede referirse a una sociedad de personas (Sl 96:1; véase TIERRA), así también los “cielos” pueden simbolizar el dominio o gobierno sobre esa “tierra”. La profecía de Isaías sobre la promesa de los “nuevos cielos y una nueva tierra” anunciaba en primer lugar la restauración de Israel del exilio en Babilonia. Los israelitas entraron en un nuevo sistema de cosas cuando regresaron a su tierra natal. Dios utilizó de manera especial a Ciro el Grande para llevar a cabo esa restauración. Una vez en Jerusalén, Zorobabel (un descendiente de David) fue gobernador, y Josué, sumo sacerdote. En consonancia con el propósito de Jehová, este nuevo sistema gubernativo, o “nuevos cielos”, dirigió y supervisó al pueblo. (2Cr 36:23; Ag 1:1, 14.) Por ello, como predijo el versículo 18 del capítulo 65 de Isaías, Jerusalén llegó a ser “una causa para gozo y [...] su pueblo una causa para alborozo”.
Sin embargo, la cita de Pedro muestra que sobre la base de la promesa de Dios, podía anticiparse un cumplimiento futuro de esta profecía. (2Pe 3:13.) Dado que en este caso la promesa divina se relaciona con la presencia de Cristo Jesús, como se muestra en el versículo 4, los “nuevos cielos y una nueva tierra” tienen que referirse al reino mesiánico de Dios y su dominio sobre súbditos obedientes. Por medio de su resurrección y ascensión a la diestra de Dios, Cristo Jesús llegó a ser “más alto que los cielos” (Heb 7:26), en el sentido de que, debido a ello, se le colocó “muy por encima de todo gobierno y autoridad y poder y señorío, [...] no solo en este sistema de cosas, sino también en el que ha de venir”. (Ef 1:19-21; Mt 28:18.)
Como “participantes del llamamiento celestial” (Heb 3:1), Dios designa a los seguidores ungidos de Jesús “herederos” en unión con Cristo, por medio de quien Él se propuso “reunir todas las cosas de nuevo”. “Las cosas en los cielos”, es decir, los llamados a la vida celestial, son los primeros a los que se reúne en unión con Dios mediante Cristo. (Ef 1:8-11.) Tienen la herencia “reservada en los cielos” (1Pe 1:3, 4; Col 1:5; compárese con Jn 14:2, 3), están “matriculados en los cielos” y allí es donde tienen su “ciudadanía”. (Heb 12:20-23; Flp 3:20.) Forman la “Nueva Jerusalén”, a la que en la visión de Juan se ve descender “del cielo desde Dios”. (Rev 21:2, 9, 10; compárese con Ef 5:24-27.) Siendo que al principio se dice que esta visión es de “un nuevo cielo y una nueva tierra” (Rev 21:1), ambos tienen que estar representados en lo que se menciona a continuación. Por consiguiente, el “nuevo cielo” debe referirse a Cristo y su “novia”, la “Nueva Jerusalén”, y la “nueva tierra”, a los ‘pueblos de la humanidad’, que son sus súbditos y reciben las bendiciones de su gobierno, tal como se indica en los versículos 3 y 4
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2006-12-13 07:47:58
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answer #8
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answered by Anonymous
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