El Plan Marshall, nombre popular del European Recovery Program (ERP), fue un plan de los Estados Unidos para la reconstrucción de los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial. La iniciativa recibió el nombre del Secretario de estado de Estados Unidos George Marshall y fue diseñado principalmente por el Departamento de Estado, en especial por William L. Clayton y George F. Kennan.
El plan de reconstrucción se desarrolló en una cumbre en julio de 1947. La Unión Soviética y los estados de la Europa del Este también fueron invitados, pero Josef Stalin vio el plan como una amenaza y no permitió la participación de los países de su órbita. El plan tuvo una vigencia de cuatro años fiscales a partir del verano de 1947. Durante este periodo, los estados europeos que ingresaron en la OCDE recibieron un total de 13 mil millones de dólares de la época.
Una vez completo el plan, la economía de todos los países participantes, excepto la República Democrática Alemana, había superado los niveles de antes de la guerra. En las dos décadas siguientes, Europa Occidental alcanzó un crecimiento y una prosperidad sin precedentes. El Plan Marshall también es visto como uno de los elementos que impulsó la unificación europea, ya que eliminó los aranceles y creó instituciones para coordinar la economía a nivel europeo. Una consecuencia directa fue la introducción sistemática de técnicas de gestión de inspiración estadounidense. En los últimos años, muchos historiadores han cuestionado tanto las motivaciones subyacentes como la eficacia del Plan. En cualquier caso, en general se lo valora positivamente y como muy exitoso.
Antecedentes
Tras seis años de guerra, buena parte de Europa estaba devastada y millones de personas habían muerto o estaban heridas. Los combates se habían producido prácticamente por todas partes, en un área mucho más grande que en la Primera Guerra Mundial. A causa de los bombardeos aéreos, la mayor parte de las ciudades estaban muy dañadas, especialmente las áreas industriales. Berlín y Varsovia eran montañas de escombros y Londres y Rotterdam habían quedado muy perjudicadas. La estructura económica del continente se había quedado en nada y millones de personas se quedaron sin vivienda. Aun cuando el Hambre Holandés de 1944 se había podido resolver, la devastación general de la agricultura provocó una oleada de hambre en toda Europa, agravada por el duro invierno 1946-1947 en el noreste de Europa. También estaban destruidas las infraestructuras, como, por ejemplo, las vías férreas, los puentes y las carreteras, que habían sido objetivo principal de los raids aéreos, y muchos barcos de carga habían sido hundidos. Los municipios más pequeños no habían sufrido tanto los destrozos de la guerra, pero la carencia de redes de transporte los había dejado prácticamente aislados tanto física como económicamente.
Tras la Primera Guerra Mundial, la economía europea también había sido muy dañada, y la profunda recesión económica duró hasta bien entrados los años 20, con la inestabilidad y la bajada generalizada de precios que esto comportó a la economía global. Los Estados Unidos, pese a un resurgimiento del aislacionismo, habían procurado ayudar al crecimiento europeo, sobre todo mediante la colaboración de los grandes bancos estadounidenses. Cuando Alemania no pudo pagar las reparaciones de guerra, los estadounidenses también contribuyeron ampliando los préstamos que Alemania había solicitado, una deuda que a los estadounidenses todavía no le había sido resarcida cuando entraron en la Segunda Guerra Mundial en 1941.
En Washington tenían claro que los acontecimientos posteriores a la Primera Guerra Mundial no se debían repetir. El Departamento de Estado, bajo la dirección Harry Truman, estaba decidido a aplicar una política exterior activa, pero el Congreso parecía no estar tan interesado. En un principio, se pensaba que haría falta bien poco para reconstruir Europa y que el Reino Unido y Francia, con la ayuda de sus colonias, conseguirían salir rápidamente de la crisis. A pesar de todo, en 1947 todavía no había progresos evidentes, y una serie de inviernos crudos habían agravado una situación ya desesperante por sí misma. Las economías europeas no crecían, y las altas tasas de paro y la escasez de alimentos comportaron huelgas y revueltas en muchas poblaciones. Dos años después del fin de la guerra, las economías todavía no habían logrado los niveles de preguerra ni parecía que fuera posible. La producción agrícola era un 83% de la que fue en 1938, la producción industrial llegaba al 88% y las exportaciones sólo al 59%[1].
