La violencia intrafamiliar es cada vez mas común, pero tu puedes hacer la diferencia, mereces respeto por el simple hecho de ser ser humano, para empezar no permitas nuna mas la agresion fisica, pide ayuda a una Institucion y denuncia los hechos, no le van a hacer nada a tu papa, el problema con la familia es que se involucran emociones, pero el debe de entender que los padres se supone que somos los que debemos de proveer amor, seguridad, cuidados, no es correcto lo que hace, si le gusta emborracharse que no reviente sus problemas con sus hijos, busca ayuda, habla con tu madre, con un tio, una tia, habla no te calles, busca a una persona de confianza, pero no vuelvas a permitir el abuso a tu persona, tu eres digna de amor, de respeto de cariño, y tu padre tiene la obligacion moral de dartelo, si no es asi, no te deprimas, no escogemos a nuestros padres, pero si podemos hacer que nuestra vida sea diferente....
Sin duda, el hecho de golpear a un niño es censurable y así lo constatan escritos e investigaciones de renombrados expertos de las ciencias del comportamiento, pero esto no significa que no existan partidarios de agredir a los niños, de la misma manera que sería una falsedad pretender que no existen defensores del maltrato a las esposas. Ambas prácticas son comunes y sus defensores en general creen tener razones válidas para actuar así.
Golpear a los niños es peligroso tanto física como psicológicamente. Los daños que a largo plazo se causan a la víctima, exceden en mucho la utilidad a corto plazo que perciba en ello la persona que ejerza este tipo de acciones.
Algunos investigadores sostienen que todo acto de violencia de un adulto hacia un niño por muy breve o leve que sea- deja una cicatriz emocional permanente. La mayoría de las personas maltratadas por sus padres admite que los recuerdos más imborrables y desagradables- son los del daño inflingido. Algunos consideran la memoria de tales acontecimientos tan horrible, que pretenden que éstos fueron insignificantes y hasta graciosos. Incluso sonríen cuando describen lo que les hicieron pero sonríen por vergüenza y no por placer. Encubren el recuerdo de esos viejos sentimientos para protegerse contra el dolor que todavía sienten.
Al intentar negar o disminuir los peligros relacionados con el castigo aquellas personas que golpean, afirman cosas como "el castigo corporal es muy distinto al abuso de los niños" o "una palmadita nunca hizo daño a nadie". Están equivocadas. El hecho de que una persona sobreviva a una determinada experiencia no es prueba de que ésta sea beneficiosa.
Los padres informados y responsables reconocen que golpear a sus hijos es como darles de comer una sustancia nociva. Nada bueno va a resultar de ello, sólo daño.
Las cachetadas, por ejemplo, producen en el niño un estado de fuerte agitación emocional haciendo difícil que aprenda las lecciones que los adultos pretenden enseñarle. Dar una "buena bofetada" puede servir para que el adulto libere su cólera, pero a expensas de causársela al niño. Y mientras el desahogo en el adulto es transitorio, el efecto en el pequeño es duradero.
Pérdida de confianza
El acto de pegarle a un niño deteriora el lazo de confianza entre él y los padres. El pequeño golpeado es menos capaz de mirar al padre como una fuente de amor, protección y consuelo, sentimientos vitales para su sano desarrollo. El niño maltratado, percibe al padre como una fuente de peligro y dolor. El cuidado amoroso y la protección, que deberían existir incondicionalmente, son sustituidos por la agresión. El niño traicionado de esta manera -al igual que aquel a quien se niega alimentación adecuada, afecto o descanso- sufre y no madura de una forma óptima.
Amenazas
Algunos padres que rara vez golpean a sus hijos, constantemente los amenazan con actos de agresión expuestos en frases como "si no te callas mientras estoy en el teléfono, te voy a coser la boca con una aguja bien grande" o "alguien te va a cortar los dedos con las tijeras por tocar las cosas de otras personas". Consideran fácil controlar a sus niños por estos medios, al menos de forma temporal.
