LA VIRGINIDAD ES UNA DECISION PERSONAL, EL SEXO NO ES PECADO, EL SEXO ES SEXO ANTES DESPUES, SIN, ESTANDO CASADOS, ES CUESTION DE ENFOQUE....
HAS VISTO UNA PRESENTACION EN PPS? DONDE LA CHICA LLEGA VIRGEN AL MATRIMINIO Y A LA HORA DE LA VERDAD EL NOVIO SALE CON UN PIZZARIN CHIQUITO CHIQUITOOOOOOOO, JAJAJAJAJA BUENO, SUELE SUCEDERLE A LAS VIRGENES, CASTAS Y PURAS!!!!!
ES BROMIS, AMIGUIS, LO IMPORTANTE ES QUE TE SIENTAS BIEN, QUE NO SATANICES EL ACTO SEXUAL, PARA MI ES ALGO MUY ESPIRITUAL, Y RESPETO LA OPINION DE LOS DEMAS, PERO ESTE ARTICULO ME PARECIO LA MEJOR RESPUESTA!!!
SALUDOS
El mito de la virginidad
A lo largo de la historia, el culto al himen ha justificado machismo y violencia contra la mujer.
Por Gemma Gil Flores
Fotoarte Dennys Mejía
“Pago por estar con una mujer virgen”. Este anuncio tomado de Internet refleja el sueño de muchos varones.
En el mundo de la tecnología espacial, la realidad virtual y las energías alternativas, el hombre sigue abrazado al mito del himen. Como si las centurias pasadas desde el año 14 a.C, cuando los romanos ofrecían vírgenes a los dioses, no fueran más que un parpadeo dentro de una máquina del tiempo.
“La mujer es únicamente un instrumento de placer,
objeto de exhibición
y reproductora de la especie”, denuncia la Procuraduría
de Derechos Humanos
“Exigir a una mujer que sea virgen cuando uno no lo es, me parece ilógico e irracional”, sostiene el ginecólogo Carlos Fernando Contreras. Sin embargo, su opinión no es la más extendida.
“Es importante que uno sea el primer hombre para ella. Entiéndame, es diferente que usted destape su agua a que se la encuentre destapada… Se nota la diferencia. Es como cuando pone un clavo en la pared y después lo saca, la pared ya no es igual, queda el agujerito”, comenta Alfredo Pérez*, casado y de 26 años. Su testimonio refleja la manera de pensar de un gran sector de la población masculina guatemalteca. Desflorar un cuerpo es un honor. Un gesto de pleitesía con el que la mujer se entrega a la tutela del varón.
“El hombre sigue pensando que tiene que tener todas las relaciones que pueda antes del matrimonio, pero con la que se merece casar es con la virgen”, afirma la ginecóloga Miriam Bethancourt. A su consultorio a veces llegan novios que le piden que certifique que sus parejas aún se mantienen intactas. Esto se debe a que, según el mito de la virginidad, cuando una joven mantiene relaciones sexuales pierde aquello por lo que alguna vez pudo inspirar respeto. Tanto es así que en Guatemala aún existen lugares donde una novia puede ser devuelta si no es pura. La tradición dicta que a la hora de consumar el matrimonio, los padres y padrinos de los recién casados deben esperar al otro lado de la habitación nupcial hasta comprobar que la joven es virgen. “Si no lo es, los padres del novio la devuelven esa misma noche”, explica Catherine Velásquez, residente en Totonicapán. Y sabe de lo que habla. “Hace ocho años que mis papas echaron a mi cuñada la misma noche de bodas. Ella y mi hermano se escaparon de casa al día siguiente y se fueron a la capital”, relata.
Una joven puede haber perdido su himen —la membrana situada a la entrada de la vagina— de forma accidental y ser anatómicamente virgen, o por el contrario, “puede tener su himen intacto y no ser inocente en el sentido de realizar otras prácticas sexuales que no impliquen la penetración”, apunta Bethancourt. No obstante, este tejido sigue siendo el sello social que garantiza el valor de la mujer, tal como lo ha sido durante siglos.