La escasez de comida era uno de los problemas más graves. Antes de la guerra, Europa Occidental dependía de las importaciones de Europa del Este, pero estas rutas comerciales ahora estaban interrumpidas por el Telón de Acero. La situación era especialmente preocupante en Alemania, puesto que en los años 1946-47 el consumo diario medio era sólo de 1.800 calorías, una cantidad insuficiente para mantener una buena salud a largo plazo [2]. William Clayton informó a Washington que "millones de personas están muriendo de hambre lentamente" %[3]. Otro elemento importantísimo era la escasez de carbón, las reservas del cual disminuyeron enormemente tras el invierno de 1946-47. En los hogares alemanes, sin calefacción de ningún tipo, murieron de frío centenares de personas. La situación en el Reino Unido no era tan grave, pero la demanda doméstica obligó a la industria a prescindir del carbón (y, por lo tanto, a dejar de producir). El deseo humanitario de poner fin a estos problemas fue una motivación más para poner en marcha el Plan.
La única potencia que no había visto perjudicadas sus infraestructuras fueron los Estados Unidos. Entraron a la guerra mucho más tarde que la mayoría de los europeos y no sufrió los efectos de la guerra en su propio territorio. Las reservas de oro estadounidenses seguían intactas, igual que la base agrícola e industrial. Los años de guerra supusieron el periodo de mayor crecimiento económico de toda la historia de los EE.UU., y sus fábricas de material bélico abastecían tanto a la nación como a los aliados. Tras la guerra, las industrias se reconvirtieron y empezaron a producir bienes de consumo. La austeridad que caracterizó el periodo de guerra dio paso a un "boom" del gasto consumista. La salud a largo plazo de la economía dependía, no obstante, del comercio internacional porque los excedentes de producción necesitarían mercados donde ser exportados. El Plan Marshall se usaría en gran parte, pues, para adquirir materias primas y bienes manufacturados de los Estados Unidos.
Otro de los grandes motivos por los Estados Unidos era, a diferencia de después de la Primera Guerra Mundial, el inicio de la Guerra Fría. Muchos trabajadores del gobierno estadounidense empezaban a sospechar de las actividades soviéticas. George Kennan, uno de los principales diseñadores del Plan, ya preveía el surgimiento de una división bipolar del mundo. Para él, el Plan Marshall era el núcleo central una nueva doctrina de "contención" hacia la Unión Soviética [4]. Es preciso tener en cuenta que, cuando fue introducido el Plan Marshall, las alianzas de la guerra todavía se mantenían intactas y que la Guerra fría realmente aún no había empezado. En las mentes de los desarrolladores del Plan Marshall, el miedo a la Unión Soviética quizás no era todavía un factor decisivo.
El poder y la popularidad de algunos partidos comunistas de inspiración local (es decir, no creados por la URSS), sí que atemorizaba a los estadounidenses. Tanto en Francia como en Italia, la pobreza de la posguerra daba alas a estos partidos, que ya habían desempeñado papeles cruciales en la resistencia durante la guerra. Dichos partidos tuvieron mucho apoyo popular en las elecciones de la posguerra, especialmente en Francia, donde fueron los más votados. Si bien muchos historiadores actuales piensan que la posibilidad de que Francia o Italia cayesen bajo regímenes comunistas era muy remota [5], los think tanks de la política estadounidense de la época sí que lo veían como una amenaza real. El surgimiento de la política de contención argumentaba que los Estados Unidos debían dar un fuerte apoyo a los países no comunistas para evitar que cayeran bajo la influencia de Moscú. Además, tenían la esperanza de que algunas naciones de Europa oriental también se sumaran y las pudieran "sacar" del bloque soviético.