Al principio el niño obedece por miedo mientras cree en las amenazas del adulto. En esta etapa ya aprende a hacer cosas a escondidas y a decir mentiras para evitar los terribles castigos que él cree que le esperan. Más tarde, cuando se da cuenta de que las amenazas no tienen fundamento, llega a la conclusión (correcta, por cierto) de que los adultos mienten.
Cuando la confianza entre adultos y niños comienza a deteriorarse, la habilidad infantil de hacer relaciones de confianza con otros, también se deteriora.
Esto puede volverles incapaces de alcanzar intimidad o solidaridad. Los lesionados de esta forma, se inclinan a ver las relaciones con otras personas como negocios u operaciones en los que se gana o se pierde. Consideran la honradez y la confianza en los demás, debilidades que han de ser explotadas, de igual manera que se hizo con ellos.
El hecho de golpear a los niños debe contextualizarse. Nadie está dispuesto a apoyar la violencia, el maltrato y el abuso como formas CONTINUADAS de interacción, ni hacia los niños, ni a las mujeres ni a nadie. Hay que distinguir el sentido de una acción física PUNTUAL y circunscrita a determinadas circunstancias del abuso físico hacia menores, lo cual es evidentemente condenable. La violencia física se convierte en algo peligroso cuando es excesiva y continuada, o cuando es la única manera que existe de imponer límites, normas y el efecto de la autoridad.
Coincido con los conceptos de Jordan Riak en cuanto a que el efecto de la violencia deja cicatrices. Sin embargo, existen muchos tipos de violencia, como la verbal, la exclusión social o la indiferencia que también dejan marcas emocionales y no son menos importantes que las dejadas por las cachetadas o nalgadas. Hay que tener cuidado con la afirmación acerca de que los recuerdos más imborrables son los de las experiencias violentas. Así estaríamos hablando de una memoria selectiva que se ocupa sólo de los traumas basados en experiencias.
Lo que se recuerda es la experiencia emocional asociada a la violencia recibida. Sin embargo, existe una violencia ineludible y necesaria, que es muy distinta a esta, que es la que se experimenta en la medida que todos los niños habrán de absorber parte de la realidad psíquica de los padres. Es decir que la constitución psicológica de todos los seres humanos pasa por el hecho de tener que "aprender"del mundo en el que los mayores están inmersos.
Creo que el castigo físico es nocivo si se vuelve la única manera de comunicación entre adultos y niños. Existen contadas ocasiones en las cuales los mensajes se transmiten mediante ACCIONES, como puede ser una palmada OCASIONAL, y esta a veces puede ser la única manera de comunicación que pueda resultar disponible entre niños o entre adultos y niños.
La Fuerza
Golpeando a los niños se les enseña que la interacción entre los seres humanos está basada en la fuerza. Mientras más golpeado sea el infante, mayor será la posibilidad de que llegue a ser un adulto que se relaciona con otros, no por medio de la persuasión, sino por uso de la fuerza ¿qué clase de persona se estaría describiendo aquí?: un abusador o violador, un cónyuge autoritario que domina, manipula y aterroriza a su pareja, un charlatán, falsificador, policía corrupto, el político sin escrúpulos y el demagogo, o el cobarde y el alcahuete que obtienen su poder de segunda mano al frecuentar a los arriba descritos.
Desde mi punto de vista el comentario es válido siempre que se esté describiendo a alguien que SOLAMENTE haya sido golpeado y haya contado con pocas o ninguna experiencia del lado del cariño y la comprensión. Alguien que ha sido abusado física y EMOCIONALMENTE, puede terminar creyendo que el mundo es un lugar hostil y que la única forma de ordenarlo es mediante actos de violencia o abuso.
La violencia sólo puede generar violencia
En la gran mayoría de los casos, el marido y la mujer cuya relación incluye violencia, tienen también una relación semejante con sus hijos. Es probable que dichos padres fueran golpeados de niños y hayan presenciado golpes a otros.