La historia
Según el antropólogo Claude Levi-Strauss, la importancia de la virginidad nació con las comunidades primitivas, cuando los grupos comenzaron a intercambiar bienes para sobrevivir. La aparición del concepto del incesto determinó que las mujeres pasaran a ser uno de esos productos de trueque, dado que los hombres no debían procrear con sus madres y hermanas. En este contexto, como explica la historiadora Anna Carla Ericastilla, la virginidad se convirtió en una forma de demostrar que “el producto” se encontraba en buenas condiciones.
A medida que las sociedades se hicieron más complejas, la pureza de la mujer se convirtió en garantía de que la riqueza del patriarca sólo se iba a dividir entre sus descendientes legítimos. En palabras de la profesora de Historia de la Universidad del Valle, Beatriz Palomo, se produjo “una expropiación de la sexualidad de las mujeres para asegurar la herencia genética y monetaria del cabeza de familia”. En este caso, el requisito de la virginidad era una condición que se ponía al servicio del poder político y económico, es decir, en manos de las clases altas.
Con la llegada del cristianismo, el termómetro de la virginidad subió de temperatura. Los textos bíblicos determinaron que el ideal de mujer sería María: símbolo de pureza y maternidad. Frente a ella se encontraba el otro modelo: Eva, un icono de tentación y pecado: la mujer sexualmente desinhibida que condujo al hombre a la expulsión del paraíso.
En opinión de la socióloga Ana Silvia Monzón, este dualismo constituía una estructura de dominación masculina. La definición de la mujer se entendía en cuanto a su función como “cuerpos objeto para el placer erótico (las prostitutas) y cuerpos para la reproducción (las madres). Ambos son controlados por los hombres, unos para su satisfacción sexual y otros para preservar su nombre”.
En todo caso, el modelo deseable estaba claro. La buena sexualidad femenina quedaba restringida al ámbito del matrimonio. De modo que, ser doncella pasó a ser una cualidad necesaria para lograr un buen casamiento también en los estratos humildes.
El valor de un himen intacto era tal que por ejemplo en la Guatemala colonial “existían demandas de reclamación por uso de la virginidad, que eran una carta en la que la mujer pedía una indemnización al hombre que hubiera incumplido su promesa de matrimonio después de que ellas se hubieran entregado”, refiere Ericastilla.
Por otra parte, como expone Beatriz Palomo, el tabú de la virginidad llevó a la Europa de la revolución industrial al extremo de aprobar leyes que permitían el encarcelamiento de las mujeres trabajadoras que quedaran embarazadas.
Virginidad y violencia
El encorsetamiento de la sexualidad femenina ha sido causa y efecto del reparto de roles sociales. En este sentido, la politóloga Carole Pateman se refiere a la existencia de un “contrato sexual” implícito según el cual la relación hombre-mujer se rige por el principio de que lo masculino se desarrolla en la esfera pública y lo femenino se relaciona con el trabajo doméstico.
A partir del siglo XVIII se impuso la creencia de que la mujer no era racional sino un ser instintivo que necesitaba de alguien que le ayudara a discernir el bien del mal. Ese alguien era primero el padre y después el esposo, ambos con potestad para “llamarla al orden”.
El legado dejado por esta concepción subsiste. Hasta el punto de que la hija o la esposa se siguen considerando un bien que pertenece al varón y que, por tanto, puede tomar cuando quiera. Esta mentalidad ayudaría a explicar por qué, entre enero y noviembre de 2004, el Ministerio Público registró 4 mil 673 casos de violación. O por qué el año pasado se reportaron 4 mil 500 denuncias de violación, agresión, lesión y abusos deshonestos, sólo en la capital. Con estas cifras no es sorprendente que la Procuraduría de los Derechos Humanos concluya en su Informe Circunstanciado 2004 que la situación de la población femenina es la siguiente: “La mujer es únicamente un instrumento de placer, objeto de exhibición y reproductora de la especie. La admiración o atracción hacia la mujer se basa principalmente en una concepción biológica exclusiva de la misma”.