Aun así, incluso antes del Plan Marshall los Estados Unidos ya habían empezado a enviar ayuda para la recuperación europea. Durante el periodo 1945-47 se calcula que unos 9.000 millones de dólares llegaron al Viejo Continente de manera indirecta, tanto mediante acuerdos lend-lease como por la construcción de infraestructuras por parte de los soldados estadounidenses. También se firmaron acuerdos bilaterales, los más importantes de los cuales con Grecia y Turquía, que se produjeron dentro del marco de la Doctrina Truman para que dispusieran de material militar suficiente. La joven ONU también puso en marcha toda una serie de misiones humanitarias y de ayuda, financiadas casi por completo con dinero estadounidense. Todos estos esfuerzos fueron efectivos, pero les faltaba planificación y coordinación, y no supieron cubrir las necesidades más urgentes de los europeos [6].
Primeras ideas
Mucho antes del discurso de Marshall, ya se habían hecho algunos cálculos estimativos del coste de la reconstrucción de Europa. El Secretario de Estado James F. Byrnes ya presentó un proyecto del Plan durante un discurso en la Opernhaus (Ópera) de Stuttgart el 6 de septiembre de 1946. Además, el general Lucius D. Clay había pedido al empresario Lewis H. Brown que redactara un informe sobre la Alemania de posguerra, titulado "A report on Germany" (1947), que detallaba los problemas básicos del país y hacía algunas recomendaciones sobre la reconstrucción. El Vicesecretario de Estado Dean Acheson ya había hecho un discurso sobre el tema, que había sido completamente ignorado, y el Vicepresidente Alben W. Barkley también había hablado anteriormente.
La opción principal para financiar el Plan era obtener los recursos de Alemania. Este concepto pasó a conocerse en 1944 como Plan Morgenthau, denominado así por el Secretario del Tesoro estadounidense Henry Morgenthau. Preveía una extracción masiva de recursos de Alemania para ayudar a la reconstrucción del resto de Europa y evitar, al mismo tiempo, que Alemania recuperara su capacidad económica. Un plan similar fue obra del burócrata francés Jean Monnet, que proponía poner las regiones mineras del Ruhr y el Sarre bajo control francés y utilizar los recursos para que Francia llegara a un 150% de los niveles de producción anteriors al conflicto. En 1946, las potencias vencedoras acordaron poner un límite a la velocidad con que Alemania se podría reindustrializar. Los problemas inherentes a este plan fueron evidentes bien pronto. Alemania había sido, durante mucho tiempo, el gigante industrial de Europa, y su pobreza pararía la recuperación económica de todo el continente. La escasez continuada en Alemania era, además, una fuente de gastos para las fuerzas ocupantes, que se vieron obligadas a hacer frente a las carencias más importantes. Estos factores, combinados con la condena pública después de que los planes se filtraran a la prensa, provocaron un rechazo ostensible a los planes Morgenthau y Monnet. Algunas de sus ideas, sin embargo, permanecieron en la Directiva 1067 del Joint Chiefs of Staff, que fue la base auténtica de la política de las fuerzas de ocupación estadounidense hasta julio de 1947. Los centros industriales mineros de Sarre y Silesia serían separados de Alemania, muchas industrias civiles fueron destruidas para limitar la producción y en 1947 todavía estaba presente la opción de separar asimismo la región del Ruhr. En todo caso, en abril de 1947 Truman, Marshall y Acheson se convencieron de la necesidad de aportar dinero a la reconstrucción.
La idea del Plan fue también consecuencia del cambio de mentalidad que tuvo lugar en los Estados Unidos durante la Gran Depresión. Las calamidades económicas de los años treinta convencieron a mucha gente de que el mercado libre no intervenido no podía garantizar el bienestar económico. Muchos de los que habían trabajado diseñando el New Deal para reactivar la economía estadounidense, colaboraban ahora en el nuevo Plan en Europa. Al mismo tiempo, la Gran Depresión sacó a la luz los peligros de los aranceles y el proteccionismo y creó una fuerte creencia en la necesidad del libre comercio y la integración económica europea [7].