Los cónyuges explotadores y explotados que agreden físicamente a sus hijos, les enseñan a ser verdugos y víctimas exactamente iguales a ellos mismos. Estos niños aprenden que la manera de desahogar sus frustraciones, expresar desacuerdo y afirmar su poder es dándole golpes a una persona más pequeña o débil que ellos. Este principio se les inculca siempre que vean a sus padres pegarse o cuando ellos reciben una paliza y piensan que, una vez que sean lo suficientemente grandes y fuertes, podrán controlar a otros amenazándolos o lastimándolos. Creen que está bien que las parejas se golpeen y los adultos ejerzan su violencia sobre los niños.
Cuando esos pequeños cuyas personalidades han sido formadas en hogares violentos- crezcan y tengan sus propios hijos, les resultará muy difícil liberarse del comportamiento que han presenciado. Las aptitudes que desarrollarán en la vida de familia serán aquellas heredadas de sus padres y serán más susceptibles de prolongar el ciclo de violencia con sus propios hijos.
Al desparecer la violencia física de la vida familiar, desaparecerán también otras formas de la violencia doméstica. No antes. Evidentemente hay un patrón transgeneracional en la violencia. Hay culturas de la violencia y del abuso. Desaprender estos patrones, sustituirlos por otros mejores, es generalmente una tarea que requiere paciencia y esfuerzo. Para mucha gente, esta puede ser la única manera de relacionarse con otros y sólo logran respetar a quienes hacen exhibiciones de fuerza. La posibilidad de pensar y elegir otras maneras de comportamiento es una labor de educación y acción constante.
El abuso sexual y los golpes físicos
Los niños que han sido golpeados no consideran que su cuerpo les pertenece. Los golpes los acostumbran a aceptar la idea de que los adultos tienen poder absoluto e incluso el derecho de causarles dolor. Las nalgadas los convencen de que sus zonas sexuales están sometidas a la voluntad de los adultos. No es muy probable que el niño que se somete a ser golpeado un lunes diga "no" a un violador un martes. Los adultos que abusan de ellos o los explotan sexualmente lo saben.
Buscan a víctimas potenciales entre los niños a quienes se les ha enseñado "si no obedeces, vas a ver lo que pasa ...", porque son los blancos mas fáciles.
Considero que tener experiencias de sometimiento a la fuerza física o ser golpeado puede CONTRIBUIR a la posibilidad del abuso sexual, pero no estoy seguro que sea de la manera tan categórica como se plantea aquí.
El abuso sexual es un fenómeno clínico complejo en sí, donde la presencia de una historia anterior de abusos físicos en el niño puede ser un elemento a considerar. Puede que este sea el caso de los niños que tiendan a evadir más la posibilidad de denunciar este hecho, o que lo puedan llegar a "naturalizar". Son fenómenos distintos que hay que considerar en su especificidad.
Las nalgadas y el desarrollo sexual
En algunos niños, las nalgadas estimulan sentimientos sexuales inmaduros. Los niños no ejercen ningún control sobre esa clase de sentimientos, ni comprenden lo que les está sucediendo. La consecuencia trágica para algunos de ellos es que se crea un nexo entre las sensaciones de dolor, humillación y sexo que se fija en sus mentes para el resto de sus vidas.
Aunque se casen, tengan sus propias familias, ocupen cargos responsables en la sociedad, y no exhiban rastros de trastornos afectivos, se ven atormentados de forma secreta y vergonzosa por una necesidad que, en algunos casos, les lleva a buscar prostitutas a quienes pegar o de quien recibir palizas. La industria pornográfica hace un gran negocio satisfaciendo las necesidades de estos pobres individuos.
La ciencia médica ha reconocido y documentado desde hace tiempo una relación entre las nalgadas y el desarrollo posterior de comportamientos sexuales desviados. Y esto ya debería ser una razón suficiente para no golpear nunca más a un niño.
El peligro de las nalgadas
Localizado en el interior de las nalgas se encuentra el nervio ciático, el cual es el nervio más grande del cuerpo. Un golpe fuerte en las nalgas, particularmente con un objeto como un madero, puede causar una hemorragia a los músculos que rodean ese nervio, con la posibilidad de dañarlo y de causar lesión en una de las piernas. El coxis, o hueso de la rabadilla, es extremadamente delicado: se encuentra en la base de la espina dorsal y también es susceptible al daño cuando un niño es golpeado en esta región.
