Elementos para una lectura de la era digital en relación
con los servicios de información y sus usuarios*
Por: Hernando Lopera L.
http://www.hlopera.net/
Cuando acepté participar en este Foro cuyo tema es "El Usuario frente a los Servicios de Información en la Era Digital", quise partir, como parece lógico, del análisis e interpretación personal de los asuntos que conforman este fenómeno: los usuarios, los servicios de información y la era digital. Me propuse, sin embargo, hacer algo análogo a lo que pasa cuando se transmite información a través de Internet. Como todos sabemos, cuando se envÃa un paquete de datos por ese laberinto virtual cada dÃa más denso que hoy llamamos la Red, dicho paquete comienza a desplazarse hacia su destino remoto, el cual se expresa en una dirección electrónica que nosotros escribimos como lo hemos hecho siempre, salvo algunas excepciones, de izquierda a derecha, pero que el sistema electrónico de transmisión "lee" al revés, y desde lo más general va a lo más especÃfico.
Pues bien, para no degenerar en tecnicismos que no vienen al caso, quiero "navegar" por este tema en un orden inverso y comenzar con el asunto que se ha dado en llamar era digital y del que tanto se habla desde la concepción de un mundo globalizado en el cual imperan las relaciones comerciales sobre lo social, lo polÃtico y lo cultural. A mi manera de ver, en nuestra región latinoamericana apenas comenzamos a vislumbrar los débiles ecos y los más exiguos destellos de una era digital que ya empezó hace mucho en los paÃses con economÃas ricas. Tal vez parezca exagerado, pero creo que, en nuestra condición de paÃses dependientes de los que ostentan el poder con base en el desarrollo cientÃfico y tecnológico, nos ocurre como con las lejanas estrellas que se observan en el cielo nocturno, de las que sólo percibimos su existencia cientos o miles de años después de que emanan su luz. Porque es claro que en el proyecto de construcción de la llamada sociedad de la información o del conocimiento, adelantado por Estados Unidos y por la Unión Europea, los paÃses latinoamericanos no tenemos una participación diferente a la de ser considerados como un potencial mercado para la comercialización de sus instrumentos tecnológicos producidos masivamente y que tienen un alto grado de obsolescencia, a causa del voraz interés mercantil que mueve el desarrollo de la ciencia y la tecnologÃa. Y es claro, también, que tales instrumentos vienen acompañados de una ideologÃa que se quiere imponer, de un discurso lleno de palabras como globalización, calidad en el servicio, eficiencia, productividad, automatización de procesos, redes de alta velocidad, convergencia tecnológica, tiempo real, virtualidad, etc., lo cual está transformando radicalmente nuestra cultura y nuestra visión del mundo.
Pero mi percepción de esta mal llamada "revolución tecnológica" no puede quedarse solamente en el deprimente concepto de que nuestra región latinoamericana sólo es objeto de un nuevo modo de explotación basado en la aplicación de tecnologÃas digitales que intervienen en la mayorÃa de los ámbitos de nuestra vida cotidiana. Pues si no debemos aceptar acrÃticamente todo lo que viene a transformar, para bien o para mal, nuestra cultura, tampoco podemos cerrar las puertas y negar la importancia de tales innovaciones tecnológicas si se trata de aplicarlas para el mejoramiento de nuestras condiciones de vida individuales y sociales.
En este momento, todos tenemos muy claro lo que significó la invención de la imprenta para la humanidad en relación con el acceso al conocimiento. Pero, en el siglo XV los monjes amanuenses decÃan que la imprenta era una **** y que era pecado leer textos impresos, pues ellos veÃan en este instrumento un peligro para la conservación y la continuidad de sus privilegios. Afortunadamente, nuestra actitud es bien distinta y ahora los bibliotecarios estamos concibiendo una biblioteca en la que su quehacer ya no está centrado en el libro o en el documento impreso, sino en algo más abstracto, más flexible, más fluido, más liviano y hasta podrÃa decir que metafÃsico: el conocimiento. Por eso ya se habla más que de bibliotecas de unidades o centros de información, y más que de procesamiento y almacenamiento de documentos, de servicios de información. Es obvio, toda transformación social envuelve a cada uno de los componentes de la sociedad, y la biblioteca de ayer no es la misma de hoy y ésta no será la misma de mañana. Por eso ahora, en una época en la que somos testigos y actores de profundos cambios, y que por lo mismo se dice que es una época de crisis, se proponen nuevas concepciones y funciones para las bibliotecas.