Machismo perpetuado
Cuando a Isabel Gómez, de 15 años, se le pregunta qué es para ella la virginidad, responde que “es una llave, algo sagrado”. A ella, como al 82.3 por ciento de las mujeres guatemaltecas, le gustaría llegar intacta al matrimonio, tal como refleja una encuesta realizada por Vox Latina para Prensa Libre. Este anhelo adolescente se nutre de un ambiente cultural machista. Un machismo que también se deriva de una política estatal negligente a la hora de reconocer los derechos de la mujer. En Guatemala, hasta 1945 no se consigue el voto para los sectores femeninos que supieran leer y escribir. Hasta finales de la década de los 90, las esposas no podían trabajar fuera del hogar sin el consentimiento de su marido. Hoy día, el marido puede vender los bienes gananciales sin la firma de su mujer, como si el patrimonio le perteneciera en exclusiva.
En materia sexual, la norma más llamativa quizá sea la recogida en el artículo 200 del Código Penal, según el cual, en caso de violación, estupro, abusos deshonestos o rapto, el agresor quedará eximido de responsabilidad por el matrimonio con la víctima, siempre que ésta tenga más de 12 años. Una normativa que concuerda con la creencia de que la no virgen ya no puede aspirar a nada.
También el ámbito familiar comparte su cuota de responsabilidad. “Los machistas son producto nuestro”, afirma la terapeuta de pareja Blanca Argueta. La falta de educación en materia de igualdad de derechos y sexualidad se debe en muchas ocasiones a los modelos que tanto niños como niñas aprenden en casa. Para cambiar las cosas, las madres tienen que enseñar a sus hijas que son algo más que un himen, aunque para eso tendrían que empezar por creerlo.
La membrana de la discordia
La palabra himen se deriva de Himeneos, el dios griego del matrimonio. Esta figura mitológica se representaba como un joven alado, de belleza excepcional, que portaba una antorcha en la mano y una guirnalda en la cabeza. Se cree que era hijo de Apolo (dios de las artes y las ciencias) y de una Musa, aunque algunos historiadores lo consideran descendiente de Dionisos (dios del vino) y Afrodita (diosa del amor). Himeneos era invocado en las bodas mediante “himnos”, de ahí la palabra himen.
Pero, ¿qué es en realidad el himen?
Se trata de una membrana situada a la entrada de la vagina que carece de función biológica específica y que presenta una o más perforaciones para permitir la salida del flujo menstrual. Dependiendo de la forma de este orificio el himen puede ser anular (con una apertura central de forma regular), semilunar (con orificio oval), bilabiado (con orificio lineal) o cribiforme (con más de una apertura). Aunque históricamente el hecho de poseer un himen intacto ha sido tomado como símbolo de la virginidad femenina, la realidad es que éste no es un indicio sólido. Por un lado, esta membrana puede romperse como consecuencia de un golpe brusco o la práctica deportiva. Por otro, la elasticidad y el espesor de este tejido varía de una mujer a otra, hasta el punto de que existe un tipo de himen llamado “complaciente” que no se desgarra con la penetración, sino que simplemente se estira. Asimismo, hay mujeres que nacen sin esta membrana y por tanto no sangran al tener su primer contacto sexual. Una ausencia de sangrado que también se puede dar en las mujeres que han superado la adolescencia, ya que con el tiempo esta membrana va atrofiándose y termina por desaparecer.
Por último, existe el himen imperforado, una anomalía sumamente dolorosa cuyos síntomas se detectan entre los 12 y 15 años. Estas adolescentes presentan una ausencia de menstruación, a pesar de experimentar un dolor cíclico en el vientre y sensación de pesadez. En estos casos, es necesario acudir al ginecólogo para que perfore el himen y evitar, de esta manera, la acumulación de sangre en la vagina.
Cirugía íntima
Una cuestión de recuperar la virginidad, estética o salud
“Reconstrucción de virginidad” Los anuncios de cirugía íntima proliferan en la capital. Una llamada al número que se publicita permite saber que por Q3 mil 500, una intervención de aproximadamente media hora permite “volver a ser virgen”.