El peligro de golpearles en las manos
Las manos de los niños son vulnerables porque los ligamentos, nervios, tendones y vasos sanguíneos están justo debajo de la piel, la cual no tiene ningún tejido protector subyacente. Golpear las manos de niños muy pequeños es especialmente peligroso para las placas de crecimiento de los huesos, las cuales si resultan dañadas pueden causar deformaciones o deteriorar su funcionamiento. El golpear las manos de un niño puede también causar fracturas, dislocación y posteriormente puede llevar al desarrollo prematuro de osteoartritis.
Las palizas en casa y el desarrollo escolar
La mayoría de los maestros está de acuerdo en que los niños que manifiestan los problemas de comportamiento más serios en la escuela son aquellos que resultan más maltratados en casa. Los niños agredidos han sido condicionados a esperar la misma clase de trato de las personas en posición de autoridad fuera de su hogar. Para ellos, la zona de batalla -que es su vida familiar- se extiende a su rutina escolar. Esto les predispone al fracaso académico y el abandono de los estudios, y también a enfrentamientos con las autoridades.
Al intentar construir una barrera contra lo que ellos perciben como un mundo desalentador y hostil, muchos de estos niños buscan la compañía de otros con problemas similares. Este es una de los motivos por los que surgen las pandillas callejeras y de su especial atractivo para esos niños cuyo amor propio ha sido destruido por nalgadas, palizas, golpes, azotes, correazos, humillaciones, insultos, amenazas, críticas implacables, restricciones irrazonables, abandono físico y emocional, etc.
Algunos maestros tratan de desviar el exceso de agresividad de niños acosados por la violencia y también de inculcarles la confianza que les hace tanta falta. Pero ésta es una tarea monumental que requiere aptitudes especializadas y un nivel de dedicación que no todos los maestros poseen o pueden mantener por largos períodos de tiempo.
El abandono de los estudios y la delincuencia juvenil dejarían de ser problemas si sólo fuera posible persuadir a los padres que dejen de criar a sus hijos de forma que garanticen que se conviertan en seres antisociales y auto destructivos. En otras palabras, que dejen de golpear a sus hijos y que empiecen a tratarlos con ternura.
Los niños que presentan problemas escolares no son solamente los que reciben palizas, sino los que son también objeto de agresiones tales como la indiferencia de los padres, formas más o menos "aceptadas" de abandono (padres que trabajan demasiado, desinteresados), que son dejados al "cuidado"de la televisión u obligados a trabajar desde muy temprano. Generalmente, el abuso físico se presenta en combinación con otro tipo de maltratos.
Los golpes, el tabaco, el alcohol y las drogas
Sentirse objeto de agresiones físicas es una experiencia humillante. El niño maltratado de esta manera no sólo absorbe los golpes sino también el mensaje que les acompaña: "¡No vales nada. No te soporto!" Entonces este mensaje se incorpora a su personalidad en desarrollo.
Tarde o temprano este niño se va a ver expuesto a sustancias que ofrecen alivio instantáneo a estos sentimientos de falta de valor y de rechazo. En todas partes se puede ver a personas que ingieren substancias que les hacen sentirse mejor. Pero nadie le enseña al niño que tal alivio es ilusorio, que es imposible reparar el daño al amor propio por medio de algo ingerido, inhalado o inyectado, y que, al contrario, es fácil enterrarlo bajo el peso de nuevos problemas.
AL: No es tan sencillo asumir que una cosa lleva a la otra. Las adicciones -incluso las que involucran sustancias legales como el alcohol- son entidades clínicas complejas.
Indudablemente que la depresión, asociada a una historia familiar y personal de violencia y abusos, puede contribuir a la instalación de una adicción. De allí que esta pueda ser considerada un FACTOR PREDISPONENTE, pero cada caso es individual y así debe ser entendido.
VIOLENCIA INFANTIL
Lic. Oscar Incarbone
oincarbo@uflo.edu.ar
Una triste historia
Hablar de violencia infantil es referirse a un tema doloroso, es hablar de una lacra de la humanidad que – a pesar de innumerables esfuerzos, propósitos y programas - no pudo ser erradicada. Una lacra aun peor que las pestes y las epidemias que luego de más de 5000 años de civilización y más de 2000 años de la era cristiana, sigue aquí, en la tierra, aferrada y creciente. Una desgracia originada y mantenida exclusivamente por los seres humanos, lo que nos hace dudar de la validez de la palabra humanidad.