Hoy es común encontrar en la literatura de nuestra especialidad designaciones para nuestra profesión tales como: infonomistas, cibertecarios, profesionales de la información, corredores de la información, agentes de información, gestores de información, etc. La nuestra es, pues, una antigua profesión en busca de un nuevo nombre para adaptarse a las condiciones de la nueva época. Pero esta búsqueda de nombre no es más que la consecuencia de los cambios en los fundamentos que sustentan nuestro quehacer.
Entendemos perfectamente el viraje que se ha dado en cuanto a la teorÃa y la práctica bibliotecológica, cuando ya no es prioritario el asunto de la organización y el almacenamiento de libros, revistas, periódicos, etc., pues la labor bibliotecaria ha pasado a centrar sus esfuerzos en los servicios basados en la automatización, en la digitalización y en el acceso a la información local y remota a través de redes telemáticas. AsÃ, la biblioteca ya no sólo es el depósito de los documentos en que se preserva el conocimiento como una de las mayores riquezas de la humanidad —y tampoco dejará de serlo—, sino que, además, adelanta una labor de difusión de ese conocimiento a través de unos servicios de información enfocados en las caracterÃsticas de sus usuarios. Entonces el usuario se ha convertido en la razón de ser de la biblioteca. Y se me ocurre que, si la biblioteca no quiere terminar convertida en un museo de libros, como lo han vaticinado algunos tecnólatras, debe prepararse adecuadamente para atender dos tipos de usuarios que hoy podemos distinguir claramente en nuestras comunidades colombianas: el usuario avezado y que tiene conocimiento de los avances y las posibilidades que ofrecen las tecnologÃas de la información y la comunicación aplicadas a los servicios bibliotecarios, y el otro tipo de usuario, tal vez el más numeroso y el que más nos debe interesar: el que se acerca a la biblioteca en busca de este conocimiento, es decir, el usuario que requiere de un proceso de alfabetización informática, que busca en la biblioteca el acceso a un tipo de información que no tiene la posibilidad de pagar.
Creo, en consecuencia, que de la misma manera que la biblioteca ha realizado una labor activa y protagónica en relación con la alfabetización, la promoción de lectura y el acceso al documento impreso, ahora, en los albores de esta era digital, debe ampliar su labor hacia la alfabetización informática, la promoción de los nuevos modos de lectura y de escritura hipertextual, y el acceso a la información digitalizada que se ofrece desde muchas partes del mundo interconectado. El cómo lograrlo depende de nuestra creatividad como bibliotecarios y de nuestra capacidad como gestores para la obtención y aprovechamiento de los recursos. Pero sobre todo, y muy especialmente, de nuestra toma de conciencia de que en esta era en la que se impone lo digital, la tecnologÃa es sólo un instrumento para abreviar el espacio y el tiempo entre la información y quien la necesita, y que, en última instancia, debe ser ese usuario quien salga beneficiado y estimulado en su actitud de constante búsqueda de conocimiento para entender el mundo, que es una de las principales razones que justifican nuestra existencia.
Por otra parte, si observamos que la biblioteca está centrando sus esfuerzos en proveer servicios cada vez mejores para sus usuarios, es urgente e imprescindible identificar y conocer las caracterÃsticas de estos usuarios. Ha sido costumbre y práctica común que se dispongan servicios bibliotecarios con base en lo que los bibliotecarios suponemos que necesitan nuestros usuarios o, cuando mucho, en los requerimientos directos que hacen los usuarios en la biblioteca. En algunos casos, ni siquiera nos asomamos a la puerta de la biblioteca para observar en qué ambiente y en que tipo de comunidad estamos inmersos. Creo que ahora se nos posibilita la oportunidad de desarrollar esa faceta de nuestra profesión que es la del bibliotecólogo investigador de las condiciones y necesidades de información de la comunidad a la cual sirve. Pues sin este conocimiento fundamental, no podrán llevarse a cabo la planeación y ejecución de modernos y apropiados servicios de información.