El discurso
Las discusiones públicas previas sobre la necesidad de reconstrucción habían sido muy ignoradas, porque las administraciones no se habían pronunciado sobre el tema. Al final, se acordó que el Secretario de Estado George Marshall debía resolver todas las dudas haciendo una comparecencia pública. El discurso, escrito por Charles Bohlen, tuvo lugar en la Universidad de Harvard el 5 de junio de 1947 e hizo públicas las líneas generales de la contribución a la recuperación europea, aun cuando no contenía detalles ni cifras concretas. El elemento más importante de la presentación fue el llamamiento hecho a los europeos a encontrarse y diseñar un plan de reconstrucción que financiarían los estadounidenses.
El gobierno pensó que el Plan Marshall sería impopular entre la población, y el discurso estaba orientado, básicamente, a la ciudadanía europea. En un intento de mantener la comparecencia fuera de la prensa estadounidense, los periodistas no fueron convocados, y el presidente Truman convocó una conferencia de prensa para distraer la atención de los medios de comunicación. Por el contrario, Acheson era el responsable de los medios europeos, especialmente los británicos, y el discurso fue leído íntegramente en la BBC [8].
Rechazo soviético
El ministro de Asuntos Exteriores británico, Ernest Bevin, escuchó el discurso radiofónico e inmediatamente contactó con su homólogo francés, Georges Bidault, para preparar una respuesta europea al ofrecimiento de Marshall. Los dos consideraron conveniente invitar a los soviéticos a las conversaciones, puesto que era la otra potencia vencedora. El discurso había incluido explícitamente a la URSS, porque los estadounidenses pensaban que excluirla habría sido un signo demasiado claro de desconfianza. Los funcionarios del Departamento de Estado sabían que Stalin no querría participar y que cualquier plan que enviara grandes cantidades de dinero a la URSS no seria aprobado por el Congreso de los EE.UU.
Stalin estuvo cautelosamente interesado en la oferta en un primer momento. La doctrina leninista decía que, cuando las economías capitalistas empezaran a derrumbarse, intentarían, desesperadas, comerciar con los adversarios comunistas. Así las cosas, Stalin pensaba que en estas circunstancias los soviéticos podrían dictar los términos de la ayuda, y envió a París a su ministro de exteriores, Vyacheslav Molotov, a conversar con Bevin y Bidault [9]. Los británicos y franceses compartían el punto de vista estadounidense sobre los soviéticos y presentaron a Molotov una lista de condiciones que sabían que la URSS no aceptaría. La más importante era que se habían de controlar por organismos o personas independientes todas las economías de los países que quisieran participar, un control con el que los soviéticos no estarían de acuerdo. Bevin y Bidault también insistieron en que cualquier tipo de ayuda implicaba la unificación de las economías europeas, implicación nada compatible con la estricta planificación económica soviética. Molotov, pues, rechazó la ayuda y se fue de París.
El 12 de julio se convocó una gran cumbre en París, en la que fueron invitados todos los países de Europa a excepción de España, que no había participado en la Segunda Guerra Mundial y que además había simpatizado con los nazis, Andorra, San Marino, Mónaco y Liechtenstein. La URSS también fue convocada, pero rechazó la oferta. Checoslovaquia y Polonia mostraron interés por el Plan. En uno de los signos más claros del control soviético, el ministro de asuntos exteriores checoslovaco, Jan Masaryk, fue requerido en Moscú, donde Stalin le recomendó que se lo pensaran seriamente antes de ir a París. Stalin creía que el Plan ponía en peligro el control soviético de Europa del Este, puesto que la integración económica de los europeos permitiría a los estados satélite escapar del control del URSS. Los estadounidenses también pensaban así y esperaban que la ayuda estadounidense contrarrestaría la influencia soviética. Aun así, no se mostraron demasiado sorprendidos cuando Moscú recomendó a los checoslovacos y a los polacos no asistir. El resto de los países orientales rehusaron inmediatamente la oferta. Incluso Finlandia lo hizo, con la intención de evitar cualquier conflicto con la URSS. La alternativa soviética al Plan Marshall creada para la ocasión fue el Plan Molotov, más conocido como COMECON.
