LA BUSQUEDA DE LA FELICIDAD:
Desde siempre se ha hablado sobre el tema de la felicidad. Se le coloca como el gran anhelo humano, pero se acepta que pocos llegan a conocerla. ¿Qué es la felicidad? ¿Es realmente posible alcanzarla?¡Hay una o varias felicidades posibles?.
Aunque un tema tan trascendente y vasto no es posible abarcarlo en un escrito breve y subjetivo, he querido asomarme a él, ofreciendo una visión sencilla, y probablemente útil.
Como definición, puede decirse que en su sentido más básico, la felicidad es un estado de satisfacción, plenitud o regocijo íntimo y personal, que se caracteriza por sus efectos benignos en todos los órdenes de nuestra vida. Por el contrario, la infelicidad sería concebible como un estado interno limitador, que se manifiesta en lo que pensamos y hacemos. Generalmente, la infelicidad se asocia a la frustración que se experimenta por la ausencia de amor, o de reconocimientos y logros.
Para facilitar la comprensión, diré que la felicidad tiene varios niveles o eslabones. Creo que hay al menos cinco niveles reconocibles de felicidad, alcanzables a través de ciertos mecanismos de acceso. Estos son: felicidad sensorial, felicidad emocional, felicidad material y felicidad espiritual. Me explico:
De acuerdo con este modelo que propongo, el primer nivel de felicidad, es básico y se relaciona con el comportamiento infantil, y puede obtenerse en forma de placer a través de los cinco sentidos que típicamente conocemos. Aquí, nos referimos a la gratificación que se deriva de complacer, instintos, necesidades primarias y deseos puramente sensoriales. Ejemplos de este tipo de felicidad son: el placer obtenido al comer. Es un nivel primario de felicidad que cambia con las circunstancias. Es casi siempre fugaz.
Después de este primer tipo, existe la felicidad emocional, que se relaciona con los afectos y las relaciones interpersonales que compartimos. Esos momentos en los que recibimos atención y amor son para nosotros momentos felices, aunque no eternos. Por ende, se desvanecen con facilidad. Además, su existencia depende de lo que otros nos brindan.
El tercer nivel, que he llamado de "felicidad material", se basa en los logros y en el significado que por cultura o convenio social adjudicamos a estos. Graduarse en el liceo o en la universidad, obtener un trabajo o un ascenso laboral, tener una pareja "bella" y otros logros que percibamos como coherentes con nuestros valores, criterio o creencias entrarían en este nivel. Puesto que es factible que lo que hoy sea importante para nosotros, mañana pueda no serlo, también estamos frente a un nivel pasajero de felicidad.
Existe otro nivel de felicidad mucho más complejo, que surge como resultado de la madurez y la experiencia; se relaciona con la independencia mental. En este nivel la felicidad no se basa en lo que se obtiene materialmente, sino en la capacidad de disfrutar de lo que sea que se tiene. En este nivel se depende cada vez menos del aplauso social, pues se busca y valoran más el silencio, la armonía y la paz; se han rebasado los estereotipos y se ha encontrado un estilo de vida propio que resulta confortable, relajado y autocontrolado. Hay una visión integrada del hombre y la naturaleza y se valora todo y a todos. Es una nivel en el que ha comenzando a ser vendida la parte animal de nuestra naturaleza.
El contacto con otros es claro, asertivo y responsable, derivado lógico de una alta autoestima que revela coherencia entre pensamientos, palabras y obras. Quien llega aquí, ha ganado la batalla a la monotonía, a la confusión y al aburrimiento. Las potencialidades se reconocen y usan adecuadamente. Hay presencia sin imposición; sabiduría sin ostentación. Fuerza y humildad. Al ver a alguien así, nos sentimos atraídos o duramente confrontados. Son espejos que nos muestran nuestros poderes y miserias.
El quinto y último nivel de felicidad es el de la trascendencia de uno mismo. Es el nivel que han alcanzado los grandes maestros gurúes y santos autorrealizados espiritualmente. Cada uno de sus pensamientos, palabras y actos son plenamente conscientes. Han logrado ir más allá de lo que captan los sentidos y han logrado contactarse con lo más profundo de sus naturalezas. Para ellos, la felicidad sólo es posible en la integración, el servicio, la compasión, y la sanación de todos, sin excepeción. No creen en la muerte y su vínculo con la naturaleza es reverencial. Han desechado de sus vidas todo vestigio de egoísmo y violencia, por lo que su sola presencia es un bálsamo curativo e inspirador: Personajes como: Buda, Lao Tsé, Jesús, Babji, Yogananda, son ejemplos de este nivel de felicidad.