Lo cierto es que, desde que el mundo es mundo, a los niños – como a las mujeres – les tocó la peor parte, ya que el concepto de niñez protegida es realmente muy reciente.
La historia nos muestra que la niñez, desde siempre, fue avasallada y sus derechos conculcados o ignorados, temas que a veces desde la actividad física el deporte y la recreación, se ven como lejanos.
La lista de padecimientos que les fueron y aun les son infligidos a los niños es interminable, además de ser cruel y escabrosa y cuantas veces pasa cerca nuestro la posibilidad de ayudar y no nos damos cuenta.
Desinterés y abandono, miseria e ignorancia colaboraron para sostener este estado de cosas, además de pautas culturales permisivas o decididamente crueles, por lo menos vistas desde nuestro punto de vista latinoamericano con fuerte raíz europea.
Es bueno puntualizar ahora éste, nuestro particular enfoque argentino, porque las pautas de cultura en materia de política infantil son sumamente distintas si nos referimos a razas o religiones diversas, y esto es válido aun dentro de nuestro continente americano puesto que, por ejemplo, no se considera de la misma forma a la niñez en la Argentina que en el Brasil.
Para bien o para mal - muchas veces para mal - cada país del mundo adopta y sostiene su particular visión sobre la infancia y por correlación, sobre la violencia infantil.
Sin pretender presentar un catálogo de miserias y crueldades humanas, doloroso y escatológico, creo que es necesario recordar, al menos, algunos de los hitos que la humanidad le ha impuesto a la niñez.
La actitud de la humanidad respecto de la protección o desprotección de la niñez ha sido absolutamente pendular, y ha ido y aun sigue yendo desde la protección total que ofrecen los países escandinavos, hasta el abandono y la esclavización que imponen algunos países africanos.
En Inglaterra, cuna de la mayoría de los derechos humanos, los menores son civil y penalmente imputables a partir de los 10 años.
Y esto tomó estado público a nivel mundial cuando hace poco tiempo, dos menores de 10 años, secuestraron en un shopping a un niño de 2 años, y luego de torturarlo con extremo sadismo, le quitaron la vida. Los niños asesinos fueron condenados judicialmente como si fuesen adultos y además recibieron la repulsa social de los ciudadanos, quienes aun hoy se oponen a la libertad condicional con que los victimarios fueron beneficiados.
En Brasil por otra parte, los niños, a partir de los 8 años de edad son considerados trabajadores legales y realizan aportes para su futura jubilación.
Al otro lado del mundo, en la India, los niños en verdaderas hordas, mendigan por las calles y literalmente viven a la intemperie en tanto que las familias más indigentes llegan a mutilar a uno de sus hijos, generalmente el menor, para que se arrastre, provoque más compasión y obtenga mayores limosnas.
En Etiopía, la desastrosa miseria hace que los niños mueran de inanición por miles, cada día.
Todos hemos visto con horror, en la televisión, a esos niños flaquísimos, casi esqueléticos, con sus vientres hinchados por el hambre y sus ojos enormemente abiertos al espanto y la desesperanza.
Y también todos recordaremos esa impresionante escena – ahora un clásico del periodismo – que mostraba a una niña vietnamita corriendo desnuda, para huir de su casa que volaba por los aires durante un bombardeo.
Y por casa ¿como andamos?. En la Argentina, mi patria, las cosas no llegan a tales extremos, pero la situación de abandono, mendicidad y delincuencia infantil, lamentablemente está en franco crecimiento. Y esto a pesar de los esfuerzos – reales o declamados – de las autoridades de turno, a lo largo de varias décadas.
Aquí también la política fue pendular. En un extremo del arco del péndulo podemos recordar al plan “los únicos privilegiados son los niños” que impuso el entonces presidente Perón, quien ubicaba a los niños – por lo menos en teoría - como primera prioridad nacional.
