LA AUTORIDAD?
Los vientos dominantes
Hablando del qué dirán es muy clásico el ejemplo de la torre y la veleta. De esas torres medievales que desafÃan al paso de los siglos, y que a sus pies todo cambia, se mueve, se vende y se compra, pero ellas siguen ahÃ.
La solidez de la torre viene a ser el sÃmbolo del carácter firme, de la persona que sabe cumplir su deber. La veleta, en cambio, está en la cúspide, resulta muy vistosa, se mueve a un lado y otro sin dirección fija. Tiene su utilidad, sÃ: saber hacia dónde va el viento dominante. Igual que las personas sin carácter: sirven para saber cuál es la moda del ambiente en que se mueven, pero para poco más.
Las personas cuyo carácter es como las veletas son menores de edad en cuanto a las razones. Quizá en su interior escuchan muchas voces, pero casi siempre sale ganando alguna de estas:
"es allà adonde va todo el mundo";
"eso es lo que todos hacen";
"nadie piensa asÃ, ¿por qué voy a ser precisamente yo la excepción?".
-Es cierto que el qué dirán supone una esclavitud de la opinión ajena, pero también los propios principios y la conciencia suponen una atadura...
Es un modo de verlo un poco negativo, pero sin duda hay que elegir entre ambas guÃas —o ataduras, como dices tú— del obrar y del pensar. Pero una es mucho más noble que la otra. Decir de alguien que es dueño de su voluntad y respetuoso con su conciencia es uno de los mejores elogios que pueden hacerse de una persona.
No temas a nadie, teme tan sólo a tu conciencia, decÃa Toth. Quien para hacer cualquier cosa tiene que mirar de reojo qué están haciendo los demás, qué dicen, qué piensan, o qué opinan de nosotros, se puede decir que es una persona que no pide consejo a su entendimiento sino que está servilmente dominada por el público ante quien actúa.
Muchos adolescentes, por ejemplo, reconocen que empiezan a beber más de la cuenta, o a tomar pastillas que no son precisamente para la tos, o a fumar algo más que tabaco, sin necesidad de sentir especial satisfacción con eso. La razón más fuerte suele ser una de las antes apuntadas: "¿qué quieres que haga?, es lo que hace todo el mundo..." (todo el mundo..., en el mundo en que él se mueve).
—Bien, pero tampoco hay que hacer precisamente lo contrario que todo el mundo, para asà tener carácter, ¿no?
Por supuesto. Eso serÃa casi peor, serÃa como lo del mulo de la anécdota. Se trata más bien de tener una personalidad propia y atreverse a manifestarla asà —si es oportuno—, aun en medio de un ambiente o ante unas personas que piensan de modo distinto.
—Pero pesa mucho el ambiente. Si a veces les da vergüenza hasta decir que han preparado a fondo un examen, o que ayudan en las tareas de la casa, imagÃnate si se tratara de manifestar que procura vivir seriamente unas convicciones que no están precisamente de moda.
Sà es difÃcil, pero en estas lides se templa el carácter y se demuestra la personalidad.
Han de comprender, además, que tienen miedo a un ridÃculo al que probablemente apenas se arriesgan, porque manifestarse con naturalidad ha sido siempre el gran secreto de la amistad y de la buena imagen. Lo que más suele agradecerse de un amigo o una amiga son precisamente esas virtudes que rodean a la verdad: sinceridad, lealtad, naturalidad, sencillez, autenticidad.
Bueno... hasta aqui lo bonito, pero ahora viene lo importante, la autoridad de logra con el Autodominio
Formar un carácter capaz de dominar la comodidad y los impulsos propios de su forma de ser para hacer la vida más amable a los demás.
Es el valor que nos ayuda a controlar los impulsos de nuestro carácter y la tendencia a la comodidad mediante la voluntad. Nos estimula a afrontar con serenidad los contratiempos y a tener paciencia y comprensión en las relaciones personales.
El autodominio debe comprenderse como una actitud que nos impulsa a cambiar positivamente nuestra personalidad. Cuando no existe esa fuerza interior, se realizan acciones poco adecuadas, generalmente como resultado de un estado de ánimo; la armonÃa que debe existir en toda convivencia se rompe; quedamos expuestos a caer en excesos de toda Ãndole y entramos en un estado de comodidad que nos impide concretar propósitos.
Cada dÃa que buscamos ejercer ese señorÃo sobre nosotros mismos, automáticamente nuestro carácter comienza a madurar por la serenidad y paciencia que imprime este valor, la voluntad nos libera del desánimo, controlamos nuestros gustos y vivimos mejor la sobriedad, en pocas palabras, entramos en un proceso de superación constante.
Algunas personas han opinado que la fuente para lograr el autodominio proviene de la aplicación de algunas técnicas para relajarse, y aunque efectivamente pueden ayudar, no debemos perder de vista que los valores se forman a través del ejercicio diario, con el esfuerzo por descubrir en nuestra personalidad aquellos rasgos poco favorables.