Negociaciones
Para realizar el Plan hacían falta negociaciones tanto entre los países participantes como con el Congreso de los Estados Unidos. En París se reunieron dieciséis países, que determinaron qué forma tomaría la ayuda estadounidense y cómo se repartiría. Las negociaciones fueron largas y complejas, puesto que cada país tenía sus intereses propios. La preocupación más grande de Francia era que Alemania no se reconstruyera hasta un nivel que supusiera una amenaza. Los países del Benelux, pese a haber sufrido bajo el dominio nazi, estaban demasiado atados a la economía alemana como para querer atrasar la reconstrucción. Los escandinavos, especialmente Suecia, insistían en que sus largas relaciones comerciales con Europa del Este no se podían romper y que no se pusiera en peligro su neutralidad. El Reino Unido quería un estatus especial, preocupado porque si recibía un trato igualitario con los países continentales devastados, no recibiría prácticamente ayuda. Los estadounidenses no querían dejar correr la idea de integración económica como muro de contención del comunismo. La administración Truman, representada por William Clayton, prometió a los europeos que tendrían libertad para estructurar el Plan a su gusto, pero les recordó que debería pasar por la aprobación del Congreso, que priorizaba el libre comercio y la integración europea, pero era reacio a dar demasiado dinero a Alemania [10].
Al final se llegó a un acuerdo, y los europeos enviaron su borrador a Washington, en el que pedían unas ayudas de 22.000 millones de dólares. Truman lo redujo a 17.000 millones antes de enviarlo al Congreso. El Plan encontró una oposición fuerte, especialmente del grupo republicano, que abogaba por una política más aislacionista y estaba harto del enorme gasto público continuado desde principios de los años treinta. De lo contrario, el Plan también encontró algunos oponentes en el sector demócrata, que veía el Plan como un obstáculo a las exportaciones estadounidenses y pensaba que polarizaría el mundo entre Este y Oeste [11]. Esta oposición se redujo considerablemente tras la caída del gobierno checoslovaco en febrero de 1948. Poco después el Congreso aprobó una ayuda de 5.000 millones de dólares, que finalmente se ampliaría a 12.400 millones repartidos en cuatro años [12].
Truman ratificó el Plan Marshall el 3 de abril de 1948 y creó la Administración para la Cooperación Económica (ACE) para administrar el programa, liderada por Paul G. Hoffman. El mismo año, los países participantes (Alemania Occidental, Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Grecia, Islandia, Italia, Luxemburgo, los Países Bajos, Noruega, el Reino Unido, Suecia, Suiza, Turquía y los Estados Unidos) firmaron el acuerdo de fundación de la OCDE como agencia coordinadora.
Aplicación
Las primeras partidas importantes de la ayuda fueron a parar a Grecia y Turquía en enero de 1947, consideradas la primera línea de la lucha contra la expansión comunista, que ya habían recibido ayuda anteriormente en el marco de la Doctrina Truman. Al principio, el Reino Unido también había aportado dinero, pero debido a su situación económica tuvo que pedir a los EE.UU. que continuaran solos. La ACE empezó formalmente a ayudar a los dos países en julio de 1948.
La misión oficial de la ACE era colaborar a la mejora de la economía europea en la producción industrial, en el apoyo a las monedas europeas, a facilitar el comercio internacional (especialmente con los EE.UU., que quería una Europa lo suficiente recuperada como para importar productos estadounidenses). Otro objetivo oficioso de la ACE era la contención de la influencia soviética en Europa, especialmente en países con partidos comunistas fuertes como, por ejemplo, Checoslovaquia, Francia e Italia.
El dinero del Plan Marshall fue transferido a los gobiernos europeos, aun cuando la administración era conjunta con la ACE. Había un comisario de la ACE en cada capital europea, generalmente un empresario estadounidense, que aconsejaría al gobierno sobre el desarrollo del proceso. Se fomentó el gasto conjunto entre varios países y se crearon diferentes comisiones de funcionarios, empresarios y sindicatos para examinar la economía y determinar dónde hacía más falta la ayuda.