En el otro lado del péndulo podemos considerar la lamentable realidad actual, con padres que no se ocupan de sus hijos, con deficientes planes educativos, con insuficientes o inexistentes proyectos de contención, con creciente mendicidad, drogadicción, violencia y delincuencia.
UN PENOSO CAMBIO DE PANORAMA
En la última década aparecieron en Buenos Aires - una de las metrópolis más importantes del mundo - los llamados “chicos de la calle” (llegado al extremo de ser alquilados por sus padres a terceros), que todos los días y a cualquier hora, podemos encontrar en las calles y en los medios de transporte público, en tanto que hasta ahora no se conocen planes oficiales eficientes para solucionar este problema.
Según los estudios y las estadísticas que existen en el mundo, es precisamente a partir de los “niños de la calle” que aumentan la delincuencia y la criminalidad infantil.
En los Estados Unidos – país del que generalmente se supone que está exento de estos problemas – la delincuencia infantil en niños por debajo de los 17 años, aumentó casi quince veces en tan sólo cuatro años, entre 1993 y 1997.
Y en casi toda Latinoamérica la prostitución infantil y la drogadicción bajaron su umbral de iniciación, que ahora oscila entre los 8 y 10 años de edad.
LOS NIÑOS: ¿ANGELES O DEMONIOS?
Aquí también la historia nos enseña que los niños fueron víctimas de diferentes creencias culturales, religiosas o sectarias. Todos hemos visto la idealización pictórica que nos muestra a regordetes querubines con alitas, revoloteando en torno de imágenes religiosas cristianas, mientras que en el otro extremo, muchas de las sectas religiosas occidentales consideran a los niños –cuanto más inocentes mejor – como portadores del demonio y los someten a violentas prácticas exorcistas, a veces con sacrificio de sus vidas.
Pero fuera de estos casos extremos, los pedagogos, psicólogos y sociólogos se siguen preguntando si, en realidad, los niños – en estado puro y sin in influencias externas – son realmente inocentes. Lo que nos lleva una vez más a considerar judicialmente si los niños son o no son imputables, y si su supuesta inocencia natural, los hace incapaces para cometer delitos.
Como ya hemos visto, cada país y cada grupo cultural sostiene sus propias ideas sobre el tema y, por ahora, es impensable pretender una unificación global.
Cuando se produjo el terrible hecho del asesinato de un pequeño en Inglaterra que ya hemos comentado, buena parte de la opinión publica, avalada por los psicólogos de todo el mundo, atribuyó la criminalidad de los niños asesinos a la influencia del entorno de
abundancia y de permisividad, sumadas al acceso incontrolado a los medios masivos de comunicación – más específicamente a la televisión y al cine – con su aporte cotidiano de ejemplos de violencia.
Esta teoría fue global y tácitamente aceptada, lo cual virtualmente liberó a los niños delincuentes de toda culpabilidad porque “ellos no sabían lo que hacían y la culpa la tuvo su entorno” y también liberó al mundo occidental de la pesada carga de tener que condenar a niños de corta edad, aunque tan sólo fuese moralmente.
Hubo consenso general en que los asesinos no sólo deberían ser ininputables sino que, en realidad, eran “criaturas inocentes”.
Pero poco tiempo después, en un remoto pueblecito de un país latinoamericano distante miles de kilómetros de la ultracivilizada y tradicional Inglaterra, se producía otro atroz hecho de violencia protagonizado por un niño.
Las crónicas policiales relatan que, en la comarca de Saguapete, a unos 10 kilómetros de la ciudad de Boaco en Nicaragua, un niño de tan sólo 10 años asesinó a machetazos a otros dos niños, un varón de 10 años y una nena de tan sólo 4.
El hecho de que este terrible episodio haya acontecido en una remota comarca rural, donde no existe la influencia externa del cine ni de la televisión, donde se suponía que la niñez estaba preservada de la perniciosa subcultura de la violencia que aflige al sector urbano, obliga a repensar la supuesta inocencia de los niños y estudiarla bajo nuevos contextos.
