Depende del día.
A veces, cuando sus ojos se encuentran con los míos, surge el pensamiento de que sí, tiene razón.
A veces siento la atracción de un fuerte campo magnético que me impide alejarme y dejar de mirarlos;
a veces, cosas extrañas a las que soy incapaz de poner nombre;
a veces, ganas de arrancárselos, porque si con lo grandes, bonitos y luminosos que son, no le sirven para ver su verdadera valía como persona y todo aquello a lo que puede y es capaz de aspirar, entonces de qué le sirven;
a veces, envidia, mucha envidia;
a veces siento en mis labios el suave brote de una sonrisa tierna que sin razón aparente, sin poder controlarla y sin dar explicaciones, aparece y ahí se queda hasta que deja de mirarme;
a veces, confusión;
a veces, cariño;
a veces, nerviosismo;
a veces, necesidad de enfundarme una cuerda a la cintura, una casco con luz en mi frente para adentrarme en ellos y descender hasta lo más hondo para ver qué es lo que encuentro;
a veces, desmoralización;
a veces, deseos, fuertes deseos;
a veces, inferioridad;
a veces, la curiosidad de un niño por empezar a explorarlos de nuevo, porque el tiempo que dista entre cada vez que los veo hace que se conviertan de la visión ilusionada de una nueva maravilla o en el descanso aliviado al reencontrarte con un recuerdo ya casi olvidado.
A veces, todo al mismo tiempo;
a veces, nada, sólo los miro. Me gusta mirarlos con cuidado de que no se note mucho.
A veces siento la aceptación de la realidad que aparece tras una niebla largo tiempo asentada y que ahora empieza a disiparse;
A veces siento amistad;
a veces, ganas de marcharme para siempre, para que le sea más fácil mirar donde tiene que mirar o a quien tenga que mirar;
a veces, el impulso de sujetar su cabeza para que sólo me mire a mi; de tapar sus oídos para que sólo me oiga a mí; de soplar tan adentro en su cabeza y tan fuerte que olvide todos sus recuerdos, excepto a mí;
a veces, miedo;
a veces, un: vale, de acuerdo;
a veces; vergüenza;
a veces los miro y trato de pensar en el momento en que me toque pagar el precio por haberlos visto y que estos me hayan mirado. Y me asusto, porque dada la calidad de éste regalo, no creo que sea un precio módico.
Pero también hay muchas veces, a mi pesar, en que nuestros ojos se encuentran; y entonces digo para mis adentros, con resignación, con cierta comicidad, con cierto alivio: ¡hay que ver. menuda película nos hemos montado! ¡Menos mal que nos hemos dado cuenta de que sólo es eso. Ficción!
Y lo pienso, porque en sueños no puedo negar que quizá, sólo quizá, como ficción, habría estado bien que se hiciera realidad.
pero gracias a Dios, Él tuvo en su magnificencia entregarme en regalo de nacimiento un poquito de sentido común ( sólo un poquito, pero suficiente) para darme cuenta de que los sueños, como dijo Calderón, sueños son; de que a veces, lo que crees necesitar, no es lo que te conviene; de que a veces, aquello que crees querer, sólo es afecto, cariño, y quizá, quizá, no es lo que deseas realmente.
Y aunque no lo creas, a veces, más cosas. Muchas más cosas.
porque sus ojos son como una aurora boreal. Puedes mirarlos cientos de miles de veces y siempre te parecerán maravillosos, nuevos, distintos, misteriosos, cautivadores.
Y siempre quieres repetir.
2006-12-09 22:16:38
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answer #1
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answered by Dave 4
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