Para cerrar el cÃrculo de la estructura de este discurso, y a manera de conclusión, pienso que en la medida en que las bibliotecas de nuestra región se apropien adecuadamente de las tecnologÃas de la información y la comunicación para ponerlas al servicio de nuestras comunidades de usuarios, se contribuye en gran medida a reducir o, por lo menos, a que no sean tan abismales, las diferencias informacionales entre las sociedades económicamente ricas y pobres, y, en consecuencia, se alienta a mantener viva la esperanza de que cambien para bien las condiciones de esa dependencia económica y polÃtica que cada dÃa parece empeorar la situación de pobreza e ignorancia de nuestra región.
Finalmente, retomando la analogÃa del comienzo de esta intervención, quiero invitar a la comunidad bibliotecológica a realizar una lectura al revés de estos fenómenos de la era digital en relación con los servicios de información y los usuarios. En otros términos, los invito a que desde la teorÃa y la práctica bibliotecológica analicemos e interpretemos los alcances de esta era digital en relación con unos servicios de información más apropiados para una comunidad de usuarios determinada por unos principios, valores, necesidades, condiciones y aspiraciones latinoamericanas y colombianas.
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* Ponencia presentada en el Encuentro Anual de ASEIBI. MedellÃn, 10 de septiembre de 1999. Manuel GarcÃa
mgarcia408@yahoo.es
Se encontraba Alejandro GarcÃa sentado en el sofá revisando lo que habÃa sido de su vida. Se halla solo en casa. TenÃa una botella de whisky escocés medio vacÃa y hace rato que habÃa cargado su revólver 38. Caminaba de un lado a otro, mientras encendÃa el último cigarrillo de la cajetilla. SentÃa que las puertas se le habÃan cerrado. Sus amigos, quienes lo vieron crecer y llegar hasta la cúpula del poder, hoy se escondÃan de él. Los acreedores le habÃan estado fustigando para que pagase sus deudas. Alejandro GarcÃa no sabÃa cómo habÃa llegado a estar en tan mala situación económica. Los negocios y los proyectos se le habÃan venido abajo. Mientras fumaba, unas lágrimas silenciosas se le escapaban de sus ojos. Muchas veces habÃa jugado con la muerte. Se le habÃa escuchado decir que era de mala educación morirse en navidad o fin de año. Se imaginaba su propia esquela fúnebre de la siguiente manera- La Presidencia de la República lamenta el sensible fallecimiento de Alejandro GarcÃa, ilustre hijo de la patria, padre y amigo... (Q.D.D.G).
HabÃa hipotecado su casa, y tenÃa deudas pendientes con su propia familia, la cual habÃa llegado ser un banco informal. Le debÃa a su cuñado, Jaime Suárez, quien criticaba arduamente a su hermana, Margarita Suárez, por haberse casado con un irresponsable quien habÃa tenido la audacia de divorciarse y poner públicamente en vergüenza a la hija del Presidente en plena guerra civil. HabÃa nacido en el barrio más pobre de la ciudad, y nunca conoció a su padre. Su primer recuerdo es cuando su madre, de veinte años de edad, tuvo que llevarlo al orfanato de las monjas Clavelitas, porque Ofelia GarcÃa no estaba en condiciones financieras para cargar con su único hijo, el cual tenÃa tres años de edad. Las monjas Clavelitas aceptaron a Alejandro GarcÃa porque su madre se comprometió a donar parte de su mÃsero salario de costurera para sufragar los gastos de su educación y manutención.
Mientras inhalaba el último hilo de humo de su cigarrillo, Alejandro GarcÃa hubo de recordar su último cumpleaños celebrado por su esposa Margarita Suárez, cinco años menor que él, quien invitó a cenar a los pocos amigos con los cuales ellos podÃan contar. Eran amigos que nunca les habÃan abandonado, y quienes no les importaba si se ponÃa la ropa interior a secarse públicamente al sol. En verdad, eran los mejores amigos, pero con pocas influencias polÃticas y económicas, no podÃan hacer mucho para ayudar a mejorar la apretada situación financiera de la familia. Margarita Suárez, como de costumbre, querÃa ponerle la mejor cara a la situación económica.