Las costumbres y hábitos determinan en mucho la falta de autodominio. Debemos comenzar por analizar cuales de ellas nos condicionan e impiden vivir este valor.
El autodominio nos ayuda a reconocer los distintos aspectos de nuestra personalidad y nuestra forma de reaccionar ante determinadas circunstancias. Debemos cambiar nuestras disposiciones en sentido positivo: “en lugar de molestarme por la lentitud de “x” empleado -cuyo ritmo de trabajo es asÃ-, ahora no sólo evitaré el disgusto y llamada de atención, procuraré darle un buen consejo que le ayude a mejorar”. Lo mismo aplica para los hijos, el cónyuge y hasta con algunos amigos. Este cambio no es sencillo, requiere atención y esfuerzo para anticipar nuestras reacciones, lo cual significa remar contracorriente para corregir este mal hábito.
Otras de las costumbres más arraigadas se encuentran en el terreno de los gustos y comodidades personales, en apariencia es poco significativo privarse de una golosina a media mañana, quedarse en cama más de lo debido, terminar de trabajar antes de la hora de salida, o buscar como perder el tiempo para llegar más tarde a casa y evadir alguna ocupación, pero cada una de estas cosas pequeñas constituye una excelente oportunidad para practicar el autodominio. Quien tiene la capacidad de privarse de un gusto, también tendrá la fortaleza para soportar situaciones desagradables.
Para algunas personas, la falta de este valor se manifiesta por el deseo de convertirse en el centro de atención en todo lugar, acaparar las conversaciones, presumir de sus logros, compararse continuamente con los demás... El autodominio también ayuda a ser más sencillos, hombres y mujeres de acción y no de palabras inútiles.
En familia este valor es indispensable para la sana convivencia, pues implica aprender a tolerar y pasar por alto las pequeñas fricciones cotidianas, no se tratar de desentenderse, sino de dar ejemplo de serenidad, comprensión y cariño, principalmente cuando se tiene la responsabilidad de educar a los hijos. También nos ayuda a estar pendientes de las necesidades de los demás y prestarles servicios, pues la comodidad nos hace esperar ser atendidos, mientras que el autodominio nos impulsa a ser más participativos en los quehaceres cotidianos.
En el contexto de las relaciones personales, el autodominio nos impulsa a ser discretos y maduros para evitar la murmuración, la crÃtica y la difamación de los demás por cualquier situación que es incompatible con nuestra forma de pensar.
La práctica del autodominio también nos induce a perfeccionar nuestros hábitos de trabajo, aprovechar más el tiempo, tener más cuidado en lo que hacemos, “dar el extra” cuando se necesite. En el campo escolar y profesional siempre es necesario el perfeccionamiento, que sólo se alcanza con esfuerzo, alejando la pereza y la mentalidad conformista.
Para iniciar y desarrollar el autodominio, considera como importante:
- Aprende a escuchar. De lo contrario, se convierte en la muestra más clara de la falta de autodominio.
- Procura no distinguirte por comer abundantemente, decir disparates, vestir de forma estrafalaria, mostrar poca educación o malos modales.
- Evita el deseo de enterarte de lo que no te incumbe, hacer comentarios imprudentes y dar consejos no solicitados, eso es ser entrometido.
- Cuida especialmente tus relaciones personales, evita suponer las palabras y actitudes que los demás tienen y que “motivan” tu enojo. Lo más importante es que tu cambies de actitud, que hasta ahora también es predecible.
- Dedica unos minutos cada dÃa para reflexionar y elaborar una pequeña lista sobre las situaciones cotidianas que normalmente te disgustan, provocan pereza, caes en excesos y aquellas en las que evades tus responsabilidades. No te preocupes si en un principio son pocas, más adelante seguirás descubriendo otras no menos importantes.
- De la lista obtenida, selecciona dos de todas ellas (puedes elegir entre las interrupciones en el trabajo, comprar los vÃveres para el hogar, desvelarte con frecuencia, dedicar el tiempo necesario al estudio, por ejemplo), reflexiona sobre la actitud correcta que debes adoptar y llévalas a la práctica por una o dos semanas, después de ese perÃodo elige otras y asà sucesivamente.
La persona que aprende a controlarse interiormente tiene el privilegio de vivir una alegrÃa auténtica, pues jamás se deja llevar por los disgustos y contratiempos; además, tiene la tranquilidad del deber cumplido, pues por el control que tiene sobre la comodidad, es capaz de cumplir con sus deberes oportunamente. Consecuentemente, todo esto le ayuda a tener excelentes relaciones personales, por la cordialidad y delicadeza que mantiene en su trato.
2006-12-07 20:51:19
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answer #3
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answered by TEMPLARIO 6
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