Por supuesto yo no tengo las soluciones psicológica y jurídica de estos casos – de hecho hasta ahora nadie las tiene – me limito a enunciar los hechos, dejando a las convicciones de cada lector su propia opinión, y entre todos pensar en como desde nuestra dimensión real, al menos colaborar en la difusión de esta realidad para buscar al menos, sus atenuantes.
Y una opinión generalizada es que los niños creen que la violencia es la forma de solucionar sus conflictos, así como en un jueguito electrónico, donde a los enemigos se los hace estallar o se los parte en dos.
Nosotros debemos ser conscientes de que permitir o alentar que los niños crean esto es infligirles un daño muy profundo, quizá el peor que se le pueda infligir a un menor.
Pero no debemos ser ingenuos, sabemos bien que el afán de lucrodomina a la mayoría de la humanidad y que la violencia y el sexo precoz son un fuerte atractivo para ganar mercados.
Como ya comenté anteriormente, en Buenos Aires y sus alrededores ha aumentado considerablemente el número de menores cuasi mendigos, los que se ocupan de tareas como vender baratijas, abrir puertas de taxis o limpiar parabrisas de automóviles en los semáforos y, últimamente, los que tocan algún instrumento musical para obtener una moneda. Esto significa un cambio negativo, una involución social con futuro incierto y peligroso.
También podemos preguntarnos ¿adonde van a parar las monedas que los niños recogen?
Y la desoladora respuesta será: mayoritariamente a los bolillos de los adultos que los inducen, controlan y explotan, y en una proporción menor, a costear las propias adicciones infantiles como las drogas y los pegamentos inhalantes.
¿QUÉ HACEN LAS AUTORIDADES AL RESPECTO?
Veinticuatro horas antes de escribir estas líneas en la ciudad de Lanús - por ejemplo – una de las más populosas del cordón urbano del Gran Buenos Aires, su intendente trató la problemática de la delincuencia juvenil en su marco legal y social, con legisladores, profesionales del área y autoridades policiales, y en fragmento de su disertación, el funcionario dijo textualmente “en la década del 50 no existía la delincuencia juvenil, hoy el tema es muy grave.
El pueblo está enfermo y los jóvenes miran a los mayores preguntándoles ¿qué mundo les dejamos?. Es por eso que todos, con la mayor responsabilidad, debemos estudiar las soluciones para revertir este problema social, debemos aportar soluciones realistas que
tienen que ver con la educación y el trabajo, herramientas indispensables para consolidar un futuro próspero”.
Como en el caso relatado, el gobierno, las iglesias, las instituciones intermedias no gubernamentales y muchísimos voluntarios individuales se están esforzando para hallar soluciones para el flagelo de la violencia infantil y – justo es reconocerlo – a aveces lo hacen en forma casi heroica, como es el caso de los comedores infantiles solidarios, que se sostienen casi sin recursos económicos.
Todo esto es muy loable, pero, evidentemente no alcanza. Hay que sumar más, mucho más.
LAS CAUSAS DE LA VIOLENCIA INFANTIL
Como todos bien sabemos, las causas de este estado actual de cosas son diversas y las responsabilidades tienden a diluirse entre múltiples causalidades concurrentes.
Tan sólo para que sirvan de ordenado recordatorio, repasaremos ahora las más mencionadas, sin que ello signifique que sean necesariamente legítimas o resulten más menos influyentes
1) La pobreza estructural.
Con hogares y barrios marginales donde los niños se crían casi solos, sin atención o amparo individual, prácticamente en las calles y expuestos, desde muy pequeños, a todo tipo de influencias perversas.
2) La alimentación deficiente.
Producto de la pobreza o del abandono, los niños mal alimentados no desarrollan plenamente sus capacidades intelectuales y son más proclives a adoptar hábitos delincuenciales, además de contraer numerosas enfermedades.
3) La impiedad de los adultos.
Quienes guiados por mezquinas ambiciones o por conductas perversas someten a los niños sexualmente o los explotan laboralmente convirtiéndolos en los nuevos sostenes de sus hogares. Los castigan, los abandonan y los inducen a delinquir e incluso a matar, aprovechando tenebrosamente su calidad de penalmente ininputables.