-El Presidente sabe de tu situación económica y tú eres amigo de él, no creo que vaya a abandonarte-dijo a su esposo con el cual se habÃa casado hace veinte años. Mientras rellanaba su vaso con el resto de la botella del whisky escocés, prosiguió ella-Además el Presidente te regresó tu llamada, aunque sea por dos minutos, y te dijo que no te preocuparas, que hará lo posible para colocarte en algún puesto para que podamos solucionar nuestro problema financiero. No es fácil que el Presidente te dé un puesto de confianza porque su mismo partido jamás lo permitirÃa. Ni siquiera a podido conseguirle trabajo a la gente que le ayudó en su campaña presidencial-sentenció Margarita Suárez a su esposo, quién habÃa empezado a pensar que las promesas de su amigo Emilio Fuentes durante la campaña presidencial eran solamente promesas. Alejandro GarcÃa sabÃa muy bien que en la polÃtica se hacen promesas sabiendo bien que nunca se podrÃan cumplir. Y aunque Emilio Fuentes era amigo, o mejor dicho, conocido, hoy como presidente era otra cosa. Una cosa es hacer campaña para llegar al poder, otra es cuando se está en el poder: Emilio Fuentes sabÃa muy bien que aunque fuese su amigo, él tenÃa que regirse por las leyes de su partido clientelista al cual Alejandro GarcÃa habÃa rechazado una y otra vez porque no estaba de acuerdo con sus doctrinas polÃticas y económicas. El partido oficialista era de derecha, y habÃa surgido durante la guerra civil que azotó el paÃs. Muchas veces Margarita Suárez le habÃa dicho a su esposo que uno no come de la ideologÃa, y tiene que tragarse el orgullo para alimentar la tripa. Sin embargo, Alejandro GarcÃa sostenÃa que iba a morir de pie y no iba a comprometer sus ideales por un puesto de trabajo que él no pudiese conseguir por sus propios méritos.
Alejandro GarcÃa estaba buscando trabajo. TenÃa acreedores en las narices, y tenÃa que conseguir dinero rápido para sufragar sus deudas monetarias sin tener que despojarse de los pocos inmuebles que habÃa logrado adquirir después de haber descendido súbitamente del poder 20 años atrás cuando el paÃs vivÃa una de sus guerras más sangrientas. TenÃa la casa en la cual vivÃa él con su esposa, pero la habÃa hipotecado un sin fin de veces, que habÃa estado a punto que se la embargaran de una vez por todas. Sin embargo, su cuñado, Jaime Suárez, le habÃa ayudado a salir del apuro prestándole el dinero para pagarle al banco. TodavÃa le quedaba la deuda informal con su cuñado, quien habÃa prestado el dinero por su hermana Margarita Suárez, a la cual le reprochaba una y otra vez el que ella se hubiese casado con él. Alejandro GarcÃa tenÃa que tragarse el orgullo, y recurrir a su cuñado las veces que fuesen necesarias, pero querÃa por todos los medios lograr poner en orden a su situación financiera.
DifÃcil era adivinar que Alejandro GarcÃa tenÃa problemas de dinero. VivÃa en el barrio más exclusivo de la ciudad, y tenÃa una casa en la playa, aunque fuese dueña su esposa. No tenÃan un coche del año, pero era relativamente nuevo, y habÃa podido enviar a sus tres hijos de su primer matrimonio a los mejores colegios del paÃs. Los tres eran ya mayores, graduados y con buenos trabajos, pero no ayudaban a Alejandro GarcÃa; ni él que les pedÃa ayuda, por una parte por su orgullo, pero por otra, porque la madre de estos los habÃa alejado de él. Le daba vergüenza hablar de dinero con sus tres hijos, los cuales estaban empezando a crear sus propios nidos, y no querÃa que arrastraran con su carga.
2006-11-22 14:19:46
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answer #7
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answered by noquela C 3
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