¿Hay complicaciones? Al otro lado del hilo telefónico la voz informa: “Recuerdo a una patoja que después de operarla tardaron tres días y medio en romper el trabajo que le habíamos hecho. Este es un caso muy eventual. Si hay problemas siempre puede volver a la clínica para que le hagamos un pequeño corte. De todos modos, preferimos que quede un poco más cerrado de lo normal para que haya hemorragia la primera vez”. Al fin y al cabo, de eso se trata, de sangrar para parecer virgen.
La operación se llama himenoplastia y consiste en devolver los bordes del himen a su posición original y suturarlos —en el caso de que su ruptura haya sido reciente y aún queden restos de la membrana— o bien en situar algún otro tejido, como mucosa de la vagina, en el lugar donde solía encontrarse el sello de garantía de la virginidad.
“Es una operación que se hace para satisfacer morbosidades del hombre”, afirma Gloria Cospín, directora de la Asociación Guatemalteca de Educación Sexual, quien no duda en añadir: “No sólo están tomando el pelo a la gente, sino que es contribuir a un engaño”. De hecho, la intervención conduce a la paciente a una ambivalencia entre la verdad y la mentira que la desgasta psicológicamente. La terapeuta Blanca Argueta ha tratado a parejas en zozobra por este mismo motivo. “Ellas, por un lado, se sienten bien porque no las han descubierto, pero sentimentalmente sufren porque saben que están mintiendo”, expone.
No obstante, la decisión final está en manos de la paciente o ¿quizás no? El doctor Gálvez habla de su experiencia: “A mi consulta suelen llegar menores de 15 años con sus madres. Generalmente son gente de clase media que quiere guardar las apariencias”.
Salvaguardar el honor familiar no es la única motivación para realizarse una himenoplastia. “Hace un mes, una señora del interior me llamó para decirme que su hija de 14 años había sido secuestrada y violada, y me pidió que le hiciera esta operación. Accedí porque el rechazo posterior que iba a sufrir la niña iba a ser mayor y porque estaba siendo tratada por un psicoterapeuta”, explica el cirujano plástico Alberto González*. Sin embargo, incluso en estos casos la himenoplastia es puesta en duda por los especialistas. Según Carlos Seijas, profesor de Psicología en la Universidad Rafael Landívar, “la búsqueda de cura no está en reconstruir lo ya perdido, sino en aceptar la pérdida y darse cuenta de que ahora forma parte de su historia”. En definitiva, en el caso de una violación, la reconstrucción del himen no remedia el hecho de que la joven fue humillada y ultrajada.
Otros tipos de cirugía
Además de la llamada reconstrucción de virginidad, existen otros tipos de cirugía íntima mucho más demandadas por la población femenina guatemalteca: el estrechamiento vaginal y la vulvoplastia.
El primero se realiza a mujeres con una relajación pélvica grande como consecuencia de sucesivos partos. Esta intervención puede estar motivada por cuestiones médicas, ya que la dilatación muscular resultante por los alumbramientos múltiples puede ocasionar una caída de la vejiga y pérdidas de orina. O por razones sexuales, ya que un estrechamiento de la entrada de la vagina posibilita un mayor disfrute sexual para la pareja.
Por último, la vulvoplastia es una operación pensada para aquellas mujeres que quieren mejorar el aspecto exterior de sus genitales. El último grito en cirugía estética.
2006-12-12 17:10:00
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answer #7
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answered by canciondeamore 4
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es mas importante la fidelidad y los valores
la gente ya no llega virgen al matrimonio
y eso no es malo
date a respetar y respeta solamente
Sor Juana Inés de la Cruz -1651-1695-, monja y poetisa mexicana, fue considerada demasiado liberal para su época en poesía y en sus costumbres).
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.
Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén.
¡Por qué queréis que obren bien,
si las incitáis al mal!
Parecer quiere el denuedo,
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco,
y luego le tiene miedo.
Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué honor puede ser más raro
que el que falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos si os tratan mal,
burlándoos si os quieren bien.
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite es ingrata,
y si os admite es liviana.
Siempre tan necio andáis,
que con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
es una pasión errada,
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga,
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis
queredlas cuál las hacéis
o hacedlas cuál las buscáis.
2006-12-12 16:53:53
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answer #8
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answered by Isabella 2
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