El Plan Marshall sirvió, en grande parte, para comprar productos de los EE.UU. Las naciones europeas habían agotado también las reservas de divisas durante la guerra. En un primer momento los europeos adquirieron productos de primera necesidad, como víveres y gasolina, pero lentamente empezaron también a importar bienes necesarios para la reconstrucción, que era la finalidad principal del Plan. Posteriormente, bajo la presión del Congreso y con el inicio de la Guerra de Corea, una parte importante de la ayuda se destinó al reforzamiento de los ejércitos. De los 13.000 millones de dólares aportados por los EE.UU. a mediados de 1951, 3.400 se gastaron en materias primas y productos semimanufacturados, 3.200 en comida, lienzo y fertilizantes, 1.900 en maquinaria, vehículos y equipamiento y 1.600 en gasolina [13].
También se establecieron unos fondos contravalor que utilizaron el Plan Marshall para establecer fondos en las monedas europeas. Según las normas de la ACE, un 60% de estos fondos debían ser invertidos en la industria. Esto se aplicó especialmente en Alemania, donde los fondos se destinaron principalmente a préstamos para empresas implicadas en la reconstrucción, ayudando enormemente a la reindustrialización del país. En los años 1949-50, por ejemplo, un 40% de las inversiones en la industria del carbón provenían de los fondos contravalor [14]. Las compañías tenían la obligación de devolver los préstamos, y el dinero se podía prestar a otros grupos empresariales. El proceso todavía continúa hoy en día. El Fondo Especial, supervisado entonces por el ministro de economía alemán, valía 10.000 millones de marcos alemanes en 1971. En 1997 valía 23.000 millones de marcos. Mediante este sistema de préstamo-devolución-préstamo, en 1995 el Fondo había hecho préstamos blandos a ciudadanos alemanes por un valor de 140.000 millones de marcos [15]. El 40% sobrante se utilizó para saldar la deuda, estabilizar la moneda o invertir en proyectos no industriales. Francia fue quien más se aprovechó de los fondos contravalor, especialmente para reducir el déficit presupuestario, pero no fue reciclado como Alemania.
Otra iniciativa de la ACE más barata, pero no menos efectiva, fue el Programa de Asistencia Técnica. El programa reunía grupos de ingenieros e industriales europeos y los llevaba a los Estados Unidos a visitar minas, fábricas y fundiciones para que pudieran copiar los adelantos tecnológicos en Europa. Al mismo tiempo, unos cuantos centenares de consejeros técnicos estadounidenses fueron enviados a Europa
Reparto
El Plan Marshall se repartió entre los países participantes básicamente según la renta per cápita. Gran parte del dinero se destinó a los grandes grupos industriales, puesto que se pensaba que su regeneración era esencial para la reconstrucción europea. Además, el reparto según la renta por cápita era una manera indirecta de ayudar a los Aliados, dejando menos para los países del Eje o los neutrales. La tabla siguiente muestra la cantidad de ayuda por país y año, extraída de The Marshall Plan Fifty Years Later. No hay un consenso claro en las cantidades exactas, puesto que muchas veces es difícil establecer qué parte de las ayudas estadounidenses formaban parte del Plan Marshall.
País
Alemania Occidental
Austria
Bélgica y Luxemburgo
Dinamarca
Francia
Grecia
Irlanda
Islandia
Italia y Trieste
Noruega
Países Bajos
Portugal
Reino Unido
Suecia
Suiza
Turquía
Consecuencias
El Plan Marshall finalizó en 1951 como estaba previsto. Todos los esfuerzos de prolongarlo toparon con los gastos crecientes de la Guerra de Corea y el rearme. Los republicanos, hostiles al Plan, habían obtenido más escaños en las elecciones al Congreso de 1950 y se opusieron duramente; sin embargo, siguieron llegando a Europa otras formas de ayuda.