Y en cuanto a la pregunta de si es posible ser feliz, la respuesta es ¡Si!, aunque lo importante es preguntarse el tipo de felicidad que deseamos realmente alcanzar. Porque a decir verdad, no todos requieren el mismo trabajo. Gracias por leerme.
La fórmula de la felicidad, en el cerebro
Después de miles de años en busca de la fórmula mágica, un equipo de neurólogos afirma que la felicidad es el resultado directo de la actividad cerebral, susceptible de ser observada y medida.
"La neurociencia de la felicidad y el bienestar está dando sus primeros pasos", dice el doctor Morten Krigelbach, colaborador de la BBC en la serie "La fórmula de la felicidad", que se transmite por uno de los canales de televisión de la BBC en el Reino Unido.
Según Krigelbach, la búsqueda de la felicidad ha sido una preocupación para los seres humanos desde los comienzos de la historia.
"Sin embargo, son pocos los que alcanzan este estado deseado, e incluso cuando lo hacen, sólo se dan cuenta más tarde", apunta el científico.
Hasta el momento, el foco de la investigación neuronal de la felicidad se centra en dos aspectos: el placer y el deseo.
"La noción de recompensa es un elemento central en estos dos estados de ánimo, y así lo confirman los estudios con animales realizados por psicólogos conductistas desde el siglo XX", señala Krigelbach.
El centro del placer
Durante los años cincuenta, los psicólogos canadienses James Olds y Peter Milner, de la Universidad McGill, descubrieron que las ratas se acostumbraban a tocar una palanca que generaba una pequeña descarga eléctrica, a través de microelectrodos implantados en sus cerebros
Cuando la corriente estimulaba ciertas zonas cerebrales, los roedores repetían la maniobra para recibir nuevos estímulos eléctricos. Y lo hacían hasta 2000 veces por hora, dejando de lado otras rutinas habituales, como la actividad sexual o la alimentación.
Estos datos hicieron que Olds y Milner anunciaran que habían encontrado el centro del placer en el cerebro, que se ubica en la misma región que resulta afectada por el mal de Parkinson.
Más tarde, una serie de estudios con seres humanos, dirigidos por Robert Heath, de la Universidad de Tulane, se basó en estas nociones para intentar comprender enfermedades mentales.
En una línea de investigación éticamente cuestionable, estos científicos llegaron a implantar electrodos en los pacientes para tratar de curar la homosexualidad.
Buscando el deseo
Más allá de la repetición observable y compulsiva de conductas, no quedaba claro en los reportes de estos ensayos tempranos que los pacientes efectivamente experimentaran placer a través de los electrodos.
En cambio, un estudio reciente de la Universidad de Michigan indica que los electrodos podrían activar las regiones anatómicas vinculadas con el deseo, más que con el placer.
El científico Kent Berridge, director de este proyecto, reveló que los animales con los que experimentaron tenían una expresión facial particular cuando consumían alimentos sabrosos y dulces, y otra muy diferente cuando se les suministraba algo con sabor desagradable o amargo
Cuando manipularon directamente los niveles de dopamina en el organismo de las ratas, encontraron que sus expresiones no se alteraban.
Así, Berridge estableció una diferencia entre deseo y placer, o entre "querer y gustar", observable tanto en términos de la actividad cerebral como por las sustancias neuroquímicas liberadas.
El sistema de emisión de dopamina parece estar así relacionado con el deseo, mientras que el sistema opioideo, que maneja compuestos químicos naturales similares a la morfina, está más vinculado con el placer.
Queda claro, sin embargo, que las ratas son diferentes de los seres humanos.
"El placer y el deseo son emociones complejas en el hombre, así que todavía tenemos muchas cosas interesantes por aprender en este campo", señala Krigelbach.
Las investigaciones neurocientíficas se concentran en estos días en el estudio de la zona del cerebro conocida como córtex orbitofrontal: es la porción que muestra un desarrollo evolutivo más reciente en los humanos, y tiene conexiones con el sistema de dopamina y con el opioideo.
"Usando imágenes neurológicas, encontramos que tiene áreas relacionadas con estados de placer verificables, según nuestros experimentos", señala Krigelbach.
¿Qué nos dicen, en definitiva, estas investigaciones sobre la felicidad?
"¿Podríamos definir la felicidad como un estado de placer sin deseo, un estado de satisfacción e indiferencia?", se pregunta Krigelbach.
Y responde: "Si es así, entonces es posible que los neurocientíficos encuentren algún día la receta para alcanzar este estado". Es decir, la fórmula para inducir la felicidad.
2006-11-28 06:25:50
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answer #11
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answered by mi_dq 4
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