4) La violencia intrafamiliar.
Atribuye gran parte del comportamiento violento o delictivo del niño a la influencia directa que recibió de un hogar desavenido o desestructurado, en el que han imperado el desacuerdo, la grosería y la violencia entre sus componentes. Generalmente con padres golpeadores o alcohólicos que viven en condiciones precarias
5) El abandono.
“Antes los padres se ocupaban mas de sus hijos” es una frase que surge constantemente cuando se investiga la violencia infantil. Y esto es cierto, o al menos, parcialmente cierto. En la actualidad se comprueba una nueva modalidad de abandono de los niños que no necesariamente tiene que ver con el desinterés o la falta de afecto, sino que se vincula con la necesidad de ambos padres de trabajar fuera del hogar, dejando a sus chicos solos y a su merced durante la mayor parte del día.
Y también se deberá considerar ese otro abandono, voluntario y deseado, que los padres justifican diciendo que sus hijos “deben hacer su propia experiencia”, que se les debe otorgar libertad de decisión y no coartar sus libertades.
6) La influencia de los medios de comunicación masiva.
Uno de los temas más polémicos a escala mundial, es el límite entre la libertad de prensa y la responsabilidad del medio que concreta cada publicación.
La mayoría de las opiniones coincide en que los medios deben proteger a la niñez, absteniéndose de exhibir escenas de violencia extrema o de sexo explícito, por lo menos dentro de los horarios en que se supone que los menores están mayoritariamente presentes, porque los medios de comunicación al promover la pornografía y la violencia, naturalizan un proceso peligroso al convertir a la morbosidad en una necesidad. Con sus imágenes violentas y pornográficas violan el derecho a la dignidad infantil convirtiendo en normal una práctica que debería ser patológica.
FELIZ FIN DE SEMANA
¿Para quienes? ¡Naturalmente que debería ser para todos!. Todos tendríamos que poder disfrutar del descanso y el esparcimiento del fin de semana, aun aquellos que no trabajan.
Pero la realidad de las estadísticas en los Estados Unidos – razonablemente aplicables también a nuestros propios países – indica que los fines de semana son funestos para los niños, porque durante esos lapsos aumenta considerablemente la violencia intrafamiliar por la presencia de los adultos que no concurren a sus trabajos habituales, y sobre todo, por el brutal aumento del consumo de alcohol y drogas.
LOS DERECHOS DE LA NIÑEZ
Las principales causas de violencia infantil que hemos mencionado, juntas o separadas, han originado, como consecuencia, una conculcación de los derechos sociales de la niñez, por lo que creo que ahora seria bueno recordar cuales son esos derechos básicos.
· El derecho a la vida.
· El derecho a la protección especial.
· El derecho al acceso irrestricto a la educación.
· El derecho al acceso a los bienes culturales (incluyendo el deporte y la recreación).
Y también habrá que ajustar los mecanismos de la justicia, ya que según lo demuestran las estadísticas latinoamericanas, el 85% de los delitos de violencia ejercidos sobre menores queda impune.
A todo esto podríamos preguntarnos ¿hasta que edad un niño es considerado un niño?, ya hemos visto que las costumbres y las leyes del mundo son totalmente divergentes, pero parece lógico y de buen sentido común asumir que un niño es tal, hasta tanto pueda valerse por si mismo, decidir solo, cuidarse y pedir ayuda cuando la necesite.
NUESTRO APORTE
¿Qué podemos hacer nosotros los profesionales de la actividad física, el deporte y la recreación para contribuir a solucionar el gravísimo problema de la delincuencia infantil?.
Yo creo que bastante.
Podríamos por ejemplo, organizarnos para rescatar a los chicos de la calle y a las víctimas infantiles de los fines de semana de su martirio. Y contenerlos, instruirlos, distraerlos y divertirlos o simplemente darles un espacios para ellos.
Nosotros disponemos de algunos atractivos que para la mayoría de los niños son irresistibles.
Que niño no quiere practicar deportes, o simplemente jugar......
2006-12-12 18:14:44
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answer #6
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answered by canciondeamore 4
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