De 1948 a 1952, Europa vivió el periodo de máximo crecimiento económico de su historia. La producción industrial se incrementó un 35%, y la agrícola sobrepasó fuertemente los niveles de antes de la guerra [16]. La pobreza y el hambre de los primeros años de posguerra desaparecieron y Europa Occidental tenía delante de sí dos décadas de crecimiento sin precedentes, que comportaron un aumento espectacular del nivel de vida. Muchos argumentan que el Plan por sí solo no resucitó milagrosamente a Europa, ya que la recuperación económica ya había dado algunos pasos antes; el Plan, pues, habría sido un empujón a esta recuperación.
Los efectos políticos del Plan Marshall serían tan importantes como los económicos. El Plan facilitó que las naciones europeas flexibilizaran las medidas de austeridad y el racionamiento, reduciendo el descontento y aportando estabilidad política. La influencia comunista se redujo considerablemente, aun cuando los partidos comunistas todavía disfrutaban de popularidad durante unos cuantos años. Las relaciones comerciales entre las dos costas atlánticas favorecieron la creación de la OTAN, que incluso sobreviviría durante la Guerra Fría. Además, la no participación de Europa del Este fue uno de los primeros síntomas de que el continente ya estaba dividido en dos áreas de influencia enfrentadas.
El Plan Marshall también contribuyó a la integración europea de una manera importante. Los europeos, al igual que los estadounidenses, creían que una unificación del continente era casi imprescindible para asegurar la paz y la prosperidad de Europa. El Plan fue una herramienta interesante para establecer una primera guía de cómo llevar a término este proceso, pero en cierto modo falló, ya que la OCDE no pasó nunca de ser un simple agente de cooperación económica. Más bien fue la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, que excluía al Reino Unido, la que fundó las bases de lo que un día sería la Unión Europea. Aun así, la OCDE sirvió de modelo y campo de pruebas para la creación de otra organización, la Comunidad Económica Europea. El Plan, en cierto modo ligado a los Acuerdos de Bretton Woods, también instauró el libre comercio entre los países de la región.
Pese a que algunos historiadores modernos sostienen que los elogios al Plan Marshall son exagerados, en general se tiene una visión positiva y se ha propuesto la creación de proyectos similares para otros regiones, como por ejemplo la Europa del Este tras la Caída de la Unión Soviética, África o el "Global Marshall Plan" propuesto por Al Gore.
Devolución
La OCDE se había hecho cargo de la distribución de los fondos y la ACE se encargaba de las importaciones europeas. A los productores estadounidenses se les pagaba en dólares provenientes del Plan Marshall. Las mercancías, claro está, no eran de balde, sino que los europeos las debían pagar, ya fuera al contado o a crédito, con la moneda local. Este dinero iba a parar a un fondo contravalor, y podía ser reutilizado para proyectos de inversión.
La mayoría de los países participantes en el Plan sabían desde un principio que no tenían que devolver a los EE.UU. el dinero depositado en los fondos contravalor, así que fueron absorbidos dentro de los presupuestos nacionales y "desaparecieron". En cambio, todas las ayudas ofrecidas a Alemania debían ser devueltas; pero tras los acuerdos de Londres sobre las deudas de 1953, la cantidad a devolver se redujo a 1.000 millones de dólares (incluyendo las reparaciones de guerra). Las ayudas dadas a los alemanes hasta el 1 de julio de 1951 sumaban 270 millones de dólares, de los cuales 16,9 fueron al Banco Export-Import de Washington. De hecho, hasta 1953 Alemania no supo la cantidad exacta de dinero que debía dar a los EE.UU., e insistía que el dinero de los fondos contravalor sólo se daba en forma de préstamos, un sistema mediante el cual, gracias a los intereses, el dinero crecía en lugar de reducirse. Los EE.UU. encargaron a un banco hipotecario que se encargara de controlar el sistema. Al final, Alemania decidió pagar la deuda a plazos y el dinero salió de los presupuestos nacionales, y no de los fondos del Plan Marshall; el último pago se hizo en junio de 1971.
Áreas sin Plan Marshall
Muchas partes del mundo devastadas por la Segunda Guerra Mundial no se beneficiaron de Plan Marshall. El único gran país de Europa occidental que quedó excluida fue España. Tras la Guerra Civil Española, España se cerró en una política de autarquía y proteccionismo que después se demostró desastrosa. Aun con las reticencias en colaborar con un país de cariz fascista, los EE.UU. decidieron ofrecer a España ayudas económicas, porque el régimen de Francisco Franco era, de todos modos, una garantía de que el país no recibiría influencias soviéticas. Durante la década de los cincuenta, España recibió financiación estadounidense; y aun cuando nunca llegó a las cantidades que sus vecinos habían recibido con el Plan Marshall[17], fue el punto de partida de una recuperación económica tras más de diez años de durísima posguerra.
Mientras que la parte occidental de la URSS había quedado muy afectada por la guerra, la parte asiática del país estaba prácticamente intacta y se había industrializado rápidamente durante la guerra. El gobierno impuso cuantiosas reparaciones de guerra a los países del Eje: Finlandia, Hungría, Rumanía y muy especialmente la RDA, que hubieron de pagar ingentes cantidades de dinero y muchas de sus fábricas fueron trasladadas pieza a pieza a territorio ruso. Todas estas reparaciones igualaban, en la práctica, a las sumas procedentes del Plan Marshall que recibió Europa occidental.
Europa del Este no vio ni un dólar del Plan Marshall, y más bien poca ayuda de los soviéticos. A pesar del establecimiento del COMECON para contrarrestar al Plan Marshall, no era tan generoso, y más bien acabó siendo un método para transferir recursos de Europa a la URSS. La recuperación económica oriental fue mucho más lenta, y muchos piensan que las economías de Europa del Este, de hecho, jamás se recuperaron durante el periodo comunista, teniendo como resultado la formación de unas economías de penuria y una brecha entre el Este y el Oeste. Los estados policiales del Este podían garantizar, además, la continuidad del racionamiento y de las medidas de racionamiento, pero los fuertes gastos en policía y servicios de espionaje interior suponían grandes cantidades de dinero que podrían haberse destinado a tareas de reconstrucción. Yugoslavia, en cambio, sí que recibió ayuda de los EE.UU., pero no se considera enmarcada dentro del Plan Marshall.
Japón también quedó muy devastado tras la guerra. Los estadounidenses y el Congreso no tenían tantas simpatías hacia los japoneses como hacia los europeos; además, Japón no tenía interés ni estratégico ni económico para los Estados Unidos, por esto no se creó ningún plan de ayudas y la recuperación económica hasta 1950 fue lenta. Aun así, aquel año estalló la Guerra de Corea, y Japón se convirtió en el centro de operaciones de las misiones de las Naciones Unidas y un proveedor crucial de material. Un ejemplo bien conocido es el de Toyota: en junio de 1950 sólo produjo unos 300 camiones y estaba a punto de la bancarrota. Durante los primeros meses de la guerra en el país vecino, recibió un pedido del ejército estadounidense de producir 5.000 vehículos, y la compañía se revitalizó [18]. Durante los cuatro años de la guerra, entró más dinero a la economía japonesa que a cualquier otro país miembro del Plan Marshall.
Canadá, como los EE.UU., prácticamente no había sufrido los efectos de la Segunda Guerra Mundial, y en 1945 era una de las economías más grande del mundo. Sin embargo, dependía mucho más fuertemente que los EE.UU. del comercio en Europa, y tras la guerra se empezaron a notar las consecuencias. En abril de 1948, el Congreso de los EE.UU. modificó el Plan Marshall, permitiendo que los europeos compraran también bienes y productos de Canadá. Esta modificación fue la clave para la estabilidad económica canadiense, puesto que Canadá ganó 1.000 millones de dólares durante los dos primeros años de la operación [19].
Hong Kong, aun habiendo sido expoliada por Japón durante la Segunda Guerra Mundial, no recibió ayuda de ningún otro país. Al final, acabó haciendo desaparecer el intervencionismo económico, redujo los impuestos empresariales y mantuvo, en general, una actitud de laissez-faire hacia las empresas. Como resultado de estas reformas del mercado, Hong Kong ha acabado siendo una de las zonas económicas más exitosas del planeta.
2006-11-25 14:41:06
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answer #8
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answered by nitzahom 5
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